Cómo las nuevas circunstancias internacionales y el gobierno “pro” estadounidense argentino pueden confluir a una nueva participación en el Golfo Pérsico
Por Charles H. Slim y Samantha Maruga
Desde la cubierta de vuelo del Alte Brown 1990 y la Corbeta Spiro pasando por popa en la navegación en el Golfo Pérsico.
En la Argentina, la experiencia histórica ha demostrado que sus habitantes y por supuesto su clase política suelen volver a reeditar cíclicamente, circunstancias que se creían superadas. Esto viene a colación por las implicancias de la asunción del nuevo gobierno argentino de tinte claramente pro-estadounidense, demostrando que hay un entusiasmo por recobrar las simpatías de los altos atrios de la política en Washington en donde se están preparando para un recambio de gobierno que no parece traer ninguna rama de olivo.
La naturaleza del gobierno de Mauricio Macri, hace necesario que hagamos un poco de historia. Cuando en 1989 el Dr. Carlos Saúl Menem ganaba las elecciones en un país que se incendiaba, muchos creyeron que era el regreso del peronismo inteligente, de la tercera vía que llevaría al país a reindustrializarse en todos los campos de la producción, incluso en el militar. Solo bastaron unos meses para que muchos cayeran en la más absoluta desilusión, cuando aquel personaje riojano que, impostando la figura de un caudillo litoraleño, terminó recortando sus patillas, su cabello y calzándose trajes de miles de dólares hechos en Europa, para pasar a representar los intereses foráneos que solo buscaban expoliar al país.
Y aunque muchos –especialmente los justicialistas- no quieren recordar semejante lapso histórico, Menem y Cía había celebrado varios tratos de palabra con sectores nacionales y populares, prometiendo que de llegar al poder, serían convocados para erigir al país en una nueva Argentina. Uno de estos fue el Coronel Mohamed Ali Seineldin, considerado por los británicos como una seria amenaza intelectual por su doctrina de la “Malvinización” y nacionalismo ultramontano, quien convencido de que se le entregaría la tarea de reestructurar unas maltrechas FFAA y la conducción de un nuevo ejército, fue timado por el primer mandatario quien, emplazado por los contactos de la embajada de EEUU para determinar a donde quería llegar con su gobierno, prefirió quedarse del lado de los poderosos –Washington y Londres-, quienes según varias fuentes, incitaron y digitaron el descalabro del 3 de diciembre de 1990.
En aquel contexto y presumiendo astucia, Menem trataba con los nacionalistas argentinos y a su vez, discretamente tendía lazos con Washington, intentando convencer a los norteamericanos que con su gobierno habían muchas posibilidades de apertura a los intereses del norte, creyendo tal vez que se los echaría al bolsillo. Y bien dijimos, presumió astucia dado que, pese a que traicionó con éxito al ideario nacional y los norteamericanos le sonrieron con mucha algarabía por su cooperación en la operación “Tormenta del Desierto” de 1991, a la larga terminó siendo el pato de la boda.
Precisamente en ese entonces, Menem y sus cercanos, creyeron que sacrificando a algunos de sus militares –algo que por fortuna no paso- en una empresa de envergadura como fue la “guerra del Golfo”, ganarían reconocimiento político, una buena recomendación del Departamento del tesoro para el ingreso de créditos y préstamos de organismos internacionales como el Banco Mundial y lo más estrambótico, la supuesta entrada de Argentina como “aliado extra OTAN”. Como verán, nada de eso ocurrió e incluso, tras el paso de los años se trató de tapar con el dedo todos aquellos desaguisados.
Hoy y aunque esto cueste creerlo, parece que se están recreando las mismas situaciones y las mismas aspiraciones pero, esta vez, en un marco mundial mucho pero mucho más complejo y repleto de peligros, que –en apariencias-escapan al control de los gobiernos centrales. Y bien hay que decir en apariencias ya que, en la actual denominada guerra “contra el terrorismo” se entremezclan ejércitos regulares, mercenarios pagados por gobiernos árabes, mercenarios de empresas privadas occidentales que impostan ser árabes (como ACADEMI, KKR, EXXON- MOVIL entre otras) que a su vez cooperan estrechamente en tareas con agencias como la CIA, MI-6, DGSE y el Mossad, dejando en claro que “no hay nada claro”.
Con este panorama, los encargados de las áreas de inteligencia (AFI) y defensa argentinas deberán empaparse de información sobre lo que abarca esta compleja consustancialidad que como señalamos, es altamente peligrosa y no es apta para improvisados y moralistas.
Hasta ahora es desconocido el lineamiento para el área de defensa pero, tal como lo han señalado algunas fuentes, los contactos extraoficiales del PRO con funcionarios del Departamento de Estado y del Pentágono en etapas previas a la definición de los comicios, se sembraron propuestas para el regreso de Washington en la cooperación en el área militar. Aparentemente Washington estaría interesado en que Argentina pase a ocupar un rol preponderante dentro de la región en la llamada “guerra contra el terrorismo”, sin aclarar que es lo que quiere a cambio. ¿Acaso será el pedido de participación en planes previstos para el Golfo Pérsico?
Precisamente, en el Golfo Pérsico las cosas siguen en una evolución que va de peligrosa a impredecible.
Hace apenas unas horas que se rumorea que Washington prepara una nueva invasión a Irak con una fuerza de unos 100.000 hombres entre los cuales habría tropas de varias naciones. Como contra medias, Rusia y China han puesto en estado de alerta sus comandos de misiles intercontientales. Y en medio de estas nuevas circunstancias en la cual, hay una pulseada entre varias potencias, un involucramiento de Argentina en cualquier plan que secunde a EEUU y a la OTAN, traerán sin lugar a dudas consecuencias nefastas.
Para ser más concreto en esto, a pesar de que en apariencias Argentina no tendría nada que ofrecer para comprometerse en esta gran carnicería que esta demoliendo al Medio Oriente, ello no es tan así. El país sudamericano tiene una importancia geoestratégica vital no solamente desde el punto militar sino también, en lo referente al de espacio geográfico que puede ser utilizado como escenario para extender la guerra clandestina que las agencias de inteligencia llevan adelante, en el marco de la llamada “lucha contra el terrorismo”. Además, el territorio argentino, lo quieran creer o no sus habitantes, está comprometido con la presencia de la base de control satelital de la República Popular China, un dolor de muelas para el Pentágono que los británicos –aliados de Washington- están tratando de contrarestar con operaciones de triangulación de inteligencia entre Malvinas, Punta Arenas y la Base Aérea de la FACH en Santiago de Chile –aliados de Londres- que cooperan sin tapujos.
Es por este punto, que Washington necesita la cooperación de Argentina y no tanto para mandar buques a las remotas aguas del golfo arábigo como en aquel entonces, sino para anclarse definitivamente en el país.
Estas posibilidades se ven incrementadas por la salvaje campaña pre electoral que sacude a EEUU donde todos los candidatos en danza –sin distinción entre demócratas o republicanos- , ven como parte de su plataforma para llegar al gobierno, el incremento de la instalación de bases militares y lazos de cooperación en las áreas de inteligencia con miras a las latitudes del sur, que en el caso de la Argentina, no existe la posibilidad de negociación alguna dado que el país no tiene como establecer condiciones para el respeto a la soberanía territorial, política y económica de su nación.
Pero pese a ello y según algunas fuentes reservadas, el gobierno de Macri estaría en conversaciones con los estadounidenses para concretar alguna participación de Argentina en este nuevo episodio de la guerra en el Golfo Pérsico que y como lo citamos previamente, prevé un nuevo capítulo ante los anuncios de la Casa Blanca y del responsable del Pentágono Ashton Carter, de enviar a unos 100.000 hombres y unos 2000 vehículos blindados para reocupar Irak. ¿En dónde entraría Argentina? No cuenta fuerzas terrestres acorde a los nuevos desafíos; solo basta ver el equipamiento de a un soldado argentino comparado con el de un mercenario del “ISIS” o del “Jabbat Al Nusra” para predecir su suerte. Además, sería bastante aventurado por el gobierno enviar a una fuerza para ponerla bajo el comando del USCENTCOM sin una ley que autorice ese tipo de movilización.
Igualmente, creemos que si hay cordura en los funcionarios argentinos, aceptar una propuesta semejante y sin considerar la real situación del país, sin que aún –y pese a la participación de más de quinientos hombres en 1991 en la guerra contra Irak- se hayan elaborado las previsiones legales que traten la salida de tropas para campañas bélicas como las que implicarían al país en una posible participación, revestiría una verdadera locura.
Los argumentos para esta conclusión, pueden centrarse en que, ante todo el país no tiene Fuerzas Armadas operativas; otra es que la situación que hoy se presenta en aquella región dista mucho de lo que ocurría entre 1990 y 1991, donde hubo –sino la última del siglo XX- una guerra convencional de alta intensidad con consecuencias aún no reparadas para sus participes; las justificaciones para su impulsión son tan nebulosas como los supuestos enemigos del “ISIS” y por último, el campo de batalla no está definido y parece no encontrar límites geográficos para manifestarse.