2/3/24

LA HISTORIA DEL EMBAJADOR DE KUWAIT EN ARGENTINA

 

ABDULLAH ALI ALYAHYA

“Estuve 45 días bajo fuego”: la historia del embajador de Kuwait en Argentina que luchó contra las tropas de Sadam Husein

Abdullah Ali Alyahya formó parte de la coalición que liberó el país en 1991 en la recordada e histórica “Tormenta del Desierto”. Fue uno de los más de 1.500 traductores que trabajaron con Estados Unidos y otras potencias.

Las guerras son dañinas, evitables y generan marcas que jamás se borrarán entre quienes las viven. Llegan de un momento al otro y, cuando ocurren, todo cambia. Eso es lo que le sucedió a aquel joven de 24 años que salía de la casa en la que vivía con su madre en el centro de la capital de Kuwait cuando de repente se encontró con helicópteros militares iraquíes que le sobrevolaban la cabeza. Era el 2 de agosto de 1990, el día en que Sadam Huseim invadió Kuwait y dio comienzo a lo que luego se llamaría la Guerra del Golfo.

Aquel joven es hoy el actual embajador de Kuwait en la Argentina. “Nunca tuve miedo y estoy orgulloso de haber participado en este proceso para liberar a mi país, aunque espero que estas guerras no se repitan nunca más”, relató Abdullah Ali Alyahya durante una entrevista con TN.com.ar. Como traductor de las tropas norteamericanas, con tan sólo 24 años Alyhya formó parte de la histórica coalición que expulsó a Irak de Kuwait y le puso un freno a las ambiciones militares de Sadam Husein en lo que se conoció como la “Tormenta del Desierto”.

Fueron años muy convulsionados en Oriente Medio. Irak venía de ser derrotado en una guerra de ocho años con su vecino Irán y Husein tenía, por un lado, un ejército de casi un millón de hombre listos para entrar en acción y, por el otro, una reputación que recuperar. Su decisión -errónea- fue invadir Kuwait, otro país limítrofe. “En la televisión veíamos que había enfrentamientos en la frontera, pero jamás nos imaginamos que iban a tomar el país como lo hicieron”, cuenta con tristeza el diplomático kuwaití.

Fue una etapa muy difícil que ningún ser humano querría vivir”, admite el actual embajador de Kuwait en la Argentina, para luego agregar: “Estoy intentando olvidarme de todo esto, no quiero transmitir este mensaje a las generaciones actuales porque digo que todo pasó por una persona que era un dictador que gobernó Irak por mucho tiempo y mi deseo es que nunca se repita una experiencia así”. Casi un millón de soldados integraron aquella coalición formada por 34 países y encabezada por los Estados Unidos. Abdullah Ali Alyahya era uno de ellos.

- ¿Cómo llegó a unirse a las tropas norteamericanas como traductor?

- Cuatro meses después de la invasión nos vimos obligados a dejar Kuwait junto a mi familia. Fuimos a los Estados Unidos porque por aquel entonces mi hermano mayor trabajaba en la embajada en Washington. A la semana de haber llegado el gobierno de Bush anunció que los estudiantes kuwaitíes podían unirse a las tropas como traductores. Con el apoyo de mi madre que me dijo que no me podía quedar de brazos cruzados, no dudé un instante y tomé la decisión de participar.

- ¿Cómo fue la preparación para el conflicto?

- La operación empezó en suelo norteamericano. Primero nos mandaron a una base militar de Nueva Jersey donde tuvimos un curso intensivo para disparar y capacitarnos para la guerra nocturna, química y todo tipo de conocimiento bélico. Luego viajamos a Arabia Saudita, un día antes del inicio de los bombardeos. Estuvimos 45 días bajo fuego. Era triste ver todas las víctimas fatales de Irak, pero también era alegre sentir que el país se estaba liberando.

- ¿Cuál era el trabajo que hacía como traductor?

- Escuchábamos llamadas entre las tropas iraquíes y también traducíamos en el campamento de prisioneros de Irak, aquellos soldados que se entregaban por miedo o porque no querían la guerra. Había muchos iraquíes que estaban en contra de esta guerra y esperaban el momento de la liberación para estar a salvo de las ejecuciones que realizaban contra quienes estaban en contra del conflicto en Irak.

Abdullah Ali Alyahya formó parte de un equipo de casi 1.500 traductores que trabajaron día y noche en las tiendas de campaña ubicadas en Arabia Saudita, base de operaciones de la coalición de potencias occidentales. En aquellos años Estados Unidos empezaba a tener muchos soldados ocios dada la decadencia de la Unión Soviética. Al punto tal que, como relata el embajador de Kuwait, “muchos uniformados habían viajado directamente desde Alemania”.

- ¿Qué recuerdo tiene de las horas previas al inicio de la llamada “Tormenta del Desierto”?

- Las horas previas fueron muy cortas. Como soldados no sabíamos cuándo iba a comenzar la operación terrestre. Ya había ataques aéreos que habían sido autorizados por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero el terrestre era el más importante para lograr la liberación de Kuwait. Recuerdo que era un día muy lluvioso cuando el general vino a la tienda y dijo: ‘¿Están listos para liberar a su país?’.

Sólo cuatro días les llevó sacar a Sadam Husein de Kuwait y tomar parte de Irak. La operación terrestre comenzó el 24 de febrero de 1991 y terminó el 28 de ese mismo mes. Alyahya cuenta que se movilizaron en 4 convoys distintos: uno directamente hacia Kuwait, otros dos a la zona fronteriza con Irak y un cuarto a Bagdad, la capital iraquí. “Desde adentro no me daba cuenta de la magnitud, pero según lo que supe fueron más de 24 kilómetros de vehículos de guerra”, relató con emoción el embajador durante la entrevista.

“Irak sufrió mucho por las políticas de una sola persona que masacró a su propio pueblo incluso antes de masacrar al pueblo de Kuwait”, reitera con énfasis Abdullah Ali Alyahya al hacer referencia a Sadam Husein, el histórico presidente iraquí que estuvo al frente del país hasta la invasión norteamericana en 2003 luego de los atentados a las Torres Gemelas.

Por su propio espíritu pero, en gran medida, por la experiencia vivida, el actual embajador de Kuwait en Argentina repite sin cansancio la importancia que tiene el diálogo y los vínculos políticos estables. “Hoy con Irak somos amigos”, se alegra. Lo mismo le sucede al hablar de la Argentina, con quien Kuwait “siempre tuvo relaciones fuertes, con todos los gobiernos, y cualquier cambio que se genera es positivo”, resumió hacia el final de una charla de casi una hora en uno de los principales salones de la embajada.

ALGUIEN TE CONTO ESTA CRONOLOGIA


MENEN ../..BUSCH


BUSCH EN LA ARGENTINA

MENEM Y CAVALLO VAN A LA GUERRA


COMO FUIMOS MANDADOS AL GOLFO PERSICO Y SABÍAN QUE IBA HABER GUERRA, LO MAS DESTACABLE QUE NI EL MINISTERIO DE DEFENSA Y EL ESTADO MAYOR DE LA ARMADA NOS NEGARON LA VETERANIA DE ACCIÓN DE GUERRA !


SOS VETERANO¡ ....NO ME OLVIDO DE LAS ÚNICAS PALABRAS CUANDO NOS DIERON EL DIPLOMA Y UNA MEDALLA, DE LA BOCA DEL ALTE. MOLINA PICO (RE) CUANDO ERA (COFM), BIENVENIDOS DE LA ODISEA !!!!! [1]

(1 ).Viaje de larga duración, lleno de aventuras adversas y favorables.)


3-9-90 : En viaje por Israel el Ministro de Relaciones Exteriores Domingo Cavallo, aseguró que Argentina no sería neutral en el conflicto Irak-Kuwait.


ACÁ JUGAS A DOS PUNTAS. ES MAS EL ARA SAN BLAS LLEVABA HIERRO, TRIGO, AGUA A IRÁN.. Y DESPUÉS SECUESTRADO 30 DÍAS POR IRÁN...

ll-9-90: El Subsecretario de Agricultura afirmó que Argentina no venderá trigo a Irak, ya que el gobierno adhiere al bloqueo comercial dispuesto por Naciones Unidas.
l5-9-90: Argentina alistó dos naves: Destructor Almirante Brown y Fragata Spiro.


l8-8-90: Menem recibió el pedido del gobierno de Kuwait en el exilio, de ayuda militar.
l9-9-90: El ministro Cavallo anuncia por televisión la participación de fuerzas argentinas en el bloqueo militar contra Irak para restablecer la paz y no para emprender
acciones bélicas. (SIC)

21-9-90: Oposición legislativa al envió de tropas al Golfo. En carta enviada por el presidente Bush se felicita al Gobierno argentino por el envió de tropas.
27-9-90: Se reunió el GRUPO RIO en Nueva York, para analizar la crisis del Golfo. Se consideraría el ingreso de Ecuador y Chile.


28-9-90: Margaret Thatcher envióo una carta al Presidente Menem expresando el beneplácito por la decisión argentina de enviar tropas al Golfo. En igual sentido se expresó el Secretario de Estado del Vaticano.


11-10-90: El Canciller Cavallo dijó que las tropas argentinas lucharían en el Golfo si la UN lo cree necesario


Se celebra el día de la ONU.
Gorbachov recibe a Menem.
26-10-90: El Presidente Menem visita los buques argentinos, en Siracusa, base naval de la OTAN.-



10-11-90: El Destructor Almirante Brown entrará mañana en operaciones en el Golfo de Omán, dijó el Ministro de Defensa. Se prepara plan de evacuación para las familias argentinas, en caso de declararse la guerra.



5-12-90 : Llega Bush a la Argentina.


ENERO 1991


17-01-9l: Comienza la guerra en el Golfo Pérsico. Se inicia con el bombardeo de Estados Unidos a Bagdad, después de las l8 hs. de vencido el ultimátum dado por UN para que Irak se retire de Kuwait.


18-01-9l: El Presidente Menem dijó que "el país no es neutral".
Se debate en el Senado de la Nación el Proyecto de Ley que autoriza a las tropas argentinas en el Golfo a prestar apoyo logístico a la fuerza multinacional en guerra con Irak.


24-01-9l: La H.C. Diputados de la Nación sanciona por ll7 votos a favor contra 99 el Proyecto de Ley que autoriza al Poder Ejecutivo para que las naves argentinas den apoyo logístico a las fuerzas multinacionales.
FEBRERO 1991


20-02-9l: Partió hacia el Golfo Pérsico para relevar a los dos buques argentinos que integran la Fuerza Multinacional la Corbeta Rosales.


MARZO 1991
1-03-9l: El Gobierno argentino expresó su "especial beneplácito por el cese de las operaciones en el Golfo Pérsico".


9-3-91 : Argentina inauguró la embajada de nuestro país en Kuwait en forma simbólica, como muestra de solidaridad.

ACÁ TAMBIÉN SE DEBE HABLAR Y NO TANTA FIESTAS, HAY QUE METER PAPELES CONSULTAS A ESTOS, QUE BIEN LOS IDIOTAS SE HACEN, PERO SI NO TENEMOS ARGUMENTOS NO VAMOS A NINGÚN LADO.

10-03-91: Una dura crítica hizo el diario oficial cubano Gramma al gobierno de Carlos Menem, por el voto de la Argentina en favor de los EE.UU en la Comisión de Derechos Humanos de la UN, en Ginebra.-

27/2/24

OTRA EMPUJADA YA QUE CAMBIO EL JEMGA.


Alte. ALLIEVI  Y EL SUBOFICIAL MEZA








 

El martes 20 de febrero, un grupo de cuatro EXCOMBATIENTES de la LIBERACIÓN de KUWAIT, fuimos recibidos por el señor ALMIRANTE ALLIEVI, para tratar el tema de la CONSIDERACIÓN por la ARMADA, respecto a si nos pueden o no, encuadrar en el ANEXO 10, "OPERACIONES DE COMBATE" de la Resolución 155/96.

De la misma por los EXCOMBATIENTES estuvimos presentes, el señor ALMIRANTE ESTÉVEZ, LOS SUBOFICIALES MAYORES CEJAS, ARTEAGA Y BAZAN, por la ARMADA estuvieron el JEMGA, el DGPN y el ASESOR JURÍDICO de la ARMADA.
Los llevo el JEMGA para escuchar nuestro problema y los designó para que Ellos sean los que realicen el ESTUDIO EXAUTIVO del caso presentado, y aconsejen las medidas que se deberían tomar al respecto.

El JEMGA no tendrá injerencia directa en la tarea encomendada a los OFICIALES participantes de la reunión, si acatará lo que ellos resuelvan, sea a favor o sea en contra de lo que nosotros queremos y Firmará la correspondiente RESOLUCIÓN, la cual le pondrá punto final a cualquier participación de la ARMADA, en el tema RECONOCIMIETO por las OPERACIONES en el GOLFO PÉRSICO.

Me autorizó a poner en conocimiento de todos los EXCOMBATIENTES está situación en General.

El martes se celebro Dia de la Liberacion de Kuwait 33º y Dia de la Independecia 63º, en el hotel Sheraton en Bs. As.

OPERACIONES DE COMBATE

Medalla y cinta, correspondiente a la distinción otorgada por la Armada Argentina a las Fuerzas, Unidades y sus Dotaciones, por participar por el tiempo de una campaña como protagonista en acciones de combate, en acontecimientos que revistan carácter de guerra, o crisis Internacional. 

La medalla y la cinta, se entregará en una sola oportunidad, agregándosele en las sucesivas campañas de guerra, las correspondientes barras con los nombres de la campaña realizada a la medalla y a la cinta una estrella.

12/2/24

EL POR QUE DE LA PARTICIPACION DE LA ARGENTINA EN EL GOLFO PERSICO (DECISION DE EX PTE. MENEM)

 

(Foto Archivo) Pozos prendidos fuegos, por Irak, antes de entregarse-)

La participación argentina en la Guerra del Golfo.
La politica adoptada por el ex Pte. Menem, sin la autorizacion del Congreso de la Nacion, los dejo fuera de combate a los integrantes de las FF.AA el enemigo estuvo adentro de la politica. Usaron el instrumento belico como politica internacional y fuimos guardados en el fondo de algun cajon.

Este extracto es para los de menos de 33 años que estan en el gobierno y no tienen idea de que se habla o por que esta archivado, señores les queda dos opciones: O pagar por una guerra, o la otra si la toman como mision de paz que debiten como les pagan a los de misiones de paz en varios paises.

Introducción :
A lo largo de este breve ensayo analizaremos una serie de variables internas y externas que creemos, dieron por resultado la implementación por parte de Argentina, de una política exterior inédita para este país: “El abandono de la histórica neutralidad en conflictos bélicos que no le incumben directamente”(Simonoff, 2004; p:2).
La reconversión de la política exterior argentina, de acuerdo con Ferreri (2002), surge de la decisión del presidente Menem, y un grupo cercano de asesores, de reinsertar al país en una posición destacada en el sistema internacional. De acuerdo con el autor, la reconversión política respondió a factores tanto internos como externos, y es en base a esta división que buscaremos comprender la decisión de participar en el conflicto del Golfo Pérsico.
Con el fin de brindar un entendimiento integral del tema, utilizaremos distintos niveles de análisis por medio de los cuales, creemos, será suficiente para comprender la política implementada:
-En primer lugar brindaremos una descripción de la situación política y económica que atravesaba el país durante los primeros años del mandato del presidente Menem y los desafíos a los que este debía enfrentarse en lo inmediato.
-En segundo lugar, brindaremos un análisis en el que evaluaremos de qué manera los cambios en la política internacional motivaron a la toma de acciones por parte de los países con el fin de posicionarse dentro de este nuevo orden mundial.
-En tercer lugar, trataremos la cuestión de las fuerzas armadas nacionales. Creemos que la, para entonces no resuelta cuestión militar, influenció el camino de inserción internacional tomado por el gobierno del presidente Menem, por lo que brindaremos una descripción general de la situación e intentaremos comprender de qué manera esta influyo en la política exterior argentina.
-Por último analizaremos el papel que jugó la política en la toma de decisiones. Por un lado, a través del estudio racional llevado adelante por el gobierno para justificar la intervención militar, y por el otro, el peso que tuvieron las oposiciones hacia la política exterior del gobierno de Menem, y de qué manera estas oposiciones fueron sorteadas por el ejecutivo. Situación política y económica interna El presidente Menem asume el gobierno en medio de una profunda crisis económica y social.
La crisis de la deuda externa surgida a partir de la denominada “segunda crisis del petróleo” 1 , y de las políticas económicas tomadas por los gobiernos anteriores, dio por 1 La denominada “segunda crisis del petróleo” tiene lugar en 1979 a partir de las consecuencias de la revolución iraní y la guerra entre Irak e Irán, que dio por resultado una fuerte suba en los precios del petróleo. El alza de precios del sector petrolero se tradujo en un déficit comercial en países importadores mientras que en los países exportadores se evidenció un fuerte superávit. Ante esta situación, los países no alineados.
resultado periodos hiperinflacionarios, devaluaciones recurrentes y déficit fiscal que en términos sociales, produjeron una sensación de agobio en el pueblo argentino, quien demandaba hacia la nueva administración la restauración del orden público, estabilidad y crecimiento económico (Aranda, 2004).
La administración Menem, de acuerdo con Colombo (2005) y Aranda (2004) definió el interés nacional en función de la necesidad de alcanzar el desarrollo económico. Y para alcanzar ese desarrollo, sostienen los autores, el gobierno consideró esencial una reinserción exitosa en la economía global, por un lado a través del fomento del comercio internacional y las inversiones extranjeras, pero por el otro, a través del alineamiento estratégico hacia los Estados Unidos. Es así como el gobierno del presidente Menem basaría, en adelante, su política exterior según propuesto por la teoría del Realismo Periférico (Hens & Sanahuja, 1995), aceptando y subordinándose ante el liderazgo estadounidense, y alineando sus políticas en función de las necesidades del gran hegemón.
Redefinición de la política exterior argentina: En busca de un lugar en el nuevo orden mundial Con la finalización de la Guerra Fría, se dio comienzo a una era unipolar en la que los Estados Unidos surgieron como el vencedor sin atenuantes por sobre su adversario, la Unión Soviética (Aranda, 2004). La relajación en las tensiones internacionales permitieron a los Estados Unidos impulsar con mayor ímpetu las políticas económicas del consenso de Washington2 por un lado, y promover una serie de políticas para abordar la cuestión de la deuda en los países latinoamericanos con el fin de revertir los efectos de la denominada “década perdida3 ” por el otro (Colombo, 2005).
Estos cambios en la configuración de poder global tuvieron el nombre de “nuevo orden mundial4 ”, y de acuerdo con Míguez (2010), dieron lugar a una integración entre los países desdibujando las barreras políticas y planteando la necesidad de sostener “valores internacionales” y “legalidad internacional” en pos del mantenimiento de ese nuevo ordenamiento. Desde esta concepción, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado como un ataque a este orden mundial, y a la comunidad internacional en su conjunto. Y es en base a este diagnóstico, afirma Míguez (2010), que el núcleo cercano al presidente Menem encontró la justificación para dar impulso al alineamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar. El nuevo orden mundial imponía a los países del anteriormente denominado tercer mundo dos opciones: El neutralismo como política exterior, o la adhesión irrestricta al esquema planteado por Washington (Ferreri, 2002).

Los beneficios de la segunda opción, y permítasenos citar in extenso a Ferri (2002; p: 2-3) consistían en: “[…] entrenamiento gratis y del mejor nivel para la Armada Argentina, buenos sueldos para los hombres que participaron de la operación, importantes negocios en la reconstrucción de Kuwait, y un incipiente nuevo rol para unas fuerzas armadas argentinas que están gravemente necesitadas de una razón de ser y de una misión significativa, ahora que las principales hipótesis de conflicto con los países limítrofes quedaron descartadas (Escudé, 1989; p: 39)”. De acuerdo con Simonoff (2004), y agregando a lo planteado por Escudé (1989), el acercamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar, buscaba obtener, además de las ganancias de tipo económico producto de la reconstrucción de Kuwait, ganancias en términos políticos, al romper con la histórica posición antiestadounidense llevada adelante por parte de la Argentina. Simonoff (2004) agrega además que el alineamiento argentino hacia los Estados Unidos se vio materializado por un aumento en el envío de tropas al extranjero bajos dos formas: Coaliciones multinacionales (Guerra del Golfo, Haití) o aquellas mandadas por las Naciones Unidas (misiones humanitarias y de paz). La intervención argentina en el Golfo, de acuerdo con el autor, constituye un claro ejemplo del cambio de rumbo en la política exterior argentina que, como se dijo, rompió con la histórica neutralidad. Creemos que lo especialmente destacable de esta política es el carácter sin precedentes de la misma, ya que abrió, en palabras de Vignolles (2003) “[…] la oportunidad para la República Argentina en su proceso de reinserción en la escena internacional, cambiando el perfil aislacionista, errático y no alineado que la caracterizaba (p: 150)”. Creemos pertinente mencionar que en el ámbito regional no fue bien recibida por parte del resto de los países del Cono Sur, con excepción de Uruguay. Tanto Brasil como Chile, plantearon cuestionamientos reiterados por la no consulta previa a la toma de la decisión de participar en el conflicto (Vignolles, 2003).

La cuestión militar Las dificultades para encontrar una respuesta a la denominada “cuestión militar” 5 durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, fue uno de los desencadenantes de la caída de su gobierno6 (Fair, 2011). El gobierno del presidente Menem, sostiene el autor, debía encarar la compleja tarea de solucionar este asunto sin repetir los errores cometidos durante el gobierno anterior, con el fin de darle un cierre definitivo.

El abordaje llevado adelante por el presidente Menem hacia la cuestión militar, incluyó la eliminación de los mandos de los militares afines a los sublevados denominados “carapintadas”, y sublevó al generalato ante el poder político por medio del gesto que representaron los indultos7 brindados por el gobierno a la plana mayor de las fuerzas armadas. De esta manera, quedaron sentadas las bases para llevar adelante un plan de ajuste por parte del gobierno, por medio del cual se redujo notablemente el presupuesto en defensa y se privatizó casi la totalidad del “imperio industrial militar”, debilitando la posición de poder que los militares históricamente habían ostentado como actores de la política interna (Fair, 2011).

A las medidas políticas y económicas llevadas adelante por el presidente Menem, creemos pertinente destacar, se suman cuestiones no menores que contribuyeron a debilitar el poderío militar. Por un lado, el debilitamiento de la imagen de las fuerzas armadas frente a una gran parte de la sociedad producto de crímenes cometidos durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional”.
Por otro lado, como afirma Fair (2011), debido al golpe sufrido por la moral militar luego de la derrota de Malvinas, y el “clima de época” en favor de la democracia liberal. Estas cuestiones, creemos, son las que permitieron la implementación exitosa de las políticas que diezmaron el poder militar dentro de la sociedad política. Aunque el nuevo panorama mostraba a las Fuerzas Armadas subordinadas ante el poder político y sin intenciones aparentes de sublevación entre sus mandos, surgía una pregunta que debía ser respondida si se pretendía sostener esta delicada situación:
¿Qué rol cumplirían las Fuerzas Armadas en adelante? Creemos que la respuesta a esta pregunta constituye uno de los factores fundamentales para explicar, tanto el aumento en la participación argentina en misiones de paz, como la participación de las fuerzas armadas en la Guerra del Golfo. Con la distención final de la Guerra Fría, y el establecimiento del ya mencionado “nuevo orden mundial”, se eliminan (al menos en parte) dos de los principales “enemigos a combatir” por las Fuerzas Armadas.
Por un lado, producto de la catastrófica caída de la Unión Soviética desaparece por completo la posibilidad de cualquier intento de asonada socialista o comunista en la región. Por el otro, se ve reducida casi a su mínima expresión cualquier hipótesis de un conflicto armado directo con países vecinos producto de la nueva etapa de cooperación e integración global bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Ante la descripta nueva situación internacional, y teniendo en cuenta las vulnerabilidades mostradas por el sistema democrático argentino, la administración del presidente Menem, sostiene Vignolles (2003), se encontró frente a la compleja tarea de reintegrar a las Fuerzas Armadas dentro del contexto democrático con el fin de, por un lado mantener la continuidad de la delicada democracia de la época, y por el otro, devolverles el prestigio y el valor perdidos dentro de la sociedad y sobre todo, mantener los niveles de profesionalización a pesar de los recortes en materia de defensa.
Con la reinserción de las fuerzas armadas dentro del contexto democrático, y ya sin su rol tradicional (autoimpuesto) como garantes del orden frente a amenazas a la seguridad nacional, las fuerzas armadas mudan el foco de su accionar hacia funciones humanitarias, y a la participación en ejercicios militares conjuntos con estados “amigos”, además del envío de tropas a misiones de paz. De esta forma las Fuerzas Armadas, pasarían de ser los garantes de la paz interna, a contribuir (junto con otras fuerzas) como garantes de la paz mundial. En palabras del presidente Menem, “la participación del país en misiones humanitarias contribuía a lograr la armonía internacional” (Fair, 2011).
La reconversión del rol de las Fuerzas Armadas, originalmente como “garantes de la seguridad interna”, luego, una herramienta de política exterior en el marco del alineamiento con los Estados Unidos constituyó, creemos, una solución exitosa frente a la resolución de la cuestión militar y el sostenimiento de la delicada democracia argentina, aunque no podemos evitar remarcar, desde nuestro punto de vista, lo reprochable de las herramientas utilizadas para alcanzar este objetivo. Con esto nos referimos a los indultos y amnistías hacia los líderes militares por los crímenes cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional.
Creemos que la cuestión militar constituyó un claro ejemplo en el que la política interna influyó en la toma de decisiones de política exterior. Por último creemos pertinente destacar que, como afirma Míguez (2010), no existía un pedido expreso por parte de los Estados Unidos por la participación argentina en el conflicto. Consideramos que la ausencia de una convocatoria por parte de los Estados Unidos hacia las fuerzas argentinas, y la iniciativa por parte del presidente Menem de ofrecer cooperación militar de todas maneras, evidencian el sentido de oportunidad del entonces presidente, quién logró, por medio de una situación del plano internacional lejana a los intereses argentinos, llevar adelante una política con consecuencias positivas para el país tanto en el plano interior, como en menor medida, en el exterior.
Oposiciones y críticas La política de envío de tropas impulsada desde la administración Menem no se encontró exenta de críticas por parte de diferentes sectores de la sociedad civil. Según Míguez (2010) el proceso de toma de decisiones contó aún con reticencias desde el núcleo cercano al presidente Menem. Al abrirse el debate dentro del gabinete presidencial, las posiciones más moderadas sostenían que todo envío de tropas debía hacerse dentro de misiones coordinadas por las Naciones Unidas.
Por otra parte, la visión más extrema, y que finalmente se impondría, sostenía que un alineamiento total (materializado por el envío de tropas al Golfo Pérsico) constituiría una clara señal hacia los Estados Unidos de que no se cometerían los mismos errores en la política exterior argentina que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez comunicado el envío de la corbeta Spito, y el destructor Almirante Brown, voces opositoras provenientes de la Unión Cívica Radical e incluso desde sectores del justicialismo se hicieron notar (Míguez, 2010).
Permítasenos citar in extenso al artículo publicado por el diario El País el dia 21 de septiembre de 1990:
“La decisión del Gobierno argentino de intervenir con sus Fuerzas Armadas -dos fragatas, un avión Hércules y 450 soldados profesionales- en el conflicto del golfo Pérsico ha sido criticada de forma unánime por la oposición. Las críticas señalan que el presidente Menem, cabeza del poder ejecutivo, busca eludir el control del Congreso y se impone sobre el poder judicial, como en el caso de los indultos a los militares procesados por la guerra sucia contra la guerrilla. Ninguna de las fuerzas políticas es capaz de dilucidar con claridad las razones últimas de esta decisión en la que el Gobierno arriesga hasta los compromisos regionales con Brasil, Chile y el resto de los países latinoamericanos.
Al parecer, la decisión presidencia¡ fue adoptada, como otras, por influencia directa del reducido círculo del poder económico que impulsa el plan de privatizaciones- de empresas del Estado llevado adelante por Menem, y también por el vínculo estrecho del Gobierno argentino con el de Estados Unidos. Sectores de la oposición califican al embajador estadounidense en Buenos Aires, Terence Todman, como asesor oficioso del Gobierno de Menem” (El País, 1990).
En línea con lo expuesto por el diario El País, el senador Solari Yrigoyen, perteneciente al bloque de la Unión Cívica Radical condenó el envío de tropas, y posteriormente la falta de consulta al Poder Legislativo. Por otra parte, el bloque justicialista en el senado emitiría un comunicado en el que lamentaba la decisión tomada por el ejecutivo sin el previo respaldo del Congreso Nacional (Miguez, 2010). La decisión del poder ejecutivo, afirma Miguez (2010) contaría solo con el apoyo de cinco legisladores justicialistas en un primer momento, modificándose la decisión del resto del bloque luego de la persuasión del entonces canciller Cavallo.
Lo que evidencia un claro carácter personalista en la toma de decisiones por parte del presidente. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, como sostiene Ferreri (2002), el mismísimo Cavallo se oponía a una intervención sin previo consentimiento del Congreso en un primer momento, por lo que es pertinente presumir que la decisión fue tomada directamente por el poder ejecutivo sin mayor búsqueda de consenso. Por parte del bloque radical, Miguez (2010) afirma que fueron significativas las manifestaciones de repudio por parte de los senadores Grass e Yrigoyen. A pesar de los acalorados debates, sostiene el autor, la principal preocupación del presidente Menem se encontraba hacia las divisiones producidas hacia adentro del partido. Divisiones no menores, y que culminarían con el abandono del Partido Justicialista de German Abdala, Juan Pablo Cafiero y Carlos “Chacho” Álvarez entre otros.
Recapitulando y a modo de conclusión Como hemos explicado a lo largo de este ensayo, existe una multiplicidad de factores que influenciaron la decisión de política exterior tomada por parte de la administración Menen referente al envío de tropas al Golfo Pérsico en 1990. Por un lado, el conflictivo contexto político con que asumía el presidente, potenciado por los resultados económicos de la denominada “década perdida” evidenciaba la necesidad de medidas económicas que garantizaran el orden social y promovieran el crecimiento económico. En ese contexto, la decisión tomada por el gobierno constituyo un quiebre en las relaciones exteriores argentinas. El abandono de la tradicional posición anti estadounidense por un lado, y el alineamiento irrestricto hacia esto últimos, incluso poniendo en riesgo las relaciones con el resto de los países del Cono Sur constituyó una clara señal de que el objetivo del gobierno era colocar a la Argentina en una posición destacada en el sistema internacional, reconociendo la subordinación del país ante los Estados Unidos, y acompañando las decisiones de estos.
La necesidad de resolver la “cuestión militar”, por otra parte, imponía al gobierno del presidente Menem la necesidad de tomar medidas concretas para, por un lado controlar cualquier intento de foco de sublevación dentro de las fuerzas armadas y así, sostener la endeble democracia argentina, pero por el otro lado, reasignar un rol a las fuerzas armadas en el que pudieran, no solo recuperar el prestigio perdido durante la última dictadura militar y la derrota en Malvinas, sino además sentirse útiles en el nuevo contexto internacional. En cuanto al modo en que fue llevada adelante la decisión, creemos que el presidente y su grupo cercano realizaron un estudio de costos y beneficios, por medio del cual consideraron que si bien los costos políticos internos serían un factor a tener en cuenta (principalmente los referentes al interior del bloque justicialista) estos serían aceptables en función a los beneficios esperables.
El análisis encontraba en las consecuencias sobre política interna, al principal costo de la política exterior del presidente, mientras que como beneficios, se contempló por un lado la posibilidad de obtener ventajas en términos financieros producto de la clara señal de alineamiento hacia los Estados Unidos al participar en la Guerra, sumado esto a la adhesión irrestricta de la argentina a las políticas del Consenso de Washington. En adhesión a esto último Míguez (2010) afirma:
“Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del FMI y de la banca acreedora” (p:135). Además, se esperaban beneficios producto de una eventual participación argentina en la reconstrucción de Kuwait, lo que finalmente no sucedió. Creemos que este constituye el principal error cometido a la hora de evaluar los costos y beneficios de la participación argentina en el conflicto. Desde el punto de vista de los beneficios referidos a la estabilidad del sistema político, se esperaba que la reconversión de las labores de las fuerzas armadas, sumado a los beneficios que los militares obtendrían de las participaciones en el extranjero contribuiría a mantener en su mínima expresión a cualquier foco de sublevación. En este sentido, el análisis llevado adelante por la administración Menem fue correcto, y la meta fue alcanzada.
Por último, vale destacar un beneficio adicional producto de la implementación de la política exterior que hemos analizado.
Esta es, la experiencia que representó para la Armada Argentina el participar en una situación de conflicto real junto a una coalición liderada por la mayor potencia militar del mundo. Esta experiencia contribuyó de manera significativa a consolidar la idea de que el gobierno buscaba la profesionalización de las fuerzas armadas. En palabras del Almirante Molina Pico: “[…] da la sensación de poseer una misión que debe tener todo militar, a la vez satisface el sentido de aventura que debe tener esta profesión arriesgada por su esencia.
Permite compararse con otras fuerzas de distinto orden y así, saber cuál es nuestra realidad” (Vignolles, 2003). Como sostiene Vignolles (2003): “el alto valor agregado generado por esta operaciones refleja la eficacia alcanzada, donde la eficiencia se condensa en haber constituido un significativo aporte complementario al objetivo central de estas actividades, y sin incurrir en mayores costos”(p:174).
Para finalizar, creemos pertinente mencionar que si bien las principales críticas realizadas ex post sostienen, como afirmara el ex ministro del interior Federico Storani8 , que la Argentina no obtuvo ningún beneficio del envío de tropas al Golfo Pérsico, debemos destacar que esas críticas se centran únicamente en el análisis llevado adelante por parte de la administración Menem respecto a la participación argentina en la reconstrucción de Kuwait.
Creemos que estas ignoran los factores políticos y sociales de la coyuntura del momento por lo que consideramos que las mismas constituyen una lectura simplista y sesgada de los hechos que acontecieron. Desde nuestro punto de vista, y como mencionamos anteriormente, la principal crítica que debería tener lugar es la que refiere a los métodos por los cuales se abordó la “cuestión militar”. Por fuera de ello, creemos que la política de envío de tropas fue, desde una visión amplia y considerando los distintos niveles de análisis mencionados durante este artículo, acertada, y que alcanzó los objetivos para los que fue formulada.
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9/2/24

CUANDO LA MISION NAVAL DEL GRUPO DE TAREA T.88 QUEDO ATRAPADA EN UNA MISION DE GUERRA



CONFERENCIAS DE DHAHRAN” QUE NADIE HUBO EN ESA REUNION SEGUN LAS FUENTES DE ARABIA SAUDITA.

Una prueba más de que la Crisis de 1990 entre Iraq y Kuwait tenía un final previsto y bien planificado del cual Buenos Aires no tenía la más mínima idea ¿Estuvieron presentes representantes navales argentinos en aquellas conferencias?






Cuando George Bush y Collin Powell fueron notificados de lo que había ocurrido en Kuwait, ninguno expreso sorpresa por lo sucedido y con una metódica parsimonia, cada uno por su parte, comenzaron a telefonear a sus respectivos asesores. Como lo hemos dicho anteriormente, la crisis entre Iraq y Kuwait de 1990 se había venido gestando silenciosamente con mucha paciencia desde el final de la guerra contra Irán en 1988 y su desenlace buscaba cortar definitivamente los lazos con Bagdad.


Eso en lo político, pero en el resto de las áreas que más involucradas estuvieron en la preparación del desarrollo de la crisis, tuvieron una intensa actividad hasta llegar a concretar lo que ya estaba planificado desde hacía tiempo y ello era, entrar a la región. El inducido fracaso de las conversaciones en “Jeddah” de julio de 1990 fue el detonador de los eventos por venir. Que a nadie le queden dudas de que la crisis sirvió magníficamente a dicho propósito y a la distancia queda también claro que Arabia Saudita fue parte (al menos sus núcleos vinculados a la inteligencia) en este plan. En realidad la familia real “Al Saud” siempre fue parte del Establishment político de Washington y haría cualquier cosa que se ajustaran a los intereses de la geopolítica del momento.


Cuando se comenzaron a esbozar las primeras sugerencias de lo que Washington debería hacer para tratar de contrarestar una potencial (o más bien imaginaria) expansión del ejército de Saddam Hussein sobre los campos petroleros sauditas, muchos ingenuamente susurraron -incluyendo por supuesto al estamento político argentino- “los árabes no toleraran que los infieles cristianos, y mucho menos los demonios estadounidenses, pisen el suelo donde se asientan las dos principales ciudades santuario del islam”. Ciertamente que el mundo árabe islámico se sacudió con la masiva llegada de tropas angloestadounidenses (y ello fue muy bien censurado por la prensa occidental) pero, no en Arabia Saudita que curiosamente tiene la responsabilidad de custodiar La Meca y Medina.


En aquellos momentos, el gobierno peronista de Carlos Menem trataba de congraciarse con Washington y con esta crisis encontró la oportunidad de oro. Con una gran ingenuidad, creían que con esto enmendarían el vergonzoso papel adoptado antes de finalizar la Segunda guerra mundial y pasarían sin pausa a ser parte de la OTAN. Desde la distancia, una muestra de candidez política imperdonable que reflejo en parte, el grado de improvisación de sus decisiones. 
Pero lejos de haberse asesorado con tiempo y compromiso y mucho menos contemplar todas las instancias que un compromiso semejante podrían producirse, los funcionarios (políticos y militares) argentinos se dejaron guiar por las versiones oficiales de la Casa Blanca que los medios norteamericanos difundían día y noche por satélite a todo el globo.


La campaña mediática de demonización del gobierno de Saddam Hussein y de Iraq fue una canallada que Washington y sus aliados reiterarían en otros complots por venir.

Ciertamente que Iraq había ocupado Kuwait pero las motivaciones que estuvieron detrás de ello y las propuestas para la resolución pacífica de la cuestión fueron despreciadas por Washington y deliberadamente ocultadas a la opinión pública en general (incluyendo claro, a la Argentina). 

Lo imperdonable de esto no es solo la tendenciosa –pero entendible- propaganda televisiva de la CNN o de los medios gráficos como “The Washington post” y “The New York Times”; eso era esperable.
Lo que no puede esperarse y mucho menos explicarse es que un gobierno (en este caso el argentino) se haya dejado llevar de las narices por toda esta intoxicación informativa y por medio de ella haya metido a su país en una guerra completamente ajena a sus intereses soberanos.



Detrás de todo el telón mediático de aquel entonces, los estrategas y asesores de defensa del Pentágono trabajaron día y noche para poner en movimiento una campaña que de no haber sido planificada décadas antes, hubiera sido imposible de montar en unos meses como lo hicieron. 

En razón de verdad la planificación para desplegar una monstruosa fuerza militar como la vista en aquel entonces, había sido concebida para la hipótesis de enfrentamiento con el Pacto de Varsovia en épocas de la Guerra Fría. Pero esta planificación no servía en su concepción original y hubo que remozarlo a las necesidades políticas y estratégicas de la ocasión y adaptarlo para hacer frente a un enemigo mucho más geográficamente limitado y pequeño.


Las fuerzas estadounidenses por si solas no podían afrontar el desafío de una operación militar tan compleja, incluso con el apoyo de sus aliados británicos. 

Fue por el ello que a instancias del Comando en jefe del Comando Central de los Estados Unidos USCINCCENT a la par de que desde La Casa Blanca se distraía a la opinión pública con supuestas gestiones de paz y esfuerzos de Naciones Unidas por distender la situación, los asesores y generales del Pentágono que ya estaban en Arabia Saudita preparaban las operaciones para el movimiento de un gigantesco ejército compuesto por los más variados sistemas de armas de varios países. En dichas planificaciones no estuvieron invitados los representantes de Naciones Unidas o alguna delegación de “Cascos Azules” de la UNPROFOR o unidad similar por el simple motivo de que quienes dirigirían las operaciones sería el USCENTCOM y respectivos comandos de operaciones tácticas a determinar en dichas conferencias.


No solo había que justificar la conformación de una Coalición internacional con una capacidad ostensiblemente ofensiva, algo para lo cual Naciones Unidas colaboro escandalosamente sino que había que armarla, coordinar sus operaciones y determinar objetivos dentro del TOK. 

Para ello y a instancias de EEUU se llevaron adelante dos conferencias importantísimas para establecer el grado de participación, capacidades, roles y objetivos a cumplir. Dichas reuniones se efectuaron entre el mes de octubre y noviembre de 1990 bajo un total hermetismo y lejos de la prensa en la ciudad saudita de Dhahran donde acudieron los representantes de cada fuerza armada que se había plegado a la iniciativa norteamericana ¿Acudieron representantes navales argentinos? No hay ninguna referencia o documento que dé cuenta de esto, no al menos que se conozca oficialmente.


Lo cierto que en la primera de estas reuniones, realizada a mediados del mes de octubre se discutió cuál debía ser la entidad de la fuerza para proteger a Arabia Saudita y al resto de los emiratos ante una hipotética ofensiva iraquí. Aunque Saddam no tenía la mínima intención de hacer algo así, el rumor servía a los propósitos de Washington. La primera conferencia denominada MAPEX realizada el 4 de Octubre en la ciudad de Dhahran, se discutió junto a los jefes de varias Armadas, como se desplegaría una defensa aérea, terrestre y naval sobre la región. Allí se determinó que dichas operaciones se denominaría “Escudo del Desierto” dejando en claro que se requerían de más fuerzas para llevar adelante otra fase que no era otra que la que luego se conocería como “Tormenta del Desierto”. Haberlo dicho públicamente en ese momento habría sido contraproducente e incluso podría haber espantado a varios de sus “espontáneos aliados” que como Argentina solo buscaban una mera participación figurativa.


Recordemos que para esos momentos, las naves argentinas que conformarían uno de los grupos de tareas de las operaciones, no habían llegado al Golfo Pérsico y se desconoce si oficiales o agregados del Estado Mayor de la Armada Argentina haya asistido las conferencias que aquí estamos tratando y mucho menos que hayan producido documentos referentes a dicho evento.


Para el 14 de noviembre se llevó a cabo la segunda conferencia en la cual solo asistieron los comandantes de las armadas de los países más relevantes (en la cual no estuvieron con seguridad los argentinos), donde se les revelo los planes y objetivos para una operación ofensiva posterior. Allí se definieron los grupos operativos (Task Forces) roles de combate, orientación y resolución de asuntos que durante las operaciones podrían sucederse y por supuesto, definir la protección, asistencia y apoyo de las rutas y vías de abastecimiento para una de las fuerzas militares desplegadas más grandes desde finales de la segunda guerra mundial. Recién para comienzos del mes de diciembre, EEUU y el Reino Unido comienzan a informar a sus principales aliados (en particular a Egipto) de cuáles serían los planes reales.


Sin dudas que esto demuestra que en Buenos Aires y mucho menos en la Casa Rosada, estaban al tanto de lo que implicaba su participación en aquella “fuerza multinacional. A la luz de esto, queda en evidencia que nadie sabía que esto iba mucho más allá que una operación de bloqueo naval a instancias de Naciones Unidas. Fue por ello que cuando vence el ultimátum para que las tropas iraquíes se retiraran de Kuwait y ya sin poder un paso atrás, la misión naval del grupo de operaciones T.88 quedo atrapada y sometida a los lineamientos de estos planes operativos que habían sido concertados en dichas conferencias.