(Foto Archivo) Pozos prendidos fuegos, por Irak, antes de entregarse-)
La participación argentina en la Guerra del Golfo.
La politica adoptada por el ex Pte. Menem, sin la autorizacion del Congreso de la Nacion, los dejo fuera de combate a los integrantes de las FF.AA el enemigo estuvo adentro de la politica. Usaron el instrumento belico como politica internacional y fuimos guardados en el fondo de algun cajon.
Este extracto es para los de menos de 33 años que estan en el gobierno y no tienen idea de que se habla o por que esta archivado, señores les queda dos opciones: O pagar por una guerra, o la otra si la toman como mision de paz que debiten como les pagan a los de misiones de paz en varios paises.
Introducción :
A lo largo de este breve ensayo analizaremos una serie de variables internas y externas que creemos, dieron por resultado la implementación por parte de Argentina, de una política exterior inédita para este país: “El abandono de la histórica neutralidad en conflictos bélicos que no le incumben directamente”(Simonoff, 2004; p:2).
La reconversión de la política exterior argentina, de acuerdo con Ferreri (2002), surge de la decisión del presidente Menem, y un grupo cercano de asesores, de reinsertar al país en una posición destacada en el sistema internacional. De acuerdo con el autor, la reconversión política respondió a factores tanto internos como externos, y es en base a esta división que buscaremos comprender la decisión de participar en el conflicto del Golfo Pérsico.
Con el fin de brindar un entendimiento integral del tema, utilizaremos distintos niveles de análisis por medio de los cuales, creemos, será suficiente para comprender la política implementada:
-En primer lugar brindaremos una descripción de la situación política y económica que atravesaba el país durante los primeros años del mandato del presidente Menem y los desafíos a los que este debía enfrentarse en lo inmediato.
-En segundo lugar, brindaremos un análisis en el que evaluaremos de qué manera los cambios en la política internacional motivaron a la toma de acciones por parte de los países con el fin de posicionarse dentro de este nuevo orden mundial.
-En tercer lugar, trataremos la cuestión de las fuerzas armadas nacionales. Creemos que la, para entonces no resuelta cuestión militar, influenció el camino de inserción internacional tomado por el gobierno del presidente Menem, por lo que brindaremos una descripción general de la situación e intentaremos comprender de qué manera esta influyo en la política exterior argentina.
-Por último analizaremos el papel que jugó la política en la toma de decisiones. Por un lado, a través del estudio racional llevado adelante por el gobierno para justificar la intervención militar, y por el otro, el peso que tuvieron las oposiciones hacia la política exterior del gobierno de Menem, y de qué manera estas oposiciones fueron sorteadas por el ejecutivo. Situación política y económica interna El presidente Menem asume el gobierno en medio de una profunda crisis económica y social.
La crisis de la deuda externa surgida a partir de la denominada “segunda crisis del petróleo” 1 , y de las políticas económicas tomadas por los gobiernos anteriores, dio por 1 La denominada “segunda crisis del petróleo” tiene lugar en 1979 a partir de las consecuencias de la revolución iraní y la guerra entre Irak e Irán, que dio por resultado una fuerte suba en los precios del petróleo. El alza de precios del sector petrolero se tradujo en un déficit comercial en países importadores mientras que en los países exportadores se evidenció un fuerte superávit. Ante esta situación, los países no alineados.
resultado periodos hiperinflacionarios, devaluaciones recurrentes y déficit fiscal que en términos sociales, produjeron una sensación de agobio en el pueblo argentino, quien demandaba hacia la nueva administración la restauración del orden público, estabilidad y crecimiento económico (Aranda, 2004).
La administración Menem, de acuerdo con Colombo (2005) y Aranda (2004) definió el interés nacional en función de la necesidad de alcanzar el desarrollo económico. Y para alcanzar ese desarrollo, sostienen los autores, el gobierno consideró esencial una reinserción exitosa en la economía global, por un lado a través del fomento del comercio internacional y las inversiones extranjeras, pero por el otro, a través del alineamiento estratégico hacia los Estados Unidos. Es así como el gobierno del presidente Menem basaría, en adelante, su política exterior según propuesto por la teoría del Realismo Periférico (Hens & Sanahuja, 1995), aceptando y subordinándose ante el liderazgo estadounidense, y alineando sus políticas en función de las necesidades del gran hegemón.
Redefinición de la política exterior argentina: En busca de un lugar en el nuevo orden mundial Con la finalización de la Guerra Fría, se dio comienzo a una era unipolar en la que los Estados Unidos surgieron como el vencedor sin atenuantes por sobre su adversario, la Unión Soviética (Aranda, 2004). La relajación en las tensiones internacionales permitieron a los Estados Unidos impulsar con mayor ímpetu las políticas económicas del consenso de Washington2 por un lado, y promover una serie de políticas para abordar la cuestión de la deuda en los países latinoamericanos con el fin de revertir los efectos de la denominada “década perdida3 ” por el otro (Colombo, 2005).
Estos cambios en la configuración de poder global tuvieron el nombre de “nuevo orden mundial4 ”, y de acuerdo con Míguez (2010), dieron lugar a una integración entre los países desdibujando las barreras políticas y planteando la necesidad de sostener “valores internacionales” y “legalidad internacional” en pos del mantenimiento de ese nuevo ordenamiento. Desde esta concepción, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado como un ataque a este orden mundial, y a la comunidad internacional en su conjunto. Y es en base a este diagnóstico, afirma Míguez (2010), que el núcleo cercano al presidente Menem encontró la justificación para dar impulso al alineamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar. El nuevo orden mundial imponía a los países del anteriormente denominado tercer mundo dos opciones: El neutralismo como política exterior, o la adhesión irrestricta al esquema planteado por Washington (Ferreri, 2002).
Los beneficios de la segunda opción, y permítasenos citar in extenso a Ferri (2002; p: 2-3) consistían en: “[…] entrenamiento gratis y del mejor nivel para la Armada Argentina, buenos sueldos para los hombres que participaron de la operación, importantes negocios en la reconstrucción de Kuwait, y un incipiente nuevo rol para unas fuerzas armadas argentinas que están gravemente necesitadas de una razón de ser y de una misión significativa, ahora que las principales hipótesis de conflicto con los países limítrofes quedaron descartadas (Escudé, 1989; p: 39)”. De acuerdo con Simonoff (2004), y agregando a lo planteado por Escudé (1989), el acercamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar, buscaba obtener, además de las ganancias de tipo económico producto de la reconstrucción de Kuwait, ganancias en términos políticos, al romper con la histórica posición antiestadounidense llevada adelante por parte de la Argentina. Simonoff (2004) agrega además que el alineamiento argentino hacia los Estados Unidos se vio materializado por un aumento en el envío de tropas al extranjero bajos dos formas: Coaliciones multinacionales (Guerra del Golfo, Haití) o aquellas mandadas por las Naciones Unidas (misiones humanitarias y de paz). La intervención argentina en el Golfo, de acuerdo con el autor, constituye un claro ejemplo del cambio de rumbo en la política exterior argentina que, como se dijo, rompió con la histórica neutralidad. Creemos que lo especialmente destacable de esta política es el carácter sin precedentes de la misma, ya que abrió, en palabras de Vignolles (2003) “[…] la oportunidad para la República Argentina en su proceso de reinserción en la escena internacional, cambiando el perfil aislacionista, errático y no alineado que la caracterizaba (p: 150)”. Creemos pertinente mencionar que en el ámbito regional no fue bien recibida por parte del resto de los países del Cono Sur, con excepción de Uruguay. Tanto Brasil como Chile, plantearon cuestionamientos reiterados por la no consulta previa a la toma de la decisión de participar en el conflicto (Vignolles, 2003).
La cuestión militar Las dificultades para encontrar una respuesta a la denominada “cuestión militar” 5 durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, fue uno de los desencadenantes de la caída de su gobierno6 (Fair, 2011). El gobierno del presidente Menem, sostiene el autor, debía encarar la compleja tarea de solucionar este asunto sin repetir los errores cometidos durante el gobierno anterior, con el fin de darle un cierre definitivo.
El abordaje llevado adelante por el presidente Menem hacia la cuestión militar, incluyó la eliminación de los mandos de los militares afines a los sublevados denominados “carapintadas”, y sublevó al generalato ante el poder político por medio del gesto que representaron los indultos7 brindados por el gobierno a la plana mayor de las fuerzas armadas. De esta manera, quedaron sentadas las bases para llevar adelante un plan de ajuste por parte del gobierno, por medio del cual se redujo notablemente el presupuesto en defensa y se privatizó casi la totalidad del “imperio industrial militar”, debilitando la posición de poder que los militares históricamente habían ostentado como actores de la política interna (Fair, 2011).
A las medidas políticas y económicas llevadas adelante por el presidente Menem, creemos pertinente destacar, se suman cuestiones no menores que contribuyeron a debilitar el poderío militar. Por un lado, el debilitamiento de la imagen de las fuerzas armadas frente a una gran parte de la sociedad producto de crímenes cometidos durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional”.
Por otro lado, como afirma Fair (2011), debido al golpe sufrido por la moral militar luego de la derrota de Malvinas, y el “clima de época” en favor de la democracia liberal. Estas cuestiones, creemos, son las que permitieron la implementación exitosa de las políticas que diezmaron el poder militar dentro de la sociedad política. Aunque el nuevo panorama mostraba a las Fuerzas Armadas subordinadas ante el poder político y sin intenciones aparentes de sublevación entre sus mandos, surgía una pregunta que debía ser respondida si se pretendía sostener esta delicada situación:
¿Qué rol cumplirían las Fuerzas Armadas en adelante? Creemos que la respuesta a esta pregunta constituye uno de los factores fundamentales para explicar, tanto el aumento en la participación argentina en misiones de paz, como la participación de las fuerzas armadas en la Guerra del Golfo. Con la distención final de la Guerra Fría, y el establecimiento del ya mencionado “nuevo orden mundial”, se eliminan (al menos en parte) dos de los principales “enemigos a combatir” por las Fuerzas Armadas.
Por un lado, producto de la catastrófica caída de la Unión Soviética desaparece por completo la posibilidad de cualquier intento de asonada socialista o comunista en la región. Por el otro, se ve reducida casi a su mínima expresión cualquier hipótesis de un conflicto armado directo con países vecinos producto de la nueva etapa de cooperación e integración global bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Ante la descripta nueva situación internacional, y teniendo en cuenta las vulnerabilidades mostradas por el sistema democrático argentino, la administración del presidente Menem, sostiene Vignolles (2003), se encontró frente a la compleja tarea de reintegrar a las Fuerzas Armadas dentro del contexto democrático con el fin de, por un lado mantener la continuidad de la delicada democracia de la época, y por el otro, devolverles el prestigio y el valor perdidos dentro de la sociedad y sobre todo, mantener los niveles de profesionalización a pesar de los recortes en materia de defensa.
Con la reinserción de las fuerzas armadas dentro del contexto democrático, y ya sin su rol tradicional (autoimpuesto) como garantes del orden frente a amenazas a la seguridad nacional, las fuerzas armadas mudan el foco de su accionar hacia funciones humanitarias, y a la participación en ejercicios militares conjuntos con estados “amigos”, además del envío de tropas a misiones de paz. De esta forma las Fuerzas Armadas, pasarían de ser los garantes de la paz interna, a contribuir (junto con otras fuerzas) como garantes de la paz mundial. En palabras del presidente Menem, “la participación del país en misiones humanitarias contribuía a lograr la armonía internacional” (Fair, 2011).
La reconversión del rol de las Fuerzas Armadas, originalmente como “garantes de la seguridad interna”, luego, una herramienta de política exterior en el marco del alineamiento con los Estados Unidos constituyó, creemos, una solución exitosa frente a la resolución de la cuestión militar y el sostenimiento de la delicada democracia argentina, aunque no podemos evitar remarcar, desde nuestro punto de vista, lo reprochable de las herramientas utilizadas para alcanzar este objetivo. Con esto nos referimos a los indultos y amnistías hacia los líderes militares por los crímenes cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional.
Creemos que la cuestión militar constituyó un claro ejemplo en el que la política interna influyó en la toma de decisiones de política exterior. Por último creemos pertinente destacar que, como afirma Míguez (2010), no existía un pedido expreso por parte de los Estados Unidos por la participación argentina en el conflicto. Consideramos que la ausencia de una convocatoria por parte de los Estados Unidos hacia las fuerzas argentinas, y la iniciativa por parte del presidente Menem de ofrecer cooperación militar de todas maneras, evidencian el sentido de oportunidad del entonces presidente, quién logró, por medio de una situación del plano internacional lejana a los intereses argentinos, llevar adelante una política con consecuencias positivas para el país tanto en el plano interior, como en menor medida, en el exterior.
Oposiciones y críticas La política de envío de tropas impulsada desde la administración Menem no se encontró exenta de críticas por parte de diferentes sectores de la sociedad civil. Según Míguez (2010) el proceso de toma de decisiones contó aún con reticencias desde el núcleo cercano al presidente Menem. Al abrirse el debate dentro del gabinete presidencial, las posiciones más moderadas sostenían que todo envío de tropas debía hacerse dentro de misiones coordinadas por las Naciones Unidas.
Por otra parte, la visión más extrema, y que finalmente se impondría, sostenía que un alineamiento total (materializado por el envío de tropas al Golfo Pérsico) constituiría una clara señal hacia los Estados Unidos de que no se cometerían los mismos errores en la política exterior argentina que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez comunicado el envío de la corbeta Spito, y el destructor Almirante Brown, voces opositoras provenientes de la Unión Cívica Radical e incluso desde sectores del justicialismo se hicieron notar (Míguez, 2010).
Permítasenos citar in extenso al artículo publicado por el diario El País el dia 21 de septiembre de 1990:
“La decisión del Gobierno argentino de intervenir con sus Fuerzas Armadas -dos fragatas, un avión Hércules y 450 soldados profesionales- en el conflicto del golfo Pérsico ha sido criticada de forma unánime por la oposición. Las críticas señalan que el presidente Menem, cabeza del poder ejecutivo, busca eludir el control del Congreso y se impone sobre el poder judicial, como en el caso de los indultos a los militares procesados por la guerra sucia contra la guerrilla. Ninguna de las fuerzas políticas es capaz de dilucidar con claridad las razones últimas de esta decisión en la que el Gobierno arriesga hasta los compromisos regionales con Brasil, Chile y el resto de los países latinoamericanos.
Al parecer, la decisión presidencia¡ fue adoptada, como otras, por influencia directa del reducido círculo del poder económico que impulsa el plan de privatizaciones- de empresas del Estado llevado adelante por Menem, y también por el vínculo estrecho del Gobierno argentino con el de Estados Unidos. Sectores de la oposición califican al embajador estadounidense en Buenos Aires, Terence Todman, como asesor oficioso del Gobierno de Menem” (El País, 1990).
En línea con lo expuesto por el diario El País, el senador Solari Yrigoyen, perteneciente al bloque de la Unión Cívica Radical condenó el envío de tropas, y posteriormente la falta de consulta al Poder Legislativo. Por otra parte, el bloque justicialista en el senado emitiría un comunicado en el que lamentaba la decisión tomada por el ejecutivo sin el previo respaldo del Congreso Nacional (Miguez, 2010). La decisión del poder ejecutivo, afirma Miguez (2010) contaría solo con el apoyo de cinco legisladores justicialistas en un primer momento, modificándose la decisión del resto del bloque luego de la persuasión del entonces canciller Cavallo.
Lo que evidencia un claro carácter personalista en la toma de decisiones por parte del presidente. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, como sostiene Ferreri (2002), el mismísimo Cavallo se oponía a una intervención sin previo consentimiento del Congreso en un primer momento, por lo que es pertinente presumir que la decisión fue tomada directamente por el poder ejecutivo sin mayor búsqueda de consenso. Por parte del bloque radical, Miguez (2010) afirma que fueron significativas las manifestaciones de repudio por parte de los senadores Grass e Yrigoyen. A pesar de los acalorados debates, sostiene el autor, la principal preocupación del presidente Menem se encontraba hacia las divisiones producidas hacia adentro del partido. Divisiones no menores, y que culminarían con el abandono del Partido Justicialista de German Abdala, Juan Pablo Cafiero y Carlos “Chacho” Álvarez entre otros.
Recapitulando y a modo de conclusión Como hemos explicado a lo largo de este ensayo, existe una multiplicidad de factores que influenciaron la decisión de política exterior tomada por parte de la administración Menen referente al envío de tropas al Golfo Pérsico en 1990. Por un lado, el conflictivo contexto político con que asumía el presidente, potenciado por los resultados económicos de la denominada “década perdida” evidenciaba la necesidad de medidas económicas que garantizaran el orden social y promovieran el crecimiento económico. En ese contexto, la decisión tomada por el gobierno constituyo un quiebre en las relaciones exteriores argentinas. El abandono de la tradicional posición anti estadounidense por un lado, y el alineamiento irrestricto hacia esto últimos, incluso poniendo en riesgo las relaciones con el resto de los países del Cono Sur constituyó una clara señal de que el objetivo del gobierno era colocar a la Argentina en una posición destacada en el sistema internacional, reconociendo la subordinación del país ante los Estados Unidos, y acompañando las decisiones de estos.
La necesidad de resolver la “cuestión militar”, por otra parte, imponía al gobierno del presidente Menem la necesidad de tomar medidas concretas para, por un lado controlar cualquier intento de foco de sublevación dentro de las fuerzas armadas y así, sostener la endeble democracia argentina, pero por el otro lado, reasignar un rol a las fuerzas armadas en el que pudieran, no solo recuperar el prestigio perdido durante la última dictadura militar y la derrota en Malvinas, sino además sentirse útiles en el nuevo contexto internacional. En cuanto al modo en que fue llevada adelante la decisión, creemos que el presidente y su grupo cercano realizaron un estudio de costos y beneficios, por medio del cual consideraron que si bien los costos políticos internos serían un factor a tener en cuenta (principalmente los referentes al interior del bloque justicialista) estos serían aceptables en función a los beneficios esperables.
El análisis encontraba en las consecuencias sobre política interna, al principal costo de la política exterior del presidente, mientras que como beneficios, se contempló por un lado la posibilidad de obtener ventajas en términos financieros producto de la clara señal de alineamiento hacia los Estados Unidos al participar en la Guerra, sumado esto a la adhesión irrestricta de la argentina a las políticas del Consenso de Washington. En adhesión a esto último Míguez (2010) afirma:
“Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del FMI y de la banca acreedora” (p:135). Además, se esperaban beneficios producto de una eventual participación argentina en la reconstrucción de Kuwait, lo que finalmente no sucedió. Creemos que este constituye el principal error cometido a la hora de evaluar los costos y beneficios de la participación argentina en el conflicto. Desde el punto de vista de los beneficios referidos a la estabilidad del sistema político, se esperaba que la reconversión de las labores de las fuerzas armadas, sumado a los beneficios que los militares obtendrían de las participaciones en el extranjero contribuiría a mantener en su mínima expresión a cualquier foco de sublevación. En este sentido, el análisis llevado adelante por la administración Menem fue correcto, y la meta fue alcanzada.
Por último, vale destacar un beneficio adicional producto de la implementación de la política exterior que hemos analizado.
Esta es, la experiencia que representó para la Armada Argentina el participar en una situación de conflicto real junto a una coalición liderada por la mayor potencia militar del mundo. Esta experiencia contribuyó de manera significativa a consolidar la idea de que el gobierno buscaba la profesionalización de las fuerzas armadas. En palabras del Almirante Molina Pico: “[…] da la sensación de poseer una misión que debe tener todo militar, a la vez satisface el sentido de aventura que debe tener esta profesión arriesgada por su esencia.
Permite compararse con otras fuerzas de distinto orden y así, saber cuál es nuestra realidad” (Vignolles, 2003). Como sostiene Vignolles (2003): “el alto valor agregado generado por esta operaciones refleja la eficacia alcanzada, donde la eficiencia se condensa en haber constituido un significativo aporte complementario al objetivo central de estas actividades, y sin incurrir en mayores costos”(p:174).
Para finalizar, creemos pertinente mencionar que si bien las principales críticas realizadas ex post sostienen, como afirmara el ex ministro del interior Federico Storani8 , que la Argentina no obtuvo ningún beneficio del envío de tropas al Golfo Pérsico, debemos destacar que esas críticas se centran únicamente en el análisis llevado adelante por parte de la administración Menem respecto a la participación argentina en la reconstrucción de Kuwait.
Creemos que estas ignoran los factores políticos y sociales de la coyuntura del momento por lo que consideramos que las mismas constituyen una lectura simplista y sesgada de los hechos que acontecieron. Desde nuestro punto de vista, y como mencionamos anteriormente, la principal crítica que debería tener lugar es la que refiere a los métodos por los cuales se abordó la “cuestión militar”. Por fuera de ello, creemos que la política de envío de tropas fue, desde una visión amplia y considerando los distintos niveles de análisis mencionados durante este artículo, acertada, y que alcanzó los objetivos para los que fue formulada.
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