VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE
Se hizo con el control de los archivos de la inteligencia de Saddam ¿Dónde están los millones de documentos robados y qué contenían?
Por Dany Smith & John G.G.
Cuando culminó la primera guerra del Golfo en febrero de 1991, muchas cosas quedaron flotando en el aire y jamás nadie las respondió. Los que estuvieron en la primera línea de la batalla como John G.G. y un servidor trajimos con nosotros más preguntas que satisfacciones por el deber cumplido e incluso llegue a preguntarme ¿Por qué diablos estoy aquí Sr.? Era algo subrealista, fuera de cualquier explicación lógica y muchos de nosotros nos tuvimos que contentar con esas simples respuestas “Cierre el pico, media vuelta y lárguese de mi vista!”
Si había un tema que siempre se mantuvo en total secreto era, la verdad sobre las armas de destrucción masiva que supuestamente poseía Iraq. Cuando estuvimos ahí en 2003 no vimos ninguna de ellas y ¡Gracias al cielo que así fue!, ya que si las hubieran tenido nos habrían costado muchas más bolsas de plástico que las que nos costaron con sus imaginativas tácticas que pudimos encontrar en el camino a Bagdad. No lo podías creer, me comenta John; en un momento estábamos avanzando velozmente con dos Bradley a ambos lados de un camino vecinal a unas 5 millas de Bagdad y de pronto dos estruendos sacudían tu cabeza y al volver mirar a nuestro alrededor solo había un montón de chatarra retorcida quemándose atrás nuestro. Recuerdo que le dije a nuestro sargento ¿Tienen misiles anti carro?, a lo que solo escuche ¡Abajo y a desplegarse, rápido!, mientras desde unos caseríos no barrían con fuego de metralla y cohetes RPG-7.
No podíamos avanzar y entonces se hizo necesario llamar a la cobertura aérea que por poco nos arranca la cabeza a nosotros también.
Cuando el fuego cesó por la limpieza de nuestros cazas, pude ver con mis propios ojos la “sofisticación” de las armas que habían destruido a esos dos tanques Bradley y no lo van a creer, una vieja pieza de artillería “M1944” de 100 mm de la guerra de Corea que seguramente databa de los años cincuentas, era el arma más poderosa de esa posición y ella había sido la autora de esas bajas. Ni el mejor misil de calor lo hubiera hecho mejor y me di cuenta que los fulanos que murieron al pie de esta pieza no iban a detenerse por que aparecieran nuestros aviones. Uno de ellos aún sostenía un proyectil que no logró recargar. Creo que ahí comencé seriamente a preocuparme y a preguntarme ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?
Apenas me estaba subiendo al vehículo “M-113” para proseguir, escuche a las topadoras que traíamos en cada compañía y mientras comenzaba a alejarme podía ver como escavaban grandes fosas en las adyacencias para enterrar a nuestros camaradas y a los vehículos perdidos ya que la política era “Aquí no ha pasado nada”.
Para el 7 de abril ya estábamos en los suburbios de Bagdad y el fuego que nos recibía era nutrido e intermitente y parecía no haber forma de pasar por las calles de ingreso sin perder un carro o unos cuantos hombres. Era un escenario subrealista y no se parecía en nada con Panamá. El fuego venía de todas partes y ello era muestra de que no nos querían allí. Muchos colegas enloquecieron y disparaban contra todo lo que se moviera e incluso contra las casas de donde sospechaban que había soldados iraquíes agazapados. Otros acribillaban a los automóviles con civiles que pasaban por la carretera o incluso los embestían solo por diversión. Todo se había salido de control y más tarde lo pagaríamos caro.
Nuestra misión era llegar a un edificio clave en Bagdad, pero no nos habían dicho cual, solo que mantengaramos los ojos bien abiertos y atentos a las órdenes. Al anochecer llegamos hasta el borde de un puente que cruzaba el Tigris y podíamos ver como las trazas de los disparos volaban por toda la ciudad. Los estruendos de las bombas el tableteo de los fusiles no se detenía nunca. Yo pensaba, “no cruzare ese puente que debe estar siendo minado por los zapadores iraquíes”.
Si había un tema que siempre se mantuvo en total secreto era, la verdad sobre las armas de destrucción masiva que supuestamente poseía Iraq. Cuando estuvimos ahí en 2003 no vimos ninguna de ellas y ¡Gracias al cielo que así fue!, ya que si las hubieran tenido nos habrían costado muchas más bolsas de plástico que las que nos costaron con sus imaginativas tácticas que pudimos encontrar en el camino a Bagdad. No lo podías creer, me comenta John; en un momento estábamos avanzando velozmente con dos Bradley a ambos lados de un camino vecinal a unas 5 millas de Bagdad y de pronto dos estruendos sacudían tu cabeza y al volver mirar a nuestro alrededor solo había un montón de chatarra retorcida quemándose atrás nuestro. Recuerdo que le dije a nuestro sargento ¿Tienen misiles anti carro?, a lo que solo escuche ¡Abajo y a desplegarse, rápido!, mientras desde unos caseríos no barrían con fuego de metralla y cohetes RPG-7.
No podíamos avanzar y entonces se hizo necesario llamar a la cobertura aérea que por poco nos arranca la cabeza a nosotros también.
Cuando el fuego cesó por la limpieza de nuestros cazas, pude ver con mis propios ojos la “sofisticación” de las armas que habían destruido a esos dos tanques Bradley y no lo van a creer, una vieja pieza de artillería “M1944” de 100 mm de la guerra de Corea que seguramente databa de los años cincuentas, era el arma más poderosa de esa posición y ella había sido la autora de esas bajas. Ni el mejor misil de calor lo hubiera hecho mejor y me di cuenta que los fulanos que murieron al pie de esta pieza no iban a detenerse por que aparecieran nuestros aviones. Uno de ellos aún sostenía un proyectil que no logró recargar. Creo que ahí comencé seriamente a preocuparme y a preguntarme ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?
Apenas me estaba subiendo al vehículo “M-113” para proseguir, escuche a las topadoras que traíamos en cada compañía y mientras comenzaba a alejarme podía ver como escavaban grandes fosas en las adyacencias para enterrar a nuestros camaradas y a los vehículos perdidos ya que la política era “Aquí no ha pasado nada”.
Para el 7 de abril ya estábamos en los suburbios de Bagdad y el fuego que nos recibía era nutrido e intermitente y parecía no haber forma de pasar por las calles de ingreso sin perder un carro o unos cuantos hombres. Era un escenario subrealista y no se parecía en nada con Panamá. El fuego venía de todas partes y ello era muestra de que no nos querían allí. Muchos colegas enloquecieron y disparaban contra todo lo que se moviera e incluso contra las casas de donde sospechaban que había soldados iraquíes agazapados. Otros acribillaban a los automóviles con civiles que pasaban por la carretera o incluso los embestían solo por diversión. Todo se había salido de control y más tarde lo pagaríamos caro.
Nuestra misión era llegar a un edificio clave en Bagdad, pero no nos habían dicho cual, solo que mantengaramos los ojos bien abiertos y atentos a las órdenes. Al anochecer llegamos hasta el borde de un puente que cruzaba el Tigris y podíamos ver como las trazas de los disparos volaban por toda la ciudad. Los estruendos de las bombas el tableteo de los fusiles no se detenía nunca. Yo pensaba, “no cruzare ese puente que debe estar siendo minado por los zapadores iraquíes”.
Nos parapetamos detrás de unos montículos con palmeras que nos cubrían de las camionetas artilladas que corrían de un lado a otro del otro lado del río dedicándonos sus andanadas de 30 mm y 12,7mm. Al despuntar los primeros rayos del sol y con un amanecer rojizo ensuciado por el humo que todo lo envolvía, recibimos la orden de cruzar. Muchos creíamos que de un momento a otro saltaríamos por el aire y quedaríamos como decorado del paisaje. Por suerte y para nuestra sorpresa no fue así y para el medio día estábamos en el otro lado lidiando con una fuerte resistencia que había en un enorme edificio de concreto que albergaba al Ministerio de Inteligencia de Hussein (IIS).
Fue necesario que nuestros aviones machacaran el edificio y a pesar de eso, nos seguían disparando desde varios pisos. Habrá pasado una hora hasta que el fuego mermo y pudimos avanzar cubiertos con los tanques y los Hummer artillados. Al llegar a las puertas del edificio las sorpresas no terminarían. A pesar de que se hallaban maltrechas por el fuego de los obuses y creyendo que el paso estaba libre, varios se adelantaron a tratar de cruzarla y encontraron la muerte con una trampa de explosivos; ¡aquello fue horrible! Y eso solo era el comienzo.
Fue necesario que nuestros aviones machacaran el edificio y a pesar de eso, nos seguían disparando desde varios pisos. Habrá pasado una hora hasta que el fuego mermo y pudimos avanzar cubiertos con los tanques y los Hummer artillados. Al llegar a las puertas del edificio las sorpresas no terminarían. A pesar de que se hallaban maltrechas por el fuego de los obuses y creyendo que el paso estaba libre, varios se adelantaron a tratar de cruzarla y encontraron la muerte con una trampa de explosivos; ¡aquello fue horrible! Y eso solo era el comienzo.
La batalla dentro del edificio fue un desastre y muchos que entraron no salieron jamás. Cuando terminamos por controlar el edificio, aparecieron varios camiones sin marcas con camuflaje del desierto trayendo a otros tipos que nunca habíamos visto (y entre ellos varios con apariencia árabe) y mientras asegurábamos la zona, aquellos sacaban del interior más de un centenar de cajas con papeles que tras tomarse unas cuatro horas dentro del interior, vimos como comenzaron a salir con esas abultadas cargas y tras subirlas a los camiones, arrancaron y se perdieron rápidamente con rumbo al suroeste mientras se seguían escuchando muy cerca las escaramuzas y los tiroteos.
Solo cuando nos relevaron supimos que habíamos estado involucrados en el asalto a la sede la Mutkhabarat de Saddam Hussein y que los tipos que habían venido a sacar todo esos documentos serían contratistas de la CIA en la búsqueda por hacerse con los secretos del régimen derrocado.
Solo cuando nos relevaron supimos que habíamos estado involucrados en el asalto a la sede la Mutkhabarat de Saddam Hussein y que los tipos que habían venido a sacar todo esos documentos serían contratistas de la CIA en la búsqueda por hacerse con los secretos del régimen derrocado.
Hace unos años en un artículo de que curiosamente fue borrado de ésta editorial estadounidense, se ventilaron varios documentos de la CIA en los cuales se precisaban cómo en la década de los ochentas se le proveyeron armas químicas y datos precisos de inteligencia a Bagdad para utilizarlas contra Irán en las últimas etapas de la guerra, algo que de haberse expuesto en la parodia de juicio que más tarde se montaría para justificar la ejecución de Saddam Hussein en 2006, hubiera puesto en más problemas a Washington y en particular a George H. Bush (padre).
Para mí, eso solo era una pequeña parte de la basura que se quería ocultar. Otra cosa curiosa que note de esos tipos que llegaron en aquella tarde fue que algunos llevaban en su cintura “Berettas calibre 22” plateadas, algo que reconocería a una milla por mi afición a las armas. Pero lo más extraño era que las mismas traían silenciadores originales. Era un arma fuera de lugar para una guerra. Con todo lo que ha venido pasando desde ese entonces y todo eso del “ISIL” me sigo preguntando ¿Quiénes eran esos tipos y que se llevaron en esas cajas?