22/5/21

DESPLIEGUE DE LA ARAMDA ARGENTINA EN EL MUNDO

 

ACA NO MUESTRA LA QUE FUE GUERRA, SOLAMENTE LA DE LA PAZ. DONDE ESTA EL GOLFO PERSICO !!!



En efecto, el 29 de agosto de 1.990, cuando de hecho Menem ya había tomado su decisión, Horacio Basabe, consejero legal del Palacio San Martín, elaboró un memorando secreto en el que especificaba que el Poder Ejecutivo debería consultar al Congreso Nacional para la salida de fuerzas nacionales en caso de solicitud de los países citados en el párrafo 1 de la resolución 665 del Consejo de Seguridad de la ONU.


 La Carta de San Francisco es ley de la Nación. 

En su capítulo VII, más concretamente en su artículo 43 queda establecida la obligación de los miembros de la organización de colaborar con la ayuda necesaria para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales.

 Lo cierto es que de una u otra manera, el Consejo de Seguridad no demandó oficialmente la participación argentina en una fuerza de paz.

Luego del discurso del presidente George Bush del 11 de septiembre de 1.990, en el que el presidente estadounidense hizo referencia al surgimiento de un Nuevo Orden Internacional, Menem percibió claramente que el sistema estaba ante una instancia excepcional de redefinición de sus reglas de juego futuras. 

Se trataba de un momento en el que había dos alternativas dicotómicas de opción estratégica:

 1) neutralismo absoluto como rasgo general de su política exterior (respondiendo a una de las más constantes variables de la política exterior argentina que subsistía aún en esa época); o bien

 2) adhesión irrestricta al esquema planteado por Washington y participación activa dentro del mismo (aún sin la solicitud expresa de la potencia del norte). 

De esta actitud, se obtendrían claros beneficios, y se minimizarían los costos en todo sentido. 

Los beneficios, como bien lo expresó Escudé tiempo después de las operaciones, implicarían: 

“a) entrenamiento gratis y del mejor nivel para la Armada Argentina;

 b) 3 buenos sueldos para los hombres que participaron de la operación (cosa que escasea en esta época de bancarrota del Estado argentino); 

c)importantes negocios en la reconstrucción de Kuwait en el campo de barrido de minas y en la extinción de incendios de pozos petroleros; 

d)un incipiente nuevo rol para unas fuerzas armadas argentinas que están gravemente necesitadas de una razón de ser y de una misión significativa, ahora que las principales hipótesis de conflicto con los países limítrofes han quedado descartadas”. (Escudé, 1.989:39). 

Los costos, medidos en términos económicos no habrían de producirse, dado que se acordó con los países directamente afectados por la crisis, que serían éstos los principales financistas de la participación de nuestras tropas en la coalición libertadora. 

En efecto, cuando el ministro de energía y agua de Kuwait visitó Argentina a mediados de septiembre de 1.990 para solicitar oficialmente la participación de nuestras fuerzas en la coalición libertadora, la condición fue el compromiso del Emirato de depositar 22 millones de dólares en un banco londinense para financiar las operaciones.

 En septiembre de 1.990, las arcas de la República se veían absolutamente imposibilitadas de costear las operaciones de la Armada, a pesar de la voluntad política demostrada por el gobierno. 

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