14/9/15

“EL TEMIDO Y DESACTIVADO SISTEMA MISILISTICO CONDOR II” Antecedentes de la indefensión argentina

 

DEFENSA Y SEGURIDAD


Sin dudas, Argentina puede tener muchas ventajas y aristas positivas pero en lo que respecta a tomarse en serio las políticas previsoras sobre el área defensiva, ha ido para atrás como el cangrejo. 

La situación actual obliga a que se deba hacer una crítica revisión del pasado, lo que dejara muy mal parados a los responsables de dicha área en épocas, en especial de la década de los ochentas.

Fue así como durante el gobierno del entonces Dr. Carlos Saúl Menem enfilado a crear nuevas relaciones con Washington y en especial con Londres, tiró literalmente al bote de la basura el trabajo de casi dos décadas en el desarrollo de la tecnología misilistica más avanzada del Cono sur. Esto último solo es una metáfora dado que, quienes se hicieron con los planos del diseño del vector fueron los estadounidenses y, “sin pagar un céntimo por ello”.

Para rastrear los inicios del programa de vectores inteligentes en la Argentina, hay que remontarse a la décadas de los setentas, más precisamente al mes de abril de 1970 cuando la Fuerza Aérea Argentina dio el puntapié para comenzar a desarrollar vectores inteligentes y de largo alcance, demostrando una postura vanguardista y muy ambiciosa en medio de un mundo bipolar claramente dividido en dos bloques, bajo la amenaza nuclear.

Los avances en el desarrollo de sus impulsores fueron asombrosos. Los ingenieros argentinos estaban descollando en sus investigaciones y a la par, estaban despertando la preocupación de Londres que comenzó gestiones en Washington para que buscara la forma de que Buenos Aires cancelara ese proyecto. Y la preocupación del “Foreing Office” no pasaba por una mera desconfianza que rayaba con la paranoia o alguna maliciosa envidia que solo buscaba vituperar la política de su adversario. Los avances que estaban registrando eran alarmantes.

Las características técnicas que se habían filtrado –por obra de los informadores del MI-6- hasta los despachos del entonces primer ministro James Callaghan, llevo a que Londres comenzara un seguimiento minucioso de los avances que se fueran produciendo teniendo como uno de sus principales socios al gobierno de Pinochet mediante las operaciones la DINA chilena y una larga lista de agentes del MI-6 en el corazón del estado argentino.

La capacidad de los ingenieros argentinos era proporcionalmente inversa a la necesidad de fondos de financiamiento, que representaba un serio problema para sostener la fabricación de partes vitales del proyecto. Era una cuestión de hecho los británicos harían cualquier cosa por retrasar el proyecto o incluso detenerlo definitivamente. Esto volvió bastante tortuoso el trabajo de hallar socios que estuvieran interesados en participar y poner el capital para concretar en forma cabal el desarrollo de un misil con ambiciosas capacidades.

Para cuando en 1983 el gobierno vuelve a estar en manos de los civiles, el proyecto tenía un gran avance y contaba con la participación de Egipto y de Iraq, quienes proporcionaban además de la financiación necesaria, los campos de pruebas ideales para verlo en acción y evaluar su eficacia y precisión. Según algunos informes, los egipcios habrían proporcionado instalaciones con el equipamiento necesario para técnicos argentinos se instalaran y trabajaran en el desarrollo de prototipos muy cerca del Cairo.

Para 1987 se había formado la INTESA.S.A. con la finalidad de construir el misil y exportar su tecnología a otros países. Esta empresa tuvo muy buenas expectativas y además de despertar el interés de varios gobiernos por adquirir este sistema que era de muy buena calidad y accesible precio, prometía la asociación con otras industrias armamentísticas europeas. Pero también agudizó los temores de Londres y de otros socios que como Tel Aviv, compartían la preocupación de que este misil pudiera ser utilizado contra las instalaciones militares en Malvinas y a su vez, adquirido por gobiernos árabes que lo usarían contra Israel.

A ese fin, los británicos e israelíes complotaron para que el proyecto se desactivara y mantuvieron una importante actividad de vigilancia del puerto de Buenos Aires, de Falda del Carmen y de las triangulaciones entre Buenos Aires, El Cairo y Bagdad.

El gobierno de entonces Raúl Alfonsín, pese a las contrariedades que caracterizó su gestión con las FFAA, siguió con el programa de desarrollo y no se dejó presionar por los británicos y estadounidenses que literalmente le sugerían que desactivara el proyecto y destruyera las existencias de misiles. Durante ese período y aprovechando el caos institucional que sacudía al país, los servicios de inteligencia británicos e israelíes se ocuparon de hacer un puntilloso seguimiento de las actividades de transporte de las piezas para armar los misiles que ya se probaban exitosamente en el conflicto Iraq-Irán. Con una capacidad útil de una tonelada de carga explosiva y con un alcance de 1000 kilómetros que aseguraba una precisión letal y un adicional de 200 kilómetros más que le resta aquella precisión, los israelíes palidecieron ante esto. El misil argentino financiado por Egipto, además de ser formidable, estaba en manos del enemigo árabe más potente de la época, Iraq.

Los israelíes tenían base para temer dado que éste misil superaba en su alcance y precisión al “S-SCUD” soviético que Saddam tenía en operatividad y lo peor, era que superaba al misil “Gabriel” de su propia cosecha. Los británicos también convulsionaron al enterarse de que los avances habían ido más allá de lo que esperaban. Además de esto, al sospechar de que la “MBB” alemana había sido la que proporcionaba la electrónica y el sistema de guía, se hicieron ingentes gestiones por desalentar a la corporación para que abandonase el proyecto.

La desactivación fue concretada con la llegada del presidente Carlos Menem, quien inmediatamente en 1989, fue contactado por Washington quien, oficiando de representante no oficial de Londres, sugirió como uno de los pasos más inmediatos para acceder a consideraciones de una entrada en las políticas que se estaban implementando desde el norte, la desactivación definitiva del “Proyecto Condor II”.

Según los informes de la época, los contactos fueron extraoficiales y a cargo de un negociador de apellido Marwell quien fue el que, por intermedio de la embajada de EEUU y de los auspicios del embajador Terence Todman, gestionaron para que oficialmente La Casa Rosada decretara, por medio del Decreto SECRETO 1313/90 la cancelación del proyecto.

Con aquel acto, se disolvía la INTESA.S.A. y se encargaba a la Fuerza Aérea tomar el control de las instalaciones de Falda del Carmen para deshacer materialmente los vectores y las maquinarias para su construcción.

Lo cierto es que tanto británicos como israelíes aplaudieron la decisión de Menem, dando el puntapié inicial para la desmantelación definitiva de la estructura defensiva del país.

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