VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE
Como en todas las guerras, hay miles de anécdotas que nunca fueron conocidas por ser experiencias personales. La guerra del Golfo Pérsico está plagada de vivencias que debieron ser silenciadas por décadas. Aquí la vivencia en primera persona de un veterano británico,
Cuando realizábamos incursiones negras sobre el noreste del Golfo, solíamos pasar por encima o por debajo de las dotaciones navales que estaban llevando adelante los muchachos de otros operativos que respaldaban las operaciones principales de la Coalición Aliada en el Teatro de Kuwait. Esto no estuvo exento de peligros y no solo por la actuación de los iraquíes que demostraron una amplia imaginación para tratar de frenar las acciones navales o de los iraníes que habían reforzado sus armas navales en toda la costa y observaban con atención todos los movimientos de la flota de la Coalición.
En aquellos momentos la posición de varios de estos grupos de tareas era un secreto, incluso nosotros los S.B.S. que estábamos del mismo lado, no teníamos idea de que ellos ignoraban que nosotros estarían allí; y a su vez ellos tampoco tenían la menor idea de que nosotros estaríamos pasando furtivamente bajo sus narices. Esta historia sucedió a finales del mes de enero de 1991 cuando la campaña aérea sobre Kuwait arreciaba y habían surgido informes de inteligencia de que los iraquíes estaban preparando junto a grupos aliados, un golpe mortal sobre las líneas marítimas de aprovisionamiento siendo uno de los blancos principales el flanco este, cercano a las islas “Abu Musa” y “Kundra” en disputa por los Emiratos Árabes con Irán donde aparentemente operaban células respaldas por Bagdad.
Según pudimos saber los aviones EA-6B que habían estado realizando vuelos de observación, habían detectado actividades hostiles en una zona que no debía tener ese tipo de actividad. El escudriñamiento de los AWACS estadounidenses era dificultoso por el peligro de que el barrido electrónico irritara a los iraníes quienes podrían girarse a favor de Bagdad creando un dilema estratégico imposible de resolver. Nosotros mismos no estábamos muy seguros a quiénes respondían los “ayatolas”, pero con el pasar del tiempo nos dimos cuenta que nosotros nunca fuimos de su predilección.
Recuerdo que la atmosfera era irrespirable. El olor a quemado que traía el viento desde Kuwait parecía impregnarlo todo. La tensión y el miedo se podía tocar con la mano y no era para menos; según algunos rumores que nuestros comandantes no querían confirmar, los iraquíes ya a esas alturas nos habían rociado con varios pesticidas y agentes químicos y que había en los hospitales de campaña varios infantes de marina de la Marina Real y algunos pilotos con síntomas de envenenamiento.
A pesar de que nos surtieron de los equipos reglamentarios NBQ (Nuclear, Biológico y Químico) muchos murmuraban que “Saddam tenía unas cuantas armas secretas que traspasaba cualquier traje”. Un tiempo después de la guerra caí en cuentas de que esos rumores los habían plantado con mucho ingenio los mismos mandos aliados, tal vez con la intensión de explicar las incalculables bajas que sufriríamos por el uso de armas químicas iraquíes o incluso, las que usarían nuestras fuerzas.
Lo cierto era que estábamos en acción. Nos habían trasladado desde “Al Jubail” hasta el HMS “Exeter” que se hallaba operando al norte de la zona de operaciones de las dotaciones canadienses y australianas. En uno de nuestros “Super Puma” a eso de la 1:20 de la madrugada, salió y volamos muy bajo sobre las oscuras aguas del golfo pasando desapercibidos por los radares de los buques aliados que estaban patrullando en cercanías de la ruta de aprovisionamiento. Las ordenes eran claras: “Nadie sabe de qué estamos aquí”. La operación tenía un objetivo central que se revelaría en vuelo y no podíamos salirnos de la rutina. Si nos detectaban nuestros amigos abrirían fuego y nosotros no tendríamos como repelerlo.
Había que ingresar y reconocer una porción de la costa iraní a la altura del paralelo 50 en cercanías de “Bandar Al Kangan”, un área muy comprometida y posiblemente vigilada por la Guardia Revolucionaria.
Según reportes de inteligencia, los “Fedayines” de Saddam se habían instalado en ese sector para realizar algún ataque sobre las líneas de aprovisionamiento ¿Cómo lo harían? No teníamos idea. Solo había algunas especulaciones sobre las tácticas que podrían usar. Igualmente de hallar el supuesto campamento desde donde se lanzaban misiones de siembra de minas y sabotaje, había que eliminarlo con la mayor discreción posible.
Como fuese debíamos evadir tanto a los nuestros como a los otros (fueran iraquíes o iraníes). Era una verdadera locura pero para eso nos empleaban, después de todo siempre supe y estuve consciente que este trabajo era así y nos volvía elementos meramente dispensables para nuestro gobierno.
El área marítima por donde debíamos cruzar se denominaba “Charlie”, una denominación en código que los estadounidenses impusieron a los buques y artefactos que operaban en la zona centro norte del Golfo como retaguardia de la primera línea naval y protegiendo la ruta de abastecimiento naval que entraba por Ormuz.
En aquella madrugada estuvimos al filo del desastre. Cuando pasamos por debajo de las líneas del radar de los destructores y corbetas aliadas, al parecer nuestros jefes no contaban con que algunos de nuestros “amigos” habían sido nuestros rivales y eran más despiertos que otros de nuestros amigos. Me refiero a la Task Force de los argentinos que estaba operando en esa zona justo en momentos que debíamos pasar. En un momento determinado el copiloto nos alertó por el intercomunicador diciendo: “Silencio! Fuera luces y todos mudos”.
Un destructor se apareció a solo 3 millas de nuestra puerta izquierda y el maldito apenas era visible por algunas luces de cubierta. Contuvimos la respiración y más de uno tuvo retorcijones en su estómago y es que a esa distancia con un simple cañón automático y con solo una ráfaga precisa hubiéramos sido historia. Apenas llegamos al punto de desembarco “Ronnie” quien era nuestro jefe de grupo nos susurró “ese era el Almirante Brown de la maldita marina argentina!” Ronnie tenía las emociones a flor de piel y tenía motivos para ello ya que él había sido parte de la fracasada operación de infiltración realizada en 1982 durante la guerra, sobre una base aérea argentina en cercanías de Comodoro Rivadavia. Visto tiempo después y en las charlas de Pubs con mis amigos, esto parecía una maldita pésima broma del destino.
SBS Commands in Falkland War 1982
Tras montarnos en el bote y llegar sigilosamente a la costa, comenzaría la misión. Lo cierto fue que tras llegar al punto cero a un par de kilómetros del objetivo y tras comprobar que no había más que una instalación petrolera abandonada en la que habían colocado un “radio faro”, nos sentimos como unos estúpidos y debimos volver para lo cual teníamos que salir cuanto antes de allí, e internarnos en el mar a la espera en silencio y antes que saliera el sol que nos recogiera el helicóptero. Siempre pensé que se había tratado de una jugarreta de los iraquíes que quisieron involucrar a sus vecinos iraníes a su favor.
Como fuese, ya estábamos mojados y con los oídos llenos de arena, así “Que demonios!” me dije, esto es lo que me gusta de este negocio. Cuando oímos que llegaba el helicóptero nos preparamos para la salida y en ese momento todos estábamos indefensos ante cualquier armas automática en las proximidades. Mientras se posaba a unos metros sobre nuestras cabezas y bajaba la escalerilla, “Scot” uno de mis compañeros me jala del hombro para señalarme que había movimiento de luces en la cosa y parecían moverse presurosas hacia donde habíamos estado. Un minuto de más podía ser la diferencia entre la vida y la muerte así que subimos tan rápido que perdimos gran parte del equipo que llevábamos. Ya en vuelo y teniendo que mantener el mismo sigilo con el que llegamos, debíamos pasar por la zona “Charlie” con la esperanza de no hallar a nadie en las inmediaciones.
Gracias al cielo los argentinos estaban lejos y con nuestros lentes Nigth-scope de noche pudimos ver la popa del destructor Brown girando suave a unas 5 millas de nosotros. A veces me pregunto si alguien arriba de ese buque noto nuestra presencia.