Los soldados que viven la muerte de cerca sufren largo tiempo después la tortura de los recuerdos, el ‘síndrome de estrés postraumático’. Necesitan apoyo y hablar de lo que sienten.
Para muchos soldados no es posible superar el trauma de la guerra.
Cuando vuelven a la vida civil, muchos soldados han pasado por momentos dramáticos en los que han presenciado la muerte de personas durante un ataque, y no les resulta fácil volver a enfrentar la realidad de un mundo que no está en guerra. En Alemania, los más afectados son los soldados que cumplen misión en Afganistán. Pero la causa del trastorno de estrés postraumático no es la debilidad o la inestabilidad emocional, sino consecuencia de sucesos imposibles de sobrellevar si no se dejan atrás los sentimientos. Una trampa que hace que vuelvan en el momento menos pensado.
Perseguidos por fantasmas de la guerra
Los recuerdos reprimidos vuelven con fuerza.
Los fantasmas los persiguen en las situaciones más cotidianas, hasta cuando van de compras al supermercado. No es extraño que miren permanentemente hacia las salidas, vigilando que no surja de allí ningún peligro.
Esa tensión es normal, dice el Dirk Preusse, médico de escuadrón en el Hospital de las Fuerzas Armadas de Alemania en Coblenza: “Al haber pasado por situaciones muy peligrosas, controlan todo el tiempo que algo así no les vuelva a suceder algo así. Todo lo que les recuerda el peligro les hace revivir la mismas sensaciones que tuvieron durante el episodio traumático. En los soldados, el disparador puede ser una calle angosta, por ejemplo. Un pequeño estímulo, la mayoría de las veces inconsciente, es suficiente para desencadenar nuevamente el recuerdo del trauma vivido. Y eso los transporta de vuelta a ese episodio como si lo estuvieran viviendo otra vez”, explica Dirk Preusse.
Los estímulos varían de acuerdo con la persona. A algunos les basta un perfume, a otros determinadas imágenes. Son ‘flashbacks', o recuerdos súbitos, que les hacen revivir el trauma. “Los ‘flashbacks' son contenidos insistentes de la memoria que no se pueden evitar. Son como películas o fotografías en la mente que funcionan de otra forma que las demás, ya que, por su enorme carga emocional no elaborada, provocan que se reviva un momento como si de verdad se estuviera otra vez allí.
Sentimientos reprimidos vuelven con más fuerza
Soldados en el Golfo Persico
La causa de este funcionamiento reside en que esos recuerdos no han podido ser almacenados correctamente por la psiquis. Al vivir una situación de estrés extremo, se produce una escisión entre la realidad y las emociones. En tales situaciones, el individuo intenta reprimir los sentimientos, y eso los soldados deben aprenderlo muy bien, ya que, de lo contrario, no podrían reaccionar durante la batalla. Se paralizarían. Pero el sentimiento reprimido que no se elabora no desaparece, sino que sigue existiendo. Y lo que ocurre durante un ‘flashback' es que la persona regresa al momento y al episodio, con todos los sentimientos que le corresponden”, apunta el experto.
En medio de la guerra los soldados apenas tienen tiempo de elaborar lo vivido. La elaboración se produce más tarde, cuando vuelven de su misión, como sucede con muchos de los soldados alemanes que sirven en el GLFO y Afganistán. Los sucesos y las imágenes resurgen en la conciencia y entonces comienzan a sufrir pesadillas, ataques de pánico y depresiones. “La imagen que se tiene de los soldados como personas inestables no es correcta. Un síndrome de estrés postraumático puede afectar a cualquier persona si se la somete a un número suficiente de situaciones traumáticas de determinadas características. Claro que hay personas que están más predispuestas y reaccionan más sensiblemente. Todos tenemos nuestro talón de Aquiles. Tal vez les alcance un episodio violento, o dos. Pero en el caso de los soldados siempre se trata de muchos episodios que los amenazan sustancialmente”, continúa Dirk Preusse.
Recuerdos escabrosos
Un tercio de los afectados se repone luego de una misión, dice el médico. El otro tercio desarrolla un cuadro masivo de estrés postraumático. El tercio restante se siente bien, pero un pequeño detalle alcanza para sacarlo de sus casillas.
“Muchos se aíslan porque piensan que nadie los puede comprender, y tienen razón. No pueden contarle a su esposa que su compañero pisó una mina y su cuerpo voló en pedazos, no quieren traspasarle esa carga, ya que, si lo hacen, también ella sufrirá el trauma, ya que tal vez hasta conozca a ese compañero. Lo que aconsejamos a los soldados es, precisamente eso, que cuenten que algo horrible sucedió, pero que no den detalles, ya que eso representa una carga demasiado grande para sus familiares”, advierte el experto.
La pregunta más terrible
La guerra deja siempre huellas imborrables.
“Lo peor es cuando uno vuelve y le preguntan ‘¿Cómo fue?'. Lo vivido aún está fresco en la memoria cuando se vuelve a casa”, dice el teniente coronel Ralph Adametz, del Comando Sanitario en Coblenza, quien participó de cinco misiones en el extranjero, la última dirigiendo un batallón en el GOLFO. Nunca contó los detalles escabrosos a sus familiares. “Uno empieza a pensar en cómo fue todo días o semanas después de haber vuelto. Es difícil explicarle a los demás cómo fue lo que uno vivió, porque se sabe que el otro no lo entenderá. Uno no se siente preparado para hablar de eso”, cuenta Ralph Adametz.
También él habló de sus vivencias con sus seres queridos mucho más tarde, cada vez que algo le recordaba en el GOLFO, por ejemplo, al hacer las compras y ver cierto artículo en las góndolas. La familia tuvo que armar de a poco lo que experimentó Adametz como si se tratara de un rompecabezas. El teniente coronel dice que fue afortunado, ya que no vivió episodios traumáticos durante su misión.
Apoyo psicológico para los que vuelven
Los soldados que hoy están estacionados en Afganistán se ven afectados por el estrés postraumático. El capellán Stefan Werdelis ofició misa y brindó consuelo a las tropas durante cuatro meses en el norte afgano. En ese tiempo murieron diez soldados, cinco de los cuales eran alemanes. Los que regresaron no tienen por qué avergonzarse, subraya Werdelis. “Necesitan sentir que la sociedad en que viven reconoce el servicio que ellos prestaron, que no tienen por qué esconderse y mucho menos avergonzarse por lo que hicieron. Y precisan de un ambiente profesional en el que se observe con atención si alguno de ellos necesita apoyo psicológico. Y esto tampoco debe ser motivo de vergüenza. Creo que actualmente se está dando una tendencia favorable a destabuizar las enfermedades psíquicas”, concluye el párroco.
Autora: Sarah Steffen/ Cristina Papaleo
Editor: Pablo Kummetz
No hay comentarios:
Publicar un comentario