La democracia no se ejerce solo con el voto, sino también en la calle Lealtad a la traición Educación y planificación tienen que ser prioridad tras siete meses de cuarentena El peronismo y la oposición carecen de liderazgo.
El estatus de gran aliado extra-Organización del Tratado del Atlántico Norte otorgado a la Argentina en 1997 fue un reconocimiento al compromiso y la contribución argentina a la paz y la seguridad internacional, hecho materializado a raíz del envío de naves al golfo Pérsico en 1991 y por la participación en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Tradicionalmente, los aliados extra-OTAN (Israel, Corea del Sur, Australia, entre otros) son beneficiarios de la adquisición, el financiamiento y el acceso a material bélico estadounidense, así como la transferencia de tecnología, insumos y repuestos de países aliados.
Desde hace años ningún gobierno nacional ha usufructuado los beneficios que ofrece esta distinción, hoy vigente. La persistente negativa a la hora de profundizar la cooperación militar con Estados Unidos y sus aliados, si bien ha pasado indiferente frente a nuestra clase dirigente, no lo fue para EE.UU., que logró reacomodar las prioridades acercándose a Brasil y Colombia. Argentina y EE.UU. han sabido construir intereses convergentes en la agenda de seguridad internacional, aunque, también vale decir, existieron disensos metodológicos.
Las diferencias son obvias: EE.UU. es una potencia con intereses globales, mientras que Argentina es un país intermedio y mantiene su condición periférica. Sólo una mirada desprevenida podría creer en desinterés por parte de EE.UU. para cooperar con Buenos Aires.
Hoy el contexto internacional demanda la necesidad de cooperación con nuestro país en cuestiones relacionadas con los asuntos hemisféricos, el Atlántico Sur, la seguridad nuclear, las inversiones y el comercio, entre otros.
El paso del tiempo nos dice que ya no se trata de evaluar ideológicamente la conveniencia o no de mantener vínculos y cooperación con los países centrales, sino de hallar mecanismos conducentes al interés nacional.
Tal como ocurre con la participación del país en el Foro del G20, abocado a las reformas de la arquitectura financiera internacional, o en la reciente Cumbre de Seguridad Nuclear 2016, destinada a la no proliferación nuclear. Desempolvar el acuerdo de gran aliado extra-OTAN ayudaría a evitar el atraso y la obsolescencia tecnológica-militar que hoy nos asisten, con el consiguiente riesgo de quedar rezagados en el esquema de defensa que propone la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), ámbito en el que se torna imperiosa la necesidad de reducir las asimetrías en torno a capacidades, medios y esfuerzo bélico de nuestro país respecto de los de Brasil y Chile.
En este sentido, Argentina debería recrear sinergias en el campo estratégico-diplomático que actúen como soportes del crecimiento y el desarrollo sustentable. En el pasado, la defensa tuvo su lugar. Hoy tiene una nueva oportunidad si renueva la búsqueda de ventanas de oportunidad sopesando los deseos en materia militar con las genuinas posibilidades.
ACA NO EXISTE NINGUN REPRESENTANTE DE LA ARGENTINA.
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