17/3/19

“LOS ARCHIVOS SECRETOS DEL GOLFO”

VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE


Implicancias y riesgos documentados de la participación argentina en la primera guerra del Golfo, según informes de inteligencia iraquíes hallados por una fuente confidencial

Protecteor 509 Canada

Cuando el Comité Revolucionario del Partido “Baas” a instancias del entonces presidente Saddam Hussein decidió escarmentar a Kuwait por el robo de petróleo que se estaba realizando en los campos de Rumailah, todas las opciones se hallaban a consideración de Bagdad. Algunos generales aconsejaron a Hussein que debía realizarse una operación relámpago, enviar algunas unidades comando para escarmentar a los jeques de la casa real Al Sabah, destruirle algunos oleoductos, sus lujosos yates amarrados en el muelle real, pero solo eso. Otros por su parte, llamaron a recuperar la soberanía total de aquel territorio (incluyendo las islas Bubiyan y Warbah) que había sido arrebatado por los británicos en 1961 y que se mantenía desde entonces como una espina en el costado de la nación iraquí.


Pero como ha sucedido en muchas otras oportunidades, las voces de terceros en discordia se interpusieron –obviamente con deliberada intensión- e hicieron lo suyo para sacar partido de la situación y de ese modo, Iraq terminara metiéndose en una de las crisis más complejas y duraderas de la historia contemporánea.


De este modo fue el sector de los más extremistas del “Baas”, quienes alentados por informes aportados por la CIA, los que se impusieron para que tomaran el emirato y reclamaran su soberanía ante el foro de Naciones Unidas. Con ello queda claro que las acciones del 2 de agosto ya eran esperadas en Washington aunque, solo lo sabían unas cuantas selectas personas entre ellas, el mismo presidente George H. Bush y evidentemente algún general de cinco estrellas en el Pentágono, tal como lo informan documentos secretos de la época –Directiva de Seguridad Nacional


Aunque muchos no lo crean, en Bagdad se sospechaba de la posición de la Casa Blanca y de sus movimientos en la región. En la intimidad de reuniones del núcleo de los más importantes jefes del partido nacionalista árabe “Baas”, Saddam intercambiaba puntos de vista con su vice Ibrahim Izzat Al Duri, quien tras haber sido el representante en las conversaciones de Jeddah, sobreviviría años después a la invasión y posterior ocupación anglo estadounidense.


Durante las conversaciones en Jeddah, Arabia Saudita (por mediados de Julio de 1990), los norteamericanos monitorearon de cerca la evolución de las mismas y se aseguraron de que la delegación iraquí no aceptara condicionamientos haciéndoles creer que estarían de su lado hasta las últimas consecuencias. Igualmente tanto Saddam como el círculo más estrecho del partido “Baas”, no terminaban de asimilar esa condescendencia. Todos coincidían en que los norteamericanos tenían información pormenorizada de todas las áreas estratégicas de Iraq y en particular las de Bagdad y era por ello, que el Mutkhabarat (Inteligencia) cambiaba constantemente las rutas de viaje de Saddam y de los más importantes ministros de gobierno para evitar intentos de asesinato o sorpresivos atentados. O incluso se cambiaban con regularidad los asientos de los comandos de operaciones de mando y control de la Guardia Republicana desde donde se coordinaban los movimientos de tropas en los cuales, durante la guerra contra Irán habían sido visitados por funcionarios y militares estadounidenses. Y la explicación era simple, “jamás confiaron en los estadounidenses”.


Y es que lo iraquíes no estaban errados ya que, cuando se corrió un rumor de que una fuente iraquí le había dicho a un experto en petróleo norteamericano que “en una semana Iraq estaría protegiendo a los kuwaitíes” y este a su vez llevó su preocupación al gobierno federal en Washington, el Departamento de Estado por intermedio de sus funcionarios le aseguró que no había de que preocuparse por que “ellos conocían todas las actividades de los iraquíes”; y ciertamente que las conocían ya que el sistema ELINT (a cargo de la NSA) y la inteligencia electrónica provista por los aviones AWACS no podían obviar el cuantioso movimiento de tropas iraquíes.


Cuando la crisis fue llevada ante Naciones Unidas, Bagdad siguió de cerca la evolución de los acontecimientos, tanto los que allí se desarrollaban como los que al mismo tiempo se estaban produciendo dentro de la región misma del Golfo del Golfo Pérsico. Allí mismo, en el terreno desde ese mismo 2 de agosto comenzaron los cambios y los movimientos se precipitaron especialmente, mediante las incursiones de reconocimiento tanto de las agencias de inteligencia occidentales –con EEUU a la cabeza- como la de los iraquíes y sus grupos aliados. Desde el estrecho de Ormuz hasta la misma península de “Fao”, se desarrolló una intensa lucha clandestina por tratar de mantener un control predecible de los acontecimientos en las poblaciones árabes-islámicas de la región que para esos momentos se veía seducida por la figura de Saddam.


Según algunos “papers” hallados en la Deep Web, correspondientes a expedientes secretos de la inteligencia iraquí (IIS) datados de 1990 y que se habrían salvado del zaqueo realizado por los estadounidenses en la invasión del 2003, detallan algunas operaciones de sus células que fueron llevadas adelante en puntos estratégicos del golfo. Esto demostraría que había por aquel entonces una extensa red de inteligencia del “Baas” trabajando codo con codo con células aliadas en Arabia Saudita, Qatar e incluso dentro de la misma Bahrein. Lo particular de estas, es la descripción de una incursión llevada adelante desde la zona portuaria de “Al Khobar”, en Arabia Saudita, la cual recopiló material informativo y fotográfico del movimiento naval que se estaba agolpando en el vecino Bahrein.


La misión tenía el objetivo de tratar de llegar a las cercanías de “Ghuraifa” en los suburbios de “Juffair” donde se halla la base estadounidense y desde una locación cercana tomar fotografías, recopilar datos de los buques, sus características y tipo, nacionalidades y capacidades que serían enviados por un correo humano quien se desplazaría por agua y luego por tierra hasta Amman en Jordania y de allí –presumiblemente- por valija diplomática a Bagdad. En una de las fojas del informe tachado como clasificado, fechado en noviembre 30 de 1990, informa el incremento del tráfico de naves de guerra, identificando entre las recientemente llegadas a dos buques de combate argentinos que estaban maniobrando junto a otras fragatas de bandera española y australiana aguas adentro.


Hasta ese momento solo había órdenes de recopilar información y enviarla a la prontitud. Para los iraquíes todos los buques que estaban plegándose a las fuerzas estadounidenses con su base principal en Bahrein, serían un blanco legítimo en caso de estallar las hostilidades (G-Day). Ello se dio inmediatamente en la madrugada del 16 de enero de 1990 cuando –por la Directiva de Seguridad Nacional  comenzó el bombardeo de la Coalición Aliada. Según el informe, se debía conformar una célula de ataque eligiendo blancos de oportunidad incluyendo a las mismas instalaciones portuarias tanto sauditas como de los Emiratos. Hasta ese momento no había certeza sobre la posición de Buenos Aires dado que –aunque no se crea- muchos en el gabinete del gobierno con Saddam Hussein a la cabeza, no creían que los argentinos participarían contra Iraq.
Pero un despacho codificado enviado desde la legación iraquí en Brasil informo a la embajada iraquí en el distrito de “Pankow” de la entonces Alemania del este, en la noche del 1° de febrero de 1991que “Argentina ha decidido aliarse a los EEUU” coincidiendo con el anuncio público del mismo presidente Menem unos días antes al declarar que “Argentina está en Guerra”, colocando así al país en el bando enemigo.


En realidad ello no era una sorpresa dado que apenas ingresaron los buques argentinos dentro de las aguas del Golfo, debieron ponerse a disposición de las directivas tanto del ARCENT-G-2 y el CENTCOM J-2 (Comandos de Operaciones estadounidenses), quienes eran las cabezas estratégicas de las operaciones militares dentro de la zona y más allá. Uno de los primeros pasos de recepción de los huéspedes fue, ordenar al comandante de la misión “GT.88” (Grupo de Tareas 88) que permitiera el abordaje de especialistas informáticos para que instalaran las antenas TACSAC a los fines de unificar las comunicaciones y a su vez controlar la posición en todo tiempo de la misión naval (GPS System) que bajo supervisión del Comando central y en la mesa de guerra paso a llamarse “ALFIL 1”.


Ello fue como colgar una medalla identificatoria que implícitamente significaba “eres de los nuestros” y sin dudas que así se lo trasmitieron los jefes militares en operaciones a sus mandos en Buenos Aires y estos inmediatamente al mismo presidente Carlos Menem ¿Qué significó ello? Pues estuvo claro. Nadie se retiraría sin el conocimiento y autorización del comando de operaciones en Arabia Saudita, así de simple.


La Casa Rosada no tenía opción. Creyendo que solo sería un mero acto de presencia ante una crisis que se resolvería por las presiones político diplomáticas de Washington, debió aceptar con fundado temor las consecuencias por venir.

Recordemos que aquel anuncio del presidente argentino causó tanto rechazos como sorpresas que como es bien sabido, fue motivo de extensas columnas y artículos en los medios más influyentes de EEUU. 

 En Bagdad también se conoció la noticia por los diarios locales, algo que causó sorpresa y desagrado por una postura alejada de la histórica prudencia en el campo diplomático que caracterizó al país sudamericano. Igualmente desde ese momento, Bagdad pasó a considerar a la Argentina como un agresor más y por ello, un objetivo militar más en la que Saddam Hussein llamo la “madre de todas las batallas”.






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