5/9/16

La paz que no llega Cascos Azules



El sargento primero Sergio Balla perdió las dos piernas al estallar una mina en Croacia. La ONU lo indemnizó con 230.000 dólares, pero el gobierno argentino sólo le dio 1800 y se quedó con el resto. No es el único caso. Esto fue en 13 de Abril del 2003


PARANA "Al gobierno argentino le convenía que los cascos azules volvieran mutilados o muertos, así entraban millones de dólares por el resarcimiento -denuncia Estela-. Es chocante, pero es la verdad."

Su esposo, Sergio Balla, de 48 años, toma un mate y asiente con la cabeza desde su silla de ruedas, en la que se moviliza desde que tres minas antitanque le amputaron ambas piernas en Croacia, hace casi 10 años.



"Las Naciones Unidas mandaron más de 3 millones de dólares en indemnizaciones para todos los cascos azules mutilados, y unos 230.000 dólares por mi situación, pero se los quedó el gobierno", dice con bronca.


Foto: DyN / Ezequiel Pontoriero

Sergio es suboficial principal del Ejército. El 16 de diciembre de 1993 era sargento primero y patrullaba Dragovich, una zona caliente de Croacia, junto al capitán José Rojas. A media mañana tocaron tres minas. La explosión le quitó la vida a Rojas y se quedó con las piernas de Balla, además de romperle en ocho partes la tercera vértebra lumbar, entre otras secuelas. Quienes lo rescataron aseguran que está vivo de milagro, y no podían creer que, al mes y medio, intentara pararse sobre las prótesis que le cedió la Cruz Roja en Zagreb.


¿Qué hacían allí?, preguntó LA NACION.

"Prestábamos servicio en la localidad de Novo Selo. Todos los batallones tenían un sector de responsabilidad y nuestra compañía estaba ahí para cuidar que no se enfrentaran los serbios con los croatas. A 800 metros teníamos un puesto de observación serbio, y atrás de la compañía, detrás de un cerro, estaba el puesto croata. Eramos la mortadela del sándwich. Nuestra misión consistía en hacer patrullas para mantener la presencia de las Naciones Unidas en ese sector y evitar los enfrentamientos."


Balla vive con su esposa Estela y sus cuatro hijos, dos de ellos universitarios, en la calle Salinas, de la zona este de Paraná, un típico barrio de clase media con veredas demasiado angostas. En este hogar se respira alegría de vivir, con varios trofeos a la vista, por el patín artístico que practica la única nena de la casa, pero a la vez hay un dejo de desencanto con los gobiernos.

Como pagaba un seguro, de su propio sueldo, el dinero que cobró por el accidente le alcanzó a Sergio para adaptar su vivienda a la nueva vida: ensanchó las puertas, cambió los sanitarios y la cama de modo que la silla de ruedas "molestara" lo menos posible a los suyos, y se hizo de un auto apropiado. Como los cambios en su casa se demoraban, colocó algunos dólares en el banco, y el dinero quedó luego dentro del ya famoso corralito. El Estado argentino le había pagado 1800 pesos (o dólares, por entonces), por toda indemnización.

¿Qué pasó con la indemnización de las Naciones Unidas?
"En el Ejército dicen que no nos deben nada, y estamos esperando una respuesta de los ministerios de Defensa y de Economía. Sabemos que algunas personas hicieron presentaciones en la Justicia, pero nosotros aún esperamos", dice Balla.
El dinero que no llegó

El caso del sargento primero Sergio Raúl Balla es uno de los ocho casos de cascos azules que no recibieron la indemnización girada por la ONU. En la nómina de compensaciones por fallecimiento figuran el mayor José Rojas (561.557 dólares), el capitán Esteban Lioni (450.514), el suboficial principal Francisco Acuña Godoy (450.907), el sargento Oscar Vallejos (289.816) y el sargento Marcelo Aguilera (296.182). Además de Balla, la ONU decidió compensar por lesiones que causaron incapacidad al capitán Alejandro Reuther (52.976 dólares) y al sargento Gustavo Parras (682.477).

Balla nos amplía que el gobierno argentino se excusa detrás de la ley 19.101, que fija un tope a las indemnizaciones militares, para negar la distribución del dinero, o dice que las compensaciones de Naciones Unidas llegaron para el Estado, porque los efectivos formaban parte de un contingente argentino, por lo que el dinero aportado por la ONU se considera una indemnización al país, y no para los damnificados. Pero Balla recuerda que el propio embajador Emilio Cárdenas, que representó al país en la ONU, rechazó estos argumentos en forma pública.

Su esposa es más drástica: "Con ese criterio, mandamos algunos más y si vuelven mutilados pagamos la deuda externa. Es un disparate. Usted imagine mi indignación -agrega-, porque yo sé lo que ha sufrido Sergio. El perdió las piernas por una causa noble, por la paz, son muchas cosas que se juntan acá", apunta.

En enero de 1998, la ONU giró a la Argentina un total de 2.731.455 dólares con destinos fijados. En el caso del sargento primero Balla le correspondían 229.559 dólares. El gobierno nacional sólo le dio 1800 y se quedó con el resto.

"Teníamos la idea de tomarnos unas vacaciones en familia cuando Sergio regresara de Europa porque en 25 años de casados jamás salimos, pero el accidente enterró varios sueños. Usted aquí lo ve entero, él se ha puesto las piernas, pero yo le aseguro que para una persona amputada no es fácil sonreírle a la vida cada día", sugiere Estela.

Prefieren no abundar en detalles, la situación se entiende. Balla disfrutaba del fútbol con sus hijos en el patio del fondo, hacía unas cien cuadras diarias en bicicleta para concurrir a los cuarteles, jugaba al básquet, salía a caminar con su esposa, y nada gozaba tanto como una tarde de pesca, con amigos, a la orilla del río. Todo eso es tiempo pasado. "Hoy disfruto un día pero lo pago al otro día".

Estela tiene que seguir concurriendo a su trabajo para ayudar a parar la olla, como empleada civil del Ejército, y Sergio se encarga de llevar los chicos a la escuela y de algunas tareas del hogar. Su esposa dice que preferiría estar más en casa para acompañarlo, porque toda la buena onda que se respira en la familia no evita, de tanto en tanto, algunos estados depresivos.

-¿Qué es la guerra para usted, Sergio?

-No hay palabras, hay que vivirla para saber lo que es. La guerra es lo más impune, lo más maldito, lo más atroz. La hacen los hombres por intereses. Se matan por un pedacito de tierra, de agua. Lo que muestran por televisión es la milésima parte de lo que sucede, la guerra es sufrimiento, amputaciones, muerte, chiquitos huérfanos, destrucción, hambre, pobreza, miseria, todo eso es la guerra.

A esta altura, Balla le da un especial valor a las condecoraciones de la ONU y del gobierno nacional, otra paradoja. ¿Está arrepentido de haber ido? "No, no, soy militar y me debo a mi profesión. Nosotros fuimos en representación del país. Eramos de las Naciones Unidas pero en nuestro brazalete estaba la Argentina, me siento un poco abandonado, no por el Ejército, pero sí por el país."

Por Daniel Tirso Fiorotto

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