12/2/24

EL POR QUE DE LA PARTICIPACION DE LA ARGENTINA EN EL GOLFO PERSICO (DECISION DE EX PTE. MENEM)

 

(Foto Archivo) Pozos prendidos fuegos, por Irak, antes de entregarse-)

La participación argentina en la Guerra del Golfo.
La politica adoptada por el ex Pte. Menem, sin la autorizacion del Congreso de la Nacion, los dejo fuera de combate a los integrantes de las FF.AA el enemigo estuvo adentro de la politica. Usaron el instrumento belico como politica internacional y fuimos guardados en el fondo de algun cajon.

Este extracto es para los de menos de 33 años que estan en el gobierno y no tienen idea de que se habla o por que esta archivado, señores les queda dos opciones: O pagar por una guerra, o la otra si la toman como mision de paz que debiten como les pagan a los de misiones de paz en varios paises.

Introducción :
A lo largo de este breve ensayo analizaremos una serie de variables internas y externas que creemos, dieron por resultado la implementación por parte de Argentina, de una política exterior inédita para este país: “El abandono de la histórica neutralidad en conflictos bélicos que no le incumben directamente”(Simonoff, 2004; p:2).
La reconversión de la política exterior argentina, de acuerdo con Ferreri (2002), surge de la decisión del presidente Menem, y un grupo cercano de asesores, de reinsertar al país en una posición destacada en el sistema internacional. De acuerdo con el autor, la reconversión política respondió a factores tanto internos como externos, y es en base a esta división que buscaremos comprender la decisión de participar en el conflicto del Golfo Pérsico.
Con el fin de brindar un entendimiento integral del tema, utilizaremos distintos niveles de análisis por medio de los cuales, creemos, será suficiente para comprender la política implementada:
-En primer lugar brindaremos una descripción de la situación política y económica que atravesaba el país durante los primeros años del mandato del presidente Menem y los desafíos a los que este debía enfrentarse en lo inmediato.
-En segundo lugar, brindaremos un análisis en el que evaluaremos de qué manera los cambios en la política internacional motivaron a la toma de acciones por parte de los países con el fin de posicionarse dentro de este nuevo orden mundial.
-En tercer lugar, trataremos la cuestión de las fuerzas armadas nacionales. Creemos que la, para entonces no resuelta cuestión militar, influenció el camino de inserción internacional tomado por el gobierno del presidente Menem, por lo que brindaremos una descripción general de la situación e intentaremos comprender de qué manera esta influyo en la política exterior argentina.
-Por último analizaremos el papel que jugó la política en la toma de decisiones. Por un lado, a través del estudio racional llevado adelante por el gobierno para justificar la intervención militar, y por el otro, el peso que tuvieron las oposiciones hacia la política exterior del gobierno de Menem, y de qué manera estas oposiciones fueron sorteadas por el ejecutivo. Situación política y económica interna El presidente Menem asume el gobierno en medio de una profunda crisis económica y social.
La crisis de la deuda externa surgida a partir de la denominada “segunda crisis del petróleo” 1 , y de las políticas económicas tomadas por los gobiernos anteriores, dio por 1 La denominada “segunda crisis del petróleo” tiene lugar en 1979 a partir de las consecuencias de la revolución iraní y la guerra entre Irak e Irán, que dio por resultado una fuerte suba en los precios del petróleo. El alza de precios del sector petrolero se tradujo en un déficit comercial en países importadores mientras que en los países exportadores se evidenció un fuerte superávit. Ante esta situación, los países no alineados.
resultado periodos hiperinflacionarios, devaluaciones recurrentes y déficit fiscal que en términos sociales, produjeron una sensación de agobio en el pueblo argentino, quien demandaba hacia la nueva administración la restauración del orden público, estabilidad y crecimiento económico (Aranda, 2004).
La administración Menem, de acuerdo con Colombo (2005) y Aranda (2004) definió el interés nacional en función de la necesidad de alcanzar el desarrollo económico. Y para alcanzar ese desarrollo, sostienen los autores, el gobierno consideró esencial una reinserción exitosa en la economía global, por un lado a través del fomento del comercio internacional y las inversiones extranjeras, pero por el otro, a través del alineamiento estratégico hacia los Estados Unidos. Es así como el gobierno del presidente Menem basaría, en adelante, su política exterior según propuesto por la teoría del Realismo Periférico (Hens & Sanahuja, 1995), aceptando y subordinándose ante el liderazgo estadounidense, y alineando sus políticas en función de las necesidades del gran hegemón.
Redefinición de la política exterior argentina: En busca de un lugar en el nuevo orden mundial Con la finalización de la Guerra Fría, se dio comienzo a una era unipolar en la que los Estados Unidos surgieron como el vencedor sin atenuantes por sobre su adversario, la Unión Soviética (Aranda, 2004). La relajación en las tensiones internacionales permitieron a los Estados Unidos impulsar con mayor ímpetu las políticas económicas del consenso de Washington2 por un lado, y promover una serie de políticas para abordar la cuestión de la deuda en los países latinoamericanos con el fin de revertir los efectos de la denominada “década perdida3 ” por el otro (Colombo, 2005).
Estos cambios en la configuración de poder global tuvieron el nombre de “nuevo orden mundial4 ”, y de acuerdo con Míguez (2010), dieron lugar a una integración entre los países desdibujando las barreras políticas y planteando la necesidad de sostener “valores internacionales” y “legalidad internacional” en pos del mantenimiento de ese nuevo ordenamiento. Desde esta concepción, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado como un ataque a este orden mundial, y a la comunidad internacional en su conjunto. Y es en base a este diagnóstico, afirma Míguez (2010), que el núcleo cercano al presidente Menem encontró la justificación para dar impulso al alineamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar. El nuevo orden mundial imponía a los países del anteriormente denominado tercer mundo dos opciones: El neutralismo como política exterior, o la adhesión irrestricta al esquema planteado por Washington (Ferreri, 2002).

Los beneficios de la segunda opción, y permítasenos citar in extenso a Ferri (2002; p: 2-3) consistían en: “[…] entrenamiento gratis y del mejor nivel para la Armada Argentina, buenos sueldos para los hombres que participaron de la operación, importantes negocios en la reconstrucción de Kuwait, y un incipiente nuevo rol para unas fuerzas armadas argentinas que están gravemente necesitadas de una razón de ser y de una misión significativa, ahora que las principales hipótesis de conflicto con los países limítrofes quedaron descartadas (Escudé, 1989; p: 39)”. De acuerdo con Simonoff (2004), y agregando a lo planteado por Escudé (1989), el acercamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar, buscaba obtener, además de las ganancias de tipo económico producto de la reconstrucción de Kuwait, ganancias en términos políticos, al romper con la histórica posición antiestadounidense llevada adelante por parte de la Argentina. Simonoff (2004) agrega además que el alineamiento argentino hacia los Estados Unidos se vio materializado por un aumento en el envío de tropas al extranjero bajos dos formas: Coaliciones multinacionales (Guerra del Golfo, Haití) o aquellas mandadas por las Naciones Unidas (misiones humanitarias y de paz). La intervención argentina en el Golfo, de acuerdo con el autor, constituye un claro ejemplo del cambio de rumbo en la política exterior argentina que, como se dijo, rompió con la histórica neutralidad. Creemos que lo especialmente destacable de esta política es el carácter sin precedentes de la misma, ya que abrió, en palabras de Vignolles (2003) “[…] la oportunidad para la República Argentina en su proceso de reinserción en la escena internacional, cambiando el perfil aislacionista, errático y no alineado que la caracterizaba (p: 150)”. Creemos pertinente mencionar que en el ámbito regional no fue bien recibida por parte del resto de los países del Cono Sur, con excepción de Uruguay. Tanto Brasil como Chile, plantearon cuestionamientos reiterados por la no consulta previa a la toma de la decisión de participar en el conflicto (Vignolles, 2003).

La cuestión militar Las dificultades para encontrar una respuesta a la denominada “cuestión militar” 5 durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, fue uno de los desencadenantes de la caída de su gobierno6 (Fair, 2011). El gobierno del presidente Menem, sostiene el autor, debía encarar la compleja tarea de solucionar este asunto sin repetir los errores cometidos durante el gobierno anterior, con el fin de darle un cierre definitivo.

El abordaje llevado adelante por el presidente Menem hacia la cuestión militar, incluyó la eliminación de los mandos de los militares afines a los sublevados denominados “carapintadas”, y sublevó al generalato ante el poder político por medio del gesto que representaron los indultos7 brindados por el gobierno a la plana mayor de las fuerzas armadas. De esta manera, quedaron sentadas las bases para llevar adelante un plan de ajuste por parte del gobierno, por medio del cual se redujo notablemente el presupuesto en defensa y se privatizó casi la totalidad del “imperio industrial militar”, debilitando la posición de poder que los militares históricamente habían ostentado como actores de la política interna (Fair, 2011).

A las medidas políticas y económicas llevadas adelante por el presidente Menem, creemos pertinente destacar, se suman cuestiones no menores que contribuyeron a debilitar el poderío militar. Por un lado, el debilitamiento de la imagen de las fuerzas armadas frente a una gran parte de la sociedad producto de crímenes cometidos durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional”.
Por otro lado, como afirma Fair (2011), debido al golpe sufrido por la moral militar luego de la derrota de Malvinas, y el “clima de época” en favor de la democracia liberal. Estas cuestiones, creemos, son las que permitieron la implementación exitosa de las políticas que diezmaron el poder militar dentro de la sociedad política. Aunque el nuevo panorama mostraba a las Fuerzas Armadas subordinadas ante el poder político y sin intenciones aparentes de sublevación entre sus mandos, surgía una pregunta que debía ser respondida si se pretendía sostener esta delicada situación:
¿Qué rol cumplirían las Fuerzas Armadas en adelante? Creemos que la respuesta a esta pregunta constituye uno de los factores fundamentales para explicar, tanto el aumento en la participación argentina en misiones de paz, como la participación de las fuerzas armadas en la Guerra del Golfo. Con la distención final de la Guerra Fría, y el establecimiento del ya mencionado “nuevo orden mundial”, se eliminan (al menos en parte) dos de los principales “enemigos a combatir” por las Fuerzas Armadas.
Por un lado, producto de la catastrófica caída de la Unión Soviética desaparece por completo la posibilidad de cualquier intento de asonada socialista o comunista en la región. Por el otro, se ve reducida casi a su mínima expresión cualquier hipótesis de un conflicto armado directo con países vecinos producto de la nueva etapa de cooperación e integración global bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Ante la descripta nueva situación internacional, y teniendo en cuenta las vulnerabilidades mostradas por el sistema democrático argentino, la administración del presidente Menem, sostiene Vignolles (2003), se encontró frente a la compleja tarea de reintegrar a las Fuerzas Armadas dentro del contexto democrático con el fin de, por un lado mantener la continuidad de la delicada democracia de la época, y por el otro, devolverles el prestigio y el valor perdidos dentro de la sociedad y sobre todo, mantener los niveles de profesionalización a pesar de los recortes en materia de defensa.
Con la reinserción de las fuerzas armadas dentro del contexto democrático, y ya sin su rol tradicional (autoimpuesto) como garantes del orden frente a amenazas a la seguridad nacional, las fuerzas armadas mudan el foco de su accionar hacia funciones humanitarias, y a la participación en ejercicios militares conjuntos con estados “amigos”, además del envío de tropas a misiones de paz. De esta forma las Fuerzas Armadas, pasarían de ser los garantes de la paz interna, a contribuir (junto con otras fuerzas) como garantes de la paz mundial. En palabras del presidente Menem, “la participación del país en misiones humanitarias contribuía a lograr la armonía internacional” (Fair, 2011).
La reconversión del rol de las Fuerzas Armadas, originalmente como “garantes de la seguridad interna”, luego, una herramienta de política exterior en el marco del alineamiento con los Estados Unidos constituyó, creemos, una solución exitosa frente a la resolución de la cuestión militar y el sostenimiento de la delicada democracia argentina, aunque no podemos evitar remarcar, desde nuestro punto de vista, lo reprochable de las herramientas utilizadas para alcanzar este objetivo. Con esto nos referimos a los indultos y amnistías hacia los líderes militares por los crímenes cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional.
Creemos que la cuestión militar constituyó un claro ejemplo en el que la política interna influyó en la toma de decisiones de política exterior. Por último creemos pertinente destacar que, como afirma Míguez (2010), no existía un pedido expreso por parte de los Estados Unidos por la participación argentina en el conflicto. Consideramos que la ausencia de una convocatoria por parte de los Estados Unidos hacia las fuerzas argentinas, y la iniciativa por parte del presidente Menem de ofrecer cooperación militar de todas maneras, evidencian el sentido de oportunidad del entonces presidente, quién logró, por medio de una situación del plano internacional lejana a los intereses argentinos, llevar adelante una política con consecuencias positivas para el país tanto en el plano interior, como en menor medida, en el exterior.
Oposiciones y críticas La política de envío de tropas impulsada desde la administración Menem no se encontró exenta de críticas por parte de diferentes sectores de la sociedad civil. Según Míguez (2010) el proceso de toma de decisiones contó aún con reticencias desde el núcleo cercano al presidente Menem. Al abrirse el debate dentro del gabinete presidencial, las posiciones más moderadas sostenían que todo envío de tropas debía hacerse dentro de misiones coordinadas por las Naciones Unidas.
Por otra parte, la visión más extrema, y que finalmente se impondría, sostenía que un alineamiento total (materializado por el envío de tropas al Golfo Pérsico) constituiría una clara señal hacia los Estados Unidos de que no se cometerían los mismos errores en la política exterior argentina que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez comunicado el envío de la corbeta Spito, y el destructor Almirante Brown, voces opositoras provenientes de la Unión Cívica Radical e incluso desde sectores del justicialismo se hicieron notar (Míguez, 2010).
Permítasenos citar in extenso al artículo publicado por el diario El País el dia 21 de septiembre de 1990:
“La decisión del Gobierno argentino de intervenir con sus Fuerzas Armadas -dos fragatas, un avión Hércules y 450 soldados profesionales- en el conflicto del golfo Pérsico ha sido criticada de forma unánime por la oposición. Las críticas señalan que el presidente Menem, cabeza del poder ejecutivo, busca eludir el control del Congreso y se impone sobre el poder judicial, como en el caso de los indultos a los militares procesados por la guerra sucia contra la guerrilla. Ninguna de las fuerzas políticas es capaz de dilucidar con claridad las razones últimas de esta decisión en la que el Gobierno arriesga hasta los compromisos regionales con Brasil, Chile y el resto de los países latinoamericanos.
Al parecer, la decisión presidencia¡ fue adoptada, como otras, por influencia directa del reducido círculo del poder económico que impulsa el plan de privatizaciones- de empresas del Estado llevado adelante por Menem, y también por el vínculo estrecho del Gobierno argentino con el de Estados Unidos. Sectores de la oposición califican al embajador estadounidense en Buenos Aires, Terence Todman, como asesor oficioso del Gobierno de Menem” (El País, 1990).
En línea con lo expuesto por el diario El País, el senador Solari Yrigoyen, perteneciente al bloque de la Unión Cívica Radical condenó el envío de tropas, y posteriormente la falta de consulta al Poder Legislativo. Por otra parte, el bloque justicialista en el senado emitiría un comunicado en el que lamentaba la decisión tomada por el ejecutivo sin el previo respaldo del Congreso Nacional (Miguez, 2010). La decisión del poder ejecutivo, afirma Miguez (2010) contaría solo con el apoyo de cinco legisladores justicialistas en un primer momento, modificándose la decisión del resto del bloque luego de la persuasión del entonces canciller Cavallo.
Lo que evidencia un claro carácter personalista en la toma de decisiones por parte del presidente. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, como sostiene Ferreri (2002), el mismísimo Cavallo se oponía a una intervención sin previo consentimiento del Congreso en un primer momento, por lo que es pertinente presumir que la decisión fue tomada directamente por el poder ejecutivo sin mayor búsqueda de consenso. Por parte del bloque radical, Miguez (2010) afirma que fueron significativas las manifestaciones de repudio por parte de los senadores Grass e Yrigoyen. A pesar de los acalorados debates, sostiene el autor, la principal preocupación del presidente Menem se encontraba hacia las divisiones producidas hacia adentro del partido. Divisiones no menores, y que culminarían con el abandono del Partido Justicialista de German Abdala, Juan Pablo Cafiero y Carlos “Chacho” Álvarez entre otros.
Recapitulando y a modo de conclusión Como hemos explicado a lo largo de este ensayo, existe una multiplicidad de factores que influenciaron la decisión de política exterior tomada por parte de la administración Menen referente al envío de tropas al Golfo Pérsico en 1990. Por un lado, el conflictivo contexto político con que asumía el presidente, potenciado por los resultados económicos de la denominada “década perdida” evidenciaba la necesidad de medidas económicas que garantizaran el orden social y promovieran el crecimiento económico. En ese contexto, la decisión tomada por el gobierno constituyo un quiebre en las relaciones exteriores argentinas. El abandono de la tradicional posición anti estadounidense por un lado, y el alineamiento irrestricto hacia esto últimos, incluso poniendo en riesgo las relaciones con el resto de los países del Cono Sur constituyó una clara señal de que el objetivo del gobierno era colocar a la Argentina en una posición destacada en el sistema internacional, reconociendo la subordinación del país ante los Estados Unidos, y acompañando las decisiones de estos.
La necesidad de resolver la “cuestión militar”, por otra parte, imponía al gobierno del presidente Menem la necesidad de tomar medidas concretas para, por un lado controlar cualquier intento de foco de sublevación dentro de las fuerzas armadas y así, sostener la endeble democracia argentina, pero por el otro lado, reasignar un rol a las fuerzas armadas en el que pudieran, no solo recuperar el prestigio perdido durante la última dictadura militar y la derrota en Malvinas, sino además sentirse útiles en el nuevo contexto internacional. En cuanto al modo en que fue llevada adelante la decisión, creemos que el presidente y su grupo cercano realizaron un estudio de costos y beneficios, por medio del cual consideraron que si bien los costos políticos internos serían un factor a tener en cuenta (principalmente los referentes al interior del bloque justicialista) estos serían aceptables en función a los beneficios esperables.
El análisis encontraba en las consecuencias sobre política interna, al principal costo de la política exterior del presidente, mientras que como beneficios, se contempló por un lado la posibilidad de obtener ventajas en términos financieros producto de la clara señal de alineamiento hacia los Estados Unidos al participar en la Guerra, sumado esto a la adhesión irrestricta de la argentina a las políticas del Consenso de Washington. En adhesión a esto último Míguez (2010) afirma:
“Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del FMI y de la banca acreedora” (p:135). Además, se esperaban beneficios producto de una eventual participación argentina en la reconstrucción de Kuwait, lo que finalmente no sucedió. Creemos que este constituye el principal error cometido a la hora de evaluar los costos y beneficios de la participación argentina en el conflicto. Desde el punto de vista de los beneficios referidos a la estabilidad del sistema político, se esperaba que la reconversión de las labores de las fuerzas armadas, sumado a los beneficios que los militares obtendrían de las participaciones en el extranjero contribuiría a mantener en su mínima expresión a cualquier foco de sublevación. En este sentido, el análisis llevado adelante por la administración Menem fue correcto, y la meta fue alcanzada.
Por último, vale destacar un beneficio adicional producto de la implementación de la política exterior que hemos analizado.
Esta es, la experiencia que representó para la Armada Argentina el participar en una situación de conflicto real junto a una coalición liderada por la mayor potencia militar del mundo. Esta experiencia contribuyó de manera significativa a consolidar la idea de que el gobierno buscaba la profesionalización de las fuerzas armadas. En palabras del Almirante Molina Pico: “[…] da la sensación de poseer una misión que debe tener todo militar, a la vez satisface el sentido de aventura que debe tener esta profesión arriesgada por su esencia.
Permite compararse con otras fuerzas de distinto orden y así, saber cuál es nuestra realidad” (Vignolles, 2003). Como sostiene Vignolles (2003): “el alto valor agregado generado por esta operaciones refleja la eficacia alcanzada, donde la eficiencia se condensa en haber constituido un significativo aporte complementario al objetivo central de estas actividades, y sin incurrir en mayores costos”(p:174).
Para finalizar, creemos pertinente mencionar que si bien las principales críticas realizadas ex post sostienen, como afirmara el ex ministro del interior Federico Storani8 , que la Argentina no obtuvo ningún beneficio del envío de tropas al Golfo Pérsico, debemos destacar que esas críticas se centran únicamente en el análisis llevado adelante por parte de la administración Menem respecto a la participación argentina en la reconstrucción de Kuwait.
Creemos que estas ignoran los factores políticos y sociales de la coyuntura del momento por lo que consideramos que las mismas constituyen una lectura simplista y sesgada de los hechos que acontecieron. Desde nuestro punto de vista, y como mencionamos anteriormente, la principal crítica que debería tener lugar es la que refiere a los métodos por los cuales se abordó la “cuestión militar”. Por fuera de ello, creemos que la política de envío de tropas fue, desde una visión amplia y considerando los distintos niveles de análisis mencionados durante este artículo, acertada, y que alcanzó los objetivos para los que fue formulada.
Referencias Aranda, C. (2004). La política exterior argentina: De Menem a Kirchner. Relaciones Internacionles, 39 - 58. Borja, R. (2017).
Enciclopedia de la Política. Recuperado el 30 de Mayo de 2017, de http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=d&idind=381&termino Colombo, S. (2005). La estrategia de integración argentina (1989-2004): Cambios y continuidades a partir de la crisis del orden neoliberal. HAOL, 133 - 149. El País. (21 de Septiembre de 1990).
Crítica unánime de la oposición argentina a Menem por el envío de fuerzas militares. (C. Ares, Ed.) El País, pág. n/d. Obtenido de http://elpais.com/diario/1990/09/21/internacional/653868010_850215.html Fair , H. (2009). La década menemista: Luces y sombras. HAOL, 53-63. Fair , H. (2011). Las relaciones políticas entre el menemismo y las Fuerzas Armadas. Un análisis histórico-político de período 1989-1995. Kairos-Revista Temas Sociales, n/d. Ferreri, C. A. (2002).
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El envío de tropas como dilema de nuestra política exterior. 2 congreso de relaciones internacionales del IRI (pág. n/d). La Plata: IRI. Valdés, S. P. (1988). Orígenes de la crisis de la deuda: ¿Nos sobreendeudamos o nos prestaron en exceso? Santiago de Chile: Centro de Estudios Públicos. Vignolles, P. (2003). El valor de las Fuerzas Armadas como instrumento de la política exterior: Argentina en misiones de paz y coaliciones militares. Security and defense studies review, 143 - 188.

9/2/24

CUANDO LA MISION NAVAL DEL GRUPO DE TAREA T.88 QUEDO ATRAPADA EN UNA MISION DE GUERRA



CONFERENCIAS DE DHAHRAN” QUE NADIE HUBO EN ESA REUNION SEGUN LAS FUENTES DE ARABIA SAUDITA.

Una prueba más de que la Crisis de 1990 entre Iraq y Kuwait tenía un final previsto y bien planificado del cual Buenos Aires no tenía la más mínima idea ¿Estuvieron presentes representantes navales argentinos en aquellas conferencias?






Cuando George Bush y Collin Powell fueron notificados de lo que había ocurrido en Kuwait, ninguno expreso sorpresa por lo sucedido y con una metódica parsimonia, cada uno por su parte, comenzaron a telefonear a sus respectivos asesores. Como lo hemos dicho anteriormente, la crisis entre Iraq y Kuwait de 1990 se había venido gestando silenciosamente con mucha paciencia desde el final de la guerra contra Irán en 1988 y su desenlace buscaba cortar definitivamente los lazos con Bagdad.


Eso en lo político, pero en el resto de las áreas que más involucradas estuvieron en la preparación del desarrollo de la crisis, tuvieron una intensa actividad hasta llegar a concretar lo que ya estaba planificado desde hacía tiempo y ello era, entrar a la región. El inducido fracaso de las conversaciones en “Jeddah” de julio de 1990 fue el detonador de los eventos por venir. Que a nadie le queden dudas de que la crisis sirvió magníficamente a dicho propósito y a la distancia queda también claro que Arabia Saudita fue parte (al menos sus núcleos vinculados a la inteligencia) en este plan. En realidad la familia real “Al Saud” siempre fue parte del Establishment político de Washington y haría cualquier cosa que se ajustaran a los intereses de la geopolítica del momento.


Cuando se comenzaron a esbozar las primeras sugerencias de lo que Washington debería hacer para tratar de contrarestar una potencial (o más bien imaginaria) expansión del ejército de Saddam Hussein sobre los campos petroleros sauditas, muchos ingenuamente susurraron -incluyendo por supuesto al estamento político argentino- “los árabes no toleraran que los infieles cristianos, y mucho menos los demonios estadounidenses, pisen el suelo donde se asientan las dos principales ciudades santuario del islam”. Ciertamente que el mundo árabe islámico se sacudió con la masiva llegada de tropas angloestadounidenses (y ello fue muy bien censurado por la prensa occidental) pero, no en Arabia Saudita que curiosamente tiene la responsabilidad de custodiar La Meca y Medina.


En aquellos momentos, el gobierno peronista de Carlos Menem trataba de congraciarse con Washington y con esta crisis encontró la oportunidad de oro. Con una gran ingenuidad, creían que con esto enmendarían el vergonzoso papel adoptado antes de finalizar la Segunda guerra mundial y pasarían sin pausa a ser parte de la OTAN. Desde la distancia, una muestra de candidez política imperdonable que reflejo en parte, el grado de improvisación de sus decisiones. 
Pero lejos de haberse asesorado con tiempo y compromiso y mucho menos contemplar todas las instancias que un compromiso semejante podrían producirse, los funcionarios (políticos y militares) argentinos se dejaron guiar por las versiones oficiales de la Casa Blanca que los medios norteamericanos difundían día y noche por satélite a todo el globo.


La campaña mediática de demonización del gobierno de Saddam Hussein y de Iraq fue una canallada que Washington y sus aliados reiterarían en otros complots por venir.

Ciertamente que Iraq había ocupado Kuwait pero las motivaciones que estuvieron detrás de ello y las propuestas para la resolución pacífica de la cuestión fueron despreciadas por Washington y deliberadamente ocultadas a la opinión pública en general (incluyendo claro, a la Argentina). 

Lo imperdonable de esto no es solo la tendenciosa –pero entendible- propaganda televisiva de la CNN o de los medios gráficos como “The Washington post” y “The New York Times”; eso era esperable.
Lo que no puede esperarse y mucho menos explicarse es que un gobierno (en este caso el argentino) se haya dejado llevar de las narices por toda esta intoxicación informativa y por medio de ella haya metido a su país en una guerra completamente ajena a sus intereses soberanos.



Detrás de todo el telón mediático de aquel entonces, los estrategas y asesores de defensa del Pentágono trabajaron día y noche para poner en movimiento una campaña que de no haber sido planificada décadas antes, hubiera sido imposible de montar en unos meses como lo hicieron. 

En razón de verdad la planificación para desplegar una monstruosa fuerza militar como la vista en aquel entonces, había sido concebida para la hipótesis de enfrentamiento con el Pacto de Varsovia en épocas de la Guerra Fría. Pero esta planificación no servía en su concepción original y hubo que remozarlo a las necesidades políticas y estratégicas de la ocasión y adaptarlo para hacer frente a un enemigo mucho más geográficamente limitado y pequeño.


Las fuerzas estadounidenses por si solas no podían afrontar el desafío de una operación militar tan compleja, incluso con el apoyo de sus aliados británicos. 

Fue por el ello que a instancias del Comando en jefe del Comando Central de los Estados Unidos USCINCCENT a la par de que desde La Casa Blanca se distraía a la opinión pública con supuestas gestiones de paz y esfuerzos de Naciones Unidas por distender la situación, los asesores y generales del Pentágono que ya estaban en Arabia Saudita preparaban las operaciones para el movimiento de un gigantesco ejército compuesto por los más variados sistemas de armas de varios países. En dichas planificaciones no estuvieron invitados los representantes de Naciones Unidas o alguna delegación de “Cascos Azules” de la UNPROFOR o unidad similar por el simple motivo de que quienes dirigirían las operaciones sería el USCENTCOM y respectivos comandos de operaciones tácticas a determinar en dichas conferencias.


No solo había que justificar la conformación de una Coalición internacional con una capacidad ostensiblemente ofensiva, algo para lo cual Naciones Unidas colaboro escandalosamente sino que había que armarla, coordinar sus operaciones y determinar objetivos dentro del TOK. 

Para ello y a instancias de EEUU se llevaron adelante dos conferencias importantísimas para establecer el grado de participación, capacidades, roles y objetivos a cumplir. Dichas reuniones se efectuaron entre el mes de octubre y noviembre de 1990 bajo un total hermetismo y lejos de la prensa en la ciudad saudita de Dhahran donde acudieron los representantes de cada fuerza armada que se había plegado a la iniciativa norteamericana ¿Acudieron representantes navales argentinos? No hay ninguna referencia o documento que dé cuenta de esto, no al menos que se conozca oficialmente.


Lo cierto que en la primera de estas reuniones, realizada a mediados del mes de octubre se discutió cuál debía ser la entidad de la fuerza para proteger a Arabia Saudita y al resto de los emiratos ante una hipotética ofensiva iraquí. Aunque Saddam no tenía la mínima intención de hacer algo así, el rumor servía a los propósitos de Washington. La primera conferencia denominada MAPEX realizada el 4 de Octubre en la ciudad de Dhahran, se discutió junto a los jefes de varias Armadas, como se desplegaría una defensa aérea, terrestre y naval sobre la región. Allí se determinó que dichas operaciones se denominaría “Escudo del Desierto” dejando en claro que se requerían de más fuerzas para llevar adelante otra fase que no era otra que la que luego se conocería como “Tormenta del Desierto”. Haberlo dicho públicamente en ese momento habría sido contraproducente e incluso podría haber espantado a varios de sus “espontáneos aliados” que como Argentina solo buscaban una mera participación figurativa.


Recordemos que para esos momentos, las naves argentinas que conformarían uno de los grupos de tareas de las operaciones, no habían llegado al Golfo Pérsico y se desconoce si oficiales o agregados del Estado Mayor de la Armada Argentina haya asistido las conferencias que aquí estamos tratando y mucho menos que hayan producido documentos referentes a dicho evento.


Para el 14 de noviembre se llevó a cabo la segunda conferencia en la cual solo asistieron los comandantes de las armadas de los países más relevantes (en la cual no estuvieron con seguridad los argentinos), donde se les revelo los planes y objetivos para una operación ofensiva posterior. Allí se definieron los grupos operativos (Task Forces) roles de combate, orientación y resolución de asuntos que durante las operaciones podrían sucederse y por supuesto, definir la protección, asistencia y apoyo de las rutas y vías de abastecimiento para una de las fuerzas militares desplegadas más grandes desde finales de la segunda guerra mundial. Recién para comienzos del mes de diciembre, EEUU y el Reino Unido comienzan a informar a sus principales aliados (en particular a Egipto) de cuáles serían los planes reales.


Sin dudas que esto demuestra que en Buenos Aires y mucho menos en la Casa Rosada, estaban al tanto de lo que implicaba su participación en aquella “fuerza multinacional. A la luz de esto, queda en evidencia que nadie sabía que esto iba mucho más allá que una operación de bloqueo naval a instancias de Naciones Unidas. Fue por ello que cuando vence el ultimátum para que las tropas iraquíes se retiraran de Kuwait y ya sin poder un paso atrás, la misión naval del grupo de operaciones T.88 quedo atrapada y sometida a los lineamientos de estos planes operativos que habían sido concertados en dichas conferencias.

12/1/24

CUANDO TENES EL RUMBO ERRADO

 

CUANTA INCIDENCIA TIENE EL NUEVO JEFE DE LA ARMADA ARGENTINA CONTRAALMIRANTE CARLOS MARIA ALLIEVI.

CON LA PRESENCIA DE ALGUNOS ABANDERADOS QUE SIGUEN UN ERRADO RUMBO.


Suboficial Julio Suarez y el Cte. Carlos Maria Allievi

EN EL CONGRESO ESTA TODO APROBADO, SE NIEGAN A PAGAR UNA INDENIZACION, O MISON DE PAZ U EN SU DEFECTO VETERANOS DE GUERRA DEL GOLFO PERSICO.
Por ello, el Presidente decidió abandonar la política de aislamiento seguida durante el período presidencial inmediatamente anterior y participar, en forma activa, en el seno de los organismos internacionales, para lo cual recibió el apoyo del Congreso.
Estaba claro que, en su fuero interno, el Dr. Menem no tenía ninguna intención de representar un país aislado y de limitada trascendencia internacional.
La intervención no fue totalmente aceptada por muchos argentinos; fue la primera vez desde la Guerra de Malvinas que nuestro país participaba en un conflicto armado, aunque fuera en calidad de Fuerza de Imposición de la Paz. La decisión del Gobierno y del Poder Legislativo generó y genera todavía opiniones distintas. El operativo recibió la denominación de Operación Alfil. La decisión En ese momento, el Poder Ejecutivo, mediante el Decreto 1871/90 del 19 de setiembre de 1990, decidió que la Argentina, a través de sus Fuerzas Armadas, concretamente la Armada, interviniera en el conflicto y, así, afirmara la política exterior de la Nación. No fue esta la única utilización, por parte del Poder Ejecutivo, de sus Fuerzas Armadas como herramienta de su política exterior.
UN POCO DE HISTORIA.
Por ejemplo, en 1962, durante la presidencia en los Estados Unidos de John Fitzgerald Kennedy, la Unión Soviética montó plataformas para el lanzamiento de misiles en Cuba, a pocos kilómetros del territorio estadounidense, y se conformó una Fuerza Naval Internacional que estableció un bloqueo a la isla de Cuba, tal que impidiera la llegada de los buques que portaban los misiles que serían instalados.
La Argentina envió dos buques de su Armada para participar de dichas operaciones de bloqueo. Este incidente parecía a punto de estallar en octubre de 1962, cuando llegaron a la zona de conflicto los destructores ARA Espora y ARA Rosales, y oficiales de nuestra fuerza aérea para participar en el bloqueo.
LA DECISION
En ese momento, el Poder Ejecutivo, mediante el Decreto 1871/90 del 19 de setiembre de 1990, decidió que la Argentina, a través de sus Fuerzas Armadas, concretamente la Armada, interviniera en el conflicto y, así, afirmara la política exterior de la Nación.
ALISTAMIENTO Y TRASLADO DE LAS UNIDADES
Se ordenó entonces a la Armada la preparación de dos unidades de su Flota de Mar para operar en la Fuerza Multinacional. Para llevar a cabo este cometido, se creó el Grupo de Tareas (GT) 88.0, bajo el mando del Capitán de Navío Eduardo A. Rosenthal.
Dicho Grupo estuvo compuesto por el destructor clase MEKO 360H2 ARA Almirante Brown (es de señalar, para evitar confusiones, La corbeta ARA Spiro acercándose al destructor ARA Almirante Brown La Spiro reabastiéndose, vista desde el Almirante Brown 10 LA MARINA ARGENTINA EN LAS OPERACIONES MILITARES MULTINACIONALES...
El alistamiento de los buques para la campaña se efectuó en no más de dos semanas, y la travesía hasta entrar al área de operaciones, cruzando el Canal de Suez, se desarrolló en otras cinco semanas. que este es el noveno barco de nuestra Armada que lleva ese nombre), que llevaría embarcados dos helicópteros Alouette III, y la corbeta clase MEKO 140A16 ARA Spiro.
De este modo, Río de Janeiro en Brasil, Dakar en Senegal, Tolón en Francia y Augusta en la costa este de Sicilia permitieron contar no solamente con víveres y combustible, sino también con adecuadas facilidades para reparaciones menores y la recepción de repuestos y de materiales imprescindibles para completar el alistamiento de los buques.
En estas circunstancias, se puso de manifiesto el apoyo brindado por las Armadas de Francia e Italia, en actitudes que superaban con énfasis la cordialidad esperable: las autoridades y el personal de las bases navales donde las unidades desplegadas hicieron escala se esforzaron notoriamente por satisfacer, en los perentorios lapsos que las circunstancias imponían, sus requerimientos.
El 28 de octubre, el destructor ARA Almirante Brown, seguido seis días después por la corbeta ARA Spiro, cruzó el Canal de Suez e ingresó en el área de operaciones.
Durante la primera fase, que se llamó Operación Escudo del Desierto y que duró hasta el 15 de enero de 1991, las unidades de la Armada Argentina participaron, cumpliendo lo dispuesto por el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional N.º 1871/90, en las tareas impuestas a través de la Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas N.º 665, que requería utilizar «…las medidas proporcionadas a las circunstancias concretas que sean necesarias […] para detener el transporte marítimo […] a fin de inspeccionar y de verificar sus cargamentos y destinos» y asegurar la aplicación de las disposiciones relativas al embargo impuesto a Irak.
A partir de fines de noviembre, la apreciación era que, por desgracia, la disuasión materializada por el embargo comercial no hacía mella en la voluntad de las autoridades iraquíes, y la lucha armada sería casi ineludible.
Una nueva Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la N.º 678 del 29 de noviembre, imponía una fecha límite, el 15 de enero de 1991, para que Irak restituyera la soberanía de Kuwait.
Autoriza que los Estados utilicen todos los medios necesarios para hacer valer y llevar a la práctica la Resolución N.º 660/90 (es decir, la liberación de Kuwait) y todas las Resoluciones pertinentes que siguieron para restablecer la paz y la seguridad internacionales en la región. Cuando una institución como la ONU utiliza dentro de su estudiada y ajustada fraseología diplomática una expresión como «emplear todos los medios», solo queda como conclusión que se emplearán las armas.
Así se llegó al fin de la primera quincena de enero. La iniciación de las hostilidades marcó un cambio en el tipo de operaciones que se desarrollarían.
Sin dejar de cumplimentar las eventuales tareas de verificación de embargo en el ahora ya muy raleado tráfico mercante en la zona, y luego de promulgada la Ley N.º 23904/91 por el Congreso de la Nación, el Grupo de Tareas argentino comenzó a ejecutar, en el marco de la ahora denominada Operación Tormenta del Desierto, las tareas de: −
Mantener expeditas las líneas marítimas de comunicación para las unidades de las otras Fuerzas que operaban en el área; − apoyar a dichas Fuerzas y − escoltar el tren logístico de estas Fuerzas. Este último quehacer consistía básicamente en brindar protección a los numerosos buques tanque y de transporte de munición que reaprovisionaban a diario a los grupos de batalla que operaban en el interior del Golfo Pérsico.
Señores esta todo dicho, todo esto fue peleado en el Congreso de la Nacion que es el ente autorizante de esta Guerra. Mas alla que la Marina dice tener que fue una Mision de Paz.







CON REGALOS NO, PAPELES EN MANOS.


4/1/24

CAMBIOS EN LA CONDUCCION DE LA ARMADA ARGENTINA



LOS DOS CONTRAALMIRANTE PASARON POR LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO 1990/1991, ESPERO SEPAN COMPRENDER Y DAR LA VIA QUE CORRESPONDE COMO VETERANOS DE UNA GUERRA EN EL MAR ARABIGO..



CONTRAALMIRANTE CARLOS MARIA ALLIEVI
(ARA BROWN)






CONTRAALMIRANTE MARCELO ALEJANDRO DALLE NOGARE
(ARA SPIRO)

MINISTERIO DE DEFENSA
Resolución 1/2024
RESOL-2024-1-APN-MD


Ciudad de Buenos Aires, 02/01/2024

VISTO el expediente EX -2023-153950562-APN-DGAM#MD, y

CONSIDERANDO:

Que resulta necesario disponer la designación de UN (1) Oficial Superior para la cobertura del cargo de Subjefe del ESTADO MAYOR CONJUNTO DE LAS FUERZAS ARMADAS.

Que el Oficial Superior considerado para dicho cargo cuenta con el perfil profesional adecuado para el desempeño de las funciones de la Conducción Superior de dicho Organismo militar que se le asignan.

Que se ha dado intervención a la DIRECCIÓN GENERAL DE ASUNTOS JURÍDICOS del MINISTERIO DE DEFENSA.

Que la presente medida se dicta en uso de las atribuciones conferidas por el artículo 2°, inciso 1, del Decreto N° 721 del 30 de mayo de 2016.

Por ello,

EL MINISTRO DE DEFENSA

RESUELVE:

ARTÍCULO 1° - Desígnase al Contraalmirante Marcelo Alejandro DALLE NOGARE (D.N.I. N° 17.381.988), como Subjefe del ESTADO MAYOR CONJUNTO DE LAS FUERZAS ARMADAS.

ARTÍCULO 2° - Regístrese, comuníquese, publíquese, dése a la DIRECCIÓN NACIONAL DEL REGISTRO OFICIAL y archívese.

Luis Petri

e. 04/01/2024 N° 190/24 v. 04/01/2024


Fecha de publicación 04/01/2024

30/12/23

GUERRA DE INTENSA DESPROPORCION

Esto en referencia a los argumentos del entonces gobierno argentino de Carlos Menem que trató de excusar la participación del país hablando de que sus tropas no formarían parte de las acciones beligerantes cuando en realidad, sirvió como apoyo logístico destacado para la concreción de aquellas. Igualmente, ello en dicho período no figura en la lista de misiones de paz.




Treinta y tre años después y una montaña de documentos acumulados, segun el Ministerio de Defensa dice no tener nada. No dejan lugar a dudas de lo que fue la guerra del Golfo Pérsico de 1991. Desde su inicio en la madrugada del 17 de enero, no cesaron los ataques y los bombardeos poniendo en evidencia el uso masivo e indiscriminado de toda clase de armas de destrucción masiva empleados en parte, contra emplazamientos urbanos en Kuwait e Iraq.

En realidad, jamás se hizo un estudio certero e imparcial de la cantidad de muertes y de heridos que causaron los raids de la Coalición Aliada ya que ello estuvo tácitamente avalado por Naciones Unidas y olímpicamente censurado (con la cooperación de la CNN) por el Departamento de Estado y el Pentágono. Igualmente, varios episodios quedaron expuestos pese al vano intento de la CNN de maquillarlos ante la opinión pública.

Es un capítulo de la historia que los norteamericanos y los británicos quieren mantener oculto bajo sus propias verdades amañadas, pese a que ellos mismos (sus veteranos) han sufrido y algunos quedan todavía sufriendo en carne propia los efectos de esta conflagración, que hay que señalar, fue el inicio de la actual inestabilidad reinante en el Medio Oriente.

Para Washington y sus socios, el olvido sería lo mejor ya que indagar en lo que implicó lograr que se retiraran los iraquíes de Kuwait pondría (una vez más) en entre dicho y en una crítica revisión la tan proclamada preocupación por los derechos humanos y el control de armas de Destrucción Masiva.

Cuando hace dos semanas se ventiló un informe de un investigador británico que confirmaba que la Royal Navy había despachado 31 armas nucleares al Atlántico sur en 1982, en realidad no revelaba nada nuevo. Hace 17 años atrás el profesor de Estudios de Guerra de la King´s College de Londres Sir Lawrence Freedman, había comprobado que la “Task Force” remitida a Malvinas llevaba consigo armamento nuclear.

Su repentina publicación y repercusión en los medios de acá solo responde a un interés político a poco de cumplirse los 40 años de la gesta. Sin dudas, es una cortina de humo que pretende cerrar las discusiones sobre si Londres había planificado usar bombas nucleares (WE177A) contra Buenos Aires si se veían arrinconados. Solo es un maquillaje mediático para distraer de las ojivas nucleares (color rojo) que aún se hallan en las bodegas del destructor “HMS Sheffield”, hundido por la fuerza aeronaval en las aguas argentinas (Cfr. Artículo de Rob Evans y David Leigh, publicado el sábado 6 de diciembre de 2003, The Guardian y "Los barcos de la Guerra de las Malvinas británicas tenían armas nucleares, Reuters, 06 dic 2003). Esto sin dudas, es un dolor de culo para los políticos en Buenos Aires quienes se ven presionados desde Londres para que esto pierda interés.

En el caso de la guerra del Golfo en 1991 también se dio la misma tapadera. Dejando de lado la naturaleza del conflicto y sacando las cuestiones políticas y financieras que se escondían detrás de la opaca intervención de Naciones Unidas (Acceso y Control geopolítico de EEUU en la región, el petróleo y los negociados que ha posterior se llevarían a cabo -Comida por petróleo-), la intensidad que tuvo esa guerra fue sin dudas más allá de lo convencional y prueba de ello quedó grabado en la salud de la población civil y de los mismos combatientes de la Coalición.

Los primeros despliegues realizados tras la invasión a Kuwait dejaron en claro hacia donde apuntaba todo. Más allá de la inexplicable velocidad con la que los norteamericanos llegaron, sus colegas británicos no tardaron en movilizarse llegando a colocar en el terreno a unos 53.000 hombres.

Pero en esta guerra no contó el número de hombres o de blindados sino, la tecnología y la potencia de las armas empleadas. Iraq contaba con un gigantesco ejército compuesto por un millón de hombres, pero estaba poco tecnificado y además tras años de ser aliados con Washington (por la guerra contra Irán), los norteamericanos conocían al detalle sus debilidades. Los iraquíes tampoco ignoraban esta situación y con su ingenio les dieron bastantes problemas en el terreno a los norteamericanos.

Aquí también, aunque no aparezca en los créditos la OTAN estuvo involucrada. Su mención no era oportuna y mucho menos conveniente debido a la situación geopolítica del momento con la disolución de la URSS en proceso y una incertidumbre de lo que ello podría provocar. Pero el Comandante del CENTCOM a cargo de las operaciones el General Norman Schwarzkopf y sus generales en Riad no habrían podido coordinar ni dirigir las operaciones de la mega fuerza acumulada (compuesta por 34 armadas) sin la asistencia de los satélites y de unidades navales que además del apoyo de combate necesario para el progreso de las acciones, proveyeron inteligencia electrónica (ELINT) que alimentaba al Software informático con el cual se llevó adelante el seguimientos de las operaciones militares.

Iraq solo ofrecía como contrapeso estratégico, sus misiles “SCUD-B” y algunas variantes modificadas que pese a las desproporcionadas ventajas de sus enemigos, dieron dolores de cabeza a los estadounidenses (con 81 lanzamientos).





La tecnología más avanzada estaba del lado de la Coalición Aliada y por ello llegaron a jactarse de que sus bombardeos eran “quirúrgicos” que solo tenían como blanco a unidades militares y políticas iraquíes. Pero los hechos demostraron todo lo contrario. Amplias zonas civiles de Bagdad demolidas por los bombardeos pusieron en entre dicho a Washington con la ley internacional (La Haya 1907, art. 48 del Protocolo I de 1977, Res. 2444 Naciones Unidas entre otras). Incluso las cifras publicadas por norteamericanos y británicos -sometidas a censura previa- delataban de esta grosera contradicción. Según sus fuentes entre 100.000 a 200.000 civiles (no objetivos legítimos) murieron en la llamada “Tormenta del Desierto” algo que, si consideramos que son cifras conservadoras y tentadas a la baja, estas podrían llegar a ser el doble demostrando claramente la ausencia de la regla de proporcionalidad en el uso de la fuerza (Art. 51).

Más allá de las argumentaciones que solían exponer los voceros del Pentágono y La Casa Blanca, la ley internacional humanitaria (CICR) era clara al prescribir “que nunca hay una justificación para el exceso de bajas civiles”. Según un informe de “Greenpeace International” las bajas civiles iraquíes llegaron a 210.000 calificando a la guerra como “la guerra más importante y destructiva de la historia moderna”. Con estos antecedentes queda claro que hablar de misión de paz dentro de este escenario, es un contrasentido y una absurdidad que no se reflejó en los hechos.

Informes del por entonces Ministerio de Salud de Iraq (que obviamente en occidente jamás dejaron publicar), las muertes habían superado los 250.000 civiles y dejando casi el doble de heridos de diversas consideraciones con el adicional del envenenamiento ambiental. Pero lo particular de estas aberraciones fueron los medios con los que se causaron. Pese a que los estadounidenses hablaban de ataques “quirúrgicos” y “puntuales”, sus bombas y misiles cayeron sobre caseríos, edificios, Mezquitas y colegios sin importarles si ellos pertenecían a sunitas o chiitas. Sumado a esto, la mayoría de estas bombas guiadas estaban armadas con Uranio (U-235) que no solo destruían un determinado objetivo sino, a todo el radio en decenas de metros a la redonda sumándole a esto, la contaminación por radiación del terreno.

El tipo de explosión de estos ingenios no solo apuntaban a destruir físicamente a los objetivos militares iraquíes sino también (y lo más maquiavélico) buscaba romper la psiquís colectiva mediante el terror y la desesperación algo de lo cual también el Protocolo I, en sus arts. 50 y 51 prohíbe de forma expresa.

Tampoco se respetaron los preceptos en referencia a las reglas sobre los combatientes tal como quedo reflejado en la innecesaria y cobarde masacre de soldados y civiles iraquíes que entre la noche del 27 al 28 de febrero se retiraban por la ruta 80 rumbo a Basora cuando ello no reportaba ninguna ventaja militar (Art. 52, Prot. I). Según un informe secreto de la entonces inteligencia iraquí se le informó por escrito a Saddam Hussein que unos 13.750 soldados habían muerto calcinados por el Napalm y bombas de racimo de los aviones norteamericanos y británicos.

El machaque aéreo y naval 24 horas al día durante cinco semanas sobre Kuwait e Iraq fue incesante e inmisericorde (6000 bombas por día), pero a pesar de ello, la breve pero letal respuesta de los iraquíes (con el uso de ojivas químicas de “Tabun y Sarin” montadas en algunos misiles SS1-SCUD y cartuchos de artillería) tuvo su correlato tardío con la aparición un par de años más tarde del llamado “Síndrome del Golfo” que sin dudas fue el producto de la contaminación venenosa surgida del efecto de estas armas y la radiación de sus propias bombas (Detectados por las Alarmas M8A1) y no de los bombardeos a fábricas de armas químicas vacías en “Muthanna” y “Faluya”. Igualmente los Aliados mantuvieron esto bajo un total hermetismo hasta que no se pudo tapar más. Fue por ello que la aparición de este síndrome fastidió a Washington e incluso por años, dieron la espalda a sus veteranos tratando de que sus casos no se conocieran.

Con esto en consideración y por las evidencias que reflejan el uso de estos armamentos con las consecuencias humanas queda claro que esta no fue una guerra convencional como se la querido vender.