VETERNOS DE HOY DE AYER Y DE SIEMPRE
Operaciones en el golfo
Pérsico (1990-1991
BANDERARAS DUEÑOS DEL COMBATE
Situación general.
Después de la invasión
de Irak a Kuwait en agosto de 1990, el Consejo de Seguridad de las NN.UU.
emitió una serie de resoluciones sucesivas, mediante las cuales se condenó a
Irak por la invasión y se le presionó a retirar sus fuerzas. La resolución 678/90 autorizó el uso de la
fuerza después de cumplirse el plazo perentorio otorgado al invasor para el 15
de enero de 1991. Esta resolución proporcionó el marco de legitimidad bajo el
cual se creó la mayor coalición militar a ser empleada en combate, después de
la Segunda Guerra Mundial, conformada por países de varios continentes y
regiones que unieron sus fuerzas a las del Medio Oriente. Debido a la
diversidad política, cultural y religiosa de los países que actuarían en un
mismo teatro de operaciones, se necesitó un enorme y creativo esfuerzo para
construir una estructura militar aceptable. En tierra fue necesario establecer
dos comandos: uno para las fuerzas integradas por países árabes y demás países
islámicos, y el otro para la fuerza combinada de los países occidentales,
encabezada por el General Schwarzkopf, Comandante en Jefe del Comando Central
de EE.UU. Las fuerzas francesas operaron bajo su propio mando, manteniendo
estrecha coordinación con ambos comandos internacionales.
En
el mar, por otra parte, no existió una estructura de mando y control
organizado. Los grupos que representaban a las diferentes marinas en el área,
permanecieron bajo el mando de sus propios comandantes de agrupación. Para
coordinar las diferentes actividades entre ellas, mensualmente se desarrollaron
conferencias, organizadas por un país diferente.
b. Operaciones.
La primera tarea asignada a las fuerzas navales,
por resolución 661/90 fue la de forzar las sanciones económicas impuestas a
Irak por el Consejo de Seguridad de las NN.UU. Las diferentes armadas
participaron colectivamente como una Fuerza de Interceptación Marítima (MIF),
conformando una fuerza organizada para interceptar la carga prohibida que fuera
transportada por buques que zarparan o recalaran a los puertos de Kuwait e
Irak. Las armadas de la región del Golfo contribuyeron a patrullar sus propias
costas. Las trece armadas no regionales que integraron la coalición
compartieron cuatro sectores de operación, en los cuales el oficial más antiguo
de cada uno asumía como coordinador local:
-
En el
mar Rojo: Francia, Grecia, España y EE.UU.
-
En el
golfo de Adén: Francia.
-
En el
golfo de Omán: Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, Francia, Holanda, España
y EE.UU.
-
En el
golfo Pérsico: Dinamarca, Italia, Noruega, Reino Unido y EE.UU.
Cuando comenzó la acción militar, las tareas de la
fuerza naval internacional se ampliaron. Las armadas regionales se concentraron
en el patrullaje de sus costas y en la protección de sus intereses costeros.
Las unidades de combate de Kuwait, Arabia Saudita, Reino Unido y EE.UU. se
integraron para desarrollar operaciones ofensivas antisuperficie. Los buques de
guerra de Argentina, Australia, Canadá, Dinamarca, Francia, Italia, Holanda,
Noruega y España, proporcionaron protección a las fuerzas logísticas de
combate.
Es destacable que este amplio despliegue de operaciones navales se haya
ejecutado exitosamente, sin existir una estructura de mando formal. Sin
embargo, se presentaron dos factores que ayudan a explicar esta situación.
Primero, once de las trece armadas no regionales de la coalición, pertenecían a
una misma organización militar, la OTAN; las otras dos, de Australia y
Argentina, se habían ejercitado por muchos años con la Armada de EE.UU., hecho
que les facilitó la uniformidad de procedimientos y de comunicaciones para
desempeñarse eficazmente en una fuerza combinada. El
segundo factor, y probablemente el más importante, fue el bajo nivel de amenaza
existente, pues más de 143 embarcaciones de Irak, la mayoría lanchas rápidas,
fueron destruidas o seriamente dañadas durante la guerra. Aquellas atacadas en
el mar, fueron hundidas por aviones y helicópteros, desde una distancia
superior al alcance de las armas iraquíes. De hecho, ningún buque de la
coalición fue atacado ni por buques ni por aeronaves y la única amenaza estaba
materializada por más de 1.167 minas fondeadas por Irak durante el conflicto.
Minas de contacto arrojadas por Irak
La Armada de Argentina contribuyó con dos grupos de
tarea de dos buques cada uno. El primero, zarpó del puerto Belgrano el 25 de
septiembre de 1990, compuesto por el destructor Meko 360 ARA Almirante Brown, construido en Alemania
en 1983 y la corbeta Meko 140 Almirante Spiro,
de diseño alemán, construida en Argentina y comisionada en 1987. El segundo
grupo de tarea argentino, fue desplegado desde puerto Belgrano en febrero de
1991, para relevar al primero. Estaba compuesto por la corbeta Meko 140 ARA Rosales, construida en Argentina y
comisionada en 1986, y el buque de carga de la clase Costa Sur, ARA Bahía San Blas, construido en Argentina
en 1978. La decisión política de enviar estos buques fue adoptada por orden
ejecutiva del presidente, quien autorizó al grupo de tarea a monitorear y
controlar el cumplimiento de la resolución N° 661/90 del Consejo de Seguridad
de las NN.UU. Es decir, autorizaba a los buques a participar en las operaciones
navales necesarias para materializar el embargo, impuesto por las NN.UU. a
Irak, misión que se traducía en múltiples tareas de interceptación de buques
mercantes en el mar, para controlar el tráfico de mercantes en el área y
chequear la carga transportada desde y hacia los puertos de Irak y Kuwait.
Posteriormente, cuando se inició la acción militar, el Congreso argentino
emitió una ley que autorizó el enfrentamiento en combate de sus buques,
permitiéndoles participar en operaciones de escolta y emplear el armamento en
acciones de autodefensa, sin facultarlos a participar en acciones de carácter
ofensivo.
El despliegue del primer grupo de tarea duró cerca
de ocho meses. Cada buque operó más de 120 días en el teatro; primero en el
golfo de Omán como parte de la Fuerza de Interceptación Marítima, desde el 28
de octubre hasta el 30 de noviembre de 1990; posteriormente en el golfo
Pérsico, desde el 1 de diciembre de 1990 hasta el 2 de marzo de 1991. Entre
octubre y noviembre, interceptaron 761 buques mercantes en el estrecho de
Hormuz. Desde diciembre a marzo, participaron en 17 misiones de escolta, desde
el área sur del golfo Pérsico hacia las áreas de ataque al norte del golfo,
donde operaba el grupo de batalla. Cada combatiente navegó 25.000 millas
náuticas en el teatro de operaciones y más de 20.000 millas en tránsito desde
Argentina hacia el Medio Oriente y de regreso. En el segundo grupo de tarea, la
corbeta ARA Rosales navegó 11.760
millas náuticas en el teatro, interceptando 337 buques mercantes, permaneciendo
fuera de puerto base por cinco meses y medio. Ninguno de los grupos de tarea sufrió
daños al material ni heridas personales durante la activa y exitosa
participación en el golfo Pérsico. Sin embargo, la integración en una coalición
internacional evidenció ciertos problemas que permiten visualizar cinco
factores que deben considerarse ponderadamente antes de desplegar unidades
navales a operaciones auspiciadas por las Naciones Unidas, especialmente por
las armadas que no pertenecen a la OTAN. Éstos, se analizan a continuación.
Factores
que debieran ser considerados antes del despliegue de unidades navales hacia
una operación de paz.
1. Entrenamiento.
En
el proceso de entrenamiento de las armadas, se distinguen generalmente tres
niveles. En el primero, cada unidad adquiere las conductas para operar con
seguridad en forma independiente. En un segundo nivel, se logra la capacidad
para operar con eficacia dentro de un grupo de tarea en el ámbito nacional,
donde los procedimientos tácticos, las doctrinas, publicaciones y sistemas de
mando y control, son los propios de la armada en cuestión; generalmente la
culminación del entrenamiento a este nivel se logra al poder participar con
eficacia en el ámbito de operaciones conjuntas. Sin embargo, en el tercer
nivel, cuando una unidad o grupo de tarea, participa con unidades de otras
armadas en operaciones combinadas, es cuando existen las mayores dificultades,
especialmente cuando emplean distintos lenguajes y sus sistemas de
comunicaciones, procedimientos y doctrinas son diferentes.
Las
armadas pertenecientes a la OTAN, han demostrado ser las mejor preparadas
cuando se ha debido improvisar alguna fuerza naval multinacional, especialmente
cuando las estructuras de mando y control no han sido de mucha formalidad. Por
ello, el entrenamiento que otras armadas puedan efectuar con aquellas, es muy valioso.
Tal es el caso de la participación en ejercicios UNITAS, TEAMWORK y RIMPAC, sin
mencionar otros ejercicios bilaterales con buques de guerra de armadas OTAN en
tránsito por aguas jurisdiccionales propias.
De
acuerdo a la experiencia argentina, uno de los ingredientes básicos que les
facilitó las buenas relaciones con unidades de otros países, fue la confianza
mutua, requerimiento esencial para el entendimiento y buen desempeño en grupo,
que se consigue principalmente con el reconocimiento del propio profesionalismo,
alcanzado con arduo entrenamiento y calificación del personal que integra las
dotaciones, especialmente de los oficiales que deben asumir el control de las
comunicaciones y de la conducción de las diferentes actividades operativas. En
el golfo Pérsico, Argentina conocía la doctrina, procedimientos y publicaciones
OTAN, empleados por las armadas occidentales participantes, gracias a la
experiencia obtenida durante muchos años de ejercicios combinados UNITAS, con
la Armada de EE.UU.
La experiencia argentina indica que existen a lo
menos cuatro requisitos para poder participar en fuerzas multinacionales de la
OTAN. El primero corresponde a un sistema de comunicaciones confiable, que
exige procedimientos comunes, publicaciones actualizadas, entrenamiento de los
operadores y un apropiado equipamiento, que debe ser compatible con el de las
otras unidades. El segundo factor es la capacidad para efectuar
reaprovisionamiento en la mar, lo que exige entrenamiento y destreza de la
dotación, disponibilidad de sistemas de recepción de combustible compatibles y
la capacidad para consumir el tipo de petróleo recibido desde los petroleros de
flota; cada buque del primer grupo de tarea argentino que estuvo desplegado en
el golfo Pérsico, debió realizar más de 17 maniobras de reaprovisionamiento en
la mar, con 10 petroleros diferentes. Otro factor es la capacidad de recibir y
apoyar helicópteros a bordo, actividad que implica poseer el equipamiento
apropiado y exige entrenar las evoluciones y procedimientos tácticos
necesarios, dentro de los estándares de seguridad exigidos. Finalmente, es
necesario conocer las regulaciones de seguridad aplicadas por las armadas
pertenecientes a la OTAN, especialmente referidas a los sistemas de armas.
2. Doctrina, procedimientos y publicaciones.
Es
esencial para poder realizar operaciones combinadas entre unidades de
diferentes armadas, que todas posean doctrinas, procedimientos y publicaciones
comunes. Destaco algunas reflexiones de Wayne Hughes, en su libro Táctica de Flotas, que cobran plena
validez en operaciones de paz. “La
doctrina normaliza las tácticas con el fin de abreviar el planeamiento de detalle de cada operación
individual. Se trata, en efecto, de planes genéricos sobre lo que es posible
adiestrarse y practicar con prescindencia del contexto de misiones específicas.
Se necesitan instrucciones de combate modernas, carentes de la rigidez impuesta
por las viejas instrucciones permanentes de combate. Un plan de operaciones es
simplemente la doctrina específica de una misión”. También, “Cuando más
inestable sea la composición de las fuerzas navales, más aguda será la
necesidad de órdenes y procedimientos tácticos normalizados”.6
La
creación de doctrinas y procedimientos es un proceso largo que normalmente
comienza en los niveles más bajos de instrucción y entrenamiento táctico, que
requiere de muchos años de estudio y práctica. Para aquellas armadas
interesadas en aumentar su participación en operaciones combinadas,
especialmente si no poseen publicaciones aliadas, la falta de una base común de
conocimientos constituye una tremenda barrera y en tal sentido, el marco
doctrinario de la OTAN facilita enormemente la interoperabilidad de las armadas
que pertenecen a esa organización. En el caso argentino, cuando desplegó sus buques
en el golfo Pérsico, contaba con una razonable base de experiencia, obtenida
por años de entrenamiento y operación con doctrinas, procedimientos y
publicaciones aliadas. Sin embargo, experimentó problemas de nivel operativo
debido a la falta de actualización de sus publicaciones, especialmente las de
procedimientos, aunque esto no derivó en problemas mayores debido al bajo nivel
de amenazas que prevalecía en el teatro. En un ambiente de mayor hostilidad,
los riesgos para las unidades pueden ser muy grandes, siendo esencial que antes
del despliegue al teatro de operaciones, se verifique el cumplimiento de todos
los cambios editados en las publicaciones aliadas.
3. Instrucciones del nivel político y reglas de
enfrentamiento.
Las
instrucciones que imparten los gobiernos a sus armadas desplegadas a misiones
de paz, no siempre son coincidentes y en algunos casos pueden ser muy
restrictivas, exigiendo a sus unidades navales el cumplimiento de reglas de
enfrentamiento particulares, que podrían poner en riesgo su propia seguridad y
la de la operación. Esta situación se presentó en el golfo Pérsico debido al
gran alcance de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las NN.UU., que
siendo promulgadas en etapas sucesivas, fueron
incrementando
el nivel de presión contra Irak, sin que hubiese existido un acuerdo político
previo entre los países que desplegaron fuerzas a ese teatro. Muchas
agrupaciones navales llegaron al área con la sola autorización de sus gobiernos
para imponer sanciones económicas. Sin embargo, cuando la autorización de las
NN.UU. a emplear la fuerza derivó en el inicio de la guerra, cada miembro de la
coalición debió redefinir al nivel político su grado de compromiso, antes de
enfrentar el nuevo y cambiante escenario. En el ámbito naval, la coalición fue
dividida en tres grupos principales de acuerdo a sus instrucciones políticas.
Las armadas que no tenían restricciones para el empleo de la fuerza, realizaron
las operaciones ofensivas, conducidas por EE.UU. Un segundo grupo, más
restringido políticamente, fue organizado para apoyar y proteger las líneas de
comunicaciones marítimas logísticas. Finalmente, las armadas que debieron
mantener sus tareas originales, se emplearon solamente en operaciones de
interceptación marítima. Dentro de cada grupo, existían otras restricciones
nacionales, tales como niveles de riesgo permitido o distancias de seguridad a
ciertas áreas geográficas, que obligaban a crear algunas subdivisiones. Para
prevenir estos problemas, es necesario algún tipo de acuerdo previo entre los
países comprometidos en una operación de las NN.UU., sobre el nivel de fuerza
que cada uno estará dispuesto a autorizar.
Otro
aspecto que debiera definirse antes del despliegue de fuerzas, es el de las
Reglas de Enfrentamiento (ROE), que deben ser coherentes con las instrucciones
políticas. En el golfo Pérsico, las diferentes agrupaciones debieron
coordinarse para poder definir reglas de enfrentamiento comunes que les
permitiera actuar bajo un mismo mando. Esta situación fue aún más compleja para
las armadas de Argentina y Australia, que al no pertenecer a la OTAN vieron
acentuadas sus diferencias de lenguaje, lo que les dificultó llegar a una
definición común de ciertos términos esenciales para los buques de guerra,
tales como “acto hostil” e “intención hostil”. Por ello, sería muy valioso que
bajo la dirección de las NN.UU., se desarrollara un lenguaje técnico, común y
específico, para ser empleado en operaciones multinacionales, que permitiera
establecer una lista de reglas de enfrentamiento estandarizada. Asimismo, en
eventuales operaciones auspiciadas por las NN.UU., cuyos ambientes de
hostilidad sean previsiblemente variables, se le debiera otorgar, a los
diferentes niveles de mando de fuerzas multinacionales, las facultades
necesarias para modificar las ROE de acuerdo a los cambios en la situación del
teatro. Esto debiera ser conocido y aceptado por los gobernantes involucrados,
antes de decidir enviar sus fuerzas a estas operaciones.
4. Mando, Control y Comunicaciones.
De
acuerdo a experiencias en el golfo Pérsico, donde la coalición adoptó una débil
estructura de mando y control para permitir a las diferentes armadas, mantener
sus unidades bajo mandos nacionales, los principales problemas que afectaron a
las unidades argentinas, por no pertenecer a la OTAN, fueron la falta de
sistemas criptográficos y de datalink compatibles, situación que dificultó
seriamente su integración dentro de la fuerza naval multinacional.
Esto,
tal como ocurrió con las publicaciones, no tuvo repercusiones graves debido al
bajo nivel de hostilidad del teatro. Asimismo, gracias a las conferencias de
coordinación y a que las tareas asignadas constituían actividades familiares,
los grupos de tarea argentinos pudieron cumplir sus misiones en forma exitosa,
especialmente después de iniciadas las hostilidades, cuando debieron escoltar a
los buques que materializaban el tren logístico aliado y patrullar ciertas
áreas para proteger a algunas unidades navales mayores. En esa etapa, los
buques se mantuvieron bajo el mando nacional, pero bajo el control táctico del
comandante del grupo de tarea canadiense, que como comandante de la Fuerza
Logística Combinada (CLF), condujo en excelente forma a las unidades de las
armadas que la integraban (Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca,
Francia, Italia, Holanda, Noruega, España,
Reino
Unido y EE.UU.), a pesar de las limitaciones mencionadas.7 Considerando que ni los
sistemas criptográficos ni los datalink se pueden improvisar en el proceso de
integración a una coalición, es necesario lograr acuerdos políticos previos
para obtenerlos y efectuar los esfuerzos técnicos necesarios para instalarlos,
antes del despliegue de unidades navales a una operación de paz multinacional.
Una vez solucionados los problemas de datalink y sistemas criptográficos, se
deben adoptar ciertas decisiones al nivel político que conciernen a la
estructura de mando y control en una coalición multinacional, pues la ONU, que
auspicia las operaciones de paz, ha demostrado carecer de la capacidad para
establecer una autoridad, que bajo su delegación, ejerza el mando y control
operacional de las fuerzas navales aportadas por los diferentes miembros de la
ONU, para una misión en particular. En la operación “Tormenta del Desierto”,
las conferencias de coordinación permitieron establecer una estructura de mando
informal que funcionó gracias al bajo nivel de hostilidad existente. Sin
embargo, en la eventualidad de mayores hostilidades, será necesario el
establecimiento previo de una cadena de mando formal, al estilo de la que
emplean las fuerzas que integran la OTAN.
5. Logística.
De
acuerdo a la experiencia de las unidades navales argentinas desplegadas al
golfo Pérsico, el hecho de contar con buques construidos pocos años atrás, ya
sea en Alemania o Argentina, con diseño y sistemas de acuerdo a estándares de
la OTAN, les facilitó enormemente su participación en la operación, donde
alcanzaron un razonable nivel de interoperabilidad con las armadas de esa
organización, especialmente con aquellas que compartían sistemas comunes, pues
les facilitó la obtención de repuestos y servicios, permitiéndoles cumplir
exitosamente su misión a pesar del elevado grado de actividad al que fueron
sometidas. Asimismo, contribuyó al éxito de la operación el factor humano
representado por el entrenamiento y capacidad profesional de las dotaciones.
Cabe destacar la dificultad que afecta a las
armadas de regiones lejanas a eventuales teatros de operaciones, debido a las
enormes distancias que deben navegar para dirigirse al área de despliegue y
para regresar a sus puertos bases. Por ejemplo, las unidades argentinas
tuvieron que navegar 11.000 millas náuticas en su tránsito hacia el golfo
Pérsico, debiendo hacer recaladas operativas para reaprovisionamiento, en
Brasil, Senegal, Francia e Italia, debido a la falta de un buque de apoyo
logístico que las acompañara. En los primeros dos países, sólo recibieron
combustible, mientras en Europa obtuvieron una valiosa cooperación de las
armadas de Italia y Francia, que les permitió incrementar sus niveles de
alistamiento, recibiendo gran variedad de repuestos y accesorios para la
mayoría de sus equipos, y los servicios necesarios para ajustar el sistema
degaussing, debido a la necesidad de minimizar la firma magnética en precaución
contra las minas. Cuando los buques arribaron al área de la misión, comenzaron
a recibir petróleo desde los diferentes petroleros desplegados en el área;
recibieron asistencia médica especializada desde dos buques hospitales y
establecieron una línea de comunicaciones aérea desde Argentina con los
Emiratos Árabes para las otras necesidades logísticas.
Conclusiones.
Dentro
de las opciones que pueden barajarse en una operación auspiciada por las
NN.UU., los buques pueden ser muy útiles como instrumentos para lograr la paz
en conflictos en que se disputen recursos pesqueros o delimitaciones marítimas.
El prolongado período que puede permanecer un buque en el área de una misión,
le facilita el control y monitoreo de fuerzas navales de partes en disputa,
dentro de áreas neutralizadas. Asimismo, los buques y sus embarcaciones pueden
ser eficazmente empleados en áreas ribereñas para verificar el cese del fuego u
otras situaciones que requieran situar a observadores a bordo de estas
plataformas,
o desembarcar observadores en costas donde rivales en disputa acepten la
mediación de las NN.UU. En general, como ocurrió en el golfo de Fonseca, las
operaciones navales ampliaron el espectro de posibilidades para solucionar
conflictos en escenarios de carácter marítimo.
Ante
eventuales exigencias de las NN.UU. en una operación de mantenimiento de la paz
(cap.VI), de desmontar los sistemas de armas de los buques a desplegar, en
beneficio del consenso entre las partes, se deben ponderar seriamente los
riesgos para la seguridad de éstos, pues quedarían con su capacidad de
autodefensa seriamente afectada. Asimismo, aunque puede ser fácil desmontar un
cañón en una lancha patrullera, en una destructor o una fragata, la situación
podría ser inviable, por los elevados costos y complejidad del desmonte de sus
sistemas de armas, dificultando satisfacer los tiempos de respuesta exigidos
por las NN.UU., sin considerar los altísimos costos y tiempo que consumiría
reinstalar y volver a poner en marcha los correspondientes sistemas, al término
del despliegue.
Las
operaciones de paz exigen a las unidades navales la observancia de una serie de
factores para el éxito de su desempeño, siendo relevante el buen estado del
material, la estandarización logística en beneficio de la interoperabilidad y
el entrenamiento que pueden obtener en operaciones combinadas con unidades de
la OTAN, al permitirles ganar experiencia sobre su doctrina y procedimientos,
toda vez que dicha organización ha sido la única capaz de organizarse y crear
una estructura razonable de mando y control, cuando se ha debido organizar una
fuerza naval multinacional. Asimismo, existen decisiones del nivel político que
deben ponderarse antes del despliegue, relacionadas con el grado de compromiso
con la misión y nivel de empleo de la fuerza que se autorizará a las unidades
en el teatro de operaciones.
* Capitán de Fragata. Oficial de Estado Mayor.
Ingeniero Naval Electrónico.
1. D.S. Nº 68/99 que modifica
el D.S. Nº 94/96, que aprobó la política nacional para la participación del
estado chileno en operaciones de mantenimiento de la paz.
2. D.S. Nº 2.217/99 que
promulga el memorando de entendimiento con las Naciones Unidas sobre las
aportaciones al sistema de acuerdos de fuerzas de reserva de las N.U.,
3. Carta de las Naciones Unidas.
4.
“The Argentine Navy and
United Nations Peacekeeping Operations in the Gulf of Fonseca”, CF Juan Carlos
Neves de la Armada Argentina, Naval War College Review, Winter 1994, pp. 40-66.
5.
“Interoperability in
Multinational Coalitions –Lessons From the Persian Gulf War”, CF J. C. Neves,
Armada Argentina, Naval War College Review, Winter 1995, Vol XLVIII, Nº 1, pp.
51-62.
6. Wayne Hughes; Táctica de Flotas, p. 240.
7.
The Canadian Navy in the Persian Gulf; Lt(N)
Richard Gimblett.
BIBLIOGRAFÍA
- D.S. Nº 68/99, publicado en Diario OƒOcial de la República de Chile,
número 36.510; Santiago, miércoles 10 de noviembre de 1999.
- D.S. Nº
2.217/99, publicado en Diario OƒOcial de la República de Chile, número 36.611;
Santiago, sábado 11 de marzo de 1999.
- Carta de
las Naciones Unidas, publicada por el Departamento de Información Pública de
las NN.UU. DPI/511, reimpresa en octubre de 1997.
-
“The Argentine Navy and
United Nations Peacekeeping Operations in the Gulf of Fonseca”, CF Juan Carlos
Neves de la Armada Argentina, Naval War College Review, Winter 1994, pp. 40-66.
-
“Interoperabiliy in
Multinational Coalitions –Lessons From the Persian Gulf War”, “CF Juan Carlos
Neves de la Armada Argentina, Naval War College Review, Winter 1995, Vol
XLVIII, Nº 1, pp. 51-62.
- “Táctica
de Flotas”; Wayne Hughes, p. 240.
- “Multinational Naval
Operations: The Canadian Navy in the Persian Gulf, 1990-91”, Lt (N) Richard
Gimblett. Canadian Defence Quarterly.
Agosto 1992, pp.25-31.