9/2/21

LA PARTICIPACION ARGENTINA EN LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO






A lo largo de este breve ensayo analizaremos una serie de variables internas y externas que creemos, dieron por resultado la implementación por parte de Argentina, de una política exterior inédita para este país: "El abandono de la histórica neutralidad en conflictos bélicos que no le incumben directamente"(Simonoff, 2004; p:2). 

La reconversión de la política exterior argentina, de acuerdo con Ferreri (2002), surge de la decisión del presidente Menem, y un grupo cercano de asesores, de reinsertar al país en una posición destacada en el sistema internacional. De acuerdo con el autor, la reconversión política respondió a factores tanto internos como externos, y es en base a esta división que buscaremos comprender la decisión de participar en el conflicto del Golfo Pérsico. 

Con el fin de brindar un entendimiento integral del tema, utilizaremos distintos niveles de análisis por medio de los cuales, creemos, será suficiente para comprender la política implementada:-En primer lugar brindaremos una descripción de la situación política y económica que atravesaba el país durante los primeros años del mandato del presidente Menem y los desafíos a los que este debía enfrentarse en lo inmediato.-En segundo lugar, brindaremos un análisis en el que evaluaremos de qué manera los cambios en la política internacional motivaron a la toma de acciones por parte de los países con el fin de posicionarse dentro de este nuevo orden mundial.-En tercer lugar, trataremos la cuestión de las fuerzas armadas nacionales. 

Creemos que la, para entonces no resuelta cuestión militar, influenció el camino de inserción internacional tomado por el gobierno del presidente Menem, por lo que brindaremos una descripción general de la situación e intentaremos comprender de qué manera esta influyo en la política exterior argentina.-Por último analizaremos el papel que jugó la política en la toma de decisiones. Por un lado, a través del estudio racional llevado adelante por el gobierno para justificar la intervención militar, y por el otro, el peso que tuvieron las oposiciones hacia la política exterior del gobierno de Menem, y de qué manera estas oposiciones fueron sorteadas por el ejecutivo. Situación política y económica interna 

El presidente Menem asume el gobierno en medio de una profunda crisis económica y social. La crisis de la deuda externa surgida a partir de la denominada "segunda crisis del petróleo" 1 , y de las políticas económicas tomadas por los gobiernos anteriores, dio por 1 La denominada "segunda crisis del petróleo" tiene lugar en 1979 a partir de las consecuencias de la revolución iraní y la guerra entre Irak e Irán, que dio por resultado una fuerte suba en los precios del petróleo. El alza de precios del sector petrolero se tradujo en un déficit comercial en países importadores mientras que en los países exportadores se evidenció un fuerte superávit. Ante esta situación, los países no


A lo largo de este breve ensayo analizaremos una serie de variables internas y externas que creemos, dieron por resultado la implementación por parte de Argentina, de una política exterior inédita para este país: “El abandono de la histórica neutralidad en conflictos bélicos que no le incumben directamente”(Simonoff, 2004; p:2). 

La reconversión de la política exterior argentina, de acuerdo con Ferreri (2002), surge de la decisión del presidente Menem, y un grupo cercano de asesores, de reinsertar al país en una posición destacada en el sistema internacional. De acuerdo con el autor, la reconversión política respondió a factores tanto internos como externos, y es en base a esta división que buscaremos comprender la decisión de participar en el conflicto del Golfo Pérsico. Con el fin de brindar un entendimiento integral del tema, utilizaremos distintos niveles de análisis por medio de los cuales, creemos, será suficiente para comprender la política implementada:

-En primer lugar brindaremos una descripción de la situación política y económica que
atravesaba el país durante los primeros años del mandato del presidente Menem y los
desafíos a los que este debía enfrentarse en lo inmediato.
-En segundo lugar, brindaremos un análisis en el que evaluaremos de qué manera los
cambios en la política internacional motivaron a la toma de acciones por parte de los países con el fin de posicionarse dentro de este nuevo orden mundial.

-En tercer lugar, trataremos la cuestión de las fuerzas armadas nacionales. Creemos que la, para entonces no resuelta cuestión militar, influenció el camino de inserción internacional tomado por el gobierno del presidente Menem, por lo que brindaremos una descripción general de la situación e intentaremos comprender de qué manera esta influyo en la política exterior argentina.

-Por último analizaremos el papel que jugó la política en la toma de decisiones. Por un lado,
a través del estudio racional llevado adelante por el gobierno para justificar la intervención militar, y por el otro, el peso que tuvieron las oposiciones hacia la política exterior del gobierno de Menem, y de qué manera estas oposiciones fueron sorteadas por el ejecutivo.

Situación política y económica interna
El presidente Menem asume el gobierno en medio de una profunda crisis económica y
social. La crisis de la deuda externa surgida a partir de la denominada “segunda crisis del petróleo”, y de las políticas económicas tomadas por los gobiernos anteriores, dio por



La denominada “segunda crisis del petróleo” tiene lugar en 1979 a partir de las consecuencias de la revolución iraní y la guerra entre Irak e Irán, que dio por resultado una fuerte suba en los precios del petróleo. El alza de precios del sector petrolero se tradujo en un déficit comercial en países importadores mientras que en los países exportadores se evidenció un fuerte superávit. Ante esta situación, los países no

resultado periodos hiperinflacionarios, devaluaciones recurrentes y déficit fiscal que en términos sociales, produjeron una sensación de agobio en el pueblo argentino, quien demandaba hacia la nueva administración la restauración del orden público, estabilidad y crecimiento económico (Aranda, 2004).

La administración Menem, de acuerdo con Colombo (2005) y Aranda (2004) definió el
interés nacional en función de la necesidad de alcanzar el desarrollo económico. Y para alcanzar ese desarrollo, sostienen los autores, el gobierno consideró esencial una
reinserción exitosa en la economía global, por un lado a través del fomento del comercio internacional y las inversiones extranjeras, pero por el otro, a través del alineamiento estratégico hacia los Estados Unidos. Es así como el gobierno del presidente Menem basaría, en adelante, su política exterior según propuesto por la teoría del Realismo
Periférico (Hens & Sanahuja, 1995), aceptando y subordinándose ante el liderazgo
estadounidense, y alineando sus políticas en función de las necesidades del gran hegemón.

Redefinición de la política exterior argentina: En busca de un lugar en el nuevo orden
mundial
Con la finalización de la Guerra Fría, se dio comienzo a una era unipolar en la que los
Estados Unidos surgieron como el vencedor sin atenuantes por sobre su adversario, la
Unión Soviética (Aranda, 2004). La relajación en las tensiones internacionales permitieron a los Estados Unidos impulsar con mayor ímpetu las políticas económicas del consenso de Washington por un lado, y promover una serie de políticas para abordar la cuestión de la deuda en los países latinoamericanos con el fin de revertir los efectos de la denominada “década perdida ” por el otro (Colombo, 2005).
Estos cambios en la configuración de poder global tuvieron el nombre de “nuevo orden mundial

”, y de acuerdo con Míguez (2010), dieron lugar a una integración entre los países
desdibujando las barreras políticas y planteando la necesidad de sostener “valores
internacionales” y “legalidad internacional” en pos del mantenimiento de ese nuevo
ordenamiento. Desde esta concepción, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue
interpretado como un ataque a este orden mundial, y a la comunidad internacional en su conjunto. Y es en base a este diagnóstico, afirma Míguez (2010), que el núcleo cercano al productores de petróleo tomaron dos caminos. Por el lado de las economías desarrolladas, se redujo el gasto corriente, mientras que por el de los países en desarrollo, esperando que el alza de los precios sea
transitorio, se hizo lo opuesto, generando así un doble déficit de cuenta corriente: uno producto de las mayores cuentas provocadas por los precios del petróleo y el otro, por las mayores exportaciones netas logradas por los países industriales. Para 1980, se observa una fuerte tendencia contractiva en la política
monetaria de los países industriales que tiene como consecuencia la suba de la tasa de interés de corto y largo plazo en todos los mercados, incluido al de capitales (Valdés, 1988)

Consenso de Washington es el nombre por el que se conoce a una serie de postulados elaborados por el economista John Williamson a ser aplicados por los países en vías de desarrollo durante la década de 1990
(Josep, 2000).

Término acuñado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe para describir a la década de
1980 en la que los países latinoamericanos experimentaron recurrentes crisis económicas (Borja, 2017)

Término acuñado por el presidente George Bush Sr. para referirse al orden surgido bajo el liderazgo estadounidense luego de la caída del muro de Berlín (Míguez,      2010).

presidente Menem encontró la justificación para dar impulso al alineamiento hacia los
Estados Unidos por medio de la vía militar.
El nuevo orden mundial imponía a los países del anteriormente denominado tercer mundo dos opciones: El neutralismo como política exterior, o la adhesión irrestricta al esquema planteado por Washington (Ferreri, 2002).
Los beneficios de la segunda opción, y permítasenos citar in extenso a Ferri (2002; p: 
consistían en:

“[…] entrenamiento gratis y del mejor nivel para la Armada Argentina, buenos
sueldos para los hombres que participaron de la operación, importantes negocios
en la reconstrucción de Kuwait, y un incipiente nuevo rol para unas fuerzas armadas
argentinas que están gravemente necesitadas de una razón de ser y de una misión
significativa, ahora que las principales hipótesis de conflicto con los países limítrofes
quedaron descartadas (Escudé, 1989; p: 39)”

De acuerdo con Simonoff (2004), y agregando a lo planteado por Escudé (1989), el
acercamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar, buscaba obtener,
además de las ganancias de tipo económico producto de la reconstrucción de Kuwait,
ganancias en términos políticos, al romper con la histórica posición antiestadounidense llevada adelante por parte de la Argentina. Simonoff (2004) agrega además que el alineamiento argentino hacia los Estados Unidos se vio materializado por un aumento en el envío de tropas al extranjero bajos dos formas: Coaliciones multinacionales (Guerra del Golfo, Haití) o aquellas mandadas por las Naciones Unidas (misiones humanitarias y de paz). La intervención argentina en el Golfo, de acuerdo con el autor, constituye un claro ejemplo del cambio de rumbo en la política exterior argentina que, como se dijo, rompió con la histórica neutralidad.

Creemos que lo especialmente destacable de esta política es el carácter sin precedentes de la misma, ya que abrió, en palabras de Vignolles (2003) “[…] la oportunidad para la República Argentina en su proceso de reinserción en la escena internacional, cambiando el perfil aislacionista, errático y no alineado que la caracterizaba (p: 150)”
Creemos pertinente mencionar que en el ámbito regional no fue bien recibida por parte del resto de los países del Cono Sur, con excepción de Uruguay. Tanto Brasil como Chile, plantearon cuestionamientos reiterados por la no consulta previa a la toma de la decisión de participar en el conflicto (Vignolles, 2003).

La cuestión militar

Las dificultades para encontrar una respuesta a la denominada “cuestión militar”
durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, fue uno de los desencadenantes de la caída de su gobierno

(Fair, 2011). El gobierno del presidente Menem, sostiene el autor, debía
encarar la compleja tarea de solucionar este asunto sin repetir los errores cometidos
durante el gobierno anterior, con el fin de darle un cierre definitivo.
El abordaje llevado adelante por el presidente Menem hacia la cuestión militar, incluyó la eliminación de los mandos de los militares afines a los sublevados denominados
“carapintadas”, y sublevó al generalato ante el poder político por medio del gesto que
representaron los indultos brindados por el gobierno a la plana mayor de las fuerzas
armadas. De esta manera, quedaron sentadas las bases para llevar adelante un plan de
ajuste por parte del gobierno, por medio del cual se redujo notablemente el presupuesto en defensa y se privatizó casi la totalidad del “imperio industrial militar”, debilitando la posición de poder que los militares históricamente habían ostentado como actores de la política interna (Fair, 2011).
A las medidas políticas y económicas llevadas adelante por el presidente Menem, creemos pertinente destacar, se suman cuestiones no menores que contribuyeron a debilitar el poderío militar. Por un lado, el debilitamiento de la imagen de las fuerzas armadas frente a una gran parte de la sociedad producto de crímenes cometidos durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional”. Por otro lado, como afirma Fair (2011), debido al golpe sufrido por la moral militar luego de la derrota de Malvinas, y el “clima de época” en favor de la democracia liberal. Estas cuestiones, creemos, son las que permitieron la
implementación exitosa de las políticas que diezmaron el poder militar dentro de la sociedad política. Aunque el nuevo panorama mostraba a las Fuerzas Armadas  subordinadas ante el poder político y sin intenciones aparentes de sublevación entre sus mandos, surgía una pregunta que debía ser respondida si se pretendía sostener esta delicada situación:

¿Qué rol cumplirían las Fuerzas Armadas en adelante?
Creemos que la respuesta a esta pregunta constituye uno de los factores fundamentales
para explicar, tanto el aumento en la participación argentina en misiones de paz, como la participación de las fuerzas armadas en la Guerra del Golfo.
Con la distención final de la Guerra Fría, y el establecimiento del ya mencionado “nuevo orden mundial”, se eliminan (al menos en parte) dos de los principales“enemigos a combatir” por las Fuerzas Armadas. Por un lado, producto de la catastrófica caída de la Unión Soviética desaparece por completo la posibilidad de cualquier intento de asonada

Por cuestión militar nos referiremos a las tensiones remanentes entre las Fuerzas Armadas (y sus diferentes facciones) y la política argentina tras la vuelta de la democracia luego de 1983.

“Expresada en el trágico episodio de semana santa de 1987 y los sucesivos levantamientos militares de diciembre de 1988 y enero de 1989” (Fair, 2011:1).

Con esto nos referimos a la serie de decretos presidenciales firmados entre 1989 y 1990 por medio de los cuales se brindaba una amnistía, tanto a los militares sublevados en los denominados “alzamientos carapintadas”, como a la cúpula militar que gobernó al país durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional” y a líderes guerrilleros (Fair, 2009). socialista o comunista en la región. Por el otro, se ve reducida casi a su mínima expresión
cualquier hipótesis de un conflicto armado directo con países vecinos producto de la nueva etapa de cooperación e integración global bajo el liderazgo de los Estados Unidos.

Ante la descripta nueva situación internacional, y teniendo en cuenta las vulnerabilidades
mostradas por el sistema democrático argentino, la administración del presidente Menem,
sostiene Vignolles (2003), se encontró frente a la compleja tarea de reintegrar a las Fuerzas Armadas dentro del contexto democrático con el fin de, por un lado mantener la continuidad de la delicada democracia de la época, y por el otro, devolverles el prestigio y el valor perdidos dentro de la sociedad y sobre todo, mantener los niveles de profesionalización a pesar de los recortes en materia de defensa.
Con la reinserción de las fuerzas armadas dentro del contexto democrático, y ya sin su rol tradicional (autoimpuesto) como garantes del orden frente a amenazas a la seguridad nacional, las fuerzas armadas mudan el foco de su accionar hacia funciones humanitarias, y a la participación en ejercicios militares conjuntos con estados “amigos”, además del envío de tropas a misiones de paz. De esta forma las Fuerzas Armadas, pasarían de ser los garantes de la paz interna, a contribuir (junto con otras fuerzas) como garantes de la paz mundial. En palabras del presidente Menem, “la participación del país en misiones humanitarias contribuía a lograr la armonía internacional” (Fair, 2011).

La reconversión del rol de las Fuerzas Armadas, originalmente como “garantes de la
seguridad interna”, luego, una herramienta de política exterior en el marco del alineamiento con los Estados Unidos constituyó, creemos, una solución exitosa frente a la resolución de la cuestión militar y el sostenimiento de la delicada democracia argentina, aunque no podemos evitar remarcar, desde nuestro punto de vista, lo reprochable de las herramientas utilizadas para alcanzar este objetivo. Con esto nos referimos a los indultos y amnistías hacia los líderes militares por los crímenes cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional.
Creemos que la cuestión militar constituyó un claro ejemplo en el que la política interna influyó en la toma de decisiones de política exterior.
Por último creemos pertinente destacar que, como afirma Míguez (2010), no existía un
pedido expreso por parte de los Estados Unidos por la participación argentina en el conflicto.
Consideramos que la ausencia de una convocatoria por parte de los Estados Unidos hacia las fuerzas argentinas, y la iniciativa por parte del presidente Menem de ofrecer cooperación militar de todas maneras, evidencian el sentido de oportunidad del entonces presidente, quién logró, por medio de una situación del plano internacional lejana a los intereses argentinos, llevar adelante una política con consecuencias positivas para el país tanto en el plano interior, como en menor medida, en el exterior.

Oposiciones y críticas

La política de envío de tropas impulsada desde la administración Menem no se encontró exenta de críticas por parte de diferentes sectores de la sociedad civil. Según Míguez (2010) el proceso de toma de decisiones contó aún con reticencias desde el núcleo cercano al presidente Menem. Al abrirse el debate dentro del gabinete presidencial, las posiciones más moderadas sostenían que todo envío de tropas debía hacerse dentro de misiones

coordinadas por las Naciones Unidas. Por otra parte, la visión más extrema, y que
finalmente se impondría, sostenía que un alineamiento total (materializado por el envío de tropas al Golfo Pérsico) constituiría una clara señal hacia los Estados Unidos de que no se cometerían los mismos errores en la política exterior argentina que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial.
Una vez comunicado el envío de la corbeta Spito, y el destructor Almirante Brown, voces opositoras provenientes de la Unión Cívica Radical e incluso desde sectores del
justicialismo se hicieron notar (Míguez, 2010).

Permítasenos citar in extenso al artículo publicado por el diario El País el dia 21 de
septiembre de 1990:
“La decisión del Gobierno argentino de intervenir con sus Fuerzas Armadas -dos fragatas, un avión Hércules y 450 soldados profesionales- en el conflicto del golfo Pérsico ha sido criticada de forma unánime por la oposición. Las críticas señalan que el presidente Menem, cabeza del poder ejecutivo, busca eludir el control del Congreso y se impone sobre el poder judicial, como en el caso de los indultos a los militares procesados por la guerra sucia contra la guerrilla. Ninguna de las fuerzas políticas es capaz de dilucidar con claridad las razones
últimas de esta decisión en la que el Gobierno arriesga hasta los compromisos regionales con Brasil, Chile y el resto de los países latinoamericanos. Al parecer, la decisión presidencia¡ fue adoptada, como otras, por influencia directa del reducido círculo del poder económico que impulsa el plan de privatizaciones- de empresas del Estado llevado adelante por Menem, y también por el vínculo estrecho del Gobierno argentino con el de Estados Unidos. Sectores de la oposición califican al embajador estadounidense en Buenos Aires, Terence Todman, como asesor oficioso del Gobierno de Menem” (El País, 1990).

En línea con lo expuesto por el diario El País, el senador Solari Yrigoyen, perteneciente al bloque de la Unión Cívica Radical condenó el envío de tropas, y posteriormente la falta de consulta al Poder Legislativo. Por otra parte, el bloque justicialista en el senado emitiría un comunicado en el que lamentaba la decisión tomada por el ejecutivo sin el previo respaldo del Congreso Nacional (Miguez, 2010).
La decisión del poder ejecutivo, afirma Miguez (2010) contaría solo con el apoyo de cinco legisladores justicialistas en un primer momento, modificándose la decisión del resto del bloque luego de la persuasión del entonces canciller Cavallo. Lo que evidencia un claro carácter personalista en la toma de decisiones por parte del presidente. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, como sostiene Ferreri (2002), el mismísimo Cavallo se oponía a una intervención sin previo consentimiento del Congreso en un primer momento, por lo que es pertinente presumir que la decisión fue tomada directamente por el poder ejecutivo sin mayor búsqueda de consenso.

Por parte del bloque radical, Miguez (2010) afirma que fueron significativas las
manifestaciones de repudio por parte de los senadores Grass e Yrigoyen. A pesar de los acalorados debates, sostiene el autor, la principal preocupación del presidente Menem se encontraba hacia las divisiones producidas hacia adentro del partido. Divisiones no menores, y que culminarían con el abandono del Partido Justicialista de German Abdala, Juan Pablo Cafiero y Carlos “Chacho” Álvarez entre otros.



Recapitulando y a modo de conclusión

Como hemos explicado a lo largo de este ensayo, existe una multiplicidad de factores que influenciaron la decisión de política exterior tomada por parte de la administración Menen referente al envío de tropas al Golfo Pérsico en 1990.
Por un lado, el conflictivo contexto político con que asumía el presidente, potenciado por los resultados económicos de la denominada “década perdida” evidenciaba la necesidad de medidas económicas que garantizaran el orden social y promovieran el crecimiento económico. En ese contexto, la decisión tomada por el gobierno constituyo un quiebre en las relaciones exteriores argentinas. El abandono de la tradicional posición anti estadounidense por un lado, y el alineamiento irrestricto hacia esto últimos, incluso
poniendo en riesgo las relaciones con el resto de los países del Cono Sur constituyó una clara señal de que el objetivo del gobierno era colocar a la Argentina en una posición destacada en el sistema internacional, reconociendo la subordinación del país ante los Estados Unidos, y acompañando las decisiones de estos.

La necesidad de resolver la “cuestión militar”, por otra parte, imponía al gobierno del
presidente Menem la necesidad de tomar medidas concretas para, por un lado controlar
cualquier intento de foco de sublevación dentro de las fuerzas armadas y así, sostener la endeble democracia argentina, pero por el otro lado, reasignar un rol a las fuerzas armadas 
en el que pudieran, no solo recuperar el prestigio perdido durante la última dictadura militar y la derrota en Malvinas, sino además sentirse útiles en el nuevo contexto internacional.
En cuanto al modo en que fue llevada adelante la decisión, creemos que el presidente y su     grupo cercano realizaron un estudio de costos y beneficios, por medio del cual consideraron que si bien los costos políticos internos serían un factor a tener en cuenta (principalmente los referentes al interior del bloque justicialista) estos serían aceptables en función a los beneficios esperables.
El análisis encontraba en las consecuencias sobre política interna, al principal costo de la política exterior del presidente, mientras que como beneficios, se contempló por un lado la posibilidad de obtener ventajas en términos financieros producto de la clara señal de alineamiento hacia los Estados Unidos al participar en la Guerra, sumado esto a la adhesión irrestricta de la argentina a las políticas del Consenso de Washington. En adhesión a esto último Míguez (2010) afirma:

“Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de
una política económica orientada a obtener el visto bueno del FMI y de la banca
acreedora” (p:135). Además, se esperaban beneficios producto de una eventual participación argentina en la reconstrucción de Kuwait, lo que finalmente no sucedió. Creemos que este constituye el principal error cometido a la hora de evaluar los costos y beneficios de la participación argentina en el conflicto.
Desde el punto de vista de los beneficios referidos a la estabilidad del sistema político, se  esperaba que la reconversión de las labores de las fuerzas armadas, sumado a los
beneficios que los militares obtendrían de las participaciones en el extranjero contribuiría a mantener en su mínima expresión a cualquier foco de sublevación. En este sentido, el análisis llevado adelante por la administración Menem fue correcto, y la meta fue alcanzada.


Por último, vale destacar un beneficio adicional producto de la implementación de la política exterior que hemos analizado. Esta es, la experiencia que representó para la Armada Argentina el participar en una situación de conflicto real junto a una coalición liderada por la mayor potencia militar del mundo. Esta experiencia contribuyó de manera significativa a consolidar la idea de que el gobierno buscaba la profesionalización de las fuerzas armadas. En palabras del Almirante Molina Pico:

“[…] da la sensación de poseer una misión que debe tener todo militar, a la vez
satisface el sentido de aventura que debe tener esta profesión arriesgada por su
esencia. Permite compararse con otras fuerzas de distinto orden y así, saber cuál
es nuestra realidad” (Vignolles, 2003).
Como sostiene Vignolles (2003): “el alto valor agregado generado por esta operaciones refleja la eficacia alcanzada, donde la eficiencia se condensa en haber constituido un significativo aporte complementario al objetivo central de estas actividades, y sin incurrir en mayores costos”(p:174).
Para finalizar, creemos pertinente mencionar que si bien las principales críticas realizadas ex post sostienen, como afirmara el ex ministro del interior Federico Storani
, que la Argentina no obtuvo ningún beneficio del envío de tropas al Golfo Pérsico, debemos destacar que esas críticas se centran únicamente en el análisis llevado adelante por parte de la administración Menem respecto a la participación argentina en la reconstrucción de Kuwait. Creemos que estas ignoran los factores políticos y sociales de la coyuntura del momento por lo que consideramos que las mismas constituyen una lectura simplista y sesgada de los hechos que acontecieron.
Desde nuestro punto de vista, y como mencionamos anteriormente, la principal crítica que debería tener lugar es la que refiere a los métodos por los cuales se abordó la “cuestión militar”. Por fuera de ello, creemos que la política de envío de tropas fue, desde una visión amplia y considerando los distintos niveles de análisis mencionados durante este artículo, acertada, y que alcanzó los objetivos para los que fue formulada.




Para más información respecto a las críticas realizadas ex post, ver Ferreri (2002).

Referencias

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39 - 58.
Borja, R. (2017). Enciclopedia de la Política. Recuperado el 30 de Mayo de 2017, de
http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=d&idind=381&termino
Colombo, S. (2005). La estrategia de integración argentina (1989-2004): Cambios y continuidades a
partir de la crisis del orden neoliberal. HAOL, 133 - 149.
El País. (21 de Septiembre de 1990). Crítica unánime de la oposición argentina a Menem por el
envío de fuerzas militares. (C. Ares, Ed.) El País, pág. n/d. Obtenido de
http://elpais.com/diario/1990/09/21/internacional/653868010_850215.html
Fair , H. (2009). La década menemista: Luces y sombras. HAOL, 53-63.
Fair , H. (2011). Las relaciones políticas entre el menemismo y las Fuerzas Armadas. Un análisis
histórico-político de período 1989-1995. Kairos-Revista Temas Sociales, n/d.
Ferreri, C. A. (2002). La política exterior argentina ante conflictos internacionales: los casos de la Guerra del Golfo Pérsico y del showdown estadounidense en Afganistán. I congreso de relaciones internacionales (pág. 11). La Plata: IRI. Obtenido de
http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/38737
Hans, M., & Sanahuja, J. (1995). Seguridad, Conflictos y Reconversión Militar en América Latina.
Nueva Sociedad, 48 - 69.
Josep, M. (2000). El 'Consenso de Washington' ¿Paradigma Económico del Capitalismo Triunfante?
Revista de Fomento Social, 29 - 45.
La Nación Política. (13 de Febrero de 1998). La Argentina enviará tropas al Golfo Persico. Obtenido
de http://www.lanacion.com.ar/87816-la-argentina-enviara-tropas-al-golfo-persico
Míguez, M. C. (19 de Agosto de 2010). Biblioteca digital UCA. Obtenido de
bibliotecadigital.uca.edu.ar/revista-partidos-politicos-argentinos-envio-tropas.pdf
Simonoff, A. (2004). El envío de tropas como dilema de nuestra política exterior. 2 congreso de
relaciones internacionales del IRI (pág. n/d). La Plata: IRI.
Valdés, S. P. (1988). Orígenes de la crisis de la deuda: ¿Nos sobreendeudamos o nos prestaron en
exceso? Santiago de Chile: Centro de Estudios Públicos.
Vignolles, P. (2003). El valor de las Fuerzas Armadas como instrumento de la política exterior:
Argentina en misiones de paz y coaliciones militares. Security and defense studies review,
143 - 188.

22/1/21

RESOLUCIONES EMGA Nº 155/96 Y 328/13

 

CTE. CONTRAALMIRANTE (R) CALOS TEMPERONI JUNTO AL EMBAJADOR DE KUWAIT




ENTREGA DE DIPLOMAS



ENTREGA DE DIPLOMAS Y MEDALLAS (C/G) CRISIS DE GUERRA

Entregaron diplomas e identificador a participantes de la Operación Alfil I y Alfil II
26-9-2014 | 

El identificador metálico tiene la leyenda “Golfo Pérsico C/G” de la distinción Operaciones Internacionales, en reemplazo del otorgado oportunamente.

Puerto Belgrano - Esta mañana, a bordo del destructor ARA “Almirante Brown”, se llevó a cabo la entrega de los nuevos identificadores metálicos y diploma correspondiente a los participantes de los Operativos Alfil I y Alfil II.

La ceremonia fue presidida por el comandante de la Flota de Mar, contralmirante Juan Carlos Temperoni, junto al secretario general de la Armada, contralmirante VGM Pedro Leonardo Bassi.

Por resolución 155/96 se pusieron en vigor las condecoraciones y distinciones relacionadas con operaciones navales y con hechos o conductas personales de mérito extraordinario.

La distinción Operaciones Internacionales creada por dicha resolución es concedida a las fuerzas, unidades y dotaciones, incluyendo personal civil, bajo control operativo de fuerzas de la Armada y, eventualmente, al Comando Operacional Superior por participar –por el tiempo de una campaña– en misiones operativas, formando parte de fuerzas asignadas a la intervención en situaciones de guerra, crisis internacional o en los diferentes tipos de operaciones de paz. Dicha distinción, en su normativa vigente, no plasma estas distinciones.

Por lo tanto, por resolución 328/13 del jefe del Estado Mayor General de la Armada, almirante Gastón Fernando Erice, se incorporó en la leyenda de los identificadores metálicos de la distinción Operaciones Internacionales –establecida por resolución EMGA 155/96– a continuación del nombre de la campaña realizada las siglas C/G (Crisis Guerra) o M/P (Misiones de Paz).

Al personal que participó de la Operación Alfil I y Alfil II se le otorgó el identificador metálico con la leyenda “Golfo Pérsico C/G” de la distinción Operaciones Internacionales, en reemplazo del otorgado oportunamente.

Luego de entonar el Himno Nacional, ejecutado por la Banda de Música de la Base Naval Puerto Belgrano, se procedió a la entrega de los diplomas al personal en actividad destinado en la zona naval Puerto Belgrano, Baterías y Espora que haya participado en los Operativos Alfil I y Alfil II; así como también retirados y familiares del personal militar fallecido.

Entregaron los diplomas el comandante de la Flota de Mar, contralmirante Juan Carlos Temperoni; el comandante de la División de Destructores, capitán de navío Zenón Nicolás Bolino; y los comandantes del destructor ARA “Almirante Brown”, capitán de fragata Jorge Raimondo; del destructor ARA “Heroína”, capitán de fragata Marcelo Paternostro; del logístico ARA “Patagonia”, capitán de fragata Gustavo Principi; del transporte rápido multipropósito ARA “Hércules”, capitán de fragata Eduardo Mayol; y de la corbeta ARA “Espora”, capitán de fragata Juan Martín Salaverri.

El Operativo Alfil es la participación de la Armada Argentina en la ejecución de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra Irak en 1990, en el marco de la Operación Escudo del Desierto.

Las dos primeras unidades argentinas destacadas fueron el destructor ARA “Almirante Brown” y la corbeta ARA “Spiro”, más dos helicópteros Alouette III. En tanto que el segundo grupo estuvo compuesto por la corbeta ARA “Rosales” y el transporte ARA “Bahía San Blas”.

1990/1991, GOLFO PERSICO, OTRO MUNDO








Incendio de pozos de petróleo, así dejo SADDAN HUSEIN.


Hace 30 años, Saddam Hussein hacía lo que en el Río de la Plata llamamos “una de más”. Su orden de invadir Kuwait, entonces un proveedor importante de petróleo a los EE.UU. atrajo hacia Irak la condena de la comunidad internacional y la furia de los EE.UU. Lo que vino después, tras cinco meses de tratativas diplomáticas y un desplazamiento de medios militares que exhibió todo el músculo imperial de EE.UU., fue un largo período de penurias económicas indecibles para un pueblo iraquí que igual seguiría bajo la tiranía, sobreviviente impertérrita de la humillación de su líder en el campo de batalla.


En más de un sentido, todo lo que ocurrió después de la invasión de Kuwait ocurrió en otro mundo. En 1990, EE.UU. asistía a la desintegración del bloque soviético y a la evaporación de la única amenaza existencial que había tenido ante sí desde el fin de la II Guerra Mundial. El comentarista neoconservador Charles Krauthammer se solazaba bautizando el “momento unipolar”. George H. W. Bush mantenía en alto la antorcha de Ronald Reagan y confiaba en hilar un inédito cuarto mandato presidencial consecutivo del Partido Republicano. No todas las cosas (si acaso alguna) resultarían como los actores de ese momento de optimismo lo imaginaban. Una cosa, sí, era segura: no había modo de que EE.UU. perdiera cualquier guerra convencional que se propusiera o que (si hubiera alguien suficientemente temerario) le propusieran.

En 1990, la amenaza a la provisión estable de petróleo justificaba una guerra. Kuwait era un proveedor importante, pero mucho más importante era eliminar prontamente la amenaza que un Irak invasor proyectaba sobre el principal exportador de petróleo hacia EE.UU. en ese momento, Arabia Saudita. A pesar de que sobrevive como explicación zombi de toda acción bélica de ese país hasta nuestros días, la primera guerra del Golfo Pérsico sería la última guerra de EE.UU. por el petróleo. 

Si hace 30 años le era imposible cerrar su ecuación energética sin proveedores estables y seguros del Medio Oriente, hoy recibe el 60% de sus importaciones de crudo de dos países con los que no tiene ninguna hipótesis de conflicto: México y Canadá. Más aún, la suma de los únicos tres países de Medio Oriente que están entre los primeros 15 países de los que importa crudo le provee un cuarto de los barriles que compra en Canadá. 

Eso, sin contar el boom productivo de la explotación por fractura hidráulica, que hoy le permite a EE.UU. exportar petróleo y derivados. El país, que más que duplicó su producto interno bruto desde 1990, sólo importó un 20% más de crudo en 2019 de lo que había importado aquel año.

También contemplamos otro mundo al ver que en medio de ese contexto de apogeo relativo de su poder, en 1990, EE.UU. buscó evitar la guerra y conseguir la aprobación de la Organización de las Naciones Unidas para que, llegado el caso, el uso de la fuerza se ajustara al derecho internacional. El Consejo de Seguridad aprobó una seguidilla de resoluciones exigiendo la retirada de las tropas iraquíes, todas con el apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (otra entidad de otro mundo) y de China. 

Entre los 15 miembros del Consejo, sólo Cuba y Yemen disintieron con algunos votos contrarios o abstenciones, siempre en un curioso tándem con inercia de la Guerra Fría.

 El crescendo en el Consejo culminó en la Resolución 678, que autorizó enfrentar la violación iraquí del derecho internacional con “todos los medios necesarios”. La URSS apoyó con su voto, China se abstuvo. 

La fundamentación y la legitimación de la acción bélica, respetando los principios de la Carta de la ONU quedarían como una foto sepia cuando el hijo presidente de George H. W. Bush decidiera, en 2003, invadir Irak con falsos pretextos, con el Secretario de Estado Colin Powell mintiendo frente al Consejo de Seguridad y violando la Carta sin encogerse de hombros.

Ante Saddam, EE.UU. sacó a relucir el “realismo ofensivo”. Bajo ese precepto de John J. Mearsheimer, toda potencia busca necesariamente la hegemonía y no meramente la estabilidad como medio para garantizar su propia seguridad. 

Como buen realista, Bush padre buscaba derrotar decisivamente a Irak, pero resultó agnóstico respecto de la tiranía de Saddam: puso en su lugar a un estado sin preocuparse por el régimen que imperaba dentro de él. 

No era ya la Guerra Fría, con sus fronteras ideológicas dentro de cada estado, justificación para derrocar a Salvador Allende en Chile. Y no era todavía el mundo neocon de George Dubya Bush, cuyo objetivo central en 2003 sería el cambio de régimen y la exportación bélica de la democracia a Bagdad.

Otro mundo, por cierto, para la Argentina, que participaría de la “coalición de los dispuestos” liderada por EE.UU., en el clímax de la política exterior menemista de alineamiento incondicional.

Constatar, por último, que -aunque lo ha querido e intentado- EE.UU. no ha podido retirar todas sus tropas. Supe potente, pero no omnipotente, sigue viendo cómo, 30 años después, su horizonte de seguridad siempre está dos pasos más allá.

A 30 AÑOS DE LA INVASION DE KUWAIT, LAS SECUELAS DE LA GUERA DEL GOLFO GOLPEAN AUN A IRAK



Luego de que Saddam Hussein invadiera Kuwait, el 2 de agosto de 1990, y luego fuera derrotado por una coalición liderada por Estados Unidos, la situación nunca volvió a ser la misma en el Golfo Pérsico.



La proa del portaaviones USS America se cierne sobre las dunas de arena a lo largo del Canal de Suez, el 15 de enero de 1991.

La guerra devastó a Irak y desestabilizó esa delicada zona petrolera de Medio Oriente.

Luego de que Saddam Hussein invadiera Kuwait hace 30 años, el 2 de agosto de 1990, y posteriormente fuera derrotado por una coalición internacional liderada por Estados Unidos, la situación nunca volvió a ser la misma en el Golfo Pérsico, ya que la guerra devastó a Irak y desestabilizó esa delicada zona petrolera de Medio Oriente.

Aquella contienda bélica no solo empobreció a los iraquíes, sino que derivó en la invasión estadounidense de Irak, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 (11-S), encabezada en marzo de 2003 por el Gobierno del expresidente George W. Bush.

El 31 de agosto de 2010, veinte años después de esas dos guerras, el ex mandatario Barack Obama anunció la retirada definitiva de las tropas norteamericanas que habían ocupado el país.

Hussein creyó que su ejército, que había sido apoyado por Estados Unidos en la guerra contra Irán, entre 1980 y 1988, podía conquistar fácilmente a ese pequeño emirato petrolero, cuyo Gobierno había sido derrocado por un grupo de oficiales.

Efectivamente, la invasión terminó el 4 de agosto de 1990, dos días después de iniciarse el ataque por la Guardia Revolucionaria iraquí, pero la ocupación de Kuwait se prolongó durante siete meses.

Antes de la invasión de Kuwait, Hussein era bien visto por Estados Unidos, país que había provisto al Presidente iraquí de recursos químicos y armamento para luchar contra los iraníes.

Hussein invadió Kuwait luego de acusar a ese pequeño país y a Emiratos Árabes Unidos (EAU) de haber incrementado su producción de petróleo a bajos precios, reduciendo los ingresos y causando daños en la economía iraquí, según informes de prensa.

Históricamente Irak mantuvo varias polémicas con Kuwait. Los sucesivos gobiernos iraquíes desde que se fundó el estado en 1923, habían rechazado aceptar las fronteras establecidas por el Imperio Británico, tras firmarse la Convención Anglo-otomana de 1913.

Pero, según algunos analistas, había otro motivo: Hussein quería controlar el petróleo de toda la zona.

El expresidente estadounidense George H. Bush condenó la invasión de Kuwait y el 6 de agosto de 1990, las Naciones Unidas establecieron las primeras sanciones económicas contra el Gobierno iraquí.

De todos modos, Hussein buscó un acuerdo que hubiera permitido controlar la mitad de Kuwait, pero Bush rechazó la propuesta y pidió la completa retirada del emirato petrolero.

El 17 de enero de 1991, una coalición internacional formada por 34 países inició la operación "Tormenta del Desierto", que se convirtió luego en la Guerra del Golfo Pérsico.

Tales determinaciones fueron consecuencia de la invasión por parte de las tropas iraquíes de Saddam Hussein al Emirato de Kuwait el 2 de agosto de 1990, anexando este país a su territorio.

Argentina, que en ese momento era gobernada por Carlos Menem, participó del conflicto con un destructor, y una  corbetas y dos helicópteros de la Armada Argentina que se sumaron al Operativo Alfil, participación que tuvo un fuerte rechazo popular y que tras el conflicto le valió el reconocimiento como Aliado Extra-OTAN.

Antes de que Hussein retirara sus tropas de Kuwait, mientras los pozos petroleros ardían a su paso, murieron entre 25.000 y 30.000 soldados iraquíes, según informes de prensa.

Los kuwaitíes sufrieron "daños físicos y psicológicos" durante la ocupación iraquí, de acuerdo a estudido médico difundidos por la universidad estadounidense de Harvard.

Años después, el gobierno del expresidente George W. Bush, hijo de George H. Bush, incluyó a Irak en el llamado "Eje del mal", junto a Irán y Corea del Norte.

Bush sostenía que Irak tenía "armas de destrucción masiva", que jamás fueron encontradas por las tropas estadounidense que invadieron territorio iraquí en 2003.

El 9 de abril de ese mismo año, las fuerzas estadounidenses conquistaron la capital iraquí, y ocho meses más tarde Hussein fue capturado en un escondite subterráneo de Al Daour, cerca de su Veraudad natal de Tikrit, al noroeste de Bagdad.

"Soy Saddam Husein; soy el presidente de Irak y quiero negociar", dijo en inglés a los soldados estadounidenses.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas impuso a Irak una serie de compensaciones económicas para individuos, compañías y gobiernos afectados por la destrucción de los pozos petroleros en Kuwait, mediante el 5% de la venta de sus productos de petróleo.

El total de la reparación de los daños de guerra era de 52.400 millones atribuidos a un centenar de gobiernos y organizaciones internacionales, según la comisión de compensación de la ONU.

El 30 de diciembre de 2006, el expresidente iraquí, vestido de negro, rechazando la capucha del verdugo, moría ahorcado en Bagdad luego de ser juzgado por crímenes de lesa humanidad, por su responsabilidad en la muerte y torturas de 145 iraquíes chiitas en 1982.

Detrás de écampista Veral quedaba la leyenda del hombre que, al igual de otros líderes de Medio Oriente, fue primero aliado y luego se convirtió en enemigo acérrimo de Estados Unidos.

17/1/21

“29 YEARS A GO”



Casí treinta años después de la campaña naval al Golfo Pérsico, uno de sus protagonistas argentinos nos cuenta las intimidades de las horas previas al inicio de la guerra.

LOS OFICIALES, DE LA ARMADA Y EL PODER LEGISLATIVO, QUE ALGUNOS YA NO ESTAN EN ESTE MUNDO, NO NOS INFORMARON QUE IBAMOS A UNA GUERRA POR LO TANTO, TODAVIA ESTOY ESPERANDO Y ROGANDO QUE MENEM Y CAVALLO QUE NO SE MUERAN Y DEN ALGUN INDICIO DE LO QUE CERRARON. POR QUE NO FUE MANDATO DE NN.UU NI HABIAN NINGUN INDICIO DE PAZ.







Así como lo dice el titulo de éste artículo, pasó ese tiempo de aquella intervención naval de la Argentina en la crisis y posterior guerra del Golfo Pérsico de 1991 y pese al tiempo transcurrido no hay avances de parte de su gobierno sobre alguna determinación por reconocer los méritos de los miembros del Grupo “ALFIL 1”. Pero esto es algo que no sorprende si vemos como se han manejado otros temas de trascendencia en los que la responsabilidad estatal se ha visto involucrada.

Casi treinta años de aquella campaña naval que representó para el país y para la Armada en particular una experiencia extraordinaria en lo que hizo a una de las operaciones militares más complejas de finales del siglo XX. Pero aunque la historia que ha documentado aquella crisis (nacida por la invasión de Iraq a Kuwait) que terminó en una guerra abierta entre Iraq y una Coalición de treinta y un países liderada por los EEUU es muy escueta en detallar las reales consecuencias que acarreó para todos los participes, siguen quedando como los mejores documentos los testimonios de sus protagonistas.

Si le preguntásemos al actual gobierno argentino o a una de sus direcciones gubernamentales (incluyendo a la Armada por supuesto) ¿Cuáles fueron las implicaciones y los detalles operativos de aquel entonces?, encontraremos miradas absortas en algunos, explicaciones simplistas en otros un total silencio en otros que demuestran en parte, un absoluto desconocimiento de aquella misión. En parte ello es entendible ya que no podríamos acusar de ignorancia a los nuevos funcionarios y empleados gubernamentales que tenían dos años de edad o incluso no habían nacido cuando se produjeron aquellos eventos. Igualmente (y es de suponer) que por cuestiones de capacidad e idoneidad para ocupar el cargo deberían estar preparados para los puestos que ocupan. Como diría alguien “la ineficaz burocracia en todo su esplendor”.

Pero las vivencias de los marinos argentinos del grupo (G.T.88) compuesto por la corbeta “ARA Spiro” y el destructor “ARA Almirante Brown” viven en cada uno de ellos aún, cuando la mayoría las calle por ese estúpido temor reverencial que muchos se ellos siguen albergando hacia una superioridad que ya no existe. Incluso ya varios han dejado este mundo sin haber plasmado sus testimonios de aquellas jornadas.

¿Dónde estaba el grupo “ALFIL 1” en aquel día “D” que dio comienzo a las hostilidades? La respuesta del gobierno que se apega a la historia escrita por los documentalistas norteamericanos dirá que las unidades navales del grupo se hallaban operando en cumplimiento de un mandato que impuso sanciones económicas a la república de Iraq determinadas por resoluciones de Naciones Unidas. Hoy sabemos que ello fue una falacia ya que, no existió ningún mandato de la organización y aquellas resoluciones nunca fueron obligatorias para los países miembros, en especial para la Argentina que ingreso a la Coalición por un estricto interés político.

Igualmente eso fue lo que se le vendió al personal militar interviente y a la opinión pública en general.

Pero así estaban las cosas por ese entonces. Una década se inauguraba y con ella nuevas circunstancias geopolíticas se avizoraban en el horizonte y con ellas, las consecuencias para el futuro. La URSS se derrumbaba y los EEUU no tardarían en clamar por la necesidad de un Nuevo Orden Mundial que casualmente, fue oficialmente inaugurado por George H. Bush tras esta guerra. Pero las vivencias en primera persona de quienes participaron en la “crisis y guerra” en el golfo siguen siendo irremplazables para conocer que fue lo que sucedió realmente.

Así nos lo comenta uno de ellos en un mail llegado a mi oficina el 8 de enero pasado en cual nos cuenta: “Unos días antes de que se desatara el conflicto, se caraterizaron por intensos movimientos y operativos militares en toda el área que se podían advertir con los desplazamientos de los buques de ataque norteamericanos, británicos y franceses que pasaban por el Golfo de Omán en dirección al norte. Otro indicio era el nerviosismo que flotaba en el aire y que se palpaba en la rigidez de los oficiales a cargo de la misión. 

También lo fue el estar constantemente checkeando el funcionamiento de los cañones automáticos, el sistema de “Chaf” antimisiles y el armamento de abordo. En esos momentos lo que se sabía de lo que estaba ocurriendo en las tratativas que se llevaban en Naciones Unidas por distender la situación, era lo que CNN y sus repetidoras publicaban por TV, es decir nunca supimos lo que realmente ocurría”.

Nos queda claro que nuestro camarada a se hallaba junto a sus compañeros operando en el Golfo de Omán, que se hallaba a cargo del ARCENT que dependía en ultima instancia del CENTCOM el cual era para ellos el “Comando Operacional Superior” (Resoluciones EMGA n° 155/96 y 328/13). Y nos continuó relatando:

“Los estadounidenses y sus socios mostraban la seguridad de que habría guerra. Las municiones y el combustible ingresaban a granel algo que llevaba a dicha conclusión. Quienes estaban operando en donde nosotros estábamos eran los del Cuerpo de Ingenieros de la Armada (U.S. Army Corps of Engineers) quienes bajo el SUPCOM (Abastecimientos subordinado al CENTCOM) proveerían el apoyo logístico y soluciones técnicas a las unidades de batalla. Un dato que jamás supimos era que estos mismos tipos habían estado aquí mismo participando en el mes de noviembre de 1989 en unos ejercicios conjuntos denominados “OPLAN 1002-90” que se mejorarían para julio de 1990 mediante otro ejercicio informático, una simulación en computadora denominada “INTERNAL LOOK-90” que casualmente tuvieron como hipotésis de conflicto, defender al reino de Arabia Saudita de una supuesta invasión por parte de Iraq”.

“Todo eso obviamente era ignorado por quienes cumplíamos ordenes y (viéndolo a la distancia) no me quedan dudas de que incluso que ni siquiera el gobierno de Menem y Caballo estaba al tanto de estas circunstancias, por lo pronto nosotros cumplimos con nuestras tareas”.

El destructor que había perdido uno de sus helicópteros “Aluette” en maniobras sobre el Mar Rojo allá por octubre de 1990, debía ser reemplazado por otro que llegaría por un transporte aéreo desde Buenos Aires. Sobre esto nos relata diciendo: 

“La fecha límite del ultimátum de las 00hs del 16 de enero estaba próxima y era imperioso reponer uno de los “Aluette”a su llegada. Sin ese aparato, las tareas del grupo podrían haberse visto seriamente limitadas comprometiendo incluso la seguridad del grupo. Por suerte el día 14 de enero los aeronáuticos “la Brown” fueron a recibir al avión Hercules C-130 de la Fuerza Aérea que llegó al Aeropuerto de “Fuyeira” (Emiratos Árabes Unidos) trayendo el helicóptero de repuesto; eso nos levantó el ánimo”.

“Recuerdo que el tiempo estaba inestable y solo unos días antes tuvimos fuertes tormentas que de haber continuado habrían retrasado llegada del avión e incluso el inicio de las operaciones. Una vez que embarcaron el Aluette “3H115”, los mecánicos lo acondicionaron para que estuviera listo para comenzar sus salidas”.

“Me acuerdo que fue un jueves. Como voy a olvidarlo. El día 16 de enero fue el último de un periodo de expectativas e incertidumbre y quienes pudieron bajar a tierra para estirar las piernas antes de zarpar lo hicieron. Yo no pude bajar así que no me quedo otra que revisar el equipo. Las comunicaciones se volvieron más constantes y las instrucciones para nuestro grupo caían como catarata, el momento se acercaba y la tensión aumentaba. La presión se hacía sentir con cada hora que pasaba”.

“La noche llego y nos aprestábamos para lo peor. En la madrugada del 17 de enero, cerca de las 2.30 hs algunos helicópteros volando en cercanías del puerto donde estábamos me movilizaron a prenderme un pucho y esperar el relevo. La hora clave se acercaba y con ella el silencio de una falsa calma se fue haciendo cada vez más imperante. Así fue hasta que somos informados de que han comenzado las operaciones de interferencia electrónica de las comunicaciones en toda la zona con la finalidad de anular los sistemas de defensa antiaérea y de mando y control iraquíes. Tan potentes fueron las interferencias electromagnéticas que nuestras propias comunicaciones abordo estuvieron inhabilitadas hasta un tiempo después del inicio de los ataques aéreos”.

Y así fue. En medio de excitación, nervios y mucha incertidumbre tomamos conocimiento que a las 0400hs de la madrugada del 17 de enero daba inicio a la Operación Tormenta del Desierto. Los leves truenos que se escuchaban a lo lejos eran los misiles “TomaHawk” que comenzaron a ser lanzados desde los buques en el horizonte dejando el rastro de humo blancuzco detrás. 




Me di cuenta que la paz se había terminado y de ahora en adelante estábamos en medio de una guerra. Inmediatamente comenzamos con nuestras tareas de apresto para iniciar nuestra parte en las operaciones para lo cual, cada sección debía estar alerta en los objetivos asignados. Las órdenes fueron zarpar y establecernos en las aguas próximas a “Fuyeira” para iniciar las operaciones de aseguramiento de la zona. Todo podía pasar y no queríamos ser sorprendidos. Y fue así que salimos del puerto a las 10:30hs de ese mismo 17 de enero y cumpliendo con el entrenamiento para combate nos fondeamos en las aguas próximas”.




Desde ese momento las salidas de aviones desde los portaaviones yankis, especialmente el “USS Midway” se hicieron incesantes. Con el pasar de los días fuimos avanzando y adentrándonos en las aguas del Golfo Pérsico donde llevábamos adelante las misiones de escolta y vigilancia de los convoyes logísticos que iban ingresando al Teatro de operaciones algo que nos puso en la mira de cualquier potencial ataque enemigo o de tropezar con algunas de sus minas”.

ARGENTINA Y SU PARTICIPACIÓN BÉLICA EN LA HISTORIA MUNDIAL





ARGENTINA Y SU PARTICIPACIÓN BÉLICA


Ene 15, 1991




Ya se cumplirán 30 años del ataque de tropas de varias naciones, encabezadas por la marina y el ejército de Estados Unidos, contra Irak. El 17 de enero de 1991, tras haber expirado el ultimátum de la ONU al presidente de Irak, Sadam Husein, para la retirada de sus tropas de Kuwait, la fuerza multinacional dirigida por Estados Unidos atacó objetivos en Irak y Kuwait. Argentina participó activamente en la llamada guerra del Golfo, enviando, a la zona de conflicto, al destructor Almirante Brown y a la corbeta Spiro. Carlos Menem era por entonces el presidente, y Erman Gonzalez el Ministro de Defensa.


No fue la primera vez que Argentina sumó tropas propias como parte de una acción conjunta internacional. No es éste un tema menor. Por detrás de los hechos, se dibuja siempre una mirada que le permite a los gobiernos fijar posiciones en relación a su ubicación en el mapa geopolítico mundial. Nos proponemos en este informe repasar las decisiones que asumió Argentina en distintos períodos frente a situaciones similares.

Antecedentes

En Julio de 1944 ciento sesenta mil soldados aliados lograron desembarcar en Normandía abriendo brechas en la defensa alemana. Fue una acción sorpresiva para el enemigo, que les permitió llegar a París y liberar a Francia después de 4 años de ocupación nazi. La histórica batalla terminaría sellando el resultado de aquella contienda. Seis meses más tarde, en febrero de 1945 Roosevelt, Churchill y Stalin se reunieron en Yalta, para definir las bases del nuevo orden político mundial. Los máximos responsables de las tres potencias se distribuyeron la geopolítica del planeta, cuando aún no había finalizado la guerra. Se sentían seguros del triunfo, daban como un hecho la capitulación de las naciones del eje. Después del encuentro en Yalta todo se precipitó. 

Se sumaron nuevas derrotas en el campo de batalla y las naciones del eje comenzaron a quedar aisladas y acorraladas. El 28 de abril Benito Musolini fue atrapado por los partisanos italianos cuando intentaba huir del avance aliado. Mussolini y su esposa, Claretta Petacci, fueron ejecutados en Lago de Como. Sus cuerpos se expusieron, colgados de los tobillos, en una plaza de Milan. Dos días más tarde, el 30 de abril, se suicidó Adolf Hitler, y el 7 de mayo de 1945 los generales del Tercer Reih se rindieron. Recien el 14 de agosto lo haría el emperador Hiroito de Japón, después que dos populosas ciudades japonesas, Hiroshimas y Nagasaky, soportaran el estallido de bombas atómicas.

La primera lanzada desde un bombardeo norteamericano el B29, bautizado como el Enola Gay, cayó en Hiroschima el 6 de agosto. Dos días más tarde Rusía le declaró la guerra a Japón e invadió Manchuria para sellar definitivamente, la suerte del imperio japonés. Al finalizar la guerra quedaba claro quiénes serían las naciones dominantes en las próximas décadas, las que impondrían modelos económicos y sociales. Las que se atribuirían el poder de policía internacional, las que convalidarían, o no, la legitimidad de gobiernos en todo el mundo, por encima de sus características dictatoriales o democráticas.

En Yalta las potencias acordaron un modelo de organización dominante. Crearon Naciones Unidas, como un único foro internacional destinado a debatir los conflictos entre naciones, y también aprobaron la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Dos organismos financieros surgidos con el pretexto de ayudar a financiar la reconstrucción de las naciones en guerra, pero cuyo verdadero objetivo fue regular la económicas mundial en beneficio de los intereses de las naciones dominantes.

En el tercer milenio, setenta y cuatro años después de concluida la segunda gran guerra, se aprecia con indisimulable claridad el éxito de aquel proyecto. La ONU no pudo frenar la invasión a Irak, y el FMI, junto al Banco Mundial, son quienes marcan el rumbo económico internacional, y el endeudamiento de las naciones más postergadas.

Las normas y reglamentos que rigen la ONU, son funcionales a los intereses de las naciones poderosas que dominan al organismo. Su Consejo de Seguridad está integrado por 11 miembros, de los cuales cinco son permanentes: China, Francia, EEUU, Gran Bretaña y Rusia. Los otros seis integrantes son rotativos y no tienen voto en muchas medidas trascendentales. Por ejemplo, el consejo de seguridad de la ONU posee la autoridad para forzar una intervención armada, siempre que tenga el voto unánime de los 5 miembros permanentes. Estas reglas se desmoronaron en marzo de 2003 cuando EEUU decidió, en forma unilateral, atacar Irak sin la aprobación del Consejo de las Naciones Unidas.

Las naciones con mayor poder condicionan el funcionamiento de Naciones Unidas. En 1949, tres años después de su creación, doce países occidentales, inquietos ante la posibilidad de una nueva guerra a escala mundial, firmaron un pacto para constituir la mayor sociedad militar del mundo. Así nació la OTAN, la organización del Tratado del Atlántico Norte, que comprometía a los países miembros a asumir como propia cualquier agresión a uno de sus integrantes. Fue el comienzo de una época signada por la guerra fría que enfrentaba al bloque soviético con las naciones de la OTAN. ¿Que protagonismo asumió nuestro país en este proceso de reordenamiento político mundial, después de la segunda gran guerra?

Argentina se mantuvo neutral en el conflicto hasta marzo de 1945 cuando le declaró la guerra a las naciones del eje. Decisión tomada, aunque sin movilización de tropas, por el presidente Edelmiro Farrel y su Ministro de Guerra, Juan Domingo Perón. Aquella decisión ubicó a nuestro país como una de las 51 naciones integrantes de la primera sesión de la ONU, que se realizó el 10 de enero de 1946 en Londres. Allí, logró sostener el principio de no intervención, aunque la aceptó cuando la decisión era tomada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Eso sucedió en Corea entre 1950 y 1953. En esos tres años de batallas interminables, murieron en la nación asiática, más de 4 millones de personas. Fue el gobierno de Arturo Frondizi el que envió, por primera vez, en 1958, un contingente militar argentino en carácter de observador. Fue una misión de paz al Líbano, integrada por militares que viajaron sin uniforme de combate. En 1960, Frondizi envío a África aviadores de la Fuerza Aérea que transportaron, en aviones DC3, alimentos y elementos de supervivencia al Congo.

En 1962 la guerra fría llegó a su punto más alto de confrontación. Se estuvo a muy poco de iniciar una tercera guerra mundial cuando se desencadenó un hecho conocido como la crisis de los misiles en Cuba. La Unión Soviética había instalado estas armas apuntando hacia Washington como respuesta a un posible ataque norteamericano para derrocar el gobierno de Fidel Castro. 

El presidente argentino, José María Guido, apoyó la posición de su par norteamericano Jhon Kennedy, y despacho hacia el Caribe tres aviones y los destructores Espora y Rosales para que participen del bloqueo a Cuba. La crisis de los misiles se entremezclaba, para alimentar aún más el fuego amenazante de una nueva guerra mundial, con otro estallido bélico producto de la guerra fría: Vietnam Estados Unidos, preocupado por evitar la extensión de las fronteras del comunismo hacia Indochina y Asia, envió una fuerza extraordinaria de 500 mil soldados a la región. La guerra en Vietnam duró trece años. 
Fue el conflicto armado más duradero en que intervino Estados Unidos. Una dimensión de la violencia que sufrió el pueblo vietnamita se puede apreciar con un solo dato. Durante estos años el territorio de Vietnam recibió más bombas que todas las lanzadas durante la segunda guerra mundial. Los portentosos bombarderos B 52 arrojaron las devastadoras e incendiarias NAPALM provocando el exterminio de pueblos enteros.

A pesar del poderío bélico desplegado, las tropas norteamericanas terminaron acorraladas por el ejército de Vietnam del Norte. Fue una derrota inesperada que el gobierno de EEUU sufrió dentro y fuera de sus fronteras. La acción de movimientos pacifistas, más la tragedia hecha relato en los sobrevivientes que retornaban al país, sumadas a las imágenes horrorosas que llegaban de Vietnam, generaron un frente opositor que condicionó la continuidad de la guerra. El 27 de enero de 1973, en París, el Secretario de Estado Norteamericano Henry Kissinger, en nombre del gobierno de Richard Nixon, firmó la rendición.

Argentina, a través de los gobiernos de José María Guido y Arturo Illia, apoyó las acciones norteamericanas en Vietnam. Pero, en 1965 aquel alineamiento con la política exterior de EEUU, desencadenó una crisis profunda en nuestro país. Fue cuando el General Juan Carlos Onganía, por entonces Comandante en Jefe del Ejército, le sugirió al presidente Illia enviar tropas a República Dominicana para forzar una normalización institucional en ese país. El pedido de Onganía generó un debate nacional que incluyó manifestaciones en las calles de Buenos Aires, realizadas por quienes se oponían a la intervención Argentina en Centroamérica.

 Illia, finalmente, no envió tropas, aunque apoyó a EEUU en la creación de una Fuerza Interamericana de Paz que interviniera en dominicana. En 1970, Onganía se dueño del poder institucional tras derrocar a Illia con un golpe de estado y envió observadores militares, por pedido de la OEA, a El Salvador y Honduras para controlar el cese del fuego en la región. Militares argentinos volverían a Centroamérica años más tarde, pero bajo circunstancias bien distintas. Fue entre 1979 y 1982. Lejos de asimilarse a una misión de paz, más de 500 efectivos se instalaron en Honduras y Nicaragua para desarrollar tareas de entrenamiento y ayuda para combatir la guerrilla. Organismos de derechos humanos terminarían denunciando, tiempo después, que los militares argentinos enseñaban métodos de tortura que habían sido aplicados en nuestro país. Eran tiempos que en la casa Rosada estaba el General Leopoldo Fortunato Galtieri, y Nicanor Costa Mendez canciller argentino.

Desde la finalización de la segunda guerra mundial hasta nuestros días, Argentina ha participado en poco más de 25 operaciones militares en el extranjero, 14 de ellas se produjeron en los 10 años que duró el gobierno de Carlos Menem. La presencia de soldados argentinos entre los cascos azules, durante los diez años de Menem, fue un gesto de permanente pleitesía a la política exterior de Estados Unidos. Una adhesión que derivará en graves consecuencias para nuestro país. Para tomar dimensión de lo que representaron aquellas 14 misiones de militares argentinos en el extranjero, durante los años de Menem, es importante repasar algunos números. Nuestro país tenía, en 1994, más de 3.300 soldados, de las tres fuerzas, distribuidos en distintas zonas con conflictos en todo el mundo.

 Los gastos de estos movimientos fueron afrontados por Argentina, a la espera de su reintegro, por parte de la ONU. El sueldo de un oficial en misión en el extranjero oscila entre 2300 y 2700 dólares, según su rango. Un monto que se cobra por encima del que tiene como base. Argentina, además, gastó en 1991, 20 millones de dólares para enviar sus dos naves de guerra al Golfo.

Asumiendo la guerra como un negocio al que había que apostar, Menem aseguraba que tenía la promesa de EEUU, que empresas argentinas participarían de la reconstrucción de Kuwait. No solo no hubo participación de empresas argentinas en la reconstrucción del país invadido por Irak, sino que de los 20 millones de dólares gastados para enviar las naves de guerra al golfo, solo se recuperaron 8 millones. Sin embargo, el peor costado que tuvo la participación abierta de Argentina en la guerra del Golfo no fue el económico. Los atentados a la embajada de Israel, primero, y a la AMIA, más tarde, certificaron que aquella participación argentina en la guerra del Golfo no fue gratuita.

En junio de 2004 un plenario de comisiones del Congreso Nacional aprobó el tratamiento del proyecto del Poder Ejecutivo, para que se autorice el envío de tropas a Haití en el marco de la resolución 1542 de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Fue el pasaporte para 614 militares argentinos que viajaron a Haití para sumarse a una fuerza internacional propiciada por la ONU. Además del personal militar nuestro país enviará 73 vehículos, ambulancias, un buque y un hospital móvil, entre otros pertrechos.

En el debate en el plenario, que unió a integrantes de dos comisiones parlamentarias de la cámara baja, de Relaciones Exteriores y la de Defensa, entregó una amplia y rica batería de conceptos por donde podía transitar la política exterior argentina, en relación a las misiones de paz y las intervenciones militares en otros países. El diputado Jorge Arguello defendió el envío diciendo que se trata de un esfuerzo multilateral para la reconstrucción de Haití, el país más pobre de América. Su par Federico Storani, planteó el riesgo de ser simples guardacostas de los EEUU, en tanto que Marta Mafei propuso enviar socorristas y no militares. El socialista Luis Zamora afirmó que la acción convalidará un gobierno ilegal.

En la actualidad nuestro país ha modificado procedimientos internos para evitar que una decisión trascendente, como es la de enviar militares argentinos a otras naciones en misiones internacionales, quede solo en manos del presidente. La remisión de tropas exige hoy la sanción de una ley en tiempo y forma. En ocasión de la guerra del Golfo el permiso fue aprobado cuando las naves argentinas ya estaban en el Golfo pérsico, en la zona de operaciones y bajo las órdenes de Estados Unidos. Los debates parlamentarios, en aquel entonces, fueron estériles, quedaron como un eco quejoso a acciones del gobierno.

11/1/21

REGION LIBERADA





Qué antecedentes y significancia tiene la penetración de la OTAN en America Latina y su desembarco en Colombia ¿Peligra la soberanía de los estados?





Los últimos acontecimientos que se han registrado en el centro del poder imperial (El Capitolio de los EEUU), demuestran que la lucha por el poder está atomizada a tal punto, que podría dar lugar a nuevos e imprevistos escenarios que debilitarán o al menos retrasaran los planes globalistas de la administración demócrata Biden-Harris.



Dentro de esos lineamientos internacionalistas se halla el definitivo control del Caribe y Sudamérica con especial objetivo a Venezuela, algo que se comprueba con aquel acuerdo firmado en 2013 por el entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos que se concretó con el efectivo desembarco de la OTAN a mediados de 2018 y que trajo como inmediatas consecuencias los intentos fallidos por derribar al gobierno de Nicolás Maduro Moros.

Más allá de las increíbles justificaciones del gobierno de Santos para permitir ingresar a la organización atlántica (“como compartir información sobre el crimen organizado y el narcotráfico”), su presencia tiene la finalidad de absorber a la región para evitar que los estados caribeños establezcan relaciones multilaterales libres y amplias con Rusia y China. Y aunque Santos solo obró como la máscara de Washington y sus aliados, la decisión de ingresar a Colombia como un “colaborador” de segunda de la OTAN, se fundó en las determinantes políticas de acercamiento y cooperación entre Caracas y Moscú que fueron impulsadas por el entonces presidente Hugo César Chavez a comienzos del 2000.

Pero la presencia de la OTAN no es nueva en el continente. Desde mediados de 1982 se dieron dos eventos que vislumbrarían el momento oportuno para entrar al continente. En marzo de ese año se llevaron a cabo las primeras maniobras navales de la OTAN en aguas del Golfo de México denominadas Safe Pass 82 bajo la excusa del peligro del “intervencionismo” soviético materializdo en la Cuba Castrista. 

El segundo evento se dio cuando la Argentina perdió la guerra por recuperar las islas Malvinas, Sandwiches y Georgias del sur, Londres vio abierto el camino para fortificar las islas y establecer allí instalaciones con propósitos que excedían la supuesta contención de alguna amenaza de la Argentina. Incluso cabe recordarlo, durante la guerra la OTAN colaboro de forma discreta (proporcionando inteligencia satelital) con Londres para que pudiera sobreponerse a un colapso de su Task Force ante los intrépidos pilotos argentinos.

Sabido es que Gran Bretaña es uno de los miembros de la OTAN y tras el final de aquella guerra tuvo la excusa y oportunidad de ampliar el mapa de influencia y el control estratégico del Atlántico sur. 

Fue de ese modo que la organización instaló una de sus bases estratégicas de inteligencia hemisférica sita en la base aérea de Mount Pleasant. Allí donde funciona la Unidad Conjunta de Comunicaciones -Joint Communications Unit (JCU)- se instaló una antena del Sistema Automatizado de espionaje de alcance global ECHELON que se intercomunica con una red de inteligencia electrónica de la denominada agrupación “Cinco ojos” (compuesta por los servicios de inteligencia de Australia, Canadá, New Zeland, Reino Unido y los EEUU) que cubre todo el hemisferio.

Como antecedente del alcance y misión de este sistema de espionaje electrónico masivo fue el escándalo que se registro por finales de la década de los ochentas (1988) cuando se reveló por un artículo publicado por el investigador Duncan Campbell, que los gobiernos anglosajones espiaban de forma indiscriminada y sin objetivos clarosa todos sus ciudadanos sin permiso alguno. Aquello causó una oleada de indignación popular en la Unión Europea que fue convenientemente morigerada por los medios estadounidenses.

A cargo de estas actividades invasivas estaban (y siguen estando) la inteligencia electrónica de Government Communications Headquarters (GCHQ) británico y sus colegas estadounidenses de la National Security Agency (NSA) quienes mantienen junto a las Malvinas un estratégico eje de redes de escucha con bases en las islas de Ascensión en el Atlántico y Diego García en el Indico que entre otras funcionalidades tuvo la de ser parte en las operaciones para la invasión de Afganistán en noviembre de 2001 de Iraq en marzo de 2003.

Durante años las actividades de la organización se vieron encubiertas por la desinformación y la ridiculización que impulsaban desde Londres y que los medios acataban al pie de la letra. 

Las informaciones oficiales y los trascendidos era que solo había un destacamento militar británico para garantizar la seguridad de las islas ante otro posible intento argentino. En tanto, desde las instalaciones de Mount Pleasant y en coordinación de la Navy Intelligence Division (NID) se llevaron adelante operaciones de interceptación y escucha de las comunicaciones del continente sin que las autoridades civiles y militares argentinas se dieran cuenta de ello.

Cuando el gobierno de Carlos Menem decidió en 1990 alinearse a la aventura en el Golfo Pérsico que desemboco en la calamitosa guerra contra Iraq, se suponía que la Argentina pasaría a ser considerada como un socio extra OTAN, algo que jamás ocurrió. 

Tal como lo fueron los argumentos para involucrar a su país en aquella contienda, las expectativas de Buenos Aires de convertirse en parte de la Alianza atlántica por esta participación dejo entrever la candidez política y credulidad de aquel gobierno. Incluso esa pretensión no era posible de concretarse en la realidad dado que el país no se hallaba ni se halla aún al presente, en las condiciones de poder aspirar a un posicionamiento (aunque segundón) de esa clase.

Sumado a ello, los gobiernos argentinos y mucho menos sus ciudadanos sabían que los británicos y la OTAN estaban usando su espacio para lanzar operaciones de inteligencia, contrainteligencia y ataque contra objetivos en terceros países calificados de “terroristas” enmarcados en las actividades de la “Homelad Security”, un oscuro departamento de la inteligencia creado por Washington y costeado por insondables presupuestos tras el 11 de Septiembre de 2001.

A partir de aquel entonces y bajo aquel argumento, el rastreo, escucha y grabación de las comunicaciones telefónicas, electrónicas y digitales por el internet fue el inicio de una realidad encubierta a costa del derecho a la intimidad y la confidencialidad de los actos del gobierno argentino y de todos sus ciudadanos implicando sin dudas a todo el continente. 

La silenciosa guerra cibernética de satélites, Drones espía y salas comando desde donde se monitorean las redes de internet de un país, es una realidad a la cual la Argentina se halla inmersa pero que –por acuerdos secretos- se encuentra lejos de poder contrarestar.

Actualmente Argentina no es un objetivo a considerar ya que no representa una amenaza a las políticas de la Organización atlántica y mucho menos a los despliegues militares de Londres en la región. Si es una plataforma geográfica de colaboración estratégica para las agencias gubernamentales anglosajonas que encuentran muy fácil operar en un país donde reina el caos político, la nulidad institucional y una corrupción administrativa que no tiene limites.

En lo que respecta a la relación de Buenos Aires con la OTAN es inexistente e innecesaria ya que –a diferencia de Colombia- para los cerebros en Bruselas, Argentina no posee una infraestructura militar propia de sofisticación útil y menos aún, un peso geopolítico propio que pueda aportar una colaboración cualificada para los objetivos que se buscan en el Atlántico sur. Si necesitan de esa colaboración tienen a los británicos en Mount Pleasant y a los chilenos de la FACH en Punta Arenas.

Caso diferente es el Caribe y Venezuela en particular, donde existe un proceso político que además de oponerse a la hegemonía político-comercial y militar anglosajona, se ha convertido en una opción política –que además de desplazar a las ambiciones de Cuba- es digna de emular sin por supuesto, correr los riesgos de ser blanco de agresiones solapadas desde Washington. Este mismo proceso además, ha demostrado tener una trascendencia hemisférica de peso que lo ha llevado a establecer nexos de cooperación con la Federación rusa, China e Irán que preocupan de sobremanera a los intereses occidentales.

Es por ello y más allá de las complicaciones del gobierno de Maduro en política domestica, el sostenimiento y profundización de una geopolítica audaz que se apoya en una estrategia de contrapeso para limitar las acciones intervencionistas de Washington y la OTAN, le dará chances a que el proceso Bolivariano pueda sobrevivir e ir progresando con el tiempo. 

Además, tras la clara exposición de la profunda crisis política que transita los EEUU, la región y en especial Venezuela tienen la oportunidad de ir aflojando las cadenas que desde el norte y con la ayuda de sus socios de la OTAN han tendido en rededor de toda la región.

3/1/21

ARGENTINA ENVIA TROPAS AL GOLFO PERSICO





Argentina anunció  el envío de tropas al Golfo Pérsico, convirtiéndose en el primer país latinoamericano en participar en el bloqueo militar contra Irak. Argentina no quiere la guerra , dijo el canciller Domingo Cavallo en un discurso de siete minutos difundido a todo el país, en el que anunció el envío del contingente armado al Golfo, respondiendo a un pedido de Kuwait.


El presidente Carlos Menem, en su carácter de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, ha ordenado la movilización de oficiales y suboficiales del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada nacional , dijo el ministro.

Agregó que los militares argentinos no conformarán una fuerza beligerante. No van a emprender acciones bélicas ofensivas, no van a asumir un rol de beligerancia .

El gobierno argentino anunció ayer que decidió enviar dos buques al Golfo Pérsico en misión de paz para participar en el bloqueo económico contra Irak.

El vocero presidencial Humberto Toledo, aclaró que se trata de una misión de paz, por lo que no necesita la aprobación del Congreso, agregando que los efectivos no entrarán en combate sin autorización del Congreso.

Entre tanto, Zulema Yoma la esposa del Presidente argentino Carlos Menem, afirmó sentirse avergonzada por la decisión de enviar naves de su país al Golfo Pérsico.

De ascendencia siria y practicante de la religión musulmana, Zulema declaró, me siento avergonzada como argentina de mandar tropas a sumarse al bloqueo contra Irak .

Zulema Yoma subrayó, vamos a ayudar a nuestros enemigos en este momento, a quienes nos ofendieron con las Malvinas. No puedo olvidar los dolores y las lágrimas que hemos derramado cuando hundieron a nuestro barco el General Belgrano durante la guerra con Gran Bretaña en 1982 dijo la señora de Menem.

Entre tanto, los nueve países de la Organización de Europa Occidental (UEO) se pronunciaron por la ampliación al tráfico aéreo del embargo contra Irak. Decidieron además fortalecer su coordinación que extienden a los medios terrestres y aéreos según un comunicado publicado anoche al término de su reunión en París.

Los nueve tomarán en los más breves plazos medidas suplementarias necesarias para instaurar de manera completa y eficaz el embargo, y lanzaron un llamado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que adopte muy rápidamente las decisiones apropiadas en ese sentido, precisó el comunicado.

El canciller francés, Roland Dumas, dijo que los nueve también pedirán al Consejo que extienda el embargo comercial a países que infrinjan las presentes sanciones decretadas por las Naciones Unidas.

Dumas añadió que un comité militar conjunto se reunirá hoy para poner en vigencia nuevas medidas que extiendan la coordinación entre fuerzas terrestres y aéreas de la UEO que operan en el Golfo.

Holanda dijo ayer que enviará 18 cazas F-16 a la región del Golfo si el Consejo decreta un embargo aéreo contra Irak. Este anuncio se produjo en momentos en que el Consejo seguía reunido en Nueva York.

En una acción sin precedentes, la Unión Soviética ha acordado prestar a Estados Unidos un gran barco para trasladar equipos militares al Golfo Pérsico, revelaron ayer fuentes de la Organziación del Tratado de Atlántico del Norte (OTAN).

También han habido discusiones entre funcionarios estadounidenses y soviéticos sobre el uso de grandes aviones soviéticos de transporte Antonov para ayudar a trasladar soldados y pertrechos estadounidenses al Golfo Pérsico, dijeron las fuentes. Según el ministro de Finanzas de Israel, Yitzhak Modai, el presidente soviético Mijail Gorbachov calificó al mandatario iraquí Saddam Hussein de bestia salvaje , pero manifestó su esperanza de que Irak pueda ser obligado a retirarse de Kuwait sin derramamiento de sangre.

Por su parte, el canciller, David Levy, dijo que la Unión Soviética prometió salir a la defensa de Israel si Irak lo agrede.

El canciller saudí, príncipe Saud al-Faisal, declaró ayer en Moscú que su país acogería de buen grado a tropas soviéticas en su país si Moscú decidiera sumarse a la fuerza internacional concentrada para enfrentar a Irak.

Por otro lado, el presidente Carlos Menem calificó ayer como conveniente para Argentina el envío de tropas al Golfo en una controvertida medida que convertiría a este país en el primero de América Latina en participar en el bloqueo militar contra Irak.




FUIMOS A UNA GUERRA, NO MISION DE PAZ. QUE QUEDE CLARO

La Casa de Gobierno concluyó ayer los arreglos para un anuncio formal a la población sobre la participación militar, que consistirían en un par de centenares de oficiales profesionales y dos buques misilísticos de la Armada, según anticiparon fuentes gubernamentales.

En otro frente diplomático, el presidente sirio Hafez Assad efectuará su primera visita a Teherán la semana próxima para discutir la crisis del Golfo Pérsico y la situación en el mundo árabe en general, informaron ayer fuentes sirias.

Se anticipa que el viaje será de utilidad para una campaña de Assad para proyectarse como aliado confiable del Oeste y mejorar la imagen de su país después de los años de aislamiento que le reportó su implicación en ataques terroristas.

LA GUERRA DEL GOLFO 1991


25/12/20

¿RECUERDAN LA PRIMERA GUERRA DEL GOLFO, EN 1991?

PARA EL PODER EJECUTIVO, MINISTERIO DE DEFENSA, COMANDO ESTADO MAYOR Y COMANDANTE DE LA MARINA DEL AÑO 1990/1991, QUE FUE  O LO QUE PASO EN LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO, FUE UNA MISION DE PAZ ? COMO USTEDES PIENSAN SE EQUIVOCARON Y ACA LAS CONSECUENCIA. Y ESTO SE PRODUCIA POR LAS EXPLOSIONES DE MISILES IRAKIES, Y SE DESPARRAMABAN POR EL VIENTO. POR LO MENOS TRES MESES SIN SALIR DEL BUQUE, PARA CONSERVAR EL HERMETISMO CONTRA LA GUERRA QUIMICA NUCLEAR (QBN). SERA JUSTICIA.


Transcurridos 29 años de la Primera Guerra del Golfo Pérsico (1991), se ha presentado un trabajo científico que ha puesto en evidencia que los bombardeos norteamericanos sobre los depósitos de armas químicas iraquíes antes de iniciar la invasión terrestre norteamericana para la liberación de Kuwait podrían haber liberado “gases nerviosos” que, empujados por el viento, afectaron a las tropas norteamericanas estacionadas en Arabia Saudí. Recordemos que la guerra fue consecuencia de la invasión de Kuwait por el ejército iraquí en agosto de 1991. Tras un ínterin de negociaciones, Estados Unidos con apoyo táctico de otros países, liberó militarmente el territorio invadido, devolviendo las fronteras a su estado prebélico.





El trabajo, publicado en la revista médica Neuroepidemiology, trata de rebatir la posición del Pentágono, avalada por muchos científicos, de que las neurotoxinas, en particular el gas Sarín®, no pudo haber sido arrastrado las grandes distancias requeridas para hacer enfermar a los militares norteamericanos.

El gas Sarín® fue sintetizado, como insecticida, en Alemania en el año 1939. Pertenece al grupo de los organofosforados, como cabe inferir de su estructura química. Es un potente inhibidor de la enzima colinesterasa (ver al final de este mismo artículo para mayor información). Fue usado durante el ataque terrorista en el suburbano de Tokio, Japón, el 20 de marzo del año 1995, matando a trece personas y causando graves intoxicaciones a varios cientos de viajeros.

El gas Sarín® pertenece a un grupo denominado de manera genérica “gases nerviosos”, que incluyen, además: Somán®, Tabún® y VX®. Véase este vínculo para la prevención y tratamiento de la intoxicacion por gases nerviosos.

Los autores de este trabajo son los doctores Robert Haley y James J. Tuite, quienes ya habían publicado varios estudios que vinculaban la exposición a tóxicos químicos con los cuadros patológicos que manifestaban muchos excombatientes en la Guerra del Golfo Pérsico. Para este último estudio recopilaron información procedente de bases de datos meteorológicos, así como informes de la inteligencia militar estadounidense que apoyaban la idea de que las bombas usadas por los norteamericanos eran lo suficientemente potentes para esparcir el gas Sarín® depositado en los almacenes subterráneos de Muthanna y Falluja (ciudades iraquíes) en la alta atmósfera, donde los vientos del noreste, habitualmente muy intensos en esa época en las capas altas, trasportaron las neurotoxinas cientos de quilómetros hacia el sudoeste, hasta la frontera con Arabia Saudí, donde se concentraban las tropas terrestres que, más tarde tomaron parte en la liberación de Kuwait.

Las condiciones meteorológicas habrían contribuido a depositar los gases nerviosos sobre la superficie. Aun cuando las concentraciones del agente neurotóxico fueron probablemente bajas, la exposición continuada en el tiempo habrían incrementado el impacto.

Aunque los detectores de armas químicas dieron la alarma en los días que siguieron a los bombardeos de depósitos de municiones en Iraq, no se les prestó demasiada atención y, en cualquier caso, no se tomaron las precauciones necesarias.

Sin embargo no hay acuerdo al respecto. Algunos científicos mantienen su escepticismo sobre el efecto del gas Sarín®, afirmando que esta nueva publicación no modificará sus puntos de vista. Entre estos expertos, el Dr. John Bailar, profesor emérito de la Universidad de Chicago, que dirigió en el año 1996 un grupo de trabajo que estudió la denominada “enfermedad de la Guerra del Golfo” afirmó que “no existe evidencia de que las tropas estuviesen expuestas a concentraciones de gas Sarín® lo suficientemente elevadas para que llegasen a causar efectos biológicos”. En su opinión, el estrés de la guerra, y no tanto los tóxicos químicos, es la causa de los problemas médicos observados en muchos veteranos. El “síndrome de la Guerra del Golfo” tiene, en su opinión, entidad clínica, englobando una pléyade de síntomas; y los veteranos de la guerra merecen una esmerada atención médica.

Casi la mitad de los 700.000 militares que fueron desplegados en los años 1990 y 1991 en la Guerra del Golfo solicitaron discapacidad al Department of Veterans Affairs, de los que consiguieron tal reconocimiento el 85% de quienes lo solicitaron.

Muchos de los excombatientes describieron problemas varios, tales como dolor crónico, pérdida de memoria, fatiga persistente y diarrea, síntomas que no se pudieron achacar a ninguna patología concreta. La mayoría de los afectados insisten que sus problemas no fueron resultado del estrés sino que tienen raíces biológicas.

Los expertos están divididos entre quienes consideran que las concentraciones de gas Sarín® eran insuficientes para desencadenar problemas médicos, y quienes lo consideran la causa principal del llamado “síndrome de la Guerra del Golfo”.

El Pentágono norteamericano tiene conocimiento de que la demolición post-bélica de los depósitos de armas químicas en Kamisiya, en el sur de Iraq, pueden haber expuesto a más de 100.000 tropas al gas nervioso. Pero los militares añaden que es improbable que el gas liberado sea responsable de los signos y síntomas clínicos de las tropas que participaron, activa o pasivamente en el conflicto.


ANTICOLINESTERASAS. GASES NERVIOSOS

Año 1932, Universidad de Berlín: Willy Lange (1900-1976) y su becaria, Gerda von Kreuger, sintetizaron monofluorofosfatos. Durante la síntesis de estas moléculas, experimentaron una serie de síntomas, que incluían presión en la laringe, disnea, embotamiento y visión borrosa. Estos efectos remedaban a los de la nicotina (como sustancia pura). La nicotina se usaba como insecticida por su acción bloqueante de la acetilcolinesterasa, la enzima que se halla en las terminales de las motoneuronas. El bloqueo irreversible de esta enzima impide la transducción de los impulsos nerviosos en la contracción de los músculos que inervan dichas motoneuronas. El efecto mortal es consecuencia del bloqueo de los músculos respiratorios. Willy Lange dio a conocer sus hallazgos en una interesante publicación (Lange W., von Kreuger G. Ueber ester der Monofluorphosphorsaure. Ber., 1932; 65: 1598-1601). La llegada al poder del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán determinó su salida de Alemania poco tiempo después.

Gerda von Kreuger continuó los trabajos en los laboratorios Leverkusen, pertenecientes a I.G. Farbenindustrie (literalmente: “comunidad de intereses”) sintetizando más de 200 compuestos organofosforados con potencial insecticida.

Eberhard Gross, trabajando a la sazón en los laboratorios Elberfeld, demostró (aunque nunca publicó) que los compuestos sintetizados por von Kreuger eran anticolinesterasas (bloquean de modo irreversible la acción de la enzima acetilcolinesterasa), pero resultaban demasiado tóxicas para su empleo indiscriminado como insecticidas. Esta observación hizo que se plantease su utilización como armas químicas. A tal fin se impulsó su almacenamiento en depósitos para uso militar.





El primer organofosforado destinado a ser usado como arma química fue el Tabún®, sintetizado en el año 1936 por Schrader (Holmstedt, B. Synthesis and pharmacology of dimethyl-amidoehoxy-phosphoryl cyanide (Tabún®) together with a description of some allied anticholinesterase compounds containing the N-P bond. Acta Physiol Scand., 1951; 25(Suppl.): 90). Tabún® es un líquido que puede dispersarse en forma de aerosol. En el año 1942, ya en plena Segunda Guerra Mundial, se construyó una fábrica en Dyhernfurth-am-Oder, cerca de Breslau, disimulada como planta de producción de jabón, para evitar ser objetivo de guerra por parte del ejército soviético. Al finalizar la guerra (1945) se descubrieron almacenadas más de 12.000 toneladas de Tabún®, además de los morteros de la artillería alemana conteniendo este líquido.

Se tiene constancia que esta arma química también fue empleada durante la guerra entre Iraq e Irán en la década de 1980 (Robinson J.P., Goldblat J. Sipri Fact Sheet Chemical Weapons I. Stockholm International Peace Research Institute, 1984).

Más tóxico que Tabún® es el gas Sarín® sintetizado en el año 1938 por Schrader y Otto Ambros. Téngase en cuenta que 1 mg de este gas causa la muerte de una persona adulta en pocos minutos, siendo absorbido a través de la piel.

A comienzos de la década de 1950, el ejército de Estados Unidos almacenó grandes cantidades de gas Sarín® en diferentes depósitos en todo el mundo, con el código secreto GB (Hersh S.M. Chemical and Biological Warfare. America’s Hidden Arsenal. London: MacGibbon and Kee; 1968). En el año 1974 se patentó un gas todavía más tóxico que Sarín®, denominado “agente VX®” (Br. Pat. 1974: 1346409 (to Secretary of State for Defense).





El Gobierno Británico financió un estudio sobre fluorofosfonatos que se llevó a cabo en el Departamento de Fisiología de la Universidad de Cambridge, dirigido por Edgar Adrian. En su estudio se descubrió que Dyflos®, otro agente organofosforado, era más tóxico que los análogos sintetizados anteriormente por Lange y von Krueger (Adrian E.D., Feldberg W., Kilby B.A. Nature, 1946; 158: 625). Dyflos® causaba miosis (contracción de la pupila) significativa. Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, Dyflos® fue formulado en una preparación oftalmológica, llegando a usarse contra el glaucoma.











American Cyanamid introdujo el Malatión® como insecticida en el año 1951 (US Pat. 1951: 2578652 [to American Cyanamid]). Este producto representó el mayor avance en el área de los insecticidas por su fácil manejo, además de estar exento de toxicidad para los mamíferos. Maltatión®, inactivo per se, se metabolizan en el tubo digestivo de los insectos para formar el verdadero tóxico, Malaoxón. Pero su seguridad también es consecuencia de que, cuando se absorbe por los mamíferos, se metaboliza muy rápidamente por esterasas, formándose un ácido que se excreta rápidamente. Este mecanismo de inactivación no ocurre en los insectos, lo que permite su aplicación tópica sobre la piel humana para tratas las infestaciones por sarna (género Sarcoptes) y piojos (género Pediculus).











En el año 1952, el equipo de trabajo dirigido por Schrader, en los laboratorios Bayer, en Elberfeld, sintetizaron Metrifonato (Lorenz W., Henglein A., Schrader G. The new insecticide O,O-dimethyl-2,2,2-trichloro-1-hydroxyethylphosphonate. J. Am. Chem. Soc., 1955; 77: 2554-6). Su margen de seguridad se consideró lo suficientemente amplio para poder administrarse de modo sistémico a animales domésticos. Aunque Metrifonato no tiene sensu stricto actividad anticolinesterasa, experimenta un reagrupamiento en solución acuosa para formar Diclorvos (Nordgren I., Bergström M., Holmstedt B., Sandoz M. Transormation and action of metrifonate. Arch Toxicol., 1978; 41: 31-41).







Jacques Cerf, un médico que ejercía en lo que entonces era Congo Belga (década de 1950), actualmente República Democrática del Congo, estudió diez compuestos organofosforados frente a muestras de Ascaris lumbricoides mantenidos en solución Ringer. En su estudio halló que el compuesto más activo era Metrifonato. Y finalmente preparó un polvo que fue formulado en comprimidos por una farmacia local. 

Ensayó los comprimidos en 15 voluntarios, incluidos él mismo, para valorar los efectos tóxicos del producto (Lebrun A., Cerf J., Noté préliminaire sur la toxicité pour l’homme d’un insecticide órgano-phosphoré [Dipterex]. Bull World Health Org., 1960; 22: 579). Dado que los efectos adversos se consideraron tolerables, estos comprimidos se ensayaron en 2.000 pacientes infestados con Ascaris lumbricoides o Anchylostoma duodenale. Fue así como Metrifonato se convirtió en un fármaco antihelmíntico (Cerf J., Lebrun A. A new approach to heminthiasis control: the use of an organophosphorous compound. Am. J. Trop. Med. Hyg., 1962; 11: 514-17).


Más tarde se llevaron a cabo ensayos clínicos en Egipto donde se demostró que Metrifonato también resultaba eficaz para erradicar la bilarzia, infestación causada por Schistosoma haematobium. De hecho fue el tratamiento de elección hasta la introducción del Praziquantel (Jesbury J.M., Cooke M.J., Weber M.C. Field trial of metrifonate in the treatment and prevention of schistosomiasis infection in man. Ann. Trop. Med. Parasit., 1977; 71. 67-83).






Zaragoza, 22 de diciembre de 2012

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria