11/1/21

REGION LIBERADA





Qué antecedentes y significancia tiene la penetración de la OTAN en America Latina y su desembarco en Colombia ¿Peligra la soberanía de los estados?





Los últimos acontecimientos que se han registrado en el centro del poder imperial (El Capitolio de los EEUU), demuestran que la lucha por el poder está atomizada a tal punto, que podría dar lugar a nuevos e imprevistos escenarios que debilitarán o al menos retrasaran los planes globalistas de la administración demócrata Biden-Harris.



Dentro de esos lineamientos internacionalistas se halla el definitivo control del Caribe y Sudamérica con especial objetivo a Venezuela, algo que se comprueba con aquel acuerdo firmado en 2013 por el entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos que se concretó con el efectivo desembarco de la OTAN a mediados de 2018 y que trajo como inmediatas consecuencias los intentos fallidos por derribar al gobierno de Nicolás Maduro Moros.

Más allá de las increíbles justificaciones del gobierno de Santos para permitir ingresar a la organización atlántica (“como compartir información sobre el crimen organizado y el narcotráfico”), su presencia tiene la finalidad de absorber a la región para evitar que los estados caribeños establezcan relaciones multilaterales libres y amplias con Rusia y China. Y aunque Santos solo obró como la máscara de Washington y sus aliados, la decisión de ingresar a Colombia como un “colaborador” de segunda de la OTAN, se fundó en las determinantes políticas de acercamiento y cooperación entre Caracas y Moscú que fueron impulsadas por el entonces presidente Hugo César Chavez a comienzos del 2000.

Pero la presencia de la OTAN no es nueva en el continente. Desde mediados de 1982 se dieron dos eventos que vislumbrarían el momento oportuno para entrar al continente. En marzo de ese año se llevaron a cabo las primeras maniobras navales de la OTAN en aguas del Golfo de México denominadas Safe Pass 82 bajo la excusa del peligro del “intervencionismo” soviético materializdo en la Cuba Castrista. 

El segundo evento se dio cuando la Argentina perdió la guerra por recuperar las islas Malvinas, Sandwiches y Georgias del sur, Londres vio abierto el camino para fortificar las islas y establecer allí instalaciones con propósitos que excedían la supuesta contención de alguna amenaza de la Argentina. Incluso cabe recordarlo, durante la guerra la OTAN colaboro de forma discreta (proporcionando inteligencia satelital) con Londres para que pudiera sobreponerse a un colapso de su Task Force ante los intrépidos pilotos argentinos.

Sabido es que Gran Bretaña es uno de los miembros de la OTAN y tras el final de aquella guerra tuvo la excusa y oportunidad de ampliar el mapa de influencia y el control estratégico del Atlántico sur. 

Fue de ese modo que la organización instaló una de sus bases estratégicas de inteligencia hemisférica sita en la base aérea de Mount Pleasant. Allí donde funciona la Unidad Conjunta de Comunicaciones -Joint Communications Unit (JCU)- se instaló una antena del Sistema Automatizado de espionaje de alcance global ECHELON que se intercomunica con una red de inteligencia electrónica de la denominada agrupación “Cinco ojos” (compuesta por los servicios de inteligencia de Australia, Canadá, New Zeland, Reino Unido y los EEUU) que cubre todo el hemisferio.

Como antecedente del alcance y misión de este sistema de espionaje electrónico masivo fue el escándalo que se registro por finales de la década de los ochentas (1988) cuando se reveló por un artículo publicado por el investigador Duncan Campbell, que los gobiernos anglosajones espiaban de forma indiscriminada y sin objetivos clarosa todos sus ciudadanos sin permiso alguno. Aquello causó una oleada de indignación popular en la Unión Europea que fue convenientemente morigerada por los medios estadounidenses.

A cargo de estas actividades invasivas estaban (y siguen estando) la inteligencia electrónica de Government Communications Headquarters (GCHQ) británico y sus colegas estadounidenses de la National Security Agency (NSA) quienes mantienen junto a las Malvinas un estratégico eje de redes de escucha con bases en las islas de Ascensión en el Atlántico y Diego García en el Indico que entre otras funcionalidades tuvo la de ser parte en las operaciones para la invasión de Afganistán en noviembre de 2001 de Iraq en marzo de 2003.

Durante años las actividades de la organización se vieron encubiertas por la desinformación y la ridiculización que impulsaban desde Londres y que los medios acataban al pie de la letra. 

Las informaciones oficiales y los trascendidos era que solo había un destacamento militar británico para garantizar la seguridad de las islas ante otro posible intento argentino. En tanto, desde las instalaciones de Mount Pleasant y en coordinación de la Navy Intelligence Division (NID) se llevaron adelante operaciones de interceptación y escucha de las comunicaciones del continente sin que las autoridades civiles y militares argentinas se dieran cuenta de ello.

Cuando el gobierno de Carlos Menem decidió en 1990 alinearse a la aventura en el Golfo Pérsico que desemboco en la calamitosa guerra contra Iraq, se suponía que la Argentina pasaría a ser considerada como un socio extra OTAN, algo que jamás ocurrió. 

Tal como lo fueron los argumentos para involucrar a su país en aquella contienda, las expectativas de Buenos Aires de convertirse en parte de la Alianza atlántica por esta participación dejo entrever la candidez política y credulidad de aquel gobierno. Incluso esa pretensión no era posible de concretarse en la realidad dado que el país no se hallaba ni se halla aún al presente, en las condiciones de poder aspirar a un posicionamiento (aunque segundón) de esa clase.

Sumado a ello, los gobiernos argentinos y mucho menos sus ciudadanos sabían que los británicos y la OTAN estaban usando su espacio para lanzar operaciones de inteligencia, contrainteligencia y ataque contra objetivos en terceros países calificados de “terroristas” enmarcados en las actividades de la “Homelad Security”, un oscuro departamento de la inteligencia creado por Washington y costeado por insondables presupuestos tras el 11 de Septiembre de 2001.

A partir de aquel entonces y bajo aquel argumento, el rastreo, escucha y grabación de las comunicaciones telefónicas, electrónicas y digitales por el internet fue el inicio de una realidad encubierta a costa del derecho a la intimidad y la confidencialidad de los actos del gobierno argentino y de todos sus ciudadanos implicando sin dudas a todo el continente. 

La silenciosa guerra cibernética de satélites, Drones espía y salas comando desde donde se monitorean las redes de internet de un país, es una realidad a la cual la Argentina se halla inmersa pero que –por acuerdos secretos- se encuentra lejos de poder contrarestar.

Actualmente Argentina no es un objetivo a considerar ya que no representa una amenaza a las políticas de la Organización atlántica y mucho menos a los despliegues militares de Londres en la región. Si es una plataforma geográfica de colaboración estratégica para las agencias gubernamentales anglosajonas que encuentran muy fácil operar en un país donde reina el caos político, la nulidad institucional y una corrupción administrativa que no tiene limites.

En lo que respecta a la relación de Buenos Aires con la OTAN es inexistente e innecesaria ya que –a diferencia de Colombia- para los cerebros en Bruselas, Argentina no posee una infraestructura militar propia de sofisticación útil y menos aún, un peso geopolítico propio que pueda aportar una colaboración cualificada para los objetivos que se buscan en el Atlántico sur. Si necesitan de esa colaboración tienen a los británicos en Mount Pleasant y a los chilenos de la FACH en Punta Arenas.

Caso diferente es el Caribe y Venezuela en particular, donde existe un proceso político que además de oponerse a la hegemonía político-comercial y militar anglosajona, se ha convertido en una opción política –que además de desplazar a las ambiciones de Cuba- es digna de emular sin por supuesto, correr los riesgos de ser blanco de agresiones solapadas desde Washington. Este mismo proceso además, ha demostrado tener una trascendencia hemisférica de peso que lo ha llevado a establecer nexos de cooperación con la Federación rusa, China e Irán que preocupan de sobremanera a los intereses occidentales.

Es por ello y más allá de las complicaciones del gobierno de Maduro en política domestica, el sostenimiento y profundización de una geopolítica audaz que se apoya en una estrategia de contrapeso para limitar las acciones intervencionistas de Washington y la OTAN, le dará chances a que el proceso Bolivariano pueda sobrevivir e ir progresando con el tiempo. 

Además, tras la clara exposición de la profunda crisis política que transita los EEUU, la región y en especial Venezuela tienen la oportunidad de ir aflojando las cadenas que desde el norte y con la ayuda de sus socios de la OTAN han tendido en rededor de toda la región.

No hay comentarios: