¿Tiene el actual gobierno de Macri un plan para afrontar las contingencias que surgen del convulsionado escenario internacional?
Por Javier .B Dal
Mientras la Argentina se revuelve entre purgas internas, escándalos judiciales sin precedentes y dramas económicos que no parecen tener final, su perfil dentro del concierto de la política internacional pasa desapercibido para el común de una sociedad que vive absorta en temas domésticos y contingentes, sin darse cuenta que son actores extranjeros los que en estos delicados momentos están decidiendo el destino que como estado, deberá dirigirse.
Ante todo partamos de la base de que, como país, la Argentina ha sido despersonalizada en su papel geopolítico y de ello se han ocupado los diversos gobiernos que han venido pasando en los últimos cuarenta años –para no hacer una mirada más atrás- cumpliendo en forma inconsciente en algunos casos o deliberadamente en otros, las proyecciones que tanto gobiernos como grupos de poder privado en Washington y Londres, trazaron en sus planeamientos estratégicos para “América Latina”.
Para ver hacia donde puede dirigirse el país, debemos tener en cuenta dos cosas: Primero que la crisis económico-financiera es de alcance global y segundo, que hay una guerra en marcha con la misma magnitud.
Son dos situaciones lo suficientemente importantes como para ocupar de lleno la agenda de los temas de la geopolítica internacional. Lo estamos viendo desde ya hace cinco años como se han abierto varios frentes de guerra en el norte del áfrica y que se han extendido al Medio Oriente sin que haya esperanzas de un cese a las hostilidades. Es más, en el 2015 se vio como algunas operaciones de terrorismo bien organizado y que se endilgaron a presuntos elementos islámicos, fueron calculadamente ejecutadas en suelo europeo, preparando el terreno para lo que vendría luego. Tampoco hay que olvidar la situación en Ucrania y las continuas provocaciones de EEUU sobre el Mar Báltico, el Mar Negro y los roces que ha tenido con China en su mar meridional.
Ante todo partamos de la base de que, como país, la Argentina ha sido despersonalizada en su papel geopolítico y de ello se han ocupado los diversos gobiernos que han venido pasando en los últimos cuarenta años –para no hacer una mirada más atrás- cumpliendo en forma inconsciente en algunos casos o deliberadamente en otros, las proyecciones que tanto gobiernos como grupos de poder privado en Washington y Londres, trazaron en sus planeamientos estratégicos para “América Latina”.
Para ver hacia donde puede dirigirse el país, debemos tener en cuenta dos cosas: Primero que la crisis económico-financiera es de alcance global y segundo, que hay una guerra en marcha con la misma magnitud.
Son dos situaciones lo suficientemente importantes como para ocupar de lleno la agenda de los temas de la geopolítica internacional. Lo estamos viendo desde ya hace cinco años como se han abierto varios frentes de guerra en el norte del áfrica y que se han extendido al Medio Oriente sin que haya esperanzas de un cese a las hostilidades. Es más, en el 2015 se vio como algunas operaciones de terrorismo bien organizado y que se endilgaron a presuntos elementos islámicos, fueron calculadamente ejecutadas en suelo europeo, preparando el terreno para lo que vendría luego. Tampoco hay que olvidar la situación en Ucrania y las continuas provocaciones de EEUU sobre el Mar Báltico, el Mar Negro y los roces que ha tenido con China en su mar meridional.
Es en este escenario que todos los países –sin excepciones- tienen un rol determinado y nadie puede escaparse a los intereses que están en pugna. Mientras algunos países se han –o más bien fueron convertidos-convertido en campos de batalla para buscar rediseños regionales y geopolíticos planificados especialmente desde Washington, otros son aportantes de recursos humanos para esas luchas, otros de recursos financieros, otros de logística, algunos de proveer las armas adecuadas en fin (Caso de Bulgaria), cada uno involucrado en algún grado en esta nueva pulseada que se da entre el bloque integrado por EEUU, la UE e Israel por un lado y Rusia, China e Irán por el otro.
Pues bien, muchos se preguntarán ¿Dónde entra la Argentina en todo esto? Aunque cueste creerlo, los polos de poder que se están disputando el efectivo control de los mercados financieros, de recursos energéticos y obviamente de áreas geográficas vitales para mantener una superioridad estratégica sobre el adversario, ven en el Cono sur y en especial en la Argentina, un espacio vital y de alta prioridad estratégica que figura desde hace décadas, en los proyectos de las potencias para que cumpla con los objetivos que allí se han trazado.
Los medios para llegar a su conquista son claramente bélicos y ello puede verse en el caso norteamericano especialmente, que sacudido por una deuda pública interna que prácticamente revela la posible quiebra del estado y la pérdida del peso especifico del dólar en los mercados asiáticos, están mostrando señales desesperadas que podrían desatar un choque bélico entre los grandes actores.
Sin dudas es de esperar que si no se da ese choque en forma accidental será fabricado para sí o sí, desatar un conflicto que traerá la tan esperada reactivación de la economía de guerra a gran escala que llena los bolsillos de los grandes magnates de industria militar estadounidense (v. Carlile Inc, Lockeed, etc), europea e israelí (IMI) que hoy satisfacen las necesidades de los conflictos convencionales en boga. Hoy por hoy en los EEUU la compulsa para ver quién será el próximo presidente, ha puesto sobre la mesa estas relaciones sucias en las que los intereses corporativos del complejo militaro-industrial, terminarán ungiendo al candidato que mejor les beneficie.
En medio de estos temas, tenemos a una Argentina casi “naif” o más bien, mantenida en un estado de sopor para que sus ciudadanos y habitantes, no logren darse cuenta qué es lo que hay preparado para el país y que en esos planes, ellos –los argentinos- no cuentan. Para esta tarea colaboran los medios y una clase política veleidosa que son alquilados por los dineros provenientes de entes públicos y privados extranjeros. Para esta clase política, “estos temas no son relevantes” –en referencia a la geopolítica y los intereses nacionales-,llegando incluso a proponer que “habría que disolver las FFAA” como lo señalo un empresario llamado Martín Vasavsky porque según él, “el país carece de enemigos”; o la brillante propuesta de Miguel Ángel Toma cuando en momentos que ocupaba su sitial en la SIDE menemista llegó a decir “que además de disolver a las FFAA, había que poner a la Argentina bajo la protección de la OTAN”.
Estas conclusiones además de ilógicas demuestran el desconocimiento de la realidad geoestratégica regional en la cual, estamos viendo como por ejemplo, Chile desarrolla un programa de expansión de sus modernas bases militares más cerca de las fronteras, la adquisición de modernos equipos bélicos a Gran Bretaña y su abierta colaboración marítima en aguas australes con la Royal Navy sin que Argentina haya incluso, a tomado medidas de contingencia para contra restar futuros incidentes.
Son algunos de los ejemplos del “profesionalismo y compromiso” de los funcionarios pasatistas argentinos de la década de los noventas que rozaban el simplismo infantil pero que en realidad es un proceder malicioso, que en última instancia buscan allanar el camino de Washington a la fácil dominación del país.
Pero el EEUU actual ya no es aquel de los noventas. Por estas horas, las declaraciones de un imprevisible Donald Trump han llevado desde el entusiasmo de los poderosos lobbies judíos norteamericanos a la más absoluta desazón ya que, tan solo unas pocas horas antes de publicar éste artículo, éste candidato no solo ha quedado como el único representante del partido republicano –tras el abandono de Ted Cruz- sino por sus declaraciones en las que dejó en claro que si es elegido presidente, su política será “América primero”, terminando con las dos décadas de intervencionismo unilateral que además de beneficiar a Tel Aviv, solo han traído pérdidas para EEUU y los países intervenidos.
Tras estas palabras, los medios han acelerado sus golpes contra el magnate que pone en riesgo la subsistencia de la geopolítica tejida durante los últimos veinticinco años que sin dudas ha beneficiado a Israel. A pesar de que se ha tratado de manchar la imagen de Trump con argumentos tales como que se trata de un millonario excéntrico sin idea de la política, un bohemio, un xenófobo y hasta un delirante aislacionista, lo cierto es que sus últimos speechs han dejado en claro que más que cualquiera de éstos calificativos, “Donald” es más bien un “realista político” , que representa al estadounidense medio, que hace tiempo se hartó de ver cómo cotidianamente su país es la mala noticia en todo el globo.
Por otra parte y según los antecedentes a la vista, la posible presidencia en manos de Hillary Clinton no mejora las expectativas para EEUU. Su gestión al frente de la cartera del Departamento de estado ha estado marcada por los escándalos enmarcados en los siniestros episodios de la intervención que la Casa Blanca puso en marcha en el norte de África, Medio Oriente y Ucrania, sin olvidar su conexión con el asesinato del embajador norteamericano en Bengazi en 2012.
Entre tanto, Rusia sigue sus preparativos para contener los avances que la OTAN está realizando a lo largo de toda su frontera terrestre y marítima, que no ha escatimado en actos de provocación que hasta hace poco, culminaron con serias advertencias para sus navíos que maniobraban sugestivamente por el Mar Negro, los cuales al ser interceptados por aviones rusos SU-24 terminaron quedando al garete tras ser completamente inutilizados sus instrumentos eléctricos. Tal como revelo un informe clasificado de la DIA al Pentágono tras el incidente del destructor “USS Donald Cook” ocurrido el 12 de abril del 2014 en aguas del Mar Negro, un dispositivo de algún tipo de carácter electromagnético, inutilizo la electrónica del buque sin que fuera posible poner en operaciones los equipos auxiliares de energía. No hubo posibilidad de prevenir el evento… quedando el buque inerme. Estas son solo algunas consideraciones de lo reportado en aquella oportunidad.
Y estas son solo las pulseadas visibles. En el clandestino mundo del espionaje las idas y venidas utilizando el conflicto en Medio Oriente, las acciones muestran ser mucho más encarnizadas y cruentas que las de sus colegas militares. Las acciones de infiltración, sabotajes, asesinatos y atentados, son tantas como las batallas que se libran a cielo abierto en los territorios de Siria, Iraq, Yemen o Libia. Si ello escala a mayores, habrá pocos lugares en el mundo donde refugiarse. Ya en la última etapa del gobierno de CFK, la Argentina se estaba viendo tironeada para que fuera una pieza más –no más que un peón-del gran tablero geoestratégico que conducen Washington y Moscú.
Ambos bandos ven en la Argentina el “lugar” para reserva y refugio, es por ello que no importa e incluso no debe lograr desarrollar un estado soberano. Lo que interesa es el espacio físico que representa todo el territorio y vendría a ser algo así como la retaguardia, el refugio para los personeros que necesiten esconderse en momentos de infortunio o incluso mudar toda su infraestructura estatal ante la inviabilidad de permanecer en su anterior sitio. En esa línea el país sería algo así como un “aliado pasivo” que solo mira y espera sin participación activa en las operaciones que llevan adelante los países centrales; solo observa y tolera sin posibilidades de poder actuar o incluso opinar imparcialmente.
En esta misma postura es que Tel Aviv busca tener al país, utilizando los atentados en Buenos Aires y en última instancia el asesinato del fiscal Nisman, culpas mediante, bajo su disposición a forma de reservorio ante la posible inviabilidad de su presencia en Medio Oriente.
Pero también habría planes para que Argentina sea un aliado más activo y protagonista de los cambios que se darán con la crisis que pronto se convertirá en confrontación abierta. Por supuesto que, su papel será el de encabezar algún tipo de actividad en el campo político y diplomático que impulse la postura de la potencia dominante, sin los riesgos de participar en las acciones bélicas que se están desarrollando y de las que se desarrollaran.
Igualmente, Argentina será el granero, pero no del mundo ya que surtirá los recursos energéticos, granos, productos alimenticios y de avances científicos a la elite que logre controlar el Cono sur. Precisamente y retomando el anterior punto, el país podría también adoptar un rol protagónico inmiscuyéndose en las acciones hostiles que lleven en breve EEUU y sus aliados de la OTAN, que vienen escalando en sus intentos por rediseñar las regiones del centro y Norte de África, el Medio Oriente –con especial interés en engullirse a Irán- y con aspiraciones de replicarlas en Ucrania, Georgia y regiones conflictivas como el Nagorno Karabaj para debilitar a la geopolítica de la Federación rusa. En este sentido, si se comienzan a cumplir las supuestas entregas de equipos y armas norteamericanas, israelíes, francesas a las FFAA argentinas, seguramente será con fines de que Buenos Aires secunde las nuevas aventuras que se están ultimando contra Siria, Irán o incluso a exóticos teatros como el Mar meridional de la China, el Mar Báltico o incluso para operar en la península del Yemen.
Incluso y siguiendo con el punto de vista militar, fuentes reservadas habían confirmado que el hoy presidente Macri y sus comitivas que habían viajado a Washington el año pasado y tras haber establecido contactos con influyentes políticos conservadores del Neocon, habrían obtenido de varios funcionarios de la Casa Blanca y del Pentágono garantías de que si ganaba la presidencia, se ampliarían las posibilidades de que Argentina ingresara a la Alianza Atlántica, OTAN, para lo cual y como parte de los beneficios de dicho ingreso, EEUU instalaría una base aérea en la Patagonia que serviría como apoyo logístico y táctico a la 4º Flota del Comando sur conllevando beneficios indirectos como serían, la creación de empleos de servicios para civiles que trabajarían en la base, creación de polos comerciales en su alrededor y el desarrollo urbanístico que lo acompañaría.
Igualmente y pese a esto último, existe una realidad en el terreno que no facilitara esos planes y es que, hay una base de la república Popular China en Neuquén que no puede ser ignorada y permitir a los norteamericanos instalar una base militar en la misma Patagonia, involucraría directamente al país en el peligroso juego geoestratégico sin que –considerando el famélico estado de la defensa- exista el mínimo poder de intervenir para garantizar los intereses nacionales.