Casí treinta y dos años después de la campaña naval al Golfo Pérsico, uno de sus protagonistas argentinos nos cuenta las intimidades de las horas previas al inicio de la guerra
Así como lo dice el titulo de éste artículo, pasó ese tiempo de aquella intervención naval de la Argentina en la crisis y posterior guerra del Golfo Pérsico de 1991 y pese al tiempo transcurrido no hay avances de parte de su gobierno sobre alguna determinación por reconocer los méritos de los miembros del Grupo “ALFIL 1”. Pero esto es algo que no sorprende si vemos como se han manejado otros temas de trascendencia en los que la responsabilidad estatal se ha visto involucrada.
Casi treinta años de aquella campaña naval que representó para el país y para la Armada en particular una experiencia extraordinaria en lo que hizo a una de las operaciones militares más complejas de finales del siglo XX. Pero aunque la historia que ha documentado aquella crisis (nacida por la invasión de Iraq a Kuwait) que terminó en una guerra abierta entre Iraq y una Coalición de treinta y un países liderada por los EEUU es muy escueta en detallar las reales consecuencias que acarreó para todos los participes, siguen quedando como los mejores documentos los testimonios de sus protagonistas.
Si le preguntásemos al actual gobierno argentino o a una de sus direcciones gubernamentales (incluyendo a la Armada por supuesto) ¿Cuáles fueron las implicaciones y los detalles operativos de aquel entonces?, encontraremos miradas absortas en algunos, explicaciones simplistas en otros un total silencio en otros que demuestran en parte, un absoluto desconocimiento de aquella misión. En parte ello es entendible ya que no podríamos acusar de ignorancia a los nuevos funcionarios y empleados gubernamentales que tenían dos años de edad o incluso no habían nacido cuando se produjeron aquellos eventos. Igualmente (y es de suponer) que por cuestiones de capacidad e idoneidad para ocupar el cargo deberían estar preparados para los puestos que ocupan. Como diría alguien “la ineficaz burocracia en todo su esplendor”.
Pero las vivencias de los marinos argentinos del grupo (G.T.88) compuesto por la corbeta “ARA Spiro” y el destructor “ARA Almirante Brown” viven en cada uno de ellos aún, cuando la mayoría las calle por ese estúpido temor reverencial que muchos se ellos siguen albergando hacia una superioridad que ya no existe. Incluso ya varios han dejado este mundo sin haber plasmado sus testimonios de aquellas jornadas.
¿Dónde estaba el grupo “ALFIL 1” en aquel día “D” que dio comienzo a las hostilidades? La respuesta del gobierno que se apega a la historia escrita por los documentalistas norteamericanos dirá que las unidades navales del grupo se hallaban operando en cumplimiento de un mandato que impuso sanciones económicas a la república de Iraq determinadas por resoluciones de Naciones Unidas. Hoy sabemos que ello fue una falacia ya que, no existió ningún mandato de la organización y aquellas resoluciones nunca fueron obligatorias para los países miembros, en especial para la Argentina que ingreso a la Coalición por un estricto interés político.
Igualmente eso fue lo que se le vendió al personal militar interviente y a la opinión pública en general.
Pero así estaban las cosas por ese entonces. Una década se inauguraba y con ella nuevas circunstancias geopolíticas se avizoraban en el horizonte y con ellas, las consecuencias para el futuro. La URSS se derrumbaba y los EEUU no tardarían en clamar por la necesidad de un Nuevo Orden Mundial que casualmente, fue oficialmente inaugurado por George H. Bush tras esta guerra. Pero las vivencias en primera persona de quienes participaron en la “crisis y guerra” en el golfo siguen siendo irremplazables para conocer que fue lo que sucedió realmente.
Así nos lo comenta uno de ellos en un mail llegado a mi oficina el 8 de enero pasado en cual nos cuenta: “Unos días antes de que se desatara el conflicto, se caraterizaron por intensos movimientos y operativos militares en toda el área que se podían advertir con los desplazamientos de los buques de ataque norteamericanos, británicos y franceses que pasaban por el Golfo de Omán en dirección al norte.
Otro indicio era el nerviosismo que flotaba en el aire y que se palpaba en la rigidez de los oficiales a cargo de la misión. También lo fue el estar constantemente checkeando el funcionamiento de los cañones automáticos, el sistema de “Chaf” antimisiles y el armamento de abordo. En esos momentos lo que se sabía de lo que estaba ocurriendo en las tratativas que se llevaban en Naciones Unidas por distender la situación, era lo que CNN y sus repetidoras publicaban por TV, es decir nunca supimos lo que realmente ocurría”.
Nos queda claro que nuestro camarada a se hallaba junto a sus compañeros operando en el Golfo de Omán, que se hallaba a cargo del ARCENT que dependía en ultima instancia del CENTCOM el cual era para ellos el “Comando Operacional Superior” (Resoluciones EMGA n° 155/96 y 328/13). Y nos continuó relatando:
“Los estadounidenses y sus socios mostraban la seguridad de que habría guerra. Las municiones y el combustible ingresaban a granel algo que llevaba a dicha conclusión. Quienes estaban operando en donde nosotros estábamos eran los del Cuerpo de Ingenieros de la Armada (U.S. Army Corps of Engineers) quienes bajo el SUPCOM (Abastecimientos subordinado al CENTCOM) proveerían el apoyo logístico y soluciones técnicas a las unidades de batalla.
Un dato que jamás supimos era que estos mismos tipos habían estado aquí mismo participando en el mes de noviembre de 1989 en unos ejercicios conjuntos denominados “OPLAN 1002-90” que se mejorarían para julio de 1990 mediante otro ejercicio informático, una simulación en computadora denominada “INTERNAL LOOK-90” que casualmente tuvieron como hipotésis de conflicto, defender al reino de Arabia Saudita de una supuesta invasión por parte de Iraq”.
“Todo eso obviamente era ignorado por quienes cumplíamos ordenes y (viéndolo a la distancia) no me quedan dudas de que incluso que ni siquiera el gobierno de Menem y Caballo estaba al tanto de estas circunstancias, por lo pronto nosotros cumplimos con nuestras tareas”.
El destructor que había perdido uno de sus helicópteros “Aluette” en maniobras sobre el Mar Rojo allá por octubre de 1990, debía ser reemplazado por otro que llegaría por un transporte aéreo desde Buenos Aires. Sobre esto nos relata diciendo: “La fecha límite del ultimátum de las 00hs del 16 de enero estaba próxima y era imperioso reponer uno de los “Aluette”a su llegada.
Sin ese aparato, las tareas del grupo podrían haberse visto seriamente limitadas comprometiendo incluso la seguridad del grupo. Por suerte el día 14 de enero los aeronáuticos “la Brown” fueron a recibir al avión Hercules C-130 de la Fuerza Aérea que llegó al Aeropuerto de “Fuyeira” (Emiratos Árabes Unidos) trayendo el helicóptero de repuesto; eso nos levantó el ánimo”.
“Recuerdo que el tiempo estaba inestable y solo unos días antes tuvimos fuertes tormentas que de haber continuado habrían retrasado llegada del avión e incluso el inicio de las operaciones. Una vez que embarcaron el Aluette “3H115”, los mecánicos lo acondicionaron para que estuviera listo para comenzar sus salidas”.
“Me acuerdo que fue un jueves. Como voy a olvidarlo. El día 16 de enero fue el último de un periodo de expectativas e incertidumbre y quienes pudieron bajar a tierra para estirar las piernas antes de zarpar lo hicieron. Yo no pude bajar así que no me quedo otra que revisar el equipo. Las comunicaciones se volvieron más constantes y las instrucciones para nuestro grupo caían como catarata, el momento se acercaba y la tensión aumentaba. La presión se hacía sentir con cada hora que pasaba”.
“La noche llego y nos aprestábamos para lo peor. En la madrugada del 17 de enero, cerca de las 2.30 hs algunos helicópteros volando en cercanías del puerto donde estábamos me movilizaron a prenderme un pucho y esperar el relevo. La hora clave se acercaba y con ella el silencio de una falsa calma se fue haciendo cada vez más imperante.
Asi fue hasta que somos informados de que han comenzado las operaciones de interferencia electrónica de las comunicaciones en toda la zona con la finalidad de anular los sistemas de defensa antiaérea y de mando y control iraquíes. Tan potentes fueron las interferencias electromagnéticas que nuestras propias comunicaciones abordo estuvieron inhabilitadas hasta un tiempo después del inicio de los ataques aéreos”.
Y así fue. En medio de excitación, nervios y mucha incertidumbre tomamos conocimiento que a las 0400hs de la madrugada del 17 de enero daba inicio a la Operación Tormenta del Desierto. Los leves truenos que se escuchaban a lo lejos eran los misiles “TomaHawk” que comenzaron a ser lanzados desde los buques en el horizonte dejando el rastro de humo blancuzco detrás.
Me di cuenta que la paz se había terminado y de ahora en adelante estábamos en medio de una guerra. Inmediatamente comenzamos con nuestras tareas de apresto para iniciar nuestra parte en las operaciones para lo cual, cada sección debía estar alerta en los objetivos asignados. Las órdenes fueron zarpar y establecernos en las aguas próximas a “Fuyeira” para iniciar las operaciones de aseguramiento de la zona. Todo podía pasar y no queríamos ser sorprendidos. Y fue así que salimos del puerto a las 10:30hs de ese mismo 17 de enero y cumpliendo con el entrenamiento para combate nos fondeamos en las aguas próximas”.
Desde ese momento las salidas de aviones desde los portaaviones yankis, especialmente el “USS Midway” se hicieron incesantes. Con el pasar de los días fuimos avanzando y adentrándonos en las aguas del Golfo Pérsico donde llevábamos adelante las misiones de escolta y vigilancia de los convoyes logísticos que iban ingresando al Teatro de operaciones algo que nos puso en la mira de cualquier potencial ataque enemigo o de tropezar con algunas de sus minas”.
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