16/2/21

SE FUE UN CAMALEON, QUE CUALQUIER SACO LE QUEDABA BIEN.



“MENEM NO LO HIZO”

Sin penas ni gloria se fue uno de los mandatarios argentinos contemporáneos más controvertidos










En un país como la Argentina suele llamarse sincretismo a cualquier mezcla de cosas y situaciones que en realidad nada tienen que ver con este termino. Pero como suena interesante, muchos la usan a menudo. Con ello se ha pretendido justificar lo injustificable y de esa manera muchas de las acciones y obras de personajes de la historia contemporánea a su muerte, pasan a ser venerados como pro-hombres de una república que ya no existe cuando estos ayudaron a que deje de existir.

El 14 de febrero último murió uno de estos personajes insignes de la vida política contemporaea argentina, un icono y quizá el representante político por excelencia de los noventas y responsable en la actual situación geopolítica del país. Carlos Saúl Menem fue sin dudas uno de ellos y así como muchos aún lo respaldan en sus exequias muchos otros lo recuerdan como una pésima nota para las páginas de historia política del país. Para muchos un ejemplo del animal político, pragmático y sagaz, para otros el ejemplo de un inescrupuloso y un demagogo con aires de grandezas develadas en una década de excesos y ampulosidades obscenas en las que se mezclaron el brillo de las apariencias, las amistades peligrosas y el dinero de negocios tan sucios como peligrosos que terminaría con cruentas situaciones disfrazadas de cuestiones políticas.

Su versatilidad en las alianzas previas a ser elegido presidente sin dudas le trajeron consecuencias a él y al país. En momentos que la Constitución preveía que el cargo a presidente debía ser ocupado por un ciudadano argentino de confesión católica no dudo en abandonar su fe islámica para convertirse por mera conveniencia. También y buscando la plataforma de apoyo nacionalista en un país que se estaba yendo por la pendiente, había entablado una estrecha relación con el Coronel Mohamed Ali Seineldin y su gente prometiéndole que de llegar al gobierno tendría un lugar en la reestructuración de las Fuerzas Armadas y una nueva industria armamentística nacional. Apenas asumió, les dio la espalda en sintonía con Washington que le sugería alejarse de ellos, abandonar el desarrollo de su industria militar y por supuesto, entregar sus avanzados proyectos militares de Falda del Carmén, Cordoba.

Un astuto político que intuyendo el humor de sus conciudadanos, supo tocar los resortes emotivos correctos para manipular a las masas y así llegar a la presidencia en 1989 en medio de un país que se hundía en el caos político y económico. Disfrazado de caudillo norteño con un pasado comprometido con Montoneros refrendado por haber estado en la cárcel y con supuestos posicionamientos nacionalistas, Menem demostró ser un hábil camaleón que terminó demostrando que cualquier traje le quedaba si eso le daba el acceso al poder.

Sumergió a la política de estado en el vedetismo y la superficialidad de la farandula y el espectáculo que arrastro a una corrupción galopante que vino a hundir aún más las instituciones, derruidas durante la calamitosa era (1983 a 1989) del social demócrata de Raúl Alfonsin y la “Coordinadora”. A la par de esto y lejos de las afirmaciones que en algún momento realizó su Jefe del Estado Mayor el General Martín Balza, debilitó a las Fuerzas Armadas y prueba de ello fueron los incidentes referentes a las escandalosas triangulaciones de armas del ejército argentino sacadas de varios regimientos del país para ser embaladas y embarcadas a Ecuador y Croacia. Tampoco ha de olvidarse la nefasta consecuencia de estas maniobras de macro corrupción como fue la voladura de “Río Tercero”, un incidente que sin medias tintas fue otro atentado realizado para cubrir este negociado.

En lo estrictamente político, su obra dejó muchas aristas sin limar, especialmente en la política exterior. Suele escucharse a sus acólitos que gracias a su decisión de alinearse con EEUU en particular en lo referente al apoyo a las operaciones “Escudo y Tormenta del Desierto” en el Golfo Pérscio, el país se abrió al mundo y por ello recibió la ayuda económico financiera que se reflejaría en la paridad de su moneda con el dólar llamada “uno a uno” pero que como se vió solo unos tres años después tras la crisis internacional en 1994, esa supuesta paridad solo era un espejismo en el desierto.

Precisamente y hablando de desierto, su postura obsecuente y arribista llevó a traicionar a su propia raíz árabe de nacionalidad sirio-libanesa, dando un apoyo esmeradamente servil para que mediante la máscara de Naciones Unidas, desatar una de las guerras más calamitosas y destructivas de finales del siglo XX como sin dudas fue aquella “guerra del Golfo” en la cual murieron miles de civiles iraquíes y que fue el punto de inicio para la desestabilización perpétua que vino a posterior y que aún perdura en la región.

En lo que hace a la geopolítica de su propio país, Menem fue el autor de una página harto discutible en el posicionamiento del mismo. Con el restablecimiento de relaciones con el Reino Unido se comprometió a abandonar todo esfuerzo por recuperar un poder militar que pudiera amenazar a las instalaciones militares británicas en el Atlántico sur y terminar con las reivindicaciones nacionales sobre la causa Malvinas e islas del Atlántico sur mediante el inicio de gestiones secretas con los británicos que tras conversaciones oficiales encabezadas por el entonces embajador Lucio García del Solar y su par británico Sir Crispin Tickell en España, más tarde se plasmarían en acuerdos definitivos firmados uno en febrero de 1989 y el segundo en 1990 conocidos como los “Tratados de Madrid” en los que sin eufemismos y lejos del conocimiento público, entre otras cuestiones, la Argentina entregaba el control total de sus actividades económicas, financieras, geopolíticas y militares a la Corona británica.

Muchos de los actuales funcionarios del gobierno de Alberto Fernández fueron parte o tuvieron sus inicios con Menem. El mismo Fernández le debe su carrera al menemismo aún si este se hace el desentendido ante este señalamiento. Igualmente, ha quedado en claro algo y esto es que el difunto presidente no solo no puso al país en ese “primer mundo” de ficción que los liberales discursan sino que literalmente entrego la suerte geopolítica y el futuro de la Argentina a Londres y Washington.

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