Transcurridos 29 años de la Primera Guerra del Golfo Pérsico (1991), se ha presentado un trabajo científico que ha puesto en evidencia que los bombardeos norteamericanos sobre los depósitos de armas químicas iraquíes antes de iniciar la invasión terrestre norteamericana para la liberación de Kuwait podrían haber liberado “gases nerviosos” que, empujados por el viento, afectaron a las tropas norteamericanas estacionadas en Arabia Saudí. Recordemos que la guerra fue consecuencia de la invasión de Kuwait por el ejército iraquí en agosto de 1991. Tras un ínterin de negociaciones, Estados Unidos con apoyo táctico de otros países, liberó militarmente el territorio invadido, devolviendo las fronteras a su estado prebélico.
El trabajo, publicado en la revista médica Neuroepidemiology, trata de rebatir la posición del Pentágono, avalada por muchos científicos, de que las neurotoxinas, en particular el gas Sarín®, no pudo haber sido arrastrado las grandes distancias requeridas para hacer enfermar a los militares norteamericanos.
El gas Sarín® fue sintetizado, como insecticida, en Alemania en el año 1939. Pertenece al grupo de los organofosforados, como cabe inferir de su estructura química. Es un potente inhibidor de la enzima colinesterasa (ver al final de este mismo artículo para mayor información). Fue usado durante el ataque terrorista en el suburbano de Tokio, Japón, el 20 de marzo del año 1995, matando a trece personas y causando graves intoxicaciones a varios cientos de viajeros.
El gas Sarín® pertenece a un grupo denominado de manera genérica “gases nerviosos”, que incluyen, además: Somán®, Tabún® y VX®. Véase este vínculo para la prevención y tratamiento de la intoxicacion por gases nerviosos.
Los autores de este trabajo son los doctores Robert Haley y James J. Tuite, quienes ya habían publicado varios estudios que vinculaban la exposición a tóxicos químicos con los cuadros patológicos que manifestaban muchos excombatientes en la Guerra del Golfo Pérsico. Para este último estudio recopilaron información procedente de bases de datos meteorológicos, así como informes de la inteligencia militar estadounidense que apoyaban la idea de que las bombas usadas por los norteamericanos eran lo suficientemente potentes para esparcir el gas Sarín® depositado en los almacenes subterráneos de Muthanna y Falluja (ciudades iraquíes) en la alta atmósfera, donde los vientos del noreste, habitualmente muy intensos en esa época en las capas altas, trasportaron las neurotoxinas cientos de quilómetros hacia el sudoeste, hasta la frontera con Arabia Saudí, donde se concentraban las tropas terrestres que, más tarde tomaron parte en la liberación de Kuwait.
Las condiciones meteorológicas habrían contribuido a depositar los gases nerviosos sobre la superficie. Aun cuando las concentraciones del agente neurotóxico fueron probablemente bajas, la exposición continuada en el tiempo habrían incrementado el impacto.
Aunque los detectores de armas químicas dieron la alarma en los días que siguieron a los bombardeos de depósitos de municiones en Iraq, no se les prestó demasiada atención y, en cualquier caso, no se tomaron las precauciones necesarias.
Sin embargo no hay acuerdo al respecto. Algunos científicos mantienen su escepticismo sobre el efecto del gas Sarín®, afirmando que esta nueva publicación no modificará sus puntos de vista. Entre estos expertos, el Dr. John Bailar, profesor emérito de la Universidad de Chicago, que dirigió en el año 1996 un grupo de trabajo que estudió la denominada “enfermedad de la Guerra del Golfo” afirmó que “no existe evidencia de que las tropas estuviesen expuestas a concentraciones de gas Sarín® lo suficientemente elevadas para que llegasen a causar efectos biológicos”. En su opinión, el estrés de la guerra, y no tanto los tóxicos químicos, es la causa de los problemas médicos observados en muchos veteranos. El “síndrome de la Guerra del Golfo” tiene, en su opinión, entidad clínica, englobando una pléyade de síntomas; y los veteranos de la guerra merecen una esmerada atención médica.
Casi la mitad de los 700.000 militares que fueron desplegados en los años 1990 y 1991 en la Guerra del Golfo solicitaron discapacidad al Department of Veterans Affairs, de los que consiguieron tal reconocimiento el 85% de quienes lo solicitaron.
Muchos de los excombatientes describieron problemas varios, tales como dolor crónico, pérdida de memoria, fatiga persistente y diarrea, síntomas que no se pudieron achacar a ninguna patología concreta. La mayoría de los afectados insisten que sus problemas no fueron resultado del estrés sino que tienen raíces biológicas.
Los expertos están divididos entre quienes consideran que las concentraciones de gas Sarín® eran insuficientes para desencadenar problemas médicos, y quienes lo consideran la causa principal del llamado “síndrome de la Guerra del Golfo”.
El Pentágono norteamericano tiene conocimiento de que la demolición post-bélica de los depósitos de armas químicas en Kamisiya, en el sur de Iraq, pueden haber expuesto a más de 100.000 tropas al gas nervioso. Pero los militares añaden que es improbable que el gas liberado sea responsable de los signos y síntomas clínicos de las tropas que participaron, activa o pasivamente en el conflicto.
ANTICOLINESTERASAS. GASES NERVIOSOS
Año 1932, Universidad de Berlín: Willy Lange (1900-1976) y su becaria, Gerda von Kreuger, sintetizaron monofluorofosfatos. Durante la síntesis de estas moléculas, experimentaron una serie de síntomas, que incluían presión en la laringe, disnea, embotamiento y visión borrosa. Estos efectos remedaban a los de la nicotina (como sustancia pura). La nicotina se usaba como insecticida por su acción bloqueante de la acetilcolinesterasa, la enzima que se halla en las terminales de las motoneuronas. El bloqueo irreversible de esta enzima impide la transducción de los impulsos nerviosos en la contracción de los músculos que inervan dichas motoneuronas. El efecto mortal es consecuencia del bloqueo de los músculos respiratorios. Willy Lange dio a conocer sus hallazgos en una interesante publicación (Lange W., von Kreuger G. Ueber ester der Monofluorphosphorsaure. Ber., 1932; 65: 1598-1601). La llegada al poder del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán determinó su salida de Alemania poco tiempo después.
Gerda von Kreuger continuó los trabajos en los laboratorios Leverkusen, pertenecientes a I.G. Farbenindustrie (literalmente: “comunidad de intereses”) sintetizando más de 200 compuestos organofosforados con potencial insecticida.
Eberhard Gross, trabajando a la sazón en los laboratorios Elberfeld, demostró (aunque nunca publicó) que los compuestos sintetizados por von Kreuger eran anticolinesterasas (bloquean de modo irreversible la acción de la enzima acetilcolinesterasa), pero resultaban demasiado tóxicas para su empleo indiscriminado como insecticidas. Esta observación hizo que se plantease su utilización como armas químicas. A tal fin se impulsó su almacenamiento en depósitos para uso militar.
El primer organofosforado destinado a ser usado como arma química fue el Tabún®, sintetizado en el año 1936 por Schrader (Holmstedt, B. Synthesis and pharmacology of dimethyl-amidoehoxy-phosphoryl cyanide (Tabún®) together with a description of some allied anticholinesterase compounds containing the N-P bond. Acta Physiol Scand., 1951; 25(Suppl.): 90). Tabún® es un líquido que puede dispersarse en forma de aerosol. En el año 1942, ya en plena Segunda Guerra Mundial, se construyó una fábrica en Dyhernfurth-am-Oder, cerca de Breslau, disimulada como planta de producción de jabón, para evitar ser objetivo de guerra por parte del ejército soviético. Al finalizar la guerra (1945) se descubrieron almacenadas más de 12.000 toneladas de Tabún®, además de los morteros de la artillería alemana conteniendo este líquido.
Se tiene constancia que esta arma química también fue empleada durante la guerra entre Iraq e Irán en la década de 1980 (Robinson J.P., Goldblat J. Sipri Fact Sheet Chemical Weapons I. Stockholm International Peace Research Institute, 1984).
Más tóxico que Tabún® es el gas Sarín® sintetizado en el año 1938 por Schrader y Otto Ambros. Téngase en cuenta que 1 mg de este gas causa la muerte de una persona adulta en pocos minutos, siendo absorbido a través de la piel.
A comienzos de la década de 1950, el ejército de Estados Unidos almacenó grandes cantidades de gas Sarín® en diferentes depósitos en todo el mundo, con el código secreto GB (Hersh S.M. Chemical and Biological Warfare. America’s Hidden Arsenal. London: MacGibbon and Kee; 1968). En el año 1974 se patentó un gas todavía más tóxico que Sarín®, denominado “agente VX®” (Br. Pat. 1974: 1346409 (to Secretary of State for Defense).
El Gobierno Británico financió un estudio sobre fluorofosfonatos que se llevó a cabo en el Departamento de Fisiología de la Universidad de Cambridge, dirigido por Edgar Adrian. En su estudio se descubrió que Dyflos®, otro agente organofosforado, era más tóxico que los análogos sintetizados anteriormente por Lange y von Krueger (Adrian E.D., Feldberg W., Kilby B.A. Nature, 1946; 158: 625). Dyflos® causaba miosis (contracción de la pupila) significativa. Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, Dyflos® fue formulado en una preparación oftalmológica, llegando a usarse contra el glaucoma.
American Cyanamid introdujo el Malatión® como insecticida en el año 1951 (US Pat. 1951: 2578652 [to American Cyanamid]). Este producto representó el mayor avance en el área de los insecticidas por su fácil manejo, además de estar exento de toxicidad para los mamíferos. Maltatión®, inactivo per se, se metabolizan en el tubo digestivo de los insectos para formar el verdadero tóxico, Malaoxón. Pero su seguridad también es consecuencia de que, cuando se absorbe por los mamíferos, se metaboliza muy rápidamente por esterasas, formándose un ácido que se excreta rápidamente. Este mecanismo de inactivación no ocurre en los insectos, lo que permite su aplicación tópica sobre la piel humana para tratas las infestaciones por sarna (género Sarcoptes) y piojos (género Pediculus).
En el año 1952, el equipo de trabajo dirigido por Schrader, en los laboratorios Bayer, en Elberfeld, sintetizaron Metrifonato (Lorenz W., Henglein A., Schrader G. The new insecticide O,O-dimethyl-2,2,2-trichloro-1-hydroxyethylphosphonate. J. Am. Chem. Soc., 1955; 77: 2554-6). Su margen de seguridad se consideró lo suficientemente amplio para poder administrarse de modo sistémico a animales domésticos. Aunque Metrifonato no tiene sensu stricto actividad anticolinesterasa, experimenta un reagrupamiento en solución acuosa para formar Diclorvos (Nordgren I., Bergström M., Holmstedt B., Sandoz M. Transormation and action of metrifonate. Arch Toxicol., 1978; 41: 31-41)
Jacques Cerf, un médico que ejercía en lo que entonces era Congo Belga (década de 1950), actualmente República Democrática del Congo, estudió diez compuestos organofosforados frente a muestras de Ascaris lumbricoides mantenidos en solución Ringer. En su estudio halló que el compuesto más activo era Metrifonato. Y finalmente preparó un polvo que fue formulado en comprimidos por una farmacia local. Ensayó los comprimidos en 15 voluntarios, incluidos él mismo, para valorar los efectos tóxicos del producto (Lebrun A., Cerf J., Noté préliminaire sur la toxicité pour l’homme d’un insecticide órgano-phosphoré [Dipterex]. Bull World Health Org., 1960; 22: 579). Dado que los efectos adversos se consideraron tolerables, estos comprimidos se ensayaron en 2.000 pacientes infestados con Ascaris lumbricoides o Anchylostoma duodenale. Fue así como Metrifonato se convirtió en un fármaco antihelmíntico (Cerf J., Lebrun A. A new approach to heminthiasis control: the use of an organophosphorous compound. Am. J. Trop. Med. Hyg., 1962; 11: 514-17).
Más tarde se llevaron a cabo ensayos clínicos en Egipto donde se demostró que Metrifonato también resultaba eficaz para erradicar la bilarzia, infestación causada por Schistosoma haematobium. De hecho fue el tratamiento de elección hasta la introducción del Praziquantel (Jesbury J.M., Cooke M.J., Weber M.C. Field trial of metrifonate in the treatment and prevention of schistosomiasis infection in man. Ann. Trop. Med. Parasit., 1977; 71. 67-83).
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