8/6/19

“LOS PARTIDOS POLÍTICOS ARGENTINOS Y EL ENVÍO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO (1990-1991).

VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE

DEBATES Y POSICIONES DEL OFICIALISMO Y LA OPOSICIÓN

ESTO ES UN PEQUEÑO ANÁLISIS DE LOS RESPONSABLES DE ENVIAR BUQUES DE GUERRA AL GOLFO PERSICO, SIN AUTORIZACIÓN DEL CONGRESO DE LA NACIÓN, PERO EL FINAL DE ESTO ES QUE SE APROBÓ EN SESIONES DEL SENADO.
(HAY CONSTANCIAS)

ACÁ NO HUBO MISION DE PAZ, NI TAMPOCO SE ENVIÓ ESTAS NAVES PARA MEDIAR ENTRE DOS PAÍSES, ESTABA CLARO Y LO TENÍAN YA EN SU AGENDA QUE IBA A SUCEDER DE ACUERDO A LOS PENSAMIENTO DE EX-PRESIDENTE CARLOS MENEM, Y SUS MINISTROS. ÍBAMOS A UNA GUERRA, Y SE OCULTO HASTA EL ULTIMO MOMENTO AL PAÍS. 

ME LLAMA LA ATENCIÓN QUE ESTO ES HECHO HISTÓRICO, Y QUE CADA MINISTRO DE DEFENSA NO HAYAN ANOTADO EN EL HISTORIAL DE LA MARINA. 

ACÁ SE QUEDARON TODOS PARALIZADOS EN ESTA BREVE RESEÑA " MISION DE PAZ" QUE NO EXISTIÓ. QUE NO EXISTE EN EL HISTORIAL DE LA MARINA. 


EX-PRESIDENTE CARLOS S. MENEM

A casi veinte y ocho años de la participación argentina en el conflicto bélico desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta válido analizar desde una perspectiva histórica más amplia los profundos debates sobre la inserción internacional que aquélla situación suscitó. Fundamentalmente porque algunas de las racionalizaciones y construcciones ideológicas allí aplicadas dieron el tono a más de diez años de política exterior y continúan siendo objeto de discusión y análisis.
La primera Guerra del Golfo fue muy significativa a nivel mundial y también a nivel local. Respecto de la economía norteamericana representó una respuesta a la crisis económica del país y el triunfo de los sectores vinculados a la industria de armamentos y manufactureros de punta que buscaban restablecer el su predominio en el mundo a través de una política internacional agresiva, que creara las condiciones para la profundización de su hegemonía en el Tercer Mundo (avanzando por ejemplo en la subordinación de América Latina a los Estados Unidos) y montándose sobre la debilidad militar de Europa y Japón y en el repliegue soviético, desplazando así a otros ligados al mercado interno y a las viejas manufacturas fondista, defensores del proteccionismo y de la re industrialización.
Asimismo, el conflicto demostró que la clase dirigente norteamericana había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaban dispuestos a intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de intervención en un país del Tercer Mundo re ordenaba las relaciones de fuerza en la economía internacional.
Lejos ya de los primeros planes de la presidencia de Reagan, el objetivo central de la guerra en el contexto de la crisis económica norteamericana era el de controlar recursos y negarles mercados a los demás, ganando tiempo para la recomposición de la economía interna, representando un cambio de estrategia global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano. Fue justamente luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos cámaras del Congreso.

Respecto de las transformaciones del sistema internacional, la guerra hacía visible esa racionalización posterior. Era la primera vez que los Estados Unidos, junto con las potencias occidentales actuaban sin la oposición del bloque de países soviéticos. La potencia del norte obtuvo el apoyo de treinta y dos países.

 EX MINISTRO DOMINGO CAVALLO



EX MINISTRO GUIDO DI TELLA


En cuanto a la coyuntura local argentina, el conflicto en Kuwait provocó una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista (oficialismo) y la Unión Cívica Radical (oposición) referidos a distintas posiciones sobre la política exterior y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí se abordarán esas discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto puntual y constituyó un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición neutralista sino porque la construcción discursiva que legitimó el envío de tropas traducía una nueva concepción respecto de la inserción internacional del país.
Este artículo constituye una aproximación al análisis de las posiciones políticas de los partidos con mayor representación parlamentaria en el país (UCR y PJ), a través del estudio de caso de la Guerra del Golfo Pérsico desatada en 1990. La pregunta central es en qué medida los debates parlamentarios fueron reflejo de dos modelos de inserción internacional diferentes y contrapuestos. Para ello deben inscribirse en la coyuntura política y económica nacional ampliada. Aquí reside la importancia del enfoque histórico de esta problemática.
Si bien la problemática estudiada aquí pertenece al área de estudio de las relaciones internacionales, “ninguna teoría de las relaciones internacionales es posible si ella no se sitúa en la perspectiva dinámica, en la del movimiento” (Duroselle, 1992:177).
Identificar el objeto de estudio implica un recorte cuyo objetivo es, en este caso, analizar en profundidad la dinámica política del período, pero esa esfera no puede interpretarse en forma autónoma respecto del resto de las dimensiones de la realidad social. Hay una instancia propia de lo político, pero no auto referida, o auto explicativa. Sólo la historia permite vincular los elementos propios con los otros movimientos en la sociedad, y por lo tanto, no sólo explicar los movimientos particulares de la dinámica política sino también su inscripción en los procesos totales, que a su vez son constitutivos, condicionantes y condicionados por la dinámica política.
El objetivo de este trabajo es, en primer lugar, reconstruir los debates en torno al envío de tropas al Golfo Pérsico, y en un segundo momento, interpretar las concepciones o tendencias más profundas que reflejaron.
La percepción del cambio en el escenario internacional es una variable que puede explicar en parte los virajes y ajustes que fue realizando la política económica de Carlos Saúl Menem entre 1989 y la implementación de la convertibilidad en 1991.
Sin embargo, aún antes de la caída del muro, durante la década de los ochenta, junto con la crítica al modelo de industria sustitutiva y a la intervención del estado en la economía, también se habían comenzado a poner en cuestión los intentos de formular una política exterior autónoma incluso dentro del partido radical.

Esa crítica que sustentaba elementos pro positivos que también analizaremos, provenía de las clases dominantes argentinas y comenzaba a hacer pie en dirigentes políticos radicales y justicialistas.
A pesar de la construcción de una campaña basada en postulados que apelaban a la justicia social y al nacionalismo empresario, y de aglutinar un frente de apoyos alrededor de ellos, Carlos Menem llevaría a cabo, durante diez años, un programa económico neoliberal en línea con lo propuesto por el Consenso de Washington.


Junto con dicho programa se propuso una nueva orientación en política exterior, cuyo sustento ideológico venía forjándose desde la década de los ochenta. A diferencia de otros gobiernos anteriores, el nuevo enfoque de las relaciones internacionales priorizó los vínculos políticos con los Estados Unidos y los gestos de alineamiento, sin descuidar los importantes lazos económicos con la Europa Comunitaria Los hitos del “alineamiento” fueron, el envío de tropas al Golfo Pérsico en septiembre de 1990, la desactivación del proyecto misilístico Cóndor II, la ratificación del Tratado de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma en forma conjunta con Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), el retiro del Movimiento de No Alineados y la modificación de los votos argentinos en la ONU pueden comprenderse en el marco de estos objetivos

El gobierno de Carlos Saúl Menem fue el período donde se firmaron la mayor cantidad de convenios entre la Argentina y los Estados Unidos.

Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del Fondo Monetario Internacional y de la banca acreedora. Recordemos que los sucesivos planes económicos desde la asunción de Menem, en especial la aplicación del ajuste con paridad fija a partir de la Ley de Convertibilidad en 1991, se orientaron a responder a los condicionamientos de dichos organismos, lo que culminó en el ingreso al Plan Brady en 1992.

Hay que agregar aquí que la nueva vinculación con los Estados Unidos no eliminó un rasgo que constituye una tendencia de largo plazo en la historia argentina: la competencia entre intereses asociados a distintas potencias por el predominio dentro del aparato económico y estatal. El paradigma de las “relaciones carnales no significó necesariamente un retroceso para los intereses económicos vinculados con la Unión Europea, como quedó demostrado en el proceso de privatización de las empresas públicas.

La segunda parte de esta publicación, de septiembre de 1991, se refiere en especial a la Guerra del Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca el carácter particular de los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo, puntualizando que los fines del Estado norteamericano eran la destrucción del sistema militar e industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada permanente en la zona, con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar el petróleo y advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa del poder o del cuestionamiento del orden establecido.


Finalmente, caracteriza al período como “desorden estratégico”, donde la Argentina debía ubicarse defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo políticas que nos proveyeran de un sistema defensivo apto.

En la misma línea Federico Storani, también Diputado Nacional por la UCR, afirmaba para 1992, que el orden unipolar constituye una aspiración de los Estados Unidos, pero que el sistema internacional se dirige hacia la multipolaridad, ante el ascenso de potencias como la Europa comunitaria y la ex URSS.


Al mismo tiempo, condenaba la intervención norteamericana en el Golfo, puntualizando también el interés estratégico y económico de los Estados Unidos en la región, en el marco de los conflictos –en oposición al diagnóstico “pacífico” del oficialismo- “Norte-Sur”, y caracterizando el accionar norteamericano como “advertencia” para el Tercer Mundo

Este diagnóstico también descartaba la “disolución” o pérdida de vigencia de la soberanía del Estado Nación.

Otro de los senadores radicales opositores a la medida fue Luis León, quien afirmó que:

nos encontramos también las falencias de un orden internacional elitista y oligárquico, un orden internacional que dicta leyes, pero que solamente puede impulsar su aplicación cuando las potencias que tienen poder económico y militar son las damnificadas por la violación de esas leyes. Se trata de un mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que no obligan a nadie si no hay un ejército detrás de alguna potencia que voluntariamente decida hacer respetar esa ley 

Sin embargo, también en el radicalismo, hubo otras posiciones que daban cuenta de la existencia de corrientes internas en el mismo partido más cercanas al oficialismo en estos aspectos.

Junto con las transformaciones operadas en la política económica doméstica a partir del Plan Austral, las posiciones de los funcionarios del gobierno respecto de la inserción internacional argentina también fueron modificándose de manera sustancial.

El ministro Juan Sourrouille, por ejemplo, había sostenido ya en 1987 que la Argentina era un país que no podía modificar las tendencias económicas globales e ignorar las demandas de los acreedores, y por lo tanto, lo más conveniente era ajustar la política económica respondiendo a algunas de esas exigencias. Este enfoque consideraba que la mejor forma de superar el estancamiento era a través de una inserción más profunda dentro del orden económico internacional y de una creciente capitalización doméstica postulando un “ajuste positivo” basado en la promoción de exportaciones y crecimiento de la inversión y no a través de la expansión de la producción para el mercado interno y el aumento del consumo doméstico.continuara.()


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