VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE
DEBATES Y POSICIONES DEL OFICIALISMO Y LA OPOSICIÓN
ESTO ES UN PEQUEÑO ANÁLISIS DE LOS RESPONSABLES DE ENVIAR BUQUES DE GUERRA AL GOLFO PERSICO, SIN AUTORIZACIÓN DEL CONGRESO DE LA NACIÓN, PERO EL FINAL DE ESTO ES QUE SE APROBÓ EN SESIONES DEL SENADO.
(HAY CONSTANCIAS)
ACÁ NO HUBO MISION DE PAZ, NI TAMPOCO SE ENVIÓ ESTAS NAVES PARA MEDIAR ENTRE DOS PAÍSES, ESTABA CLARO Y LO TENÍAN YA EN SU AGENDA QUE IBA A SUCEDER DE ACUERDO A LOS PENSAMIENTO DE EX-PRESIDENTE CARLOS MENEM, Y SUS MINISTROS. ÍBAMOS A UNA GUERRA, Y SE OCULTO HASTA EL ULTIMO MOMENTO AL PAÍS.
ME LLAMA LA ATENCIÓN QUE ESTO ES HECHO HISTÓRICO, Y QUE CADA MINISTRO DE DEFENSA NO HAYAN ANOTADO EN EL HISTORIAL DE LA MARINA.
ACÁ SE QUEDARON TODOS PARALIZADOS EN ESTA BREVE RESEÑA " MISION DE PAZ" QUE NO EXISTIÓ. QUE NO EXISTE EN EL HISTORIAL DE LA MARINA.
EX-PRESIDENTE CARLOS S. MENEM
A casi veinte y ocho años de la participación
argentina en el conflicto bélico desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta
válido analizar desde una perspectiva histórica más amplia los profundos
debates sobre la inserción internacional que aquélla situación suscitó.
Fundamentalmente porque algunas de las racionalizaciones y construcciones
ideológicas allí aplicadas dieron el tono a más de diez años de política
exterior y continúan siendo objeto de discusión y análisis.
La primera Guerra del Golfo fue
muy significativa a nivel mundial y también a nivel local. Respecto de la
economía norteamericana representó una respuesta a la crisis económica del país
y el triunfo de los sectores vinculados a la industria de armamentos y
manufactureros de punta que buscaban restablecer el su predominio en el mundo
a través de una política internacional agresiva, que creara las condiciones
para la profundización de su hegemonía en el Tercer Mundo (avanzando por
ejemplo en la subordinación de América Latina a los Estados Unidos) y
montándose sobre la debilidad militar de Europa y Japón y en el repliegue
soviético, desplazando así a otros ligados al mercado interno y a las viejas
manufacturas fondista, defensores del proteccionismo y de la
re industrialización.
Asimismo, el conflicto demostró
que la clase dirigente norteamericana había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaban dispuestos a
intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de
intervención en un país del Tercer Mundo re ordenaba las relaciones de fuerza en
la economía internacional.
Lejos ya de los primeros planes
de la presidencia de Reagan, el objetivo central de la guerra en el contexto de
la crisis económica norteamericana era el de controlar recursos y negarles
mercados a los demás, ganando tiempo para la recomposición de la economía
interna, representando un cambio de estrategia global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano. Fue justamente
luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó
la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la
invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos
cámaras del Congreso.
Respecto de las transformaciones
del sistema internacional, la guerra hacía visible esa racionalización
posterior. Era la primera vez que los Estados Unidos, junto con las potencias
occidentales actuaban sin la oposición del bloque de países soviéticos. La
potencia del norte obtuvo el apoyo de treinta y dos países.
EX MINISTRO DOMINGO CAVALLO
EX MINISTRO GUIDO DI TELLA
En cuanto a la coyuntura local
argentina, el conflicto en Kuwait provocó una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista
(oficialismo) y la Unión Cívica
Radical (oposición) referidos a distintas posiciones sobre la política exterior
y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí se abordarán esas
discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto puntual y constituyó
un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición neutralista sino
porque la construcción discursiva que legitimó el envío de tropas traducía una
nueva concepción respecto de la inserción internacional del país.
Este artículo constituye una
aproximación al análisis de las posiciones políticas de los partidos con mayor
representación parlamentaria en el país (UCR y PJ), a través del estudio de
caso de la Guerra del Golfo Pérsico desatada en 1990. La pregunta central es en
qué medida los debates parlamentarios fueron reflejo de dos modelos de
inserción internacional diferentes y contrapuestos. Para ello deben inscribirse
en la coyuntura política y económica nacional ampliada. Aquí reside la
importancia del enfoque histórico de esta problemática.
Si bien la problemática estudiada
aquí pertenece al área de estudio de las relaciones internacionales, “ninguna
teoría de las relaciones internacionales es posible si ella no se sitúa en la
perspectiva dinámica, en la del movimiento” (Duroselle, 1992:177).
Identificar el objeto de estudio
implica un recorte cuyo objetivo es, en este caso, analizar en profundidad la
dinámica política del período, pero esa esfera no puede interpretarse en forma
autónoma respecto del resto de las dimensiones de la realidad social. Hay una
instancia propia de lo político, pero no auto referida, o auto explicativa.
Sólo la historia permite vincular los elementos propios con los otros
movimientos en la sociedad, y por lo tanto, no sólo explicar los movimientos
particulares de la dinámica política sino también su inscripción en los
procesos totales, que a su vez son constitutivos, condicionantes y
condicionados por la dinámica política.
El objetivo de este trabajo es,
en primer lugar, reconstruir los debates en torno al envío de tropas al Golfo
Pérsico, y en un segundo momento, interpretar las concepciones o tendencias más
profundas que reflejaron.
La percepción del cambio en el
escenario internacional es una variable que puede explicar en parte los virajes
y ajustes que fue realizando la política económica de Carlos Saúl Menem entre
1989 y la implementación de la convertibilidad en 1991.
Sin embargo, aún antes de la caída
del muro, durante la década de los ochenta, junto con la crítica al modelo de
industria sustitutiva y a la intervención del estado en la economía, también se
habían comenzado a poner en cuestión los intentos de formular una política
exterior autónoma incluso dentro del partido radical.
Esa crítica que sustentaba
elementos pro positivos que también analizaremos, provenía de las clases
dominantes argentinas y comenzaba a hacer pie en dirigentes políticos radicales
y justicialistas.
A pesar de la construcción de una
campaña basada en postulados que apelaban a la justicia social y al
nacionalismo empresario, y de aglutinar un frente de apoyos alrededor de ellos,
Carlos Menem llevaría a cabo, durante diez años, un programa económico
neoliberal en línea con lo propuesto por el Consenso de Washington.
Junto con
dicho programa se propuso una nueva orientación en política exterior, cuyo
sustento ideológico venía forjándose desde la década de los ochenta. A
diferencia de otros gobiernos anteriores, el nuevo enfoque de las relaciones
internacionales priorizó los vínculos políticos con los Estados Unidos y los
gestos de alineamiento, sin descuidar los importantes lazos económicos con la
Europa Comunitaria Los hitos del “alineamiento”
fueron, el envío de tropas al Golfo Pérsico en septiembre de 1990, la
desactivación del proyecto misilístico Cóndor II, la ratificación del Tratado
de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma en forma conjunta con
Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear y
la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales
Nucleares (ABACC), el retiro del Movimiento de No Alineados y la modificación
de los votos argentinos en la ONU pueden comprenderse en el marco de estos objetivos.
El gobierno de Carlos Saúl
Menem fue el período donde se firmaron la mayor cantidad de convenios entre la
Argentina y los Estados Unidos.
Estas tácticas de política
exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica
orientada a obtener el visto bueno del Fondo Monetario Internacional y de la
banca acreedora. Recordemos que los sucesivos planes económicos desde la
asunción de Menem, en especial la aplicación del ajuste con paridad fija a
partir de la Ley de Convertibilidad en 1991, se orientaron a responder a los
condicionamientos de dichos organismos, lo que culminó en el ingreso al Plan
Brady en 1992.
Hay que agregar aquí que la nueva
vinculación con los Estados Unidos no eliminó un rasgo que constituye una
tendencia de largo plazo en la historia argentina: la competencia entre
intereses asociados a distintas potencias por el predominio dentro del aparato
económico y estatal. El paradigma de las “relaciones carnales no significó necesariamente un
retroceso para los intereses económicos vinculados con la Unión Europea, como
quedó demostrado en el proceso de privatización de las empresas públicas.
La segunda parte de esta
publicación, de septiembre de 1991, se refiere en especial a la Guerra del
Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca el carácter particular de
los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo, puntualizando que los
fines del Estado norteamericano eran la destrucción del sistema militar e
industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada permanente en la zona,
con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar el petróleo y
advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa del poder o
del cuestionamiento del orden establecido.
Finalmente, caracteriza al
período como “desorden estratégico”, donde la Argentina debía ubicarse
defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo políticas que nos
proveyeran de un sistema defensivo apto.
En la misma línea Federico
Storani, también Diputado Nacional por la UCR, afirmaba para 1992, que el orden
unipolar constituye una aspiración de los Estados Unidos, pero que el sistema
internacional se dirige hacia la multipolaridad, ante el ascenso de potencias
como la Europa comunitaria y la ex URSS.
Al mismo tiempo, condenaba la
intervención norteamericana en el Golfo, puntualizando también el interés
estratégico y económico de los Estados Unidos en la región, en el marco de los
conflictos –en oposición al diagnóstico “pacífico” del oficialismo- “Norte-Sur”,
y caracterizando el accionar norteamericano como “advertencia” para el Tercer
Mundo.
Este diagnóstico también descartaba la “disolución” o pérdida de
vigencia de la soberanía del Estado Nación.
Otro de los senadores radicales
opositores a la medida fue Luis León, quien afirmó que:
nos encontramos también las falencias de un orden
internacional elitista y oligárquico, un orden internacional que dicta leyes,
pero que solamente puede impulsar su aplicación cuando las potencias que
tienen poder económico y militar son las damnificadas por la violación de esas
leyes. Se trata de un mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que
no obligan a nadie si no hay un ejército detrás de alguna potencia que
voluntariamente decida hacer respetar esa ley
Sin embargo, también en el
radicalismo, hubo otras posiciones que daban cuenta de la existencia de
corrientes internas en el mismo partido más cercanas al oficialismo en estos
aspectos.
Junto con las transformaciones
operadas en la política económica doméstica a partir del Plan Austral, las
posiciones de los funcionarios del gobierno respecto de la inserción
internacional argentina también fueron modificándose de manera sustancial.
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