24/4/19

EL GOBERNADOR SCHIARETTI UN ADELANTADO, MAS QUE LOS PROPIOS VETERANOS DEL GOLFO PERSICO

VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE


SCHIARETTI Y LA MISION DIFERIDA DE LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO.
LA BENEVOLENCIA FINANCIERA DEL EMIR DE KUWAIT SE EXPLICA POR SU ENORME AGRADECIMIENTO A LA ARGENTINA -ENTRE OTRAS TANTAS NACIONES- POR HABER PARTICIPADO DE LA COALICIÓN INTERNACIONAL QUE LIBERÓ AL PAÍS EN LA LLAMADA LA MADRES DE LAS BATALLA, DURANTE EL SEGUNDO SEMESTRES DE 1990 Y LOS PRIMEROS MESES DE 1991. COMO VERÁN QUE NADIE DEL MINISTERIO DE DEFENSA Y LA MARINA HABLO O EL CONGRESO NO LE INTERESO LA PRESENCIA QUE DA GANANCIAS A PROVINCIAS QUE SE ANIMAN A PEDIR. Y NOSOTROS PIDIENDO A LOS DEL CONGRESO POR UNA LEY. Y APARTE ESA FECHA DEL INICIO DE LA GUERRA DONDE KUWAIT FESTEJO CON EL EX-PRESIDENTE Y VARIOS LEGISLADORES EN EL SHERATON MIENTRAS LOS SOLDADOS DE ACERO ESTABAN EN GUERRA .


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El gobernador Juan Schiaretti acaba de firmar un contrato en Kuwait para financiar la construcción (un tanto paradójica, considerando el origen de los fondos) de seis acueductos troncales en la provincia de Córdoba.

Las condiciones de financiamiento obtenidas son, decididamente, extraordinarias: 50 millones de dólares, 24 años de plazo, cuatro años de gracia y una tasa de interés del 3%. Si se considera el riesgo país que ostenta la Argentina por estos días, podría especularse con que algún jeque kuwaití se haya equivocado de papeles.
Pero no, no es ningún error. La benevolencia financiera del emir de Kuwait se explica por su enorme agradecimiento a la Argentina -entre otras tantas naciones- por haber participado de la coalición internacional que liberó al país en la llamada Guerra del Golfo Pérsico, librada durante el segundo semestre de 1990 y los primeros meses de 1991.

El 2 de agosto de 1990,el ejército de Saddam Hussein invadió Kuwait pretextando antiguas reivindicaciones territoriales. El entonces presidente George Bush organizó, rápidamente y bajo el paraguas de las Naciones Unidas, una coalición internacional para enfrentar al dictador iraquí y liberar al pequeño reino de su yugo.
Carlos Menem, entreviendo una oportunidad histórica para reposicionar a la Argentina en el mundo occidental, decidió unirse la entente y ordenó el envío del destructor ARA Almirante Brown y la corbeta ARA Spiro para que integraran la fuerza multinacional (como nota de color, el operativo fue denominado “Alfil”). Su gesto fue debidamente reconocido, tanto por Bush como por el jeque Yaber Al-Ahmad Al-Yaber Al-Sabah.

El estadounidense y el argentino fueron los invitados más celebrados por los kuwaitíes en los fastos del décimo aniversario de la liberación, llevados a cabo en febrero de 2001.

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Algunos años después de la guerra, Kuwait decidió establecer una línea de créditos especial como un gesto hacia los países árabes en desarrollo que habían integrado la coalición y, por gratitud, la extendió a la Argentina. Aunque esta línea estuvo disponible desde principios de siglo, prácticamente nadie la utilizó. Germán Kammerath, en los albores de su mandato como intendente, llevó a cabo decididas gestiones para obtenerla, pero la crisis de finales de 2001 pulverizó cualquier posibilidad de endeudamiento, por más benéfica que ésta hubiera resultado.
Para un país como el nuestro, el hecho de que exista un préstamo blando esperando durante tanto tiempo y que casi nadie lo haya gestionado es, cuando menos, un desatino, especialmente considerando las circunstancias que rodearon la decisión kuwaití.

En la Guerra del Golfo, tanto la Argentina como su presidente jugaron cartas fuertes, del tipo que comúnmente no se arriesgan. Colaborar con una fuerza de tareas internacional dispuesta a entablar combate con las fuerzas armadas iraquíes no era una agenda estrictamente nacional, ni sus beneficios evidentes en lo inmediato.
Vale destacar que, más allá de que las unidades de la Armada se limitaron a tareas de patrullaje y brindar cobertura al tren logístico que abastecía las fuerzas en el teatro de operaciones, lejos de la batalla terrestre, la decisión de Menem significó el reingreso del país a la escena internacional, un talante que el riojano mantuvo a lo largo de sus diez años de gobierno.

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La reciente (y, por cierto, magnífica) reunión del G20 en Buenos Aires es, si se quiere, el certificado póstumo de aquellos años en los que Buenos Aires se cordaba con las principales potencias del mundo.

No es casual que uno de los advertidos de esta posibilidad crediticia haya sido Schiaretti. El gobernador está empeñado en llevar adelante un ambicioso programa de infraestructura y en gestionarlo sin fisuras. Detrás de esta “política del cemento” se esconden recursos provenientes de fuentes diversas, la mayoría de ellas fruto de créditos y colocación de deuda, sin dejar de mencionar a una serie de compromisos financieros de la Nación que, por ahora, no se han cumplido.

La oposición suele advertir por el nivel de endeudamiento que esta política supone.
No obstante, y aunque sea razonable preocuparse por los pasivos -especialmente cuando lo que se intenta es reemplazar al gobernador el año próximo- no debe olvidarse que, por definición, la obra pública es intergeneracional, es decir, que su goce no estará circunscripto a quienes la disfrutarán en lo inmediato. Esto es bastante básico, y es de suponer que hasta los críticos de Schiaretti aceptan el principio, aunque, tácticamente, deban callarlo.

La gran dificultad, sin embargo, no deviene en reconocer esta característica, sino en las condiciones financieras de los montos que se comprometen. No es lo mismo un crédito de un organismo multilateral que la colocación de deuda en divisas extranjeras a través de un bono provincial. Como siempre, en la decisión de utilizar uno u otro mecanismo pesan muchos factores, entre ellos el tiempo. Así, las condiciones ventajosas que ofrece, por ejemplo, el BID, suelen estar penalizadas por una serie de procedimientos que trascienden a un gobierno determinado y que, de tan sinuosos, conspiran contra el corte de cintas en el momento oportuno, cosa que no ocurre cuando se toma deuda en el mercado.

El hecho de contar con un financiamiento como el logrado con Kuwait -claramente uno del tipo político, en el mejor sentido del término y que contrasta vivamente con la “generosidad” de Hugo Chávez hacia su aliado Néstor Kirchner en 2008(3% contra 15% de interés en dólares)- permite calzar lo mejor de dos mundos.

No hace falta insistir en que contar con dinero fresco y barato para ejecutar obras de infraestructura en plazos acotados es el sueño de cualquier gobernante.

En este sentido, debe dársele a Schiaretti la derecha por haber persistido en un insospechado camino iniciado en un conflicto lejano,tanto en el tiempo como en la geografía. Los dinares kuwaitíes estuvieron siempre esperando por los audaces que quisieran salir de la zona de confort financiera.

Hubo pocos, poquísimos, argentinos que lo intentaron; el cordobés fue uno de ellos. Es, si se quiere, un protagonista de la misión diferida de una política argentina muchas veces vilipendiada y de una guerra que, más allá del petróleo y de los intereses en juego, la comunidad internacional libró exitosamente contra un dictador sangriento.

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