28/3/19

“EL ROL DEL OPERACIÓN ALFIL EN LA INTELIGENCIA DE LA GUERRA DEL GOLFO 1991


VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE



Aspectos operacionales llevados adelante por la flota aliada y su papel en las tareas de inteligencia en la Crisis y guerra del golfo




Continuando con la extensa casuística de hechos que formaron parte de la llamada “Guerra del Golfo” de 1991, vamos a repasar algunos aspectos muy poco conocidos por la opinión pública en general pero de la argentina en particular ya que como hemos venido estudiando, no existe aún una conciencia clara de cuales fueron los alcances y las incumbencias a las que se vieron sometidos los efectivos de la Armada Argentina en el Teatro de operaciones bélico de aquel entonces.


Los eventos que se desataron desde aquella misma madrugada del 2 de agosto de 1990 cuando los iraquíes cruzaron la frontera kuwaití ya estaban previstos por el Pentágono. Desde meses antes los aviones “E-3 Sentry” AWACS (Airborne Warning and Control Systems) y el comando satelital NORAD (North American Aerospace Defense Command) venían monitoreando los movimientos del ejército iraquí sin que en esos momentos ello hubiera causado inquietudes en la Casa Blanca. Bush, Powell y obviamente el entonces secretario de estado James Baker conocían esto. A la distancia a nadie le queda dudas de ello, salvo el caso de algunos aliados de entonces –caso del gobierno de Argentina- que ni siquiera se informaron y evaluaron como evolucionarían los eventos. Hussein no se salió con la suya (como arguyeron varios personeros en esos momentos), fue Washington quien usándolo para sus propósitos, lograron lo que necesitaban: La excusa perfecta para entrar a la región.


En ese sentido el rol de Naciones Unidas y su función de mantenedor de la paz fue claramente un fracaso. No solo no hubo paz sino que incluso se le relego de las actividades que se designan en el capítulo VI y VII de la Carta que habría dado la legitimidad para que se conformara una fuerza militar bajo los auspicios y el control operacional de la organización. Como es sabido, nunca hubieron cascos azules en las operaciones que se desarrollaron en el TOK, sino fue mucho más tarde, una vez finalizada la guerra con la firma de la rendición en la base iraquí de “Safwan” en marzo de 1991, y fue allí cuando se conformó una fuerza de paz y de observadores el 9 de abril de ese mismo año (UNIKOM).




Regresando a las incidencias que ocurrieron antes y durante las acciones bélicas, debemos tener en cuenta que en esos momentos, los movimientos de tropas, carros y suministros iraquíes eran perfectamente monitoreados por los satélites de vigilancia estadounidenses aunque, cierto es de señalar, que los iraquíes en cierta medida estaban conscientes de estas capacidades de sus anteriores amigos y fue por ello que tomaron varias medidas exitosas para confundir a los agresores.


Pero veamos uno de los aspectos pocos conocidos de aquella guerra y de la cual, todos los partícipes –incluyendo a la Argentina- ejecutaron bajo la dirección de los comandos de operaciones liderados por los EEUU, actividades preparativas y encubiertas antes y en pleno de las hostilidades.
Nos referimos a las operaciones de inteligencia y contrainteligencia, las cuales fueron clave para el desarrollo de las acciones militares contra los objetivos iraquíes en Kuwait e Iraq. Uno de los documentos más destacados denominado Excutive Summary elaborado en julio de 1991 (Clasificado por CINCCENT y desclasificado unos años más tarde por la OADR), determina con precisión el alcance de las misiones y sus partícipes durante las operaciones “Escudo del desierto” y “Tormenta del Desierto”. Allí se detalla la importancia central en recopilar y producir información capaz de lidiar con un “enemigo íntimo” y altamente preparado para combatir en un terreno con el cual estaban familiarizados.


Sobre aquello, no hay que olvidar que Washington conocía al milímetro las existencias del número y clase de armamento en los búnkeres y bases de las Fuerzas Armadas iraquíes, gracias a la estrecha colaboración forjada años antes en el marco de la guerra impulsada contra Irán. Pese a ello, se supo que Saddam Hussein nunca confío en sus socios americanos y fue por ello que ordenó el traslado continuo de varias instalaciones estratégicas conllevando a que muchos de los objetivos que fueron bombardeados durante la guerra estuvieran vacíos.


El capítulo que inaugura este documento se refiere a la decisiva importancia que fue el sostenimiento de los requerimientos logísticos que sostuvieron las operaciones militares de la primera línea. El caso del “Op. Alfil” compuesto por una corbeta y un destructor de la Armada Argentina, (según documentos reservados) su actuación dentro del Teatro de Operaciones gravito entre la segunda y tercera línea (comprendiendo un total de tres en grado con céntrico) algo de lo cual, constituyo un importante antecedente del alcance de las operaciones que se realizaron tanto en la faz previa como en el pleno de las hostilidades. El operativo argentino compartió actividades y con similares tareas junto a la misión canadiense (Operación Fricción), habiéndose –según evaluaciones del Pentágono-complementado altamente eficiente.

vecinos iraquies contemplando los efectos de las bombas en sus casas



Estos grupos de tareas conformados por cada país que se alió a la Coalición anglo estadounidense y que en la faz naval se subordinó a las órdenes del Almirante Stanley R. Arthur, no solo llevo a cabo las tareas operacionales de interceptación e interdicción para ejecutar el embargo que autorizó Naciones Unidas sino que en pleno de la “Operación escudo del Desierto”, previa a las hostilidades, jugaron un papel crucial para mantener controlada la actividad marítima en el Golfo y para ello, sirvieron indirectamente a las tareas encubiertas de la inteligencia electrónica (SIGINT) trasmitiendo y retransmitiendo señales dentro del Teatro de Operaciones con el objetivo de despistar a las fuerzas iraquíes (Niebla). Esto tuvo vital importancia al momento de lanzar el ataque en las primeras horas tras vencer el ultimátum ya que, con ello se interfirieron las comunicaciones y los sistemas antiaéreos de origen soviético que poseían los iraquíes tanto en Kuwait como en Iraq.


En aquel sentido, cada grupo de tareas en el mar eran los ojos del CENTCOM de cara no solo para evitar ataques iraquíes sino también de posibles acciones desde Irán. Para ello, la instalación de sistemas de guerra electrónica (entre ellos el GPS) y antenas en las unidades navales, sirvió para establecer en el mapa de operaciones, un posicionamiento en tiempo real de las actividades de los grupos de tareas.


Durante años, esta gravitación parece haberse mantenido en el más estricto secreto, al menos en lo que respecta a lo que la Armada Argentina se refiere ya que, según fuentes confiables dentro del Ministerio de Defensa de épocas del gobierno de Fernando De La Rúa (comienzos del 2000), no existían antecedentes oficiales o informes disponibles en sus archivos para la consulta referidos a las acciones de los buques que habían conformado aquel grupo naval que –como señala aquel informe- fue parte de los 800.000 hombres y mujeres que conformaron la “Coalición aliada” contra Iraq y que se reporta en el informe como de gran mérito.


La participación naval argentina fue decidida a partir de lo determinado en la cumbre llevada adelante tras la el acuerdo arribado en la “Conferencia de Planeamiento Naval” realizada el 9 de septiembre de 1990 en Bahrein (influenciado por Londres) bajo los auspicios de EEUU. Es a partir de estas conversaciones donde varios países –entre ellos la Argentina- aceptan ser parte de una coalición con miras a presionar a Iraq. Recuerden que inmediatamente de concluida esta conferencia el presidente Menem ordena a su Estado Mayor Conjunto alistar las unidades que se encontraran en condiciones para una larga travesía y obviamente, para afrontar un escenario complicado.


Fue así que el 25 de septiembre zarparon bajo el código “GT.88”, el destructor “ARA Brown” y la corbeta “ARA Spiro”. Producto de esta conferencia se logró presionar a Naciones Unidas para que elaborase las resoluciones 666 y la 669, como base legal para imponer un embargo marítimo contra Iraq, no tanto para hacer valer la ley internacional sino más bien como un factor de presión más, una táctica claramente hostil orientada a minar políticamente al liderazgo iraquí ante su pueblo y obviamente también para debilitar las defensas iraquíes ante una ya advertida e indetenible campaña bélica.


También se deja constancia del éxito de las operaciones de intercepción e interdicción marítima ejecutada por la flota aliada en la cual participaron unidades navales argentinas (Conf. Res. Consejo de Seguridad 665), señalando en este informe, que dichas acciones degradaron en grado sumo las condiciones comerciales y de la infraestructura económica del país árabe, aunque ello –a la vista de los analistas en Washington- no bastaba para cumplir con la misión central; con lo cual y pese a ello, había que proseguir con una operación militar a gran escala.


Como parte de las tareas de la flota aliada estaba la custodia de la ruta de abastecimiento por la cual, según este informe, se transportaron 1.7 billones de galones de combustible sin el cual no se habría movido la maquinaria que se desplegó en Arabia Saudita.

 ARA BROWN

ARA SPIRO


Allí también se detalla como los informes previos a esta guerra, ya determinaba como contener o mejor dicho, como resolver el asunto de un Iraq potencia con aspiraciones regionales, dejando entrever cual fue la verdadera naturaleza de la intervención estadounidense. También se lee como el Comando regional USCINCCENT a cargo de monitorear las posibles penetraciones de la Unión Soviética en el Suroeste de Asia hasta finales de la guerra fría ya delegaba gran parte de sus tareas al USCENTCOM que había sido creado para ejercer jurisdicción de control y vigilancia electrónica más específica en el Medio Oriente teniendo como principal aliado a Arabia Saudita.


En esta estructura de exhaustiva planificación y de muy bien previstas acciones fue que ingreso la Argentina sin haber tenido, para contener sus efectos, una propia agenda de contingencias que estudiara los pormenores de una situación a la cual no se habían entrenado en específico. Sin dudas que el factor improvisación les jugo a favor pero no puede esperarse que ello se mantenga en una forma constante y para siempre. Pese a ello, las tareas encomendadas fueron acometidas con éxito y profesionalismo, incluso en aquellas de inteligencia de las que nunca supieron que estaban llevando a cabo.

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