28/4/09

DR. BURSON MEDICO PERSONAL DE SADAM HUSEIN


















Posiblemente asesinó a millones de personas, pero en el trato personal era muy correcto. Se veía que era un gran político y tenía carisma». El doctor Burson fue el médico personal de Sadam Husein en la prisión de la base de Camp Victory, próxima al aeropuerto internacional de Bagdad.

A sus 74 años es el militar estadounidense más veterano en misión de guerra, y la próxima semana concluye su trabajo en la base de Mehtarlam, donde ha permanecido tres meses al frente del hospital. La creciente necesidad de personal para cubrir los frentes afgano e iraquí hace que el Departamento de Defensa ponga en marcha planes que permitan a los más veteranos incorporarse a filas por períodos de noventa días.

El doctor asegura que «Sadam hablaba un perfecto inglés», y que estaba absolutamente prendado de «dos guapas enfermeras británicas a las que escribía poemas de amor». Burson ingresó en el Ejército en 1955, y después de treinta años en la reserva -en los que fue activado para las guerras de Corea, Vietnam y la crisis cubana de los misiles- tuvo su primer contacto con el campo de batalla en 2005 en Irak, donde se le asignó la tarea de atender al ex dictador antes de que éste fuera enviado a la prisión en el centro de Bagdad donde sería ejecutado tras su juicio. «A él le gustábamos los americanos, estoy seguro.
Era muy soberbio y repetía en todo momento no temer una condena a muerte porque ya habían intentando matarle en numerosas ocasiones, y siempre había salido ileso... No sabía lo que le esperaba».

Después de su primera experiencia regresó a su clínica privada en Villa Rica, estado de Georgia, pero en julio de 2007 volvería a aceptar la llamada del Departamento de Defensa para regresar a Irak y hacerse cargo del hospital de Camp Cropper, la prisión que EE.UU. abrió tras el escándalo de las torturas en Abu Ghraib.

«Era un trabajo titánico, cada día atendíamos a cien nuevos reclusos que iban de los 8 a los 80 años. Teníamos que hacerles una revisión médica completa en cuanto llegaban», recuerda este médico que cada día se ejercita durante una hora y media en el gimnasio para mantener la forma, y está orgulloso de no haber perdido un solo día de trabajo en sus misiones.«Sadam hablaba un perfecto inglés», y estaba prendado de «dos guapas enfermeras británicas»Terminada su segunda aventura en Irak, decidió optar por Afganistán para probar una nueva experiencia en el frente.

«Irak es un lugar rico, a diferencia de esto, que es muy primitivo. El despliegue americano también es diferente porque allí se han destinado más medios y la vida para el soldado es menos dura que aquí», destaca mientras apura uno de esos vasos de medio litro de café americano que se sirven en el restaurante de la base durante las veinticuatro horas del día.

«Una salida política»

«Vuelvo pronto a casa, pero dejo la puerta abierta a un regreso. Quién sabe, si ya atendí a Sadam, quizás me toque ser el médico de Osama bin Laden cuando lo detengamos, porque no está lejos, ¿no?», bromea desde la base de Mehtarlam, situada más cerca de Peshawar (Pakistán) que de Kabul.
Como ocurre en el resto de Afganistán, las fuerzas de la coalición controlan el terreno durante el día, pero por la noche, cuando regresan a sus bases, el camino queda libre para la insurgencia. El despliegue sobre el terreno supondría un número de bajas que la opinión pública de muchos países no está dispuesta a asumir, y por eso esta misión parece estancada. Los ojos de Burson han sido testigos de los momentos clave de la historia militar norteamericana de los últimos años, y en el caso de Afganistán piensa que «no hay solución militar a este conflicto, es necesaria una salida política».

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