27/6/22

“QUILOMBOS AJENOS”






Cuál era el marco geopolítico del Medio Oriente cuando el gobierno de Carlos Saúl Menem y Cia decidió participar en la guerra contra Iraq de 1991 ¿Estaban en conocimiento y a la altura de aquellas circunstancias?



Cuando el gobierno de la Argentina se involucró en la guerra contra Iraq en 1991, no tenían ni idea en la que se estaban metiendo; esto obviamente está referido a los gobernantes y mandos militares de ese entonces que no midieron en ningún momento las consecuencias de aventurarse en un conflicto como el que se desato en aquel momento y huelga decirlo, no ha terminado.


La ausencia de estudios e informes concienzudos sobre las raíces del conflicto, las posiciones y los argumentos políticos e históricos de las partes involucradas, demostraría ese aventurerismo improvisado del cual se destacaba –y aún continua destacándose- la planificación de los sucedáneos gobiernos argentinos. Así como un sector del peronismo nacional mantenía una prosapia y encendida simpatía por las causas árabes y algunos de sus más destacados líderes, estaban (y continúan) los antagonistas situados en la vereda del frente alineados a Israel y su relato victimizante.


Tanto unos como otros, carecían de conocimiento acabado de las causas que decían apoyar y fuere por ignorancia o por interés, recortaban a gusto las partes de la historia que mejor se acomodara a sus discursos. De esta manera, aquellos que reivindicaban al egipcio Abdel Gamal Al Nasser, al líder palestino Yasser Arafat o al libio Gadafy poco o nada conocían de las diferencias y las particularidades existentes entre los gobiernos y sociedades árabes más allá de las generalizaciones tan comunes entre los argentinos.


Lo mismo se aplica a los activistas y simpatizantes de Israel, quienes cerrándose en un discurso mesiánico y engañoso tratando de ocultar sus propias miserias, pretendían acusar de todo lo malo a los vecinos del estado implantado. En este grupo se hallaban los pro estadounidenses o quienes se autodenominan como “liberales”, un término que adorna muy bien pero que en realidad no dice nada.


Como ha quedado bien en claro por esta época, es que nada de lo que se decía era tan cierto como se suponía y existían aberraciones políticas en la región creadas deliberadamente por la interferencia de Washington, que jamás fueron conocidas y estudiadas por los responsables del área de exteriores y menos aún de la defensa argentina. A la complejidad de las relaciones sociales dentro del mundo árabe islámico se agregaba las inextricables ambigüedades e inconfesables conexiones políticas dentro de este mundo que en apariencias mostraban o decían una cosa pero en la realidad representaban otras. Allí de que, ni todos los árabes son musulmanes ni todos los gobiernos de dicha región, tenían un compromiso firme con la resistencia “árabe-islámica” nacida del llamado “conflicto palestino-israelí”. Es más, varios de esos gobiernos trabajaban clandestina (y hoy quedaron expuestos) y activamente contra los intereses de aquel compromiso a tal punto de traicionar a sus propios hermanos.


La política es el arte de hacer las cosas posible podría decirse, y aquí en el Medio Oriente ese dicho se lleva a los extremos. Para ese entonces, la política exterior de los EEUU y de sus aliados europeos dentro de la región era en apariencias, moderada y de tratar solamente con los “árabes buenos” (como solían distinguir algunos en Washington) encarnados en las petromonarquías del Golfo Pérsico, la ambivalente monarquía del Rey Hussein de Jordania y los gobiernos laicos como el entonces Iraq, Yemen y Egipto.


Este solo es un somero bosquejo de las relaciones existentes allá desde la década de los setentas hasta entrado finales del siglo XX. Dentro de este, existía un entramado de relaciones secretas y subterráneas que se mantenían absolutamente fuera del alcance de la opinión pública y aún más lejos de los medios informativos que quisieran husmear en este campo. Y es que por aquel entonces y con el trasfondo de la “guerra fría” y el cuco del “comunismo”, haber sacado a la luz infidencias que hubieran complicado los objetivos estratégicos de Washington en la región, sin dudas habría sido pagado con la vida o la cárcel demostrando hasta donde llegaba la paranoia del autoproclamado “mundo libre”.


Aquella propaganda que incluso fue explotada hasta el cansancio por las peliculejas de Hollywood en la que se veían a los árabes (sin distinción de nacionalidades) poniendo bombas a los pobres occidentales o a los atormentados judíos de Israel, enmascaraba una realidad tan contradictoria como siniestra en la que las lealtades solo pasaban por el dinero, los negocios sucios y claro, el poder. ¿Quién hubiera podido creer en los años setentas o incluso en los ochentas que los sauditas mantenían contacto con los supuestos enemigos israelíes? O incluso ¿Quién habría podido entender que la CIA trabajaba codo a codo con algunas agencias de inteligencia árabes quienes a su vez, tenían contacto con el odiado Mossad israelí?


Mucho menos existía en la forma como lo pintaban en occidente, esa “lealtad religiosa” que separaba con tanta claridad a los pueblos árabes islámicos de una cultura occidental encarnada en los valores “democráticos” de los EEUU y la entonces llamada “Europa libre”. Más allá de que caudillos árabes como Nasser, Arafat y Gadafy instauraron gobiernos nacionalistas abiertamente antiimperialistas, existían zonas grises por donde se movían los intereses inconfesables que traicionaban a sus bases ideológicas que terminaban traicionando a sus propios hermanos. Esto se vio con mayor profundidad con Arabia Saudita, un ente monárquico creado por Gran Bretaña en el periodo de entreguerras y que en la década de los setentas fue “él” aliado árabe contra el comunismo y el nacionalismo árabe.
El caso de Kuwait no difiere mucho de su vecino ya que nació en 1960 tras haberse descubierto los riquísimos yacimientos petrolíferos del sur de Iraq para lo cual –y estafa mediante- se creó una secesión territorial con una población nómada que respondía a la corona británica.
Tras la segunda guerra mundial, EEUU hereda estos amigos con los cuales desplegaría sus diversos planes en la región. Acuerdos espurios, alianzas imposibles de creer y encargos sangrientos marcaron las relaciones de Washington con todos los actores de esta región (incluyendo a Israel por supuesto), como una forma de mantener a la URSS fuera del escenario.


Con el paso del tiempo muchas cosas fueron transparentándose y aquel halo de misterio que muchos investigadores e historiadores supieron rodear a sucesos impactantes de la época, tenían en el fondo una explicación tan simple como humana. El caso del bombardeo israelí al reactor nuclear iraquí de “Osirak” en 1981, supuso una acción brillante de las FDI israelíes que –que desde la versión fantástica para consumo público- logro burlar las defensas aéreas de Jordania y Arabia Saudita, gracias en parte, a la pericia de los pilotos hebreos. Pero en realidad, aquello pudo ser realizado gracias a la colaboración de la monarquía hachemita que, trabajando en secreto con Washington, apago los sistemas de radar y dejo pasar impunes a los aviones israelíes. De ese modo los aviones F-16 A Netz y sus escoltas, pasaron sin problemas ida y vuelta sobre el desierto saudita.


A pesar de que la Casa real de Fahd se mostraba al mundo como el mediador en el conflicto árabe-israelí y mantenía buenas relaciones con el Iraq de Saddam Hussein, su servicio de inteligencia o mukhabarat colaboraba en el más absoluto secreto con la CIA y éste a su vez interactuaba al mismo tiempo con el Mossad israelí y con el “Iraqi Intelligence Service” (IIS) iraquí. A la palestra y por aquellas fechas, el Departamento de Estado, el Pentágono y por supuesto la CIA, empujaban al partido Baas iraquí para poner a raya a la revolución islámica de Khomeini en Irán no porque representara una amenaza ideológica para la geopolítica de EEUU y los árabes sunitas del golfo, sino por la amenaza económica que representaba la capacidad de producción petrolera iraní a los negocios de las compañías petroleras norteamericanas y británicas asociados –casualmente- los corruptos jeques de la península arábiga y también, para garantizar la estabilidad política de Israel.


Todo era muy difícil de explicar y nadie podría haberlo creído en esos momentos. Recuerden que mientras Tel Aviv cancelaba el progreso nuclear iraquí, Washington estrechaba lazos con Bagdad de cara a encargarle el tema iraní. Incluso para cuando Israel invade el Líbano en junio de 1982 (días antes de que Argentina se rindiera en Malvinas), el Consejo del Comando Revolucionario de Iraq presentó a Teherán una propuesta de alto al fuego para retirar sus tropas y dirigir los esfuerzos contra la agresión sionista. En ese momento en Washington creyeron que sus planes se vendrían abajo y buscaron la manera de mantener a Iraq en el frente de batalla contra Irán a como fuera y como primera medida lo sacaron de la lista negra de los países que apoyaban al terrorismo permitiendo que Bagdad obtuviera un crédito por 300 millones de dólares de la Commodity Credit Corporation (CCC) de la Secretaría de Agricultura de los EEUU, con el cual compraría granos y en caso de que Bagdad no pagase sus deudas por la compras, Washington respondería.


En tanto, las relaciones entre la CIA y la IIS de Saddam eran inmejorables, pero ello no era obstáculo para que al mismo tiempo aquella agencia no cortara sus lazos con los israelíes y los mukhabarat de las monarquías del golfo (en especial con Arabia Saudita) que en esos momentos apoyaban entusiastamente a Iraq. Para 1984 las relaciones con Iraq eran tan estrechas y positivas que la CIA obtenía valiosa información del armamento soviético que nutría los arsenales iraquíes e incluso cooperaban con el entrenamiento de células terroristas (con la cooperación saudita y paquistaní) que luego operaban en Afganistán, Irán y el Líbano.


Como contraprestación, Washington además de catalogar a Iraq como “aliado regional”, facilito a través de la CIA el acceso a las armas de destrucción masiva, entre las cuales se hallaban los agentes químicos “Sarín”, “Tabún” y “Cloro” que (además de usarlas contra los kurdos) servirían para frenar a los iraníes y que luego quince años después George W. Bush bajo falsos argumentos esgrimiría como justificación para invadir Iraq en 2003.


A todo ello y mientras la opinión pública se comía el relato oficial que los medios le vendía una lucha de los “buenos árabes” contra los “malos chiitas iraníes”, los israelíes metían la uña llevando adelante operaciones multimillonarias en contrabando de armas tanto para Iraq como para Irán.
Además de obtener muy buenas ganancias, Tel Aviv se quería asegurar que ambas partes extendieran la contienda y se dañaran mutuamente. En el mismo plan estaba la CIA y fue en esas circunstancias que en 1985 se produjo el escándalo “Irán-Contras” que revelo el doble rasero de la política exterior norteamericana que involucró al Cnel Oliver North, dejando expuesto a la opinión pública, el involucramiento de oficiales militares y de inteligencia estadounidenses en la venta de armas a nada menos que a Irán.


Cuando se desato la crisis entre Iraq y Kuwait en agosto de 1990, EEUU estaba tanto del lado iraquí como de los kuwaitíes; incluso estuvo atento y manipulo el conflicto existente entre las partes por los campos petroleros de Rumaillah. Mientras a Saddam le susurraban al oído que los desagradecidos kuwaitíes le estaban robando el petróleo del sur, otra delegación de la agencia le mostraba al jeque Al Sabah supuestas fotos aéreas que mostraban actividades iraquíes en su territorio. Como se ve, Washington jugo con ambas partes y se encargó de que las tratativas de Jeddah fracasaran propiciando la crisis que se desataría el 2 de agosto de 1990. Ahora bien ¿Acaso alguien en Buenos Ai
res y más precisamente dentro de la Casa Rosada conocía algo de todo esto por aquel entonces?

“SIN MANDATO”


Tres pautas técnico históricas del por qué no hubo un mandato de paz tras la crisis del Golfo Pérsico 1990-1991




Hace unas semanas que había recibido la contestación de un mail enviado por finales del año pasado a un abogado que desde hace un tiempo se halla en la investigación de las circunstancias que llevaron a la intervención de la Argentina en la crisis y guerra del Golfo Pérsico desarrolladas entre 1990 y 1991. 

Según me ha escrito, hoy se halla embarcado en un proceso judicial que ha iniciado a instancias por dilucidar la situación de uno de los por entonces tripulantes del destructor “ARA Alte. Brown”. Puntualmente su trabajo se centra en determinar cuáles fueron las implicancias de la participación armada de la misión naval argentina destinada el 25 de septiembre de 1990 –apenas comenzada la crisis un mes antes- a la zona de operaciones situada en el Golfo Pérsico.


Según me comenta en un extenso texto plagado de citas legales y documentales de carácter histórico, los argumentos gubernamentales para renegar de la situación de aquella misión son claramente lábiles y es una cuestión de la voluntad de los mismos participes para que ellos (esos argumentos) caigan en favor de sus derechos al debido reconocimiento que han venido según su punto de vista, siendo injustamente negados durante ya casi treinta años.


Según se explaya éste, los antecedentes facticos que describen la ubicación, rutas y tareas de las dotaciones navales en aquellos momentos son contestes a un estado de “pre guerra” –termino muy usado actualmente en el derecho Internacional Público-, incluso en momentos previos a desatarse el conflicto. Estaba claro que la situación se iba deteriorando en forma consecutiva y terminaría en una conflagración armada. Ante esto, el gobierno del entonces presidente Carlos Menem advertidos de esta situación y del vacío legislativo para que dos de sus buques de guerra partieran y permanecieran operando en aguas internacionales en vísperas de un posible estallido armado, creo una serie de discusiones entre sus asesores que a la vista de los hechos y la historia, malinterpretaron el alcance de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, haciéndoles creer que con ellas bastarían para justificar su presencia.


La primera pauta que nos marca para entender por qué esta participación no fue una “misión de paz”, está dada por el simple motivo de que el Consejo de Seguridad nunca expidió ningún mandato como instrumento jurídico que obligara en el marco de la organización, a que Argentina aportara ayuda para separar a los contendores (que dicho sea de paso, no se habían trabado en lucha hasta el 17 de enero de 1991). Como acto jurídico, el mandato no surge en forma explícita de la Carta orgánica y más bien subyace del entendimiento que haga el Consejo de Seguridad de cada situación particular que se presente. 

 En este sentido, las interpretaciones que hacen sus miembros tienen un apoyo en el entendimiento armónico del Capítulo VI (arreglo de controversias), VII (intervención posterior al conflicto) y VIII (participación de entidades no estatales) del cuerpo orgánico sin dejar de señalar que, sus determinaciones adolecen de un fuerte contenido subjetivo en la articulación de sus decisiones finales. Teniendo a la vista esta estructura legislativa que sirve para fundamentar un mandato, queda muy en claro que el gobierno argentino de entonces no recibió de Naciones Unidas la orden de intervenir. Lo que sí hizo el gobierno de su país fue, ante pedido expreso y por cancillería, de prestar –ante la formal solicitud- su colaboración para ayudar al Reino de Kuwait, en el marco de las resoluciones que se recuerdan, no son vinculantes (no obligatorias).


Lancha argentina de la misión ONUCA



Una de esas resoluciones es la 678 sancionada el 29 de noviembre de 1990 por la cual se “autorizó a los Estados miembros a que utilizaran todos los medios necesarios” para conseguir la “liberación de Kuwait”. Como se lee, una redacción bastante abierta que dejó al antojo de los interpretes de los gobiernos que protagonizaron la decisión política de intervenir en la crisis, entender lo que más les conviniera y así por ejemplo extendieron su interpretación para más tarde fundar la resolución 1441 para justificar la irreverente invasión del 2003. Como puede verse, no hubo en esta resolución ni en ninguna de las sancionadas en el período previo a desatarse el conflicto (el 16 de enero de 1991), mandatos o el establecimiento expreso de una misión de paz dado que (por una cuestión lógica), para ello debería primero haberse desatado una guerra y luego allí, remitir un contingente bajo bandera de Naciones Unidas para separar a las partes. En el caso de la crisis que surgió de la entrada de Iraq a territorio kuwaití, no hubo posibilidad de llegar a establecer dicho mecanismo ya que en apenas unas horas, las fuerzas iraquíes tomaron el emirato y simplemente los kuwaitíes habían desaparecido por lo cual, no había a quien separar.


De allí vamos a la segunda pauta. En este sentido el profesional nos recuerda que, desde el momento que la misión naval argentina llego a la zona, paso a ser parte de la primera fase de las operaciones de custodia y defensa del litoral marítimo de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos denominada “Escudo del Desierto”, enmarcadas en el temor de que Iraq lanzara una ofensiva para extenderse hacia el sur. La misma se desarrolló dentro de un área que se denominó “Teatro de Operaciones” comandada por las Fuerzas Armadas de los EEUU en todo lo que respectaba a las operaciones aéreas y marítimas y las de Arabia Saudita y otros países árabes e islámicos en lo referente a las operaciones de tierra (esto obviamente hasta el comienzo de la segunda fase). En ningún momento hubo oficiales o representantes u observadores de Naciones Unidas en ese lugar simplemente, porque dicha organización no participaba en las operaciones.


Ahora bien, es aquí donde nos señala tres pautas para determinar cabalmente por qué no existió un mandato. Primero que todo, la zarpada de la misión naval compuesta por un destructor (ARA Ate. Brown) y una corbeta (ARA Spiro) lo hicieron con su equipamiento de guerra completo e incluso, fueron reabastecidos de pertrechos en el camino. En este sentido nos recuerda, que de haber existido un mandato de la ONU –como recurrentemente alegaban desde su gobierno- esos busques no habrían podido salir y participar con esas características operativas sin cumplir con los requisitos básicos que una misión de paz requiere.


Lancha argentina de la misión ONUCA



En la etapa de la crisis del Golfo que temporalmente abarco desde el 2 de agosto de 1990 hasta el 16 de enero de 1991, hubo un estado “pre-bélico” y el objetivo trazado para las naciones que se unirían a la convocatoria de formar una “Coalición multinacional”, estaba en formar parte de una planificación militar destinada primeramente a doblegar al adversario que estaba representado en la república árabe de Iraq. En este sentido, durante toda esa etapa y bajo la denominación clave “Operación Escudo del Desierto” se comenzaron a implementar las primeras medidas hostiles que fueron increyendo a medida que iba pasando el tiempo. Una de ellas fue el bloqueo de los puertos y rutas comerciales iraquíes, actividad que la misión argentina cumplió con destacado mérito junto a la armada de otros treinta un países.


En este sentido, indica que según la estrategia trazada por el entonces Comando Central de Operaciones USCENTCOM y sus respectivos comandos NAVCENT y CENTAF encabezado por los EEUU, era –entre una larga lista de objetivos- estrangular la capacidad de abastecimiento y sostén económico comercial de Iraq, objetivo que como se pudo comprobar se cumplió exitosamente.


Como nos señala, en todo este despliegue y de los antecedentes fácticos que se recopilan de aquellas operaciones militares, no se halla un solo rastro de la participación de Naciones Unidas, requisito mínimo para pretender la existencia de un presumido mandato.


Para dejar en claro ello pasa a darnos la tercera pauta, exponiendo un evento que sucedió casi al mismo tiempo de esta crisis y en el cual la Argentina participaba bajo los auspicios de Naciones Unidas en cumplimiento sí, de un mandato de paz que se dio en el Golfo de Fonseca situado en centro América (ONUCA). 

En este caso, dos lanchas patrulleras argentinas clase “Dabur” (de origen israelí), con una reducida tripulación fueron remitidas entre 1990 a 1992 a la zona de conflicto en misión de mantenimiento de paz con el fin de separar a los contendientes y evitar nuevos choques armados.

Para llevar adelante esta misión y como requisitos de dicha determinación las lanchas fueron desprovistas de su armamento, pintadas de blanco con la leyenda “Naciones Unidas” en sus cascos y solo tenían como misión el patrullaje y control visual ante posibles incursiones de las facciones guerrilleras que operaban en la zona.


Otro dato importante que señala es que ambas lanchas enarbolaban en sus operaciones la bandera de Naciones Unidas y sus dotaciones cambiaron sus gorras con insignia de la prefectura naval argentina por las conocidas boinas azules, color representativo de la organización internacional.


Por el contrario en la caso de la “crisis” y posterior “guerra” en el Golfo Pérsico, nada de ello ocurrió. No hubo desarme de los buques, ni retiro de las insignias de guerra, ni cambios en la indumentaria de los tripulantes de ambos navíos, ni la presencia de algún observador de la organización internacional a bordo de alguno de los buques y mucho menos, el arriado de la bandera de guerra nacional por la de Naciones Unidas. Por el contrario, los tripulantes de las naves apenas salieron rumbo al Medio Oriente y durante toda la travesía, se ocuparon en tareas de adiestramiento para el combate, pruebas de tiro y de preparación de los diversos armamentos a bordo.


Estas notables diferencias que resaltan a las claras aún para el lego en el conocimiento de la extensa legislación internacional, marcan notables pautas jurídicas que vienen a informar y a identificar con una clara precisión, cuáles fueron las reales incumbencias y proporción de la intervención de la misión naval argentina en aquellas particulares circunstancias que no hay que perder de vista, culminaron con una catastrófica guerra y de la cual ésta misión naval, participó activamente.

TECNOLOGIA MILITAR ARGENTINA EN EL GOLFO PÉRSICO




Como Argentina fue una protagonista involuntaria de la historia geopolítica contemporánea en el Oriente Medio

Para la gran mayoría de los argentinos, lo que sucedió hace treinta años en su país es tan olvidable como intrascendente; preguntarles sobre lo que ocurrió en el Golfo Pérsico es algo tan lejano que ni tienen la más mínima idea y otros muchos más, ni saben dónde queda aquel lugar.


Para muchos la historia es una materia intrascendente y para los alumnos de los colegios han solido preguntar ¿qué tiene de útil saber historia? En verdad, la pregunta se encuentra mal formulada dado que solo apunta a tratar el tema como una materia más, dentro de un programa de estudios que el alumno debe aprobar para pasar el año.


La historia no debe entenderse como un elemento o una mercancía que servirá o no servirá para el mundo laboral –como supo ser tratada durante casi segunda mitad del siglo XX- al servicio de un mero ideario utilitarista que en algunos casos, coloque a los próceres en pedestales suprahumanos o en muchos otros, solo busca perpetuar ciertas ideologías dedicadas a tejer un ideario colectivo del cual no se aceptaran disidencias.


Con el paso de los años y en especial con estas dos décadas que llevamos del siglo XXI, se ha revitalizado el valor de la historia de los hechos trascendentes tanto nacionales como a nivel internacional. La historia es una herramienta vital, una brújula de conocimiento para orientar a los pueblos por donde avanzar. Un pueblo que no tiene conciencia de su historia es fácil de estafar.


El caso de Argentina es un caso paradigmático de ello. 

Pero yendo al tema que nos convoca, el país del Cono sur ha estado en diferentes dimensiones geopolíticas dependiendo de los gobiernos de turno y no de concienzudas políticas de estado. Tal como el ánimo de una persona, de acuerdo a como se levanta en ese día, así disponen sus políticas los argentinos. Aunque cueste creerlo, el desarrollo tecnológico en el campo aeroespacial fue rutilante. Desde la década de los setentas, los ingenieros argentinos caracterizados por una excelente preparación académica pero pobre disposición de material para desarrollar sus proyectos en la realidad,


Esta consuetudinaria situación a la que se ven expuestos los científicos y técnicos nacionales, les llevó a ser campeones de la improvisación agudizando la imaginación y el ingenio.


Como habíamos visto en otro de nuestros artículos el producto del conocimiento y desarrollo de técnicos argentinos había sido protagonista muy tempranamente, en lejanos parajes que más tarde serían el centro de las disputas geopolíticas más complejas de toda la historia.


Y es quizá por una historia demasiado inconveniente, rodeada de tabúes que hoy ya se encuentran superados, que se mantuvo muy bien escondido bajo la alfombra de la historia estos desarrollos que mostraban un prometedor futuro para la industria aeroespacial y de la defensa nacional, que seguramente hubiera colocado al país en un sitial muy diferente al que hoy día se encuentra. 

Hablamos del desarrollo del misil “Cóndor” que pensado y parido por cerebros argentinos, pese a los eternos problemas del financiamiento que aquejan a los sectores de investigación, lograron desarrollar el primer vector de largo alcance “de todo Sudamérica”. Sin dudas esto llamó la atención de los selectos miembros del desarrollo de proyectiles occidentales y orientales, en especial de EEUU, que como siempre intentarían atraer dichos conocimientos para sus propios fines.


La fecha exacta del lanzamiento del proyecto no se conoce con precisión, pero si se ha determinado que fue a inicios de la década de los setenta, entre 1972 y finales de 1973 cuando el entonces ingeniero químico y Mayor del Ejército, Don Argentino Larrabure junto a un equipo de técnicos que también revestían en el ejército comenzaron en Villa María, Córdoba el desarrollo de un vector bastante ambicioso para la región.


Eran años violentos al momento en que se comenzó con este proyecto y la seguridad se veía continuamente jaqueada por el accionar de grupos armados como el FAL, Montoneros, ERP y otros grupúsculos más pequeños que buscaban fines políticos que no viene al caso tocar. En medio de ese caos, el país estaba –pese a la actividad subversiva- en un estado de candidez política que no le permitió a los gobernantes de entonces, ver o al menos intuir lo que podría conllevar para sus más avezados cerebros, ir más allá de lo que le convenía a los intereses externos.


Fue precisamente y aprovechando esas particulares circunstancias que una supuesta agrupación del ERP asaltó las instalaciones militares en Villa María, Falda del Carmen, en Córdoba donde además de secuestrar y luego asesinar al mayor Larrabure y a otros oficiales del ejército, buscaron documentos claramente relacionados con el proyecto en desarrollo. Fue allí donde muchos dudaron sobre la autenticidad de ese ataque y de los autores que lo habrían realizado. Según las pesquisas que se hicieron en el lugar, los asaltantes buscaron información precisa y orientada al tipo de propulsión y características del combustible para el vector. Se sabía que los pistoleros izquierdistas del ERP no tenían ningún interés y menos aun una utilidad en hacerse de esos datos.


Para algunos, el ERP pudo haber sido usado por una agencia de inteligencia externa –muy posiblemente la CIA- que mediante el financiamiento, muy necesario para que opere una guerrilla, pudiera dar ese golpe y además les entregara a Larrabure a los “interrogadores de la agencia” que tras tenerlo cautivo y bajo torturas durante un año, fue definitivamente asesinado.


Por aquel entonces, el ejército desarrollaba sus propios proyectos de defensa y estaba en curso de poner en servicio un cañón de 155mm de diseño propio denominado CITEFA. Algunas fuentes han revelado que para el desarrollo del misil Cóndor, hubo la provisión de fondos inagotables promovidos por la llegada de Juan Domingo Perón al gobierno en 1974 y con la muy buen disposición de su gobierno, se fueron construyendo las instalaciones en Falda del Carmen y el Valle de la Punilla, que serían los epicentros para el trabajo de los ingenieros argentinos.


A la muerte de Perón y tras el golpe de 1976 con el paso de los años el llamado “inagotable financiamiento” fue mermando deliberadamente por la silenciosa intervención diplomática de EEUU y Gran Bretaña y por los canales secretos de sus embajadas en Buenos Aires, desde donde y con la colaboración de agentes locales permitió tener información periódica sobre los avances en el desarrollo del denominado misil “Cóndor”.


Cuando en 1982 se produjo la guerra de las Islas Malvinas, el gobierno militar paralizo el proyecto y se avoco a concentrar sus esfuerzos en el Teatro de operaciones del Atlántico sur, mientras que los británicos y sus aliados por medio de sus agencias de inteligencia operando en el país, intentaron sin éxito frustrar definitivamente el avance del proyecto. Era una oportunidad de oro para el “Foreing Office” que por algún motivo no pudo ser aprovechada y que algunas fuentes lo acusaron a la falta de colaboración de contactos necesarios en el país, para ejecutar una operación similar a la que acabo con la vida de Larrabure y sus camaradas.


Tras la culminación de la guerra y con la llegada del gobierno civil de Raúl Ricardo Alfonsín en 1983, el proyecto del misil Cóndor agonizaba y carente de fondos para continuar, amenazaba con caer en el olvido.


Pero las extrañas atmosferas que rodearon esa época con un gobierno social-demócrata caracterizado por sus variables y cambiantes aristas en sus políticas estaduales, propicio casi de carambola, que el proyecto encontrara los fondos más que necesarios para continuar e incluso pasar a otra etapa en el desarrollo del proyecto misilistico. Sería Egipto quien además de proporcionar los fondos y alternativas para el desarrollo concreto de este vector, conectaría con otro importante actor regional en el desarrollo, experimentación y pruebas en situaciones reales de misiles.




Aquel era nada más ni nada menos que Iraq, un país árabe que enfrascado en una devastadora guerra con Irán, presentaba una inmejorable alternativa para probar en condiciones reales, un misil como “El Cóndor.


A ello había que contar, que el gobierno del entonces presidente Saddam Hussein, estaba dispuesto a financiar en todo lo que fuese necesario el desarrollo y conclusión del proyecto, con claras expectativas de ponerlo en el mercado compitiendo dentro del multimillonario mercado de los misiles balísticos.


A pesar de las buenas perspectivas que se planteaban para la sobrevivencia del proyecto e incluso, con la posibilidad de pasar a otra etapa del mismo, las características del gobierno argentino, demostraría que poco menos, sabía dónde estaba parado al momento de tratar de involucrarse en temas tan delicados y que merecen atención constante y dedicada. Tal como gustaba a los israelíes calificar a los países con gobiernos que no tienen experiencia en estas áreas, o se ríen de ellos o simplemente los llaman “aficionados”.


Precisamente, cuando el proyecto pasar a involucrar a Egipto e Iraq, en especial a Iraq, los israelíes pusieron el grito en el cielo y corrieron inmediatamente a ver a sus colegas británicos quienes inmediatamente llamaron a sus “aliados” en Washington, recriminando el por qué no se les había avisado de que los argentinos estaban en pleno del desarrollo de un misil que podía llegar con mucha precisión a las islas Malvinas.


Lo cierto era que la CIA sabía desde el primer momento, que los argentinos estaban desesperados por fondos para su proyecto y que una de formas de tener conocimiento cercanos sobre ese misil, era hacer la vista gorda sobre los movimientos de sus aliados egipcios y mucho más de su vital aliado árabe “Iraq”.


Conociendo la idiosincrasia de sus funcionarios, los norteamericanos estaban muy seguros de que los archicorruptos políticos que gobernaban en Buenos Aires eran similares a los jerarcas militares que les habían precedido, por lo cual y en el nuevo marco que se vivía en la región, tocando los resortes correctos y propinando generosos incentivos monetarios en funcionarios de segundo nivel, sería mucho más fácil de llegar a conocer el grado de desarrollo alcanzado.


Tal como lo señalaban los israelíes, los norteamericanos también veían a los argentinos como ingenuos en el manejo de los contactos políticos y militares fuera de sus fronteras, algo que contrastaba con sus invaluables y admirables conocimientos de sus técnicos en ingeniería aeroespacial. Mientras en Buenos Aires el gobierno radical se comía a sus propias instituciones, la CIA estaba al tanto de que sus vecinos brasileros trataban infructuosamente emular la capacidad misilistica de los argentinos. Una y otra vez, la aviación brasileña trataba de desarrollar un misil inteligente y de largo alcance basado en la versión MATRA que buscaba imitar las capacidades del Cóndor argentino. Las pruebas que se desarrollaron en el Amazonas y que estaban siendo monitoreadas por la inteligencia naval estadunidense, resultaron un fracaso tras otro, algo que en algunos informes de la ABIN (Inteligencia) fue achacado a sabotajes con algún sistema de interferencia electrónica ejecutado por los estadounidenses.


Con la injerencia egipcia y la invalorable participación de Bagdad en el proyecto del Cóndor 2, el misil prometía muy buenas expectativas técnicas para ponerlo en actividad y que más tarde se proyectaría sobre el área comercial en donde Argentina entraría a un selecto club de armamentos de alta tecnología. Pero en las sombras estaban aquellos –quizá los mismos que habían secuestrado y asesinado a su creador- que se encargarían de que ello no ocurriera. En estas nuevas circunstancias no necesitaban irrumpir en alguna de las bases en Córdoba para tratar de conocer las características del misil. Aunque era mucho más peligroso, los israelíes podían llegar a obtener alguna pieza informativa en Egipto o Iraq.


Durante esos años lo británicos y sus amigos israelíes del Mossad estuvieron muy activos en las actividades entre Buenos Aires, El Cairo y Bagdad. El gobierno absolutamente inoperante de Alfonsín no tenía ni idea que el puerto de Buenos Aires y sus principales enclaves militares eran monitoreados por el MI-6 y el Mossad. Ambos compartían una seria preocupación por el éxito del proyecto “Cóndor” y mucho más, si comenzaban a ser desarrollados en serie para que los tuvieran los árabes. El avance que conllevaba ese misil argentino en manos de los países árabes podría cambiar la balanza geoestratégica en contra de Israel que siempre busco retrasar el desarrollo militar de sus vecinos.


Como los israelíes no querían quedar al descubierto –algo típico en sus operaciones- y buscaban sacarles a los egipcios e iraquíes la posibilidad de obtener un misil con capacidades amenazantes para Tel Aviv ( el primer prototipo logro un alcance de 800km y tras modificaciones llego a 1000kms) por lo que tras realizar actividades de inteligencia sobre los embarques de equipos y materiales desde Buenos Aires a Egipto y los movimientos que habían desde allí a Iraq, acudieron a la CIA para tratar de alarmarlos y a su vez notificaran a Londres. Pero como habíamos visto, los norteamericanos sabían desde el comienzo todos estos movimientos e incluso, participaban en las pruebas de prototipos del “Cóndor 2” en lanzamientos reales contra blancos iraníes; después de todo, ellos querían que “Saddam” aplastara a la revolución chiita de Irán y con un arma tan formidable, avisarles a los británicos hubiera causado un entuerto innecesario.


Una vez que los iraquíes tuvieron sus propios misiles guardados en sus bases y los egipcios habían desarrollado su propia variante a partir del “Cóndor 2”, avisaron a los británicos que ardiendo de furia, buscaron tretas legales para sacar a la Argentina de estos programas y un tiempo más tarde, el proyecto para los argentinos se paralizo y con la llegada de gobierno de Menem en 1989 fue definitivamente desactivado. Por el contrario, las fuerzas armadas de Iraq profundizaron el desarrollo de estos misiles gracias al suministro por parte de Egipto de los llamados misiles “SS-Badr”, que era la ingeniería, diseño y guía del “Cóndor” argentino pero adaptado a modificaciones de los ingenieros egipcios, que llegados a Iraq, a su vez fueron duplicados con modificaciones técnicas realizadas entre ingenieros iraquíes, chinos y de Corea del Norte para hacerlo misil tierra-tierra y una variante novedosa “tierra-agua” con un alcance que iba desde los 675kms hasta los 1000kms. Esto último pudo haber significado una grave y fatídica contradicción ya que tras el envío de dos navíos a la guerra de Golfo en 1990-1991 y de haberse extendido e conflicto, algunos han señalado que esos ingenios argentinos podrían haber volado de un solo golpe a una de sus unidades.


El legado del conocimiento argentino fue tan provechoso para los árabes como tan perjudicial para Tel Aviv, que el Mossad había planificado una campaña de sabotajes contra el programa de misiles iraquí, que fue abortada por una filtración que le informó a la inteligencia iraquí sobre aquellos planes.



Como conclusión de todo esto, pudimos ver que Argentina –como reza el dicho- “se quedo sin el pan ni la torta” y con ese típico carácter apocado para los temas serios, abandono la escena cabizbaja y en silencio.


Sin dudas los cerebros argentinos fueron aprovechados y hasta reconocidos en el exterior, que con el parto de este misil que hizo temblar a Londres y que angustió a los israelíes, sobrevive seguramente en el arsenal de alguno de los países involucrados en esta región tan conflictiva y del cual, muy seguramente pronto habrá noticias.

"ANECDOTICOS HECHOS EN EL TOK 1991”




Anécdota de un veterano estadounidense sobre la participación militar argentina en la operación “Tormenta del Desierto”



Cuando recibí unos mails allá por el mes de enero que provenía de un investigador argentino que estaba trabajando en la intervención de su país en las operaciones desarrolladas en el Golfo Pérsico entre 1990 y 1991, sentí curiosidad y hasta cierta perplejidad ya que no era muy común que alguien de esos lugares se preocupara por este tipo de hechos históricos (comentó este “vet” de la marina estadounidense que llamaremos “Joe B.”)


En esa comunicación me preguntaba si sabía que grado de participación habían tenido los buques argentinos en la operación “Tormenta del desierto” en la que los historiadores se han centrado más en la parte terrestre y aérea, sin detenerse en las continuas y extenuantes actividades que se realizaron en el mar. Como ex oficial de comunicaciones y destinado en el “USS Wisconsin” tuve la oportunidad de estar cerca de las dos unidades argentinas que nos acompañaron en el grupo y que si mal no recuerdo, tenían la denominación ALFIL y estaban comandados por los australianos.


Es más, recordando con mayor atención me di cuenta que estuve a bordo de uno de esos buques en el cual junto a mi equipo, establecimos un sistema de contacto compatible con el comando de operaciones en el NAVCENT, que mantendría una visualización del grupo mediante una señal que recibían los satélites y estos a su vez la retrasmitían al centro de operaciones electrónicas en tierra, desde donde se coordinaban los movimientos y comunicaciones con todos los grupos de tareas.


El comandante de operaciones del “USS Midway” que fue transportado al “USS Wisconsin” traía consigo una carpeta con tareas para encomendar a los oficiales de comunicaciones. Pero no venía solo, estaba acompañado de dos altos cargos del denominado CENTIJ –inteligencia- que nos darían una pequeña charla de lo que si debían saber nuestros aliados y lo que no les correspondía saber.

USS MIDWAY Y LA CORBETA SPIRO AL FINAL



Nuestros superiores querían asegurarse de que grupos como el de los argentinos, no fueran más un peligro que una ventaja, ya que –según nuestros cerebros en la mesa de estrategia- no tenían una experiencia solvente en operaciones navales como la que se les presentaba; y en realidad nosotros tampoco la teníamos desde que ocurrió el desembarco de Normandía.


Había sido necesario aplicar la doctrina TRADOC, en la cual se buscaba uniformar –en lo que fuera posible- las señales y mensajes que se trasmitían entre las diferentes armadas que participaban en una reducida área marítima como es el Golfo. Para los países que eran parte de la OTAN no había problemas de comunicaciones y menos aún de protocolos de procedimientos en temas tan sensibles como era la alerta para ataques con armas “Químicas, Biológicas o Radiadas”. Fue necesario establecer con los argentinos, un protocolo para que se adaptaran a nuestros sistemas de comunicaciones y para que, en caso de un requerimiento específico, pudieran entender la orden y ejecutarla sin dilación.


Ciertamente que los argentinos fueron muy competentes en las tareas que se les ordenaron y modestamente desde mi punto de vista –nos relata el veterano-, comprobé como se desempeñaron en situaciones que pudieron haber terminado en un completo desastre. Algo que no saben muchos, era que, apenas comenzó la operación, hubieron incidentes verbales de órdenes y contraordenes entre varias unidades de algunos grupos que no estaban dispuestos a correr ciertos riesgos. Hubieron momentos de tensión y sus frutos se pudieron ver en varios errores de juicio en unidades navales supuestamente más avanzadas. Se puede decir que fueron más los problemas entre los aliados de la OTAN que con elementos ajenos como era el caso de los argentinos.


Aquel factor proveniente de la tensión y el nerviosismo, apareció ni bien empezó el combate y ninguna de las tripulaciones que estuvieron operando estoy seguro, pudieron evitarla. Hubo casos de neurosis, parálisis traumáticas y peleas en varios buques de nuestro grupo, producto de una sensación angustiante que pareces que vas a morirte en cualquier momento y no puedes hacer nada para evitarlo. En un incidente que ocurrió en el Midway los nervios llegaron a tal nivel que oficiales y personal de cubierta se trenzaron a golpes de puño resultando el arresto de varios de ellos. Y otras trifulcas similares en unidades vecinas. ¡Mi Dios! Era una locura ¿Te imaginas si los chicos que debían volar a territorio enemigo, no controlaban sus nervios? Fue por eso que los que comandaban desde Riyahd, tenían un protocolo de contingencia por si las cosas se desmadraban.


Fue por ello y como parte de un protocolo predeterminado, que se debían mantener en contacto directo a todas las unidades navales que operaban en el Teatro, que además de servir para los propósitos del despliegue táctico en la mesa de estrategia, servía para controlar las actividades abordo. Se trataba de establecer un comando de comunicaciones permanente, algo bastante complicado por aquella época. Para nuestras propias fuerzas –las estadounidenses- representó un desafío enorme el establecimiento de un comando centralizado para cada una de las fuerzas operativas propias, imagínense lo que fue tratar de establecerla con otras armadas con otros idiomas y otros equipamientos.


Para cuando el grupo ALFIL 1 entró al área de operaciones –al cruzar el estrecho de Ormuz- fue que se nos indicó la preparación del equipo y las directivas que nos entregaría el CENTIJ para instalar a bordo del buque líder. 


Era a mediados de diciembre y lo recuerdo bien porque se corrían rumores de que los iraquíes podían atacarnos por sorpresa por medio de grupos aliados en la región. En esos momentos los argentinos estaban navegando con los franceses y más precisamente estuvieron realizando maniobras de alije o mejor dicho, aprovisionamiento de combustible del buque cisterna “Marne” cuando se estaban dirigiendo a Dubai.


Recuerdo que unos días después de que comenzaron las hostilidades, el grupo ALFIL 1 se incorporo al grupo de ataque liderado por el “USS Midway” y sus doce escoltas, entre ellas el acorazado “Wisconsin” en donde me encontraba.


En esos momentos la alerta era permanente y los vuelos de patrulla e intercambio de oficiales era constante y en uno de ellos nos trasladaron a uno de sus buques para traslado de material e izamiento de personal. 

Su equipamiento era bueno y el desempeño profesional de su tripulación hasta donde pude ver fue bastante profesional, si tomas en cuenta que estaban en una zona minada sometidos a la presión de guiar y ofrecer protección a la línea de abastecimiento de buques de otras nacionalidades que entraban a la zona para hacer llegar combustible, armas y pertrechos que iban hasta puertos sauditas en la primera línea como “Al Jubayl”, a nadie le quedaron dudas de que lo hicieron muy bien.

“CONSECUENCIAS DE LAS ARMAS QUIMICAS: EL INCIDENTE DE JUBAIL”



La crónica de uno de los hechos de aquella guerra que sigue vigente 25 años después


Tal como habíamos tratado anteriormente en uno de nuestros artículos, en el teatro de operaciones del Golfo Pérsico habían pasado muchas más cosas de lo que contaron los controlados medios estadounidenses, tratando de minimizar el impacto en la psique colectiva del público estadounidense en particular y en la del mundo en general que veía la primera guerra televisada en vivo desde el lugar de los hechos.




La guerra aséptica que no mostraba muertos y el efecto de los muy promocionados “ataques quirúrgicos” de las fuerzas de la coalición, se volvió parte de ese mito que los propagandistas del Pentágono y sus colaboradores mediáticos, intentaron carnificar como la verdad revelada. Pero la verdad, era algo muy diferente y repugnante para ventilar.


Recordando lo que las autoridades militares de la coalición y que sus jefes políticos en Washington se encargaron de reiterar por los medios, “nunca se usaron armas químicas en dicho conflicto y si así hubiera sido, no lo supimos”. Con palabras más, palabras menos, esa fue la postura oficial del Pentágono cuando allá a mitad de los noventas, comenzaron las preguntas sobre los casos de veteranos que estaban sufriendo extrañas y graves afecciones en sus organismos e incluso, sobre la salud de sus familias.


Muchos de los que comenzaron a sentir malestares y hasta incluso, otros que murieron sin que se pudiera diagnosticar el mal que los aquejaba, estaban seguros de que el gobierno les ocultaba la realidad de lo que había pasado en los meses que duró la guerra. En medio de la euforia por la “victoria”, inflada mediáticamente por Washington, cualquier cuestionamiento caía en oídos sordos y hasta incluso, en amenazas de que no les convenía molestar al gobierno con sus quejas.


Uno de estos casos fue el ocurrido en el puerto saudita de “Al Jubail”, en donde –obviamente- se destacaron fuerzas aliados, especialmente norteamericanos y británicos dotados entre otros sistemas, de sensores de agentes químicos RUVD que podían detectar la diseminación de algunos aquellos elementos en el aire. Según se pudo saber, estos equipos y los encargados de operarlos al servicio del “Pentágono” era una unidad Checa, que experta en el manejo de situaciones de contaminación en una guerra química y biológica, contaba con sistemas móviles y protocolos ampliamente probados en los escenarios de los realistas ensayos militares que hacían con el “ejército rojo” cuando pertenecieron al “Pacto de Varsovia”.
Obviamente, para Washington eso no era ninguna barrera para que estos “ex comunistas” ofrecieran sus servicios y para Praga, el dinero compra todas las lealtades.


En este sentido, el comando general USCENTCOM a cargo de las operaciones “Escudo del Desierto” y más tarde “Tormenta del Desierto”, le encargaron a las brigadas checas, que dispusieran de patrullas de vigilancia química que, mediante sus unidades móviles equipadas con laboratorios para sus fines, monitoreaban los sectores por donde habían caído misiles, obuses o cualquier otro artefacto que despertara sospechas de un posible ataque NBQ.


A pesar de haber cumplido con muy buen desempeño la tarea de detectar el uso de agentes químicos, sus mandos se mantuvieron a pie juntillas a las órdenes del comando central de mantener un total silencio sobre los resultados que se obtenían en dicho eventos, ante los posibles cuestionamientos que pudieran surgir entre las diversas unidades dentro del Teatro de operaciones.


En aquel incidente, según lo han expuesto algunos testimonios de los ex miembros de las patrullas checas que acudieron al sector, indicaron que el viento rotaba de este a oeste algo que no era ni bueno ni malo, pero que con seguridad, con el paso de las horas terminaría contaminando una amplia superficie del territorio y de las aguas adyacentes en unos cientos de kilómetros a la redonda.


El factor climático es fundamental en estas circunstancias. Una ojiva con carga química caída sobre un terreno con vientos rápidos de cara a una población o a una instalación militar, representaba una segura infestación o envenenamiento de los seres vivos –humanos, plantas, animales- que se hallaran en la ruta del viento. Aunque los militares norteamericanos y británicos negaron que Iraq hubiera podido usar ojivas con cargas químicas y biológicas, las evidencias en el terreno que fueron advertidas por varios de aquellos veteranos, al ser comentadas ante sus superiores, solo recibieron advertencias de que mejor se olvidaran de lo que habían visto.


Uno de estos casos fue el acaecido el 19 de enero de 1991 sobre las instalaciones del puerto saudita de “Al Jubail”. Uno de los testigos presenciales de aquel hecho, recuerda que eran las 3:00 de la madrugada cuando, desde uno de los buques que se hallaba fondeado en una de las radas del puerto, escucho el característico silbido de un misil que va cayendo y para cuando se apronta a la cubierta, ve como una bola de fuego que provenía del norte cae sobre un sector militar detrás de las instalaciones portuarias, causando una brillante explosión seguida de un estampido pavoroso. Causalmente, el misil que se presumía era un “Scud”, además de hacer desaparecer una estación completa de misiles costeros CSS-20, traía consigo una sorpresa extra. Inmediatamente a la caída comenzaron a sonar las alarmas de peligro químico y los soldados destacados en el área corrieron para refugiarse y colocarse sus máscaras y equipos de guerra NBQ.






Pese a que los soldados se habían colocado sus máscaras, muchos de ellos debieron sacárselas para poder salivar y limpiarse la nariz ante la profusa mucosidad que les produjo verse expuestos a ese rocío que trajo la explosión de aquel misil. Una semana después, muchos de aquellos hombres que habían quedado expuestos al rocío venenoso cayeron en cama con todo tipo de síntomas. Muchos otros recibieron afecciones más limitadas como parálisis de sus labios inferiores o superiores pero no se les informó su origen, irritación de la vista, tos y aparentes alergias. Otros como el testigo de aquel buque anclado en el puerto, pese haber estado a unos cuantos kilómetros del incidente, hoy es uno de los miles que se encuentra afectado por problemas pulmonares que aparecieron dos años después de haber terminado la guerra.


Según testimonios de veteranos tanto norteamericanos como británicos, los ataques con ojivas NBQ –Nuclear Biológica y Química- fueron variados y con una continuidad pasmosa. Incluso testimonios de ex oficiales de la Guardia republicana que habían sido entrevistados por periodistas independientes al final de la guerra, confirmaron que entre sus municiones disponibles habían alternadas y distinguibles en colores, ojivas con cabezas químicas y biológicas, tanto para obuses de artillería como para montar en sus sistemas SS-Scud y otras variantes que habían permanecido en secreto. Tal cual a estos testimonios, documentos SECRETOS que se han ventilado un tiempo atrás y que corresponden a los robados de los archivos del Ministerio de Inteligencia en Bagdad tras la invasión en 2003, se detallan planes de contingencia para una contraofensiva “letal” contra los agresores que entre otros vectores disponibles para dicho plan, estaban los misiles tipo “Frog-5” para lanzarlos sobre las cabecera de playa que pudieran haber ocupado las fuerzas de la coalición.


Esta era una de las situaciones a las que se había destinado aquella estructura de inteligencia que vigilaba a todo y a todos en el Teatro de operaciones. Además de tratar de desarticular cualquier ataque de células pro-iraquíes operando en la zona, debían mantener en silencio cualquier información que pudiera perjudicar a los planes militares o a la propaganda mediática difuminada por y solo por la CNN. Quien se atreviera a criticar la versión que radiaba Estados Unidos sobre la evolución del conflicto, podría haber sido encarcelado por traidor.


A pesar de que los hombres que se vieron expuestos en “Al Jubail”, fueron amedrentados para que no hicieran comentarios sobre este suceso, al terminar la guerra y con el creciente número de casos que se estaban dando entre los veteranos que habían participado, muchos de ellos dieron testimonio de cómo se habían dado los hechos y que, al contrario de lo que había informado el gobierno, los iraquíes usaron sus misiles con una intensidad muy superior a la informada y muchas de ellas, con cabezas de guerra Química albergando “Gas Mostaza” o “Sarín” y Biológica “Agente botulimico” y “Antrax”. Tras una larga lucha y circunscripto en la ley de Libertad de Información, los veteranos lograron que se desclasificaran algunos documentos como el NBC-DESK LOG en el cual se detalló el incidente en el puerto de Jubail pero, con convenientes mutilaciones en el expediente.


En dichos cuerpos administrativos que habían sido sepultados en los archivos del Pentágono, a pesar de su liberación, se pudieron advertir que desde el inicio los reportes se encargaron de negar sistemáticamente la existencia del ataque químico concluyendo en algunas de sus piezas: SCUD ALERT 2. NO CHEMICAL WARHEAD REPORTS “no hay cabeza químicas reportadas”. A pesar de que varias secciones de estos informes faltaban, para los veteranos fue un triunfo y un gran avance por lograr saber que era lo que realmente había pasado y que a su vez, el gobierno asumiera las responsabilidades por aquellos hechos.



Con el paso de dos décadas y media de aquellos hechos, los informes independientes sobre el tema, en especial realizado por el profesor emérito Malcom Hooper de la Universidad Sunderland y asesor del gobierno británico en asuntos sobre las “enfermedades de la guerra del golfo”, han arrojado luz las aberraciones que se realizaron en aquella guerra que quedó documentado en el informe titulado “La Guerra más tóxica de la historia moderna”, de la cual no solo fueron afectadas las tropas terrestres y las poblaciones locales sino también, al personal aeronáutico y naval involucrado en la campaña “Tormenta del Desierto”.

20/6/22

ESCUDO DEL DESIERTO/TORMENTA DEL DESIERTO



Solamente horas después que el Agregado Naval Adjunto, capitán de fragata Alberto Dabini, fue consultado por el asistente del jefe del área Hemisferio Occidental del Comando de Operaciones N avales de los EE.UU. acerca de una posible disposición para contribuir en las operaciones de coalición en contra de Irak, el gobierno argentino aceptó ser parte de dicha fuerza de coalición. 

El destructor ARA Almirante Brown y la corbeta ARA Spiro partieron desde Puerto Belgrano para el Golfo Pérsico el 25 de setiembre de 1990. 

La corbeta ARA Rosales y el buque auxiliar ARA San Blas los relevaron. 

La Argentina fue un firme apoyo de la Arm ada de los EE.UU. mientras operaba en el Golfo de Omán y en el Golfo Pérsico. 

Los buques argentinos realizaron un número de interceptaciones marítimas superior al promedio (761 interceptaciones y 40 abordajes hasta el 2 de marzo de 1991) como también operaciones de apoyo a los port a aviones de los EE.UU mientras éstos operaban en el golfo.

Los juegos de guerra bilaterales con la Argentina comenzaron en 1989. 

Apoyados por el Colegio de Guerra Naval, han sido extremadamente exitosos y se han expandido para incluir a las marinas de Canadá, Chile y Brasil. En 1993 se condujo un ejercicio combinado de guerra antisubmarina en aguas poco profundas conocido como “Operación Ghost”. 

Los participantes estadounidenses pertenecían a la comunidad antisubmarina de las aeronaves S-3. Un segundo evento fue planificado dos años después, pero la Armada de los EE.UU. no dispuso de los fondos para poder participar. El destructor ARA La Argentina y el submarino ARA San Juan participaron en el mayor ejercicio de la Segunda Flota duBCN 811 273 (24) 

La Armada A rgentina ha part i c ipado en numerosas opera c i o n e s de paz, incluyendo lanchas pat r u l l e ras en la operación de las Naciones Unidas/ Orga n i z a c i ó n de Estados Americanos del Golfo de Fonseca entre 1990 y 1992, en apoyo al proceso de paz de El Salva d o r. 

Hoy los infantes de marina argentinos prestan serv icios en Chipre y Haití. Super Etendard en aproximación al Lincoln. 

El Brown a punto de partir para Tormenta del Desierto. ARA Guerrico en la operación de embargo a Haití. rante 1994, el FLEETEX 2-94, y regularmente embarcan oficiales argentinos en buques de la Armada de los EE.UU. El personal argentino lo ha hecho en mayor número que cualquier otra nación. 

La Armada Argentina tiene un oficial de enlace en el Comando de la Flota del Atlántico –ahora Comando de las Fuerzas de la Flota–. Desde mediados de la década de 1980, cuando se creó el Comando de las Fuerzas Navales del Comando Sur, un Oficial de Enlace argentino fue asignado a ese comando, con responsabilidades para la interoperabilidad de Comando, Control y Comunicaciones.

 La Armada Argentina fue la primera marina en conducir reuniones con la Armada de los EE.UU. en el Comité Naval Operativo. 

Estas reuniones tratan asuntos operativos. Buques sobrantes y aeronaves P-3-B han sido transferidos. 

USS John Hanckok


Durante el otoño de 1999, la Armada Argentina abrió otro campo de cooperación cuando un equipo naval de abordaje, registro y captura embarcó en el destructor USS John Hanckok en el Golfo Pérsico para cooperar con el cumplimiento de las sanciones de las Naciones Unidas contra Irak.

11/6/22

LA ESTRATEGIA DE EE.UU. PARA CONVENCER A LOS PAISES PARA QUE APOYEN UNA OFENSIVA





Plan de seducción con favores y dinero


ARA SPIRO Y ARA BROWN FUIMOS LOS GURKAS DEL GOLFO PERSICO

Con dólares, favores políticos y asistencia militar, Estados Unidos está construyendo una coalición de países que apoyarán una guerra contra Irak, incluso si el Consejo de Seguridad no les da el visto bueno.

A la coalición que están organizado, la llaman de los "willing", es decir de los que quieren participar. Pero salvo algunas excepciones, ninguno de los casi 35 países que en principio han aceptado formar parte quiere realmente la guerra.

"El problema es que no tienen opción porque dependen de la ayuda financiera, militar o política de Estados Unidos. Y existe siempre el peligro de que, si se resisten, esa ayuda se puede cortar", dijo a Clarín John Quagley, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Ohio.

El ejemplo más claro es Turquía, país al que, además de toda la asistencia financiera y militar que ha recibido en el último año, Washington está dispuesto a pagarle hasta 30.000 millones de dólares adicionales a cambio de que autorice el despliegue de fuerzas estadounidenses en su suelo.

Los Estados pequeños del golfo Pérsico como Kuwait, Bahrein y Qatar necesitan la protección de Estados Unidos frente a la amenaza que representa para ellos convivir en la región con Irak e Irán. El Pentágono ya tiene en Kuwait 99.000 soldados. En Qatar se encuentra el Comando Central de todas las operaciones militares que tendrá lugar contra Irak. En Bahrein está basada la Quinta Flota de la Marina de Estados Unidos.

La mayoría de los países de Europa del este y central que ya han manifestado su apoyo, no sólo están agradecidos porque consideran que Estados Unidos los liberó del comunismo sino que además esperan obtener a cambio el ingreso a la OTAN. Figuran en esta categoría: República Checa, Estonia, Bulgaria, Croacia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia, Macedonia, y Rumania.

También hay países en Oriente Medio como Jordania y Egipto que dependen de la ayuda financiera y militar que les da Estados Unidos. Jordania ha permitido el despliegue de comandos en su territorio, mientras que Egipto autorizó el uso de las bases aéreas en el Canal de Suez.

Más allá de Gran Bretaña, que tiene lazos históricos con Washington, los únicos países que realmente están de acuerdo con la guerra son los que tienen gobiernos muy afines ideológicamente al de George Bush, como España, Italia y Portugal.

En América latina, toda la atención de Estados Unidos está centrada en este momento sobre México y Chile, dos países que son miembros del Consejo de Seguridad y cuyo voto será clave para determinar si la ONU apoyará o no la guerra.

La zanahoria que le estaría ofreciendo Bush a México a cambio de su voto es la inmigración. "Desde el 11 de setiembre del 2001, el tema quedó sumergido en las profundidades de la carpeta de quién sabe quién. Hoy, sin embargo, se pretende utilizar esa baraja, que para México y el gobierno de Fox ha sido prioritaria desde siempre, para exprimirnos un voto que no necesariamente es consistente con nuestros verdaderos intereses", dijo Rafael Elías, analista político de México.

"No me gustaría hablar de presiones porque no las hay... pero todos sabemos las consecuencias de tomar una u otra actitud sin necesidad de decir si eso es una presión o no es una presión", dijo por su parte el presidente chileno Ricardo Lagos, consciente del Tratado de Libre Comercio que acaba de negociar con EE.UU.

En ese contexto es interesante la experiencia de Argentina. El ex presidente Carlos Menem apoyó en 1991 la Guerra del Golfo enviando dos buques. A cambio de eso, y también por haber hecho las reformas económicas que pedía el FMI, Argentina recibió miles de millones de dólares en asistencia financiera y el título de Aliado extra OTAN. El país quedó con un nivel de deuda altísimo. 



Luego de haber otorgado créditos millonarios en el momento en que el país tenía un crecimiento económico respetable, comenzaron los problemas para pagar la deuda y Estados Unidos cortó toda la asistencia financiera. El argumento fue que Argentina no tenía un programa económico sustentable. En el texto que distribuyó el presidente George Bush, donde diseñaba su nueva estrategia para la seguridad, la Argentina no figuraba ni siquiera como aliado de Estados Unidos en América latina.

5/6/22

SEMINARIO "TORMENTA CONJUNTA 2017





Organizado por el Colegio Militar de la Nación, reunió tanto Cadetes de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) como así también a estudiantes de diversas carreras universitarias.
Desde el 24 al 26 de octubre se realizó, en el Colegio Militar de la Nación, el III Seminario Interfuerzas “Tormenta Conjunta”.

El mismo reunió tanto a Cadetes e Instructores del mencionado Instituto de Formación, de la Escuela de Aviación Militar y de la Escuela Naval Militar como así también a docentes y alumnos de las carreras de Ciencias Sociales y Ciencias Políticas, Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidad Católica Argentina (UCA), Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Durante la jornada de apertura, elDirector General de Educación del Ejército, General de Brigada Carlos Podio, aseveró: “No se imaginan la importancia que tiene para el país la tarea que como futuros dirigentes de la Nación tiene la labor que están desarrollando hoy en el Colegio Militar de la Nación”.




A lo largo de las tres jornadas, y con el objetivo de poner de relieve la construcción del conocimiento desde el punto de vista pedagógico sobre la Guerra del Golfo Pérsico, los Cadetes de las mencionadas Fuerzas Armadas expusieron sobre la operación “Tormenta del Desierto” que sucedió en 1991 y durante la cual nuestro país intervino. Asimismo, analizaron el desempeño táctico de los componentes aéreo, naval y terrestre justificando y argumentando las nuevas doctrinas de integración de las FF.AA.

Cabe mencionar que los Cadetes de cada una de las FF.AA. simularon una situación de guerra donde intervenían de acuerdo a sus componentes. En tanto, los alumnos civiles analizaron las contingencias bélicas, desde la órbita de las disciplinas que corresponden a la diplomacia, el derecho y la conducción política del Estado. Por otra parte, remarcaron la importancia del rol e intervención de los medios de comunicación y el desenvolvimiento de la sociedad toda durante una guerra.
ACTIVIDADES Y BALANCE

A lo largo del citado encuentro estuvieron presentes representantes tanto del Ministerio de Defensa, como de las casas de altos estudios mencionadas, quienes junto al resto de asistentes visitaron distintas áreas del Colegio Militar de la Nación.

Al finalizar la tercera edición de este encuentro, los organizadores manifestaron que tuvo un balance “altamente positivo” y que pretende una nueva edición para el año próximo.

Finalmente, durante una entrevista telefónica, el coordinador del seminario Cnel. (R) Héctor Gallardo, aseguró que «además de los fines académicos, ‘El Tormenta Conjunta’ es una oportunidad para que jóvenes de edades similares estrechen lazos que potencialmente se transformarán en fundamentales puentes de integración entre las futuras generaciones de dirigentes en las distintas actividades públicas y privadas del país».

Organizado por el Colegio Militar de la Nación, reunió tanto Cadetes de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) como así también a estudiantes de diversas carreras universitarias.
Desde el 24 al 26 de octubre se realizó, en el Colegio Militar de la Nación, el III Seminario Interfuerzas “Tormenta Conjunta”.

El mismo reunió tanto a Cadetes e Instructores del mencionado Instituto de Formación, de la Escuela de Aviación Militar y de la Escuela Naval Militar como así también a docentes y alumnos de las carreras de Ciencias Sociales y Ciencias Políticas, Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidad Católica Argentina (UCA), Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Durante la jornada de apertura, elDirector General de Educación del Ejército, General de Brigada Carlos Podio, aseveró: “No se imaginan la importancia que tiene para el país la tarea que como futuros dirigentes de la Nación tiene la labor que están desarrollando hoy en el Colegio Militar de la Nación”.

A lo largo de las tres jornadas, y con el objetivo de poner de relieve la construcción del conocimiento desde el punto de vista pedagógico sobre la Guerra del Golfo Pérsico, los Cadetes de las mencionadas Fuerzas Armadas expusieron sobre la operación “Tormenta del Desierto” que sucedió en 1991 y durante la cual nuestro país intervino. Asimismo, analizaron el desempeño táctico de los componentes aéreo, naval y terrestre justificando y argumentando las nuevas doctrinas de integración de las FF.AA.

Cabe mencionar que los Cadetes de cada una de las FF.AA. simularon una situación de guerra donde intervenían de acuerdo a sus componentes. En tanto, los alumnos civiles analizaron las contingencias bélicas, desde la órbita de las disciplinas que corresponden a la diplomacia, el derecho y la conducción política del Estado. Por otra parte, remarcaron la importancia del rol e intervención de los medios de comunicación y el desenvolvimiento de la sociedad toda durante una guerra.
ACTIVIDADES Y BALANCE

A lo largo del citado encuentro estuvieron presentes representantes tanto del Ministerio de Defensa, como de las casas de altos estudios mencionadas, quienes junto al resto de asistentes visitaron distintas áreas del Colegio Militar de la Nación.

Al finalizar la tercera edición de este encuentro, los organizadores manifestaron que tuvo un balance “altamente positivo” y que pretende una nueva edición para el año próximo.

Finalmente, durante una entrevista telefónica, el coordinador del seminario Cnel. (R) Héctor Gallardo, aseguró que «además de los fines académicos, ‘El Tormenta Conjunta’ es una oportunidad para que jóvenes de edades similares estrechen lazos que potencialmente se transformarán en fundamentales puentes de integración entre las futuras generaciones de dirigentes en las distintas actividades públicas y privadas del país».

23/5/22

LA GUERRA DE IRAK A COSTADO MUCHOS MILLONES A EE.UU


Militares estadounidenses cargan alimentos para lanzar desde el aire a los iraquíes que huyen del eI

Las guerras de Irak han costado a EE.UU. ya casi dos billones de dólares
La campaña de Obama supera la operación Zorro del Desierto, de Bill Clinton, que duró cuatro días y costó unos 500 millones de dólares


Estados Unidos ha gastado ya en sus guerras de Irak casi dos billones de dólares, y la cuenta no se ha cerrado. Aún es pronto para estimar el coste económico que tendrá la intervención ordenada por Barack Obama, pero los cuatro días que duró la operación Zorro del Desierto, lanzada por Bill Clinton en 1998, supusieron un gasto de 500 millones de dólares. Obama ya advertido que su campaña será para varias semanas o incluso meses. La suya, no obstante, será una guerra más barata que la de 2003, en la que EE.UU. enterró 1,7 billones de dólares.

Obama es el cuarto presidente de Estados Unidos que consecutivamente ha ordenado abrir hostilidades contra elementos iraquíes. El primero fue George H.

W, Bush, quien en 1991 lanzó la operación Tormenta del Desierto para liberar Kuwait, país del Golfo Pérsico que acababa de ser invadido por Irak. Se trató de una amplia movilización internacional, luego conocida como la primera Guerra del Golfo, que tuvo un coste final de 61.100 millones de dólares, según la estimación posterior del Congreso de EE.UU. El erario público estadounidense finalmente solo tuvo que pagar 12.700 millones de dólares, pues el resto se cubrió con contribuciones de otros países. Así, por ejemplo, Arabia Saudí pagó 12.800 millones y Kuwait 16.000 millones.

Durante la presidencia de Bill Clinton no hubo soldados sobre el terreno en Irak, pero el presidente demócrata lanzó hasta tres operaciones de ataques aéreos. Hubo bombardeos en 1993 y 1996, y en 1998 se produjo la actuación más contundente, la operación Zorro del Desierto, que supuso un gasto de 500 millones de dólares para el Pentágono.

La segunda Guerra del Golfo llegaría en 2003 con la invasión de Irak. Antes de comenzar, la Casa Blanca de George W. Bush estimó que toda la intervención podría durar un máximo de dos años, con un presupuesto de 100.000 millones de dólares.

 Cuando en 2011 se produjo la retirada final de las tropas estadounidenses, tras más de ocho años de conflicto, el Departamento de Defensa aseguró haber realizado un gasto directo en las operaciones de 757.800 millones de dólares. 

Pero a eso hay que sumar otras contribuciones del presupuesto estadounidense para la reconstrucción de Irak, así como el pago de intereses de la financiación y de beneficios sociales a los veteranos, muchos de ellos heridos. Un estudio de la Universidad Brown estimó la cantidad final en 1,7 billones de dólares.

16/5/22

“OPERACIONES BÉLICAS”




A 31 años de la zarpada del grupo T.88 al Golfo Pérsico, la historia confirma la real naturaleza de su misión


ARA BROWN

ARA SPIRO


Pese a que han pasado ya veintiséis años de la partida de la misión naval argentina a las aguas del Golfo Pérsico, el tiempo no ha hecho olvidar dicha participación y menos aún, el carácter de aquella operación que representó al final de cuentas, la presencia argentina en el escenario conflictivo más remarcable y terrible de finales del siglo XX y que aún a nuestros días sigue más vigente que nunca.

Pareciera que tanto los jefes de la Armada Argentina como los representantes políticos de aquella época –y obviamente los actuales-, han sido atacados por una aguda amnesia que no les permite acordarse de cuáles fueron las circunstancias fácticas, jurídicas y políticas en que dichos buques de guerra fueron enviados a las aguas del Golfo Pérsico. Y es que a razón de verdad, de esclarecerlas llevaría a que se deban reparar varias situaciones que han sido mantenidas bajo el tapete de la historia.

La versión oficial que aún subsiste en los empolvados anaqueles de los archivos del Congreso, de la Armada y del Archivo General de la Nación relata que el envío de las naves al Golfo fue por un “mandato de Naciones Unidas” para el “mantenimiento de la paz”; para empezar, ambas son dos grandes falacias.
Cuando se produjo la llamada “Crisis del golfo” tras el ingreso de tropas iraquíes al emirato de Kuwait el 2 de agosto de 1990, Buenos Aires se hallaba en intensas gestiones para seducir a Washington con miras a que trajeran inversiones privadas con el objeto de reflotar un país casi quebrado.




Por esas casualidades del destino, una misión del ministerio de defensa encabezada por el entonces ministro Humberto Romero se hallaba en Washington a la sazón de entrevistarse con George H. Bush y el entonces Jefe del Estado Mayor Conjunto el general Collin Powell, para supuestas tratativas sobre la situación de las FFAA argentinas carentes de repuestos de varias unidades de fabricación norteamericana y sobre la situación del proyecto “Cóndor”. Justamente en esos momentos, estalló la crisis lo que supuestamente obligo a que Bush y Powell partieran raudos a Arabia Saudita, dejando a la comitiva argentina para ser atendida por el vicepresidente y funcionarios intermedios.




Pero más allá de estas casualidades y bajo el influjo informativo de la versión oficial de Washington, el gobierno de Menem sin analizar las verdaderas implicancias y sin considerar claramente los alcances de lo que podría devenir una participación militar en el Medio Oriente, se comprometió a participar junto a lo que “EEUU decidiera”.
Si bien el gobierno argentino argumentó la salida de los navíos el destructor “ARA Alte. Brown” y la corbeta “ARA Spiro”, supuestamente conminadas por resoluciones de Naciones Unidas, ha quedado claro que ello no justificaba jurídicamente la remisión de una “misión de combate” como la que representó el grupo de tareas T.88.I que desde su ingreso al Teatro de Operaciones en el Mar Rojo comenzó con actividades que en el derecho internacional de la guerra representan actos hostiles contra una nación soberana. Esto último hay que subrayarlo, ya que no hubo un mandato de “paz” o una resolución de carácter vinculante del Consejo de Seguridad para emprender dichas acciones.

Aquella ocasión, representó para el gobierno de Menem la oportunidad para dar el salto a lo que él y sus seguidores neoliberales llamaban el “primer mundo” y para ello extendió un cheque en blanco a la Casa Blanca para que dispusieran como lo iban a cobrar. El verdadero trasfondo del envío de éste grupo de batalla no fue otro que el seguir una agenda de política externa que obsecuencia mediante, no midió consecuencias y una de ellas sería, la situación de los efectivos que habían sido enviados a lo que terminó siendo una guerra alta intensidad.




Es a partir de aquella situación de hecho en la que más de quinientos hombres de la Armada Argentina se vieron involucrados primeramente en actividades hostiles como fue el bloqueo económico y de mercancías a la república árabe de Irak, que fueron involucrándose en lo que en la jerga militar se denominan “operaciones militares” que no fueron, ni simuladas ni de mero apoyo simbólico a los esfuerzos de la Coalición Aliada como algunos desinformados trataron de argumentar a lo largo de estos años.

En esa situación y en consideración a las tecnologías militares que se hallaban disponibles en aquel entonces, vale la pena recordar que los peligros de la inserción de ambas naves dentro de un estrecho Teatro operacional –en cuanto a las distancias físicas- como el que representó el espacio acuático del Golfo Pérsico, duplicaron los peligros a los que se vieron expuestos los combatientes de la “Coalición” y por ende los marinos argentinos. Con solo unos cientos de kilómetros de anchura del Golfo, el margen de maniobrabilidad ante amenazas navales lo hacía prácticamente nulo. Y esto solo refiriéndonos a los “peligros convencionales” (misiles, minas y sabotajes) que muy bien pudieron haber causado estragos en el grupo ALFIL I.

Uno de los peligros con que convivieron los argentinos fue, la de tener que operar en aguas plagadas minas que habían quedado de la guerra entre Irán e Irak y que aún permanecían activas. El dato revela que el grupo de tareas se vio involucrado en aguas próximas a las operaciones bélicas que se llevaban sobre Kuwait e Iraq.

Es más, según los documentos de las unidades navales de la Coalición agrupadas en el NAVCENT, revelan que tanto el “ARA Brown” como el “ARA Spiro”, realizaban tareas de custodia y patrulla del grupo de ataque liderado por el portaaviones estadounidenses “USS-Midaway” desde donde se lanzaban constantes operaciones aéreas que bombardearon posiciones iraquíes en Kuwait y que llegaban a Bagdad. 

Y la posición señalada no era para nada relajada ya que, según se especulo recurrentemente por los estrategas en Dahram, si Irán se salía de la neutralidad en la que se había posicionado y pasaba a dar su apoyo a Bagdad, el principal blanco a la vista hubiera sido el portaaviones y todo su grupo entre ellos, los barcos argentinos.

Igualmente y más allá de aquellas ponderaciones –de las cuales los marinos no estaban al tanto- el grupo ALFIL I cumplió su misión de batalla y permaneció en actividad hasta el cese de las hostilidades. Si no fueron alcanzados por el fuego del bando iraquí solo fue una cuestión fortuita ya que, las posibilidades estuvieron servidas.

Ahora bien, pese a ello, los marinos argentinos no han sido debidamente reconocidos por sus méritos en el fragor de esas jornadas, algo que a la vista de la distancia histórica, representa una inconsecuencia que los deja injustamente discriminados en consideración de aquel evento bélico y del reconocimiento que recibieron sus camaradas de las armadas involucradas. 

En este sentido, pareciera que el gobierno de Menem creyó que podía exponer a los recursos del estado nacional –incluyendo a los humanos-, sin reconocer puntos específicos que hacen a lo estrictamente material y jurídico, sacrificables bajo el erróneo eslogan “Por la Patria o la Paz internacional”.

Creyendo equivocadamente que al no haber habido bajas, sus efectivos no eran dignos de reconocimiento y menos aún de alguna compensación por los servicios prestados, les dio las gracias, una apretada de manos al anterior Jefe del Estado Mayor de la Armada y adiós.

Sin dudas se trató de una avivada política que los jefes de estos hombres dejaron pasar. Pero esta omisión del entonces gobierno menemista no desapareció por el paso del tiempo y mucho menos ha perdido legitimidad en cuanto al fondo del reclamo de cada uno de los miembros de las dotaciones actuantes. Para que se entienda la mecánica de este proceder, los marinos argentinos deben recordar lo que lastimeramente ocurrió con sus camaradas del Ejército Argentino, quienes si habían sido enviados bajo el pabellón de Naciones Unidas como “Cascos azules” a Croacia entre 1991 a 1995 y que algunos de ellos, al ser alcanzados por fuego de los contendientes, regresaron heridos o con severos daños. Ese mismo gobierno les dijo “que no les debían nada” y ahí se terminó el tema 

(v. http://www.lanacion.com.ar/488110-la-paz-que-no-llega-br... ) aunque más tarde, la justicia les hizo lugar a sus reclamos.

También habría que recordar, hasta donde estaba dispuesto aquel gobierno menemista con tal de agradar a Washington y lograr de ese modo, aquella demorada promesa de convertir a la Argentina en un país aliado de la OTAN, que en 1998 le ofreció a Washington enviar nuevamente tropas contra Irak, pero esta vez, enviando tropas de tierra (. LA NACIÓN. “Menem se alineo contra Saddam”.


Para ir concluyendo, queda claro que si aquellos marinos que participaron activamente en las tareas de combate dentro del Teatro de Operaciones de lo que se conoció como “guerra del Golfo” entre 1990 y 1991, su posición con respecto a esos cascos azules es claramente disímil ya que, las dotaciones del grupo ALFIL I estuvieron involucrados con una de las partes (Coalición) lo que la legislación internacional reconoce a los combatientes de una guerra derechos inherentes a tal condición, mientras que los llamados “cascos azules” están llamados por un mandato de la ONU a separar a las partes del conflicto.

Que esto no haya querido ser visto por el gobierno es una cosa, pero ello no significa que no exista ese derecho latente a ser reconocidos como “veteranos” con todos los derechos patrimoniales inherentes a la calidad de tal.