19/7/21

“LA PEQUEÑA LETRA DE LA LEY”




Cómo se interpretan los hechos con las leyes y los reglamentos de servicio con las resoluciones de Naciones Unidas y la ley fundamental?






¿Qué diablos pasa cuando hay un conflicto entre lo que dicen los hechos y lo que dice la ley? O más bien ¿Cuándo los hechos tratan de ser interpretados con una maraña legal de resoluciones, dictámenes y leyes? Esto es lo que parece verse en la actual compulsa de los veteranos argentinos quienes al parecer han tomado conciencia de que la lucha nunca terminó y que debían arremangarse las camisas para vindicar ellos mismos sus propios derechos.


Tal como le hemos mencionado antes, la lucha de los veteranos de la guerra del Golfo Pérsico ha sido tan dura y desigual en Estados Unidos, en Gran Bretaña o como lo están viendo nuestros camaradas argentinos; nada es un regalo y menos aún cuando hay tanta basura detrás de aquella guerra. Solo se trata de luchar nuevamente pero con otras armas y contra nuestros propios gobiernos (Pensamiento Político y Estratégico. “La Nueva Lucha”.

https://pensamientoestraegico.blogspot.com.ar/2017/08/veteranosde-ayer-la-nueva-lucha-por.html )


Solo para dejarlo bien en claro, la participación argentina en la guerra del Golfo fue un hecho que ha pasado a la historia y no se trata de una hipótesis o de la interpretación de un supuesto, nada de eso, es un hecho duro que no tiene prueba en contra.


Pues, veamos con calma el tema. Según lo que se sabe de la misión asignada a los buques argentinos bajo la denominación ALFIL 1, la misma entro en operaciones en tiempo real y se unió a los esfuerzos de los demás grupos de tareas bajo el comando de operaciones navales MARCENT y del CENTCOM a establecer zonas de patrullaje de seguridad y control para hacer cumplir el embargo decretado por Naciones Unidas, esto hasta las 00:00 horas del 16 de enero de 1991.


Cuando expiró el ultimátum, todo el Teatro de Operaciones montado para las tareas de bloqueo y cumplimiento del embargo económico y comercial se agrego el componente de la hostilidad es decir, el inicio de la guerra contra las fuerzas iraquíes. En este marco la misión argentina junto a otros grupos de tareas internacionales (Canadá, España, Australia etc) se alinearon a las nuevas tareas que demandaría el inicio de las hostilidades, especialmente a las de vigilancia de la zona y de la ruta de abastecimiento.


El comentario viene a la sazón de los revuelos que parecen haber habido dentro de varios sectores de estamento militar argentino y del área de la defensa cuando se ha estado solicitando por los canales administrativos legales la remisión de informes referentes a las operaciones navales de la Armada en el Golfo Pérsico durante 1990 hasta 1991. Ciertamente el momento no es el mejor para el área luego del incidente del submarino “ARA San Juan”, pero separemos las cuestiones; el tema de la lucha por los derechos de los veteranos de aquel entonces es tan gravitante como aquella desgracia.


Volviendo a lo estrictamente legal, vemos que los hechos que la historia ya plasma en diferentes libros y documentales de varios países, incluyendo a la Argentina no dejan lugar a dudas de que fue lo que paso en la guerra del Golfo Pérsico ni de cuál fue el papel de la misión ALFIL 1, la más comprometida y activa participante en las operaciones de la “Tormenta del Desierto” que se extendieron desde el 16 de enero hasta el 28 de febrero de 1991.



Pareciera una grosera contradicción que a pesar de tan reconocidas y documentadas tareas por los entonces comandantes del Estado Mayor de la Armada de los Estados Unidos y los jefes de la inteligencia naval para con las dotaciones, particularmente con la compuesta por el destructor “ARA Almirante Brown” y la corbeta “ARA Spiro”, durante años el Estado Mayor de la Armada Argentina no tenía registros de ese evento trascendente de la geopolítica internacional.


Cuando se planteo el tema a algunos almirantes retirados, fueron reticentes en dar su opinión y simplemente nos cortaron el teléfono. No muy caballero, verdad? Desde esta perspectiva hubo desde la llegada de la misión ALFIL 1 a Puerto Belgrano allá por abril de 1991 hasta unos pocos años atrás una nebulosa, un limbo en el que dicha participación prácticamente no aparecía como existente ¿Cómo podía ser posible mi Dios? Cuando se comento esto con algunos abogados especialistas en temas de veteranos simplemente no se extrañaron, pero si señalaron que tanta negación era absurdo.


Era sin dudas una torpeza absoluta. Cuando los mapas de operaciones del Comando central de operaciones (COC) en Darham que coordinaba las operaciones navales y aéreas en una importante parte del Teatro de Operaciones y donde los buques argentinos aparecen registrados con todos sus itinerarios, rutas, horarios, rutinas y tareas asignadas, no parece tener sentido una actitud semejante. Si el grupo de tareas no hubiera cumplido con sus objetivos hubiera sido muy duro para los muchachos en tierra que tuvieran el combustible para sus vehículos, llegaran los cohetes MK-20 “Rockeye”, que pudieran beber agua fresca sin los purificadores de agua (ROWPUs) o que las municiones para la artillería estuvieran disponible para los puestos de avanzada general (GOP).


El problema o mejor dicho, la novedad que surge de todo esto, es que se ha descubierto cómo se estuvo encubriendo el real carácter de la participación del grupo ALFIL1 (no mencionamos al ALFIL 2 ya que ingreso a posterior del fin de las hostilidades) por una cuestión meramente política más que de interpretaciones de la ley ¿Pero de qué ley me habla usted, podrá decir?


Es un hecho que el grupo de tareas T.88 partió con rumbo al Golfo Pérsico el 25 de septiembre de 1990 y que tras cruzar el estrecho de Ormuz por finales del mes de noviembre ingreso al Teatro de Operaciones en el cual se estaba desarrollando en ese momento la Operación Escudo del Desierto destinada a bloquear las rutas marítimas hacía Iraq y patrullar el litoral marítimo saudita, que se hallaba amenazado por una posible ofensiva iraquí. En aquel momento reportes de inteligencia advertían de una posible incursión rápida sobre las instalaciones portuarias de “Al Jubail”.


Todo esto, más allá de las resoluciones de Naciones Unidas que debemos reiterar, eran (y siguen siendo) de carácter facultativo. Tras ello, el rol de las unidades navales muto ante el cambio de la situación y lo que era un mero bloqueo pasó a ser una situación de guerra abierta y fue por ello que su estado pasó a ser pro activo (a situación de combate) a favor de la Coalición Aliada.


Ahora bien ¿Qué determino en esos momentos el Consejo Nacional de Defensa y el Ministerio de Defensa de aquel entonces? Si nos atenemos a lo que determina la ley de Defensa Nacional 23554 la Secretaría de Asuntos Militares a cargo de la Subsecretaria de Política y Estrategia debería haber elaborado un pormenorizado informe sobre la situación real en dicho Teatro de Operaciones, y no solo como paso previo para su envío sino también tras el arribo con la misión cumplida.

LEY DE DEFENSA NACIONAL - Jus.gob.ar




Precisamente se hallan entre sus funciones la de Determinar los requerimientos para el planeamiento conjunto y formular y aplicar los principios y normas para el funcionamiento y el empleo de las fuerzas armadas, tareas que dicho sea de paso también están a cargo del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (EMCFFAA). En lo referente a la Secretaría de Asuntos Militares una de las funciones vitales para determinar el despliegue de una fuerza de combate es “determinar las políticas en materia logística”, una materia por cierto vital en la campaña llevada a cabo en la Tormenta del Desierto y en la que la misión ALFIL 1 presto admirable y reconocido servicio.



Por último (pero por ello no menos importante), el tema de la actuación “conjunta” que la misma ley y los decretos reglamentarios refieren, se vinculan a la amornización de las tareas entre las fuerzas de tierra, aire y mar que fueron aprendidas tras la guerra de Malvinas de 1982, pero que se aplicaron con mayor rigor y complejidad en la guerra contra Iraq de 1991 y donde más allá de la relativa independencia operativa de la agrupación argentina en pleno de las hostilidades, debía seguir y acatar sin la menor discusión las órdenes que surgían del Comando central de operaciones y que se vinculaban con la importante tarea de mantener el “grifo abierto” de suministros y cuidar que no fueran blanco de un agresión inesperada.

“ZAFARRANCHO DE COMBATE”




Vivencias en primera persona de un veterano argentino de la guerra del Golfo Pérsico en 1991

DONDE ESTAN LAS ORDENES EMANADAS DEL ALMIRANTE OSSES, QUEDARON EN EL RECUERDO POR SOLO HECHO DE NO RECOCERNOS QUE FUIMOS A UNA GUERRA.




Fue sin lugar a dudas una sorpresa inesperada y muy agradable, cuando hace unos meses tocan a mi departamento en Kensington para entregarme una encomienda postal que venía de muy lejos y con ella una carta (algo raro en estos días de internet). En un aceptable inglés, éste camarada hacía llegar sus experiencias y también sus inquietudes ante la dura lucha que siguen por el tan merecido reconocimiento que su gobierno les adeudan. Eran unas doce copias de páginas de un diario de un veterano argentino que participo en las operaciones del “Escudo del Desierto” y de la “Tormenta del Desierto” que tras haber leído nuestros artículos quería compartir algunas de sus experiencias en aquellas jornadas dándolas a conocer por nuestro medio.


A continuación les dejo la traslación de aquella carta de un miembro del destructor argentino “ARA Alte Brown” que llamaremos “J.K.A” para que compartan sus vivencias en primera persona y que se resumen al mes de diciembre de 1990.


“A pesar de los treinta años que han pasado, quienes estuvimos involucrados en la guerra del Golfo Pérsico allá por 1991, no podemos olvidar todo lo que ello conllevo, abandonar nuestros hogares, nuestras familias para zarpar sin órdenes precisas y aquellas fatídicas jornadas navegando en forma constante durante meses en los navíos de guerra “ARA Alte. Brown” y la “ARA Spiro” de la agrupación T.88 que llevó el pabellón argentino para que flameara en aquellas extrañas aguas del Oriente Medio.


Ponerme a describir las actividades que cotidianamente se realizaban en las embarcaciones puede llegar a dormir al lector, pero no puedo dejar de recordar que en todo momento hasta que llegamos a dicho escenario, todos y cada uno en sus tareas teníamos que prepararnos para algo que, aunque rogábamos que no pasara, intuíamos que podría desencadenarse de un momento a otro sin que estuviéramos al tanto de la realidad de lo que ocurría a ciencia cierta en aquella zona.


En realidad nunca esperamos que las cosas llegaran a donde terminaron llegando; creíamos que las presiones que los americanos y toda la fuerza que habían reunido, incluyéndonos a nosotros, haría desistir a Iraq de abandonar aquel pequeño emirato petrolero que incluso, no sabíamos donde quedaba. Igualmente no tomaríamos conciencia en la que nos metimos hasta que no cruzamos el estrecho de Ormuz.


Acostumbrados a navegar en las aguas australes o a lo sumo en los cálidos mares del Brasil, no se podía dejar pasar esas grandes diferencias que cuando uno no las conoce solo dice, es algo similar a pero que en realidad cuando las comparas no se parece a nada conocido, y me refiero al calor. Nunca experimentamos un calor como el que vivimos ahí, era simplemente sofocante.


El mes de diciembre de 1990 fue realmente particular. Fue la previa para lo que se desataría el 16 de enero y una pequeña muestra de lo que se desplegaría en medio de una situación de alta confusión y muy poca información que entre otras consecuencias, desataría una crisis de nervios colectiva que pondría a prueba el carácter de cada uno de los que estábamos en esos barcos y cómo afectaría ello el desempeño en las tareas operativas.


A comienzos de ese mes entrabamos al golfo y nuestra primera impresión fue asombro no solo por el paisaje de esas aguas turquesa repletas de tiburones sino, por el tránsito marítimo incesante y las instalaciones portuarias árabes abarrotadas de embarcaciones que parecían ciudades flotantes. Sin saberlo, estábamos entrando a lo que más tarde sería el escenario de la guerra más cruenta de finales del siglo XX.


Solo como una pequeña muestra de lo que nos esperaba, se ordena que se pusieran a calibrar los cañones “Oto Melara” de 127 mm (si mi memoria no me falla) de las cubiertas y ejercicios de práctica de tiro para todo el mundo con las ametralladoras de 20mm. Si bien los primeros anduvieron espectacularmente, si hubiéramos dependido de las segundas habríamos estado en problemas.


Apenas entramos la radio informa nuestro primer destino, Emiratos Árabes Unidos. Era una visión espectacular pero por sobre todo era un alivio ya que muchos estábamos ansiosos de tocar tierra aunque más no fuera, para sentir suelo firme. Si no mal no recuerdo, llegamos en los primeros días de diciembre en momentos que se ventilaban noticias sobre una sublevación militar en pleno Buenos Aires, algo que se conoció masivamente por estos lugares como un reguero de pólvora.


Asimismo seguimos con nuestra rutina y a quien no le tocara guardia en esos momentos podía bajar para aunque más no fuese, a fumarse unos puchos y dar una vuelta por las dársenas del puerto de Sarjah. Una de las cosas que me acuerdo y que disipo los nervios que crecían a cada hora era la llegada del correo que traía el Sea Spray era sin dudas el momento que más esperábamos muchos. El resto del tiempo y quien podía aprovechaba la estancia y hacia “pacotilla”.


Otra cosa que me llamó la atención fue saber que había familias argentinas viviendo en Dubai y en el resto de la región de las cuales recibimos su atención y un inestimable apoyo moral. Solo se conoce esa extraña sensación cuando uno está muy lejos de su terruño y se potencia aun más cuando la incertidumbre flotaba en el aire. Pronto sabríamos o al menos tendríamos una idea de cuál sería nuestro rol en todo el espectáculo que se estaba montando.


El día 11 de ese diciembre las actividades comenzaron temprano. Los yanquis y australianos habían llegado con una fuerza de ataque liderada por el portaaviones “USS-Midway” y de solo verlo te daba cosa. Todo el mundo a sus puestos y a partir de ese momento, los nervios de los oficiales que ya estaban crispados, rompieron el techo de lo tolerable y volcaban su “cagazo” en una reunión con el jefe del “D-10” con los subalternos. Igualmente nosotros sabiendo muy bien cómo hacer nuestro trabajo, no tuvimos ningún problema al interactuar con los norteamericanos que además de buques enormes, portaban esos helicópteros que daba la impresión que pesaban diez toneladas.


Desde ese día todo fue ajuste y preparativos. El 13 se rompe la rutina y la actividad comenzó con todo. Nosotros con nuestros modestos recursos veíamos como desde el portaaviones “Midway” salían los F-4 Phantom y sobrevolaban sobre nosotros como parte de esos ejercicios para aceitar la coordinación entre todos los que participábamos. Impresionante era ver a esos gigantescos helicópteros “CH-53” y otros del tipo “Bell” como se suspendían sobre nuestras cubiertas para traslado de personal o dejarnos material informativo. Comunicaciones, maniobras navales y aéreas con nuestro helicóptero y acciones combinadas tuvo a mal traer a nuestros jefes; la tensión fue tal que podías verles llevar el culo entre las manos para no cagarse encima.

Fue si dudas una prueba de los yanquis para ver que tan capaces éramos.


Con el final del día, vino la calma y el ajetreo por fin termino. Quien pudo irse al catre lo hizo y quienes tuvimos que seguir arreglando algunas cosas no pudimos hacerlo hasta más tarde. A la altura del puerto de Fuyeirah nos cruzamos con el buque de servicio “USS-Walter S. Diehl” para reabastecimiento de combustible.





La rutina siguió y el 21 llegamos a Abu Dabi, donde seguimos trabando en los ajustes operativos y un día después llegan los yanquis y se estacionan junto a nosotros con el “USS-Midway”; simplemente impresionante. Las fiestas ya estaban ahí nomás y para cuando llego el 24, cayó piedra y nos honraron con su visita “Cohan, Romero y Oses” quienes se vinieron a sacar unas fotos con nosotros y a franelear con nuestros jefes mientras nos tuvimos que bancar a los “gallegos” que habían atracado con un destructor atracado cerca de nosotros, donde desde temprano sonó música, luces y mucho alcohol.


Para el 27 llegan los técnicos con los repuestos de la base Espora para los helicópteros “Alouette” que llevábamos en los hangares y a verificar al que se había accidentado. Con los repuestos llegaron cartas y encomiendas con algunos videos para ver a nuestras familias. Para todo esto, el ánimo era excelente. Los quince días interminables que vendrían de aquel enero de 1991, marcaría el ascenso de las tensiones y el nerviosismo que no discriminaba entre norteamericanos, australianos, canadienses o italianos”.

18/7/21

"LAS CONFERENCIAS DE K HAHARAN"



Una prueba más de que la Crisis de 1990 entre Iraq y Kuwait tenía un final previsto y bien planificado del cual Buenos Aires no tenía la idea más mínima.





Cuando George Bush y Collin Powell fueron notificados de lo que había ocurrido en Kuwait, ninguno expreso sorpresa por lo sucedido y con una metódica parsimonia, cada uno por su parte, comenzaron a telefonear a sus asesores. Como lo hemos dicho anteriormente, la crisis entre Iraq y Kuwait de 1990 se había venido gestando silenciosamente con mucha paciencia desde el final de la guerra contra Irán en 1988 y su desenlace buscaba cortar definitivamente los lazos con Bagdad.


Eso en lo político, pero en el resto de las áreas que más involucradas estaban en la preparación del desarrollo de la crisis, tuvieron una intensa actividad hasta llegar a concretar lo que ya estaba planificado desde hacía tiempo y ello era, entrar a la región. El inducido fracaso de las conversaciones en “Jeddah” de julio de 1990 fue el detonador de los eventos por venir. Que a nadie le queden dudas de que la crisis sirvió magníficamente a dicho propósito ya la distancia queda también claro que Arabia Saudita fue parte (al menos sus núcleos vinculados a la inteligencia) en este plan. En realidad la familia real “Al Saud” siempre fue parte del Establishment político de Washington y haría cualquier cosa que se ajustara a los intereses de la geopolítica del momento.


Cuando se inició a esbozar las primeras sugerencias de lo que Washington debería hacer para tratar de contrarestar una potencial (o más bien imaginaria) expansión del ejército de Saddam Hussein sobre los campos petroleros sauditas, muchos ingenuamente susurraron - incluyendo por supuesto al estamento político argentino- “Los árabes no toleraran que los infieles cristianos, y mucho menos los demonios estadounidenses, pisen el suelo donde se asientan las dos principales ciudades santuario del islam”. Ciertamente que el mundo árabe islámico se sacudió con la masiva llegada de tropas angloestadounidenses (y ello fue muy bien censurado por la prensa occidental) pero, no en Arabia Saudita que curiosamente tiene la responsabilidad de custodiar La Meca y Medina.


En aquellos momentos, el gobierno peronista de Carlos Menem trataba de congraciarse con Washington y con esta crisis encontró la oportunidad de oro. Con una gran ingenuidad, creían que con esto enmendarían el vergonzoso papel adoptado antes de finalizar la Segunda guerra mundial y pasarían sin pausa a ser parte de la OTAN. Desde la distancia, una muestra de candidez política imperdonable que reflejo en parte, el grado de improvisación de sus decisiones. Pero lejos de resultados asesorado con tiempo y compromiso y mucho menos contemplar todas las instancias que un compromiso semejante podrían producirse, los funcionarios (políticos y militares) argentinos se dejaron guiar por las versiones oficiales de la Casa Blanca que los medios norteamericanos difundían día y noche por satélite a todo el globo.


La campaña mediática de demonización del gobierno de Saddam Hussein y de Iraq fue una canallada que Washington y sus aliados reiterarían en otros complots por venir. Ciertamente que Iraq había ocupado Kuwait pero las motivaciones que estaban detrás de ello y las propuestas para la resolución pacífica de la cuestión fueron despreciadas por Washington y deliberadamente ocultadas a la opinión pública en general (incluyendo claro, a la Argentina). Lo imperdonable de esto no es solo la tendenciosa - pero entendible- propaganda televisiva de la CNN o de los medios gráficos como “The Washington post” y “The New York Times”; eso era esperable.
Lo que no puede esperarse y mucho menos explicarse es que un gobierno (en caso este el argentino) se haya dejado llevar de las narices por toda esta intoxicación informativa y por medio de ella haya metido a su país en una guerra completamente ajena a sus intereses soberanos.


Detrás de todo el telón mediático de aquel entonces, los estrategas y asesores de defensa del Pentágono trabajaron día y noche para poner en movimiento una campaña que de no haber sido planificada décadas antes, hubiera sido imposible de montar en unos meses como lo hicieron. En razón de verdad la planificación para desplegar una monstruosa fuerza militar como la vista en aquel entonces, había sido concebida para la hipótesis de enfrentamiento con el Pacto de Varsovia en épocas de la Guerra Fría. Pero esta planificación no servía en su concepción original y hubo que remozarlo a las necesidades políticas y estratégicas de la ocasión y adaptarlo para hacer frente a un enemigo mucho más geográficamente limitado y pequeño.


Las fuerzas estadounidenses por si solas no podían afrontar el desafío de una operación militar tan compleja, incluso con el apoyo de sus aliados británicos. Fue por el ello que a instancias del Comando en jefe del Comando Central de los Estados Unidos USCINCCENT a la par de que desde La Casa Blanca se distraía a la opinión pública con supuestas gestiones de paz y esfuerzos de Naciones Unidas por distender la situación, los asesores y generales del Pentágono que ya estaban en Arabia Saudita preparaban las operaciones para el movimiento de un gigantesco ejército compuesto por los más variados sistemas de armas de varios países.


No solo había que justificar la conformación de una Coalición internacional con una capacidad ostensiblemente ofensiva, algo para lo cual Naciones Unidas colaboro escandalosamente sino que había que armarla, coordinar sus operaciones y determinar objetivos dentro del TOK. Para ello ya instancias de EEUU se llevaron adelante dos conferencias importantes para establecer el grado de participación, capacidades, roles y objetivos a cumplir. Dichas reuniones se efectuaron entre el mes de octubre y noviembre de 1990 bajo un total hermetismo y lejos de la prensa en la ciudad saudita de Dhahran donde acudieron los representantes de cada fuerza armada que se había plegado a la iniciativa norteamericana ¿Acudieron representantes navales argentinos? No hay ninguna referencia o documento que dé cuenta de esto, no al menos que se conozca oficialmente.


Lo cierto que en la primera de estas reuniones, realizada a mediados del mes de octubre se discutió cuál debería ser la entidad de la fuerza para proteger a Arabia Saudita y al resto de los emiratos ante una hipotética ofensiva iraquí. Aunque Saddam no tenía la mínima intención de hacer algo así, el rumor servía a los propósitos de Washington. La primera conferencia denominada MAPEX realizada el 4 de Octubre en la ciudad de Dhahran, se discutió junto a los jefes de varias Armadas, como se desplegaría una defensa aérea, terrestre y naval sobre la región. Allí se determinó que dichas operaciones se denominarían “Escudo del Desierto” dejando en claro que se requerían de más fuerzas para llevar a cabo adelante otra fase que no era otra que la que luego se conocería como “Tormenta del Desierto”.


Recordemos que para esos momentos, las naves argentinas que conformarían uno de los grupos de tareas de las operaciones, no han llegado al Golfo Pérsico y se desconoce si oficiales o agregados del Estado Mayor de la Armada Argentina haya asistido las conferencias que aquí estamos tratando y mucho menos que hayan producido documentos referentes a dicho evento.


Para el 14 de noviembre se llevó a cabo la segunda conferencia en la cual solo asistieron los comandantes de las armadas de los países más relevantes (en la cual no fueron con seguridad los argentinos), donde se les revelo los planes y objetivos para una operación ofensiva posterior. Allí se definieron los grupos operativos (Task Forces) roles de combate, orientación y resolución de asuntos que durante las operaciones podrían sucederse y por supuesto, definir la protección, asistencia y apoyo de las rutas y vías de abastecimiento para una de las fuerzas militares desplegadas más grandes desde finales de la segunda guerra mundial. Recién para comienzos del mes de diciembre, EEUU y el Reino Unido comienzan a informar a sus principales aliados (en particular a) de resultados de los planes reales.


Sin dudas que esto demuestra que en Buenos Aires y mucho menos en la Casa Rosada, estaban al tanto de lo que implicaba su participación en aquella “fuerza multinacional. A la luz de esto, queda en evidencia que nadie sabía que esto iba mucho más allá que una operación de bloqueo naval a instancias de Naciones Unidas. Fue por ello que cuando vence el ultimátum para que las tropas iraquíes se retiraran de Kuwait y ya sin poder un paso atrás, la misión naval del grupo de operaciones T.88 quedo atrapada y sometida a los lineamientos de estos planes operativos que han sido concertados en dichas conferencias.

15/7/21

SOBRESALTO EN EL DESAYUNO EN DAHRAN 1991





Los militares que desayunaban en el hotel Internacional de Dahran se levantaron como un resorte, con estruendo de sillas, fusiles y correajes, cuando sonaron las estridentes sirenas que habitualmente anuncian la llegada de los misiles iraquíes. También fueron activadas las alarmas en Riad y en el emirato de Bahrein.

 Uno de los soldados tiró el café, otro tropezó en una banqueta y la mayoría se colocó la máscara antigás a una velocidad mayor que la del cohete anunciado. Caras descompuestas, empleados que bajaban las escaleras de cuatro en cuatro, militares casi dando codazos; todos, de cabeza al refugio.Pero el misil Scud lanzado por Irak no iba dirigido a Dahran, ni tampoco a Riad. 

El cohete, disparado de día, cayó en la población saudí de Hafar al Batin, donde cuatro personas resultaron heridas por los fragmentos, que destruyó parte de un edificio y varias viviendas, según fuentes militares. La localidad atacada es un importante enclave militar a 90 kilómetros de la frontera kuwaití.


En el hotel de Dahran que aloja el centro de prensa de una parte de la oficialidad norteamericana y británica, ayer se temía una fuerte venganza de Sadam Husein tras el sangriento bombardeo de Bagdad. En cuestión de segundos, el remolino humano vació los amplios salones, el desayuno fue gratis y los equipos de televisión tomaron posiciones en las terrazas del pequeño Hollywood, como se ha dado en llamar el lugar donde las cámaras apuntan al cielo y buscan las estelas de los misiles.

* Este artículo apareció en la edición impresa del jueves, 14 de febrero de 1991.

El día que un misil mató a 28 soldados porque el sistema de defensa antimisiles ignoró un error de 0,000000095 segundos







Desde el 2 de agosto de 1990 hasta el 28 de febrero de 1991, nuestro planeta fue testigo de una gran guerra entre 34 países de las Naciones Unidas liderados por Estados Unidos contra la República de Irak.

 La Guerra del Golfo, como es conocida. Los misiles Scud fueron grandes protagonistas de este conflicto, puesto que Irak los usaba para bombardear objetivos en Israel. Ante esta situación, Estados Unidos dispuso varias baterías de "misiles antimisiles" Patriot a lo largo del territorio que se podría decir que no eran perfectos.

Tanto es así que el 25 de febrero de 1991, los Patriot ignoraron por completo un misil Scud que, finalmente, acabó matando a 28 soldados. El motivo, tal y como explica Julio Mulero, profesor de Matemáticas en la Universidad de Alicante, fue un error de 0,000000095 segundos en su sistema de detección. Como explica Mulero, "los Patriots son misiles tierra-aire de largo alcance y carácter defensivo. Cuando el radar de la batería detectaba un ataque con misiles, los Patriot eran lanzados con el propósito de destruir la amenaza antes de que alcanzara su objetivo", pero ese día el sistema falló.








Sistema de defensa antimisiles Patriot

Mulero explica que el funcionamiento de este sistema de defensa era bastante sencillo. Primero, el radar detectaba un objeto extraño, que en este caso era un Scud. Dichos misiles tienen una velocidad de 1,7 km/s, es decir, Mach 5, así que sabiendo la velocidad, el sistema "predecía su posible futura ubicación y comprobaba si el objeto había seguido esa trayectoria". De ser así, el sistema lanzaba los misiles Patriot para explotar la amenaza en el aire.



La empresa fabricante de este sistema es Raytheon, que aseguraba, explica el profesor, un 80% de eficacia. Dicha cifra contrastaba, y mucho, con la de los expertos, que creían que era más bien del 50%. De hecho, en octubre de 1992, un análisis del desempeño de estos misiles dejó ver que la tasa de acierto era de un 9% y que el 45% de los despliegues (158 misiles en total) era contra escombros u objetos falsos. Se necesitaban entre tres y cuatro Patriot para interceptar un Scud, así que de derribarlo, el acierto sí es de 100%, pero la precisión es del 25% o 33,33%, según la cantidad de misiles lanzados.

Siguiendo con la historia, el 25 de febrero de 1991, Irak lanzó un Scud contra un cuartel general a las afueras de Dhahran. Sobre el papel, el sistema Patriot tuvo que haberlo interceptado, pero un desfase en el reloj interno hizo que los misiles no se activasen. "Su sistema había de predecir la trayectoria del misil, punto a punto, en función de dos variables (reales): la velocidad (conocida) y el último momento de tiempo en que fue detectado en el radar", explica Mulero.


La velocidad del Scud era un número real (1,7 km/s), pero el tiempo se "calculaba mediante un reloj interno como una variable entera en décimas de segundo". Es decir, "tanto mayor cuanto mayor era el entero que representaba el tiempo". Los Patriot almacenaban los números reales con 24 bits, por lo que "solo se podían almacenar unos cuantos dígitos que debían estar expresados en el sistema binario".

Inicialmente, el tiempo se expresaba en décimas de segundo, ergo tenía que ser convertido a segundos, por lo que se debía multiplicar por 1/10. El problema es que el número 1/10 expresado en binario es:


0,0001100110011001100110011001100… con cifras infinitas después de la coma.

Como el ordenador solo podía almacenar unos cuantos dígitos, se sustituía el valor real por una aproximación:


0.00011001100110011001100.

Es un error binario equivalente a 0,000000095 segundos, pero el problema está en que los ordenadores llevaban 100 horas funcionando. 100 horas son 3.600.000 décimas de segundo. Si a cada décima le aplicamos un error de 0,000000095 segundos, el error total es de 0,342 segundos. "Dado que un Scud viaja a 1.676 ms/s (aprox.), el desplazamiento adicional del misil en 0,342 segundos fue de 573,192 metros". Más de medio kilómetro, ahí es nada. El sistema entendió que era una falsa alarma, los Patriot no despegaron y el Scud se estrelló contra la base, matando a 28 soldados e hiriendo a 100 personas.


Este problema fue identificado por los expertos israelíes, que informaron al ejército estadounidense en febrero de 1991. La solución temporal era reiniciar el sistema informático, pero los oficiales ignoraron la recomendación. También ignoraron la actualización de software liberada, que llegó el 24 de febrero (un día antes del ataque) y que se instaló en el sistema de defensa un día después después del fatídico impacto del misil.

Mulero explica que no fallaron los algoritmos ni los ordenadores, sino que simplemente "se ignoró un minúsculo error de "0,000000095 segundos". La Guerra del Golfo acabó tres días después de este ataque con la rendición de Irak. 378 soldados de la coalición internacional perdieron la vida y 1.000 fueron heridos, mientras que los iraquíes recibieron entre 25.000 y 30.000 bajas.

VOLVER AL GOLFO ¿LA HISTORIA SE REPITE?




Mientras Argentina sigue en una situación defensiva calamitosa, habría posibilidades de volver a colgarse del furgón del intervencionismo foráneo.





Con el actual gobierno muchas cosas que parecían imposibles de reeditar parecieran en realidad que son muy posibles de hacer. Para quienes no lo recuerden, en Septiembre de 1990 el gobierno de Carlos Saúl Menem se embarco junto a la Coalición Aliada dirigida por EEUU en la que se conoció como la “guerra del Golfo Pérsico”, un conflicto que (además de vigente) aún sigue siendo objeto de estudio en las Academias y Universidades militares del mundo.


La agenda del gobierno de Menem que por esta intervención pretendía una supuesta “redemocratización” del país, la inserción dentro del concierto mundial y una supuesta articulación de las políticas domésticas para que se conjugaran con políticas externas (de realismo y pragmatismo) en conexión con las que impulsaba Washington, llevaría a la Argentina al “primer mundo” esto según lo charlado en varias ocasiones entre los presidentes Carlos Menem, George H. Bush y su sucesor Bill Clinton.


Incluso aquella participación les dio a varios funcionarios menemistas la libertad de hablar de “alianza” más que de una cooperación para la “seguridad internacional” en el marco de Naciones Unidas, uno de los argumentos por los cuales la Casa Rosada envió al contingente naval. No olvidemos pues las palabras del ministro de Defensa Erman González cuando, embelesado tras la llegada exitosa de las dotaciones de la Armada dijo “Somos el aliado del país de norte en el Cono sur”, cuando en realidad este tipo de relaciones se da entre iguales.


Pero como lo hemos comentado durante mucho tiempo, en la Argentina éste conflicto paso invisible y se guardo en lo más profundo de un cajón de los archivos del Ministerio de Defensa. Lo mejor que se podía hacer con aquella experiencia era, olvidarla. Mucho menos, fue tratada por la misma fuerza (Armada) que había participado; son cuestiones de la subordinación castrense me comento alguien. Y así pasaron los años, lejos de analizar la experiencia particular de semejante situación a la que muchos catalogan como la primera guerra de alta intensidad antes de finales del siglo XX, los políticos de turno temerosos por las consecuencias de abordar la participación de la Argentina en tan luctuoso escenario y que reabrirían debates sobre la actuación de sus colegas de aquel entonces, prefirieron el silencio eterno.



Pero los giros de la historia llevan a que como suele decir el dicho “la historia se repita”, aunque en realidad lo hace atendiendo a las circunstancias del momento en que ello ocurre. Las actuales condiciones de las FFAA argentinas, la posición política de su gobierno y el volátil escenario del Medio Oriente, hacen que, como se están perfilando las cosas pueda llegar a existir una nueva “requisitoria” de la Coalición Internacional anti ISIL para que Argentina preste colaboración en las operaciones navales que se despliegan actualmente desde la Península arábiga hasta el Golfo Pérsico.


Hoy no es “Saddam” el objetivo de la campaña o de operaciones aprobadas por resoluciones de Naciones Unidas para extender la “democracia y la libertad” en Iraq, hoy el objetivo es mucho más peligroso, difuminado e inestable lo cual debería hacer entrar en razones a los responsables del área de la defensa argentina antes de inmiscuirse en una guerra que además de no ser propia, no tiene nada de convencional. Incluso no es Iraq o el denominado “ISIL” el verdadero objetivo de los planes que de cuecen a fuego lento en la región. La variedad de cuestiones hacen precisamente demasiado complejo el asunto para meterse sin estudio previo.


Las cosas han cambiado mucho desde aquellos calurosos y húmedos días en los que la agrupación “ALFIL1” compuesta por el destructor “ARA Almirante Brown” y la corbeta “ARA Spiro” participo de las operaciones de cobertura logística y custodia de los convoyes de provisiones destinados a abastecer el desarrollo de la “Tormenta del Desierto”. Por estos días hace 27 años atrás, ambas unidades salían del teatro de operaciones y tras hacer combustible con el buque de reabastecimiento “USS- Seatle” pasaban por el Canal de Suez en Egipto para ya tomar rumbo a casa.




Los peligros actuales se han magnificado a niveles impensados para aquella época, que recordemos, fue para la flota de guerra argentina, una absoluta novedad en lo que refería a los despliegues tecnológicos de una guerra altamente tecnificada. Si en aquellos momentos necesitaron de adaptaciones a los sistemas de comunicaciones (claramente viejos y desfasados) para poder operar coordinadamente con las unidades de la OTAN, hoy esto se volvería ciertamente muy dificultoso. Solo piense usted en las nuevas armas anti buque y los sistemas de anulación electrónica que además de dañinamente eficaces son invisibles ¿Cómo podría lidiar un buque argentino con estos problemas?


Otro aspecto es el geopolítico ya que EEUU ha dejado de ser la potencia hegemónica del momento y hoy se ve arrinconada por la creciente influencia rusa en el mundo y en especial por los anuncios realizados hace apenas una semana por el presidente Vladimir Putin, que dejan al poderío de la OTAN en un segundo o incluso tercer plano.


Ciertamente es un alivio ver que algunos sectores han comenzado no hace mucho y después de nuestras publicaciones a estudiar e incluso revisar –aunque de una manera bastante leve y limitada- cuáles fueron las implicancias de la misión naval en aquella oportunidad. No debe olvidarse que los supuestos beneficios para la institución y el país que surgirían de esta participación, fueron reducidos a prácticamente a la nada no solo por la pérdida de interés por parte de los gobiernos en la Casa Blanca y del Pentágono en la inserción de Argentina en algún nivel inferior de la OTAN sino más bien, por las propias inconsecuencias del gobierno de aquel entonces que demostraron la falta de continuidad, compromiso político y estabilidad de planificación necesaria para participar dentro de la estructura de la Alianza Atlántica.


Pero las políticas de defensa del actual gobierno parecen estar tomando por caminos sinuosos y lejanos a los intereses de la nación.


El luctuoso y no aclarado hecho del submarino argentino estaría acelerando las tratativas para que Argentina tenga un papel en los asuntos militares de dicha coalición en la zona del Medio Oriente, para desviar las sospechas que hay sobre la autoría del siniestro. Ello a su vez revelaría los intentos por cerrar definitivamente el tema y alejar las posibilidades de que, además de hallar al “ARA San Juan” el gobierno argentino se vuelque a tratar con Rusia para reestructurar el sector. Lo que no queda aún bien claro, cuales son los reales objetivos para los que serían enviados algunos elementos de la Armada (que sirva la aclaración), se halla en una situación material extrema.


En el actual panorama que se vive en la región, las posibilidades oscilarían entre el Golfo de Adén en Yemen o el Golfo Pérsico para operaciones de apoyo a la “Coalición Internacional anti ISIL” que en realidad enmascaran las operaciones de contención dirigidas por el CENTCOM sobre Irán y Siria.


Para muchos marinos la posibilidad de realizar una aventura semejante es prácticamente imposible, no solo por la carencia material para concretar una participación como la que se especula sino también, porque no se han aprovechado las experiencias recopiladas en 1990 y 1991 cuando el grupo de tareas T.88.0 trabajo con las Armadas más experimentadas del mundo, entre ellas la británica. Existe cierto temor en que estas experiencias sean explotadas en el marco de nuevos objetivos y en beneficio de actores que además de ser parte de las hostilidades, están teniendo demasiado protagonismo en la defensa y seguridad actual del país.


3/7/21

LA GUERRA DEL GOLFO


Ah... ! Y empezaba el juego, el juego sobre “tengo armas de destrucción masiva, adivinen dónde están...” que jugarían Saddam y los yanquis durante tantos años.





La crisis que desembocó en la primera guerra internacional inmediatamente posterior a la Guerra Fría comenzó en 1990 cuando Saddam Hussein, con la intención de dominar su zona de entorno y recuperar los costos de su reciente guerra regional contra Irán, invadió el pequeño (y muy rico, eso sí) emirato de Kuwait.
17 DE ENERO DE 2021 - 00:00






Durante meses, Saddam Hussein puso a prueba la tolerancia de Occidente antes de atacar de manera definitiva, y obtuvo respuestas más bien suaves a sus desafíos. Intensificó su retórica antiyanqui, ejecutó a un periodista británico nacido en Irán, amenazó a Israel con armas químicas y acusó a Kuwait de competir deslealmente con el petróleo iraquí. Todo un combo de agresiones, elija la que más le moleste.


Kuwait hizo varias concesiones (forzadas, claro está) a la amenaza iraquí; sin embargo, a Saddam no le alcanzó con eso, y decidió invadir Kuwait enviando cien mil soldados.

La mayor parte del ejército kuwaití huyó (hay que decirlo) junto al emir Jabir al-Ahmad al-Sabah, y los iraquíes avanzaron hasta la frontera con Arabia Saudita. Encarcelaron y expulsaron a extranjeros, y mantuvieron como rehenes a varios diplomáticos norteamericanos hasta diciembre.


Saddam Hussein.

La invasión provocó condenas inmediatas desde todos los ámbitos, tanto países como organismos internacionales. Hasta la Liga Árabe votó por la retirada de las tropas, e incluso los soviéticos (los mayores proveedores de armas de Irak) se sumaron al embargo propuesto por EEUU. El presidente George H W Bush, anteriormente cercano a Hussein, impulsó una opción más agresiva: una acción militar (cuándo no) para consolidar “el nuevo orden mundial” (nada de desacatos, y menos en las zonas petroleras, eh...). Bush había usado esta frase para referirse al debilitamento de la lucha entre la Unión Soviética y los Estados Unidos (y su conclusión personal, o sea la condición de EEUU como “única” superpotencia).

Entretanto, y en respuesta a la demanda de protección por parte de Arabia Saudita, inició la operación “Escudo del Desierto”: cerca de medio millón de soldados norteamericanos fueron enviados al desierto saudita y al golfo Pérsico, y fueron apoyados por fuerzas militares que procedían no solo de los aliados tradicionales de EEUU, sino hasta de Siria. Moscú ofreció ayuda diplomática y apoyo satelital. En noviembre de 1990, la ONU misma había autorizado una acción militar si los soldados iraquíes no abandonaban Kuwait antes del 15 de enero de 1991. Todo eso llevó a que, al cabo de unos meses, la operación inicialmente “defensiva” (Escudo del Desierto) se transformara en una acción ofensiva: la operación “Tormenta del Desierto” (Desert Storm).

Así, en la madrugada del 17 de enero de 1991, casi treinta meses después del fin de la sangrienta guerra entre Irán e Irak y seis meses después de que este país invadiera Kuwait, estalló una guerra a gran escala en el golfo Pérsico, entre la coalición internacional (liderada por EE.UU.) e Irak.

Bombardeo de Irak.

Varios mediadores (representantes de la ONU, EEUU, URSS, Francia e incluso la OLP, que era tan pro-iraquí como antiyanqui) habían intentado negociar, sin resultado alguno, con Saddam Hussein. Los que se oponían a la acción armada sostenian que las sanciones económicas requerían más tiempo para volverse completamente efectivas. Pero Bush, los comandantes militares norteamericanos y los que dirigían la coalición internacional contra Irak (en la que participó la Argentina, cuyo presidente era Carlos Menem) no tenían tanta paciencia, e iniciaron la Operación Tormenta del Desierto.

El primer ataque fue aéreo, con misiles crucero, bombas “smart” y otros proyectiles de alta tecnología lanzados contras las instalaciones militares y los soldados iraquíes. Muchos pilotos iraquíes huyeron a Irán, que (a pesar de una leve mejoría en sus relaciones de vecino) les confiscó los aviones.

Saddam Hussein derramó petróleo en el golfo y quemó cientos de pozos petrolíferos en Kuwait. Los tanques iraquíes intentaron invadir Arabia Saudita, pero fueron rechazados; dirigió misiles Scud de fabricación soviética contra Israel y Arabia Saudita y amenazó con utilizar cabezas químicas en ellos, cosa que no concretó. Para proteger a Israel, EEUU desplegó baterías de misiles antibalísticos Patriot por todo el país.




Pozos de petróleo ardiendo en Kuwait.



Mucha parafernalia de un lado (Irak), mucha contundencia del otro (la coalición del Tío Sam y sus amigotes). Resultado: a fines de febrero, buena parte de Irak estaba en ruinas. Y encima, después de mojado... agua: se produjo el ataque por tierra conra las fuerzas iraquíes, bajo el comando estratégico del general Norman Schwarzkopf (“llámenme Norman, a secas”). Que duró poco; no hacía falta mucho más, el trabajo duro ya lo habían hecho las bombas.

El 27 de febrero de 1991, tras cien horas de lucha, Kuwait fue liberado, y buena parte del sur de Irak, ocupada por los aliados. El presidente George H. W. Bush declaró un alto el fuego, ya que sostuvo que los objetivos principales de la operación Tormenta del Desierto habían sido cumplidos.



Bush y el general Schawarzkopf.



Murieron unos doscientos mil iraquíes (hay cifras que dicen que muchos menos, sin embargo), entre ellos cientos de civiles, mientras que las víctimas aliadas ascendieron a ciento cincuenta.

En Irak, los kurdos y chiítas iraquíes se rebelaron (siempre listos para hacer algún lío), a pesar de lo cual Hussein seguía gobernando y sus fuerzas reprimían los alzamientos, expulsadno a unos dos millones de kurdos que fueron a parar a campos de refugiados iraníes y turcos. Mientras tanto, Kuwait sufrió una verdadera catástrofe ecológica y los habitantes palestinos del emirato, acusados de ayudar a Irak, fueron perseguidos y expulsados.

A partir de ese momento, el Consejo de Seguridad de la ONU impuso una serie de obligaciones a Irak, entre ellas la aceptación incondicional de la destrucción de sus armas químicas, biológicas, de destrucción masiva y misiles balísticos de largo alcance, todo bajo “supervisión internacional”. Además, estableció un bloqueo económico que permanecería en vigor hasta que Saddam desmantelara su capacidad de amenazar a sus vecinos (dicho elegantemente). Naturalmente Saddam, siempre insatisfecho, retrasó ese momento todo lo que pudo, alimentando así el temor que estas armas infundían.


Los buques de guerra de la coalición que patrullaban el golfo Pérsico inspeccionaban las cargas de los barcos que se dirigían a Irak, haciendo cumplir el bloqueo. Mientras tanto, al no poder exportar petróleo, la economía iraquí se derrumbó. La educación y la salud se convirtieron en bienes tan excepcionales como esporádicos, y sumado a ello el altísimo desempleo, se destruyó la calidad de vida. Irak, que en un pasado cercano había sido un país rico, se había convertido en un país marginado.

En mayo, el Consejo de Seguridad de la ONU rectifica y aprueba un sistema de flexibilización del durísimo embargo, el cual consistía en la concesión a Irak de la posibilidad de exportar petróleo siempre y cuando los beneficios estuvieran destinados a la compra de alimentos, medicinas y otras materias básicas para la población civil.


Más tarde, en agosto de 1991, los aliados de la Guerra del Golfo establecieron una zona de exclusión aérea para detener la ofensiva de Saddam Hussein conra los musulmanes chiítas. El siempre inquieto (e insaciable) Saddam seguía combatiendo a ambas facciones sublevadas (ahora unidas, encima). 

Con la capital del país devastada, Hussein tuvo que enfrentarse a una guerra civil. Los kurdos reclamaron sus derechos y las regiones chiítas del sur se alzaron en armas. Sin embargo, el temor a que la caída del presidente iraquí desestabilizara la zona llevó a los aliados vencedores a no apoyar estos movimientos.

27/6/21

“ALGUNAS CONCLUSIONES DE LA TORMENTA DEL DESIERTO”




A 30 años del final de la Guerra del Golfo: ¿Qué misión tuvo el grupo de Tareas naval argentino GT 88.0 denominado “Alfil 1” durante las operaciones Escudo del Desierto y Tormenta del Desierto?”







Poco o nada se ha estudiado y mucho menos divulgado en la Argentina sobre los entretelones de una de las campañas bélicas convencionales más cruentas de finales del siglo XX. Nos referimos a la vulgarmente conocida como “Guerra del Golfo” en la cual y pese a los pruritos políticos que aún perviven allí, el país sudamericano fue parte de aquella campaña en las angustiantes jornadas de comienzos de los noventas.


Dejando a un lado la faz meramente política de aquella decisión, veremos cómo y cuál fue el alcance de los servicios prestados por el Grupo de Tareas argentino (T.88.0) dentro de aquella monstruosa organización operacional que en un comienzo comenzaría a desplegarse con la llamada OPERACIÓN ESCUDO DEL DESIERTO dedicada a la vigilancia y contención de una posible ofensiva iraquí sobre los campos petrolíferos de Arabia Saudita y que más tarde desde el 17 de enero de 1991 evolucionaría a una fase netamente ofensiva denominada como OPERACIÓN TORMENTA DEL DESIERTO.


Ante todo debemos dejar en claro que el diseño de ambas operaciones, estuvo bajo la autoría y dirección del Departamento de Defensa de los EEUU desplegadas en el Teatro de Operaciones que abarco todo el golfo bajo la jurisdicción operativa regional del Comando Central de los Estados Unidos CENTCOM y en lo que hizo al ámbito especifico de las operaciones en el mar las mismas estuvieron supeditadas en primera instancia al MARCENT. La aclaración es a los fines de dejar en claro que dicha estructura fue pensada para un propósito netamente ofensivo que comenzó a conformarse a mediados de octubre de 1990 y que estuvo totalmente alejado de una supuesta tarea de pacificación encargada por Naciones Unidas.


La única participación institucional vinculante de Naciones Unidas fue la emisión por parte del Consejo de Seguridad de una autorización para el uso de la fuerza que dicho sea de paso, revela una vez más la inexistencia de alguna misión de paz.




Uno de los problemas que afrontó Washington por aquel entonces, fue la necesidad (política y estratégica) de que sus fuerzas armadas concretaran una operación militar breve y eficaz en el resultado. Una guerra extendida en el tiempo era inaceptable tanto para La Casa Blanca como para la opinión pública estadounidense que seguía resintiendo el “Sindrome de Vietnam”. A pesar de la potencialidad militar y de los amplios recursos con los que contaban los estadounidenses (el apoyo de la OTAN), varios factores del objetivo encargado y las capacidades militares iraquíes de aquel entonces, hicieron necesario que se conformara una “Coalición” a los fines de –entre otras cuestiones- cubrir amplias áreas de servicio vitales que distraerían a unidades irreemplazables en la ejecución de las operaciones ofensivas.


Para concretar estos planes, se requería de una organización, que para este desafío se preanunciaba como muy compleja. Para ello había que tomar algún modelo de organización e implementarlo a la brevedad para comenzar a estructurar una mega fuerza militar combinada (terrestre, naval y aérea) que revestiría una alta complejidad para su ensamble, mantenimiento y conducción. Como primera fase, había que recopilar información de la situación en el terreno y las necesidades que se debían cubrir por esta mega estructura. Una vez que se contaba con este material había que tomar las decisiones para llevar adelante las operaciones y por último, la implementación fáctica en el terreno de esas decisiones.


La fase informativa es vital dado que a partir de ella se determinaran los modos, las opciones y vías de acción para desarrollar las operaciones militares, un ítem que los estadounidenses en aquellos momentos tenían cubierto dado su previo e íntimo conocimiento sobre las capacidades militares iraquíes, adquirido por su apoyo durante la guerra contra Irán (1980-1988).


De ello se elegirá la opción más conveniente a los fines buscados. Queda claro que las comunicaciones deben ser fluidas y seguras para el éxito de una organización tan compleja como la conformada en aquella oportunidad pero que los EEUU vio compensada con su ventaja tecnológica. En este sentido y por el tamaño de la fuerza militar que se requería para forzar a los iraquíes a desalojar Kuwait, era evidente que el modelo organizacional no podía ser rigido y dependiente de decisiones de un comando centralizado y bajo un solo liderazgo. Se requería de rapidez en la toma de decisiones sin que ello supusiera falta de evaluación de la situación a resolver. Ello para nada significaba que existía libertad de acción operativa o el abandono a la mera discreción de los comandantes de cada grupo de tareas en el área asignada.


En el caso de las operaciones navales dentro del Teatro de guerra, en las cuales participaron dos unidades navales argentinas (Alfil 1), las decisiones tácticas no podían salirse de un marco predeterminado por las decisiones previamente impartidas desde los Comandos de cabecera en Riad y Dahram.




En este último sentido, los capitanes del destructor “ARA Almirante Brown” y de la corbeta “ARA Spiro” respectivamente no actuaron por motu proprio ni por ordenes devenidas de un Comando de fuerzas al estilo de las UNPROFOR bajo mandato de Naciones Unidas como simplonamente se suele argumentar desde sectores políticos del Ministerio de Defensa y oficiales de la Armada Argentina sino que debieron ajustrase al marco operativo diseñado por los especialistas de la logística estadounidense. La doctrina prevaleciente en todas unidades navales operando dentro del Golfo Pérsico desde el 17 de enero hasta el 28 de febrero de 1991 fue la de “guerra” en todo el alcance de su acepción. Por tal hecho, ambos altos oficiales fueron debidamente instruidos en las Conferencias realizadas por los comandos navales ARCENT y el NAVCENT a cargo de los militares estadounidenses –no de Naciones Unidas- para que atendiendo a procedimientos ATO y tras la adaptación de sus sistemas de señales y comunicaciones, sus dotaciones operaran de forma conjunta y combinada con otros grupos navales proveyendo servicios aeronavales en una determinada área de las aguas del golfo.


Las tareas encargadas al grupo argentino se hallaban dentro de los planes organizacionales de aquella “Coalición” y que, al igual que las demás fuerzas navales no estadounidenses presentes en el golfo, cubrirían puestos de servicios vitales para el desempeño de las operaciones que propondieron al éxito de la organización toda (Coalición).


De ese modo y en pleno de la fase bélica, mientras algunos grupos navales se centraron en proporcionar apoyo de fuego naval, inteligencia y cobertura electrónica para los aviones que incursionaban sobre Kuwait y el sur de Iraq, otros como el grupo argentino proveyeron apoyo logístico, vigilancia y custodia a los convoyes de aprovisionamiento que se dirigían a los puertos sauditas de “Al Jubail” y “Dammam” los cuales por encontrarse dentro del Teatro operativo podían ser blanco de una sorpresiva ofensiva iraquí.


La función del grupo naval argentino fue vital para proveer los medios a las fuerzas de la Coalición necesarios para satisfacer las exigencias de la guerra planificada. Por medio de la prestación de este servicio se determinó cómo y dónde debía concentrase la fuerza de batalla que se desplegaría en tierra bajo la protección esencial de fuerza aérea la cual estaba sometida a su propio comando operacional. Sin éste servicio proveido mayormente por una ruta marítima segura no se habrían podido establecer los centros y bases de abastecimiento logístico más al oeste de “Wadi Al Batin” en Arabia Saudita. Tal como lo enseña el diseñador de la logística para ésta campaña “la logística proporciona la capacidad de poder de combate” dejando en claro, que sin la prestación de este servicio –como una condición sine quanon- no se habrían podido cumplir con los objetivos estratégicos y tácticos trazados en aquella oportunidad.


Pero a pesar del plan presentado, el mismo estuvo bajo constantes observaciones y retoques realizados de parte de los especialistas en logística de cada comando involucrado, quienes asesoraban a sus comandantes quienes a su vez se veían obligados a realizar reuniones de información para ir actualizando a cada uno de los Comandos que operaban en el Teatro.


Visto a la distancia y considerando lo escencial de una gigantesca logística como la quí puesta en marcha, imprescindible para movilizar a esta mega fuerza militar que se estaba concentrando a más de 500.000 hombres en el territorio saudita, de haber sido los iraquíes más audaces en su iniciativa y aprovechando los recursos con los que contaban (entre ellos los misiles SS-SCUD y sus variantes reformadas), de haber atacado la ruta naval y en particular los puertos de “Al Jubail” y “Dammam” a comienzos de octubre o incluso noviembre, hubieran retrasado críticamente las operaciones de la Coalición aliada creando la incertidumbre entre los aliados y poniendo en jaque los planes políticos de la Casa Blanca. Esto obviamente no ocurrió por una decisión que estuvo sometida a consideración y análisis del rigido Comando militar y político iraquí en Bagdad basado esencialmente en una doctrina netamente soviética.


Por lo pronto hay que remarcar, que todas las naves que desde septiembre de 1990 ingresaron al Golfo Persico, estaban poniéndose en una situación potencial de conflicto dado que (más allá de las resoluciones de Naciones Unidas) la implementación de tareas de bloqueo comercial a los puertos y rutas comerciales iraquíes, la interceptación de naves comerciales en ruta a dicho país y su captura representaban acciones hostiles que podían generar una respuesta legitima y no amistosa por parte de Iraq. Asimismo y visto a la distancia la comprobada determinación de Washington por ir a la guerra contra Iraq, quedo claro que el bloqueo implementado fue parte funcional a la estrategia militar estadounidense, destinada a crear el debilitamiento material y moral en el bando iraquí que buscaba esencialmente una definición rápida que evitara una extensión de la guerra más allá de lo conveniente para La Casa Blanca y el Pentágono.




El gobierno argentino se dio cuenta tarde de aquello y ante la inminencia de las acciones bélicas y sin poder discutir lo planificado, su Congreso debió sancionar una ley para autorizar el legítimo uso de la fuerza por parte de sus tropas.


De más estar mencionar que dentro de estas tareas venían ínsitas las propias correspondientes a cada una de las unidades que componían al grupo. 

En este sentido el destructor “Almirante Brown” (D-10), por su clase (MEKO-360) y tal como estaba acondicionado, se hallaba preparado junto a la corbeta “Spiro” (P-43) para proporcionar la tarea de protección en todo tiempo contra incursiones de embarcaciones menores (DHOWS camuflados como de pesca)para el sembrado de minas con gran potencia de fuego, o de hombres rana que se movían en botes de goma y de posibles ataques aéreos contra la ruta logística. 

En este sentido y por último abunda tener que señalar que estos buques debían estar listos para el combate abierto y por ello autorizados de tomar las decisiones necesarias acordes a la situación del momento a fin de proteger los objetivos asignados. 

 Con todos estos elementos a la vista, concluir que las unidades navales argentinas habrían participado en una “misión de paz” (Peacekeeping o Peacemaking) es pretender alterar la verdad de los hechos de la historia contemporánea.

23/6/21

"ALFIL DOWN"







Las peligrosas circunstancias a las que Argentina sometió sus barcos en 1990-1991 a malas intenciones Londres.

Una vez finalizada la Guerra los hijos P..... nos siguieron hasta la salida del Gibraltar espiándonos con su submarinos.


Es bien sabido que los británicos son tan o más celosos que los estadounidenses a la hora de guardar sus secretos de estado y, sin embargo, no han podido ocultar toda su ropa sucia de manera muy eficaz. Basta recordar que lo que la Cancillería denominó el "Sujeto Malvinas" (GCHQ) en el que se expresan los verdaderos objetivos de la guerra con Argentina, que consiste en un voluminoso expediente que se encierra desde el final de la guerra de 1982 con crípticos dentro noventa.

El dossier estará fuera de la vista de los profanos el tiempo suficiente para que cualquiera pueda ejercer un juicio crítico y menos histórico aún contra la Corona británica. Justo ahí, cuando hay un solo testigo sobre todo los argentinos de esa guerra y los libros de historia han contado solo los aspectos generales y muy bien arreglados lo que fue una inesperada guerra convencional de apariciones,

Bueno, lo creas o no, los británicos tienen otros informes del mismo tenor y con una reserva similar término se refiere a la participación de Argentina en la campaña llamada "Tormenta del Desierto" en 1991 en el área de la Guerra del Golfo Pérsico.
Si lee esto, dirá que Argentina no era un aliado de los Estados Unidos y, por lo tanto, Gran Bretaña para luchar contra la Coalición de Irak.

Bueno la respuesta o simplemente no se puede resumir si y al menos en un simple no. Para la mentalidad británica y la lógica política no existen respuestas lineales; se ve negro es realmente blanco y luego con el paso del tiempo puede variar al gris más variado; Lo mismo con lo que consideran blanco es negro puede variar al gusto y conveniencia de las situaciones que se presenten. Pero no los confunda con divagaciones o inconstancia que es el razonamiento político británico.

ARA BROWN


La historia oficial suele contar que tras la "invasión de Irak" al Emirato de Kuwait en agosto de 1990, el gobierno argentino encabezado por el presidente Carlos Saúl Menem, decidió "mandato de la ONU" la implicación de su país en una campaña militar sin precedentes desde la culminación la segunda Guerra Mundial. Pues bien, sobre esto último ya quedó claro que ese mandato nunca existió y menos que urgir a la Argentina a tomar las armas contra otro país.

Si quedó claro que los buques argentinos acatan voluntariamente la Resolución No. 665, adherida al embargo marítimo contra Irak que en sí mismo se entiende en el derecho internacional como "un acto de guerra", entonces el gobierno argentino lo ignoró. Aunque varios funcionarios gubernamentales todavía continúan insistiendo en que la tesis que se basó en resoluciones de la ONU "no vinculantes",

Más allá de que los argentinos fueron engañados para participar en esta ocasión, lo cierto es que también se utilizaron como cebo para enfrentar una etapa muy peligrosa que terminó en una guerra encubierta de alta intensidad que había sido cuidadosamente programada en Washington.

Y recordar que en el Teatro de Operaciones (KTO), los estadounidenses y sus aliados de la OTAN se trasladaron a las bodegas de los portaaviones de mando, ojivas nucleares tácticas que a pesar de la prohibición del uso por parte de la Agencia Atómica Internacional estaban planeadas para ser utilizadas -bajo el secreto más absoluto en golpes específicos contra objetivos en Bagdad y otras fortalezas iraquíes.

¿Buenos Aires sabía todo esto, o al menos podía imaginar que tales armas estaban en danza al ver sus barcos patrullando e incluso escoltando a los barcos que transportaban? Evidentemente no, y seamos sinceros ¿Quién diablos era Argentina para saber qué estaba desarrollando Washington en esa región? El contexto político y militar que rodeaba a los EE. UU. Era tan complejo como exasperante para sus intereses y muy pocos se atrevían a indagar.

Lo que el gobierno le creía erróneamente a Menen como nota de crédito. Porque la inserción en el "primer mundo" era solo una ilusión que se acercaría fugazmente a los planes de Washington y de nadie más.

Recordemos que cuando la participación de dos barcos argentinos en el destacamento naval en el campo diplomático se encontró con los halagadores tanto de Washington como de Londres que publicaron, este último imitando una complacencia que realmente no podía sentir. Aunque los británicos habían ganado la guerra hace ocho años, no se alejaron de su cargo los precautorios argentinos y las amenazas involucradas en su subsistente armada.

Lo crea o no, para Londres y especialmente para el Ministerio de Defensa de Su Majestad, el argentino seguía siendo una amenaza latente y la participación en las "grandes ligas" podría enriquecer indebidamente el conocimiento de los marineros argentinos que podrían provocar un desequilibrio en el poder marítimo en el sur, según documentos secretos de la Royal Navy, es un área de base estratégica mucho más importante ubicada en el peñón del Atlántico de Gibraltar.


DESPUES DEL GIBRALTAR SEGUIDO POR UN SUMBARINO INGLES AL ARA BROWN

HMS CLASE ASTUTE



Contraparte, por pensar en argentinos o más bien políticos, los planificadores estratégicos de décadas que realmente existen -detuvieron a los británicos, ya habían olvidado lo que en 1982 y su implicación con Estados Unidos en una operación tan arriesgada- es cosechar su confianza y ayudar al restablecimiento de las relaciones en el país. en pie de igualdad, mostrando el preludio de la estupidez política. Ejemplos de estas estructuras mentales tan estrechas que podemos verlas en políticos como el exministro de Relaciones Exteriores Dante Caputo, una verdadera obsequiosidad probritánica en su discurso lo lleva a los límites del sinsentido.

Tan pronto como se dieron cuenta de que el argentino era realmente, Londres pasó a desarrollar nuevos planes para capitalizar la intervención de Argentina y, si es necesario, utilizarlos como conejillos de indias en beneficio de las operaciones y, si es posible, de sí mismo. Sin duda, ni el gobierno del entonces Carlos Menem y mucho menos sus máximos líderes militares iban a estar a la altura de las circunstancias y menos aún comprendieron las implicaciones de la participación en esta campaña militar, que fue el origen de todos los conflictos y la realidad actual que arrasa Oriente Medio y avanzando poco a poco en todo el mundo.

En ese momento, Washington atravesaba una severa crisis interna que se materializó con la caída en picado de la popularidad del presidente George H. Bush contra la muy criticada intervención en Panamá en 1989 -para silenciar al agente de la CIA Manuel Noriega- los inevitables recortes en el gasto militar que Parecía justificado ante la caída del enemigo soviético, que desde el inicio de la guerra fría los multimillonarios garantizaron el desarrollo anual de los programas de armas para la "defensa" que eran subsidiados por el gobierno y agregó que con la nueva realidad, todo ese negocio se venía abajo. En este contexto y como habíamos planeado el "Think Tank" de defensa e inteligencia,

Evidentemente el gobierno argentino ni podía imaginar que existiera esta circunstancialidad fáctica y es incluso bastante posible, que en su tremendo desconocimiento de la situación internacional imperante, revelando el carácter "amateur" de ese gobierno, se apresure a afirmar ser parte de él que el Los medios de comunicación se presentaban como "la invasión de Irak al pequeño emirato de Kuwait" pero en realidad, era un plan que previamente fue diseñado y guardado en los archivos de Washington.

Pero con respecto a los argentinos, para Londres la noticia de su participación en la fuerza multinacional -más allá de los comentarios negativos- representan una oportunidad para medir las capacidades de sus enemigos e incluso la posibilidad de ser utilizados como señuelos para que la Argentina cayera en una misión de emboscada. que además de las pérdidas hundiría cualquier expectativa de relaciones institucionales más estrechas con la armada estadounidense que podrían conducir a la temida reestructuración que brindan los barcos estadounidenses. Los británicos son expertos en juegos sucios o como ellos los llaman "trucos sucios" y estaban decididos a aprovechar la oportunidad que se les presentaba.

Según algunos relatos de miradas indiscretas en los archivos del Ministerio de Defensa de Su Majestad, se ha insinuado que habría un expediente elaborado por la Inteligencia de la Royal Navy de carácter "top secret" que Se refieren a la participación de la Armada Argentina en operaciones de Escudo del Desierto y Tormenta del Desierto en las que se encontrarían esbozado un plan que no pudo ser realizado por razones de decisión propia o fueron detenidos por orden de la JIC dirigida por la CIA o el Comando encargado inteligencia en el teatro o incluso en ambos.

Lo cierto es que los británicos tenían algo planeado contra los argentinos que no se materializó; ¿Quizás los siguió discretamente hasta su casa?

“ARGENTINA, EL GOLFO Y LA REGIÓN”






Cómo impacto la experiencia operacional de la Armada Argentina durante la Guerra del Golfo Pérsico en las FFAA de la región ¿Cuestiones profesionales o envidia corrosiva?

Aún más, en estas publicaciones se realizó un cuidadoso examen de las misiones de cada navío y de cada helicóptero embarcado, informando así la naturaleza real de aquel conflicto y el alcance en sus consecuencias que durante casi tres décadas, los gobiernos argentinos han tratado de enmascarar –para evitar reclamaciones de sus efectivos- como una “Misión de paz” de Naciones Unidas-.

El impacto de la participación argentina en la Crisis y Guerra del Golfo Pérsico en 1991 tuvo un alcance regional más allá de lo que el mismo gobierno argentino quiso revelar. En un sentido más central, el impacto de la misión se pudo ver en la atención prestada por las armadas de los países vecinos como Chile y Brasil, éste último con un importante interés en mantener un control cercano de ver cómo evolucionaba su vecino del Río de la Plata ante su crítica posición geoestratégica.




La armada chilena –bajo conducción de almirantes pinochetistas- tomo este hecho histórico como un suceso preocupante para sus hipótesis de conflicto (en particular con sus ambiciones por controlar la ruta atlántico-pacifico) y pronto la coloco como una bolilla más en sus manuales de los liceos militares. 

Para quienes conocen de la importancia que reviste la experiencia de situaciones extremas y mucho más, la vivida por una armada como la argentina con un envidiable antecedente que es el de haber sido el único país del hemisferio que peleo en el siglo XX contra una potencia de la OTAN, el haber desarrollado operaciones junto a las armadas más poderosas del globo, implicaba una sustancial enseñanza y un serio desafío para sus inexpertas tripulaciones.

El factor humano ha demostrado ser central en el desarrollo de un sector crítico como lo es la defensa. Hay en la historia amplios ejemplos de ello.
Puede dotársele a un grupo de hombres del mejor equipo y armamento de última generación pero si carecen de motivación y profesionalismo todo aquello no servirá de nada. Pues a la inversa era la situación de los argentinos. Su desempeño con el modesto equipo que tuvieron a la mano, dentro de un esquema organizacional complejo, fue formidable y destacable tal como lo evaluaran en informes dados a conocer por la Oficina de Inteligencia Naval en Washington y que durante años mantuvo inquietos a los británicos.

En el caso de los brasileros el impacto no fue menor pero, sin la particular ponzoña que tenían los almirantes chilenos al momento de abordar la experiencia argentina.
El carácter de los militares brasileros se hallaba más enfocado a criterios objetivos sin contaminación ideológica como se ve en los cuadros militares chilenos.
En aquellos momentos se comenzaron a tender puentes de entendimiento duraderos. En esos momentos las relaciones bilaterales iban en crecimiento gracias en parte, al impulso del MERCOSUR como proyecto de un mercado común con ilusiones de volverlo un bloque competitivo de cara a la globalización neoliberal que ya se había instalado en la región.




Brasil respiraba tranquilo cuando Argentina firmo el Tratado de No proliferación nuclear asegurándole que no tendría competidor en la región y ello gracias a Washington.

Pero aun así, seguía la preocupación por el desarrollo de sus fuerzas armadas que a pesar de su ya para ese entonces paupérrimo estado propiciado por la derrota en la guerra de 1982, seguían operativas. Fue allí el interés de estudiar la experiencia argentina en la guerra del Golfo.

Fue de ese modo que los militares brasileros y asesores políticos en defensa realizaron sus propios estudios de aquel acontecimiento histórico y del desempeño de la armada vecina operando tan lejos y en un teatro desconocido para sus acostumbrados entrenamientos insulares. Los antecedentes operativos de la Armada Argentina fueron materia de análisis durante la guerra de Malvinas. En lo referente a la Crisis y Guerra del Golfo, la experiencia era particularmente importante para analizar las capacidades humanas de aquellas dotaciones navales. Incluso se hicieron publicaciones en medios de círculos militares como “Seguridad & Defensa” donde se detallaban los aspectos operativos de la misión “Alfil 1”.

La individualización de cada aparato y sus correspondientes roles en las operaciones “Escudo del Desierto” y luego en plena guerra durante la “Tormenta del Desierto” no les dejo lugar a dudas de la capacidad que aún mantenían los argentinos en desplegar sus conocimientos en un teatro altamente peligroso y hasta casi imposible de delimitar atento a la existencia en ese momento, de armas de largo alcance y de precisión casi milimétrica. En éste sentido, no hay que olvidar que los iraquíes contaban en sus arsenales con los temibles misiles “AM39 Exocet”, los mismos que ellos habían usado con mortífero éxito contra los británicos en la guerra de Malvinas en 1982.

Pero eso no era todo. La variedad de misiles antibuque iraquíes con alcance suficiente para darles de lleno a cualquiera de las unidades navales desde las costas kuwaitíes o desde su propia línea costera, quito el sueño a los planificadores de la operación naval ya que, ello pudo haber cambiado el curso de la guerra extendiéndola más allá de lo deseado por Schwarzcopf y su estado mayor.
No hay que olvidar que más allá de que las batallas más importantes fueron terrestres, fue la vía marítima por el Golfo Pérsico, la ruta estratégica por la cual, se aprovisiono más del 90% de las cargas (3.000.000 de Toneladas) de pertrechos y equipamiento bélico para surtir a la misión de la Coalición. Sin aquella ruta la campaña se habría complicado y muy seguramente habría extendido las acciones bélicas más allá de lo tolerable.

Según lo ha comentado el mismo Vicealmirante Stanley Arthur y coincidiendo con los planificadores de las operaciones “Escudo y Tormenta del Desierto”, esta maniobra estratégica fue la clave del éxito militar al conceder a las fuerzas navales participantes, tareas parciales en coordinación cuya finalidad era asegurar la llegada en tiempo de los convoyes de transporte.


Pese a todo, la misión argentina cumplió con su parte y ello fue motivo de análisis de los expertos militares brasileros. Uno de los aspectos que más destacaron en sus publicaciones fue las tareas realizadas por los helicópteros embarcados SA316B provenientes de la Base Aeronaval Comandante Espora que se ubica en la ciudad de Bahía Blanca, al sur del país.

En plenas operaciones bélicas los helicópteros “Alluette” desempeñaron vitales tareas de vigilancia y rastreo de minas para proveer seguridad tanto a sus buques como al tren de convoyes que debían escoltar hasta las aguas kuwaitíes y para ello llevaron adelante operaciones combinadas con buques franceses como el Marne con el buque hospital Comfort, con los canadienses embarcados en el Athabascan y la fragata italiana Zeffiro.


BUQUE HOSPITAL CONFORT Y EL CANADIENSE 
 ATHABASCAN
BUQUE DE GUERRA LA FRGATA ITALIANA F577 MARNE


Los aparatos argentinos realizaron dentro de la zona de operaciones y en pleno de la guerra 28 vuelos de búsqueda de minas, las cuales cobraron sus bajas entre la flota de la Coalición; unos 14 vuelos de transporte y 2 vuelos de evacuación médica, todos ellos lanzados desde la fragata “ARA Almirante Brown”.

A la par de esto, las armadas aliadas también interactuaron con los buques argentinos y en este sentido el destructor “Almirante Brown” recibió en su cubierta de vuelo a los helicópteros SA316 franceses, el sobrevuelo de los SH-3 “Sikorsky” y SH-60 “Seahawk” de la armada estadounidense, los AB212 italianos y un fluido contacto con el Alto mando naval situado en Darham desde donde se coordinaban los movimientos de la flota de la Coalición que más allá de haber operado con relativa independencia operativa, debían cumplir con lo planificado por el “MarCent” (Comando Central Naval) dirigido por Almirantes y generales estadounidenses, británicos y franceses.

Se reconoció la experiencia como inédita destacando la pertenencia regional de dicha misión militar, la cual tuvo su paso obligado para reabastecimiento en puertos brasileros. Sin perder el hilo de las consecuencias -Realpolitik- que ello tuvo, no huelga en nada tener que recordar que detrás de la decisión de permitir las operaciones de reabastecimiento de víveres, pertrechos y alije de combustible fue permitido por Washington y bajo la atenta observación de Gran Bretaña que monitoreo todo el procedimiento desde sus aguas e incluso en los mismos puntos por donde tocaron los navíos argentinos.

En conclusión y a la vista de estos documentos históricos que dan cuenta de una experiencia tan importante para el desarrollo de una arma como la marina de guerra, se puede ver que son los brasileros quienes más saben de este acontecimiento que los mismos argentinos, protagonistas históricos de aquellas jornadas.