VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE
Los partidos políticos argentinos y el envío de tropas al Golfo Pérsico (1990-1991).
Debates y posiciones del oficialismo y la oposición.
¿Distintos proyectos de inserción internacional?
María Cecili a Míguez
UBA – CONICET
Resumen
Este artículo estudia los debates parlamentarios respecto del envío de
naves argentinas al Golfo Pérsico en 1990 y 1991, cuyos protagonistas fueron
el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. Se propone analizar los
argumentos que se utilizaron en dicho debate para comprender las distintas
concepciones referidas a la inserción internacional argentina. Partiendo de un
enfoque histórico, el objetivo es demostrar que, a pesar de las discusiones, esos
debates no reflejaron una discusión profunda respecto de lo que se considera
una inserción soberana, ya que como telón de fondo hubo amplias coincidencias
entre ambos partidos, en especial sobre la aplicación de las políticas
neoliberales y de la apropiación del discurso que las legitimó.
1. Introducción
A casi veinte años de la participación argentina en el conflicto bélico
desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta válido analizar desde una
perspectiva histórica más amplia los profundos debates sobre la inserción internacional
que aquella situación suscitó. Fundamentalmente porque algunas
de las racionalizaciones y construcciones ideológicas allí aplicadas dieron
el tono a más de diez años de política exterior y continúan siendo objeto de
discusión y análisis.
una respuesta a la crisis económica del país y el triunfo de los sectores vinculados
a la industria de armamentos y manufactureros de punta que buscaban
reestablecer su predominio en el mundo a través de una política internacional
agresiva, que creara las condiciones para la profundización de su hegemonía
en el Tercer Mundo (avanzando por ejemplo en la subordinación de América
Latina a los Estados Unidos). Montándose, además, sobre la debilidad militar
de Europa y Japón y en el repliegue soviético, desplazando así a otros ligados
al mercado interno y a las viejas manufacturas fordistas, defensores del proteccionismo
y de la reindustrialización.
Asimismo, el conflicto demostró que la clase dirigente norteamericana
había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaba dispuesto
a intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de
intervención en un país del Tercer Mundo reordenaba las relaciones de fuerza
en la economía internacional.
Lejos ya de los primeros planes de la presidencia de Reagan, el objetivo
central de la guerra en el contexto de la crisis económica norteamericana era el
de controlar recursos y negarles mercados a los demás, ganando tiempo para la
recomposición de la economía interna, representando un cambio de estrategia
global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano. Fue justamente
luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó
la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la
invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos
cámaras del Congreso.
Respecto de las transformaciones del sistema internacional, la guerra
hacía visible esa racionalización posterior. Era la primera vez que los Estados
Unidos, junto con las potencias occidentales, actuaba sin la oposición del
bloque de países soviéticos. La potencia del Norte obtuvo el apoyo de treinta
y dos países.
En cuanto a la coyuntura local argentina, el conflicto en Kuwait provocó
una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista (oficialismo)
y la Unión Cívica Radical (oposición) referidos a distintas posiciones
sobre la política exterior y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí
se abordarán esas discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto
puntual y constituyó un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición
neutralista sino porque la construcción discursiva que legitimó el envío de
tropas traducía una nueva concepción respecto de la inserción internacional
del país.
Este artículo constituye una aproximación al análisis de las posiciones
políticas de los partidos con mayor representación parlamentaria en el país
(UCR y PJ), a través del estudio de caso de la Guerra del Golfo Pérsico
desatada en 1990. La pregunta central es en qué medida los debates parlamentarios
fueron reflejo de dos modelos de inserción internacional diferentes y
contrapuestos. Para ello deben inscribirse en la coyuntura política y económica
nacional ampliada. Aquí reside la importancia del enfoque histórico de esta
problemática.
Si bien la problemática estudiada aquí pertenece al área de estudio de las
relaciones internacionales, “ninguna teoría de las relaciones internacionales
es posible si ella no se sitúa en la perspectiva dinámica, en la del movimiento”
Identificar el objeto de estudio implica un recorte cuyo objetivo es, en
este caso, analizar en profundidad la dinámica política del período, pero esa
esfera no puede interpretarse en forma autónoma respecto del resto de las
dimensiones de la realidad social. Hay una instancia propia de lo político,
pero no autorreferida o autoexplicativa. Sólo la historia permite vincular los
elementos propios con los otros movimientos en la sociedad, y por lo tanto,
no sólo explicar los movimientos particulares de la dinámica política sino
también su inscripción en los procesos totales, que a su vez son constitutivos,
condicionantes y condicionados por la dinámica política.
el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. Se propone analizar los
argumentos que se utilizaron en dicho debate para comprender las distintas
concepciones referidas a la inserción internacional argentina. Partiendo de un
enfoque histórico, el objetivo es demostrar que, a pesar de las discusiones, esos
debates no reflejaron una discusión profunda respecto de lo que se considera
una inserción soberana, ya que como telón de fondo hubo amplias coincidencias
entre ambos partidos, en especial sobre la aplicación de las políticas
neoliberales y de la apropiación del discurso que las legitimó.
1. Introducción
A casi veinte años de la participación argentina en el conflicto bélico
desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta válido analizar desde una
perspectiva histórica más amplia los profundos debates sobre la inserción internacional
que aquella situación suscitó. Fundamentalmente porque algunas
de las racionalizaciones y construcciones ideológicas allí aplicadas dieron
el tono a más de diez años de política exterior y continúan siendo objeto de
discusión y análisis.
La primera Guerra del Golfo fue muy significativa a nivel mundial
y también a nivel local. Respecto de la economía norteamericana representó
una respuesta a la crisis económica del país y el triunfo de los sectores vinculados
a la industria de armamentos y manufactureros de punta que buscaban
reestablecer su predominio en el mundo a través de una política internacional
agresiva, que creara las condiciones para la profundización de su hegemonía
en el Tercer Mundo (avanzando por ejemplo en la subordinación de América
Latina a los Estados Unidos). Montándose, además, sobre la debilidad militar
de Europa y Japón y en el repliegue soviético, desplazando así a otros ligados
al mercado interno y a las viejas manufacturas fordistas, defensores del proteccionismo
y de la reindustrialización.
Asimismo, el conflicto demostró que la clase dirigente norteamericana
había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaba dispuesto
a intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de
intervención en un país del Tercer Mundo reordenaba las relaciones de fuerza
en la economía internacional.
Lejos ya de los primeros planes de la presidencia de Reagan, el objetivo
central de la guerra en el contexto de la crisis económica norteamericana era el
de controlar recursos y negarles mercados a los demás, ganando tiempo para la
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
recomposición de la economía interna, representando un cambio de estrategia
global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano. Fue justamente
luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó
la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la
invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos
cámaras del Congreso.
Respecto de las transformaciones del sistema internacional, la guerra
hacía visible esa racionalización posterior. Era la primera vez que los Estados
Unidos, junto con las potencias occidentales, actuaba sin la oposición del
bloque de países soviéticos. La potencia del Norte obtuvo el apoyo de treinta
y dos países.
En cuanto a la coyuntura local argentina, el conflicto en Kuwait provocó
una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista (oficialismo)
y la Unión Cívica Radical (oposición) referidos a distintas posiciones
sobre la política exterior y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí
se abordarán esas discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto
puntual y constituyó un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición
neutralista sino porque la construcción discursiva que legitimó el envío de
tropas traducía una nueva concepción respecto de la inserción internacional
del país.
Este artículo constituye una aproximación al análisis de las posiciones
políticas de los partidos con mayor representación parlamentaria en el país
(UCR y PJ), a través del estudio de caso de la Guerra del Golfo Pérsico
desatada en 1990. La pregunta central es en qué medida los debates parlamentarios
fueron reflejo de dos modelos de inserción internacional diferentes y
contrapuestos. Para ello deben inscribirse en la coyuntura política y económica
nacional ampliada. Aquí reside la importancia del enfoque histórico de esta
problemática.
Si bien la problemática estudiada aquí pertenece al área de estudio de las
relaciones internacionales, “ninguna teoría de las relaciones internacionales
es posible si ella no se sitúa en la perspectiva dinámica, en la del movimiento”
Identificar el objeto de estudio implica un recorte cuyo objetivo es, en
este caso, analizar en profundidad la dinámica política del período, pero esa
esfera no puede interpretarse en forma autónoma respecto del resto de las
dimensiones de la realidad social. Hay una instancia propia de lo político,
pero no autorreferida o autoexplicativa. Sólo la historia permite vincular los
elementos propios con los otros movimientos en la sociedad, y por lo tanto,
no sólo explicar los movimientos particulares de la dinámica política sino
también su inscripción en los procesos totales, que a su vez son constitutivos,
condicionantes y condicionados por la dinámica política.
El objetivo de este trabajo es, en primer lugar, reconstruir los debates en
torno al envío de tropas al Golfo Pérsico, y en un segundo momento, interpretar
las concepciones o tendencias más profundas que reflejaron.
2. La relación de la Argentina con las potencias. hacia el ali neamiento
La década de los noventa fue escenario de cambios profundos con respecto
a la inserción internacional del país. Algunos de ellos venían abriéndose
paso ya desde el “giro realista” del gobierno de Raúl Alfonsín. Otros se
constituyeron como “novedad” a partir del gobierno de Carlos Saúl Menem e
implicaron un viraje fundamental.
La adopción de un determinado patrón de inserción internacional se vinculó
con fenómenos de transformación económica, social y política que han
provocado fuertes debates y prolíficos análisis y se inscribió en el marco de la
proclamación del mundo “globalizado”, caracterizado por la unificación del
mercado mundial a partir de la desintegración de la Unión Soviética –incluyendo
la producción, la comercialización, los mercados financieros y los de
servicios– y el dominio total de las economías de mercado.
Desde los Estados Unidos se proclamó, como decíamos, la existencia de
un “Nuevo Orden Mundial”, un orden único, en el que se desdibujarían las
barreras políticas, y donde se puso en cuestión la propia vigencia y relevancia
del Estado-nación. En consecuencia, también desde ese país se afirmaba el
sostenimiento de “valores internacionales” y una “legalidad internacional”
como expresión de ese “nuevo orden”.
Como contracara de este discurso, la aparición de distintos conflictos
bélicos como la primera guerra del Golfo, entre otros, demostró a comienzos
de la década del noventa que la “globalización” de las relaciones económicas
mundiales no había significado la formación de una “comunidad internacional”
igualitaria, sino que se había acentuado la dependencia y el atraso de los
países periféricos. La guerra del Golfo hizo evidente el peso aún vigente de
los Estados nacionales, particularmente el de las grandes potencias.
La participación argentina con el envío de dos naves en la guerra del Golfo
formó parte de una serie de medidas de política exterior del primer gobierno
de Carlos Saúl Menem, cuyo objetivo era principalmente demostrar el alineamiento
con los Estados Unidos, en el marco de una estrategia de inserción
internacional que priorizaba las cuestiones económicas, sustentándose en los
supuestos del “realismo periférico” a los que haremos referencia.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
Para situarnos en el contexto de las relaciones bilaterales entre la Argentina
y la potencia del Norte, durante la década de los ochenta tanto la coyuntura
internacional y nacional como la tradición político-ideológica del Partido
Radical habían permitido la existencia de una estrategia diplomática de alto
perfil que mantuvo –en principio– márgenes de autonomía con respecto a los
Estados Unidos, y que priorizaba la inserción multilateral. Esta estrategia se
sostenía principalmente en la posibilidad de “diversificar los puntos de apoyo”
con Europa occidental y con la Unión Soviética, tal como lo afirmaba el
canciller de Raúl Alfonsín, Dante Caputo .
Sin embargo, una de las prioridades de la política económica exterior
durante la década de los ochenta fue el tratamiento de la deuda externa, que
presionaría fuertemente sobre la economía argentina. Cabe recordar que
dicha década se caracterizó por las dificultades –al igual que en el resto de
las economías latinoamericanas– que hicieron que el período se conociera
como la “década perdida”, signada por el elevado endeudamiento externo, los
precios decrecientes de las exportaciones de materias primas, el aumento del
proteccionismo por parte de las potencias industriales y las altísimas tasas de
interés internacionales.
Para 1984, la estrategia multilateral de negociación de la deuda externa
llevada a cabo por Argentina junto con otros países latinoamericanos había
fracasado , y a partir de allí la relación con los Estados Unidos y con Europa
comenzó a modificarse.
Ese cambio tanto en la política económica como en la política exterior
es lo que se denominó como un “giro realista” de Alfonsín, y algunas de sus
manifestaciones más notarias fueron su compromiso a pagar la deuda –a partir
del cual Reagan medió entre el gobierno de Buenos Aires y la banca acree-
El ministro de Relaciones Exteriores de Alfonsín sostuvo: “Al principio la concepción
se basaba en la rehabilitación de la posición argentina en el plano internacional y, muy especialmente, en el marco de los países occidentales. Junto con esta idea estaba la de evitar que un país monopolizara la relación en ese ámbito, por lo cual Europa parecía como una posibilidad de diversificar los puntos de apoyo de la política exterior en Occidente”, Dante Caputo, en entrevista realizada para la Revista América Latina Internacional, vol. 6, Nº 21, julio-septiembre,
Buenos Aires, Argentina, 1989.
Durante los dos primeros años del gobierno radical, la diplomacia argentina intentó
políticas de concertación multilateral en el escenario latinoamericano, para hallar solución
al problema de la deuda externa. Los ámbitos donde se expresó esta intención fueron la Conferencia de Quito en enero de 1984, la declaración conjunta efectuada con Brasil, México y
Colombia en el mes de mayo, la Reunión de Cartagena en junio y la Segunda Reunión del
Grupo de Cartagena en Mar del Plata en el mes de septiembre del mismo año. Los intentos
de dar tratamiento “político” a la deuda y el de conformar un “Club de Deudores” fracasaron
ante la negativa de los Estados Unidos y de las potencias europeas.
aunque exhortando al cumplimiento de los ajustes requeridos por los bancos– y particularmente su segunda visita a los EE.UU, en marzo de 1985,
donde se mostró más complaciente con el ambiente que predominaba en Washington
al anunciar la necesidad de reformar el Estado y privatizar empresas públicas. Tanto esta declaración como la intención manifestada de licitar áreas petrolíferas –Plan Houston– y la posterior puesta en marcha del Plan Austral merecieron gestos auspiciosos por parte del gobierno norteamericano y los organismos financieros internacionales.
En cuanto a Europa Occidental, la acción se encaminó hacia la búsqueda
de asociaciones particulares, privilegiando las inversiones en el aparato productivo
argentino. En esta línea se firmó el Tratado con la República Italiana
para la Creación de una Relación Asociativa Particular, suscripto en Roma
el 10 de diciembre de 1987 y el Acuerdo de Cooperación y Amistad con el
Reino de España, firmado en Madrid el 3 de junio de 1988 y ratificado en
el Congreso en 1989. El primero de ellos se destacó por la magnitud de las
inversiones comprometidas, los privilegios y garantías ofrecidos a los inversores.
Esos acuerdos bilaterales constituyeron la base para la negociación de
un convenio amplio de colaboración económica, cuyas tratativas se iniciarían
a fines de 1989.
Como decíamos, el otro actor que había permitido mantener una “relación
madura” con los Estados Unidos era la Unión Soviética. Partiendo de
que jamás el comercio fue tan floreciente como durante la dictadura militar
argentina, las relaciones entre el gobierno de Alfonsín y la Unión Soviética
continuaron en esa línea y se afianzaron hasta 1986, año en que disminuyeron
abruptamente las compras por parte de ese país.
Es decir que hasta la crisis soviética se asistía a un incremento de la relación
bilateral, así como en el caso de otros países latinoamericanos, plasmado
en acuerdos comerciales, industriales, de cooperación en el área nuclear y
militar . La desintegración de la URSS no era un panorama previsible y hasta
ese momento, la potencia era un actor fundamental en el escenario político y
económico argentino, tenido en cuenta como tal tanto por radicales como por
justicialistas, en la medida que se trataba de uno de los principales mercados
compradores, con el peso que eso tiene en una economía basada en la comercialización
de bienes agroexportables.
Las grandes modificaciones que se produjeron con la caída del Muro de
Berlín en 1989 y la posterior desintegración de la URSS sin duda repercutie-
Para ver en profundidad las relaciones bilaterales, consultar Roberto Russell (comp.),
Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética / América Latina, Buenos Aires, GEL, 1990.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
ron en las concepciones respecto de la posición de la Argentina en el sistema
internacional, y en los márgenes de maniobra de la política exterior.
La percepción del cambio en el escenario internacional es una variable
que puede explicar en parte los virajes y ajustes que fue realizando la política
económica de Carlos Saúl Menem entre 1989 y la implementación de la convertibilidad
en 1991.
Sin embargo, aún antes de la caída del Muro, durante la década de los
ochenta, junto con la crítica al modelo de industria sustitutiva y a la intervención
del Estado en la economía, también se habían comenzado a poner en
cuestión los intentos de formular una política exterior autónoma incluso dentro
del Partido Radical.
Esa crítica que sustentaba elementos propositivos que también analizaremos
provenía de las clases dominantes argentinas y comenzaba a hacer pie en
dirigentes políticos radicales y justicialistas.
A pesar de la construcción de una campaña basada en postulados que
apelaban a la justicia social y al nacionalismo empresario, y de aglutinar un
frente de apoyos alrededor de ellos, Carlos Menem llevaría a cabo, durante
diez años, un programa económico neoliberal en línea con lo propuesto por el
Consenso de Washington .
Junto con dicho programa se propuso una nueva orientación en política
exterior, cuyo sustento ideológico venía forjándose desde la década de los
ochenta. A diferencia de otros gobiernos anteriores, el nuevo enfoque de las relaciones
internacionales priorizó los vínculos políticos con los Estados Unidos
y los gestos de alineamiento, sin descuidar los importantes lazos económicos
con la Europa Comunitaria .
A principios de los noventa, los organismos multilaterales de crédito (FMI y Banco
Mundial), las administraciones dependientes de la Casa Blanca (el Tesoro y el Departamento de
Estado de los Estados Unidos), los sectores dominantes de los países del G-7 y los directorios
de los bancos acreedores formularon una especie de consenso sobre la naturaleza de la crisis
latinoamericana y sobre las reformas que debían aplicarse para “superarla”. Esa concepción
fue recogida por John Williamson en un libro, compilatorio de las ponencias de un seminario
internacional, titulado Latin American Adjustment, publicado en 1990. Este documento recoge
una adecuada síntesis del pensamiento neoliberal de los noventa, bajo la expresión del Consenso de Washington. Allí se justificaba la promoción de diez medidas básicas: disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma impositiva, liberalización de las tasas de interés, una tasa de cambio competitiva, liberalización del comercio internacional, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización, desrregulación y derechos de propiedad.
Aquí se adscribe a la categorización de “alineamiento”, teniendo en cuenta que se trató
de un tópico discutido en la propia coyuntura. Algunos consideraron la política exterior de
Menem como de “alineamiento automático”, partiendo de una visión crítica de los postulados
Los hitos del “alineamiento” fueron el envío de tropas al Golfo Pérsico
en septiembre de 1990, la desactivación del proyecto misilístico Condor II, la
ratificación del Tratado de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma
en forma conjunta con Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico
de la Energía Nuclear y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad
y Control de Materiales Nucleares (ABACC), el retiro del Movimiento de No
Alineados y la modificación de los votos argentinos en la ONU pueden comprenderse
en el marco de estos objetivos . El gobierno de Carlos Saúl Menem
fue el período donde se firmó la mayor cantidad de convenios entre la Argentina
y los Estados Unidos.
Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada
de una política económica orientada a obtener el visto bueno del Fondo
Monetario Internacional y de la banca acreedora. Recordemos que los sucesivos
planes económicos desde la asunción de Menem, en especial la aplicación
del ajuste con paridad fija a partir de la Ley de Convertibilidad en 1991, se
orientaron a responder a los condicionamientos de dichos organismos, lo que
culminó en el ingreso al Plan Brady en 1992.
Hay que agregar aquí que la nueva vinculación con los Estados Unidos
no eliminó un rasgo que constituye una tendencia de largo plazo en la historia
del realismo periférico, y exaltando sus perjuicios respecto de las posibilidades de formular
una política exterior autónoma. Entre ellos se encuentran Mario Rapoport, José Paradiso y
Alfredo Rizzo Romano. Carlos Escudé sostuvo en cambio que a partir del gobierno de Menem
se terminó con una política de “desalineamiento”, es decir, con el legado cultural de “sobredosis
de confrontaciones” de gobiernos anteriores, incluido el de Alfonsín. Ver Carlos Escudé,
“La historia, la cultura política, los errores y las lecciones en las relaciones argentino-norteamericanas”
La Argentina y Estados Unidos:
fundamentos de una nueva alianza, Asociación de Bancos de la República Argentina, Buenos
Aires, 1997. Por otro lado, Roberto Russell consideró que no se trató de un “alineamiento automático”.
Junto con Deborah Norden sostuvo que las “relaciones carnales” entre Argentina y
los Estados Unidos no implicaron un “amor ciego”, sino concesiones en algunas cuestiones de
agenda e intentos de resistir las presiones norteamericanas respecto de otras cuestiones. Ver
Deborah Lee Norden y Roberto Russell , The United States and Argentina: changing relations
in a changing world, Routledge, United States of America, 2002,
La Argentina aumentó sin duda el número de la coincidencia en sus votos con los
Estados Unidos, por ejemplo, en las resoluciones respecto de la situación de los derechos
humanos en Cuba, en las cuestiones referidas al desarme, la no proliferación nuclear respecto
del problema del narcotráfico y las resoluciones de condena a las violaciones de derechos
humanos en Irán. Para este tema ver Francisco Corigli ano, “La dimensión multilateral de
las relaciones entre Argentina y Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso
al paradigma de “Relaciones Especiales”, en: Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.)
Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap II, Buenos
Aires, GEL, Argentina, pp. 225-228
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
Argentina: la competencia entre intereses asociados a distintas potencias por el
predominio dentro del aparato económico y estatal. El paradigma de las “relaciones
carnales” no significó necesariamente un retroceso para los intereses
económicos vinculados con la Unión Europea, como quedó demostrado en el
de privatización de las empresas públicas.
Más que la reedición de la “relación especial” de principios de siglo con
Gran Bretaña pero esta vez con los Estados Unidos, lo que quedó configurado
en esa década es una nueva “relación triangular”, en todo caso reedición de la
de la segunda posguerra, donde los vértices están ocupados por los Estados
Unidos y por los países de la Comunidad Económica Europea .
3. Secuencia de los hechos y princip ales debates
Justamente, la guerra del Golfo se constituyó como un episodio paradigmático
de la nueva orientación en política exterior, ya que, rompiendo con la
tradicional neutralidad de la Argentina ante los conflictos que no la incluían
directamente, el envío de tropas fue, ante todo, un acto que demostraba el
apoyo a Washington. En el plano internacional inauguró el nuevo protagonismo
de las Naciones Unidas y la reivindicación de la “ley internacional” como
justificación jurídica de las intervenciones.
Una de las consecuencias en el escenario latinoamericano fue que en
1991, en el documento conocido como Compromiso de Santiago, se modificó
el principio de no-intervención incorporando la “acción colectiva en defensa de
la democracia”. Por otra parte y con respecto a la Argentina, el envío de tropas
al Golfo fue el inicio de una mayor participación en los operativos de paz de
la ONU, modificando también la función de las Fuerzas Armadas. En cuanto
a su discurso legitimador, Argentina hizo propios los motivos y argumentos
de la administración norteamericana.
En el mes de agosto de 1990 se abrió la discusión en los círculos cercanos
al presidente acerca del envío de tropas antes de que esto fuera requerido
por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, evaluando básicamente
el costo que tendría tal decisión. El canciller Cavallo había afirmado el día
El concepto de “relaciones carnales” proviene de una frase pronunciada por el canciller
Di Tella, que sostuvo: “Nosotros queremos un amor carnal con los Estados Unidos, nos interesa
porque podemos sacar un beneficio”. Diario Clarín, 9 de diciembre de 1990, p. 12.
Para la relación triangular entre la Argentina, Estados Unidos y la Europa Comunitaria
en la segunda posguerra ver Ruben Laufer y Claudio Spi guel, “Europa occidental en las relaciones internacionales argentinas del mundo bipolar, 1970-1990”, en Ciclos en la historia, la
economía y la sociedad, N° 14-15, 1er. semestre 1998.
De ese mes que la Argentina enviaría tropas sólo “dentro de un plan de la ONU” .
El propio presidente, el senador Eduardo Menem y el canciller Cavallo se
mostraron dubitativos al respecto mientras ya se elaboraban las posiciones más
extremas –que se harían predominantes– donde se alegaba la necesidad del
envío de tropas como “gesto” de alineamiento y acuerdo con los Estados Unidos10.
Junto con esta última versión se hicieron dominantes los diagnósticos
que remarcaban los supuestos “errores” de la política exterior argentina frente
a este país durante la Segunda Guerra Mundial y también los supuestos “costos”
que esto habría traído aparejados a diferencia de nuestro vecino Brasil.
La correspondencia epistolar con el presidente norteamericano, así como
la entrevista de Domingo Cavallo con Hosni Mubarak, jefe de Estado de
Egipto, parece haber tenido un rol importante en la adhesión a la posición
norteamericana, que aún sin la aprobación de la ONU dispondría la partida
de tropas hacia la región en conflicto.
Luego de que el Ejecutivo diera a conocer su decisión de enviar dos buques
–las naves “Spiro” y “Almirante Brown”, un destructor y una corbeta– el
17 de septiembre, rápidamente las voces opositoras provinieron tanto de la
Unión Cívica Radical como de algunos sectores del Partido Justicialista. El
presidente y sus ministros justificaron la decisión de colaborar con “fuerzas de
paz” apelando a la necesidad de integrarse a un nuevo panorama internacional
de la posguerra fría, el cual requería un “nuevo protagonismo” que restableciera
la relación de la Argentina con los Estados Unidos, única superpotencia
dominante, lo que permitiría una retribución concreta en beneficios materiales
Domingo Cavall o dijo: “la Argentina no enviará un contingente por voluntad propia,
pero sí en el marco de las Naciones Unidas si la ONU lo decide”, ver Página/12, Buenos Aires,
9 de agosto de 1990, p. 3.
10 Ver Francisco Corigli ano, “La dimensión bilateral de las relaciones entre Argentina y
Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso al paradigma de “Relaciones Especiales”, en Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.), Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap I, Buenos Aires, GEL, 2000, p. 22.
11 La adopción de tales tesis es parte de la reflexión que se realiza en este artículo. El
alineamiento se justificó en la teoría del “realismo periférico” de Carlos Escudé a la que haremos referencia más adelante. A su vez, ésta se basó en una interpretación de la “declinación argentina”. Los principales trabajos desde esta posición son los de Carlos Escudé, Carlos Díaz Alejandro, y entre quienes polemizaron con ella se encuentran Mario Rapoport, Amado L. Cervo, Raúl Bernal-Meza, Atilio Borón, etc. Ver estos debates también en Raúl Bernal-Meza,
América Latina en el mundo. El pensamiento latinoamericano y la teoría de las relaciones
internacionales, Buenos Aires, Ed. Nuevo Hacer GEL, 2005,.
12 Corigli ano, “La dimensión bilateral…”, cit., p. 23.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
por parte de ese país. Este último supuesto fue incluso discutido por los intelectuales
vinculados al oficialismo13.
El canciller Cavallo sostuvo que:
si la Argentina quiere participar de los beneficios del proceso de gestación
de un nuevo mundo de paz y progreso, debe asumir las responsabilidades.
Frente a la actitud del régimen de Bagdad, la indiferencia implica atraso y
aislamiento14.
Al mismo tiempo, en el informe al Poder Legislativo, el canciller y el
Ministro de Defensa Humberto Romero explicaron que no se requería el aval
de las Cámaras “porque no se trataba de una intervención bélica sino de una
acción disuasoria a través del bloqueo económico”.
En respuesta, en el Senado existieron dos proyectos de declaración, uno
proveniente del bloque radical y otro del justicialista. El primero de ellos,
presentado por el senador Solari Yrigoyen “condenaba” principalmente el
envío de tropas y luego la falta de consulta al Legislativo16. El segundo, en
cambio, se refería únicamente a este último aspecto, “lamentando” la adopción
de la decisión sin el respaldo del Congreso de la Nación. Ambos coincidían
en denunciar el accionar de Irak en la región17. Sólo cinco de los senadores
13 No solamente la oposición insistió en que la decisión de enviar tropas no traería ningún
rédito económico, sino que también Carlos Escudé, principal ideólogo de la nueva orientación
de la cancillería relativizó los beneficios económicos a obtener en este caso, aunque resaltaba
la importancia del envío como favor simbólico a los Estados Unidos. Ver Carlos Escudé,
“La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre
de 1990, p. 7.
14 “Fuerzas argentinas intervendrán en el bloqueo militar contra Irak”, La Nación, Buenos
Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 1.
rédito económico, sino que también Carlos Escudé, principal ideólogo de la nueva orientación
de la cancillería relativizó los beneficios económicos a obtener en este caso, aunque resaltaba
la importancia del envío como favor simbólico a los Estados Unidos. Ver Carlos Escudé,
“La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre
de 1990, p. 7.
14 “Fuerzas argentinas intervendrán en el bloqueo militar contra Irak”, La Nación, Buenos
Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 1.
15 “El informe del PE a diputados y senadores”, La Nación, Buenos Aires, 19 de septiembre
de 1990, p. 3.
16 El proyecto de declaración fue firmado por Hipólito Solari Yrigoyen, Luis Brasesco,
Ricardo Lafferriere, Juan Trilla, Mario Losada, Adolfo Gass, Margarita Malharro de Torres,
Edison Otero, Edgardo Grosso, José Genoud, Conrado Storani, Hector Velazquez, Faustino
Mazzucco. Además de condenar el envío, el tercer punto proponía: “deplorar tanto el abandono
de una conducta internacional históricamente asumida por nuestro país, a favor de la solución
pacífica de las controversias como la subordinación del interés nacional a estrategias de alineamiento
en el orden mundial, que quiebran la posición de independencia sostenida desde la
recuperación de la democracia”, Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la
Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3749.
17 Este proyecto fue firmado por Alberto Rodríguez Saá, Carlos Snopek, Olijela del Valle
Rivas, César Mac Karthy, Pedro Conchez, Rogelio Nieves, Eduardo Vaca, Leopoldo Bravo,
134 Mar ía Cecilia Míguez
justicialistas defendieron la decisión del Poder Ejecutivo18. El resto de ellos
mantuvo una fuerte discusión con el ministro de Defensa, Humberto Romero
y con el canciller. En la primera de las sesiones donde se intentó tratar dichos
proyectos, el justicialismo estuvo ausente –lo que provocó la falta de quórum–,
elemento que demostró las divergentes posiciones al interior de dicho bloque.
Era difícil defender la actitud del Presidente, pero al mismo tiempo no estaban
dispuestos a criticarla en público sin reunirse antes con Domingo Cavallo.
Luego de la reunión con el canciller Cavallo, la mayoría de los senadores
justicialistas modificaron su posición y apoyaron la decisión de enviar tropas.
Para el 27 de septiembre, incluso el senador Eduardo Menem se convertiría
en defensor de la medida.
Cuando efectivamente se trataron los proyectos de declaración en la sesión
del 26 y 27 de septiembre se argumentó a favor y en contra del envío, no sólo
remitiéndose a los aspectos procedimentales sino incluyendo formulaciones y
diagnósticos con respecto a la cambiante realidad internacional.
En cuanto a los senadores radicales, fueron significativas las intervenciones
del senador por Buenos Aires, Adolfo Gass y el senador por Chubut,
Hipólito Solari Yrigoyen. El primero de ellos cuestionó la falta de consulta en
el marco de lo que consideró una tendencia del Poder Ejecutivo a prescindir
del Congreso de la Nación en decisiones fundamentales. Además recordó
la responsabilidad de las dos superpotencias de la guerra fría en el poderío
bélico iraquí y su falta de reacción en oportunidad del “genocidio contra el
pueblo kurdo”, destacando a su vez los intereses materiales –especialmente el
petróleo– involucrados en la guerra19. También comentó a la prensa que esta
decisión implicaba ayudar a los poderosos contra el Tercer Mundo20. En cuanto
Elías Sapag y Eduardo Posleman. Diario de Sesiones Honorable Cámara de Senadores de la
Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3751.
18 Diario La Nación, 20 de septiembre de 1990. Los senadores que apoyaron fueron Liliana
Gurdulich de Correa, Luis Rubeo, Eduardo Menem, José Figueroa y Juan Carlos Romero.
19 El senador Adolfo Gass explicaba: “Así, repentinamente, advierten estos países protectores
de la democracia que Saddam Hussein es, o parece ser, un nuevo Hitler, con lo cual, de
paso, disfrazan una escalada militar que más que nada tiene que ver con intereses materiales y
huele a petróleo, con el manto de una cruzada moralizadora […] Trampa para ingenuos, señor
presidente, en la que parece haber caído nuestro gobierno, aunque personalmente, y por lo que
ya he dicho, no creo que peque de esa ingenuidad”. Diario de Sesiones Honorable Cámara de
Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 3999.
20 El senador Adolfo Gass afirmó: “El canciller (Cavallo) es principista cuando se trata
de defender los intereses de los poderosos y es neutral sólo cuando los intereses afectados
pertenecen al Tercer Mundo. No es cierto que se rompa la tradición de neutralidad, ya que lo
hizo Guido cuando participó en la cuarentena y Videla, cuando colaboró militarmente con los
contras. El doctor Cavallo se une a estas posiciones. Ayudamos a los contras a favor de los
Estados Unidos y los Estados Unidos nos devolvieron (la ayuda) asistiendo a Gran Bretaña
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 135
a los elementos jurídicos, en la misma sesión sostuvo que no se trataba de una
“misión de paz”, sino que el bloqueo formaba parte de un acto de beligerancia
y que el Consejo de Seguridad sólo había solicitado el embargo, con el que se
estaba cumpliendo.
En línea similar se expresaron los senadores Hipólito Solari Yrigoyen y
José Genoud, quienes además discutieron los supuestos beneficios que esta
actitud traería21 y resaltaron la responsabilidad de las industrias bélicas de las
grandes potencias en este tipo de conflictos22.
Un argumento que también fue utilizado para discutir la decisión fue la
falta de consulta a los países del Grupo de Río y el hecho de que la Argentina
fuera el único país de América Latina en colaborar activamente con tropas en
el conflicto.
La defensa fue encarada principalmente por el Senador justicialista
Eduardo Menem, quien legitimó el envío de naves partiendo de un determinado
diagnóstico sobre el nuevo orden internacional al que haremos referencia
más adelante. De este modo sostuvo:
Aquí se quiere tergiversar la interpretación correcta de los hechos, se quiere
mostrar que este es un conflicto de Occidente con los países árabes o un conflicto
del Norte contra el Sur […] aquí hay un país agresor y un país agredido,
hay una intervención de las Naciones Unidas y una comunidad que quiere
integrar un nuevo orden internacional.
Ninguno de los proyectos de declaración fue aprobado.
Desde la Cámara Baja, el diputado radical César Jaroslavsky propuso
–a iniciativa del ex canciller Dante Caputo– una interpelación a Humberto
contra la Argentina, durante las Malvinas. Estamos de rodillas, como diría Dromi”, “Nuevas
repercusiones políticas por el envío de las tropas al Golfo”, en La Nación, Buenos Aires, 21
de septiembre de 1990, p. 3.
21 En un artículo de su autoría, el senador radical Solari Yigoyen explicaba que “No es
en el interés de la Argentina sino en el de las grandes potencias que se inscribe el envío de
tropas ¿Por qué? Porque ellas tienen que defender el petróleo del que se abastecen en el Golfo
Pérsico. Además porque los Estados Unidos no tienen un ámbito restringido como el de la
Argentina. El mapa del interés estadounidense es el mapamundi […] Las cambiantes actitudes
argentinas sobre Irak han desconcertado a Occidente. No sólo no nos trae beneficio económico,
sino tampoco prestigio”, Hip ólito Solari Yrigoyen, en Revista América Latina Internacional,
vol.7 Nº 26, octubre-noviembre de 1990, pp. 379-80.
22 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4018.
23 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4017.
Romero (Ministro de Defensa) y Domingo Cavallo (Ministro de Relaciones
Exteriores) para que explicaran las razones del envío. Esta moción tuvo el respaldo
de los diputados provenientes del radicalismo, del Grupo de los Ocho,
de una parte de la Ucedé, del Partido Socialista Unificado, del Partido Federal-
Buenos Aires, del Movimiento al Socialismo, del Partido Intransigente,
del Partido Socialista Popular, de la Democracia Cristiana de Córdoba y de
Bandera Blanca, pero no contó con los dos tercios necesarios por la oposición
de la mayoría de los diputados del PJ y de la Ucedé24.
La argumentación de la iniciativa legislativa se refirió en primer lugar a
la legalidad del envío de tropas –decisión tomada sin consulta a las cámaras–,
ya que algunos legisladores la consideraban violatoria del artículo 67, inciso
25 de la Constitución Nacional, mientras que los defensores como José Luis
Manzano sostuvieron la importancia de no tener una posición neutral ante el
conflicto y que no era necesaria la consulta al Congreso porque se trataba de
“fuerzas de paz”.
En la Cámara de Diputados los debates más intensos se dieron entre Caputo
y Manzano. Los argumentos que se esbozaron fueron similares a los detallados
en el caso del Senado. Fuera del ámbito parlamentario, Raúl Alfonsín
calificó de “sobreactuación ridícula, grotesca y anticonstitucional” la medida
suscripta por el presidente. Coincidían con él Federico Storani, Marcelo Stubrin
y Dante Caputo.
A pesar de los acalorados debates en el Congreso de la Nación, según
fuentes periodísticas, la mayor preocupación del gobierno se generó por los
debates al interior del justicialismo. El diario La Nación del 20 de septiembre
de 1990 explicaba: “[...] ni la posición adoptada por la UCR ni las habituales
recriminaciones de la izquierda perturban el sueño de Menem. También en
lo que hace al aporte armado de la Argentina contra Irak, esa facultad está
reservada para ‘los de adentro’ del partido”.
El Grupo de los Ocho26 criticó abiertamente la decisión y, como se dijo,
apoyó la moción del diputado Dante Caputo, tanto por considerar los aspectos
procedimentales de la decisión como violatorios de la Constitución Nacional
como por interpretar que el envío de tropas era una demostración de la subal-
24 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, “Debate en el Congreso por el
envío de tropas”.
25 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, p. 4 “El PJ y las razones del
sobrepeso opositor”.
26 Este Grupo se constituyó como una fracción dentro del PJ que abiertamente se enfrentó
al menemismo y rompió con el partido. Estaba conformado por Germán Abdala, Julio
Darío Alessandro, Carlos “Chacho” Alvarez, Luis Pedro Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco
Caviglia, Moisés Fontela y José Carlos Ramos.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
ternización de los intereses nacionales. Fuera del Parlamento, entre los que no
adherían directamente a la línea del Ejecutivo se encontraban los gobernadores
justicialistas Cafiero y Bordón, quienes mantenían una posición cautelosa. A
éstos se sumó con fuertes declaraciones el Secretario de la CGT-Azopardo,
Saúl Ubaldini.
En diciembre de 1990 se abrió una segunda etapa de las discusiones,
porque se requirió la aprobación del Parlamento para que las fuerzas argentinas
en el Golfo Pérsico intervinieran activamente si se desataba la guerra. El
proyecto fue enviado al Parlamento el 7 de diciembre y el objetivo era que las
naves tuvieran autorización para prestar “apoyo logístico y no intervenir en
las acciones bélicas”.
El 23 de enero el Congreso aprobaba el proyecto del Ejecutivo de que las
naves argentinas en el Golfo brindaran “apoyo logístico” a las fuerzas de la
coalición liderada por Estados Unidos. Algunos diputados justicialistas opositores
no asistieron a la sesión, como Franco Caviglia, Eduardo Budiño, Augusto
Alasino y Rafael Flores. Antonio Cafiero, en cambio, habría expresado sus
temores acerca de la posibilidad de que el Ejecutivo perjudicara a la provincia
de Buenos Aires con los ingresos coparticipables. Por el contrario, y a favor
del oficialismo, Alberto Pierri fue uno de los que militó más intensamente a
favor del proyecto.
4. Hacia una interpretación
Las discusiones entre y al interior de los dos partidos con mayor representación
en el parlamento –la UCR y el PJ– incluyeron diagnósticos y tendencias
políticas más profundas que es indispensable abordar para superar la descripción
y el plano discursivo.
27 El diputado Juan Pablo Cafiero sostuvo: “Este hecho consumado [la decisión del Ejecutivo
de enviar tropas] no es más que una muestra de lo que significa una política exterior
argentina que secunda a los intereses de los Estados Unidos. Es una demostración muy clara
de la forma en que se han subalternizado los intereses nacionales y las decisiones soberanas”,
Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 19 se septiembre de 1990,
p. 3037.
Saúl Ubaldini destacó que “nunca fuimos una nación mercenaria o una colonia proveedora
de carne de cañón para defender intereses ajenos”, en La Nación, Buenos Aires, 25
de septiembre de 1990.
29 Esto también fue objeto de discusión, porque legisladores radicales –Federico Storani
y Adolfo Gass– explicaron que la logística también era parte del accionar bélico.
Página/12, Buenos Aires, 24 de enero de 1991, pp. 2 y 3.
Utilizaremos entonces distintos niveles de análisis para evaluar los grados
de acuerdo y desacuerdo, teniendo en cuenta las posiciones respecto de:
a) El diagnóstico sobre las transformaciones en el sistema internacional,
especialmente con referencia a la globalización, el “nuevo orden internacional”,
el Estado-nación y las intervenciones en general.
b) El lugar a ocupar por la Argentina en dicho sistema.
c) Las tradiciones políticas y formas de inserción de la Argentina a lo largo
de la historia contemporánea.
d) Finalmente, partiendo de la estrecha vinculación entre política externa y
política doméstica, las posiciones respecto de la nueva política económica
neoliberal.
a) En cuanto al diagnóstico de los cambios en el sistema internacional
La caída del muro de Berlín suscitó en el mundo una serie de formulaciones
ideológicas respecto del nuevo escenario internacional. Como decíamos,
especialmente en los Estados Unidos se pregonó la existencia de un “Nuevo
Orden Mundial”. Fue el presidente George W. Bush quien días después de la
intervención norteamericana en el Golfo enunciaba esa concepción. Frente a
las cámaras del Parlamento, el presidente norteamericano sostuvo:
Nos encontramos hoy ante un momento único y extraordinario. La crisis del
Golfo Pérsico, por grave que sea, ofrece una rara ocasión de avanzar hacia un
periodo histórico de cooperación. De estos tiempos confusos puede emerger
nuestro (…) objetivo: un nuevo orden mundial, una nueva época, más libre de
amenazas y de terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más segura en
la búsqueda de la paz, una era en la que las naciones del mundo –Este y Oeste,
Norte y Sur– puedan prosperar y vivir en armonía.
… Una centena de generaciones ha buscado ese desconocido camino hacia la
paz, mientras que miles de guerras se desencadenaban contra los esfuerzos de
la humanidad. Hoy, ese mundo nuevo lucha por nacer, un mundo distinto del
que hemos conocido. Un mundo donde el Estado de derecho tome el lugar de la
ley de la selva. Un mundo en que las naciones reconozcan su responsabilidad
compartida hacia la libertad y la justicia.
… Un mundo donde el fuerte respete los derechos del débil. Es una visión
que he compartido con el presidente Gorbachov [...]. Él y otros líderes en Europa,
en el Golfo y en todas partes del mundo comprenden que la manera en
que tratemos la actual crisis puede dar forma al futuro para las generaciones
venideras.
31 Citado y traducido por Thierry Meyssan, “Nuevo orden mundial. La doctrina estratégica
de los Bush”, en http://chilesur. indymedia.org/es/2005/05/2038. shtml
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
Esta visión concibió al período como una plena hegemonía norteamericana,
producto a su vez de la hegemonía de la democracia liberal y la economía
de mercado. El mundo adquiría una connotación específica: el “triunfo” del capitalismo
sobre el socialismo, el desdibujamiento del conflicto entre potencias
y países subordinados y la negación de los conflictos entre las potencias. De
la “globalización” de los mercados se dedujo una supuesta “interdependencia”
de las economías, donde las fuerzas del mercado tenderían a disolver las instituciones
y las economías nacionales. De allí la conformación de una “aldea
global”, el “mundo-uno”. En las versiones más extremas llegó a afirmarse el
“fin de la geografía”, es decir la eliminación de las referencias territoriales32 e
incluso el “fin de la historia”33 en el sentido de la confrontación no sólo ideológica
sino también cultural y nacional.
En consecuencia, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado
desde esta concepción como un ataque al orden global, a “toda la
Comunidad Internacional”, cuestionando su “legitimidad”34 y poniendo en
riesgo la “paz mundial”. En estos términos, el cambio cualitativo en el carácter
que tendrían los conflictos en la posguerra fría debería provocar entonces una
condena generalizada, donde quedara clara la ilegitimidad absoluta de este
tipo de accionar.
Las autoridades e intelectuales vinculados al proyecto del presidente
Menem adoptaron este diagnóstico y consideraron como posible el establecimiento
de una nueva “pax americana”, donde la cooperación entre las naciones
predominaría por sobre la confrontación. El propio presidente Menem se
pronunció reiteradas veces en esta línea.
32 R. O’Brien, “Global Finantial Integration: The End of de Geography”, Londres,
Routledge/RIIA, 1992.
33 Francis Fukuyama, “The End of the History and the Last Man”, Londres, 1992.
34 “Esta invasión no constituye un problema más de los que ha sido testigo la Comunidad
Internacional en las últimas décadas. A diferencia de conflictos previos en que el factor Este-
Oeste llevaba generalmente a que el conflicto enfrentase, en última instancia, a los dos bloques,
la invasión a Kuwait, que es la primera crisis posterior a la Guerra Fría, constituye una
agresión a toda la Comunidad Internacional, en la medida en que la actitud iraquí cuestiona la
legitimidad del incipiente orden internacional [...]. En resumen, puedo decir que la injustificada
agresión por parte de Irak, en un momento en que la Comunidad Internacional se encuentra en
un proceso caracterizado por relaciones de cooperación, llevó a una casi automática reacción
por parte de todos los actores internacionales. La solidaridad demostrada por estos países es
una prueba irrefutable de que ya no existe margen para actitudes como las emprendidas por el
régimen de Saddam Hussein”, Carlos Menem, Estados Unidos, Argentina y Carlos Menem,
Buenos Aires, Ediciones CEYME, 1990, p. 167.
35 “La superación del bipolarismo es una realidad que privilegia la noción de cooperación
sobre la de la confrontación”, Menem, op. cit., p. 161.
Los efectos de adscribir a esta visión fueron las políticas de alineamiento
que hemos nombrado, y entre ellas, por ejemplo, la concepción acerca del
Tercer Mundo, que se plasmó en la retirada del movimiento de No Alineados
en 1991.
Vale la pena citar, en este sentido, el texto con que el gobierno dio a conocer
la decisión de enviar tropas, por lo esclarecedor:
Aquí no está en juego un interés ideológico, partidista, sectorial, o de bloques
de poder. Ni siquiera está en discusión la tradición más excelsa de nuestra
política exterior. Aquí existe un enfrentamiento profundo entre la comunidad
de Estados en su conjunto (reitero: en su conjunto) y un gobierno que ha violado
la ley internacional y actúa en abierto desafío a la Carta de las Naciones
Unidas. [...] … Quienes piensan que la lejanía del Golfo, o la falta de una presencia
argentina en la región, pueden asegurarnos no sufrir las consecuencias
de estos acontecimientos, se equivocan. No entienden que nuestro país ya es
un socio activo en la gestación del nuevo mundo de paz, progreso y distensión
que busca consolidarse. No entienden que la actitud del régimen de Bagdad
amenaza seriamente este nuevo escenario. Frente a una situación semejante, la
indiferencia implica retroceso. Implica atraso. Implica aislamiento. [...] Queremos
que se restablezca el derecho y la justicia en el Golfo.
Aquí se hace presente además la justificación utilizada por los Estados
Unidos para su intervención, apelando a la “legalidad internacional”. Como
bien han analizado Claudio Spiguel y Rubén Laufer, en este supuesto “orden
global” lo que vale para algunos no vale para todos. Más específicamente, las
intervenciones multilaterales fueron producto de la decisión de Estados Nacionales,
y han sido ejercidas también sobre unidades nacionales, mientras se
proclamaba su debilitamiento. Muchas veces, la defensa de los valores “huma-
36 Alfredo Bologna cita una conferencia de prensa realizada en Nueva York, donde Carlos
Menem dijo: “‘El Tercer Mundo’. No sé dónde se encuentra el ‘Tercer Mundo’”. Y luego cita
también un párrafo donde el ex presidente expresa: “No nos dejemos engañar con falsas opciones.
Que uno es de izquierda, otro de derecha y otro de centro. No hablemos más de Tercer
Mundo. Hay un solo mundo y en ese mundo está la Argentina, tratando de crecer y de ser cada
día más poderosa”, en Alfredo Bruno Bologna, “Dos modelos de inserción de Argentina en el
mundo: Las presidencias de Alfonsín y Menem”, Cuadernos Política Exterior Argentina, Serie
Informes sobre proyectos de investigación, nº 2, CERIR, Rosario, diciembre de 1991. El autor
utiliza como fuentes: Judith Evans, “El Banco Mundial va al Este”, en Foro de Desarrollo,
Ginebra, noviembre de 1990, p. 4, y “En dos años hemos puesto al país de pie”, Espacio de
Publicidad en Ámbito Financiero, Buenos Aires, 10 de julio de 1991, p. 11.
37Menem, op. cit., pp. 173-174.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 141
nos” y la “democracia” es el velo utilizado para justificar intereses económicos
o estratégicos de alguna de las potencias38.
El apoyo con naves argentinas constituyó un hito donde el nuevo gobierno
puso en práctica tal diagnóstico sobre los cambios en el sistema internacional,
descartando la posibilidad de ser neutrales y realizando un gesto de total apoyo
a Washington. El primero y más contundente. A ese respecto el canciller
Domingo Cavallo sostuvo años después: “La República Argentina no podía ni
debía asumir una posición de neutralidad ante esa invasión. Tal actitud ya no
tiene más espacio en el marco de las relaciones internacionales actuales”.
En la sesión citada del 26 y 27 de septiembre de 1990, el senador oficialista
Juan Carlos Romero argumentaba –haciéndose eco de este diagnóstico– a
favor del envío de tropas que
[…] por primera vez la Argentina, ante esta oportunidad de sumarse a la creación
de un instrumento apto, rápido y eficiente para el mantenimiento de la paz
y seguridad internacionales, asume un papel activo y voluntario en un mundo
que ya no admite, como tesitura externa, el aislamiento y la indiferencia. No
entender esto, señor presidente, es no entender el mundo en que vivimos.
A estas declaraciones, podemos agregar las posiciones del senador Eduardo
Menem, que sostenía:
Se ha abierto la democracia. Se ha reunificado Alemania después de ese hecho
simbólico y trascendente que fue la caída del Muro de Berlín. La comunidad
europea es, prácticamente, la nueva realidad del mundo. La Unión Soviética
38 “Las intervenciones sólo se llevan a cabo si se efectivizan contra una nación débil del
llamado “mundo periférico”. Es obvio que el recurso a la intervención queda excluido tratándose
de potencias centrales: ello, de hecho, supondría no una intervención del “orden global”
en una unidad nacional, sino una fractura de la “sociedad internacional” y una guerra abierta
entre bloques enfrentados. La estructura jerárquica del poder mundial es el fundamento de la
“doble medida” con que los organismos multilaterales juzgan la conducta internacional de los
países poderosos y la de los débiles, y la aplicabilidad o no de sanciones cuando consideran
traspuestos los límites de la “ley internacional”, Claudio Spi guel y Rubén Laufer, “Intervencionismo
en el mundo ‘globalizado’: ¿Ruptura o continuidad del ‘viejo orden?’, en III Jornadas
de Historia de las Relaciones Internacionales, Globalización e Historia, Tandil, Junio de 1996,
Ed. H. Cámara de Diputados de la Nación, Bs. As. 1998, p. 117.
39Domingo Cavall o, “La inserción de la Argentina en el primer mundo”, en Sil via Ruth
Jalabe (comp.), La política exterior y sus protagonistas 1880 – 1995, CARI, Ed. Nuevo Hacer,
Grupo Editor Latinoamericano, 1995, p. 375.
40 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4034.
y los Estados Unidos están coincidiendo en decisiones fundamentales para la
humanidad. Pareciera que la discriminación racial en Sudáfrica también va a
ser superada. Namibia es república. Es decir, se nos abre un nuevo mundo. Se
está creando un nuevo orden internacional que se ha puesto de manifiesto en
esta circunstancia.
En cuanto a la Unión Cívica Radical, el diagnóstico de los cambios internacionales
que prevalecía en los especialistas en política exterior difirió de la
visión unipolar y exenta de conflictos.
Conrado Hugo Storani (h), Diputado Nacional por la UCR –uno de los
que discutieron en forma más solvente el envío de tropas– publicó junto a
Ángel Pablo Tello dos trabajos denominados “Hipótesis de conflicto”, Primera
y Segunda Parte, en agosto de 1990 –anterior al inicio del conflicto en el
Golfo Pérsico– y septiembre de 1991 respectivamente. En el primero de ellos,
aparece claramente una crítica a las ideologías que pregonaban el “fin de los
conflictos” y el “fin de historia”, planteando que el fin de la bipolaridad traería
un orden multipolar caracterizado por el incremento de la competencia entre
los países “del Norte”, donde lo que estaría en discusión era quiénes se constituirían
en centros de poder. Llega a la conclusión de que comenzarían nuevos
conflictos, nacionales o regionales, entre los que distingue como principal el
conflicto “Norte-Sur”, de carácter económico, originado en la diferencia entre
altos niveles de crecimiento y una inmensa mayoría de países pobres.
La segunda parte de esta publicación, de septiembre de 1991, se refiere en
especial a la Guerra del Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca
el carácter particular de los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo,
puntualizando que los fines del Estado norteamericano eran la destrucción del
sistema militar e industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada permanente
en la zona, con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar
el petróleo y advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa
del poder o del cuestionamiento del orden establecido.
Finalmente, caracteriza al período como “desorden estratégico”, donde la
Argentina debía ubicarse defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo
políticas que nos proveyeran de un sistema defensivo apto.
En la misma línea Federico Storani, también Diputado Nacional por la
UCR, afirmaba para 1992 que el orden unipolar constituye una aspiración
41 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4016.
42 Conrado Hugo Storani (h) y Ángel Pabl o Tell o, Hipótesis de conflicto (segunda
parte), Ediciones de la H. Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, septiembre de
1991, p. 26.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
de los Estados Unidos, pero que el sistema internacional se dirige hacia la
multipolaridad, ante el ascenso de potencias como la Europa comunitaria y
la ex URSS.
Al mismo tiempo, condenaba la intervención norteamericana en el Golfo,
puntualizando también el interés estratégico y económico de los Estados
Unidos en la región, en el marco de los conflictos –en oposición al diagnóstico
“pacífico” del oficialismo– “Norte-Sur”, y caracterizando el accionar
norteamericano como “advertencia para el Tercer Mundo”. Este diagnóstico
también descartaba la “disolución” o pérdida de vigencia de la soberanía del
Estado-nación.
Otro de los senadores radicales opositores a la medida fue Luis León,
quien afirmó:
nos encontramos también las falencias de un orden internacional elitista y
oligárquico, un orden internacional que dicta leyes, pero que solamente puede
impulsar su aplicación cuando las potencias que tienen poder económico
y militar son las damnificadas por la violación de esas leyes. Se trata de un
mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que no obligan a nadie
si no hay un ejército detrás de alguna potencia que voluntariamente decida
hacer respetar esa ley.
Sin embargo, también en el radicalismo hubo otras posiciones que daban
cuenta de la existencia de corrientes internas en el mismo partido más cercanas
al oficialismo en estos aspectos.
Junto con las transformaciones operadas en la política económica doméstica
a partir del Plan Austral, las posiciones de los funcionarios del gobierno
respecto de la inserción internacional argentina también fueron modificándose
de manera sustancial.
El ministro Juan Sourrouille, por ejemplo, había sostenido ya en 1987
que la Argentina era un país que no podía modificar las tendencias económicas
globales e ignorar las demandas de los acreedores, y por lo tanto, lo más
Federico Storani, “Situación Internacional”, Revista Actualización Política, n° 5 abrilmayo
1992, p. 89.
44 Con respecto a las “soluciones militares ante el temor que inspira una masa enorme de
indigentes”, en el mismo artículo el autor afirma que “allí está la Guerra del Golfo para recordarnos
el tratamiento que se le dispensa a aquél que cuestione intereses particulares –el petróleo
en este caso– y un orden establecido. Esto no significa estar de acuerdo con un acto criminal
como el cometido por Saddam Hussein, lo que sí cremos es que, en muchos aspectos, esta guerra
fue pensada y planteada como una seria advertencia al Tercer Mundo”, Ibídem, p. 90.
45 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4040.
conveniente era ajustar la política económica respondiendo a algunas de esas
exigencias. Este enfoque consideraba que la mejor forma de superar el estancamiento
era a través de una inserción más profunda dentro del orden económico
internacional y de una creciente capitalización doméstica, postulando
un “ajuste positivo” basado en la promoción de exportaciones y crecimiento
de la inversión y no a través de la expansión de la producción para el mercado
interno y el aumento del consumo doméstico.
Eduardo Angeloz sentó su posición respecto de la relación entre el país y
el llamado Tercer Mundo en su libro El tiempo de los argentinos, publicado
también en 1987. Sus argumentos serían los mismos que se utilizaron en los
noventa para justificar la política exterior de Menem, y el retiro de la Argentina
del Movimiento de Países No Alineados. Angeloz consideraba que defender
la “vocación tercermundista”
Es como proclamar la victoria de nuestra decadencia. Como defender, en nombre
de la solidaridad, nuestra instalación entre los países que se van rezagando,
cuando lo verdaderamente revolucionario hubiese sido mantener el ritmo de
crecimiento –o por lo menos, de no haberlo dejado caer abismalmente–, utilizar
nuestra riqueza para ayudar a los postergados y desheredados de la tierra.
Evidentemente, mal que nos pese, hoy somos tercermundistas, porque hicimos
todo, o dejamos de hacer todo, para merecerlo. Pero no ha sido ni deberá ser
ése nuestro destino. Nuestro tercermundismo no es otra cosa, pues, que una
profesión de fe en la decadencia.
Sin duda esta posición no era la misma en las distintas líneas políticas
del partido y, por lo tanto, evidenciaba las diferencias con el propio canciller
Caputo y con el presidente Alfonsín, defensores de la participación del país
en ese ámbito internacional.
Veamos la posición de uno de los asesores radicales más reconocidos en
el área de las relaciones internacionales: Carlos Pérez Llana. Afirmaba, en
una nota del diario La Nación en septiembre de 1990, que el mundo actual
era “más complejo y menos jerarquizado”, adscribiendo de algún modo a las
teorías que decretaban la transformación de carácter de la relación entre los
países de la posguerra hacia una primacía de los aspectos económicos48.
46 Aldo Vacs, “Vuelta a los orígenes: democracia liberal, liberalismo económico y la
redefinición de la política exterior argentina”, en Carlos Acuña (comp.), La nueva matriz
política argentina, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1995, p. 300.
47 Eduardo Angeloz, El tiempo de los argentinos, Buenos Aires, Emecé Editores, 1987,
p. 103.
48 “…decididamente existe un nuevo orden, donde la cronología de la guerra fría ha sido
sustituida por una nueva agenda internacional (…) ahora nos encontramos en un mundo más
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 145
Al analizar la situación en el Golfo, consideraba que frente a la constitución
de un sistema de seguridad colectiva posterior al desmembramiento de
la URSS, el accionar de Saddam Hussein había amenazado dicho orden y por
lo tanto la respuesta debía ser también colectiva. En consecuencia, defendió
abiertamente la decisión del envío de tropas y la política exterior del canciller
Domingo Cavallo, cuestionando únicamente la falta de consulta al Poder
Legislativo49. Así, también hacía suyo el discurso de la “doble medida” al que
hacíamos referencia más arriba, a diferencia de otros funcionarios del mismo
partido.
b) En cuanto a la “adecuada” inserción de la Argentina en ese contexto
La plataforma electoral que describió el programa con el que el Justicialismo
concurrió a elecciones en 1989 planteaba una continuidad con la doctrina
peronista de la Tercera Posición, la importancia de la integración latinoamericana
y la persistencia en el movimiento No Alineados.
Como dijimos, la política llevada a cabo por Carlos Saúl Menem y sus
cancilleres Domingo Cavallo y Di Tella se distanciaría rápida y abruptamente
de estos postulados. Ya en su primera reunión con Bush, el presidente Menem
prometió respetar los compromisos de la deuda y mencionó su apoyo al “restablecimiento
de la democracia” en Panamá.
Una elaborada concepción comenzó a regir las orientaciones en materia
de política exterior del gobierno de Menem. Al interior del oficialismo, la
discusión acerca de la inserción se enmarcó en los postulados del “realismo
periférico” elaborados por Carlos Escudé. Sus principios básicos parten de
complejo, menos jerarquizado y donde se destacan los temas económicos y otros de creciente
entidad, como los del medio ambiente y el narcotráfico”. Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible
que todos ambicionamos”, La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.
49 La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.
50 Clarín, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1989. La intervención en Panamá fue un
operativo militar realizado por el ejército de los Estados Unidos de América el 20 de diciembre
de 1989 con el propósito de capturar al General Manuel Antonio Noriega, Comandante en
Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá, quien era requerido por la justicia
estadounidense acusado del delito de narcotráfico. El operativo fue denominado Operation
Just Cause (Operación Causa Justa) por el comando militar estadounidense. Incluso miembros
del Servicio de Inteligencia norteamericano aceptaron que el objetivo real de la invasión era
mantener fuerzas estadounidenses en un puesto de observación y control sobre el canal debido
a que el gobierno de Noriega suponía un peligro para todas las operaciones del canal, y que
sobredimensionaron la figura manipuladora de Noriega con fines propagandísticos.
51 En realidad el concepto fue acuñado por Roberto Russell con otro contenido. La elaboración
preteórica de Escudé quedó resumida en su libro Realismo periférico.
Utilizaremos entonces distintos niveles de análisis para evaluar los grados
de acuerdo y desacuerdo, teniendo en cuenta las posiciones respecto de:
a) El diagnóstico sobre las transformaciones en el sistema internacional,
especialmente con referencia a la globalización, el “nuevo orden internacional”,
el Estado-nación y las intervenciones en general.
b) El lugar a ocupar por la Argentina en dicho sistema.
c) Las tradiciones políticas y formas de inserción de la Argentina a lo largo
de la historia contemporánea.
d) Finalmente, partiendo de la estrecha vinculación entre política externa y
política doméstica, las posiciones respecto de la nueva política económica
neoliberal.
a) En cuanto al diagnóstico de los cambios en el sistema internacional
La caída del muro de Berlín suscitó en el mundo una serie de formulaciones
ideológicas respecto del nuevo escenario internacional. Como decíamos,
especialmente en los Estados Unidos se pregonó la existencia de un “Nuevo
Orden Mundial”. Fue el presidente George W. Bush quien días después de la
intervención norteamericana en el Golfo enunciaba esa concepción. Frente a
las cámaras del Parlamento, el presidente norteamericano sostuvo:
Nos encontramos hoy ante un momento único y extraordinario. La crisis del
Golfo Pérsico, por grave que sea, ofrece una rara ocasión de avanzar hacia un
periodo histórico de cooperación. De estos tiempos confusos puede emerger
nuestro (…) objetivo: un nuevo orden mundial, una nueva época, más libre de
amenazas y de terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más segura en
la búsqueda de la paz, una era en la que las naciones del mundo –Este y Oeste,
Norte y Sur– puedan prosperar y vivir en armonía.
… Una centena de generaciones ha buscado ese desconocido camino hacia la
paz, mientras que miles de guerras se desencadenaban contra los esfuerzos de
la humanidad. Hoy, ese mundo nuevo lucha por nacer, un mundo distinto del
que hemos conocido. Un mundo donde el Estado de derecho tome el lugar de la
ley de la selva. Un mundo en que las naciones reconozcan su responsabilidad
compartida hacia la libertad y la justicia.
… Un mundo donde el fuerte respete los derechos del débil. Es una visión
que he compartido con el presidente Gorbachov [...]. Él y otros líderes en Europa,
en el Golfo y en todas partes del mundo comprenden que la manera en
que tratemos la actual crisis puede dar forma al futuro para las generaciones
venideras.
31 Citado y traducido por Thierry Meyssan, “Nuevo orden mundial. La doctrina estratégica
de los Bush”, en http://chilesur. indymedia.org/es/2005/05/2038. shtml
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
Esta visión concibió al período como una plena hegemonía norteamericana,
producto a su vez de la hegemonía de la democracia liberal y la economía
de mercado. El mundo adquiría una connotación específica: el “triunfo” del capitalismo
sobre el socialismo, el desdibujamiento del conflicto entre potencias
y países subordinados y la negación de los conflictos entre las potencias. De
la “globalización” de los mercados se dedujo una supuesta “interdependencia”
de las economías, donde las fuerzas del mercado tenderían a disolver las instituciones
y las economías nacionales. De allí la conformación de una “aldea
global”, el “mundo-uno”. En las versiones más extremas llegó a afirmarse el
“fin de la geografía”, es decir la eliminación de las referencias territoriales32 e
incluso el “fin de la historia”33 en el sentido de la confrontación no sólo ideológica
sino también cultural y nacional.
En consecuencia, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado
desde esta concepción como un ataque al orden global, a “toda la
Comunidad Internacional”, cuestionando su “legitimidad”34 y poniendo en
riesgo la “paz mundial”. En estos términos, el cambio cualitativo en el carácter
que tendrían los conflictos en la posguerra fría debería provocar entonces una
condena generalizada, donde quedara clara la ilegitimidad absoluta de este
tipo de accionar.
Las autoridades e intelectuales vinculados al proyecto del presidente
Menem adoptaron este diagnóstico y consideraron como posible el establecimiento
de una nueva “pax americana”, donde la cooperación entre las naciones
predominaría por sobre la confrontación. El propio presidente Menem se
pronunció reiteradas veces en esta línea.
32 R. O’Brien, “Global Finantial Integration: The End of de Geography”, Londres,
Routledge/RIIA, 1992.
33 Francis Fukuyama, “The End of the History and the Last Man”, Londres, 1992.
34 “Esta invasión no constituye un problema más de los que ha sido testigo la Comunidad
Internacional en las últimas décadas. A diferencia de conflictos previos en que el factor Este-
Oeste llevaba generalmente a que el conflicto enfrentase, en última instancia, a los dos bloques,
la invasión a Kuwait, que es la primera crisis posterior a la Guerra Fría, constituye una
agresión a toda la Comunidad Internacional, en la medida en que la actitud iraquí cuestiona la
legitimidad del incipiente orden internacional [...]. En resumen, puedo decir que la injustificada
agresión por parte de Irak, en un momento en que la Comunidad Internacional se encuentra en
un proceso caracterizado por relaciones de cooperación, llevó a una casi automática reacción
por parte de todos los actores internacionales. La solidaridad demostrada por estos países es
una prueba irrefutable de que ya no existe margen para actitudes como las emprendidas por el
régimen de Saddam Hussein”, Carlos Menem, Estados Unidos, Argentina y Carlos Menem,
Buenos Aires, Ediciones CEYME, 1990, p. 167.
35 “La superación del bipolarismo es una realidad que privilegia la noción de cooperación
sobre la de la confrontación”, Menem, op. cit., p. 161.
Los efectos de adscribir a esta visión fueron las políticas de alineamiento
que hemos nombrado, y entre ellas, por ejemplo, la concepción acerca del
Tercer Mundo, que se plasmó en la retirada del movimiento de No Alineados
en 1991.
Vale la pena citar, en este sentido, el texto con que el gobierno dio a conocer
la decisión de enviar tropas, por lo esclarecedor:
Aquí no está en juego un interés ideológico, partidista, sectorial, o de bloques
de poder. Ni siquiera está en discusión la tradición más excelsa de nuestra
política exterior. Aquí existe un enfrentamiento profundo entre la comunidad
de Estados en su conjunto (reitero: en su conjunto) y un gobierno que ha violado
la ley internacional y actúa en abierto desafío a la Carta de las Naciones
Unidas. [...] … Quienes piensan que la lejanía del Golfo, o la falta de una presencia
argentina en la región, pueden asegurarnos no sufrir las consecuencias
de estos acontecimientos, se equivocan. No entienden que nuestro país ya es
un socio activo en la gestación del nuevo mundo de paz, progreso y distensión
que busca consolidarse. No entienden que la actitud del régimen de Bagdad
amenaza seriamente este nuevo escenario. Frente a una situación semejante, la
indiferencia implica retroceso. Implica atraso. Implica aislamiento. [...] Queremos
que se restablezca el derecho y la justicia en el Golfo.
Aquí se hace presente además la justificación utilizada por los Estados
Unidos para su intervención, apelando a la “legalidad internacional”. Como
bien han analizado Claudio Spiguel y Rubén Laufer, en este supuesto “orden
global” lo que vale para algunos no vale para todos. Más específicamente, las
intervenciones multilaterales fueron producto de la decisión de Estados Nacionales,
y han sido ejercidas también sobre unidades nacionales, mientras se
proclamaba su debilitamiento. Muchas veces, la defensa de los valores “huma-
36 Alfredo Bologna cita una conferencia de prensa realizada en Nueva York, donde Carlos
Menem dijo: “‘El Tercer Mundo’. No sé dónde se encuentra el ‘Tercer Mundo’”. Y luego cita
también un párrafo donde el ex presidente expresa: “No nos dejemos engañar con falsas opciones.
Que uno es de izquierda, otro de derecha y otro de centro. No hablemos más de Tercer
Mundo. Hay un solo mundo y en ese mundo está la Argentina, tratando de crecer y de ser cada
día más poderosa”, en Alfredo Bruno Bologna, “Dos modelos de inserción de Argentina en el
mundo: Las presidencias de Alfonsín y Menem”, Cuadernos Política Exterior Argentina, Serie
Informes sobre proyectos de investigación, nº 2, CERIR, Rosario, diciembre de 1991. El autor
utiliza como fuentes: Judith Evans, “El Banco Mundial va al Este”, en Foro de Desarrollo,
Ginebra, noviembre de 1990, p. 4, y “En dos años hemos puesto al país de pie”, Espacio de
Publicidad en Ámbito Financiero, Buenos Aires, 10 de julio de 1991, p. 11.
37Menem, op. cit., pp. 173-174.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 141
nos” y la “democracia” es el velo utilizado para justificar intereses económicos
o estratégicos de alguna de las potencias38.
El apoyo con naves argentinas constituyó un hito donde el nuevo gobierno
puso en práctica tal diagnóstico sobre los cambios en el sistema internacional,
descartando la posibilidad de ser neutrales y realizando un gesto de total apoyo
a Washington. El primero y más contundente. A ese respecto el canciller
Domingo Cavallo sostuvo años después: “La República Argentina no podía ni
debía asumir una posición de neutralidad ante esa invasión. Tal actitud ya no
tiene más espacio en el marco de las relaciones internacionales actuales”.
En la sesión citada del 26 y 27 de septiembre de 1990, el senador oficialista
Juan Carlos Romero argumentaba –haciéndose eco de este diagnóstico– a
favor del envío de tropas que
[…] por primera vez la Argentina, ante esta oportunidad de sumarse a la creación
de un instrumento apto, rápido y eficiente para el mantenimiento de la paz
y seguridad internacionales, asume un papel activo y voluntario en un mundo
que ya no admite, como tesitura externa, el aislamiento y la indiferencia. No
entender esto, señor presidente, es no entender el mundo en que vivimos.
A estas declaraciones, podemos agregar las posiciones del senador Eduardo
Menem, que sostenía:
Se ha abierto la democracia. Se ha reunificado Alemania después de ese hecho
simbólico y trascendente que fue la caída del Muro de Berlín. La comunidad
europea es, prácticamente, la nueva realidad del mundo. La Unión Soviética
38 “Las intervenciones sólo se llevan a cabo si se efectivizan contra una nación débil del
llamado “mundo periférico”. Es obvio que el recurso a la intervención queda excluido tratándose
de potencias centrales: ello, de hecho, supondría no una intervención del “orden global”
en una unidad nacional, sino una fractura de la “sociedad internacional” y una guerra abierta
entre bloques enfrentados. La estructura jerárquica del poder mundial es el fundamento de la
“doble medida” con que los organismos multilaterales juzgan la conducta internacional de los
países poderosos y la de los débiles, y la aplicabilidad o no de sanciones cuando consideran
traspuestos los límites de la “ley internacional”, Claudio Spi guel y Rubén Laufer, “Intervencionismo
en el mundo ‘globalizado’: ¿Ruptura o continuidad del ‘viejo orden?’, en III Jornadas
de Historia de las Relaciones Internacionales, Globalización e Historia, Tandil, Junio de 1996,
Ed. H. Cámara de Diputados de la Nación, Bs. As. 1998, p. 117.
39Domingo Cavall o, “La inserción de la Argentina en el primer mundo”, en Sil via Ruth
Jalabe (comp.), La política exterior y sus protagonistas 1880 – 1995, CARI, Ed. Nuevo Hacer,
Grupo Editor Latinoamericano, 1995, p. 375.
40 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4034.
y los Estados Unidos están coincidiendo en decisiones fundamentales para la
humanidad. Pareciera que la discriminación racial en Sudáfrica también va a
ser superada. Namibia es república. Es decir, se nos abre un nuevo mundo. Se
está creando un nuevo orden internacional que se ha puesto de manifiesto en
esta circunstancia.
En cuanto a la Unión Cívica Radical, el diagnóstico de los cambios internacionales
que prevalecía en los especialistas en política exterior difirió de la
visión unipolar y exenta de conflictos.
Conrado Hugo Storani (h), Diputado Nacional por la UCR –uno de los
que discutieron en forma más solvente el envío de tropas– publicó junto a
Ángel Pablo Tello dos trabajos denominados “Hipótesis de conflicto”, Primera
y Segunda Parte, en agosto de 1990 –anterior al inicio del conflicto en el
Golfo Pérsico– y septiembre de 1991 respectivamente. En el primero de ellos,
aparece claramente una crítica a las ideologías que pregonaban el “fin de los
conflictos” y el “fin de historia”, planteando que el fin de la bipolaridad traería
un orden multipolar caracterizado por el incremento de la competencia entre
los países “del Norte”, donde lo que estaría en discusión era quiénes se constituirían
en centros de poder. Llega a la conclusión de que comenzarían nuevos
conflictos, nacionales o regionales, entre los que distingue como principal el
conflicto “Norte-Sur”, de carácter económico, originado en la diferencia entre
altos niveles de crecimiento y una inmensa mayoría de países pobres.
La segunda parte de esta publicación, de septiembre de 1991, se refiere en
especial a la Guerra del Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca
el carácter particular de los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo,
puntualizando que los fines del Estado norteamericano eran la destrucción del
sistema militar e industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada permanente
en la zona, con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar
el petróleo y advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa
del poder o del cuestionamiento del orden establecido.
Finalmente, caracteriza al período como “desorden estratégico”, donde la
Argentina debía ubicarse defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo
políticas que nos proveyeran de un sistema defensivo apto.
En la misma línea Federico Storani, también Diputado Nacional por la
UCR, afirmaba para 1992 que el orden unipolar constituye una aspiración
41 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4016.
42 Conrado Hugo Storani (h) y Ángel Pabl o Tell o, Hipótesis de conflicto (segunda
parte), Ediciones de la H. Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, septiembre de
1991, p. 26.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
de los Estados Unidos, pero que el sistema internacional se dirige hacia la
multipolaridad, ante el ascenso de potencias como la Europa comunitaria y
la ex URSS.
Al mismo tiempo, condenaba la intervención norteamericana en el Golfo,
puntualizando también el interés estratégico y económico de los Estados
Unidos en la región, en el marco de los conflictos –en oposición al diagnóstico
“pacífico” del oficialismo– “Norte-Sur”, y caracterizando el accionar
norteamericano como “advertencia para el Tercer Mundo”. Este diagnóstico
también descartaba la “disolución” o pérdida de vigencia de la soberanía del
Estado-nación.
Otro de los senadores radicales opositores a la medida fue Luis León,
quien afirmó:
nos encontramos también las falencias de un orden internacional elitista y
oligárquico, un orden internacional que dicta leyes, pero que solamente puede
impulsar su aplicación cuando las potencias que tienen poder económico
y militar son las damnificadas por la violación de esas leyes. Se trata de un
mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que no obligan a nadie
si no hay un ejército detrás de alguna potencia que voluntariamente decida
hacer respetar esa ley.
Sin embargo, también en el radicalismo hubo otras posiciones que daban
cuenta de la existencia de corrientes internas en el mismo partido más cercanas
al oficialismo en estos aspectos.
Junto con las transformaciones operadas en la política económica doméstica
a partir del Plan Austral, las posiciones de los funcionarios del gobierno
respecto de la inserción internacional argentina también fueron modificándose
de manera sustancial.
El ministro Juan Sourrouille, por ejemplo, había sostenido ya en 1987
que la Argentina era un país que no podía modificar las tendencias económicas
globales e ignorar las demandas de los acreedores, y por lo tanto, lo más
Federico Storani, “Situación Internacional”, Revista Actualización Política, n° 5 abrilmayo
1992, p. 89.
44 Con respecto a las “soluciones militares ante el temor que inspira una masa enorme de
indigentes”, en el mismo artículo el autor afirma que “allí está la Guerra del Golfo para recordarnos
el tratamiento que se le dispensa a aquél que cuestione intereses particulares –el petróleo
en este caso– y un orden establecido. Esto no significa estar de acuerdo con un acto criminal
como el cometido por Saddam Hussein, lo que sí cremos es que, en muchos aspectos, esta guerra
fue pensada y planteada como una seria advertencia al Tercer Mundo”, Ibídem, p. 90.
45 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre
de 1990, p. 4040.
conveniente era ajustar la política económica respondiendo a algunas de esas
exigencias. Este enfoque consideraba que la mejor forma de superar el estancamiento
era a través de una inserción más profunda dentro del orden económico
internacional y de una creciente capitalización doméstica, postulando
un “ajuste positivo” basado en la promoción de exportaciones y crecimiento
de la inversión y no a través de la expansión de la producción para el mercado
interno y el aumento del consumo doméstico.
Eduardo Angeloz sentó su posición respecto de la relación entre el país y
el llamado Tercer Mundo en su libro El tiempo de los argentinos, publicado
también en 1987. Sus argumentos serían los mismos que se utilizaron en los
noventa para justificar la política exterior de Menem, y el retiro de la Argentina
del Movimiento de Países No Alineados. Angeloz consideraba que defender
la “vocación tercermundista”
Es como proclamar la victoria de nuestra decadencia. Como defender, en nombre
de la solidaridad, nuestra instalación entre los países que se van rezagando,
cuando lo verdaderamente revolucionario hubiese sido mantener el ritmo de
crecimiento –o por lo menos, de no haberlo dejado caer abismalmente–, utilizar
nuestra riqueza para ayudar a los postergados y desheredados de la tierra.
Evidentemente, mal que nos pese, hoy somos tercermundistas, porque hicimos
todo, o dejamos de hacer todo, para merecerlo. Pero no ha sido ni deberá ser
ése nuestro destino. Nuestro tercermundismo no es otra cosa, pues, que una
profesión de fe en la decadencia.
Sin duda esta posición no era la misma en las distintas líneas políticas
del partido y, por lo tanto, evidenciaba las diferencias con el propio canciller
Caputo y con el presidente Alfonsín, defensores de la participación del país
en ese ámbito internacional.
Veamos la posición de uno de los asesores radicales más reconocidos en
el área de las relaciones internacionales: Carlos Pérez Llana. Afirmaba, en
una nota del diario La Nación en septiembre de 1990, que el mundo actual
era “más complejo y menos jerarquizado”, adscribiendo de algún modo a las
teorías que decretaban la transformación de carácter de la relación entre los
países de la posguerra hacia una primacía de los aspectos económicos48.
46 Aldo Vacs, “Vuelta a los orígenes: democracia liberal, liberalismo económico y la
redefinición de la política exterior argentina”, en Carlos Acuña (comp.), La nueva matriz
política argentina, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1995, p. 300.
47 Eduardo Angeloz, El tiempo de los argentinos, Buenos Aires, Emecé Editores, 1987,
p. 103.
48 “…decididamente existe un nuevo orden, donde la cronología de la guerra fría ha sido
sustituida por una nueva agenda internacional (…) ahora nos encontramos en un mundo más
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 145
Al analizar la situación en el Golfo, consideraba que frente a la constitución
de un sistema de seguridad colectiva posterior al desmembramiento de
la URSS, el accionar de Saddam Hussein había amenazado dicho orden y por
lo tanto la respuesta debía ser también colectiva. En consecuencia, defendió
abiertamente la decisión del envío de tropas y la política exterior del canciller
Domingo Cavallo, cuestionando únicamente la falta de consulta al Poder
Legislativo49. Así, también hacía suyo el discurso de la “doble medida” al que
hacíamos referencia más arriba, a diferencia de otros funcionarios del mismo
partido.
b) En cuanto a la “adecuada” inserción de la Argentina en ese contexto
La plataforma electoral que describió el programa con el que el Justicialismo
concurrió a elecciones en 1989 planteaba una continuidad con la doctrina
peronista de la Tercera Posición, la importancia de la integración latinoamericana
y la persistencia en el movimiento No Alineados.
Como dijimos, la política llevada a cabo por Carlos Saúl Menem y sus
cancilleres Domingo Cavallo y Di Tella se distanciaría rápida y abruptamente
de estos postulados. Ya en su primera reunión con Bush, el presidente Menem
prometió respetar los compromisos de la deuda y mencionó su apoyo al “restablecimiento
de la democracia” en Panamá.
Una elaborada concepción comenzó a regir las orientaciones en materia
de política exterior del gobierno de Menem. Al interior del oficialismo, la
discusión acerca de la inserción se enmarcó en los postulados del “realismo
periférico” elaborados por Carlos Escudé. Sus principios básicos parten de
complejo, menos jerarquizado y donde se destacan los temas económicos y otros de creciente
entidad, como los del medio ambiente y el narcotráfico”. Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible
que todos ambicionamos”, La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.
49 La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.
50 Clarín, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1989. La intervención en Panamá fue un
operativo militar realizado por el ejército de los Estados Unidos de América el 20 de diciembre
de 1989 con el propósito de capturar al General Manuel Antonio Noriega, Comandante en
Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá, quien era requerido por la justicia
estadounidense acusado del delito de narcotráfico. El operativo fue denominado Operation
Just Cause (Operación Causa Justa) por el comando militar estadounidense. Incluso miembros
del Servicio de Inteligencia norteamericano aceptaron que el objetivo real de la invasión era
mantener fuerzas estadounidenses en un puesto de observación y control sobre el canal debido
a que el gobierno de Noriega suponía un peligro para todas las operaciones del canal, y que
sobredimensionaron la figura manipuladora de Noriega con fines propagandísticos.
51 En realidad el concepto fue acuñado por Roberto Russell con otro contenido. La elaboración
preteórica de Escudé quedó resumida en su libro Realismo periférico.
Fundamentos
la consideración de la Argentina como un país dependiente vulnerable y por
lo tanto “poco relevante para los intereses vitales de las grandes potencias”52,
y de acuerdo a esta consideración traza líneas de acción necesarias para la
“inclusión” en el sistema internacional:
• Eliminar las confrontaciones políticas con las grandes potencias,
reduciendo el ámbito de sus confrontaciones externas a aquellos asuntos
materiales vinculados en forma directa a su bienestar y su base de
poder.
• La política exterior debe calibrarse no sólo en términos de un riguroso
cálculo de costos y beneficios materiales, sino también en función de
los riesgos de costos eventuales.
• La autonomía debe redefinirse en términos de los costos relativos de
la confrontación. La autonomía se medirá en términos de los costos
relativos de hacer uso de esa libertad de acción frente a un problema
determinado. Debe distinguirse la inversión de autonomía del consumo
de autonomía.
Además de legitimar de este modo el alineamiento y el abandono de las
políticas autonómicas en los términos que se explicaba en el apartado anterior,
se definía una prioridad por las cuestiones económicas. Cuando reiteradas
veces el oficialismo se refiere al “interés nacional”, lo hace vinculándolo
discursivamente con las necesidades económicas, como si esas necesidades
fueran las mismas para todos los argentinos. Este es el eje sobre el que basa
su política exterior. De hecho, sus dos cancilleres fueron economistas. El ex
presidente afirmaba:
Mi concepción de política exterior es simple y clara: hay que trabajar para que
la Argentina tenga una política exterior que privilegie el interés nacional, esto
es, el bienestar de los argentinos. Esto presupone, por sobre todas las cosas,
realismo; porque sabemos que sólo el crecimiento económico y el mayor
bienestar de la población nos van a dar más presencia en el mundo. Se trata de
crear un clima de libre comercio y también para el movimiento de capitales,
para las inversiones directas favorables para el crecimiento de la economía
para la Nueva Política Exterior Argentina, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1992.
52 Carlos Escudé, Ibídem.
53 Carlos Escudé, “La política exterior de Menem, y su sustento teórico implícito”, Revista
América Latina Internacional, vol. 8, núm. 27, Buenos Aires, enero-marzo de 1991.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 147
mundial y el aprovechamiento por parte de las economías nacionales, de la
oportunidad que ofrece la economía mundial. De esta forma pretendo que la
política exterior se constituya en un apoyo fundamental para la solución de los
problemas económicos y sociales de nuestro país54.
El ex canciller Guido Di Tella declaraba, con respecto a la prioridad en la
agenda de los temas económicos: “La política exterior no es 90% de política
y 10% de economía. No diría lo contrario, pero una proporción de más de la
mitad está al servicio de la política económica”55.
Aparece en la construcción ideológica una relación directa entre la política
exterior “pragmática” y las políticas económicas de apertura y liberalización
de la economía.
El Diputado Nacional radical citado anteriormente, Conrado Storani, a
diferencia de este planteo, se refería a la necesidad de lograr márgenes de
autonomía en el caso de los países del Sur, y lo asociaba con la conformación
de ámbitos regionales, subsistemas que aspiran a través de la integración a
“mayores cuotas de poder y desarrollo”56.
Y en cuanto a las relaciones con la potencia del Norte afirma:
Políticas alineadas hacia fuera que provocan divisiones vergonzosas hacia
adentro sólo contribuyen a desencuentros y fracturas internas que entorpecen
un clima de estabilidad y armonía necesario para el crecimiento económico
y la credibilidad internacional. Es imprescindible para nuestros intereses
una relación sólida con los Estados Unidos [...] Pero esto será así en tanto y
en cuanto nuestro pueblo pueda realizarse plenamente [...] No es enviando
medicamentos a los países del Golfo Pérsico y permitiendo que enfermedades
supuestamente desaparecidas hagan estragos en nuestra población infantil
como vamos a crear un clima interno favorable a una alianza duradera con el
gran país del Norte.
En cambio, también dentro del radicalismo, la posición del candidato radical
Eduardo Angeloz era más coincidente con la del ex presidente Menem.
Tal es así que en un trabajo de análisis de opinión sobre la política exterior
de 1992, Mora y Araujo y otros afirmaban que “los dos principales referentes
políticos del momento –los dos que ostentan los más altos índices de valora-
ciones positivas por parte de la población, esto es, Carlos Menem y Eduardo
Angeloz– son ambos percibidos como sustentando la presente orientación de
la política pública, particularmente en los campos de la política económica y
las relaciones exteriores”.
Carlos Pérez Llana, a pesar de distanciarse del diagnóstico del nuevo orden
internacional realizado por el oficialismo, defendía la política exterior de
Cavallo distinguiéndola de su sucesor Guido Di Tella. Al referirse al enfoque
inaugurado en 1989 y que privilegió las cuestiones económicas, escribe que “la
gestión del canciller Cavallo vino a coincidir con la mayoría de los analistas,
quienes señalaban la necesidad de colocar a la política exterior al servicio del
crecimiento y el bienestar”.
Del mismo modo, era partidario de la “inserción internacional” en el nuevo
orden internacional, aprovechando sus “oportunidades”, que no se limitaban
a los Estados Unidos, sino que debía haber un criterio más amplio60.
Lucio García del Solar, en esta línea, criticaba el envío de tropas al Golfo
por considerarlo una “sobreactuación”, entre otras, con la falsa esperanza de
que redituaran materialmente. Lo que hace es rescatar el rumbo económico
de la política menemista y del ministro Cavallo como la puerta verdadera de
entrada a la ayuda financiera de Washington y los organismos internacionales.
La crítica que realiza a la política exterior es de forma, y no de contenido.
Recalcando la relevancia de la forma en el caso de estas políticas públicas,
advierte sobre el protagonismo del ex presidente y la necesidad de mantener
la “independencia de criterio”.
En estos dos últimos autores prima la necesidad de “reinsertarse” en el
orden internacional que veíamos en el oficialismo. No hay una crítica al carácter
de la intervención de los Estados Unidos en el Golfo, más bien lo contrario,
58 Manuel Mora y Araujo, Graciela Di Rado y Paula Montoya, “La política exterior y
la opinión pública argentina”, en Roberto Russell (comp.), La política exterior argentina en
el nuevo orden mundial, Buenos Aires, Grupo Editoral Latinoamericano, 1992, p. 223.
59 Carlos Pérez Llana, “La nueva agenda internacional y la política exterior argentina”,
Comentarios al artículo de Carlos Escudé “Cultura política y política exterior: el salto cualitativo
de la política exterior argentina inaugurada en 1989”, en Russell , La política exterior
argentina…, cit., p. 93.
60 Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible…”, op. cit.
61 El ex embajador Lucio García del Solar sostuvo: “En conclusión, puedo reiterar que las
posiciones adoptadas por el actual gobierno en política exterior son las que corresponden, salvo
algunas excepciones, al momento que vive la comunidad internacional debido a sus dramáticos
cambios. En la diplomacia, sin embargo, las formas tienen tanta importancia como el fondo.
Con formas adecuadas, una mala política puede defenderse mejor; descuidando las formas,
una buena política puede estropear la imagen y perjudicar los resultados”, en Comentarios al
trabajo de Carlos Escudé, “Cultura política y política exterior [...]”, cit., pp. 201-202.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 149
por lo tanto el eje es la no consulta al Legislativo –siempre teniendo como
referencia ese objetivo de la reinserción– ya que atenta contra la previsibilidad
de la Argentina en el sistema internacional.
Alfredo Bruno Bologna, especialista en política exterior argentina,
sostuvo que el gobierno de Menem asumió el paradigma “neoconsevador”
formulado por las potencias, un paradigma donde las distinciones entre países
predominantes y países pobres se relativizan, se intentan diluir. El orden
“global” se presentó como incuestionable, y por lo tanto sólo quedaba “acomodarse”
en él mediante la apertura de la economía, el ajuste y la inserción
en el orden económico imperante62. Sin embargo, a partir de lo analizado, es
factible reflexionar respecto de la aceptación y adopción de dicha concepción
por parte de líneas de la dirigencia política de ambos partidos a analizar.
Hemos visto que circulan tanto al interior del Partido Justicialista como
de la Unión Cívica Radical los nuevos paradigmas de los países centrales –que
constituyen en ciertos casos resignificaciones de “viejas” ideologías, como
lo es la justificación de la intervención–, que ejercen además su hegemonía
cultural.
c) Una posición con respecto a las causas históricas de la crisis argentina
en relación con las formas de inserción internacional
Los análisis acerca de las problemáticas actuales remiten necesariamente
a interpretaciones acerca del pasado. El neoliberalismo, ya presente tanto
en algunos dirigentes radicales como en el oficialismo, resaltó el valor de la
Argentina exportadora de principios de siglo y cuestionó los intentos de autonomía,
calificados como “aislamiento”. Estas corrientes locales que reflejaban
las teorías neoliberales que afloraron desde la década de 1980 “generaron
una visión sesgada y errónea de las causas del autoritarismo militar, la crisis
y la ‘declinación’ económica argentina. Éstas serían, para esos enfoques, el
resultado de un presunto ‘aislacionismo’ argentino, cuando no de un ‘desafío
nacionalista’”63.
Hay que destacar, además, que más allá de la retórica antiestatista, lo
que se dirimía era cómo reorganizar el poder del Estado, en función de a qué
intereses predominantes se iban a orientar las políticas públicas.
62 El autor agrega que el pensamiento “conservador del Sur” “niega todo sentido al proceso
de negociaciones globales. Sus reivindicaciones frente al sistema mundial se limitan a cuestiones
de tipo pragmático [...] Los conservadores del Sur comparten la constelación de ideologías,
valores y símbolos proclamados por el sistema cultural del Norte”, Bologna, op. cit.
63 Rapoport y Spi guel, op. cit., p. 72.
El experto brasileño en relaciones internacionales, Amado Luiz Cervo,
sostuvo que un gran número de especialistas se congregó en una verdadera
comunidad epistémica. Este concepto da cuenta de la existencia de un conjunto
de intelectuales, académicos y diplomáticos argentinos que, con sus aportes,
ayudaron a formular la base de sustentación ideológica de la política exterior
de Menem. Todos ellos, como veremos, tenían una visión “revisionista” de la
historia argentina. Entre ellos, Carlos Escudé, Tulio Halperin Donghi, Carlos
Díaz Alejandro y Andrés Cisneros.
El primero de ellos partió de encontrar como causa del “estancamiento”
económico la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Así,
afirmaba:
La moraleja, difícil de rebatir, es que las malas relaciones crónicas con una
gran potencia de cuya buena voluntad se depende en muchas esferas no son
funcionales para el interés nacional de un país vulnerable como el nuestro, y
pueden acarrear costos enormes [...] La Segunda Guerra Mundial debe ser un
recordatorio permanente de lo costosas que pueden ser las malas relaciones
con un país como los Estados Unidos64.
Esta visión generó en 1984 una importante polémica en el área de las relaciones
internacionales, y en particular respecto del carácter de esa neutralidad,
con otro estudioso de las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos,
Mario Rapoport65.
Tulio Halperin Donghi contribuyó a esta “revisión tradicional” por medio
de la distinción de tres etapas en la historia argentina. En palabras de Amado
Cervo, “antes do peronismo, a grandeza, de Perón a Alfonsín, a decadência,
de Menem a Menem, a redenção”66. Las tesis económicas de Carlos Díaz
Alejandro, desarrolladas en su Ensayo sobre la historia económica argentina,
contribuyeron de modo fundamental a la exaltación del modelo agroexportador
y a la justificación del proceso de desindustrialización.
Específicamente en el área de las relaciones internacionales, la adscripción
a esta comunidad epistémica se tradujo en la elaboración de un objetivo
64 Carlos Escudé, “La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, en Diario La
Nación, 16 de octubre de 1990, p. 7.
65 Ver las tesis de ambos autores: Mario Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las
clases dirigentes argentinas (1940-1945), Ed. Belgrano, 1981; Carlos Escudé, Gran Bretaña,
Estados Unidos y la declinación argentina (1942-1949), Ed. Belgrano, 1983; y la polémica
publicada en la Revista Desarrollo Económico, Vol. 23, N° 92, enero-marzo de 1984.
66 Citado por Bernal-Meza, op. cit., p. 324.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 151
para la Argentina de los noventa:
favorecer la reinserción de la Argentina en el Primer Mundo.
Adscribiendo a esta “revisión neoliberal”, Di Tella expresaba:
El problema de la Argentina, o por lo menos uno de los problemas básicos,
ha sido una política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales
culturales, económicas, políticas y eso se ha notado a lo largo de muchos
años. No es un fenómeno que duró una década sino un muy largo período, de
50 o 60 años [...]. Esto de haber pretendido hacer un modelo autárquico en el
orden económico y en el orden tecnológico, no podía sino terminar muy mal.
La declinación argentina está claramente asociada a ese proceso, no sólo en el
orden económico sino en el orden internacional.
Como decíamos, para los ideólogos liberales, la Argentina habría pasado
de una “época de oro” a su declinación y la razón habría sido el aislamiento,
la búsqueda de autonomía. El candidato radical Eduardo Angeloz revisaba de
este modo la historia argentina, haciendo suyas ideas muy similares:
Como en tantas otras oportunidades, sobre todo desde el 30 hasta aquí, hemos
marchado a contrapié: mientras se producían los milagros económicos de la
segunda posguerra, por caso, protagonizábamos, con un inconcebible instinto
de autodestrucción, el milagro de la regresión. Conquistamos la autarquía de
la decadencia, pero siempre encontraremos en otros los causantes de nuestros
propios males. Los argentinos vivimos imaginando conjuras internacionales en
nuestra contra, y siempre encontramos villanos para personificar la tragedia de
nuestros propios males. Parecemos pensar que, cada mañana, Reagan y Gorbachov
se comunican para acordar la maldad que nos inferirán ese día. Y, aunque
esto hiera nuestro orgulloso argentinocentrismo, desaparecimos del mundo69.
Este discurso se convirtió en hegemónico en la cancillería luego de la
asunción de Carlos Menem, y durante años periodistas, asesores e intelectuales
justificaron las reformas como el único camino posible. Es muy significativa
la posición de Mariano Grondona al respecto, varios años después:
En 1989, cuando se inclinó por las relaciones carnales con los Estados Unidos,
Menem apostó con la intuición del político al naciente imperio norteamericano.
67 Ver los trabajos de Felipe De la Balze; Jorge Castro; Jorge Bolívar y Andrés Cisneros,
en Cisneros, 1998.
68 Di Tell a, op. cit., pp. 379-380.
69 Angeloz, op. cit., pp. 70-71.
Pero esta apuesta no se concretó tanto a través de la diplomacia del canciller
Di Tella, cuanto por medio de una decisión más profunda: la ley de convertibilidad
del ministro Cavallo.
Ésta es la base real de las relaciones carnales: que en 1991, nuestra economía se
mudó del peso al dólar. Antes que otros países, la Argentina decidió convertir
su economía en un apéndice del imperio norteamericano. Hoy, si los depósitos
se están desplazando del peso al dólar, ya no le importa. Es en el dólar, y no en
el peso, donde ella ha fijado su morada. ¿Había otra alternativa? ¿La hubo en
1852? En el mundo global de nuestros días, ¿pueden las naciones periféricas
darse el lujo de la independencia económica? ¿Es su objetivo la exaltación de
la soberanía o el refugio de la seguridad?
A pesar de las diferencias que Dante Caputo planteó respecto del realismo
periférico, en una entrevista publicada en el diario La Nación en 1988, también
exaltaba la inserción internacional característica del modelo agroexportador:
En cuanto a la inserción de la Argentina en el contexto internacional, soy un
convencido de que el país necesita absolutamente del mundo exterior para
su desarrollo. Esa fue nuestra historia. Crecimos desde 1880 a 1930 porque
encontramos la manera adecuada de insertarnos en el mundo. Cuando después
de la crisis de 1929, no se supo encontrar un nuevo modo de inserción,
el crecimiento cesó, se desarrollaron las tendencias más perversas hacia la
especulación económica y el autoritarismo político. Creo que ahora se presenta
una nueva reacomodación del esquema internacional, que da a la Argentina
una nueva oportunidad para reinsertarse en ese esquema71.
Es notoria la coincidencia entre este último planteo y las posiciones de los
dos cancilleres del gobierno de Menem, Cavallo y Di Tella.
La revitalización de la matriz de pensamiento conservador liberal argentino
sirvió de discurso legitimador y fue fundamental para la instalación de la
necesidad de reformas estructurales en la agenda estatal.
d) Una posición con respecto a la nueva política económica neoliberal
Como se afirmaba, durante la década del 80 se fue produciendo al interior
de las clases dirigentes un corrimiento de las corrientes nacionalistas y
dependentistas. La ideología neoliberal –como plantea Raúl Bernal-Meza–,
70Mariano Grondona, “El lado argentino de la globalización”, Diario La Nación, 30 de
agosto de 1998.
71 Dante Caputo, en entrevista publicada en La Nación, Buenos Aires 13 de noviembre
de 1988, pp. 1-3.
que hacía de la crítica al modelo desarrollista de sustitución de importaciones
su eje articulador para fundamentar la aceleración de su implantación en la
Argentina, justificaría con ella el proceso de desmantelamiento de la industria
nacional, retrotrayendo al país a una situación de productor primario72.
Para la corriente vinculada con el oficialismo menemista, la conexión
entre política exterior y política económica doméstica fue directa y una de las
críticas que la gestión justicialista hizo a la de Raúl Alfonsín se basó justamente
en ese eje. Su cuestionamiento marcaba con agudeza la contradicción
y los límites de la política exterior del gobierno radical, pero utilizaba este
razonamiento para propiciar una política de un acercamiento de mayor alcance
con los Estados Unidos y con la Unión Europea.
En el proyecto económico y político del presidente Menem, el alineamiento
con los Estados Unidos y el reordenamiento económico interno se
plantearon como prioridades73. Ambos elementos constituyeron dos planos
de una unidad, partes de una estrategia global. El mismo canciller Di Tella se
expresaba al respecto:
Estimo que la política que hemos seguido es una continuación en cierto sentido
de la política que comienza en 1983 con la democracia, que hace esto posible,
pero básicamente la política que comienza en 1989 produce un cambio externo
e interno. La política exterior que estamos haciendo se traduce al interior: la
estabilidad, el equilibrio fiscal, las cuentas ordenadas, la transparencia, las privatizaciones,
adoptar normas económicas parecidas a las normas del mundo,
y no inventarnos normas económicas y un modelo alternativo que no existió
más que en nuestra imaginación. Pero la política exterior tiene autonomía y ha
sido necesaria para hacer viable las nuevas relaciones económicas que yo mencionaba
en el caso del Plan Brady. El Plan Brady se hizo en Economía. Pero se
hizo posible porque había una política internacional totalmente coherente.
Es notable en este sentido la coincidencia entre las propuestas del candidato
radical Eduardo Angeloz y las políticas efectivamente adoptadas por el ex
presidente Menem, una vez en el gobierno. Si bien la figura de Eduardo Angeloz
no representaba a la totalidad de un radicalismo profundamente fracturado,
el hecho de que él fuera el candidato a la presidencia de 1988 da cuenta de la
predominancia dentro del partido radical de esta línea política.
72 Bernal-Meza, op. cit., p. 323.
73 Busso y Bologna, op. cit., p. 46.
74 Di Tell a, op. cit, pp. 389-390.
Como prueba de esas coincidencias, en abril de 1989, la oportunidad
de la conformación del equipo económico del Ministro de Economía Juan
Carlos Pugliese, al que se sumaban Mario Vicens y Pablo Gerchunoff –dos
colaboradores del staff de Eduardo Angeloz–, coincidía con la presentación del
candidato oficial de la Unión Cívica Radical de la elaboración de un programa
poselectoral. Allí se enunciaba la necesidad de una “apertura al mundo” y de
“disciplina fiscal”. El eje del discurso fue la necesidad de privatizar, de reducir
el déficit fiscal y la desregulación y apertura del comercio exterior. El diario
Página/12 del día 11 de abril calificaba en un epígrafe: “Reformas del Estado,
cambiaria y fiscal, para la inserción en el mundo de los grandes”.
A propósito de argumentar la necesidad de un ajuste que posiblemente
afectara a los asalariados en forma directa, Angeloz expresaba en su trabajo
“El tiempo de los argentinos”:
[…] algunos de los milagros económicos que admiramos, los de los pueblos
de occidente de Europa y el de Japón, tuvieron como elemento potenciador la
utilización de la redistribución del ingreso como mecanismo de ajuste, y las
organizaciones sindicales renunciaron o postergaron sus reclamaciones porque
debían contribuir con sus sacrificios a la causa del interés nacional [...] Por
cierto, los trabajadores de esas naciones se sacrificaban porque sabían que, tan
pronto se operase la rehabilitación de sus economías, mejoraría su calidad de
vida. Lo que aconteció efectivamente.
La expresión de “lápiz rojo” para referirse a la necesidad de achicar los
gastos del Estado trascendió como síntesis de la posición del candidato radical.
Sería el candidato del partido opositor, paradójicamente, quien llevaría a cabo
dichas transformaciones.
Una vez en el gobierno, invirtiendo los papeles y los argumentos y sin
esbozar crítica alguna, el nuevo oficialismo justicialista se lanzó a justificar la
necesidad de una legislación que antes consideraba –públicamente– ideológica
y políticamente inadmisible.
Ambos partidos coincidieron en aceptar que las causas de la crisis económica
eran la intervención del Estado en la economía y el proteccionismo.
Agravado por la crisis del final del mandato, el radicalismo se comprometió a
“no obstaculizar” la sanción parlamentaria de las Leyes de Emergencia Económica
y Reforma del Estado, que fueron el marco legal de la implantación
del nuevo modelo. Al mismo tiempo, mal podía oponerse con credibilidad ante
la sociedad, por ejemplo en el caso de las privatizaciones, luego de haber sido
Angeloz, op. cit., pp. 84-85.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
el que las introdujo en la agenda pública. Sólo parecía quedarle el camino de
denostar los métodos elegidos y la concentración de poder que reclamaba el
Ejecutivo en desmedro del Parlamento.
Durante los inicios del período menemista, la UCR mantuvo una perspectiva
contradictoria con respecto al proyecto neoliberal. Al aceptar el diagnóstico
que atribuía las causas de la hiperinflación al intervencionismo estatal y al
agotamiento de la modalidad proteccionista de desenvolvimiento económico,
los radicales apoyaron las reformas propuestas por Menem. Al igual de lo
que sucedía con la mayoría de los dirigentes peronistas, el neoliberalismo
fue considerado por los radicales como la única salida coyuntural ante una
situación de urgencia.
5. Conclusiones
Se ha analizado en los cuatro apartados una serie de discrepancias y consensos
entre el PJ y la UCR y al interior de estos dos partidos.
En primer lugar, los debates en el Parlamento fueron intensos ya que
ponían en juego distintas concepciones sobre los cambios en el sistema internacional,
sobre la posición internacional de la Argentina y sobre el estilo de la
política exterior. Mientras algunos defendían las orientaciones del “realismo
periférico” y el paradigma de “relaciones carnales” con los Estados Unidos
como única potencia mundial, otros defendían el carácter multipolar del escenario
internacional y oscilaban entre condenar el envío de tropas o lamentar
la forma en la que se había producido, sin consulta al Legislativo y a los países
del Grupo de Río.
En segundo término, estos debates también evidenciaron las presiones,
éxitos y dificultades para consolidar un modelo económico con su correlato
en política exterior. La posición del ex presidente Menem y sus colaboradores
se hizo dominante al interior del partido gobernante, pero también logró
importantes apoyos en el radicalismo. En algunos casos, favorecidos por las
condiciones de la transición, pero en otros, sobre la base de percepciones comunes
que han sido suficientemente demostradas.
Por último, la coincidencia con respecto al diagnóstico de la crisis económica
y el propio desempeño del radicalismo en la gestión del ex presidente
76 Mabel Thw aites Rey, Tesis Doctoral Inédita, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de Buenos Aires, 2001, p. 82.
77 Ricardo Sidicaro, La crisis del estado y los actores políticos y socioeconómicos en
la Argentina (1989-2001), Libros del Rojas, Serie Extramuros, Universidad de Buenos Aires,
2001, p. 78
Alfonsín, sobre todo en lo que hace a las negociaciones de la deuda externa y
la ausencia de un proyecto de reindustrialización que revirtiera las tendencias
iniciadas durante la dictadura militar, limitaron la justa condena que algunos
representantes hicieron al envío de tropas al Golfo Pérsico y a la política exterior
en general.
La administración del ex presidente Menem y los funcionarios e ideólogos
allegados hizo propios no sólo los diagnósticos de los Estados Unidos, sino
también su discurso legitimador de las intervenciones en países del Tercer
Mundo. Líneas políticas dentro de la Unión Cívica Radical, también.
Tanto el radicalismo como el justicialismo tienen una tradición ideológica
en materia de política exterior. Para el justicialismo fue la formulación por
parte de Juan Domingo Perón de la llamada Tercera Posición, mientras que en
el caso del radicalismo esa tradición fue heredada de la influencia krausista en
el pensamiento de Hipólito Yrigoyen, en particular de su idea de nación y de
las relaciones de las naciones entre sí como libre asociación de autonomías. Sin
embargo, hacia fines de la década de los ochenta, y en los noventa en especial,
la dirigencia política argentina, proveniente tanto de un partido como de otro,
adoptó –no sin conflictos y disputas– un marco ideológico “neoconservador”.
Por esa razón, entre otras, radicalismo y justicialismo se vieron divididos y
fracturados.
En los debates y posiciones que venimos analizando no podemos identificar
una posición homogénea y unívoca en ninguno de los dos partidos.
Ya desde el denominado “giro realista”, la diplomacia radical había renunciado
a liderar movimientos contestatarios del orden internacional vigente, y
en el plano interno, sus dirigentes aceptaban que no había alternativa al ajuste
interno y al comportamiento externo afín a los requerimientos de las potencias
hegemónicas del sistema internacional. Asimismo, con el transcurso de los
años durante la presidencia de Alfonsín, las formulaciones de inicio se fueron
modificando, y quienes eran sus principales defensores fueron perdiendo protagonismo
respecto de dirigentes que ya no compartían esa visión del escenario
internacional. El carácter conflictivo del avance del nuevo discurso hegemónico
se expresó en que a pesar del “giro realista” el gobierno radical no aceptó
el cese de hostilidades propuesto por Thatcher como condición para negociar
en la cuestión de Malvinas, se negó a desactivar el proyecto misilístico Cóndor
II a pesar de las intensas presiones de Estados Unidos y otros miembros de
la comunidad internacional, como a firmar el Tratado de No Proliferación y
ratificar Tlatelolco. Por otra parte, la oposición justicialista se había resistido
desde el Parlamento a las nuevas orientaciones del gobierno de Alfonsín que
expresaban el acercamiento a los Estados Unidos.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
Conviene aclarar además que en muchos casos las posiciones con respecto
a la política exterior de los partidos políticos no constituyen formulaciones a
priori, sino que se encuentran sometidas a la dinámica interna. Es decir, tanto
a la concepción de la política doméstica como al juego político coyuntural.
Tanto el radicalismo como el justicialismo han sostenido posiciones distintas
según fueran oficialismo u oposición. Debemos recordar que la discusión del
envío de tropas al Golfo se dio a poca distancia de las elecciones que se realizaron
en 1991. Teniendo en cuenta estos aspectos, se han analizado distintos
niveles, no únicamente el discursivo.
Retomando la pregunta que ha orientado esta investigación, se sostiene
que la coincidencia respecto de la “necesidad” de la aplicación de las reformas
en línea con el Consenso de Washington, la participación de ambos partidos en
la aprobación de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado y
el grado de acuerdo respecto del análisis sobre la “crisis argentina”, limitaron
el alcance de las discusiones respecto de las dimensiones político diplomática
y estratégico-militar de la política exterior.
Si bien la UCR no adscribió en el plano diplomático al paradigma del alineamiento
automático con los Estados Unidos y realizó fervientes objeciones
tanto en el ámbito parlamentario como extraparlamentario, al no cuestionar
activamente y en forma global la política económica doméstica con la que la
nueva inserción internacional se complementaba –privatizaciones, desregulación
y apertura–, su capacidad para hacer valer sus argumentos opositores
quedó reducida a cuestiones de “principios”, o en algunos casos, a una impugnación
de la forma y no del contenido.
Para establecer una política exterior independiente en un país como la Argentina,
ésta debe formar parte necesariamente de una estrategia global de desarrollo
que priorice la autonomía y soberanía en todos los aspectos78. De otro
modo, los márgenes de acción posibilitados por una estrategia pendular entre
distintas potencias hegemónicas demuestran a corto plazo sus limitaciones y
no siempre deben ser entendidas como políticas exteriores autonómicas.
Por lo tanto, a partir de lo analizado y de la inscripción del caso de estudio
en los procesos políticos y económicos de la coyuntura, se puede concluir que
a pesar de las diferencias existió un importante nivel de acuerdo en sectores
78 Se coincide con Spiguel y Rapoport cuando afirman que “A contracorriente de las
recetas “globalizadoras” y la retórica que acompaña las aventuras imperiales del presente,
toda la historia de Argentina, y particularmente su historia reciente, revelan que la soberanía
de las naciones periféricas, con base en su autonomía económica, es condición fundamental
para garantizar una verdadera democracia”, Mario Rapoport y Claudio Spi guel, Política
exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001), Buenos Aires, Ediciones Capital
Intelectual, 2005, p. 90.
de la dirigencia política en cuanto a la necesidad de implementar una inserción
internacional afín a las potencias hegemónicas en el marco de la exaltación
de la globalización y que ese acuerdo traspasó las barreras partidarias, produciendo
importantes transformaciones y desplazamientos tanto en la UCR
como en el PJ.
Adscribiendo a esta “revisión neoliberal”, Di Tella expresaba:
El problema de la Argentina, o por lo menos uno de los problemas básicos,
ha sido una política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales
culturales, económicas, políticas y eso se ha notado a lo largo de muchos
años. No es un fenómeno que duró una década sino un muy largo período, de
50 o 60 años [...]. Esto de haber pretendido hacer un modelo autárquico en el
orden económico y en el orden tecnológico, no podía sino terminar muy mal.
La declinación argentina está claramente asociada a ese proceso, no sólo en el
orden económico sino en el orden internacional.
Como decíamos, para los ideólogos liberales, la Argentina habría pasado
de una “época de oro” a su declinación y la razón habría sido el aislamiento,
la búsqueda de autonomía. El candidato radical Eduardo Angeloz revisaba de
este modo la historia argentina, haciendo suyas ideas muy similares:
Como en tantas otras oportunidades, sobre todo desde el 30 hasta aquí, hemos
marchado a contrapié: mientras se producían los milagros económicos de la
segunda posguerra, por caso, protagonizábamos, con un inconcebible instinto
de autodestrucción, el milagro de la regresión. Conquistamos la autarquía de
la decadencia, pero siempre encontraremos en otros los causantes de nuestros
propios males. Los argentinos vivimos imaginando conjuras internacionales en
nuestra contra, y siempre encontramos villanos para personificar la tragedia de
nuestros propios males. Parecemos pensar que, cada mañana, Reagan y Gorbachov
se comunican para acordar la maldad que nos inferirán ese día. Y, aunque
esto hiera nuestro orgulloso argentinocentrismo, desaparecimos del mundo69.
Este discurso se convirtió en hegemónico en la cancillería luego de la
asunción de Carlos Menem, y durante años periodistas, asesores e intelectuales
justificaron las reformas como el único camino posible. Es muy significativa
la posición de Mariano Grondona al respecto, varios años después:
En 1989, cuando se inclinó por las relaciones carnales con los Estados Unidos,
Menem apostó con la intuición del político al naciente imperio norteamericano.
67 Ver los trabajos de Felipe De la Balze; Jorge Castro; Jorge Bolívar y Andrés Cisneros,
en Cisneros, 1998.
68 Di Tell a, op. cit., pp. 379-380.
69 Angeloz, op. cit., pp. 70-71.
Pero esta apuesta no se concretó tanto a través de la diplomacia del canciller
Di Tella, cuanto por medio de una decisión más profunda: la ley de convertibilidad
del ministro Cavallo.
Ésta es la base real de las relaciones carnales: que en 1991, nuestra economía se
mudó del peso al dólar. Antes que otros países, la Argentina decidió convertir
su economía en un apéndice del imperio norteamericano. Hoy, si los depósitos
se están desplazando del peso al dólar, ya no le importa. Es en el dólar, y no en
el peso, donde ella ha fijado su morada. ¿Había otra alternativa? ¿La hubo en
1852? En el mundo global de nuestros días, ¿pueden las naciones periféricas
darse el lujo de la independencia económica? ¿Es su objetivo la exaltación de
la soberanía o el refugio de la seguridad?
A pesar de las diferencias que Dante Caputo planteó respecto del realismo
periférico, en una entrevista publicada en el diario La Nación en 1988, también
exaltaba la inserción internacional característica del modelo agroexportador:
En cuanto a la inserción de la Argentina en el contexto internacional, soy un
convencido de que el país necesita absolutamente del mundo exterior para
su desarrollo. Esa fue nuestra historia. Crecimos desde 1880 a 1930 porque
encontramos la manera adecuada de insertarnos en el mundo. Cuando después
de la crisis de 1929, no se supo encontrar un nuevo modo de inserción,
el crecimiento cesó, se desarrollaron las tendencias más perversas hacia la
especulación económica y el autoritarismo político. Creo que ahora se presenta
una nueva reacomodación del esquema internacional, que da a la Argentina
una nueva oportunidad para reinsertarse en ese esquema71.
Es notoria la coincidencia entre este último planteo y las posiciones de los
dos cancilleres del gobierno de Menem, Cavallo y Di Tella.
La revitalización de la matriz de pensamiento conservador liberal argentino
sirvió de discurso legitimador y fue fundamental para la instalación de la
necesidad de reformas estructurales en la agenda estatal.
d) Una posición con respecto a la nueva política económica neoliberal
Como se afirmaba, durante la década del 80 se fue produciendo al interior
de las clases dirigentes un corrimiento de las corrientes nacionalistas y
dependentistas. La ideología neoliberal –como plantea Raúl Bernal-Meza–,
70Mariano Grondona, “El lado argentino de la globalización”, Diario La Nación, 30 de
agosto de 1998.
71 Dante Caputo, en entrevista publicada en La Nación, Buenos Aires 13 de noviembre
de 1988, pp. 1-3.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
que hacía de la crítica al modelo desarrollista de sustitución de importaciones
su eje articulador para fundamentar la aceleración de su implantación en la
Argentina, justificaría con ella el proceso de desmantelamiento de la industria
nacional, retrotrayendo al país a una situación de productor primario72.
Para la corriente vinculada con el oficialismo menemista, la conexión
entre política exterior y política económica doméstica fue directa y una de las
críticas que la gestión justicialista hizo a la de Raúl Alfonsín se basó justamente
en ese eje. Su cuestionamiento marcaba con agudeza la contradicción
y los límites de la política exterior del gobierno radical, pero utilizaba este
razonamiento para propiciar una política de un acercamiento de mayor alcance
con los Estados Unidos y con la Unión Europea.
En el proyecto económico y político del presidente Menem, el alineamiento
con los Estados Unidos y el reordenamiento económico interno se
plantearon como prioridades73. Ambos elementos constituyeron dos planos
de una unidad, partes de una estrategia global. El mismo canciller Di Tella se
expresaba al respecto:
Estimo que la política que hemos seguido es una continuación en cierto sentido
de la política que comienza en 1983 con la democracia, que hace esto posible,
pero básicamente la política que comienza en 1989 produce un cambio externo
e interno. La política exterior que estamos haciendo se traduce al interior: la
estabilidad, el equilibrio fiscal, las cuentas ordenadas, la transparencia, las privatizaciones,
adoptar normas económicas parecidas a las normas del mundo,
y no inventarnos normas económicas y un modelo alternativo que no existió
más que en nuestra imaginación. Pero la política exterior tiene autonomía y ha
sido necesaria para hacer viable las nuevas relaciones económicas que yo mencionaba
en el caso del Plan Brady. El Plan Brady se hizo en Economía. Pero se
hizo posible porque había una política internacional totalmente coherente.
Es notable en este sentido la coincidencia entre las propuestas del candidato
radical Eduardo Angeloz y las políticas efectivamente adoptadas por el ex
presidente Menem, una vez en el gobierno. Si bien la figura de Eduardo Angeloz
no representaba a la totalidad de un radicalismo profundamente fracturado,
el hecho de que él fuera el candidato a la presidencia de 1988 da cuenta de la
predominancia dentro del partido radical de esta línea política.
72 Bernal-Meza, op. cit., p. 323.
73 Busso y Bologna, op. cit., p. 46.
74 Di Tell a, op. cit, pp. 389-390.
Como prueba de esas coincidencias, en abril de 1989, la oportunidad
de la conformación del equipo económico del Ministro de Economía Juan
Carlos Pugliese, al que se sumaban Mario Vicens y Pablo Gerchunoff –dos
colaboradores del staff de Eduardo Angeloz–, coincidía con la presentación del
candidato oficial de la Unión Cívica Radical de la elaboración de un programa
poselectoral. Allí se enunciaba la necesidad de una “apertura al mundo” y de
“disciplina fiscal”. El eje del discurso fue la necesidad de privatizar, de reducir
el déficit fiscal y la desregulación y apertura del comercio exterior. El diario
Página/12 del día 11 de abril calificaba en un epígrafe: “Reformas del Estado,
cambiaria y fiscal, para la inserción en el mundo de los grandes”.
A propósito de argumentar la necesidad de un ajuste que posiblemente
afectara a los asalariados en forma directa, Angeloz expresaba en su trabajo
“El tiempo de los argentinos”:
[…] algunos de los milagros económicos que admiramos, los de los pueblos
de occidente de Europa y el de Japón, tuvieron como elemento potenciador la
utilización de la redistribución del ingreso como mecanismo de ajuste, y las
organizaciones sindicales renunciaron o postergaron sus reclamaciones porque
debían contribuir con sus sacrificios a la causa del interés nacional [...] Por
cierto, los trabajadores de esas naciones se sacrificaban porque sabían que, tan
pronto se operase la rehabilitación de sus economías, mejoraría su calidad de
vida. Lo que aconteció efectivamente.
La expresión de “lápiz rojo” para referirse a la necesidad de achicar los
gastos del Estado trascendió como síntesis de la posición del candidato radical.
Sería el candidato del partido opositor, paradójicamente, quien llevaría a cabo
dichas transformaciones.
Una vez en el gobierno, invirtiendo los papeles y los argumentos y sin
esbozar crítica alguna, el nuevo oficialismo justicialista se lanzó a justificar la
necesidad de una legislación que antes consideraba –públicamente– ideológica
y políticamente inadmisible.
Ambos partidos coincidieron en aceptar que las causas de la crisis económica
eran la intervención del Estado en la economía y el proteccionismo.
Agravado por la crisis del final del mandato, el radicalismo se comprometió a
“no obstaculizar” la sanción parlamentaria de las Leyes de Emergencia Económica
y Reforma del Estado, que fueron el marco legal de la implantación
del nuevo modelo. Al mismo tiempo, mal podía oponerse con credibilidad ante
la sociedad, por ejemplo en el caso de las privatizaciones, luego de haber sido
Angeloz, op. cit., pp. 84-85.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
el que las introdujo en la agenda pública. Sólo parecía quedarle el camino de
denostar los métodos elegidos y la concentración de poder que reclamaba el
Ejecutivo en desmedro del Parlamento.
Durante los inicios del período menemista, la UCR mantuvo una perspectiva
contradictoria con respecto al proyecto neoliberal. Al aceptar el diagnóstico
que atribuía las causas de la hiperinflación al intervencionismo estatal y al
agotamiento de la modalidad proteccionista de desenvolvimiento económico,
los radicales apoyaron las reformas propuestas por Menem. Al igual de lo
que sucedía con la mayoría de los dirigentes peronistas, el neoliberalismo
fue considerado por los radicales como la única salida coyuntural ante una
situación de urgencia.
5. Conclusiones
Se ha analizado en los cuatro apartados una serie de discrepancias y consensos
entre el PJ y la UCR y al interior de estos dos partidos.
En primer lugar, los debates en el Parlamento fueron intensos ya que
ponían en juego distintas concepciones sobre los cambios en el sistema internacional,
sobre la posición internacional de la Argentina y sobre el estilo de la
política exterior. Mientras algunos defendían las orientaciones del “realismo
periférico” y el paradigma de “relaciones carnales” con los Estados Unidos
como única potencia mundial, otros defendían el carácter multipolar del escenario
internacional y oscilaban entre condenar el envío de tropas o lamentar
la forma en la que se había producido, sin consulta al Legislativo y a los países
del Grupo de Río.
En segundo término, estos debates también evidenciaron las presiones,
éxitos y dificultades para consolidar un modelo económico con su correlato
en política exterior. La posición del ex presidente Menem y sus colaboradores
se hizo dominante al interior del partido gobernante, pero también logró
importantes apoyos en el radicalismo. En algunos casos, favorecidos por las
condiciones de la transición, pero en otros, sobre la base de percepciones comunes
que han sido suficientemente demostradas.
Por último, la coincidencia con respecto al diagnóstico de la crisis económica
y el propio desempeño del radicalismo en la gestión del ex presidente
76 Mabel Thw aites Rey, Tesis Doctoral Inédita, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de Buenos Aires, 2001, p. 82.
77 Ricardo Sidicaro, La crisis del estado y los actores políticos y socioeconómicos en
la Argentina (1989-2001), Libros del Rojas, Serie Extramuros, Universidad de Buenos Aires,
2001, p. 78
Alfonsín, sobre todo en lo que hace a las negociaciones de la deuda externa y
la ausencia de un proyecto de reindustrialización que revirtiera las tendencias
iniciadas durante la dictadura militar, limitaron la justa condena que algunos
representantes hicieron al envío de tropas al Golfo Pérsico y a la política exterior
en general.
La administración del ex presidente Menem y los funcionarios e ideólogos
allegados hizo propios no sólo los diagnósticos de los Estados Unidos, sino
también su discurso legitimador de las intervenciones en países del Tercer
Mundo. Líneas políticas dentro de la Unión Cívica Radical, también.
Tanto el radicalismo como el justicialismo tienen una tradición ideológica
en materia de política exterior. Para el justicialismo fue la formulación por
parte de Juan Domingo Perón de la llamada Tercera Posición, mientras que en
el caso del radicalismo esa tradición fue heredada de la influencia krausista en
el pensamiento de Hipólito Yrigoyen, en particular de su idea de nación y de
las relaciones de las naciones entre sí como libre asociación de autonomías. Sin
embargo, hacia fines de la década de los ochenta, y en los noventa en especial,
la dirigencia política argentina, proveniente tanto de un partido como de otro,
adoptó –no sin conflictos y disputas– un marco ideológico “neoconservador”.
Por esa razón, entre otras, radicalismo y justicialismo se vieron divididos y
fracturados.
En los debates y posiciones que venimos analizando no podemos identificar
una posición homogénea y unívoca en ninguno de los dos partidos.
Ya desde el denominado “giro realista”, la diplomacia radical había renunciado
a liderar movimientos contestatarios del orden internacional vigente, y
en el plano interno, sus dirigentes aceptaban que no había alternativa al ajuste
interno y al comportamiento externo afín a los requerimientos de las potencias
hegemónicas del sistema internacional. Asimismo, con el transcurso de los
años durante la presidencia de Alfonsín, las formulaciones de inicio se fueron
modificando, y quienes eran sus principales defensores fueron perdiendo protagonismo
respecto de dirigentes que ya no compartían esa visión del escenario
internacional. El carácter conflictivo del avance del nuevo discurso hegemónico
se expresó en que a pesar del “giro realista” el gobierno radical no aceptó
el cese de hostilidades propuesto por Thatcher como condición para negociar
en la cuestión de Malvinas, se negó a desactivar el proyecto misilístico Cóndor
II a pesar de las intensas presiones de Estados Unidos y otros miembros de
la comunidad internacional, como a firmar el Tratado de No Proliferación y
ratificar Tlatelolco. Por otra parte, la oposición justicialista se había resistido
desde el Parlamento a las nuevas orientaciones del gobierno de Alfonsín que
expresaban el acercamiento a los Estados Unidos.
Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico
Conviene aclarar además que en muchos casos las posiciones con respecto
a la política exterior de los partidos políticos no constituyen formulaciones a
priori, sino que se encuentran sometidas a la dinámica interna. Es decir, tanto
a la concepción de la política doméstica como al juego político coyuntural.
Tanto el radicalismo como el justicialismo han sostenido posiciones distintas
según fueran oficialismo u oposición. Debemos recordar que la discusión del
envío de tropas al Golfo se dio a poca distancia de las elecciones que se realizaron
en 1991. Teniendo en cuenta estos aspectos, se han analizado distintos
niveles, no únicamente el discursivo.
Retomando la pregunta que ha orientado esta investigación, se sostiene
que la coincidencia respecto de la “necesidad” de la aplicación de las reformas
en línea con el Consenso de Washington, la participación de ambos partidos en
la aprobación de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado y
el grado de acuerdo respecto del análisis sobre la “crisis argentina”, limitaron
el alcance de las discusiones respecto de las dimensiones político diplomática
y estratégico-militar de la política exterior.
Si bien la UCR no adscribió en el plano diplomático al paradigma del alineamiento
automático con los Estados Unidos y realizó fervientes objeciones
tanto en el ámbito parlamentario como extraparlamentario, al no cuestionar
activamente y en forma global la política económica doméstica con la que la
nueva inserción internacional se complementaba –privatizaciones, desregulación
y apertura–, su capacidad para hacer valer sus argumentos opositores
quedó reducida a cuestiones de “principios”, o en algunos casos, a una impugnación
de la forma y no del contenido.
Para establecer una política exterior independiente en un país como la Argentina,
ésta debe formar parte necesariamente de una estrategia global de desarrollo
que priorice la autonomía y soberanía en todos los aspectos78. De otro
modo, los márgenes de acción posibilitados por una estrategia pendular entre
distintas potencias hegemónicas demuestran a corto plazo sus limitaciones y
no siempre deben ser entendidas como políticas exteriores autonómicas.
Por lo tanto, a partir de lo analizado y de la inscripción del caso de estudio
en los procesos políticos y económicos de la coyuntura, se puede concluir que
a pesar de las diferencias existió un importante nivel de acuerdo en sectores
78 Se coincide con Spiguel y Rapoport cuando afirman que “A contracorriente de las
recetas “globalizadoras” y la retórica que acompaña las aventuras imperiales del presente,
toda la historia de Argentina, y particularmente su historia reciente, revelan que la soberanía
de las naciones periféricas, con base en su autonomía económica, es condición fundamental
para garantizar una verdadera democracia”, Mario Rapoport y Claudio Spi guel, Política
exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001), Buenos Aires, Ediciones Capital
Intelectual, 2005, p. 90.
de la dirigencia política en cuanto a la necesidad de implementar una inserción
internacional afín a las potencias hegemónicas en el marco de la exaltación
de la globalización y que ese acuerdo traspasó las barreras partidarias, produciendo
importantes transformaciones y desplazamientos tanto en la UCR
como en el PJ.