24/8/17

Los partidos políticos argentinos y el envío de tropas al Golfo Pérsico (1990-1991).



VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE






Los partidos políticos argentinos y el envío de tropas al Golfo Pérsico (1990-1991).
Debates y posiciones del oficialismo y la oposición.

¿Distintos proyectos de inserción internacional?

María Cecili a Míguez

UBA – CONICET




Resumen

Este artículo estudia los debates parlamentarios respecto del envío de
naves argentinas al Golfo Pérsico en 1990 y 1991, cuyos protagonistas fueron

el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. Se propone analizar los

argumentos que se utilizaron en dicho debate para comprender las distintas

concepciones referidas a la inserción internacional argentina. Partiendo de un

enfoque histórico, el objetivo es demostrar que, a pesar de las discusiones, esos

debates no reflejaron una discusión profunda respecto de lo que se considera

una inserción soberana, ya que como telón de fondo hubo amplias coincidencias

entre ambos partidos, en especial sobre la aplicación de las políticas

neoliberales y de la apropiación del discurso que las legitimó.




1. Introducción

A casi veinte años de la participación argentina en el conflicto bélico

desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta válido analizar desde una

perspectiva histórica más amplia los profundos debates sobre la inserción internacional

que aquella situación suscitó. Fundamentalmente porque algunas

de las racionalizaciones y construcciones ideológicas allí aplicadas dieron

el tono a más de diez años de política exterior y continúan siendo objeto de

discusión y análisis.

La primera Guerra del Golfo fue muy significativa a nivel mundial

también a nivel local. Respecto de la economía norteamericana representó

una respuesta a la crisis económica del país y el triunfo de los sectores vinculados

a la industria de armamentos y manufactureros de punta que buscaban

reestablecer su predominio en el mundo a través de una política internacional

agresiva, que creara las condiciones para la profundización de su hegemonía

en el Tercer Mundo (avanzando por ejemplo en la subordinación de América

Latina a los Estados Unidos). Montándose, además, sobre la debilidad militar

de Europa y Japón y en el repliegue soviético, desplazando así a otros ligados

al mercado interno y a las viejas manufacturas fordistas, defensores del proteccionismo

y de la reindustrialización.

Asimismo, el conflicto demostró que la clase dirigente norteamericana

había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaba dispuesto

a intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de

intervención en un país del Tercer Mundo reordenaba las relaciones de fuerza

en la economía internacional.

Lejos ya de los primeros planes de la presidencia de Reagan, el objetivo

central de la guerra en el contexto de la crisis económica norteamericana era el

de controlar recursos y negarles mercados a los demás, ganando tiempo para la

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

recomposición de la economía interna, representando un cambio de estrategia

global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano. Fue justamente

luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó

la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la

invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos

cámaras del Congreso.

Respecto de las transformaciones del sistema internacional, la guerra

hacía visible esa racionalización posterior. Era la primera vez que los Estados

Unidos, junto con las potencias occidentales, actuaba sin la oposición del

bloque de países soviéticos. La potencia del Norte obtuvo el apoyo de treinta

y dos países.

En cuanto a la coyuntura local argentina, el conflicto en Kuwait provocó

una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista (oficialismo)

y la Unión Cívica Radical (oposición) referidos a distintas posiciones

sobre la política exterior y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí

se abordarán esas discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto

puntual y constituyó un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición

neutralista sino porque la construcción discursiva que legitimó el envío de

tropas traducía una nueva concepción respecto de la inserción internacional

del país.

Este artículo constituye una aproximación al análisis de las posiciones

políticas de los partidos con mayor representación parlamentaria en el país

(UCR y PJ), a través del estudio de caso de la Guerra del Golfo Pérsico

desatada en 1990. La pregunta central es en qué medida los debates parlamentarios

fueron reflejo de dos modelos de inserción internacional diferentes y

contrapuestos. Para ello deben inscribirse en la coyuntura política y económica

nacional ampliada. Aquí reside la importancia del enfoque histórico de esta

problemática.

Si bien la problemática estudiada aquí pertenece al área de estudio de las

relaciones internacionales, “ninguna teoría de las relaciones internacionales

es posible si ella no se sitúa en la perspectiva dinámica, en la del movimiento”



Identificar el objeto de estudio implica un recorte cuyo objetivo es, en

este caso, analizar en profundidad la dinámica política del período, pero esa

esfera no puede interpretarse en forma autónoma respecto del resto de las

dimensiones de la realidad social. Hay una instancia propia de lo político,

pero no autorreferida o autoexplicativa. Sólo la historia permite vincular los

elementos propios con los otros movimientos en la sociedad, y por lo tanto,

no sólo explicar los movimientos particulares de la dinámica política sino


también su inscripción en los procesos totales, que a su vez son constitutivos,

condicionantes y condicionados por la dinámica política.


El objetivo de este trabajo es, en primer lugar, reconstruir los debates en

torno al envío de tropas al Golfo Pérsico, y en un segundo momento, interpretar

las concepciones o tendencias más profundas que reflejaron.


2. La relación de la Argentina con las potencias. hacia el ali neamiento

La década de los noventa fue escenario de cambios profundos con respecto

a la inserción internacional del país. Algunos de ellos venían abriéndose

paso ya desde el “giro realista” del gobierno de Raúl Alfonsín. Otros se

constituyeron como “novedad” a partir del gobierno de Carlos Saúl Menem e

implicaron un viraje fundamental.

La adopción de un determinado patrón de inserción internacional se vinculó

con fenómenos de transformación económica, social y política que han

provocado fuertes debates y prolíficos análisis y se inscribió en el marco de la

proclamación del mundo “globalizado”, caracterizado por la unificación del

mercado mundial a partir de la desintegración de la Unión Soviética –incluyendo

la producción, la comercialización, los mercados financieros y los de

servicios– y el dominio total de las economías de mercado.

Desde los Estados Unidos se proclamó, como decíamos, la existencia de

un “Nuevo Orden Mundial”, un orden único, en el que se desdibujarían las

barreras políticas, y donde se puso en cuestión la propia vigencia y relevancia

del Estado-nación. En consecuencia, también desde ese país se afirmaba el

sostenimiento de “valores internacionales” y una “legalidad internacional”

como expresión de ese “nuevo orden”.


Como contracara de este discurso, la aparición de distintos conflictos

bélicos como la primera guerra del Golfo, entre otros, demostró a comienzos

de la década del noventa que la “globalización” de las relaciones económicas

mundiales no había significado la formación de una “comunidad internacional”

igualitaria, sino que se había acentuado la dependencia y el atraso de los

países periféricos. La guerra del Golfo hizo evidente el peso aún vigente de

los Estados nacionales, particularmente el de las grandes potencias.

La participación argentina con el envío de dos naves en la guerra del Golfo

formó parte de una serie de medidas de política exterior del primer gobierno

de Carlos Saúl Menem, cuyo objetivo era principalmente demostrar el alineamiento

con los Estados Unidos, en el marco de una estrategia de inserción

internacional que priorizaba las cuestiones económicas, sustentándose en los

supuestos del “realismo periférico” a los que haremos referencia.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

Para situarnos en el contexto de las relaciones bilaterales entre la Argentina

y la potencia del Norte, durante la década de los ochenta tanto la coyuntura

internacional y nacional como la tradición político-ideológica del Partido

Radical habían permitido la existencia de una estrategia diplomática de alto

perfil que mantuvo –en principio– márgenes de autonomía con respecto a los

Estados Unidos, y que priorizaba la inserción multilateral. Esta estrategia se

sostenía principalmente en la posibilidad de “diversificar los puntos de apoyo”

con Europa occidental y con la Unión Soviética, tal como lo afirmaba el

canciller de Raúl Alfonsín, Dante Caputo .


Sin embargo, una de las prioridades de la política económica exterior

durante la década de los ochenta fue el tratamiento de la deuda externa, que

presionaría fuertemente sobre la economía argentina. Cabe recordar que

dicha década se caracterizó por las dificultades –al igual que en el resto de

las economías latinoamericanas– que hicieron que el período se conociera

como la “década perdida”, signada por el elevado endeudamiento externo, los

precios decrecientes de las exportaciones de materias primas, el aumento del

proteccionismo por parte de las potencias industriales y las altísimas tasas de

interés internacionales.


Para 1984, la estrategia multilateral de negociación de la deuda externa

llevada a cabo por Argentina junto con otros países latinoamericanos había

fracasado , y a partir de allí la relación con los Estados Unidos y con Europa

comenzó a modificarse.

Ese cambio tanto en la política económica como en la política exterior

es lo que se denominó como un “giro realista” de Alfonsín, y algunas de sus

manifestaciones más notarias fueron su compromiso a pagar la deuda –a partir

del cual Reagan medió entre el gobierno de Buenos Aires y la banca acree-

El ministro de Relaciones Exteriores de Alfonsín sostuvo: “Al principio la concepción

se basaba en la rehabilitación de la posición argentina en el plano internacional y, muy especialmente, en el marco de los países occidentales. Junto con esta idea estaba la de evitar que un país monopolizara la relación en ese ámbito, por lo cual Europa parecía como una posibilidad de diversificar los puntos de apoyo de la política exterior en Occidente”, Dante Caputo, en entrevista realizada para la Revista América Latina Internacional, vol. 6, Nº 21, julio-septiembre,

Buenos Aires, Argentina, 1989.

Durante los dos primeros años del gobierno radical, la diplomacia argentina intentó

políticas de concertación multilateral en el escenario latinoamericano, para hallar solución

al problema de la deuda externa. Los ámbitos donde se expresó esta intención fueron la Conferencia de Quito en enero de 1984, la declaración conjunta efectuada con Brasil, México y

Colombia en el mes de mayo, la Reunión de Cartagena en junio y la Segunda Reunión del

Grupo de Cartagena en Mar del Plata en el mes de septiembre del mismo año. Los intentos

de dar tratamiento “político” a la deuda y el de conformar un “Club de Deudores” fracasaron

ante la negativa de los Estados Unidos y de las potencias europeas.

aunque exhortando al cumplimiento de los ajustes requeridos por los bancos– y particularmente su segunda visita a los EE.UU, en marzo de 1985,

donde se mostró más complaciente con el ambiente que predominaba en Washington

al anunciar la necesidad de reformar el Estado y privatizar empresas públicas. Tanto esta declaración como la intención manifestada de licitar áreas petrolíferas –Plan Houston– y la posterior puesta en marcha del Plan Austral merecieron gestos auspiciosos por parte del gobierno norteamericano y los organismos financieros internacionales.

En cuanto a Europa Occidental, la acción se encaminó hacia la búsqueda

de asociaciones particulares, privilegiando las inversiones en el aparato productivo

argentino. En esta línea se firmó el Tratado con la República Italiana

para la Creación de una Relación Asociativa Particular, suscripto en Roma

el 10 de diciembre de 1987 y el Acuerdo de Cooperación y Amistad con el

Reino de España, firmado en Madrid el 3 de junio de 1988 y ratificado en

el Congreso en 1989. El primero de ellos se destacó por la magnitud de las

inversiones comprometidas, los privilegios y garantías ofrecidos a los inversores.

Esos acuerdos bilaterales constituyeron la base para la negociación de

un convenio amplio de colaboración económica, cuyas tratativas se iniciarían

a fines de 1989.

Como decíamos, el otro actor que había permitido mantener una “relación

madura” con los Estados Unidos era la Unión Soviética. Partiendo de

que jamás el comercio fue tan floreciente como durante la dictadura militar

argentina, las relaciones entre el gobierno de Alfonsín y la Unión Soviética

continuaron en esa línea y se afianzaron hasta 1986, año en que disminuyeron

abruptamente las compras por parte de ese país.

Es decir que hasta la crisis soviética se asistía a un incremento de la relación

bilateral, así como en el caso de otros países latinoamericanos, plasmado

en acuerdos comerciales, industriales, de cooperación en el área nuclear y

militar . La desintegración de la URSS no era un panorama previsible y hasta

ese momento, la potencia era un actor fundamental en el escenario político y

económico argentino, tenido en cuenta como tal tanto por radicales como por

justicialistas, en la medida que se trataba de uno de los principales mercados

compradores, con el peso que eso tiene en una economía basada en la comercialización

de bienes agroexportables.

Las grandes modificaciones que se produjeron con la caída del Muro de

Berlín en 1989 y la posterior desintegración de la URSS sin duda repercutie-

Para ver en profundidad las relaciones bilaterales, consultar Roberto Russell (comp.),

Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética / América Latina, Buenos Aires, GEL, 1990.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

ron en las concepciones respecto de la posición de la Argentina en el sistema

internacional, y en los márgenes de maniobra de la política exterior.

La percepción del cambio en el escenario internacional es una variable

que puede explicar en parte los virajes y ajustes que fue realizando la política

económica de Carlos Saúl Menem entre 1989 y la implementación de la convertibilidad

en 1991.

Sin embargo, aún antes de la caída del Muro, durante la década de los

ochenta, junto con la crítica al modelo de industria sustitutiva y a la intervención

del Estado en la economía, también se habían comenzado a poner en

cuestión los intentos de formular una política exterior autónoma incluso dentro

del Partido Radical.

Esa crítica que sustentaba elementos propositivos que también analizaremos

provenía de las clases dominantes argentinas y comenzaba a hacer pie en

dirigentes políticos radicales y justicialistas.

A pesar de la construcción de una campaña basada en postulados que
apelaban a la justicia social y al nacionalismo empresario, y de aglutinar un
frente de apoyos alrededor de ellos, Carlos Menem llevaría a cabo, durante
diez años, un programa económico neoliberal en línea con lo propuesto por el
Consenso de Washington .

Junto con dicho programa se propuso una nueva orientación en política
exterior, cuyo sustento ideológico venía forjándose desde la década de los
ochenta. A diferencia de otros gobiernos anteriores, el nuevo enfoque de las relaciones
internacionales priorizó los vínculos políticos con los Estados Unidos
y los gestos de alineamiento, sin descuidar los importantes lazos económicos
con la Europa Comunitaria .

A principios de los noventa, los organismos multilaterales de crédito (FMI y Banco
Mundial), las administraciones dependientes de la Casa Blanca (el Tesoro y el Departamento de

Estado de los Estados Unidos), los sectores dominantes de los países del G-7 y los directorios
de los bancos acreedores formularon una especie de consenso sobre la naturaleza de la crisis
latinoamericana y sobre las reformas que debían aplicarse para “superarla”. Esa concepción
fue recogida por John Williamson en un libro, compilatorio de las ponencias de un seminario
internacional, titulado Latin American Adjustment, publicado en 1990. Este documento recoge
una adecuada síntesis del pensamiento neoliberal de los noventa, bajo la expresión del Consenso de Washington. Allí se justificaba la promoción de diez medidas básicas: disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma impositiva, liberalización de las tasas de interés, una tasa de cambio competitiva, liberalización del comercio internacional, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización, desrregulación y derechos de propiedad.

Aquí se adscribe a la categorización de “alineamiento”, teniendo en cuenta que se trató
de un tópico discutido en la propia coyuntura. Algunos consideraron la política exterior de
Menem como de “alineamiento automático”, partiendo de una visión crítica de los postulados


Los hitos del “alineamiento” fueron el envío de tropas al Golfo Pérsico

en septiembre de 1990, la desactivación del proyecto misilístico Condor II, la
ratificación del Tratado de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma
en forma conjunta con Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico
de la Energía Nuclear y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad
y Control de Materiales Nucleares (ABACC), el retiro del Movimiento de No

Alineados y la modificación de los votos argentinos en la ONU pueden comprenderse
en el marco de estos objetivos . El gobierno de Carlos Saúl Menem
fue el período donde se firmó la mayor cantidad de convenios entre la Argentina
y los Estados Unidos.

Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada
de una política económica orientada a obtener el visto bueno del Fondo
Monetario Internacional y de la banca acreedora. Recordemos que los sucesivos
planes económicos desde la asunción de Menem, en especial la aplicación
del ajuste con paridad fija a partir de la Ley de Convertibilidad en 1991, se
orientaron a responder a los condicionamientos de dichos organismos, lo que
culminó en el ingreso al Plan Brady en 1992.

Hay que agregar aquí que la nueva vinculación con los Estados Unidos
no eliminó un rasgo que constituye una tendencia de largo plazo en la historia
del realismo periférico, y exaltando sus perjuicios respecto de las posibilidades de formular
una política exterior autónoma. Entre ellos se encuentran Mario Rapoport, José Paradiso y
Alfredo Rizzo Romano. Carlos Escudé sostuvo en cambio que a partir del gobierno de Menem
se terminó con una política de “desalineamiento”, es decir, con el legado cultural de “sobredosis
de confrontaciones” de gobiernos anteriores, incluido el de Alfonsín. Ver Carlos Escudé,

“La historia, la cultura política, los errores y las lecciones en las relaciones argentino-norteamericanas”

La Argentina y Estados Unidos:

fundamentos de una nueva alianza, Asociación de Bancos de la República Argentina, Buenos
Aires, 1997. Por otro lado, Roberto Russell consideró que no se trató de un “alineamiento automático”.
Junto con Deborah Norden sostuvo que las “relaciones carnales” entre Argentina y
los Estados Unidos no implicaron un “amor ciego”, sino concesiones en algunas cuestiones de
agenda e intentos de resistir las presiones norteamericanas respecto de otras cuestiones. Ver
Deborah Lee Norden y Roberto Russell , The United States and Argentina: changing relations

in a changing world, Routledge, United States of America, 2002,

La Argentina aumentó sin duda el número de la coincidencia en sus votos con los

Estados Unidos, por ejemplo, en las resoluciones respecto de la situación de los derechos

humanos en Cuba, en las cuestiones referidas al desarme, la no proliferación nuclear respecto

del problema del narcotráfico y las resoluciones de condena a las violaciones de derechos

humanos en Irán. Para este tema ver Francisco Corigli ano, “La dimensión multilateral de

las relaciones entre Argentina y Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso

al paradigma de “Relaciones Especiales”, en: Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.)

Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap II, Buenos

Aires, GEL, Argentina, pp. 225-228

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

Argentina: la competencia entre intereses asociados a distintas potencias por el
predominio dentro del aparato económico y estatal. El paradigma de las “relaciones
carnales” no significó necesariamente un retroceso para los intereses
económicos vinculados con la Unión Europea, como quedó demostrado en el
de privatización de las empresas públicas.
Más que la reedición de la “relación especial” de principios de siglo con
Gran Bretaña pero esta vez con los Estados Unidos, lo que quedó configurado
en esa década es una nueva “relación triangular”, en todo caso reedición de la
de la segunda posguerra, donde los vértices están ocupados por los Estados

Unidos y por los países de la Comunidad Económica Europea .

3. Secuencia de los hechos y princip ales debates

Justamente, la guerra del Golfo se constituyó como un episodio paradigmático
de la nueva orientación en política exterior, ya que, rompiendo con la
tradicional neutralidad de la Argentina ante los conflictos que no la incluían
directamente, el envío de tropas fue, ante todo, un acto que demostraba el
apoyo a Washington. En el plano internacional inauguró el nuevo protagonismo
de las Naciones Unidas y la reivindicación de la “ley internacional” como
justificación jurídica de las intervenciones.

Una de las consecuencias en el escenario latinoamericano fue que en
1991, en el documento conocido como Compromiso de Santiago, se modificó
el principio de no-intervención incorporando la “acción colectiva en defensa de
la democracia”. Por otra parte y con respecto a la Argentina, el envío de tropas
al Golfo fue el inicio de una mayor participación en los operativos de paz de
la ONU, modificando también la función de las Fuerzas Armadas. En cuanto
a su discurso legitimador, Argentina hizo propios los motivos y argumentos
de la administración norteamericana.

En el mes de agosto de 1990 se abrió la discusión en los círculos cercanos
al presidente acerca del envío de tropas antes de que esto fuera requerido
por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, evaluando básicamente
el costo que tendría tal decisión. El canciller Cavallo había afirmado el día
El concepto de “relaciones carnales” proviene de una frase pronunciada por el canciller
Di Tella, que sostuvo: “Nosotros queremos un amor carnal con los Estados Unidos, nos interesa
porque podemos sacar un beneficio”. Diario Clarín, 9 de diciembre de 1990, p. 12.

Para la relación triangular entre la Argentina, Estados Unidos y la Europa Comunitaria
en la segunda posguerra ver Ruben Laufer y Claudio Spi guel, “Europa occidental en las relaciones internacionales argentinas del mundo bipolar, 1970-1990”, en Ciclos en la historia, la
economía y la sociedad, N° 14-15, 1er. semestre 1998.

 De ese mes que la Argentina enviaría tropas sólo “dentro de un plan de la ONU” .

El propio presidente, el senador Eduardo Menem y el canciller Cavallo se
mostraron dubitativos al respecto mientras ya se elaboraban las posiciones más
extremas –que se harían predominantes– donde se alegaba la necesidad del
envío de tropas como “gesto” de alineamiento y acuerdo con los Estados Unidos10.
Junto con esta última versión se hicieron dominantes los diagnósticos
que remarcaban los supuestos “errores” de la política exterior argentina frente
a este país durante la Segunda Guerra Mundial y también los supuestos “costos”
que esto habría traído aparejados a diferencia de nuestro vecino Brasil.

La correspondencia epistolar con el presidente norteamericano, así como
la entrevista de Domingo Cavallo con Hosni Mubarak, jefe de Estado de
Egipto, parece haber tenido un rol importante en la adhesión a la posición
norteamericana, que aún sin la aprobación de la ONU dispondría la partida
de tropas hacia la región en conflicto.

Luego de que el Ejecutivo diera a conocer su decisión de enviar dos buques

–las naves “Spiro” y “Almirante Brown”, un destructor y una corbeta– el

17 de septiembre, rápidamente las voces opositoras provinieron tanto de la

Unión Cívica Radical como de algunos sectores del Partido Justicialista. El

presidente y sus ministros justificaron la decisión de colaborar con “fuerzas de

paz” apelando a la necesidad de integrarse a un nuevo panorama internacional

de la posguerra fría, el cual requería un “nuevo protagonismo” que restableciera

la relación de la Argentina con los Estados Unidos, única superpotencia

dominante, lo que permitiría una retribución concreta en beneficios materiales

Domingo Cavall o dijo: “la Argentina no enviará un contingente por voluntad propia,

pero sí en el marco de las Naciones Unidas si la ONU lo decide”, ver Página/12, Buenos Aires,

9 de agosto de 1990, p. 3.


10 Ver Francisco Corigli ano, “La dimensión bilateral de las relaciones entre Argentina y

Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso al paradigma de “Relaciones Especiales”, en Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.), Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap I, Buenos Aires, GEL, 2000, p. 22.

11 La adopción de tales tesis es parte de la reflexión que se realiza en este artículo. El
alineamiento se justificó en la teoría del “realismo periférico” de Carlos Escudé a la que haremos referencia más adelante. A su vez, ésta se basó en una interpretación de la “declinación argentina”. Los principales trabajos desde esta posición son los de Carlos Escudé, Carlos Díaz Alejandro, y entre quienes polemizaron con ella se encuentran Mario Rapoport, Amado L. Cervo, Raúl Bernal-Meza, Atilio Borón, etc. Ver estos debates también en Raúl Bernal-Meza,

América Latina en el mundo. El pensamiento latinoamericano y la teoría de las relaciones

internacionales, Buenos Aires, Ed. Nuevo Hacer GEL, 2005,.

12 Corigli ano, “La dimensión bilateral…”, cit., p. 23.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico

por parte de ese país. Este último supuesto fue incluso discutido por los intelectuales

vinculados al oficialismo13.

El canciller Cavallo sostuvo que:

si la Argentina quiere participar de los beneficios del proceso de gestación

de un nuevo mundo de paz y progreso, debe asumir las responsabilidades.

Frente a la actitud del régimen de Bagdad, la indiferencia implica atraso y

aislamiento14.


Al mismo tiempo, en el informe al Poder Legislativo, el canciller y el

Ministro de Defensa Humberto Romero explicaron que no se requería el aval

de las Cámaras “porque no se trataba de una intervención bélica sino de una

acción disuasoria a través del bloqueo económico”.

En respuesta, en el Senado existieron dos proyectos de declaración, uno

proveniente del bloque radical y otro del justicialista. El primero de ellos,

presentado por el senador Solari Yrigoyen “condenaba” principalmente el

envío de tropas y luego la falta de consulta al Legislativo16. El segundo, en

cambio, se refería únicamente a este último aspecto, “lamentando” la adopción

de la decisión sin el respaldo del Congreso de la Nación. Ambos coincidían

en denunciar el accionar de Irak en la región17. Sólo cinco de los senadores

13 No solamente la oposición insistió en que la decisión de enviar tropas no traería ningún

rédito económico, sino que también Carlos Escudé, principal ideólogo de la nueva orientación

de la cancillería relativizó los beneficios económicos a obtener en este caso, aunque resaltaba

la importancia del envío como favor simbólico a los Estados Unidos. Ver Carlos Escudé,

“La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre

de 1990, p. 7.

14 “Fuerzas argentinas intervendrán en el bloqueo militar contra Irak”, La Nación, Buenos

Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 1.


15 “El informe del PE a diputados y senadores”, La Nación, Buenos Aires, 19 de septiembre

de 1990, p. 3.


16 El proyecto de declaración fue firmado por Hipólito Solari Yrigoyen, Luis Brasesco,

Ricardo Lafferriere, Juan Trilla, Mario Losada, Adolfo Gass, Margarita Malharro de Torres,

Edison Otero, Edgardo Grosso, José Genoud, Conrado Storani, Hector Velazquez, Faustino

Mazzucco. Además de condenar el envío, el tercer punto proponía: “deplorar tanto el abandono

de una conducta internacional históricamente asumida por nuestro país, a favor de la solución

pacífica de las controversias como la subordinación del interés nacional a estrategias de alineamiento

en el orden mundial, que quiebran la posición de independencia sostenida desde la

recuperación de la democracia”, Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la

Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3749.

17 Este proyecto fue firmado por Alberto Rodríguez Saá, Carlos Snopek, Olijela del Valle

Rivas, César Mac Karthy, Pedro Conchez, Rogelio Nieves, Eduardo Vaca, Leopoldo Bravo,

134 Mar ía Cecilia Míguez

justicialistas defendieron la decisión del Poder Ejecutivo18. El resto de ellos

mantuvo una fuerte discusión con el ministro de Defensa, Humberto Romero

y con el canciller. En la primera de las sesiones donde se intentó tratar dichos

proyectos, el justicialismo estuvo ausente –lo que provocó la falta de quórum–,

elemento que demostró las divergentes posiciones al interior de dicho bloque.

Era difícil defender la actitud del Presidente, pero al mismo tiempo no estaban

dispuestos a criticarla en público sin reunirse antes con Domingo Cavallo.

Luego de la reunión con el canciller Cavallo, la mayoría de los senadores

justicialistas modificaron su posición y apoyaron la decisión de enviar tropas.

Para el 27 de septiembre, incluso el senador Eduardo Menem se convertiría

en defensor de la medida.

Cuando efectivamente se trataron los proyectos de declaración en la sesión

del 26 y 27 de septiembre se argumentó a favor y en contra del envío, no sólo

remitiéndose a los aspectos procedimentales sino incluyendo formulaciones y

diagnósticos con respecto a la cambiante realidad internacional.

En cuanto a los senadores radicales, fueron significativas las intervenciones

del senador por Buenos Aires, Adolfo Gass y el senador por Chubut,

Hipólito Solari Yrigoyen. El primero de ellos cuestionó la falta de consulta en

el marco de lo que consideró una tendencia del Poder Ejecutivo a prescindir

del Congreso de la Nación en decisiones fundamentales. Además recordó

la responsabilidad de las dos superpotencias de la guerra fría en el poderío

bélico iraquí y su falta de reacción en oportunidad del “genocidio contra el

pueblo kurdo”, destacando a su vez los intereses materiales –especialmente el

petróleo– involucrados en la guerra19. También comentó a la prensa que esta

decisión implicaba ayudar a los poderosos contra el Tercer Mundo20. En cuanto

Elías Sapag y Eduardo Posleman. Diario de Sesiones Honorable Cámara de Senadores de la

Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3751.

18 Diario La Nación, 20 de septiembre de 1990. Los senadores que apoyaron fueron Liliana

Gurdulich de Correa, Luis Rubeo, Eduardo Menem, José Figueroa y Juan Carlos Romero.

19 El senador Adolfo Gass explicaba: “Así, repentinamente, advierten estos países protectores

de la democracia que Saddam Hussein es, o parece ser, un nuevo Hitler, con lo cual, de

paso, disfrazan una escalada militar que más que nada tiene que ver con intereses materiales y

huele a petróleo, con el manto de una cruzada moralizadora […] Trampa para ingenuos, señor

presidente, en la que parece haber caído nuestro gobierno, aunque personalmente, y por lo que

ya he dicho, no creo que peque de esa ingenuidad”. Diario de Sesiones Honorable Cámara de

Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 3999.

20 El senador Adolfo Gass afirmó: “El canciller (Cavallo) es principista cuando se trata

de defender los intereses de los poderosos y es neutral sólo cuando los intereses afectados

pertenecen al Tercer Mundo. No es cierto que se rompa la tradición de neutralidad, ya que lo

hizo Guido cuando participó en la cuarentena y Videla, cuando colaboró militarmente con los

contras. El doctor Cavallo se une a estas posiciones. Ayudamos a los contras a favor de los

Estados Unidos y los Estados Unidos nos devolvieron (la ayuda) asistiendo a Gran Bretaña

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 135

a los elementos jurídicos, en la misma sesión sostuvo que no se trataba de una

“misión de paz”, sino que el bloqueo formaba parte de un acto de beligerancia

y que el Consejo de Seguridad sólo había solicitado el embargo, con el que se

estaba cumpliendo.

En línea similar se expresaron los senadores Hipólito Solari Yrigoyen y

José Genoud, quienes además discutieron los supuestos beneficios que esta

actitud traería21 y resaltaron la responsabilidad de las industrias bélicas de las

grandes potencias en este tipo de conflictos22.

Un argumento que también fue utilizado para discutir la decisión fue la

falta de consulta a los países del Grupo de Río y el hecho de que la Argentina

fuera el único país de América Latina en colaborar activamente con tropas en

el conflicto.

La defensa fue encarada principalmente por el Senador justicialista

Eduardo Menem, quien legitimó el envío de naves partiendo de un determinado

diagnóstico sobre el nuevo orden internacional al que haremos referencia

más adelante. De este modo sostuvo:

Aquí se quiere tergiversar la interpretación correcta de los hechos, se quiere

mostrar que este es un conflicto de Occidente con los países árabes o un conflicto

del Norte contra el Sur […] aquí hay un país agresor y un país agredido,

hay una intervención de las Naciones Unidas y una comunidad que quiere

integrar un nuevo orden internacional.


Ninguno de los proyectos de declaración fue aprobado.

Desde la Cámara Baja, el diputado radical César Jaroslavsky propuso

–a iniciativa del ex canciller Dante Caputo– una interpelación a Humberto

contra la Argentina, durante las Malvinas. Estamos de rodillas, como diría Dromi”, “Nuevas

repercusiones políticas por el envío de las tropas al Golfo”, en La Nación, Buenos Aires, 21

de septiembre de 1990, p. 3.

21 En un artículo de su autoría, el senador radical Solari Yigoyen explicaba que “No es

en el interés de la Argentina sino en el de las grandes potencias que se inscribe el envío de

tropas ¿Por qué? Porque ellas tienen que defender el petróleo del que se abastecen en el Golfo

Pérsico. Además porque los Estados Unidos no tienen un ámbito restringido como el de la

Argentina. El mapa del interés estadounidense es el mapamundi […] Las cambiantes actitudes

argentinas sobre Irak han desconcertado a Occidente. No sólo no nos trae beneficio económico,

sino tampoco prestigio”, Hip ólito Solari Yrigoyen, en Revista América Latina Internacional,

vol.7 Nº 26, octubre-noviembre de 1990, pp. 379-80.


22 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre

de 1990, p. 4018.

23 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre

de 1990, p. 4017.



Romero (Ministro de Defensa) y Domingo Cavallo (Ministro de Relaciones

Exteriores) para que explicaran las razones del envío. Esta moción tuvo el respaldo

de los diputados provenientes del radicalismo, del Grupo de los Ocho,

de una parte de la Ucedé, del Partido Socialista Unificado, del Partido Federal-

Buenos Aires, del Movimiento al Socialismo, del Partido Intransigente,

del Partido Socialista Popular, de la Democracia Cristiana de Córdoba y de

Bandera Blanca, pero no contó con los dos tercios necesarios por la oposición

de la mayoría de los diputados del PJ y de la Ucedé24.

La argumentación de la iniciativa legislativa se refirió en primer lugar a

la legalidad del envío de tropas –decisión tomada sin consulta a las cámaras–,

ya que algunos legisladores la consideraban violatoria del artículo 67, inciso

25 de la Constitución Nacional, mientras que los defensores como José Luis

Manzano sostuvieron la importancia de no tener una posición neutral ante el

conflicto y que no era necesaria la consulta al Congreso porque se trataba de

“fuerzas de paz”.


En la Cámara de Diputados los debates más intensos se dieron entre Caputo

y Manzano. Los argumentos que se esbozaron fueron similares a los detallados

en el caso del Senado. Fuera del ámbito parlamentario, Raúl Alfonsín

calificó de “sobreactuación ridícula, grotesca y anticonstitucional” la medida

suscripta por el presidente. Coincidían con él Federico Storani, Marcelo Stubrin

y Dante Caputo.

A pesar de los acalorados debates en el Congreso de la Nación, según

fuentes periodísticas, la mayor preocupación del gobierno se generó por los

debates al interior del justicialismo. El diario La Nación del 20 de septiembre

de 1990 explicaba: “[...] ni la posición adoptada por la UCR ni las habituales

recriminaciones de la izquierda perturban el sueño de Menem. También en

lo que hace al aporte armado de la Argentina contra Irak, esa facultad está

reservada para ‘los de adentro’ del partido”.

El Grupo de los Ocho26 criticó abiertamente la decisión y, como se dijo,

apoyó la moción del diputado Dante Caputo, tanto por considerar los aspectos

procedimentales de la decisión como violatorios de la Constitución Nacional

como por interpretar que el envío de tropas era una demostración de la subal-

24 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, “Debate en el Congreso por el

envío de tropas”.

25 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, p. 4 “El PJ y las razones del

sobrepeso opositor”.

26 Este Grupo se constituyó como una fracción dentro del PJ que abiertamente se enfrentó

al menemismo y rompió con el partido. Estaba conformado por Germán Abdala, Julio

Darío Alessandro, Carlos “Chacho” Alvarez, Luis Pedro Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco

Caviglia, Moisés Fontela y José Carlos Ramos.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

ternización de los intereses nacionales. Fuera del Parlamento, entre los que no

adherían directamente a la línea del Ejecutivo se encontraban los gobernadores

justicialistas Cafiero y Bordón, quienes mantenían una posición cautelosa. A

éstos se sumó con fuertes declaraciones el Secretario de la CGT-Azopardo,

Saúl Ubaldini.

En diciembre de 1990 se abrió una segunda etapa de las discusiones,

porque se requirió la aprobación del Parlamento para que las fuerzas argentinas

en el Golfo Pérsico intervinieran activamente si se desataba la guerra. El

proyecto fue enviado al Parlamento el 7 de diciembre y el objetivo era que las

naves tuvieran autorización para prestar “apoyo logístico y no intervenir en

las acciones bélicas”.


El 23 de enero el Congreso aprobaba el proyecto del Ejecutivo de que las

naves argentinas en el Golfo brindaran “apoyo logístico” a las fuerzas de la

coalición liderada por Estados Unidos. Algunos diputados justicialistas opositores

no asistieron a la sesión, como Franco Caviglia, Eduardo Budiño, Augusto

Alasino y Rafael Flores. Antonio Cafiero, en cambio, habría expresado sus

temores acerca de la posibilidad de que el Ejecutivo perjudicara a la provincia

de Buenos Aires con los ingresos coparticipables. Por el contrario, y a favor

del oficialismo, Alberto Pierri fue uno de los que militó más intensamente a

favor del proyecto.


4. Hacia una interpretación

Las discusiones entre y al interior de los dos partidos con mayor representación

en el parlamento –la UCR y el PJ– incluyeron diagnósticos y tendencias

políticas más profundas que es indispensable abordar para superar la descripción

y el plano discursivo.

27 El diputado Juan Pablo Cafiero sostuvo: “Este hecho consumado [la decisión del Ejecutivo

de enviar tropas] no es más que una muestra de lo que significa una política exterior

argentina que secunda a los intereses de los Estados Unidos. Es una demostración muy clara

de la forma en que se han subalternizado los intereses nacionales y las decisiones soberanas”,

Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 19 se septiembre de 1990,

p. 3037.

Saúl Ubaldini destacó que “nunca fuimos una nación mercenaria o una colonia proveedora

de carne de cañón para defender intereses ajenos”, en La Nación, Buenos Aires, 25

de septiembre de 1990.

29 Esto también fue objeto de discusión, porque legisladores radicales –Federico Storani

y Adolfo Gass– explicaron que la logística también era parte del accionar bélico.

 Página/12, Buenos Aires, 24 de enero de 1991, pp. 2 y 3.



Utilizaremos entonces distintos niveles de análisis para evaluar los grados

de acuerdo y desacuerdo, teniendo en cuenta las posiciones respecto de:

a) El diagnóstico sobre las transformaciones en el sistema internacional,

especialmente con referencia a la globalización, el “nuevo orden internacional”,

el Estado-nación y las intervenciones en general.

b) El lugar a ocupar por la Argentina en dicho sistema.

c) Las tradiciones políticas y formas de inserción de la Argentina a lo largo

de la historia contemporánea.

d) Finalmente, partiendo de la estrecha vinculación entre política externa y

política doméstica, las posiciones respecto de la nueva política económica

neoliberal.

a) En cuanto al diagnóstico de los cambios en el sistema internacional

La caída del muro de Berlín suscitó en el mundo una serie de formulaciones

ideológicas respecto del nuevo escenario internacional. Como decíamos,

especialmente en los Estados Unidos se pregonó la existencia de un “Nuevo

Orden Mundial”. Fue el presidente George W. Bush quien días después de la

intervención norteamericana en el Golfo enunciaba esa concepción. Frente a

las cámaras del Parlamento, el presidente norteamericano sostuvo:

Nos encontramos hoy ante un momento único y extraordinario. La crisis del

Golfo Pérsico, por grave que sea, ofrece una rara ocasión de avanzar hacia un

periodo histórico de cooperación. De estos tiempos confusos puede emerger

nuestro (…) objetivo: un nuevo orden mundial, una nueva época, más libre de

amenazas y de terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más segura en

la búsqueda de la paz, una era en la que las naciones del mundo –Este y Oeste,

Norte y Sur– puedan prosperar y vivir en armonía.

… Una centena de generaciones ha buscado ese desconocido camino hacia la

paz, mientras que miles de guerras se desencadenaban contra los esfuerzos de

la humanidad. Hoy, ese mundo nuevo lucha por nacer, un mundo distinto del

que hemos conocido. Un mundo donde el Estado de derecho tome el lugar de la

ley de la selva. Un mundo en que las naciones reconozcan su responsabilidad

compartida hacia la libertad y la justicia.

… Un mundo donde el fuerte respete los derechos del débil. Es una visión

que he compartido con el presidente Gorbachov [...]. Él y otros líderes en Europa,

en el Golfo y en todas partes del mundo comprenden que la manera en

que tratemos la actual crisis puede dar forma al futuro para las generaciones

venideras.

31 Citado y traducido por Thierry Meyssan, “Nuevo orden mundial. La doctrina estratégica

de los Bush”, en http://chilesur. indymedia.org/es/2005/05/2038. shtml

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

Esta visión concibió al período como una plena hegemonía norteamericana,

producto a su vez de la hegemonía de la democracia liberal y la economía

de mercado. El mundo adquiría una connotación específica: el “triunfo” del capitalismo

sobre el socialismo, el desdibujamiento del conflicto entre potencias

y países subordinados y la negación de los conflictos entre las potencias. De

la “globalización” de los mercados se dedujo una supuesta “interdependencia”

de las economías, donde las fuerzas del mercado tenderían a disolver las instituciones

y las economías nacionales. De allí la conformación de una “aldea

global”, el “mundo-uno”. En las versiones más extremas llegó a afirmarse el

“fin de la geografía”, es decir la eliminación de las referencias territoriales32 e

incluso el “fin de la historia”33 en el sentido de la confrontación no sólo ideológica

sino también cultural y nacional.

En consecuencia, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado

desde esta concepción como un ataque al orden global, a “toda la

Comunidad Internacional”, cuestionando su “legitimidad”34 y poniendo en

riesgo la “paz mundial”. En estos términos, el cambio cualitativo en el carácter

que tendrían los conflictos en la posguerra fría debería provocar entonces una

condena generalizada, donde quedara clara la ilegitimidad absoluta de este

tipo de accionar.

Las autoridades e intelectuales vinculados al proyecto del presidente

Menem adoptaron este diagnóstico y consideraron como posible el establecimiento

de una nueva “pax americana”, donde la cooperación entre las naciones

predominaría por sobre la confrontación. El propio presidente Menem se

pronunció reiteradas veces en esta línea.

32 R. O’Brien, “Global Finantial Integration: The End of de Geography”, Londres,

Routledge/RIIA, 1992.

33 Francis Fukuyama, “The End of the History and the Last Man”, Londres, 1992.

34 “Esta invasión no constituye un problema más de los que ha sido testigo la Comunidad

Internacional en las últimas décadas. A diferencia de conflictos previos en que el factor Este-

Oeste llevaba generalmente a que el conflicto enfrentase, en última instancia, a los dos bloques,

la invasión a Kuwait, que es la primera crisis posterior a la Guerra Fría, constituye una

agresión a toda la Comunidad Internacional, en la medida en que la actitud iraquí cuestiona la

legitimidad del incipiente orden internacional [...]. En resumen, puedo decir que la injustificada

agresión por parte de Irak, en un momento en que la Comunidad Internacional se encuentra en

un proceso caracterizado por relaciones de cooperación, llevó a una casi automática reacción

por parte de todos los actores internacionales. La solidaridad demostrada por estos países es

una prueba irrefutable de que ya no existe margen para actitudes como las emprendidas por el

régimen de Saddam Hussein”, Carlos Menem, Estados Unidos, Argentina y Carlos Menem,

Buenos Aires, Ediciones CEYME, 1990, p. 167.

35 “La superación del bipolarismo es una realidad que privilegia la noción de cooperación

sobre la de la confrontación”, Menem, op. cit., p. 161.



Los efectos de adscribir a esta visión fueron las políticas de alineamiento

que hemos nombrado, y entre ellas, por ejemplo, la concepción acerca del

Tercer Mundo, que se plasmó en la retirada del movimiento de No Alineados

en 1991.

Vale la pena citar, en este sentido, el texto con que el gobierno dio a conocer

la decisión de enviar tropas, por lo esclarecedor:

Aquí no está en juego un interés ideológico, partidista, sectorial, o de bloques

de poder. Ni siquiera está en discusión la tradición más excelsa de nuestra

política exterior. Aquí existe un enfrentamiento profundo entre la comunidad

de Estados en su conjunto (reitero: en su conjunto) y un gobierno que ha violado

la ley internacional y actúa en abierto desafío a la Carta de las Naciones

Unidas. [...] … Quienes piensan que la lejanía del Golfo, o la falta de una presencia

argentina en la región, pueden asegurarnos no sufrir las consecuencias

de estos acontecimientos, se equivocan. No entienden que nuestro país ya es

un socio activo en la gestación del nuevo mundo de paz, progreso y distensión

que busca consolidarse. No entienden que la actitud del régimen de Bagdad

amenaza seriamente este nuevo escenario. Frente a una situación semejante, la

indiferencia implica retroceso. Implica atraso. Implica aislamiento. [...] Queremos

que se restablezca el derecho y la justicia en el Golfo.


Aquí se hace presente además la justificación utilizada por los Estados

Unidos para su intervención, apelando a la “legalidad internacional”. Como

bien han analizado Claudio Spiguel y Rubén Laufer, en este supuesto “orden

global” lo que vale para algunos no vale para todos. Más específicamente, las

intervenciones multilaterales fueron producto de la decisión de Estados Nacionales,

y han sido ejercidas también sobre unidades nacionales, mientras se

proclamaba su debilitamiento. Muchas veces, la defensa de los valores “huma-

36 Alfredo Bologna cita una conferencia de prensa realizada en Nueva York, donde Carlos

Menem dijo: “‘El Tercer Mundo’. No sé dónde se encuentra el ‘Tercer Mundo’”. Y luego cita

también un párrafo donde el ex presidente expresa: “No nos dejemos engañar con falsas opciones.

Que uno es de izquierda, otro de derecha y otro de centro. No hablemos más de Tercer

Mundo. Hay un solo mundo y en ese mundo está la Argentina, tratando de crecer y de ser cada

día más poderosa”, en Alfredo Bruno Bologna, “Dos modelos de inserción de Argentina en el

mundo: Las presidencias de Alfonsín y Menem”, Cuadernos Política Exterior Argentina, Serie

Informes sobre proyectos de investigación, nº 2, CERIR, Rosario, diciembre de 1991. El autor

utiliza como fuentes: Judith Evans, “El Banco Mundial va al Este”, en Foro de Desarrollo,

Ginebra, noviembre de 1990, p. 4, y “En dos años hemos puesto al país de pie”, Espacio de

Publicidad en Ámbito Financiero, Buenos Aires, 10 de julio de 1991, p. 11.

37Menem, op. cit., pp. 173-174.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 141

nos” y la “democracia” es el velo utilizado para justificar intereses económicos

o estratégicos de alguna de las potencias38.

El apoyo con naves argentinas constituyó un hito donde el nuevo gobierno

puso en práctica tal diagnóstico sobre los cambios en el sistema internacional,

descartando la posibilidad de ser neutrales y realizando un gesto de total apoyo

a Washington. El primero y más contundente. A ese respecto el canciller

Domingo Cavallo sostuvo años después: “La República Argentina no podía ni

debía asumir una posición de neutralidad ante esa invasión. Tal actitud ya no

tiene más espacio en el marco de las relaciones internacionales actuales”.


En la sesión citada del 26 y 27 de septiembre de 1990, el senador oficialista

Juan Carlos Romero argumentaba –haciéndose eco de este diagnóstico– a

favor del envío de tropas que

[…] por primera vez la Argentina, ante esta oportunidad de sumarse a la creación

de un instrumento apto, rápido y eficiente para el mantenimiento de la paz

y seguridad internacionales, asume un papel activo y voluntario en un mundo

que ya no admite, como tesitura externa, el aislamiento y la indiferencia. No

entender esto, señor presidente, es no entender el mundo en que vivimos.

A estas declaraciones, podemos agregar las posiciones del senador Eduardo

Menem, que sostenía:


Se ha abierto la democracia. Se ha reunificado Alemania después de ese hecho

simbólico y trascendente que fue la caída del Muro de Berlín. La comunidad

europea es, prácticamente, la nueva realidad del mundo. La Unión Soviética

38 “Las intervenciones sólo se llevan a cabo si se efectivizan contra una nación débil del

llamado “mundo periférico”. Es obvio que el recurso a la intervención queda excluido tratándose

de potencias centrales: ello, de hecho, supondría no una intervención del “orden global”

en una unidad nacional, sino una fractura de la “sociedad internacional” y una guerra abierta

entre bloques enfrentados. La estructura jerárquica del poder mundial es el fundamento de la

“doble medida” con que los organismos multilaterales juzgan la conducta internacional de los

países poderosos y la de los débiles, y la aplicabilidad o no de sanciones cuando consideran

traspuestos los límites de la “ley internacional”, Claudio Spi guel y Rubén Laufer, “Intervencionismo

en el mundo ‘globalizado’: ¿Ruptura o continuidad del ‘viejo orden?’, en III Jornadas

de Historia de las Relaciones Internacionales, Globalización e Historia, Tandil, Junio de 1996,

Ed. H. Cámara de Diputados de la Nación, Bs. As. 1998, p. 117.

39Domingo Cavall o, “La inserción de la Argentina en el primer mundo”, en Sil via Ruth

Jalabe (comp.), La política exterior y sus protagonistas 1880 – 1995, CARI, Ed. Nuevo Hacer,

Grupo Editor Latinoamericano, 1995, p. 375.

40 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre

de 1990, p. 4034.



y los Estados Unidos están coincidiendo en decisiones fundamentales para la

humanidad. Pareciera que la discriminación racial en Sudáfrica también va a

ser superada. Namibia es república. Es decir, se nos abre un nuevo mundo. Se

está creando un nuevo orden internacional que se ha puesto de manifiesto en

esta circunstancia.

En cuanto a la Unión Cívica Radical, el diagnóstico de los cambios internacionales

que prevalecía en los especialistas en política exterior difirió de la

visión unipolar y exenta de conflictos.

Conrado Hugo Storani (h), Diputado Nacional por la UCR –uno de los

que discutieron en forma más solvente el envío de tropas– publicó junto a

Ángel Pablo Tello dos trabajos denominados “Hipótesis de conflicto”, Primera

y Segunda Parte, en agosto de 1990 –anterior al inicio del conflicto en el

Golfo Pérsico– y septiembre de 1991 respectivamente. En el primero de ellos,

aparece claramente una crítica a las ideologías que pregonaban el “fin de los

conflictos” y el “fin de historia”, planteando que el fin de la bipolaridad traería

un orden multipolar caracterizado por el incremento de la competencia entre

los países “del Norte”, donde lo que estaría en discusión era quiénes se constituirían

en centros de poder. Llega a la conclusión de que comenzarían nuevos

conflictos, nacionales o regionales, entre los que distingue como principal el

conflicto “Norte-Sur”, de carácter económico, originado en la diferencia entre

altos niveles de crecimiento y una inmensa mayoría de países pobres.

La segunda parte de esta publicación, de septiembre de 1991, se refiere en

especial a la Guerra del Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca

el carácter particular de los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo,

puntualizando que los fines del Estado norteamericano eran la destrucción del

sistema militar e industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada permanente

en la zona, con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar

el petróleo y advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa

del poder o del cuestionamiento del orden establecido.


Finalmente, caracteriza al período como “desorden estratégico”, donde la

Argentina debía ubicarse defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo

políticas que nos proveyeran de un sistema defensivo apto.

En la misma línea Federico Storani, también Diputado Nacional por la

UCR, afirmaba para 1992 que el orden unipolar constituye una aspiración

41 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre

de 1990, p. 4016.

42 Conrado Hugo Storani (h) y Ángel Pabl o Tell o, Hipótesis de conflicto (segunda

parte), Ediciones de la H. Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, septiembre de

1991, p. 26.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

de los Estados Unidos, pero que el sistema internacional se dirige hacia la

multipolaridad, ante el ascenso de potencias como la Europa comunitaria y

la ex URSS.

Al mismo tiempo, condenaba la intervención norteamericana en el Golfo,

puntualizando también el interés estratégico y económico de los Estados

Unidos en la región, en el marco de los conflictos –en oposición al diagnóstico

“pacífico” del oficialismo– “Norte-Sur”, y caracterizando el accionar

norteamericano como “advertencia para el Tercer Mundo”. Este diagnóstico

también descartaba la “disolución” o pérdida de vigencia de la soberanía del

Estado-nación.

Otro de los senadores radicales opositores a la medida fue Luis León,

quien afirmó:

nos encontramos también las falencias de un orden internacional elitista y

oligárquico, un orden internacional que dicta leyes, pero que solamente puede

impulsar su aplicación cuando las potencias que tienen poder económico

y militar son las damnificadas por la violación de esas leyes. Se trata de un

mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que no obligan a nadie

si no hay un ejército detrás de alguna potencia que voluntariamente decida

hacer respetar esa ley.

Sin embargo, también en el radicalismo hubo otras posiciones que daban

cuenta de la existencia de corrientes internas en el mismo partido más cercanas

al oficialismo en estos aspectos.

Junto con las transformaciones operadas en la política económica doméstica

a partir del Plan Austral, las posiciones de los funcionarios del gobierno

respecto de la inserción internacional argentina también fueron modificándose

de manera sustancial.

El ministro Juan Sourrouille, por ejemplo, había sostenido ya en 1987

que la Argentina era un país que no podía modificar las tendencias económicas

globales e ignorar las demandas de los acreedores, y por lo tanto, lo más

 Federico Storani, “Situación Internacional”, Revista Actualización Política, n° 5 abrilmayo

1992, p. 89.

44 Con respecto a las “soluciones militares ante el temor que inspira una masa enorme de

indigentes”, en el mismo artículo el autor afirma que “allí está la Guerra del Golfo para recordarnos

el tratamiento que se le dispensa a aquél que cuestione intereses particulares –el petróleo

en este caso– y un orden establecido. Esto no significa estar de acuerdo con un acto criminal

como el cometido por Saddam Hussein, lo que sí cremos es que, en muchos aspectos, esta guerra

fue pensada y planteada como una seria advertencia al Tercer Mundo”, Ibídem, p. 90.

45 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre

de 1990, p. 4040.



conveniente era ajustar la política económica respondiendo a algunas de esas

exigencias. Este enfoque consideraba que la mejor forma de superar el estancamiento

era a través de una inserción más profunda dentro del orden económico

internacional y de una creciente capitalización doméstica, postulando

un “ajuste positivo” basado en la promoción de exportaciones y crecimiento

de la inversión y no a través de la expansión de la producción para el mercado

interno y el aumento del consumo doméstico.

Eduardo Angeloz sentó su posición respecto de la relación entre el país y

el llamado Tercer Mundo en su libro El tiempo de los argentinos, publicado

también en 1987. Sus argumentos serían los mismos que se utilizaron en los

noventa para justificar la política exterior de Menem, y el retiro de la Argentina

del Movimiento de Países No Alineados. Angeloz consideraba que defender

la “vocación tercermundista”

Es como proclamar la victoria de nuestra decadencia. Como defender, en nombre

de la solidaridad, nuestra instalación entre los países que se van rezagando,

cuando lo verdaderamente revolucionario hubiese sido mantener el ritmo de

crecimiento –o por lo menos, de no haberlo dejado caer abismalmente–, utilizar

nuestra riqueza para ayudar a los postergados y desheredados de la tierra.

Evidentemente, mal que nos pese, hoy somos tercermundistas, porque hicimos

todo, o dejamos de hacer todo, para merecerlo. Pero no ha sido ni deberá ser

ése nuestro destino. Nuestro tercermundismo no es otra cosa, pues, que una

profesión de fe en la decadencia.

Sin duda esta posición no era la misma en las distintas líneas políticas

del partido y, por lo tanto, evidenciaba las diferencias con el propio canciller

Caputo y con el presidente Alfonsín, defensores de la participación del país

en ese ámbito internacional.

Veamos la posición de uno de los asesores radicales más reconocidos en

el área de las relaciones internacionales: Carlos Pérez Llana. Afirmaba, en

una nota del diario La Nación en septiembre de 1990, que el mundo actual

era “más complejo y menos jerarquizado”, adscribiendo de algún modo a las

teorías que decretaban la transformación de carácter de la relación entre los

países de la posguerra hacia una primacía de los aspectos económicos48.

46 Aldo Vacs, “Vuelta a los orígenes: democracia liberal, liberalismo económico y la

redefinición de la política exterior argentina”, en Carlos Acuña (comp.), La nueva matriz

política argentina, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1995, p. 300.

47 Eduardo Angeloz, El tiempo de los argentinos, Buenos Aires, Emecé Editores, 1987,

p. 103.

48 “…decididamente existe un nuevo orden, donde la cronología de la guerra fría ha sido

sustituida por una nueva agenda internacional (…) ahora nos encontramos en un mundo más

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 145

Al analizar la situación en el Golfo, consideraba que frente a la constitución

de un sistema de seguridad colectiva posterior al desmembramiento de

la URSS, el accionar de Saddam Hussein había amenazado dicho orden y por

lo tanto la respuesta debía ser también colectiva. En consecuencia, defendió

abiertamente la decisión del envío de tropas y la política exterior del canciller

Domingo Cavallo, cuestionando únicamente la falta de consulta al Poder

Legislativo49. Así, también hacía suyo el discurso de la “doble medida” al que

hacíamos referencia más arriba, a diferencia de otros funcionarios del mismo

partido.

b) En cuanto a la “adecuada” inserción de la Argentina en ese contexto

La plataforma electoral que describió el programa con el que el Justicialismo

concurrió a elecciones en 1989 planteaba una continuidad con la doctrina

peronista de la Tercera Posición, la importancia de la integración latinoamericana

y la persistencia en el movimiento No Alineados.

Como dijimos, la política llevada a cabo por Carlos Saúl Menem y sus

cancilleres Domingo Cavallo y Di Tella se distanciaría rápida y abruptamente

de estos postulados. Ya en su primera reunión con Bush, el presidente Menem

prometió respetar los compromisos de la deuda y mencionó su apoyo al “restablecimiento

de la democracia” en Panamá.


Una elaborada concepción comenzó a regir las orientaciones en materia

de política exterior del gobierno de Menem. Al interior del oficialismo, la

discusión acerca de la inserción se enmarcó en los postulados del “realismo

periférico” elaborados por Carlos Escudé. Sus principios básicos parten de

complejo, menos jerarquizado y donde se destacan los temas económicos y otros de creciente

entidad, como los del medio ambiente y el narcotráfico”. Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible

que todos ambicionamos”, La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.

49 La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.

50 Clarín, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1989. La intervención en Panamá fue un

operativo militar realizado por el ejército de los Estados Unidos de América el 20 de diciembre

de 1989 con el propósito de capturar al General Manuel Antonio Noriega, Comandante en

Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá, quien era requerido por la justicia

estadounidense acusado del delito de narcotráfico. El operativo fue denominado Operation

Just Cause (Operación Causa Justa) por el comando militar estadounidense. Incluso miembros

del Servicio de Inteligencia norteamericano aceptaron que el objetivo real de la invasión era

mantener fuerzas estadounidenses en un puesto de observación y control sobre el canal debido

a que el gobierno de Noriega suponía un peligro para todas las operaciones del canal, y que

sobredimensionaron la figura manipuladora de Noriega con fines propagandísticos.

51 En realidad el concepto fue acuñado por Roberto Russell con otro contenido. La elaboración

preteórica de Escudé quedó resumida en su libro Realismo periférico.


 Fundamentos



la consideración de la Argentina como un país dependiente vulnerable y por

lo tanto “poco relevante para los intereses vitales de las grandes potencias”52,

y de acuerdo a esta consideración traza líneas de acción necesarias para la

“inclusión” en el sistema internacional:

• Eliminar las confrontaciones políticas con las grandes potencias,

reduciendo el ámbito de sus confrontaciones externas a aquellos asuntos

materiales vinculados en forma directa a su bienestar y su base de

poder.

• La política exterior debe calibrarse no sólo en términos de un riguroso

cálculo de costos y beneficios materiales, sino también en función de

los riesgos de costos eventuales.

• La autonomía debe redefinirse en términos de los costos relativos de

la confrontación. La autonomía se medirá en términos de los costos

relativos de hacer uso de esa libertad de acción frente a un problema

determinado. Debe distinguirse la inversión de autonomía del consumo

de autonomía.

Además de legitimar de este modo el alineamiento y el abandono de las

políticas autonómicas en los términos que se explicaba en el apartado anterior,

se definía una prioridad por las cuestiones económicas. Cuando reiteradas

veces el oficialismo se refiere al “interés nacional”, lo hace vinculándolo

discursivamente con las necesidades económicas, como si esas necesidades

fueran las mismas para todos los argentinos. Este es el eje sobre el que basa

su política exterior. De hecho, sus dos cancilleres fueron economistas. El ex

presidente afirmaba:

Mi concepción de política exterior es simple y clara: hay que trabajar para que

la Argentina tenga una política exterior que privilegie el interés nacional, esto

es, el bienestar de los argentinos. Esto presupone, por sobre todas las cosas,

realismo; porque sabemos que sólo el crecimiento económico y el mayor

bienestar de la población nos van a dar más presencia en el mundo. Se trata de

crear un clima de libre comercio y también para el movimiento de capitales,

para las inversiones directas favorables para el crecimiento de la economía

para la Nueva Política Exterior Argentina, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1992.

52 Carlos Escudé, Ibídem.

53 Carlos Escudé, “La política exterior de Menem, y su sustento teórico implícito”, Revista

América Latina Internacional, vol. 8, núm. 27, Buenos Aires, enero-marzo de 1991.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 147

mundial y el aprovechamiento por parte de las economías nacionales, de la

oportunidad que ofrece la economía mundial. De esta forma pretendo que la

política exterior se constituya en un apoyo fundamental para la solución de los

problemas económicos y sociales de nuestro país54.

El ex canciller Guido Di Tella declaraba, con respecto a la prioridad en la

agenda de los temas económicos: “La política exterior no es 90% de política

y 10% de economía. No diría lo contrario, pero una proporción de más de la

mitad está al servicio de la política económica”55.

Aparece en la construcción ideológica una relación directa entre la política

exterior “pragmática” y las políticas económicas de apertura y liberalización

de la economía.

El Diputado Nacional radical citado anteriormente, Conrado Storani, a

diferencia de este planteo, se refería a la necesidad de lograr márgenes de

autonomía en el caso de los países del Sur, y lo asociaba con la conformación

de ámbitos regionales, subsistemas que aspiran a través de la integración a

“mayores cuotas de poder y desarrollo”56.

Y en cuanto a las relaciones con la potencia del Norte afirma:

Políticas alineadas hacia fuera que provocan divisiones vergonzosas hacia

adentro sólo contribuyen a desencuentros y fracturas internas que entorpecen

un clima de estabilidad y armonía necesario para el crecimiento económico

y la credibilidad internacional. Es imprescindible para nuestros intereses

una relación sólida con los Estados Unidos [...] Pero esto será así en tanto y

en cuanto nuestro pueblo pueda realizarse plenamente [...] No es enviando

medicamentos a los países del Golfo Pérsico y permitiendo que enfermedades

supuestamente desaparecidas hagan estragos en nuestra población infantil

como vamos a crear un clima interno favorable a una alianza duradera con el

gran país del Norte.

En cambio, también dentro del radicalismo, la posición del candidato radical

Eduardo Angeloz era más coincidente con la del ex presidente Menem.

Tal es así que en un trabajo de análisis de opinión sobre la política exterior

de 1992, Mora y Araujo y otros afirmaban que “los dos principales referentes

políticos del momento –los dos que ostentan los más altos índices de valora-

ciones positivas por parte de la población, esto es, Carlos Menem y Eduardo

Angeloz– son ambos percibidos como sustentando la presente orientación de

la política pública, particularmente en los campos de la política económica y

las relaciones exteriores”.

Carlos Pérez Llana, a pesar de distanciarse del diagnóstico del nuevo orden

internacional realizado por el oficialismo, defendía la política exterior de

Cavallo distinguiéndola de su sucesor Guido Di Tella. Al referirse al enfoque

inaugurado en 1989 y que privilegió las cuestiones económicas, escribe que “la

gestión del canciller Cavallo vino a coincidir con la mayoría de los analistas,

quienes señalaban la necesidad de colocar a la política exterior al servicio del

crecimiento y el bienestar”.

Del mismo modo, era partidario de la “inserción internacional” en el nuevo

orden internacional, aprovechando sus “oportunidades”, que no se limitaban

a los Estados Unidos, sino que debía haber un criterio más amplio60.

Lucio García del Solar, en esta línea, criticaba el envío de tropas al Golfo

por considerarlo una “sobreactuación”, entre otras, con la falsa esperanza de

que redituaran materialmente. Lo que hace es rescatar el rumbo económico

de la política menemista y del ministro Cavallo como la puerta verdadera de

entrada a la ayuda financiera de Washington y los organismos internacionales.

La crítica que realiza a la política exterior es de forma, y no de contenido.

Recalcando la relevancia de la forma en el caso de estas políticas públicas,

advierte sobre el protagonismo del ex presidente y la necesidad de mantener

la “independencia de criterio”.

En estos dos últimos autores prima la necesidad de “reinsertarse” en el

orden internacional que veíamos en el oficialismo. No hay una crítica al carácter

de la intervención de los Estados Unidos en el Golfo, más bien lo contrario,

58 Manuel Mora y Araujo, Graciela Di Rado y Paula Montoya, “La política exterior y

la opinión pública argentina”, en Roberto Russell (comp.), La política exterior argentina en

el nuevo orden mundial, Buenos Aires, Grupo Editoral Latinoamericano, 1992, p. 223.

59 Carlos Pérez Llana, “La nueva agenda internacional y la política exterior argentina”,

Comentarios al artículo de Carlos Escudé “Cultura política y política exterior: el salto cualitativo

de la política exterior argentina inaugurada en 1989”, en Russell , La política exterior

argentina…, cit., p. 93.

60 Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible…”, op. cit.

61 El ex embajador Lucio García del Solar sostuvo: “En conclusión, puedo reiterar que las

posiciones adoptadas por el actual gobierno en política exterior son las que corresponden, salvo

algunas excepciones, al momento que vive la comunidad internacional debido a sus dramáticos

cambios. En la diplomacia, sin embargo, las formas tienen tanta importancia como el fondo.

Con formas adecuadas, una mala política puede defenderse mejor; descuidando las formas,

una buena política puede estropear la imagen y perjudicar los resultados”, en Comentarios al

trabajo de Carlos Escudé, “Cultura política y política exterior [...]”, cit., pp. 201-202.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 149

por lo tanto el eje es la no consulta al Legislativo –siempre teniendo como

referencia ese objetivo de la reinserción– ya que atenta contra la previsibilidad

de la Argentina en el sistema internacional.

Alfredo Bruno Bologna, especialista en política exterior argentina,

sostuvo que el gobierno de Menem asumió el paradigma “neoconsevador”

formulado por las potencias, un paradigma donde las distinciones entre países

predominantes y países pobres se relativizan, se intentan diluir. El orden

“global” se presentó como incuestionable, y por lo tanto sólo quedaba “acomodarse”

en él mediante la apertura de la economía, el ajuste y la inserción

en el orden económico imperante62. Sin embargo, a partir de lo analizado, es

factible reflexionar respecto de la aceptación y adopción de dicha concepción

por parte de líneas de la dirigencia política de ambos partidos a analizar.

Hemos visto que circulan tanto al interior del Partido Justicialista como

de la Unión Cívica Radical los nuevos paradigmas de los países centrales –que

constituyen en ciertos casos resignificaciones de “viejas” ideologías, como

lo es la justificación de la intervención–, que ejercen además su hegemonía

cultural.

c) Una posición con respecto a las causas históricas de la crisis argentina

en relación con las formas de inserción internacional

Los análisis acerca de las problemáticas actuales remiten necesariamente

a interpretaciones acerca del pasado. El neoliberalismo, ya presente tanto

en algunos dirigentes radicales como en el oficialismo, resaltó el valor de la

Argentina exportadora de principios de siglo y cuestionó los intentos de autonomía,

calificados como “aislamiento”. Estas corrientes locales que reflejaban

las teorías neoliberales que afloraron desde la década de 1980 “generaron

una visión sesgada y errónea de las causas del autoritarismo militar, la crisis

y la ‘declinación’ económica argentina. Éstas serían, para esos enfoques, el

resultado de un presunto ‘aislacionismo’ argentino, cuando no de un ‘desafío

nacionalista’”63.

Hay que destacar, además, que más allá de la retórica antiestatista, lo

que se dirimía era cómo reorganizar el poder del Estado, en función de a qué

intereses predominantes se iban a orientar las políticas públicas.

62 El autor agrega que el pensamiento “conservador del Sur” “niega todo sentido al proceso

de negociaciones globales. Sus reivindicaciones frente al sistema mundial se limitan a cuestiones

de tipo pragmático [...] Los conservadores del Sur comparten la constelación de ideologías,

valores y símbolos proclamados por el sistema cultural del Norte”, Bologna, op. cit.

63 Rapoport y Spi guel, op. cit., p. 72.



El experto brasileño en relaciones internacionales, Amado Luiz Cervo,

sostuvo que un gran número de especialistas se congregó en una verdadera

comunidad epistémica. Este concepto da cuenta de la existencia de un conjunto

de intelectuales, académicos y diplomáticos argentinos que, con sus aportes,

ayudaron a formular la base de sustentación ideológica de la política exterior

de Menem. Todos ellos, como veremos, tenían una visión “revisionista” de la

historia argentina. Entre ellos, Carlos Escudé, Tulio Halperin Donghi, Carlos

Díaz Alejandro y Andrés Cisneros.

El primero de ellos partió de encontrar como causa del “estancamiento”

económico la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Así,

afirmaba:

La moraleja, difícil de rebatir, es que las malas relaciones crónicas con una

gran potencia de cuya buena voluntad se depende en muchas esferas no son

funcionales para el interés nacional de un país vulnerable como el nuestro, y

pueden acarrear costos enormes [...] La Segunda Guerra Mundial debe ser un

recordatorio permanente de lo costosas que pueden ser las malas relaciones

con un país como los Estados Unidos64.

Esta visión generó en 1984 una importante polémica en el área de las relaciones

internacionales, y en particular respecto del carácter de esa neutralidad,

con otro estudioso de las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos,

Mario Rapoport65.

Tulio Halperin Donghi contribuyó a esta “revisión tradicional” por medio

de la distinción de tres etapas en la historia argentina. En palabras de Amado

Cervo, “antes do peronismo, a grandeza, de Perón a Alfonsín, a decadência,

de Menem a Menem, a redenção”66. Las tesis económicas de Carlos Díaz

Alejandro, desarrolladas en su Ensayo sobre la historia económica argentina,

contribuyeron de modo fundamental a la exaltación del modelo agroexportador

y a la justificación del proceso de desindustrialización.

Específicamente en el área de las relaciones internacionales, la adscripción

a esta comunidad epistémica se tradujo en la elaboración de un objetivo

64 Carlos Escudé, “La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, en Diario La

Nación, 16 de octubre de 1990, p. 7.

65 Ver las tesis de ambos autores: Mario Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las

clases dirigentes argentinas (1940-1945), Ed. Belgrano, 1981; Carlos Escudé, Gran Bretaña,

Estados Unidos y la declinación argentina (1942-1949), Ed. Belgrano, 1983; y la polémica

publicada en la Revista Desarrollo Económico, Vol. 23, N° 92, enero-marzo de 1984.

66 Citado por Bernal-Meza, op. cit., p. 324.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 151

para la Argentina de los noventa: 

favorecer la reinserción de la Argentina en  el Primer Mundo.

Adscribiendo a esta “revisión neoliberal”, Di Tella expresaba:

El problema de la Argentina, o por lo menos uno de los problemas básicos,

ha sido una política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales

culturales, económicas, políticas y eso se ha notado a lo largo de muchos

años. No es un fenómeno que duró una década sino un muy largo período, de

50 o 60 años [...]. Esto de haber pretendido hacer un modelo autárquico en el

orden económico y en el orden tecnológico, no podía sino terminar muy mal.

La declinación argentina está claramente asociada a ese proceso, no sólo en el

orden económico sino en el orden internacional.

Como decíamos, para los ideólogos liberales, la Argentina habría pasado

de una “época de oro” a su declinación y la razón habría sido el aislamiento,

la búsqueda de autonomía. El candidato radical Eduardo Angeloz revisaba de

este modo la historia argentina, haciendo suyas ideas muy similares:

Como en tantas otras oportunidades, sobre todo desde el 30 hasta aquí, hemos

marchado a contrapié: mientras se producían los milagros económicos de la

segunda posguerra, por caso, protagonizábamos, con un inconcebible instinto

de autodestrucción, el milagro de la regresión. Conquistamos la autarquía de

la decadencia, pero siempre encontraremos en otros los causantes de nuestros

propios males. Los argentinos vivimos imaginando conjuras internacionales en

nuestra contra, y siempre encontramos villanos para personificar la tragedia de

nuestros propios males. Parecemos pensar que, cada mañana, Reagan y Gorbachov

se comunican para acordar la maldad que nos inferirán ese día. Y, aunque

esto hiera nuestro orgulloso argentinocentrismo, desaparecimos del mundo69.

Este discurso se convirtió en hegemónico en la cancillería luego de la

asunción de Carlos Menem, y durante años periodistas, asesores e intelectuales

justificaron las reformas como el único camino posible. Es muy significativa

la posición de Mariano Grondona al respecto, varios años después:

En 1989, cuando se inclinó por las relaciones carnales con los Estados Unidos,

Menem apostó con la intuición del político al naciente imperio norteamericano.

67 Ver los trabajos de Felipe De la Balze; Jorge Castro; Jorge Bolívar y Andrés Cisneros,

en Cisneros, 1998.

68 Di Tell a, op. cit., pp. 379-380.

69 Angeloz, op. cit., pp. 70-71.



Pero esta apuesta no se concretó tanto a través de la diplomacia del canciller

Di Tella, cuanto por medio de una decisión más profunda: la ley de convertibilidad

del ministro Cavallo.

Ésta es la base real de las relaciones carnales: que en 1991, nuestra economía se

mudó del peso al dólar. Antes que otros países, la Argentina decidió convertir

su economía en un apéndice del imperio norteamericano. Hoy, si los depósitos

se están desplazando del peso al dólar, ya no le importa. Es en el dólar, y no en

el peso, donde ella ha fijado su morada. ¿Había otra alternativa? ¿La hubo en

1852? En el mundo global de nuestros días, ¿pueden las naciones periféricas

darse el lujo de la independencia económica? ¿Es su objetivo la exaltación de

la soberanía o el refugio de la seguridad?

A pesar de las diferencias que Dante Caputo planteó respecto del realismo

periférico, en una entrevista publicada en el diario La Nación en 1988, también

exaltaba la inserción internacional característica del modelo agroexportador:

En cuanto a la inserción de la Argentina en el contexto internacional, soy un

convencido de que el país necesita absolutamente del mundo exterior para

su desarrollo. Esa fue nuestra historia. Crecimos desde 1880 a 1930 porque

encontramos la manera adecuada de insertarnos en el mundo. Cuando después

de la crisis de 1929, no se supo encontrar un nuevo modo de inserción,

el crecimiento cesó, se desarrollaron las tendencias más perversas hacia la

especulación económica y el autoritarismo político. Creo que ahora se presenta

una nueva reacomodación del esquema internacional, que da a la Argentina

una nueva oportunidad para reinsertarse en ese esquema71.

Es notoria la coincidencia entre este último planteo y las posiciones de los

dos cancilleres del gobierno de Menem, Cavallo y Di Tella.

La revitalización de la matriz de pensamiento conservador liberal argentino

sirvió de discurso legitimador y fue fundamental para la instalación de la

necesidad de reformas estructurales en la agenda estatal.

d) Una posición con respecto a la nueva política económica neoliberal

Como se afirmaba, durante la década del 80 se fue produciendo al interior

de las clases dirigentes un corrimiento de las corrientes nacionalistas y

dependentistas. La ideología neoliberal –como plantea Raúl Bernal-Meza–,

70Mariano Grondona, “El lado argentino de la globalización”, Diario La Nación, 30 de

agosto de 1998.

71 Dante Caputo, en entrevista publicada en La Nación, Buenos Aires 13 de noviembre

de 1988, pp. 1-3.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

que hacía de la crítica al modelo desarrollista de sustitución de importaciones

su eje articulador para fundamentar la aceleración de su implantación en la

Argentina, justificaría con ella el proceso de desmantelamiento de la industria

nacional, retrotrayendo al país a una situación de productor primario72.

Para la corriente vinculada con el oficialismo menemista, la conexión

entre política exterior y política económica doméstica fue directa y una de las

críticas que la gestión justicialista hizo a la de Raúl Alfonsín se basó justamente

en ese eje. Su cuestionamiento marcaba con agudeza la contradicción

y los límites de la política exterior del gobierno radical, pero utilizaba este

razonamiento para propiciar una política de un acercamiento de mayor alcance

con los Estados Unidos y con la Unión Europea.

En el proyecto económico y político del presidente Menem, el alineamiento

con los Estados Unidos y el reordenamiento económico interno se

plantearon como prioridades73. Ambos elementos constituyeron dos planos

de una unidad, partes de una estrategia global. El mismo canciller Di Tella se

expresaba al respecto:

Estimo que la política que hemos seguido es una continuación en cierto sentido

de la política que comienza en 1983 con la democracia, que hace esto posible,

pero básicamente la política que comienza en 1989 produce un cambio externo

e interno. La política exterior que estamos haciendo se traduce al interior: la

estabilidad, el equilibrio fiscal, las cuentas ordenadas, la transparencia, las privatizaciones,

adoptar normas económicas parecidas a las normas del mundo,

y no inventarnos normas económicas y un modelo alternativo que no existió

más que en nuestra imaginación. Pero la política exterior tiene autonomía y ha

sido necesaria para hacer viable las nuevas relaciones económicas que yo mencionaba

en el caso del Plan Brady. El Plan Brady se hizo en Economía. Pero se

hizo posible porque había una política internacional totalmente coherente.

Es notable en este sentido la coincidencia entre las propuestas del candidato

radical Eduardo Angeloz y las políticas efectivamente adoptadas por el ex

presidente Menem, una vez en el gobierno. Si bien la figura de Eduardo Angeloz

no representaba a la totalidad de un radicalismo profundamente fracturado,

el hecho de que él fuera el candidato a la presidencia de 1988 da cuenta de la

predominancia dentro del partido radical de esta línea política.

72 Bernal-Meza, op. cit., p. 323.

73 Busso y Bologna, op. cit., p. 46.

74 Di Tell a, op. cit, pp. 389-390.



Como prueba de esas coincidencias, en abril de 1989, la oportunidad

de la conformación del equipo económico del Ministro de Economía Juan

Carlos Pugliese, al que se sumaban Mario Vicens y Pablo Gerchunoff –dos

colaboradores del staff de Eduardo Angeloz–, coincidía con la presentación del

candidato oficial de la Unión Cívica Radical de la elaboración de un programa

poselectoral. Allí se enunciaba la necesidad de una “apertura al mundo” y de

“disciplina fiscal”. El eje del discurso fue la necesidad de privatizar, de reducir

el déficit fiscal y la desregulación y apertura del comercio exterior. El diario

Página/12 del día 11 de abril calificaba en un epígrafe: “Reformas del Estado,

cambiaria y fiscal, para la inserción en el mundo de los grandes”.

A propósito de argumentar la necesidad de un ajuste que posiblemente

afectara a los asalariados en forma directa, Angeloz expresaba en su trabajo

“El tiempo de los argentinos”:

[…] algunos de los milagros económicos que admiramos, los de los pueblos

de occidente de Europa y el de Japón, tuvieron como elemento potenciador la

utilización de la redistribución del ingreso como mecanismo de ajuste, y las

organizaciones sindicales renunciaron o postergaron sus reclamaciones porque

debían contribuir con sus sacrificios a la causa del interés nacional [...] Por

cierto, los trabajadores de esas naciones se sacrificaban porque sabían que, tan

pronto se operase la rehabilitación de sus economías, mejoraría su calidad de

vida. Lo que aconteció efectivamente.

La expresión de “lápiz rojo” para referirse a la necesidad de achicar los

gastos del Estado trascendió como síntesis de la posición del candidato radical.

Sería el candidato del partido opositor, paradójicamente, quien llevaría a cabo

dichas transformaciones.

Una vez en el gobierno, invirtiendo los papeles y los argumentos y sin

esbozar crítica alguna, el nuevo oficialismo justicialista se lanzó a justificar la

necesidad de una legislación que antes consideraba –públicamente– ideológica

y políticamente inadmisible.

Ambos partidos coincidieron en aceptar que las causas de la crisis económica

eran la intervención del Estado en la economía y el proteccionismo.

Agravado por la crisis del final del mandato, el radicalismo se comprometió a

“no obstaculizar” la sanción parlamentaria de las Leyes de Emergencia Económica

y Reforma del Estado, que fueron el marco legal de la implantación

del nuevo modelo. Al mismo tiempo, mal podía oponerse con credibilidad ante

la sociedad, por ejemplo en el caso de las privatizaciones, luego de haber sido

 Angeloz, op. cit., pp. 84-85.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

el que las introdujo en la agenda pública. Sólo parecía quedarle el camino de

denostar los métodos elegidos y la concentración de poder que reclamaba el

Ejecutivo en desmedro del Parlamento.

Durante los inicios del período menemista, la UCR mantuvo una perspectiva

contradictoria con respecto al proyecto neoliberal. Al aceptar el diagnóstico

que atribuía las causas de la hiperinflación al intervencionismo estatal y al

agotamiento de la modalidad proteccionista de desenvolvimiento económico,

los radicales apoyaron las reformas propuestas por Menem. Al igual de lo

que sucedía con la mayoría de los dirigentes peronistas, el neoliberalismo

fue considerado por los radicales como la única salida coyuntural ante una

situación de urgencia.

5. Conclusiones

Se ha analizado en los cuatro apartados una serie de discrepancias y consensos

entre el PJ y la UCR y al interior de estos dos partidos.

En primer lugar, los debates en el Parlamento fueron intensos ya que

ponían en juego distintas concepciones sobre los cambios en el sistema internacional,

sobre la posición internacional de la Argentina y sobre el estilo de la

política exterior. Mientras algunos defendían las orientaciones del “realismo

periférico” y el paradigma de “relaciones carnales” con los Estados Unidos

como única potencia mundial, otros defendían el carácter multipolar del escenario

internacional y oscilaban entre condenar el envío de tropas o lamentar

la forma en la que se había producido, sin consulta al Legislativo y a los países

del Grupo de Río.

En segundo término, estos debates también evidenciaron las presiones,

éxitos y dificultades para consolidar un modelo económico con su correlato

en política exterior. La posición del ex presidente Menem y sus colaboradores

se hizo dominante al interior del partido gobernante, pero también logró

importantes apoyos en el radicalismo. En algunos casos, favorecidos por las

condiciones de la transición, pero en otros, sobre la base de percepciones comunes

que han sido suficientemente demostradas.

Por último, la coincidencia con respecto al diagnóstico de la crisis económica

y el propio desempeño del radicalismo en la gestión del ex presidente

76 Mabel Thw aites Rey, Tesis Doctoral Inédita, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad

de Buenos Aires, 2001, p. 82.

77 Ricardo Sidicaro, La crisis del estado y los actores políticos y socioeconómicos en

la Argentina (1989-2001), Libros del Rojas, Serie Extramuros, Universidad de Buenos Aires,

2001, p. 78


Alfonsín, sobre todo en lo que hace a las negociaciones de la deuda externa y

la ausencia de un proyecto de reindustrialización que revirtiera las tendencias

iniciadas durante la dictadura militar, limitaron la justa condena que algunos

representantes hicieron al envío de tropas al Golfo Pérsico y a la política exterior

en general.

La administración del ex presidente Menem y los funcionarios e ideólogos

allegados hizo propios no sólo los diagnósticos de los Estados Unidos, sino

también su discurso legitimador de las intervenciones en países del Tercer

Mundo. Líneas políticas dentro de la Unión Cívica Radical, también.

Tanto el radicalismo como el justicialismo tienen una tradición ideológica

en materia de política exterior. Para el justicialismo fue la formulación por

parte de Juan Domingo Perón de la llamada Tercera Posición, mientras que en

el caso del radicalismo esa tradición fue heredada de la influencia krausista en

el pensamiento de Hipólito Yrigoyen, en particular de su idea de nación y de

las relaciones de las naciones entre sí como libre asociación de autonomías. Sin

embargo, hacia fines de la década de los ochenta, y en los noventa en especial,

la dirigencia política argentina, proveniente tanto de un partido como de otro,

adoptó –no sin conflictos y disputas– un marco ideológico “neoconservador”.

Por esa razón, entre otras, radicalismo y justicialismo se vieron divididos y

fracturados.

En los debates y posiciones que venimos analizando no podemos identificar

una posición homogénea y unívoca en ninguno de los dos partidos.

Ya desde el denominado “giro realista”, la diplomacia radical había renunciado

a liderar movimientos contestatarios del orden internacional vigente, y

en el plano interno, sus dirigentes aceptaban que no había alternativa al ajuste

interno y al comportamiento externo afín a los requerimientos de las potencias

hegemónicas del sistema internacional. Asimismo, con el transcurso de los

años durante la presidencia de Alfonsín, las formulaciones de inicio se fueron

modificando, y quienes eran sus principales defensores fueron perdiendo protagonismo

respecto de dirigentes que ya no compartían esa visión del escenario

internacional. El carácter conflictivo del avance del nuevo discurso hegemónico

se expresó en que a pesar del “giro realista” el gobierno radical no aceptó

el cese de hostilidades propuesto por Thatcher como condición para negociar

en la cuestión de Malvinas, se negó a desactivar el proyecto misilístico Cóndor

II a pesar de las intensas presiones de Estados Unidos y otros miembros de

la comunidad internacional, como a firmar el Tratado de No Proliferación y

ratificar Tlatelolco. Por otra parte, la oposición justicialista se había resistido

desde el Parlamento a las nuevas orientaciones del gobierno de Alfonsín que

expresaban el acercamiento a los Estados Unidos.

Los partidos pol íticos y el env ío de tropas al Golfo Pérsico 

Conviene aclarar además que en muchos casos las posiciones con respecto

a la política exterior de los partidos políticos no constituyen formulaciones a

priori, sino que se encuentran sometidas a la dinámica interna. Es decir, tanto

a la concepción de la política doméstica como al juego político coyuntural.

Tanto el radicalismo como el justicialismo han sostenido posiciones distintas

según fueran oficialismo u oposición. Debemos recordar que la discusión del

envío de tropas al Golfo se dio a poca distancia de las elecciones que se realizaron

en 1991. Teniendo en cuenta estos aspectos, se han analizado distintos

niveles, no únicamente el discursivo.

Retomando la pregunta que ha orientado esta investigación, se sostiene

que la coincidencia respecto de la “necesidad” de la aplicación de las reformas

en línea con el Consenso de Washington, la participación de ambos partidos en

la aprobación de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado y

el grado de acuerdo respecto del análisis sobre la “crisis argentina”, limitaron

el alcance de las discusiones respecto de las dimensiones político diplomática

y estratégico-militar de la política exterior.

Si bien la UCR no adscribió en el plano diplomático al paradigma del alineamiento

automático con los Estados Unidos y realizó fervientes objeciones

tanto en el ámbito parlamentario como extraparlamentario, al no cuestionar

activamente y en forma global la política económica doméstica con la que la

nueva inserción internacional se complementaba –privatizaciones, desregulación

y apertura–, su capacidad para hacer valer sus argumentos opositores

quedó reducida a cuestiones de “principios”, o en algunos casos, a una impugnación

de la forma y no del contenido.

Para establecer una política exterior independiente en un país como la Argentina,

ésta debe formar parte necesariamente de una estrategia global de desarrollo

que priorice la autonomía y soberanía en todos los aspectos78. De otro

modo, los márgenes de acción posibilitados por una estrategia pendular entre

distintas potencias hegemónicas demuestran a corto plazo sus limitaciones y

no siempre deben ser entendidas como políticas exteriores autonómicas.

Por lo tanto, a partir de lo analizado y de la inscripción del caso de estudio

en los procesos políticos y económicos de la coyuntura, se puede concluir que

a pesar de las diferencias existió un importante nivel de acuerdo en sectores

78 Se coincide con Spiguel y Rapoport cuando afirman que “A contracorriente de las

recetas “globalizadoras” y la retórica que acompaña las aventuras imperiales del presente,

toda la historia de Argentina, y particularmente su historia reciente, revelan que la soberanía

de las naciones periféricas, con base en su autonomía económica, es condición fundamental

para garantizar una verdadera democracia”, Mario Rapoport y Claudio Spi guel, Política

exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001), Buenos Aires, Ediciones Capital

Intelectual, 2005, p. 90.


de la dirigencia política en cuanto a la necesidad de implementar una inserción

internacional afín a las potencias hegemónicas en el marco de la exaltación

de la globalización y que ese acuerdo traspasó las barreras partidarias, produciendo

importantes transformaciones y desplazamientos tanto en la UCR

como en el PJ.

19/8/17

GUERRA DEL GOLFO PERSICO 1990/1991



VETERANOS DE AYER DE HOY Y DE SIEMPRE

PARA TENER LA CONSIDERACION DE QUE FUE UNA GUERRA , SEÑORES DEL MINISTERIO DE DEFENSA Y DE LA ARMADA ARGENTINA.
PEDIMOS UNA LEY QUE NOS RECONOZCAN 





 del Golfo 1990/1991

1. INTEGRANTES: BARRIENTOS, MARIEUDIS. PÉREZ, NAJIDA. UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS CENTRO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO ESPECIALIZACIÓN EN DERECHO Y POLÍTICA INTERNACIONAL GEOPOLÍTICA DEL PETRÓLEO

2. UBICACIÓN TEMPORAL Y ESPACIAL UBICACIÓN • Zona del Golfo Pérsico FECHA • Del 2 de agosto de 1990, hasta el 28 de febrero de 1991.

COALICIÓN • Kuwait, Estados Unidos, Reino Unido, Liga Árabe, Arabia Saudita, Egipto, Siria, Marruecos, Catar, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Francia, Dinamarca, Bélgica, Pakistán, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, España, Italia, Bangladés, Níger, Argentina, Polonia, Checoslovaquia, Grecia, Corea del Sur, Hungría, Noruega.

3. EL GOLFO PÉRSICO • El recurso casi exclusivo del Golfo es el petróleo. • Los países que lo conforman concentran las dos terceras partes de las reservas de petróleo del mundo.
• Principal proveedor de petróleo mundialmente.

4. ANTECEDENTES DE LA GUERRA

• Tanto Irak como Kuwait formaban parte del Imperio Otomano. • Colaboración entre Irak y Kuwait en la guerra Irán-Irak 1980-1988. • Tras la guerra contra Irán, Irak vio su economía fuertemente afectada.

5. ANTECEDENTES DE LA GUERRA El 18 de julio de 1990 el gobierno de Irak envía una carta a la Liga Arabe donde expone serias acusaciones contra Kuwait:

1) Que Kuwait violó las cuotas topes de producción petrolera y de vender el crudo a 14 dólares, en lugar de los 18 dólares el barril, fijados por la OPEP.

2) El pago de indemnización, debido a que Irak lo acusaba de haber bombeado, desde 1980, petróleo por valor de unos 2.400 millones de dólares en sus yacimientos de la región de Ar Rumailch, cerca de la frontera no delimitada.
3) Haber construido instalaciones militares en territorio iraquí, sin su permiso. 4) Solucionar el diferendo territorial sin concesiones.

6. CAUSAS DE LA GUERRA

1) La demanda histórica de Irán sobre el territorio de Kuwait.
2) La negativa de Kuwait de abandonar las explotaciones petroleras en dos islas próximas al campo de Rumalia.
3) La rotunda negativa por parte de Kuwait sobre condonar la deuda a Irak tras la guerra en la región contra Irán.
4) La violación por parte de Kuwait del limite de producción petrolera establecida por la OPEP afectando los precios del petróleo llevándolos a la baja.

7. TRASFONDO DE LA GUERRA IRAK • Acción EE.UU
• Acción • Invasión a Kuwait • Operación Tormenta del Desierto

8. DESARROLLO DE LA GUERRA

9. ETAPA PREVIA A LA Accion de Guerra

• Saddam Hussein comenzó el 15 de Julio de 1990 a enviar fuerzas de la Guardia Republicana al sur de Basora, en la zona próxima a la frontera con Kuwait.
• En fecha 16 de julio de 1990, el mandatario Iraquí se reunió con la embajadora de los Estados Unidos, April Glaspie, y volvió a repetir que no tenía intenciones de lanzar ninguna invasión.
• En fecha 24 de Julio de 1990 el presidente Saddam Hussein se reunió con el presidente egipcio Hosni Mubarak en representación de la Liga Árabe, asegurado que no tenía intenciones de invadir Kuwait.

10. INICIO DE LA Guerra

• El 2 de agosto de 1990, el mandatario Iraquí decide invadir Kuwait. • El ejercito de Kuwait fue rápidamente vencido por las tropas iraquíes. • Como consecuencia de esta invasión, diversos turistas occidentales fueron cogidos como rehenes.
• Las tropas iraquíes tomaron el control de los medios. • Por todos lados surgieron grupos de resistencia armada liderados por oficiales del ejército kuwaití.
• Como consecuencia de esta Invasión, el Emir Gobernador del Estado de Kuwait, Alaa Hussein Alí huyo del país hacia Arabia Saudita.

11. REACCIÓN INTERNACIONAL

1.- Ante la preocupante invasión, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condeno este acto a través de distintas resoluciones, como lo fueron:
• La Resolución Nª 660, de fecha 02 de agosto de 1990. La cual exigía la inmediata retirada de las tropas invasoras.
• La Resolución Nª 661 solicitó un embargo económico a Irak, afectado al mercado internacional.
• La Resolución Nª 678 que legitimaba el uso de la fuerza por la Coalición y establecía el 15 de enero de 1991 como fecha límite para que Irak abandonase sus posiciones en Kuwait.

12. REACCIÓN INTERNACIONAL

2.- Como respuesta a estos sucesos, el 16 de enero de 1991 una coalición internacional de 31 países liderada por Estados Unidos y bajo mandato de la ONU, inició una campaña militar con el fin de obligar al ejército invasor a replegarse de Kuwait, atendiendo a la resolución Nº 660 de la ONU, la cual condenaba el ataque e invasión iraquí.

3.- El presidente de Irak rechazó las medidas tomadas por el Consejo de Seguridad de la ONU y se reúne con el Secretario James Baker del estado norteamericano y el Ministro Tariq Aziz de relaciones exteriores de Irak, sin lograr compromiso alguno, amenazando el mandatario iraquí con arremeter contra Israel si no se retrataban del ultimátum impuesta por la ONU.

13. 4.- Tras todas las reuniones diplomáticas que se trataron con el presidente de Irak a retirarse de Kuwait y no obtener una solución además cumpliéndose la fecha establecida por el Consejo de Seguridad de la ONU, para que Irak abandonase sus posiciones en Kuwait sin que cumpliera este ultimátum la ONU deciden activar la Segunda etapa de contra ataque la cual se llamo Operación Tormenta del Desierto.

14. PRIMERA ETAPA DE LA GUERRA OPERACIÓN ESCUDO DEL DESIERTO

15. ESCUDO DEL DESIERTO

 Esta etapa fue la fase inicial de la respuesta de los países aliados.

 Fue nombrada por los norteamericanos como “El proceso del reforzamiento de las defensas de Arabia Saudita”, que fue atacada por Irak, cuando miembros de Kuwait huyeron al país vecino.

 Esta fase comenzó inmediatamente de la invasión a Kuwait el 2 de agosto de 1990 y termino el 16 de enero de 1991.

 Su finalidad era proteger a Arabia Saudita de una posible ofensiva Iraquí.

 El presidente de los Estados Unidos de América declaro la emisión de tropas norteamericanas y armamento, acción que siguieron otros países aliados.

16. SEGUNDA ETAPA DE LA GUERRA OPERACIÓN TORMENTA DEL DESIERTO

17. OPERACIÓN TORMENTA DEL DESIERTO

 EL 16 de enero de 1991, día después de la fecha límite fijada por la ONU, para el abandono de las fuerzas armadas iraquíes de Kuwait, la coalición internacional, liderada por Estados Unidos de América, inicio ataques aéreos y terrestres, liderado por el norteamericano General N. Schwarzkopf.

 La Coalición consiguió reunir 680.000 Soldados.

 Aviones no tripulados fueron enviados al espacio aéreo Iraquí.

18. OPERACIÓN TORMENTA DEL DESIERTO En esta segunda etapa de contraataque, diseñó un plan compuesto de 4 fases para la Operación Tormenta del Desierto, era una operación ofensiva para recuperar Kuwait, la cual estaba compuesta de las siguientes operaciones:

• Bombardeo estratégico de objetivos prioritarios. • Obtención de la superioridad aérea.

• Bombardeo de las posiciones iraquíes. • Batalla terrestre y total destrucción de las divisiones de la Guardia.

La Guerra duro varias semanas, en las que se arrojaron cerca de 600.000 toneladas de bombas en Irak y Kuwait.

La guerra culmino el 28 de febrero de 1991, con sanciones hacia el país de Irak y sin obtener el objetivo por el cual el presidente Saddam Hussein invadió a Kuwait.

19. CONSECUENCIAS DE LAGUERRA.

20. CONSECUENCIAS POLÍTICAS DE LA GUERRA

•Con el cese de la guerra Irak debió devolver a Kuwait todas las propiedades confiscadas, el retorno y liberación de todas las personas detenidas durante la guerra.
•Saddam Hussein debió aceptar todas las condiciones impuestas por la ONU, entre ellas restricciones que quedaron reflejadas en la Resolución 687 del Consejo de Seguridad de la ONU el día 3 de abril de 1991.
•Irak se vio en la obligación de ratificar todas las convenciones y protocolos relativos a la prohibición de almacenar armas no convencionales, tuvo que aceptar la supervisión internacional y la destrucción de estas armas.
•Kuwait recupero su autonomía y su Emirato, regresando su Emir que estaba refugiado en Arabia Saudita. •El triunfo de la ONU y de los Estados Unidos de América, estableció un nuevo orden mundial, imponiendo a USA como la principal potencia mundial hasta nuestros momentos.

21. CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA GUERRA

•La crisis económica y social que tuvo que vivir el pueblo de Irak por el gasto que hicieron en el uso de aviones, buques, carros y armas de guerra.
• La ONU aplico a Irak un embargo económico fuerte. •Irak se obligo a pagar a Kuwait alrededor de 75 billones de dólares para cubrir los gastos de los daños causados. •La destrucción de la red de transporte.
•La destrucción de las telecomunicaciones y las industrias. •El programa de “Petroleó por Alimento”, en la que Irak acepto las condiciones del Consejo de Seguridad de la ONU comprometiéndose a exportar cantidades limitadas de petróleo, a cambio de destinar las divisas para la compra de alimentos y medicinas y pagar las reparaciones de guerra derivadas de su invasión a Kuwait.

22. CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA GUERRA
•La muerte de un millón de personas, de las cuales la mitad eran niños menores de 5 años.
•Estados Unidos de América sufrió un gran numero de bajas de soldados.
•Hubo alrededor de 378 victimas mortales y 1000 heridos en el combate. •Según estadísticas iraquíes durante el enfrentamiento fueron asesinados más de 3 mil ciudadanos iraquíes inocentes.

23. CONCLUSIONES FUE UNA GUERRA SIN PRECEDENTES..

15/8/17

“AQUEL EXTRAÑO ACOMPAÑANTE DEL T.88”


VETERANOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE



Un supuesto episodio de pos guerra del Golfo Pérsico que demostraría el temor latente que Londres mantenía sobre la presencia argentina en aquel conflicto





Era a mediados del mes de abril de 1991 cuando la escuadra naval argentina que volvía de su participación en la guerra del Golfo Pérsico, no advertía que desde lejos y muy discretamente venían siendo observados por uno de los “aliados” con quienes habían compartido tareas en aquella guerra. Con la mayor discreción y sin menospreciar la capacidad demostrada por los marinos argentinos en aquella guerra, los ojos británicos observaban con sigilo el regreso a casa de sus viejos rivales. 


 Según informes “reservados” de la real inteligencia naval que fueron ventilados en internet, estaban siendo seguidos por el submarino británico HMS “Tireless” que obviamente no operaba por cuenta propia. Habiendo pasado el ecuador, el destructor “ARA Alte Brown” y la corbeta “ARA Spiro” navegaban a velocidad crucero sin las preocupaciones y lejos de los nervios que habían soportado en aquellos meses en el duro Teatro de Operaciones en Kuwait, sin advertir que habían entrado en zona de la jurisdicción de la OTAN bajo el control de la base británica de la RAF que se halla en la isla Ascensión.


Pese a que la guerra por Malvinas había terminado hacía casi una década, extraoficialmente los británicos no tomaron con muy buen agrado la participación argentina en el Golfo Pérsico. Aunque al principio menospreciaron la posibilidad de que Argentina pudiera ofrecer algún aporte valorable a la misión, el tiempo terminó demostrándoles que pese a la crisis interna que pasaban, sus capacidades operativas terminaron siendo destacables. 

Eso llevaría a que tras la finalización de la operación “Tormenta del Desierto”, los cerebros de Royal Navy tras sus informes al Foreing Office,se decidiera echar un ojo más cerca a éstos circunstanciales aliados. No se trataba de una cuestión de sentimentalismos nacionalistas o de patriotismo –del cual los británicos no hacen mucho caso-.Las objeciones, especialmente provenidas de los sectores castrenses y del Ministerio de defensa de entonces, se fundaban en que la inserción de Argentina en semejante contexto, podría darle ínfulas y muy buen crédito a la vista de los norteamericanos. Otro de los temores estaba en el posible acercamiento institucional entre las armadas norteamericana y argentina que pudiera culminar con la adquisición de nuevos equipos y navíos más modernos.



La guerra había terminado pero para los británicos, los argentinos seguían siendo una seria preocupación para sus intereses en el extremo sur. Fue tras el final de aquella contienda, que Londres reforzó su presencia naval y aérea en las islas con el respaldo estratégico de la OTAN. A pesar de que también el Foreing Office puso el grito en el cielo cuando se entero que una fuerza naval argentina participaría en las operaciones del Medio Oriente, la administración de George H. Bush por intermedio del Departamento de Estado y el entonces jefe del Estado Mayor Conjunto General Collin Powel, llamaron a la moderación de sus colegas británicos y a tolerar las nuevas reglas de juego que se ponían en marcha. “Los argentinos ahora son nuestros aliados…y deben ser tratados como tales” –habría dicho Powell a su homologo británico- en una de las reuniones que se celebraron para la coordinación de las operaciones en marcha. A contraparte de esta postura en la que Washington buscaba solo, juntar cuantos aliados pudiera, Londres y en especial el Ministerio de Defensa ante la realidad imperante, no dejarían pasar la oportunidad para estudiar de cerca a los enemigos íntimos más dañinos de finales de siglo.


Según varios informes que fueron calificados como “clasificados” por el organismo de inteligencia que operaba en el teatro de operaciones y que estaba dirigido y coordinado por cerebros estadounidenses, no dejaron pasar las continuas maniobras de observación y de vigilancia indirecta que los británicos realizaban por su cuenta sobre las dos unidades argentinas que se hallaban desplegadas en el sur de aquel escenario.


En algunos pasajes de uno de estos documentos se señala que mediante la observación con prismáticos de alto poder se hubo estado controlando las tareas y movimientos del destructor “Alte. Brown” y la corbeta “Spiro”. Como los norteamericanos controlaban las comunicaciones y el sistema de vigilancia electrónica por satélite, fue imposible para los británicos tratar de usar esos recursos para escudriñar impertinentemente dentro de las naves argentinas. Fue por eso que debieron echar mano a las viejas herramientas del espionaje militar. Las mismas se habrían realizado día y noche (con prismáticos NIGHT-SCOPE y señales de luces) desde vuelos de helicópteros y desde buques como el hospital flotante “HMS Argus” y el destructor “HMS Cardiff”, elaborando un informe pormenorizado que sería entregado a Londres a finalizar la campaña. Precisamente, éste destructor que era de la misma clase de los gloriosos “ARA Hércules” y “ARA Santísima Trinidad” había sido parte en la guerra de Malvinas en 1982, operó muy cerca del grupo argentino.




Pero las indagaciones sobre las actividades de los argentinos y de su material naval, fueron más allá de las aguas del Golfo y según continuaba el informe, era parte de éstas operaciones, que un submarino siguiera en detalle la travesía que realizarían para la vuelta. Algunas versiones agregaban que los comandantes de la Royal Navy en “WhiteHall” no estaban muy de acuerdo con esta operación y que de no haber una orden firmada por la propio ministro (John Major), había que insistir con su innecesariedad. Pero las ordenes políticas del Foreing Office parecieron imponerse por sobre las cautelas de los altos oficiales navales.


Según esta versión, la operación británica tenía que pasar inadvertida tanto para los argentinos como para los EEUU ya que si eran descubiertos podría causar un incidente diplomático dándole argumentos a Buenos Aires para apelar a la mediación de Washington y una posible reactivación del tan molesto y ácido tema de la soberanía que a esa altura el gobierno de Menem ya había congelado con los llamados acuerdos de Madrid firmados entre julio de 1989 y febrero de 1990 que se complementaria con el –muy poco conocido- acuerdo firmado el 11 de diciembre de 1990 nominado como el “Acuerdo de Londres”. Era por esta delicada circunstancia que sus movimientos deberían ser tan sigilosos como discretos.


Cuando entraran a aguas de países de la OTAN debían mantenerse fuera del alcance de sus sonares y no despertar sospechas ya que ni los norteamericanos y menos aún la OTAN estaba al tanto de estas pesquisas. De esta forma el submarino “HMS Tireless” que se encontraba en reparaciones en Gibraltar fue asignado a la tarea de interceptar a los objetivos argentinos en las proximidades de las islas Canarias y desde allí seguirlos hasta su llegada a Puerto Belgrano en la Argentina. Sobre la nave que persiguió a la escuadra argenta, surgen algunos contrasentidos ya que otros informes de inteligencia de la época señalaban que el submarino que se hallaba presente a la fecha en la ruta de las naves argentinas y que fue detectado tras el cruce del ecuador era el “HMS Superb” que se hallaba operando al norte de la isla de Ascensión a unas 6 millas de “English Bay”.




El reporte de un helicóptero “Sea Linx” de la Royal Navy con base en Ascensión, dio cuenta que el 11 de abril de 1991 cuando patrullaba por las aguas del norte de la isla habría avistado a uno de los buques argentinos que preparaba su derrota hacía puertos brasileros, presumiblemente Fortaleza o Natan.


Continuando con este reporte, la tripulación del helicóptero ni los mandos en la base de la RAF de la isla, estaban al tanto del seguimiento que se estaba haciendo. Aunque el hecho es bastante dificultoso por la distancia que se asegura el contacto visual, lo cierto es que en esos momentos un submarino británico ya estaba siguiendo con mucha cautela y a una distancia prudente al convoy.


Según revelan otras fuentes, el desarrollo de la operación solo estaba en conocimiento del capitán del submarino, el Comodoro Christopher Craig y el entonces responsable del Foreing Office Douglas Hurd, quienes solo mantuvieron contactos informativos mediante reportes escritos a sobre cerrado y las conclusiones volcadas en el informe. Sobre los pormenores de éste, las fuentes dieron a conocer algunos de los puntos que involucraba la tarea de seguimiento a los argentinos. 

Se trataba de un cuestionario que tenía puntos desde la identificación de tripulantes que habían participado en la guerra de Malvinas hasta la evaluación del desempeño de las tripulaciones, estado de sus equipos, armamento, pericia sobre sus tareas, grado de profesionalismo y ánimo advertible calificándolo con una tabla numérica del 1 al 5; estado de sus helicópteros embarcados y posibles modificaciones advertibles; ¿Qué armas portaban y si tenía misiles, origen, tipo, clase, y detalles de su apariencia física?; estado de su electrónica y contramedidas; sistemas de radar y posibles mejoras en general etc, etc, etc.
Una última observación a lo que planteaba esta operación y según lo indicó la fuente que filtró esta información, el objetivo último y más trascendente de esta “Task Force” habría sido conocer si la Armada Argentina mantenía alguna capacidad ofensiva o posibles perspectivas de que pudiera amenazar a sus instalaciones militares en Malvinas, Georgias y Sandwichs del sur.


Para algunas fuentes, la decisión tomada por los británicos fue impulsada por una obvia necesidad de testear o quizás mejor dicho, de verificar directamente y sin intermediarios el estado operativo de su enemigo sudamericano que sorpresivamente había pasado a ser un estrecho colaborador de Washington. Aunque su curiosidad pudo haberse satisfecho con un pedido de informe a sus colegas norteamericanos sabían que era muy posible que solo le informaran pormenores que no tenían la mínima importancia para “Asuntos exteriores”. Para la mentalidad inglesa, el gobierno de Menem y su aparente vuelco hacia la OTAN supuso que los argentinos se traían algo bajo la manga y así era, querían cerciorarse de que se trataba.


Este raro episodio de espionaje en momentos que justamente se derrumbaba la URSS y con ella, todo aquel escenario de la guerra fría que se caracterizo precisamente en décadas que insumieron incontables recursos destinados al espionaje y contraespionaje, fue enterrado y mantenido bajo el más absoluto secreto en los polvorientos archivos de la Real Inteligencia Naval que luego de 25 años, vinieron a salir a la superficie por mera casualidad o tal vez, por la el accionar de manos impertinentes que ha ayudado a desclasificar miles de documentos que hoy pululan por el internet.