4/3/23

EL DIA QUE LOS PARTIDOS POLITICOS NO SE PONIAN DE ACUERDO Y EL ENVIO DE TROPAS AL GOLFO PERSICO (POLITICOS)

CUSTODIA DEL PORTAAVIONES UUS WASHINTON



AQUI EL POR QUE DEL ENVIO DE DOS NAVES DE GUERRA AL GOLFO PERSICO (GUERRA). CASI IDENTICO LO QUE PASA HOY NADA MAS QUE NO HAY GUERRA...LEAN LA HISTORIA Y LA SEGUIMOS PADECIENDO.

https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/7137/1/partidos-politicos-argentinos-envio-tropas.pdf

Los partidos políticos argentinos y el envío de tropas al Golfo Pérsico (1990-1991). 

Debates y posiciones del oficialismo y la oposición. ¿Distintos proyectos de inserción internacional? María Cecilia Míguez UBA – CONICET mariaceciliamiguez@yahoo.com.ar

Resumen Este artículo estudia los debates parlamentarios respecto del envío de naves argentinas al Golfo Pérsico en 1990 y 1991, cuyos protagonistas fueron el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. 

Se propone analizar los argumentos que se utilizaron en dicho debate para comprender las distintas concepciones referidas a la inserción internacional argentina. Partiendo de un enfoque histórico, el objetivo es demostrar que, a pesar de las discusiones, esos debates no reflejaron una discusión profunda respecto de lo que se considera una inserción soberana, ya que como telón de fondo hubo amplias coincidencias entre ambos partidos, en especial sobre la aplicación de las políticas neoliberales y de la apropiación del discurso que las legitimó. 

Palabras claves Debates parlamentarios – Golfo Pérsico – dirigencia política – inserción internacional – políticas neoliberales. 

Abstract This article examines the parliamentary debates on the shipment of Argentine ships to the Persian Gulf in 1990 and 1991, whose protagonists were the Peronist Party and the Radical Civic Union. It is proposed to analyze the arguments that were used in this debate to understand different conceptions regarding the international integration of Argentina. From a historical perspecTemas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio-Diciembre de 2010) pp. 123-158. 124 María Cecilia Míguez tive, the goal is to demonstrate that those discussions did not reflect a deep discussion about what is considered a sovereign insertion. As a backdrop, there was considerable overlap between both parties, particularly regarding the implementation of neoliberal policies and appropriation of discourse that legitimized. Keywords Parliamentary debates – Persian Golf – political leadership – international integration – neoliberal policies. 

1. Introducción A casi veinte años de la participación argentina en el conflicto bélico desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta válido analizar desde una perspectiva histórica más amplia los profundos debates sobre la inserción internacional que aquella situación suscitó. Fundamentalmente porque algunas de las racionalizaciones y construcciones ideológicas allí aplicadas dieron el tono a más de diez años de política exterior y continúan siendo objeto de discusión y análisis. 

La primera Guerra del Golfo fue muy significativa a nivel mundial y también a nivel local. Respecto de la economía norteamericana representó una respuesta a la crisis económica del país y el triunfo de los sectores vinculados a la industria de armamentos y manufactureros de punta que buscaban reestablecer su predominio en el mundo a través de una política internacional agresiva, que creara las condiciones para la profundización de su hegemonía en el Tercer Mundo (avanzando por ejemplo en la subordinación de América Latina a los Estados Unidos). 

Montándose, además, sobre la debilidad militar de Europa y Japón y en el repliegue soviético, desplazando así a otros ligados al mercado interno y a las viejas manufacturas fordistas, defensores del proteccionismo y de la reindustrialización. Asimismo, el conflicto demostró que la clase dirigente norteamericana había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaba dispuesto a intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de intervención en un país del Tercer Mundo reordenaba las relaciones de fuerza en la economía internacional.

 Lejos ya de los primeros planes de la presidencia de Reagan, el objetivo central de la guerra en el contexto de la crisis económica norteamericana era el de controlar recursos y negarles mercados a los demás, ganando tiempo para la Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico.

 125 recomposición de la economía interna, representando un cambio de estrategia global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano.

 Fue justamente luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos cámaras del Congreso. 

Respecto de las transformaciones del sistema internacional, la guerra hacía visible esa racionalización posterior. Era la primera vez que los Estados Unidos, junto con las potencias occidentales, actuaba sin la oposición del bloque de países soviéticos. La potencia del Norte obtuvo el apoyo de treinta y dos países. En cuanto a la coyuntura local argentina, el conflicto en Kuwait provocó una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista (oficialismo) y la Unión Cívica Radical (oposición) referidos a distintas posiciones sobre la política exterior y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí se abordarán esas discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto puntual y constituyó un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición neutralista sino porque la construcción discursiva que legitimó el envío de tropas traducía una nueva concepción respecto de la inserción internacional del país. 

Este artículo constituye una aproximación al análisis de las posiciones políticas de los partidos con mayor representación parlamentaria en el país (UCR y PJ), a través del estudio de caso de la Guerra del Golfo Pérsico desatada en 1990. La pregunta central es en qué medida los debates parlamentarios fueron reflejo de dos modelos de inserción internacional diferentes y contrapuestos. 

Para ello deben inscribirse en la coyuntura política y económica nacional ampliada. Aquí reside la importancia del enfoque histórico de esta problemática. Si bien la problemática estudiada aquí pertenece al área de estudio de las relaciones internacionales, “ninguna teoría de las relaciones internacionales es posible si ella no se sitúa en la perspectiva dinámica, en la del movimiento” (Duroselle, 1992: 177). 

Identificar el objeto de estudio implica un recorte cuyo objetivo es, en este caso, analizar en profundidad la dinámica política del período, pero esa esfera no puede interpretarse en forma autónoma respecto del resto de las dimensiones de la realidad social. 
Hay una instancia propia de lo político, pero no autorreferida o autoexplicativa. Sólo la historia permite vincular los elementos propios con los otros movimientos en la sociedad, y por lo tanto, no sólo explicar los movimientos particulares de la dinámica política sino

 126 María Cecilia Míguez también su inscripción en los procesos totales, que a su vez son constitutivos, condicionantes y condicionados por la dinámica política. El objetivo de este trabajo es, en primer lugar, reconstruir los debates en torno al envío de tropas al Golfo Pérsico, y en un segundo momento, interpretar las concepciones o tendencias más profundas que reflejaron. 
2. La relación de la Argentina con las potencias. hacia el alineamiento La década de los noventa fue escenario de cambios profundos con respecto a la inserción internacional del país. Algunos de ellos venían abriéndose paso ya desde el “giro realista” del gobierno de Raúl Alfonsín. Otros se constituyeron como “novedad” a partir del gobierno de Carlos Saúl Menem e implicaron un viraje fundamental. 
La adopción de un determinado patrón de inserción internacional se vinculó con fenómenos de transformación económica, social y política que han provocado fuertes debates y prolíficos análisis y se inscribió en el marco de la proclamación del mundo “globalizado”, caracterizado por la unificación del mercado mundial a partir de la desintegración de la Unión Soviética –incluyendo la producción, la comercialización, los mercados financieros y los de servicios– y el dominio total de las economías de mercado. 

Desde los Estados Unidos se proclamó, como decíamos, la existencia de un “Nuevo Orden Mundial”, un orden único, en el que se desdibujarían las barreras políticas, y donde se puso en cuestión la propia vigencia y relevancia del Estado-nación. En consecuencia, también desde ese país se afirmaba el sostenimiento de “valores internacionales” y una “legalidad internacional” como expresión de ese “nuevo orden”. Como contracara de este discurso, la aparición de distintos conflictos bélicos como la primera guerra del Golfo, entre otros, demostró a comienzos de la década del noventa que la “globalización” de las relaciones económicas mundiales no había significado la formación de una “comunidad internacional” igualitaria, sino que se había acentuado la dependencia y el atraso de los países periféricos.

 La guerra del Golfo hizo evidente el peso aún vigente de los Estados nacionales, particularmente el de las grandes potencias. 

La participación argentina con el envío de dos naves en la guerra del Golfo formó parte de una serie de medidas de política exterior del primer gobierno de Carlos Saúl Menem, cuyo objetivo era principalmente demostrar el alineamiento con los Estados Unidos, en el marco de una estrategia de inserción internacional que priorizaba las cuestiones económicas, sustentándose en los supuestos del “realismo periférico” a los que haremos referencia. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico.

 127- Para situarnos en el contexto de las relaciones bilaterales entre la Argentina y la potencia del Norte, durante la década de los ochenta tanto la coyuntura internacional y nacional como la tradición político-ideológica del Partido Radical habían permitido la existencia de una estrategia diplomática de alto perfil que mantuvo –en principio– márgenes de autonomía con respecto a los Estados Unidos, y que priorizaba la inserción multilateral. Esta estrategia se sostenía principalmente en la posibilidad de “diversificar los puntos de apoyo” con Europa occidental y con la Unión Soviética, tal como lo afirmaba el canciller de Raúl Alfonsín, Dante Caputo1 . 

Sin embargo, una de las prioridades de la política económica exterior durante la década de los ochenta fue el tratamiento de la deuda externa, que presionaría fuertemente sobre la economía argentina. Cabe recordar que dicha década se caracterizó por las dificultades –al igual que en el resto de las economías latinoamericanas– que hicieron que el período se conociera como la “década perdida”, signada por el elevado endeudamiento externo, los precios decrecientes de las exportaciones de materias primas, el aumento del proteccionismo por parte de las potencias industriales y las altísimas tasas de interés internacionales.

 Para 1984, la estrategia multilateral de negociación de la deuda externa llevada a cabo por Argentina junto con otros países latinoamericanos había fracasado2 , y a partir de allí la relación con los Estados Unidos y con Europa comenzó a modificarse. 
Ese cambio tanto en la política económica como en la política exterior es lo que se denominó como un “giro realista” de Alfonsín, y algunas de sus manifestaciones más notarias fueron su compromiso a pagar la deuda –a partir del cual Reagan medió entre el gobierno de Buenos Aires y la banca acree

1-El ministro de Relaciones Exteriores de Alfonsín sostuvo: “Al principio la concepción se basaba en la rehabilitación de la posición argentina en el plano internacional y, muy especialmente, en el marco de los países occidentales. Junto con esta idea estaba la de evitar que un país monopolizara la relación en ese ámbito, por lo cual Europa parecía como una posibilidad de diversificar los puntos de apoyo de la política exterior en Occidente”, Dante Caputo, en entrevista realizada para la Revista América Latina Internacional, vol. 6, Nº 21, julio-septiembre, Buenos Aires, Argentina, 1989, p. 266. 

2- Durante los dos primeros años del gobierno radical, la diplomacia argentina intentó políticas de concertación multilateral en el escenario latinoamericano, para hallar solución al problema de la deuda externa. Los ámbitos donde se expresó esta intención fueron la Conferencia de Quito en enero de 1984, la declaración conjunta efectuada con Brasil, México y Colombia en el mes de mayo, la Reunión de Cartagena en junio y la Segunda Reunión del Grupo de Cartagena en Mar del Plata en el mes de septiembre del mismo año.

 Los intentos de dar tratamiento “político” a la deuda y el de conformar un “Club de Deudores” fracasaron ante la negativa de los Estados Unidos y de las potencias europeas.

128- María Cecilia Míguez dora, aunque exhortando al cumplimiento de los ajustes requeridos por los bancos– y particularmente su segunda visita a los EE.UU, en marzo de 1985, donde se mostró más complaciente con el ambiente que predominaba en Washington al anunciar la necesidad de reformar el Estado y privatizar empresas públicas. 

Tanto esta declaración como la intención manifestada de licitar áreas petrolíferas –Plan Houston– y la posterior puesta en marcha del Plan Austral merecieron gestos auspiciosos por parte del gobierno norteamericano y los organismos financieros internacionales. 
En cuanto a Europa Occidental, la acción se encaminó hacia la búsqueda de asociaciones particulares, privilegiando las inversiones en el aparato productivo argentino. 
En esta línea se firmó el Tratado con la República Italiana para la Creación de una Relación Asociativa Particular, suscripto en Roma el 10 de diciembre de 1987 y el Acuerdo de Cooperación y Amistad con el Reino de España, firmado en Madrid el 3 de junio de 1988 y ratificado en el Congreso en 1989.

 El primero de ellos se destacó por la magnitud de las inversiones comprometidas, los privilegios y garantías ofrecidos a los inversores. 

Esos acuerdos bilaterales constituyeron la base para la negociación de un convenio amplio de colaboración económica, cuyas tratativas se iniciarían a fines de 1989. Como decíamos, el otro actor que había permitido mantener una “relación madura” con los Estados Unidos era la Unión Soviética. Partiendo de que jamás el comercio fue tan floreciente como durante la dictadura militar argentina, las relaciones entre el gobierno de Alfonsín y la Unión Soviética continuaron en esa línea y se afianzaron hasta 1986, año en que disminuyeron abruptamente las compras por parte de ese país. 

Es decir que hasta la crisis soviética se asistía a un incremento de la relación bilateral, así como en el caso de otros países latinoamericanos, plasmado en acuerdos comerciales, industriales, de cooperación en el área nuclear y militar . La desintegración de la URSS no era un panorama previsible y hasta ese momento, la potencia era un actor fundamental en el escenario político y económico argentino, tenido en cuenta como tal tanto por radicales como por justicialistas, en la medida que se trataba de uno de los principales mercados compradores, con el peso que eso tiene en una economía basada en la comercialización de bienes agroexportables.

 Las grandes modificaciones que se produjeron con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior desintegración de la URSS sin duda repercutiePara ver en profundidad las relaciones bilaterales, consultar Roberto Russell (comp.), Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética / América Latina, Buenos Aires, GEL, 1990. 

Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 129 ron en las concepciones respecto de la posición de la Argentina en el sistema internacional, y en los márgenes de maniobra de la política exterior.

 La percepción del cambio en el escenario internacional es una variable que puede explicar en parte los virajes y ajustes que fue realizando la política económica de Carlos Saúl Menem entre 1989 y la implementación de la convertibilidad en 1991. Sin embargo, aún antes de la caída del Muro, durante la década de los ochenta, junto con la crítica al modelo de industria sustitutiva y a la intervención del Estado en la economía, también se habían comenzado a poner en cuestión los intentos de formular una política exterior autónoma incluso dentro del Partido Radical. 

Esa crítica que sustentaba elementos propositivos que también analizaremos provenía de las clases dominantes argentinas y comenzaba a hacer pie en dirigentes políticos radicales y justicialistas. A pesar de la construcción de una campaña basada en postulados que apelaban a la justicia social y al nacionalismo empresario, y de aglutinar un frente de apoyos alrededor de ellos, Carlos Menem llevaría a cabo, durante diez años, un programa económico neoliberal en línea con lo propuesto por el Consenso de Washington . Junto con dicho programa se propuso una nueva orientación en política exterior, cuyo sustento ideológico venía forjándose desde la década de los ochenta. 

A diferencia de otros gobiernos anteriores, el nuevo enfoque de las relaciones internacionales priorizó los vínculos políticos con los Estados Unidos y los gestos de alineamiento, sin descuidar los importantes lazos económicos con la Europa Comunitaria . 

A principios de los noventa, los organismos multilaterales de crédito (FMI y Banco Mundial), las administraciones dependientes de la Casa Blanca (el Tesoro y el Departamento de Estado de los Estados Unidos), los sectores dominantes de los países del G-7 y los directorios de los bancos acreedores formularon una especie de consenso sobre la naturaleza de la crisis latinoamericana y sobre las reformas que debían aplicarse para “superarla”. Esa concepción fue recogida por John Williamson en un libro, compilatorio de las ponencias de un seminario internacional, titulado Latin American Adjustment, publicado en 1990. 

Este documento recoge una adecuada síntesis del pensamiento neoliberal de los noventa, bajo la expresión del Consenso de Washington. Allí se justificaba la promoción de diez medidas básicas: disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma impositiva, liberalización de las tasas de interés, una tasa de cambio competitiva, liberalización del comercio internacional, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización, desrregulación y derechos de propiedad. 

Aquí se adscribe a la categorización de “alineamiento”, teniendo en cuenta que se trató de un tópico discutido en la propia coyuntura. Algunos consideraron la política exterior de Menem como de “alineamiento automático”, partiendo de una visión crítica de los postulados 130 María Cecilia Míguez Los hitos del “alineamiento” fueron el envío de tropas al Golfo Pérsico en septiembre de 1990, la desactivación del proyecto misilístico Condor II, la ratificación del Tratado de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma en forma conjunta con Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), el retiro del Movimiento de No Alineados y la modificación de los votos argentinos en la ONU pueden comprenderse en el marco de estos objetivos .

 El gobierno de Carlos Saúl Menem fue el período donde se firmó la mayor cantidad de convenios entre la Argentina y los Estados Unidos. Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del Fondo Monetario Internacional y de la banca acreedora. 

Recordemos que los sucesivos planes económicos desde la asunción de Menem, en especial la aplicación del ajuste con paridad fija a partir de la Ley de Convertibilidad en 1991, se orientaron a responder a los condicionamientos de dichos organismos, lo que culminó en el ingreso al Plan Brady en 1992. Hay que agregar aquí que la nueva vinculación con los Estados Unidos no eliminó un rasgo que constituye una tendencia de largo plazo en la historia del realismo periférico, y exaltando sus perjuicios respecto de las posibilidades de formular una política exterior autónoma. Entre ellos se encuentran Mario Rapoport, José Paradiso y Alfredo Rizzo Romano. Carlos Escudé sostuvo en cambio que a partir del gobierno de Menem se terminó con una política de “desalineamiento”, es decir, con el legado cultural de “sobredosis de confrontaciones” de gobiernos anteriores, incluido el de Alfonsín. Ver Carlos Escudé, “La historia, la cultura política, los errores y las lecciones en las relaciones argentino-norteamericanas” en Felipe De la Balze y Eduardo Roca (comp.), 

La Argentina y Estados Unidos: fundamentos de una nueva alianza, Asociación de Bancos de la República Argentina, Buenos Aires, 1997. Por otro lado, Roberto Russell consideró que no se trató de un “alineamiento automático”. Junto con Deborah Norden sostuvo que las “relaciones carnales” entre Argentina y los Estados Unidos no implicaron un “amor ciego”, sino concesiones en algunas cuestiones de agenda e intentos de resistir las presiones norteamericanas respecto de otras cuestiones. Ver Deborah Lee Norden y Roberto Russell, The United States and Argentina: changing relations in a changing world, Routledge, United States of America, 2002, p. 73. 

La Argentina aumentó sin duda el número de la coincidencia en sus votos con los Estados Unidos, por ejemplo, en las resoluciones respecto de la situación de los derechos humanos en Cuba, en las cuestiones referidas al desarme, la no proliferación nuclear respecto del problema del narcotráfico y las resoluciones de condena a las violaciones de derechos humanos en Irán. Para este tema ver Francisco Corigliano, “La dimensión multilateral de las relaciones entre Argentina y Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso al paradigma de “Relaciones Especiales”, en: Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.) Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap II, Buenos Aires, GEL, Argentina, pp. 225-228 Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 131 argentina: la competencia entre intereses asociados a distintas potencias por el predominio dentro del aparato económico y estatal. 

El paradigma de las “relaciones carnales”7 no significó necesariamente un retroceso para los intereses económicos vinculados con la Unión Europea, como quedó demostrado en el proceso de privatización de las empresas públicas. Más que la reedición de la “relación especial” de principios de siglo con Gran Bretaña pero esta vez con los Estados Unidos, lo que quedó configurado en esa década es una nueva “relación triangular”, en todo caso reedición de la de la segunda posguerra, donde los vértices están ocupados por los Estados Unidos y por los países de la Comunidad Económica Europea . 3. Secuencia de los hechos y principales debates Justamente, la guerra del Golfo se constituyó como un episodio paradigmático de la nueva orientación en política exterior, ya que, rompiendo con la tradicional neutralidad de la Argentina ante los conflictos que no la incluían directamente, el envío de tropas fue, ante todo, un acto que demostraba el apoyo a Washington. 

En el plano internacional inauguró el nuevo protagonismo de las Naciones Unidas y la reivindicación de la “ley internacional” como justificación jurídica de las intervenciones. Una de las consecuencias en el escenario latinoamericano fue que en 1991, en el documento conocido como Compromiso de Santiago, se modificó el principio de no-intervención incorporando la “acción colectiva en defensa de la democracia”. Por otra parte y con respecto a la Argentina, el envío de tropas al Golfo fue el inicio de una mayor participación en los operativos de paz de la ONU, modificando también la función de las Fuerzas Armadas. 

En cuanto a su discurso legitimador, Argentina hizo propios los motivos y argumentos de la administración norteamericana. En el mes de agosto de 1990 se abrió la discusión en los círculos cercanos al presidente acerca del envío de tropas antes de que esto fuera requerido por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, evaluando básicamente el costo que tendría tal decisión. 

El canciller Cavallo había afirmado el día 7. El concepto de “relaciones carnales” proviene de una frase pronunciada por el canciller Di Tella, que sostuvo: “Nosotros queremos un amor carnal con los Estados Unidos, nos interesa porque podemos sacar un beneficio”. Diario Clarín, 9 de diciembre de 1990, p. 12. Para la relación triangular entre la Argentina, Estados Unidos y la Europa Comunitaria en la segunda posguerra ver Ruben Laufer y Claudio Spiguel, “Europa occidental en las relaciones internacionales argentinas del mundo bipolar, 1970-1990”, en Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, N° 14-15, 1er. semestre 1998. 132 María Cecilia Míguez 9 de ese mes que la Argentina enviaría tropas sólo “dentro de un plan de la ONU”9 . 

El propio presidente, el senador Eduardo Menem y el canciller Cavallo se mostraron dubitativos al respecto mientras ya se elaboraban las posiciones más extremas –que se harían predominantes– donde se alegaba la necesidad del envío de tropas como “gesto” de alineamiento y acuerdo con los Estados Unidos10. Junto con esta última versión se hicieron dominantes los diagnósticos que remarcaban los supuestos “errores” de la política exterior argentina frente a este país durante la Segunda Guerra Mundial y también los supuestos “costos” que esto habría traído aparejados a diferencia de nuestro vecino Brasil11. 

La correspondencia epistolar con el presidente norteamericano, así como la entrevista de Domingo Cavallo con Hosni Mubarak, jefe de Estado de Egipto, parece haber tenido un rol importante en la adhesión a la posición norteamericana, que aún sin la aprobación de la ONU dispondría la partida de tropas hacia la región en conflicto12. 

Luego de que el Ejecutivo diera a conocer su decisión de enviar dos buques –las naves “Spiro” y “Almirante Brown”, un destructor y una corbeta– el 17 de septiembre, rápidamente las voces opositoras provinieron tanto de la Unión Cívica Radical como de algunos sectores del Partido Justicialista. El presidente y sus ministros justificaron la decisión de colaborar con “fuerzas de paz” apelando a la necesidad de integrarse a un nuevo panorama internacional de la posguerra fría, el cual requería un “nuevo protagonismo” que restableciera la relación de la Argentina con los Estados Unidos, única superpotencia dominante, lo que permitiría una retribución concreta en beneficios materiales 9 Domingo Cavallo dijo: 

“la Argentina no enviará un contingente por voluntad propia, pero sí en el marco de las Naciones Unidas si la ONU lo decide”, ver Página/12, Buenos Aires, 9 de agosto de 1990, p. 3. 

10 Ver Francisco Corigliano, “La dimensión bilateral de las relaciones entre Argentina y Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso al paradigma de “Relaciones Especiales”, en Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.), Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap I, Buenos Aires, GEL, 2000, p. 22. 

11 La adopción de tales tesis es parte de la reflexión que se realiza en este artículo. El alineamiento se justificó en la teoría del “realismo periférico” de Carlos Escudé a la que haremos referencia más adelante. A su vez, ésta se basó en una interpretación de la “declinación argentina”. 

Los principales trabajos desde esta posición son los de Carlos Escudé, Carlos Díaz Alejandro, y entre quienes polemizaron con ella se encuentran Mario Rapoport, Amado L. Cervo, Raúl Bernal-Meza, Atilio Borón, etc. Ver estos debates también en Raúl Bernal-Meza, América Latina en el mundo.

 El pensamiento latinoamericano y la teoría de las relaciones internacionales, Buenos Aires, Ed. Nuevo Hacer GEL, 2005, p. 323. 12 Corigliano, “La dimensión bilateral…”, cit., p. 23. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 133 por parte de ese país. 

Este último supuesto fue incluso discutido por los intelectuales vinculados al oficialismo13. El canciller Cavallo sostuvo que: si la Argentina quiere participar de los beneficios del proceso de gestación de un nuevo mundo de paz y progreso, debe asumir las responsabilidades. Frente a la actitud del régimen de Bagdad, la indiferencia implica atraso y aislamiento14. Al mismo tiempo, en el informe al Poder Legislativo, el canciller y el Ministro de Defensa Humberto Romero explicaron que no se requería el aval de las Cámaras “porque no se trataba de una intervención bélica sino de una acción disuasoria a través del bloqueo económico”15.

 En respuesta, en el Senado existieron dos proyectos de declaración, uno proveniente del bloque radical y otro del justicialista. El primero de ellos, presentado por el senador Solari Yrigoyen “condenaba” principalmente el envío de tropas y luego la falta de consulta al Legislativo16.

 El segundo, en cambio, se refería únicamente a este último aspecto, “lamentando” la adopción de la decisión sin el respaldo del Congreso de la Nación. Ambos coincidían en denunciar el accionar de Irak en la región17.

 Sólo cinco de los senadores 13 No solamente la oposición insistió en que la decisión de enviar tropas no traería ningún rédito económico, sino que también Carlos Escudé, principal ideólogo de la nueva orientación de la cancillería relativizó los beneficios económicos a obtener en este caso, aunque resaltaba la importancia del envío como favor simbólico a los Estados Unidos. 

Ver Carlos Escudé, “La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre de 1990, p. 7. 14 “Fuerzas argentinas intervendrán en el bloqueo militar contra Irak”, La Nación, Buenos Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 1. 15 “El informe del PE a diputados y senadores”, La Nación, Buenos Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 3. 16 El proyecto de declaración fue firmado por Hipólito Solari Yrigoyen, Luis Brasesco, Ricardo Lafferriere, Juan Trilla, Mario Losada, Adolfo Gass, Margarita Malharro de Torres, Edison Otero, Edgardo Grosso, José Genoud, Conrado Storani, Hector Velazquez, Faustino Mazzucco. Además de condenar el envío, el tercer punto proponía: “deplorar tanto el abandono de una conducta internacional históricamente asumida por nuestro país, a favor de la solución pacífica de las controversias como la subordinación del interés nacional a estrategias de alineamiento en el orden mundial, que quiebran la posición de independencia sostenida desde la recuperación de la democracia”, Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3749. 17 Este proyecto fue firmado por Alberto Rodríguez Saá, Carlos Snopek, Olijela del Valle Rivas, César Mac Karthy, Pedro Conchez, Rogelio Nieves, Eduardo Vaca, Leopoldo Bravo, 134 María Cecilia Míguez justicialistas defendieron la decisión del Poder Ejecutivo18. 

El resto de ellos mantuvo una fuerte discusión con el ministro de Defensa, Humberto Romero y con el canciller. En la primera de las sesiones donde se intentó tratar dichos proyectos, el justicialismo estuvo ausente –lo que provocó la falta de quórum–, elemento que demostró las divergentes posiciones al interior de dicho bloque. 

Era difícil defender la actitud del Presidente, pero al mismo tiempo no estaban dispuestos a criticarla en público sin reunirse antes con Domingo Cavallo. Luego de la reunión con el canciller Cavallo, la mayoría de los senadores justicialistas modificaron su posición y apoyaron la decisión de enviar tropas. Para el 27 de septiembre, incluso el senador Eduardo Menem se convertiría en defensor de la medida. 

Cuando efectivamente se trataron los proyectos de declaración en la sesión del 26 y 27 de septiembre se argumentó a favor y en contra del envío, no sólo remitiéndose a los aspectos procedimentales sino incluyendo formulaciones y diagnósticos con respecto a la cambiante realidad internacional. En cuanto a los senadores radicales, fueron significativas las intervenciones del senador por Buenos Aires, Adolfo Gass y el senador por Chubut, Hipólito Solari Yrigoyen. El primero de ellos cuestionó la falta de consulta en el marco de lo que consideró una tendencia del Poder Ejecutivo a prescindir del Congreso de la Nación en decisiones fundamentales. Además recordó la responsabilidad de las dos superpotencias de la guerra fría en el poderío bélico iraquí y su falta de reacción en oportunidad del “genocidio contra el pueblo kurdo”, destacando a su vez los intereses materiales –especialmente el petróleo– involucrados en la guerra19. También comentó a la prensa que esta decisión implicaba ayudar a los poderosos contra el Tercer Mundo20.

En cuanto Elías Sapag y Eduardo Posleman. Diario de Sesiones Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3751. 18 Diario La Nación, 20 de septiembre de 1990. Los senadores que apoyaron fueron Liliana Gurdulich de Correa, Luis Rubeo, Eduardo Menem, José Figueroa y Juan Carlos Romero. 19 

El senador Adolfo Gass explicaba: “Así, repentinamente, advierten estos países protectores de la democracia que Saddam Hussein es, o parece ser, un nuevo Hitler, con lo cual, de paso, disfrazan una escalada militar que más que nada tiene que ver con intereses materiales y huele a petróleo, con el manto de una cruzada moralizadora […] Trampa para ingenuos, señor presidente, en la que parece haber caído nuestro gobierno, aunque personalmente, y por lo que ya he dicho, no creo que peque de esa ingenuidad”. 

Diario de Sesiones Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 3999. 20 El senador Adolfo Gass afirmó: “El canciller (Cavallo) es principista cuando se trata de defender los intereses de los poderosos y es neutral sólo cuando los intereses afectados pertenecen al Tercer Mundo. No es cierto que se rompa la tradición de neutralidad, ya que lo hizo Guido cuando participó en la cuarentena y Videla, cuando colaboró militarmente con los contras. 

El doctor Cavallo se une a estas posiciones. Ayudamos a los contras a favor de los Estados Unidos y los Estados Unidos nos devolvieron (la ayuda) asistiendo a Gran Bretaña Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 135 a los elementos jurídicos, en la misma sesión sostuvo que no se trataba de una “misión de paz”, sino que el bloqueo formaba parte de un acto de beligerancia y que el Consejo de Seguridad sólo había solicitado el embargo, con el que se estaba cumpliendo. 

En línea similar se expresaron los senadores Hipólito Solari Yrigoyen y José Genoud, quienes además discutieron los supuestos beneficios que esta actitud traería21 y resaltaron la responsabilidad de las industrias bélicas de las grandes potencias en este tipo de conflictos22. 

Un argumento que también fue utilizado para discutir la decisión fue la falta de consulta a los países del Grupo de Río y el hecho de que la Argentina fuera el único país de América Latina en colaborar activamente con tropas en el conflicto. 

La defensa fue encarada principalmente por el Senador justicialista Eduardo Menem, quien legitimó el envío de naves partiendo de un determinado diagnóstico sobre el nuevo orden internacional al que haremos referencia más adelante. De este modo sostuvo: Aquí se quiere tergiversar la interpretación correcta de los hechos, se quiere mostrar que este es un conflicto de Occidente con los países árabes o un conflicto del Norte contra el Sur […] aquí hay un país agresor y un país agredido, hay una intervención de las Naciones Unidas y una comunidad que quiere integrar un nuevo orden internacional.23 Ninguno de los proyectos de declaración fue aprobado. Desde la Cámara Baja, el diputado radical César Jaroslavsky propuso –a iniciativa del ex canciller Dante Caputo– una interpelación a Humberto contra la Argentina, durante las Malvinas. 

Estamos de rodillas, como diría Dromi”, “Nuevas repercusiones políticas por el envío de las tropas al Golfo”, en La Nación, Buenos Aires, 21 de septiembre de 1990, p. 3. 21 En un artículo de su autoría, el senador radical Solari Yigoyen explicaba que “No es en el interés de la Argentina sino en el de las grandes potencias que se inscribe el envío de tropas ¿Por qué? Porque ellas tienen que defender el petróleo del que se abastecen en el Golfo Pérsico. Además porque los Estados Unidos no tienen un ámbito restringido como el de la Argentina. El mapa del interés estadounidense es el mapamundi […] 

Las cambiantes actitudes argentinas sobre Irak han desconcertado a Occidente. No sólo no nos trae beneficio económico, sino tampoco prestigio”, Hipólito Solari Yrigoyen, en Revista América Latina Internacional, vol.7 Nº 26, octubre-noviembre de 1990, pp. 379-80. 22 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4018. 23 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4017. 136 María Cecilia Míguez Romero (Ministro de Defensa) y Domingo Cavallo (Ministro de Relaciones Exteriores) para que explicaran las razones del envío. Esta moción tuvo el respaldo de los diputados provenientes del radicalismo, del Grupo de los Ocho, de una parte de la Ucedé, del Partido Socialista Unificado, del Partido Federal-Buenos Aires, del Movimiento al Socialismo, del Partido Intransigente, del Partido Socialista Popular, de la Democracia Cristiana de Córdoba y de Bandera Blanca, pero no contó con los dos tercios necesarios por la oposición de la mayoría de los diputados del PJ y de la Ucedé24. 

La argumentación de la iniciativa legislativa se refirió en primer lugar a la legalidad del envío de tropas –decisión tomada sin consulta a las cámaras–, ya que algunos legisladores la consideraban violatoria del artículo 67, inciso 25 de la Constitución Nacional, mientras que los defensores como José Luis Manzano sostuvieron la importancia de no tener una posición neutral ante el conflicto y que no era necesaria la consulta al Congreso porque se trataba de “fuerzas de paz”. En la Cámara de Diputados los debates más intensos se dieron entre Caputo y Manzano. Los argumentos que se esbozaron fueron similares a los detallados en el caso del Senado. 

Fuera del ámbito parlamentario, Raúl Alfonsín calificó de “sobreactuación ridícula, grotesca y anticonstitucional” la medida suscripta por el presidente. Coincidían con él Federico Storani, Marcelo Stubrin y Dante Caputo.25 A pesar de los acalorados debates en el Congreso de la Nación, según fuentes periodísticas, la mayor preocupación del gobierno se generó por los debates al interior del justicialismo. El diario La Nación del 20 de septiembre de 1990 explicaba: “[...] ni la posición adoptada por la UCR ni las habituales recriminaciones de la izquierda perturban el sueño de Menem. 

También en lo que hace al aporte armado de la Argentina contra Irak, esa facultad está reservada para ‘los de adentro’ del partido”. El Grupo de los Ocho26 criticó abiertamente la decisión y, como se dijo, apoyó la moción del diputado Dante Caputo, tanto por considerar los aspectos procedimentales de la decisión como violatorios de la Constitución Nacional como por interpretar que el envío de tropas era una demostración de la subal24 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, “Debate en el Congreso por el envío de tropas”. 25 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, p. 4 “El PJ y las razones del sobrepeso opositor”. 26 Este Grupo se constituyó como una fracción dentro del PJ que abiertamente se enfrentó al menemismo y rompió con el partido. Estaba conformado por Germán Abdala, Julio Darío Alessandro, Carlos “Chacho” Alvarez, Luis Pedro Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco Caviglia, Moisés Fontela y José Carlos Ramos. 

Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 137 ternización de los intereses nacionales.27 Fuera del Parlamento, entre los que no adherían directamente a la línea del Ejecutivo se encontraban los gobernadores justicialistas Cafiero y Bordón, quienes mantenían una posición cautelosa. A éstos se sumó con fuertes declaraciones el Secretario de la CGT-Azopardo, Saúl Ubaldini28.

 En diciembre de 1990 se abrió una segunda etapa de las discusiones, porque se requirió la aprobación del Parlamento para que las fuerzas argentinas en el Golfo Pérsico intervinieran activamente si se desataba la guerra. El proyecto fue enviado al Parlamento el 7 de diciembre y el objetivo era que las naves tuvieran autorización para prestar “apoyo logístico y no intervenir en las acciones bélicas”29. 

El 23 de enero el Congreso aprobaba el proyecto del Ejecutivo de que las naves argentinas en el Golfo brindaran “apoyo logístico” a las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos. Algunos diputados justicialistas opositores no asistieron a la sesión, como Franco Caviglia, Eduardo Budiño, Augusto Alasino y Rafael Flores. Antonio Cafiero, en cambio, habría expresado sus temores acerca de la posibilidad de que el Ejecutivo perjudicara a la provincia de Buenos Aires con los ingresos coparticipables. Por el contrario, y a favor del oficialismo, Alberto Pierri fue uno de los que militó más intensamente a favor del proyecto.30 4. 

Hacia una interpretación Las discusiones entre y al interior de los dos partidos con mayor representación en el parlamento –la UCR y el PJ– incluyeron diagnósticos y tendencias políticas más profundas que es indispensable abordar para superar la descripción y el plano discursivo. 27 El diputado Juan Pablo Cafiero sostuvo: “Este hecho consumado [la decisión del Ejecutivo de enviar tropas] no es más que una muestra de lo que significa una política exterior argentina que secunda a los intereses de los Estados Unidos.

 Es una demostración muy clara de la forma en que se han subalternizado los intereses nacionales y las decisiones soberanas”, Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 19 se septiembre de 1990, p. 3037. 28 Saúl Ubaldini destacó que “nunca fuimos una nación mercenaria o una colonia proveedora de carne de cañón para defender intereses ajenos”, en La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990. 29 Esto también fue objeto de discusión, porque legisladores radicales –Federico Storani y Adolfo Gass– explicaron que la logística también era parte del accionar bélico. 30 Página/12, Buenos Aires, 24 de enero de 1991, pp. 2 y 3. 

138- María Cecilia Míguez Utilizaremos entonces distintos niveles de análisis para evaluar los grados de acuerdo y desacuerdo, teniendo en cuenta las posiciones respecto de: 

a) El diagnóstico sobre las transformaciones en el sistema internacional, especialmente con referencia a la globalización, el “nuevo orden internacional”, el Estado-nación y las intervenciones en general. 

b) El lugar a ocupar por la Argentina en dicho sistema. 

c) Las tradiciones políticas y formas de inserción de la Argentina a lo largo de la historia contemporánea. 

d) Finalmente, partiendo de la estrecha vinculación entre política externa y política doméstica, las posiciones respecto de la nueva política económica neoliberal. a) En cuanto al diagnóstico de los cambios en el sistema internacional La caída del muro de Berlín suscitó en el mundo una serie de formulaciones ideológicas respecto del nuevo escenario internacional. Como decíamos, especialmente en los Estados Unidos se pregonó la existencia de un “Nuevo Orden Mundial”.

 Fue el presidente George W. Bush quien días después de la intervención norteamericana en el Golfo enunciaba esa concepción. Frente a las cámaras del Parlamento, el presidente norteamericano sostuvo: Nos encontramos hoy ante un momento único y extraordinario. La crisis del Golfo Pérsico, por grave que sea, ofrece una rara ocasión de avanzar hacia un periodo histórico de cooperación. 

De estos tiempos confusos puede emerger nuestro (…) objetivo: un nuevo orden mundial, una nueva época, más libre de amenazas y de terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más segura en la búsqueda de la paz, una era en la que las naciones del mundo –Este y Oeste, Norte y Sur– puedan prosperar y vivir en armonía. … Una centena de generaciones ha buscado ese desconocido camino hacia la paz, mientras que miles de guerras se desencadenaban contra los esfuerzos de la humanidad. Hoy, ese mundo nuevo lucha por nacer, un mundo distinto del que hemos conocido. Un mundo donde el Estado de derecho tome el lugar de la ley de la selva. Un mundo en que las naciones reconozcan su responsabilidad compartida hacia la libertad y la justicia. … 

Un mundo donde el fuerte respete los derechos del débil. Es una visión que he compartido con el presidente Gorbachov [...]. Él y otros líderes en Europa, en el Golfo y en todas partes del mundo comprenden que la manera en que tratemos la actual crisis puede dar forma al futuro para las generaciones venideras31. 31 Citado y traducido por Thierry Meyssan, “Nuevo orden mundial. La doctrina estratégica de los Bush”, en http://chilesur. indymedia.org/es/2005/05/2038. shtml Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico.

 139- Esta visión concibió al período como una plena hegemonía norteamericana, producto a su vez de la hegemonía de la democracia liberal y la economía de mercado. El mundo adquiría una connotación específica: el “triunfo” del capitalismo sobre el socialismo, el desdibujamiento del conflicto entre potencias y países subordinados y la negación de los conflictos entre las potencias. De la “globalización” de los mercados se dedujo una supuesta “interdependencia” de las economías, donde las fuerzas del mercado tenderían a disolver las instituciones y las economías nacionales. 

De allí la conformación de una “aldea global”, el “mundo-uno”. En las versiones más extremas llegó a afirmarse el “fin de la geografía”, es decir la eliminación de las referencias territoriales32 e incluso el “fin de la historia”33 en el sentido de la confrontación no sólo ideológica sino también cultural y nacional. 

En consecuencia, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado desde esta concepción como un ataque al orden global, a “toda la Comunidad Internacional”, cuestionando su “legitimidad”34 y poniendo en riesgo la “paz mundial”. En estos términos, el cambio cualitativo en el carácter que tendrían los conflictos en la posguerra fría debería provocar entonces una condena generalizada, donde quedara clara la ilegitimidad absoluta de este tipo de accionar. Las autoridades e intelectuales vinculados al proyecto del presidente Menem adoptaron este diagnóstico y consideraron como posible el establecimiento de una nueva “pax americana”, donde la cooperación entre las naciones predominaría por sobre la confrontación. 

El propio presidente Menem se pronunció reiteradas veces en esta línea35. 32 R. O’Brien, “Global Finantial Integration: The End of de Geography”, Londres, Routledge/RIIA, 1992. 33 Francis Fukuyama, “The End of the History and the Last Man”, Londres, 1992. 34 “Esta invasión no constituye un problema más de los que ha sido testigo la Comunidad Internacional en las últimas décadas. A diferencia de conflictos previos en que el factor EsteOeste llevaba generalmente a que el conflicto enfrentase, en última instancia, a los dos bloques, la invasión a Kuwait, que es la primera crisis posterior a la Guerra Fría, constituye una agresión a toda la Comunidad Internacional, en la medida en que la actitud iraquí cuestiona la legitimidad del incipiente orden internacional [...]. 

En resumen, puedo decir que la injustificada agresión por parte de Irak, en un momento en que la Comunidad Internacional se encuentra en un proceso caracterizado por relaciones de cooperación, llevó a una casi automática reacción por parte de todos los actores internacionales. La solidaridad demostrada por estos países es una prueba irrefutable de que ya no existe margen para actitudes como las emprendidas por el régimen de Saddam Hussein”, Carlos Menem, Estados Unidos, Argentina y Carlos Menem, Buenos Aires, Ediciones CEYME, 1990, p. 167. 35 “La superación del bipolarismo es una realidad que privilegia la noción de cooperación sobre la de la confrontación”, Menem, op. cit., p. 161. 

140- María Cecilia Míguez Los efectos de adscribir a esta visión fueron las políticas de alineamiento que hemos nombrado, y entre ellas, por ejemplo, la concepción acerca del Tercer Mundo, que se plasmó en la retirada del movimiento de No Alineados en 199136. Vale la pena citar, en este sentido, el texto con que el gobierno dio a conocer la decisión de enviar tropas, por lo esclarecedor: Aquí no está en juego un interés ideológico, partidista, sectorial, o de bloques de poder. 

Ni siquiera está en discusión la tradición más excelsa de nuestra política exterior. Aquí existe un enfrentamiento profundo entre la comunidad de Estados en su conjunto (reitero: en su conjunto) y un gobierno que ha violado la ley internacional y actúa en abierto desafío a la Carta de las Naciones Unidas. [...] … 

Quienes piensan que la lejanía del Golfo, o la falta de una presencia argentina en la región, pueden asegurarnos no sufrir las consecuencias de estos acontecimientos, se equivocan. No entienden que nuestro país ya es un socio activo en la gestación del nuevo mundo de paz, progreso y distensión que busca consolidarse. No entienden que la actitud del régimen de Bagdad amenaza seriamente este nuevo escenario. Frente a una situación semejante, la indiferencia implica retroceso. Implica atraso. Implica aislamiento. [...]

 Queremos que se restablezca el derecho y la justicia en el Golfo37. Aquí se hace presente además la justificación utilizada por los Estados Unidos para su intervención, apelando a la “legalidad internacional”. Como bien han analizado Claudio Spiguel y Rubén Laufer, en este supuesto “orden global” lo que vale para algunos no vale para todos. Más específicamente, las intervenciones multilaterales fueron producto de la decisión de Estados Nacionales, y han sido ejercidas también sobre unidades nacionales, mientras se proclamaba su debilitamiento. Muchas veces, la defensa de los valores “huma36 Alfredo Bologna cita una conferencia de prensa realizada en Nueva York, donde Carlos Menem dijo: “‘El Tercer Mundo’. No sé dónde se encuentra el ‘Tercer Mundo’”. Y luego cita también un párrafo donde el ex presidente expresa: “No nos dejemos engañar con falsas opciones. 

Que uno es de izquierda, otro de derecha y otro de centro. No hablemos más de Tercer Mundo. Hay un solo mundo y en ese mundo está la Argentina, tratando de crecer y de ser cada día más poderosa”, en Alfredo Bruno Bologna, “Dos modelos de inserción de Argentina en el mundo:

 Las presidencias de Alfonsín y Menem”, Cuadernos Política Exterior Argentina, Serie Informes sobre proyectos de investigación, nº 2, CERIR, Rosario, diciembre de 1991. El autor utiliza como fuentes: Judith Evans, “El Banco Mundial va al Este”, en Foro de Desarrollo, Ginebra, noviembre de 1990, p. 4, y “En dos años hemos puesto al país de pie”, Espacio de Publicidad en Ámbito Financiero, Buenos Aires, 10 de julio de 1991, p. 11. 37Menem, op. cit., pp. 173-174. 

Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 141 nos” y la “democracia” es el velo utilizado para justificar intereses económicos o estratégicos de alguna de las potencias38. 

El apoyo con naves argentinas constituyó un hito donde el nuevo gobierno puso en práctica tal diagnóstico sobre los cambios en el sistema internacional, descartando la posibilidad de ser neutrales y realizando un gesto de total apoyo a Washington. El primero y más contundente. A ese respecto el canciller Domingo Cavallo sostuvo años después: “La República Argentina no podía ni debía asumir una posición de neutralidad ante esa invasión. Tal actitud ya no tiene más espacio en el marco de las relaciones internacionales actuales”39. En la sesión citada del 26 y 27 de septiembre de 1990, el senador oficialista Juan Carlos Romero argumentaba –haciéndose eco de este diagnóstico– a favor del envío de tropas que […] por primera vez la Argentina, ante esta oportunidad de sumarse a la creación de un instrumento apto, rápido y eficiente para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, asume un papel activo y voluntario en un mundo que ya no admite, como tesitura externa, el aislamiento y la indiferencia. 

No entender esto, señor presidente, es no entender el mundo en que vivimos40.

A estas declaraciones, podemos agregar las posiciones del senador Eduardo Menem, que sostenía: Se ha abierto la democracia. Se ha reunificado Alemania después de ese hecho simbólico y trascendente que fue la caída del Muro de Berlín. La comunidad europea es, prácticamente, la nueva realidad del mundo. La Unión Soviética 38 “Las intervenciones sólo se llevan a cabo si se efectivizan contra una nación débil del llamado “mundo periférico”. 

Es obvio que el recurso a la intervención queda excluido tratándose de potencias centrales: ello, de hecho, supondría no una intervención del “orden global” en una unidad nacional, sino una fractura de la “sociedad internacional” y una guerra abierta entre bloques enfrentados. La estructura jerárquica del poder mundial es el fundamento de la “doble medida” con que los organismos multilaterales juzgan la conducta internacional de los países poderosos y la de los débiles, y la aplicabilidad o no de sanciones cuando consideran traspuestos los límites de la “ley internacional”, Claudio Spiguel y Rubén Laufer, “Intervencionismo en el mundo ‘globalizado’: ¿Ruptura o continuidad del ‘viejo orden?’, en III Jornadas de Historia de las Relaciones Internacionales, Globalización e Historia, Tandil, Junio de 1996, Ed. H. Cámara de Diputados de la Nación, Bs. As. 1998, p. 117. 39Domingo Cavallo, “La inserción de la Argentina en el primer mundo”, en Silvia Ruth Jalabe (comp.), 

La política exterior y sus protagonistas 1880 – 1995, CARI, Ed. Nuevo Hacer, Grupo Editor Latinoamericano, 1995, p. 375. 40 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4034. 142 María Cecilia Míguez y los Estados Unidos están coincidiendo en decisiones fundamentales para la humanidad. Pareciera que la discriminación racial en Sudáfrica también va a ser superada. Namibia es república. Es decir, se nos abre un nuevo mundo. Se está creando un nuevo orden internacional que se ha puesto de manifiesto en esta circunstancia41. En cuanto a la Unión Cívica Radical, el diagnóstico de los cambios internacionales que prevalecía en los especialistas en política exterior difirió de la visión unipolar y exenta de conflictos. Conrado Hugo Storani (h), Diputado Nacional por la UCR –uno de los que discutieron en forma más solvente el envío de tropas– publicó junto a Ángel Pablo Tello dos trabajos denominados “Hipótesis de conflicto”, Primera y Segunda Parte, en agosto de 1990 –anterior al inicio del conflicto en el Golfo Pérsico– y septiembre de 1991 respectivamente.

 En el primero de ellos, aparece claramente una crítica a las ideologías que pregonaban el “fin de los conflictos” y el “fin de historia”, planteando que el fin de la bipolaridad traería un orden multipolar caracterizado por el incremento de la competencia entre los países “del Norte”, donde lo que estaría en discusión era quiénes se constituirían en centros de poder. 

Llega a la conclusión de que comenzarían nuevos conflictos, nacionales o regionales, entre los que distingue como principal el conflicto “Norte-Sur”, de carácter económico, originado en la diferencia entre altos niveles de crecimiento y una inmensa mayoría de países pobres. La segunda parte de esta publicación, de septiembre de 1991, se refiere en especial a la Guerra del Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca el carácter particular de los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo, puntualizando que los fines del Estado norteamericano eran la destrucción del sistema militar e industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada permanente en la zona, con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar el petróleo y advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa del poder o del cuestionamiento del orden establecido42. Finalmente, caracteriza al período como “desorden estratégico”, donde la Argentina debía ubicarse defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo políticas que nos proveyeran de un sistema defensivo apto. En la misma línea Federico Storani, también Diputado Nacional por la UCR, afirmaba para 1992 que el orden unipolar constituye una aspiración 41 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4016. 42 Conrado Hugo Storani (h) y Ángel Pablo Tello, Hipótesis de conflicto (segunda parte), Ediciones de la H. Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, septiembre de 1991, p. 26. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 143 de los Estados Unidos, pero que el sistema internacional se dirige hacia la multipolaridad, ante el ascenso de potencias como la Europa comunitaria y la ex URSS43. Al mismo tiempo, condenaba la intervención norteamericana en el Golfo, puntualizando también el interés estratégico y económico de los Estados Unidos en la región, en el marco de los conflictos –en oposición al diagnóstico “pacífico” del oficialismo– “Norte-Sur”, y caracterizando el accionar norteamericano como “advertencia para el Tercer Mundo”44. 

Este diagnóstico también descartaba la “disolución” o pérdida de vigencia de la soberanía del Estado-nación. Otro de los senadores radicales opositores a la medida fue Luis León, quien afirmó: nos encontramos también las falencias de un orden internacional elitista y oligárquico, un orden internacional que dicta leyes, pero que solamente puede impulsar su aplicación cuando las potencias que tienen poder económico y militar son las damnificadas por la violación de esas leyes. Se trata de un mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que no obligan a nadie si no hay un ejército detrás de alguna potencia que voluntariamente decida hacer respetar esa ley45. 

Sin embargo, también en el radicalismo hubo otras posiciones que daban cuenta de la existencia de corrientes internas en el mismo partido más cercanas al oficialismo en estos aspectos. Junto con las transformaciones operadas en la política económica doméstica a partir del Plan Austral, las posiciones de los funcionarios del gobierno respecto de la inserción internacional argentina también fueron modificándose de manera sustancial.

 El ministro Juan Sourrouille, por ejemplo, había sostenido ya en 1987 que la Argentina era un país que no podía modificar las tendencias económicas globales e ignorar las demandas de los acreedores, y por lo tanto, lo más 43 Federico Storani, “Situación Internacional”, Revista Actualización Política, n° 5 abrilmayo 1992, p. 89. 44 Con respecto a las “soluciones militares ante el temor que inspira una masa enorme de indigentes”, en el mismo artículo el autor afirma que “allí está la Guerra del Golfo para recordarnos el tratamiento que se le dispensa a aquél que cuestione intereses particulares –el petróleo en este caso– y un orden establecido. Esto no significa estar de acuerdo con un acto criminal como el cometido por Saddam Hussein, lo que sí cremos es que, en muchos aspectos, esta guerra fue pensada y planteada como una seria advertencia al Tercer Mundo”, Ibídem, p. 90. 45 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4040. 144 María Cecilia Míguez conveniente era ajustar la política económica respondiendo a algunas de esas exigencias. 

Este enfoque consideraba que la mejor forma de superar el estancamiento era a través de una inserción más profunda dentro del orden económico internacional y de una creciente capitalización doméstica, postulando un “ajuste positivo” basado en la promoción de exportaciones y crecimiento de la inversión y no a través de la expansión de la producción para el mercado interno y el aumento del consumo doméstico46. Eduardo Angeloz sentó su posición respecto de la relación entre el país y el llamado Tercer Mundo en su libro El tiempo de los argentinos, publicado también en 1987. 

Sus argumentos serían los mismos que se utilizaron en los noventa para justificar la política exterior de Menem, y el retiro de la Argentina del Movimiento de Países No Alineados. Angeloz consideraba que defender la “vocación tercermundista” Es como proclamar la victoria de nuestra decadencia. Como defender, en nombre de la solidaridad, nuestra instalación entre los países que se van rezagando, cuando lo verdaderamente revolucionario hubiese sido mantener el ritmo de crecimiento –o por lo menos, de no haberlo dejado caer abismalmente–, utilizar nuestra riqueza para ayudar a los postergados y desheredados de la tierra. Evidentemente, mal que nos pese, hoy somos tercermundistas, porque hicimos todo, o dejamos de hacer todo, para merecerlo. 

Pero no ha sido ni deberá ser ése nuestro destino. Nuestro tercermundismo no es otra cosa, pues, que una profesión de fe en la decadencia47. Sin duda esta posición no era la misma en las distintas líneas políticas del partido y, por lo tanto, evidenciaba las diferencias con el propio canciller Caputo y con el presidente Alfonsín, defensores de la participación del país en ese ámbito internacional. Veamos la posición de uno de los asesores radicales más reconocidos en el área de las relaciones internacionales: Carlos Pérez Llana. Afirmaba, en una nota del diario La Nación en septiembre de 1990, que el mundo actual era “más complejo y menos jerarquizado”, adscribiendo de algún modo a las teorías que decretaban la transformación de carácter de la relación entre los países de la posguerra hacia una primacía de los aspectos económicos48. 46 Aldo Vacs, “Vuelta a los orígenes: democracia liberal, liberalismo económico y la redefinición de la política exterior argentina”, en Carlos Acuña (comp.), 

La nueva matriz política argentina, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1995, p. 300. 47 Eduardo Angeloz, El tiempo de los argentinos, Buenos Aires, Emecé Editores, 1987, p. 103.48 “…decididamente existe un nuevo orden, donde la cronología de la guerra fría ha sido sustituida por una nueva agenda internacional (…) ahora nos encontramos en un mundo más Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 145 Al analizar la situación en el Golfo, consideraba que frente a la constitución de un sistema de seguridad colectiva posterior al desmembramiento de la URSS, el accionar de Saddam Hussein había amenazado dicho orden y por lo tanto la respuesta debía ser también colectiva. 

En consecuencia, defendió abiertamente la decisión del envío de tropas y la política exterior del canciller Domingo Cavallo, cuestionando únicamente la falta de consulta al Poder Legislativo49. Así, también hacía suyo el discurso de la “doble medida” al que hacíamos referencia más arriba, a diferencia de otros funcionarios del mismo partido. b) En cuanto a la “adecuada” inserción de la Argentina en ese contexto La plataforma electoral que describió el programa con el que el Justicialismo concurrió a elecciones en 1989 planteaba una continuidad con la doctrina peronista de la Tercera Posición, la importancia de la integración latinoamericana y la persistencia en el movimiento No Alineados. 

Como dijimos, la política llevada a cabo por Carlos Saúl Menem y sus cancilleres Domingo Cavallo y Di Tella se distanciaría rápida y abruptamente de estos postulados. Ya en su primera reunión con Bush, el presidente Menem prometió respetar los compromisos de la deuda y mencionó su apoyo al “restablecimiento de la democracia” en Panamá50. Una elaborada concepción comenzó a regir las orientaciones en materia de política exterior del gobierno de Menem. Al interior del oficialismo, la discusión acerca de la inserción se enmarcó en los postulados del “realismo periférico” elaborados por Carlos Escudé51.

Sus principios básicos parten de complejo, menos jerarquizado y donde se destacan los temas económicos y otros de creciente entidad, como los del medio ambiente y el narcotráfico”. Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible que todos ambicionamos”, La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9. 49 La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9. 50 Clarín, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1989. 

La intervención en Panamá fue un operativo militar realizado por el ejército de los Estados Unidos de América el 20 de diciembre de 1989 con el propósito de capturar al General Manuel Antonio Noriega, Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá, quien era requerido por la justicia estadounidense acusado del delito de narcotráfico. El operativo fue denominado Operation Just Cause (Operación Causa Justa) por el comando militar estadounidense. Incluso miembros del Servicio de Inteligencia norteamericano aceptaron que el objetivo real de la invasión era mantener fuerzas estadounidenses en un puesto de observación y control sobre el canal debido a que el gobierno de Noriega suponía un peligro para todas las operaciones del canal, y que sobredimensionaron la figura manipuladora de Noriega con fines propagandísticos. 51 

En realidad el concepto fue acuñado por Roberto Russell con otro contenido. La elaboración preteórica de Escudé quedó resumida en su libro Realismo periférico. Fundamentos 146 María Cecilia Míguez la consideración de la Argentina como un país dependiente vulnerable y por lo tanto “poco relevante para los intereses vitales de las grandes potencias”52, y de acuerdo a esta consideración traza líneas de acción necesarias para la “inclusión” en el sistema internacional: • Eliminar las confrontaciones políticas con las grandes potencias, reduciendo el ámbito de sus confrontaciones externas a aquellos asuntos materiales vinculados en forma directa a su bienestar y su base de poder. 

• La política exterior debe calibrarse no sólo en términos de un riguroso cálculo de costos y beneficios materiales, sino también en función de los riesgos de costos eventuales. 

• La autonomía debe redefinirse en términos de los costos relativos de la confrontación. La autonomía se medirá en términos de los costos relativos de hacer uso de esa libertad de acción frente a un problema determinado. Debe distinguirse la inversión de autonomía del consumo de autonomía53. 

Además de legitimar de este modo el alineamiento y el abandono de las políticas autonómicas en los términos que se explicaba en el apartado anterior, se definía una prioridad por las cuestiones económicas. Cuando reiteradas veces el oficialismo se refiere al “interés nacional”, lo hace vinculándolo discursivamente con las necesidades económicas, como si esas necesidades fueran las mismas para todos los argentinos. 

Este es el eje sobre el que basa su política exterior. De hecho, sus dos cancilleres fueron economistas. El ex presidente afirmaba: Mi concepción de política exterior es simple y clara: hay que trabajar para que la Argentina tenga una política exterior que privilegie el interés nacional, esto es, el bienestar de los argentinos. Esto presupone, por sobre todas las cosas, realismo; porque sabemos que sólo el crecimiento económico y el mayor bienestar de la población nos van a dar más presencia en el mundo. Se trata de crear un clima de libre comercio y también para el movimiento de capitales, para las inversiones directas favorables para el crecimiento de la economía para la Nueva Política Exterior Argentina, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1992. 52 Carlos Escudé, Ibídem. 53 Carlos Escudé, “La política exterior de Menem, y su sustento teórico implícito”, Revista América Latina Internacional, vol. 8, núm. 27, Buenos Aires, enero-marzo de 1991. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico. 

147- mundial y el aprovechamiento por parte de las economías nacionales, de la oportunidad que ofrece la economía mundial. De esta forma pretendo que la política exterior se constituya en un apoyo fundamental para la solución de los problemas económicos y sociales de nuestro país54. El ex canciller Guido Di Tella declaraba, con respecto a la prioridad en la agenda de los temas económicos: “La política exterior no es 90% de política y 10% de economía. No diría lo contrario, pero una proporción de más de la mitad está al servicio de la política económica”55. 

Aparece en la construcción ideológica una relación directa entre la política exterior “pragmática” y las políticas económicas de apertura y liberalización de la economía. El Diputado Nacional radical citado anteriormente, Conrado Storani, a diferencia de este planteo, se refería a la necesidad de lograr márgenes de autonomía en el caso de los países del Sur, y lo asociaba con la conformación de ámbitos regionales, subsistemas que aspiran a través de la integración a “mayores cuotas de poder y desarrollo”56. Y en cuanto a las relaciones con la potencia del Norte afirma: Políticas alineadas hacia fuera que provocan divisiones vergonzosas hacia adentro sólo contribuyen a desencuentros y fracturas internas que entorpecen un clima de estabilidad y armonía necesario para el crecimiento económico y la credibilidad internacional. 

Es imprescindible para nuestros intereses una relación sólida con los Estados Unidos [...] Pero esto será así en tanto y en cuanto nuestro pueblo pueda realizarse plenamente [...] No es enviando medicamentos a los países del Golfo Pérsico y permitiendo que enfermedades supuestamente desaparecidas hagan estragos en nuestra población infantil como vamos a crear un clima interno favorable a una alianza duradera con el gran país del Norte57. En cambio, también dentro del radicalismo, la posición del candidato radical Eduardo Angeloz era más coincidente con la del ex presidente Menem. 

Tal es así que en un trabajo de análisis de opinión sobre la política exterior de 1992, Mora y Araujo y otros afirmaban que “los dos principales referentes políticos del momento –los dos que ostentan los más altos índices de valora54 Menem, op. cit., p. 32. 55 Guido Di Tella, “Política exterior argentina: actualidad y perspectivas 1991-1995”, en Jalabe, op. cit. 56 Storani, y Tello, op. cit., p. 41. 57 Ibídem, p. 63. 148 María Cecilia Míguez ciones positivas por parte de la población, esto es, Carlos Menem y Eduardo Angeloz– son ambos percibidos como sustentando la presente orientación de la política pública, particularmente en los campos de la política económica y las relaciones exteriores”58. Carlos Pérez Llana, a pesar de distanciarse del diagnóstico del nuevo orden internacional realizado por el oficialismo, defendía la política exterior de Cavallo distinguiéndola de su sucesor Guido Di Tella. 

Al referirse al enfoque inaugurado en 1989 y que privilegió las cuestiones económicas, escribe que “la gestión del canciller Cavallo vino a coincidir con la mayoría de los analistas, quienes señalaban la necesidad de colocar a la política exterior al servicio del crecimiento y el bienestar”59. Del mismo modo, era partidario de la “inserción internacional” en el nuevo orden internacional, aprovechando sus “oportunidades”, que no se limitaban a los Estados Unidos, sino que debía haber un criterio más amplio60. Lucio García del Solar, en esta línea, criticaba el envío de tropas al Golfo por considerarlo una “sobreactuación”, entre otras, con la falsa esperanza de que redituaran materialmente. 

Lo que hace es rescatar el rumbo económico de la política menemista y del ministro Cavallo como la puerta verdadera de entrada a la ayuda financiera de Washington y los organismos internacionales. La crítica que realiza a la política exterior es de forma, y no de contenido. Recalcando la relevancia de la forma en el caso de estas políticas públicas, advierte sobre el protagonismo del ex presidente y la necesidad de mantener la “independencia de criterio”61.

 En estos dos últimos autores prima la necesidad de “reinsertarse” en el orden internacional que veíamos en el oficialismo. No hay una crítica al carácter de la intervención de los Estados Unidos en el Golfo, más bien lo contrario, 58 Manuel Mora y Araujo, Graciela Di Rado y Paula Montoya, “La política exterior y la opinión pública argentina”, en Roberto Russell (comp.), La política exterior argentina en el nuevo orden mundial, Buenos Aires, Grupo Editoral Latinoamericano, 1992, p. 223. 59 Carlos Pérez Llana, “La nueva agenda internacional y la política exterior argentina”, Comentarios al artículo de Carlos Escudé “Cultura política y política exterior: el salto cualitativo de la política exterior argentina inaugurada en 1989”, en Russell, La política exterior argentina…, cit., p. 93. 60 Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible…”, op. cit. 61 El ex embajador Lucio García del Solar sostuvo: “En conclusión, puedo reiterar que las posiciones adoptadas por el actual gobierno en política exterior son las que corresponden, salvo algunas excepciones, al momento que vive la comunidad internacional debido a sus dramáticos cambios. En la diplomacia, sin embargo, las formas tienen tanta importancia como el fondo. Con formas adecuadas, una mala política puede defenderse mejor; descuidando las formas, una buena política puede estropear la imagen y perjudicar los resultados”, en Comentarios al trabajo de Carlos Escudé, “Cultura política y política exterior [...]”, cit., pp. 201-202. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 149 por lo tanto el eje es la no consulta al Legislativo –siempre teniendo como referencia ese objetivo de la reinserción– ya que atenta contra la previsibilidad de la Argentina en el sistema internacional. Alfredo Bruno Bologna, especialista en política exterior argentina, sostuvo que el gobierno de Menem asumió el paradigma “neoconsevador” formulado por las potencias, un paradigma donde las distinciones entre países predominantes y países pobres se relativizan, se intentan diluir. El orden “global” se presentó como incuestionable, y por lo tanto sólo quedaba “acomodarse” en él mediante la apertura de la economía, el ajuste y la inserción en el orden económico imperante62. Sin embargo, a partir de lo analizado, es factible reflexionar respecto de la aceptación y adopción de dicha concepción por parte de líneas de la dirigencia política de ambos partidos a analizar. Hemos visto que circulan tanto al interior del Partido Justicialista como de la Unión Cívica Radical los nuevos paradigmas de los países centrales –que constituyen en ciertos casos resignificaciones de “viejas” ideologías, como lo es la justificación de la intervención–, que ejercen además su hegemonía cultural. c) Una posición con respecto a las causas históricas de la crisis argentina en relación con las formas de inserción internacional Los análisis acerca de las problemáticas actuales remiten necesariamente a interpretaciones acerca del pasado.

 El neoliberalismo, ya presente tanto en algunos dirigentes radicales como en el oficialismo, resaltó el valor de la Argentina exportadora de principios de siglo y cuestionó los intentos de autonomía, calificados como “aislamiento”. Estas corrientes locales que reflejaban las teorías neoliberales que afloraron desde la década de 1980 “generaron una visión sesgada y errónea de las causas del autoritarismo militar, la crisis y la ‘declinación’ económica argentina. Éstas serían, para esos enfoques, el resultado de un presunto ‘aislacionismo’ argentino, cuando no de un ‘desafío nacionalista’”63. Hay que destacar, además, que más allá de la retórica antiestatista, lo que se dirimía era cómo reorganizar el poder del Estado, en función de a qué intereses predominantes se iban a orientar las políticas públicas. 62 

El autor agrega que el pensamiento “conservador del Sur” “niega todo sentido al proceso de negociaciones globales. Sus reivindicaciones frente al sistema mundial se limitan a cuestiones de tipo pragmático [...] Los conservadores del Sur comparten la constelación de ideologías, valores y símbolos proclamados por el sistema cultural del Norte”, Bologna, op. cit. 63 Rapoport y Spiguel, op. cit., p. 72.

150- María Cecilia Míguez El experto brasileño en relaciones internacionales, Amado Luiz Cervo, sostuvo que un gran número de especialistas se congregó en una verdadera comunidad epistémica. 

Este concepto da cuenta de la existencia de un conjunto de intelectuales, académicos y diplomáticos argentinos que, con sus aportes, ayudaron a formular la base de sustentación ideológica de la política exterior de Menem. Todos ellos, como veremos, tenían una visión “revisionista” de la historia argentina. Entre ellos, Carlos Escudé, Tulio Halperin Donghi, Carlos Díaz Alejandro y Andrés Cisneros. El primero de ellos partió de encontrar como causa del “estancamiento” económico la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Así, afirmaba: La moraleja, difícil de rebatir, es que las malas relaciones crónicas con una gran potencia de cuya buena voluntad se depende en muchas esferas no son funcionales para el interés nacional de un país vulnerable como el nuestro, y pueden acarrear costos enormes [...]

 La Segunda Guerra Mundial debe ser un recordatorio permanente de lo costosas que pueden ser las malas relaciones con un país como los Estados Unidos64. Esta visión generó en 1984 una importante polémica en el área de las relaciones internacionales, y en particular respecto del carácter de esa neutralidad, con otro estudioso de las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos, Mario Rapoport65. Tulio Halperin Donghi contribuyó a esta “revisión tradicional” por medio de la distinción de tres etapas en la historia argentina. En palabras de Amado Cervo, “antes do peronismo, a grandeza, de Perón a Alfonsín, a decadência, de Menem a Menem, a redenção”66. 

Las tesis económicas de Carlos Díaz Alejandro, desarrolladas en su Ensayo sobre la historia económica argentina, contribuyeron de modo fundamental a la exaltación del modelo agroexportador y a la justificación del proceso de desindustrialización. Específicamente en el área de las relaciones internacionales, la adscripción a esta comunidad epistémica se tradujo en la elaboración de un objetivo 64 Carlos Escudé, “La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, en Diario La Nación, 16 de octubre de 1990, p. 7. 65 Ver las tesis de ambos autores: Mario Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas (1940-1945), Ed. Belgrano, 1981; Carlos Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina (1942-1949), Ed. Belgrano, 1983; y la polémica publicada en la Revista Desarrollo Económico, Vol. 23, N° 92, enero-marzo de 1984. 66 Citado por Bernal-Meza, op. cit., p. 324. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 151 para la Argentina de los noventa: favorecer la reinserción de la Argentina en el Primer Mundo67. Adscribiendo a esta “revisión neoliberal”, Di Tella expresaba: 

El problema de la Argentina, o por lo menos uno de los problemas básicos, ha sido una política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales culturales, económicas, políticas y eso se ha notado a lo largo de muchos años. No es un fenómeno que duró una década sino un muy largo período, de 50 o 60 años [...]. 

Esto de haber pretendido hacer un modelo autárquico en el orden económico y en el orden tecnológico, no podía sino terminar muy mal. La declinación argentina está claramente asociada a ese proceso, no sólo en el orden económico sino en el orden internacional68. Como decíamos, para los ideólogos liberales, la Argentina habría pasado de una “época de oro” a su declinación y la razón habría sido el aislamiento, la búsqueda de autonomía. El candidato radical Eduardo Angeloz revisaba de este modo la historia argentina, haciendo suyas ideas muy similares: Como en tantas otras oportunidades, sobre todo desde el 30 hasta aquí, hemos marchado a contrapié: mientras se producían los milagros económicos de la segunda posguerra, por caso, protagonizábamos, con un inconcebible instinto de autodestrucción, el milagro de la regresión. Conquistamos la autarquía de la decadencia, pero siempre encontraremos en otros los causantes de nuestros propios males. 

Los argentinos vivimos imaginando conjuras internacionales en nuestra contra, y siempre encontramos villanos para personificar la tragedia de nuestros propios males. Parecemos pensar que, cada mañana, Reagan y Gorbachov se comunican para acordar la maldad que nos inferirán ese día. Y, aunque esto hiera nuestro orgulloso argentinocentrismo, desaparecimos del mundo69. 
Este discurso se convirtió en hegemónico en la cancillería luego de la asunción de Carlos Menem, y durante años periodistas, asesores e intelectuales justificaron las reformas como el único camino posible. Es muy significativa la posición de Mariano Grondona al respecto, varios años después: En 1989, cuando se inclinó por las relaciones carnales con los Estados Unidos, Menem apostó con la intuición del político al naciente imperio norteamericano. 67 Ver los trabajos de Felipe De la Balze; Jorge Castro; Jorge Bolívar y Andrés Cisneros, en Cisneros, 1998. 68 Di Tella, op. cit., pp. 379-380. 69 Angeloz, op. cit., pp. 70-71. 152 María Cecilia Míguez Pero esta apuesta no se concretó tanto a través de la diplomacia del canciller Di Tella, cuanto por medio de una decisión más profunda: la ley de convertibilidad del ministro Cavallo. 

Ésta es la base real de las relaciones carnales: que en 1991, nuestra economía se mudó del peso al dólar. Antes que otros países, la Argentina decidió convertir su economía en un apéndice del imperio norteamericano. Hoy, si los depósitos se están desplazando del peso al dólar, ya no le importa. 

Es en el dólar, y no en el peso, donde ella ha fijado su morada. ¿Había otra alternativa? ¿La hubo en 1852? En el mundo global de nuestros días, ¿pueden las naciones periféricas darse el lujo de la independencia económica? ¿Es su objetivo la exaltación de la soberanía o el refugio de la seguridad?70 A pesar de las diferencias que Dante Caputo planteó respecto del realismo periférico, en una entrevista publicada en el diario La Nación en 1988, también exaltaba la inserción internacional característica del modelo agroexportador: En cuanto a la inserción de la Argentina en el contexto internacional, soy un convencido de que el país necesita absolutamente del mundo exterior para su desarrollo. 

Esa fue nuestra historia. Crecimos desde 1880 a 1930 porque encontramos la manera adecuada de insertarnos en el mundo. Cuando después de la crisis de 1929, no se supo encontrar un nuevo modo de inserción, el crecimiento cesó, se desarrollaron las tendencias más perversas hacia la especulación económica y el autoritarismo político. 

Creo que ahora se presenta una nueva reacomodación del esquema internacional, que da a la Argentina una nueva oportunidad para reinsertarse en ese esquema71. Es notoria la coincidencia entre este último planteo y las posiciones de los dos cancilleres del gobierno de Menem, Cavallo y Di Tella. La revitalización de la matriz de pensamiento conservador liberal argentino sirvió de discurso legitimador y fue fundamental para la instalación de la necesidad de reformas estructurales en la agenda estatal. d) Una posición con respecto a la nueva política económica neoliberal Como se afirmaba, durante la década del 80 se fue produciendo al interior de las clases dirigentes un corrimiento de las corrientes nacionalistas y dependentistas. La ideología neoliberal –como plantea Raúl Bernal-Meza–, 70Mariano Grondona, “El lado argentino de la globalización”, Diario La Nación, 30 de agosto de 1998. 71 Dante Caputo, en entrevista publicada en La Nación, Buenos Aires 13 de noviembre de 1988, pp. 1-3. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 153 que hacía de la crítica al modelo desarrollista de sustitución de importaciones su eje articulador para fundamentar la aceleración de su implantación en la Argentina, justificaría con ella el proceso de desmantelamiento de la industria nacional, retrotrayendo al país a una situación de productor primario72. 

Para la corriente vinculada con el oficialismo menemista, la conexión entre política exterior y política económica doméstica fue directa y una de las críticas que la gestión justicialista hizo a la de Raúl Alfonsín se basó justamente en ese eje. Su cuestionamiento marcaba con agudeza la contradicción y los límites de la política exterior del gobierno radical, pero utilizaba este razonamiento para propiciar una política de un acercamiento de mayor alcance con los Estados Unidos y con la Unión Europea. 

En el proyecto económico y político del presidente Menem, el alineamiento con los Estados Unidos y el reordenamiento económico interno se plantearon como prioridades73. Ambos elementos constituyeron dos planos de una unidad, partes de una estrategia global. El mismo canciller Di Tella se expresaba al respecto: Estimo que la política que hemos seguido es una continuación en cierto sentido de la política que comienza en 1983 con la democracia, que hace esto posible, pero básicamente la política que comienza en 1989 produce un cambio externo e interno. La política exterior que estamos haciendo se traduce al interior: la estabilidad, el equilibrio fiscal, las cuentas ordenadas, la transparencia, las privatizaciones, adoptar normas económicas parecidas a las normas del mundo, y no inventarnos normas económicas y un modelo alternativo que no existió más que en nuestra imaginación. 

Pero la política exterior tiene autonomía y ha sido necesaria para hacer viable las nuevas relaciones económicas que yo mencionaba en el caso del Plan Brady. El Plan Brady se hizo en Economía. Pero se hizo posible porque había una política internacional totalmente coherente74. Es notable en este sentido la coincidencia entre las propuestas del candidato radical Eduardo Angeloz y las políticas efectivamente adoptadas por el ex presidente Menem, una vez en el gobierno. Si bien la figura de Eduardo Angeloz no representaba a la totalidad de un radicalismo profundamente fracturado, el hecho de que él fuera el candidato a la presidencia de 1988 da cuenta de la predominancia dentro del partido radical de esta línea política. 72 Bernal-Meza, op. cit., p. 323. 73 Busso y Bologna, op. cit., p. 46. 74 Di Tella, op. cit, pp. 389-390. 154 María Cecilia Míguez Como prueba de esas coincidencias, en abril de 1989, la oportunidad de la conformación del equipo económico del Ministro de Economía Juan Carlos Pugliese, al que se sumaban Mario Vicens y Pablo Gerchunoff –dos colaboradores del staff de Eduardo Angeloz–, coincidía con la presentación del candidato oficial de la Unión Cívica Radical de la elaboración de un programa poselectoral. Allí se enunciaba la necesidad de una “apertura al mundo” y de “disciplina fiscal”. El eje del discurso fue la necesidad de privatizar, de reducir el déficit fiscal y la desregulación y apertura del comercio exterior. El diario Página/12 del día 11 de abril calificaba en un epígrafe: “Reformas del Estado, cambiaria y fiscal, para la inserción en el mundo de los grandes”. A propósito de argumentar la necesidad de un ajuste que posiblemente afectara a los asalariados en forma directa, Angeloz expresaba en su trabajo “El tiempo de los argentinos”: […] algunos de los milagros económicos que admiramos, los de los pueblos de occidente de Europa y el de Japón, tuvieron como elemento potenciador la utilización de la redistribución del ingreso como mecanismo de ajuste, y las organizaciones sindicales renunciaron o postergaron sus reclamaciones porque debían contribuir con sus sacrificios a la causa del interés nacional [...] Por cierto, los trabajadores de esas naciones se sacrificaban porque sabían que, tan pronto se operase la rehabilitación de sus economías, mejoraría su calidad de vida. Lo que aconteció efectivamente75. La expresión de “lápiz rojo” para referirse a la necesidad de achicar los gastos del Estado trascendió como síntesis de la posición del candidato radical. Sería el candidato del partido opositor, paradójicamente, quien llevaría a cabo dichas transformaciones. Una vez en el gobierno, invirtiendo los papeles y los argumentos y sin esbozar crítica alguna, el nuevo oficialismo justicialista se lanzó a justificar la necesidad de una legislación que antes consideraba –públicamente– ideológica y políticamente inadmisible. Ambos partidos coincidieron en aceptar que las causas de la crisis económica eran la intervención del Estado en la economía y el proteccionismo. Agravado por la crisis del final del mandato, el radicalismo se comprometió a “no obstaculizar” la sanción parlamentaria de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado, que fueron el marco legal de la implantación del nuevo modelo

Al mismo tiempo, mal podía oponerse con credibilidad ante la sociedad, por ejemplo en el caso de las privatizaciones, luego de haber sido 75 Angeloz, op. cit., pp. 84-85. 

Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico 155 el que las introdujo en la agenda pública. Sólo parecía quedarle el camino de denostar los métodos elegidos y la concentración de poder que reclamaba el Ejecutivo en desmedro del Parlamento76. Durante los inicios del período menemista, la UCR mantuvo una perspectiva contradictoria con respecto al proyecto neoliberal. Al aceptar el diagnóstico que atribuía las causas de la hiperinflación al intervencionismo estatal y al agotamiento de la modalidad proteccionista de desenvolvimiento económico, los radicales apoyaron las reformas propuestas por Menem. Al igual de lo que sucedía con la mayoría de los dirigentes peronistas, el neoliberalismo fue considerado por los radicales como la única salida coyuntural ante una situación de urgencia77. 5. Conclusiones Se ha analizado en los cuatro apartados una serie de discrepancias y consensos entre el PJ y la UCR y al interior de estos dos partidos.
 En primer lugar, los debates en el Parlamento fueron intensos ya que ponían en juego distintas concepciones sobre los cambios en el sistema internacional, sobre la posición internacional de la Argentina y sobre el estilo de la política exterior. Mientras algunos defendían las orientaciones del “realismo periférico” y el paradigma de “relaciones carnales” con los Estados Unidos como única potencia mundial, otros defendían el carácter multipolar del escenario internacional y oscilaban entre condenar el envío de tropas o lamentar la forma en la que se había producido, sin consulta al Legislativo y a los países del Grupo de Río. En segundo término, estos debates también evidenciaron las presiones, éxitos y dificultades para consolidar un modelo económico con su correlato en política exterior. 

La posición del ex presidente Menem y sus colaboradores se hizo dominante al interior del partido gobernante, pero también logró importantes apoyos en el radicalismo. En algunos casos, favorecidos por las condiciones de la transición, pero en otros, sobre la base de percepciones comunes que han sido suficientemente demostradas. Por último, la coincidencia con respecto al diagnóstico de la crisis económica y el propio desempeño del radicalismo en la gestión del ex presidente 76 Mabel Thwaites Rey, Tesis Doctoral Inédita, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2001, p. 82. 77 Ricardo Sidicaro, La crisis del estado y los actores políticos y socioeconómicos en la Argentina (1989-2001), Libros del Rojas, Serie Extramuros, Universidad de Buenos Aires, 2001, p. 78 156 María Cecilia Míguez Alfonsín, sobre todo en lo que hace a las negociaciones de la deuda externa y la ausencia de un proyecto de reindustrialización que revirtiera las tendencias iniciadas durante la dictadura militar, limitaron la justa condena que algunos representantes hicieron al envío de tropas al Golfo Pérsico y a la política exterior en general. La administración del ex presidente Menem y los funcionarios e ideólogos allegados hizo propios no sólo los diagnósticos de los Estados Unidos, sino también su discurso legitimador de las intervenciones en países del Tercer Mundo. Líneas políticas dentro de la Unión Cívica Radical, también. Tanto el radicalismo como el justicialismo tienen una tradición ideológica en materia de política exterior. Para el justicialismo fue la formulación por parte de Juan Domingo Perón de la llamada Tercera Posición, mientras que en el caso del radicalismo esa tradición fue heredada de la influencia krausista en el pensamiento de Hipólito Yrigoyen, en particular de su idea de nación y de las relaciones de las naciones entre sí como libre asociación de autonomías. Sin embargo, hacia fines de la década de los ochenta, y en los noventa en especial, la dirigencia política argentina, proveniente tanto de un partido como de otro, adoptó –no sin conflictos y disputas– un marco ideológico “neoconservador”. 

Por esa razón, entre otras, radicalismo y justicialismo se vieron divididos y fracturados. En los debates y posiciones que venimos analizando no podemos identificar una posición homogénea y unívoca en ninguno de los dos partidos. Ya desde el denominado “giro realista”, la diplomacia radical había renunciado a liderar movimientos contestatarios del orden internacional vigente, y en el plano interno, sus dirigentes aceptaban que no había alternativa al ajuste interno y al comportamiento externo afín a los requerimientos de las potencias hegemónicas del sistema internacional. Asimismo, con el transcurso de los años durante la presidencia de Alfonsín, las formulaciones de inicio se fueron modificando, y quienes eran sus principales defensores fueron perdiendo protagonismo respecto de dirigentes que ya no compartían esa visión del escenario internacional. 

El carácter conflictivo del avance del nuevo discurso hegemónico se expresó en que a pesar del “giro realista” el gobierno radical no aceptó el cese de hostilidades propuesto por Thatcher como condición para negociar en la cuestión de Malvinas, se negó a desactivar el proyecto misilístico Cóndor II a pesar de las intensas presiones de Estados Unidos y otros miembros de la comunidad internacional, como a firmar el Tratado de No Proliferación y ratificar Tlatelolco. Por otra parte, la oposición justicialista se había resistido desde el Parlamento a las nuevas orientaciones del gobierno de Alfonsín que expresaban el acercamiento a los Estados Unidos. Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico. 

157- Conviene aclarar además que en muchos casos las posiciones con respecto a la política exterior de los partidos políticos no constituyen formulaciones a priori, sino que se encuentran sometidas a la dinámica interna. Es decir, tanto a la concepción de la política doméstica como al juego político coyuntural. Tanto el radicalismo como el justicialismo han sostenido posiciones distintas según fueran oficialismo u oposición. Debemos recordar que la discusión del envío de tropas al Golfo se dio a poca distancia de las elecciones que se realizaron en 1991. Teniendo en cuenta estos aspectos, se han analizado distintos niveles, no únicamente el discursivo. 

Retomando la pregunta que ha orientado esta investigación, se sostiene que la coincidencia respecto de la “necesidad” de la aplicación de las reformas en línea con el Consenso de Washington, la participación de ambos partidos en la aprobación de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado y el grado de acuerdo respecto del análisis sobre la “crisis argentina”, limitaron el alcance de las discusiones respecto de las dimensiones político diplomática y estratégico-militar de la política exterior. Si bien la UCR no adscribió en el plano diplomático al paradigma del alineamiento automático con los Estados Unidos y realizó fervientes objeciones tanto en el ámbito parlamentario como extraparlamentario, al no cuestionar activamente y en forma global la política económica doméstica con la que la nueva inserción internacional se complementaba –privatizaciones, desregulación y apertura–, su capacidad para hacer valer sus argumentos opositores quedó reducida a cuestiones de “principios”, o en algunos casos, a una impugnación de la forma y no del contenido. Para establecer una política exterior independiente en un país como la Argentina, ésta debe formar parte necesariamente de una estrategia global de desarrollo que priorice la autonomía y soberanía en todos los aspectos78. 

De otro modo, los márgenes de acción posibilitados por una estrategia pendular entre distintas potencias hegemónicas demuestran a corto plazo sus limitaciones y no siempre deben ser entendidas como políticas exteriores autonómicas. Por lo tanto, a partir de lo analizado y de la inscripción del caso de estudio en los procesos políticos y económicos de la coyuntura, se puede concluir que a pesar de las diferencias existió un importante nivel de acuerdo en sectores 78 Se coincide con Spiguel y Rapoport cuando afirman que “A contracorriente de las recetas “globalizadoras” y la retórica que acompaña las aventuras imperiales del presente, toda la historia de Argentina, y particularmente su historia reciente, revelan que la soberanía de las naciones periféricas, con base en su autonomía económica, es condición fundamental para garantizar una verdadera democracia”, Mario Rapoport y Claudio Spiguel, Política exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001), Buenos Aires, Ediciones Capital Intelectual, 2005, p. 90. 158 María Cecilia Míguez de la dirigencia política en cuanto a la necesidad de implementar una inserción internacional afín a las potencias hegemónicas en el marco de la exaltación de la globalización y que ese acuerdo traspasó las barreras partidarias, produciendo importantes transformaciones y desplazamientos tanto en la UCR como en el PJ.

13/2/23




LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO 


(Foto de archivo) Esto es primera linea en la 2° linea la Argentina y otros paises.




La guerra del Golfo Pérsico, o también llamada “Operación tormenta del desierto” (aunque a veces se emplea el último término para referirse a las operaciones militares terrestres norteamericanas en el conflicto), fue una importante batalla militar disputada entre Iraq y una coalición militar de varios países, que surge a partir de un conflicto entre Iraq y Kuwait. La guerra se inició el día 2 de agosto de 1990 y finalizó el 27 de febrero de 1991.



La motivación de este ataque encuentra su origen en una millonaria deuda que el gobierno de Kuwait mantenía con el de Iraq. Se trataba de una enorme suma de dinero, de aproximadamente 65 billones de dólares, que el gobierno iraquí había prestado a Kuwait a fin de poder mantener su conflicto bélico con el país de Irán. El otro motivo se encuentra en que la enorme riqueza del pueblo kuwaití podría transformarse en una importante fuente de alivio para los problemas económicos de Sadam Hussein. Por otra parte, un motivo muy importante de la invasión iraquí guarda relación con los tremendos volúmenes de producción de petróleo en Kuwait y la extracción del oro negro, por parte de este mismo país, en una zona de constante disputa territorial, Rumaila.


La Guerra se inicia en el momento en que la guardia republicana de Iraq invade Kuwait, con tres divisiones, a eso de las 2 de la madrugada del 2 de agosto de 1990. Iraq entra a tierras kuwaitíes con más de 100.000 hombres armados, y en un ataque que duró alrededor de 3 horas, y en el que no encontraron una resistencia mayor, lograron la huída del emir y su gobierno, quienes debieron encontrar refugio en Arabia Saudí.


El repudio internacional no se hizo esperar, y comenzaron las gestiones diplomáticas en el mundo para revertir la situación, lideradas por los Estados Unidos..


Tiempo después, el día 16 de enero de 1991, una coalición de fuerzas militares internacionales, que incluía fuerzas de varios estados árabes, así como también de Gran Bretaña, Francia, Italia, Estados Unidos, Arabia Saudita y Kuwait, comenzaron con los ataques, para intentar retirar las tropas iraquíes de Kuwait, todo al mando del general norteamericano Norman Schwarzkopf. Ante estos ataques Irak respondió con una fuerte ofensiva que contaba con armamento de última generación.


Entre el 24 y 27 de febrero de 1991, tras fuertes ataques ofensivos a Iraq, fue recuperada la capital de Kuwait, obligando a Iraq a emprender la retirada. El día 27 de febrero fue anunciado el término de la guerra entre los países aliados e Iraq, anuncio hecho por el presidente estadounidense George H. Bush.


Luego de la guerra, las fuerzas aliadas, comandadas por Estados Unidos, e Iraq, sufrieron una gran estancamiento. Sadam Hussein fue expulsado de Kuwait dejando atrás un país destruido y con numerosos pozos petrolíferos ardiendo en incendios que tardaron meses en extinguirse. Además se firmó un tratado de paz que obligaba a Iraq a destruir toda arma de destrucción masiva con la que contaran, ya fuera química o biológica.


Preguntas:

1.- ¿De que otra manera se le conoce a la guerra del Golfo Pérsico?
2.- ¿Por el conflicto se que países surgió esta guerra?
3.- ¿Cuales fueron las fechas de inicio y termino de la Guerra del Golfo?

El mundo creyó que esta guerra iba a convertirse en un acto mundial,que se verian afectadas muchas naciones.

5/2/23

EL POR QUE DE LA PARTICIPACION DE LA ARGENTINA EN EL GOLFO PERSICO (DESICION DE EX PTE. MENEM)


La participación argentina en la Guerra del Golfo.
 

La politica adoptada por el ex Pte. Menem, sin la autorizacion del Congreso de la Nacion, los dejo fuera de combate a los integrantes de las FF.AA el enemigo estuvo a adentro de la politica. Usaron el instrumento belico como politica internacional y fuimos guardados en el fondo de algun cajon.

(Foto Arch) Pozos prendidos fuegos, por Irak, antes de entregarse-




Introducción :

A lo largo de este breve ensayo analizaremos una serie de variables internas y externas que creemos, dieron por resultado la implementación por parte de Argentina, de una política exterior inédita para este país: “El abandono de la histórica neutralidad en conflictos bélicos que no le incumben directamente”(Simonoff, 2004; p:2). 

La reconversión de la política exterior argentina, de acuerdo con Ferreri (2002), surge de la decisión del presidente Menem, y un grupo cercano de asesores, de reinsertar al país en una posición destacada en el sistema internacional. De acuerdo con el autor, la reconversión política respondió a factores tanto internos como externos, y es en base a esta división que buscaremos comprender la decisión de participar en el conflicto del Golfo Pérsico. 

Con el fin de brindar un entendimiento integral del tema, utilizaremos distintos niveles de análisis por medio de los cuales, creemos, será suficiente para comprender la política implementada: 

-En primer lugar brindaremos una descripción de la situación política y económica que atravesaba el país durante los primeros años del mandato del presidente Menem y los desafíos a los que este debía enfrentarse en lo inmediato. 

-En segundo lugar, brindaremos un análisis en el que evaluaremos de qué manera los cambios en la política internacional motivaron a la toma de acciones por parte de los países con el fin de posicionarse dentro de este nuevo orden mundial. 

-En tercer lugar, trataremos la cuestión de las fuerzas armadas nacionales. Creemos que la, para entonces no resuelta cuestión militar, influenció el camino de inserción internacional tomado por el gobierno del presidente Menem, por lo que brindaremos una descripción general de la situación e intentaremos comprender de qué manera esta influyo en la política exterior argentina. 

-Por último analizaremos el papel que jugó la política en la toma de decisiones. Por un lado, a través del estudio racional llevado adelante por el gobierno para justificar la intervención militar, y por el otro, el peso que tuvieron las oposiciones hacia la política exterior del gobierno de Menem, y de qué manera estas oposiciones fueron sorteadas por el ejecutivo. Situación política y económica interna El presidente Menem asume el gobierno en medio de una profunda crisis económica y social. 

La crisis de la deuda externa surgida a partir de la denominada “segunda crisis del petróleo” 1 , y de las políticas económicas tomadas por los gobiernos anteriores, dio por 1 La denominada “segunda crisis del petróleo” tiene lugar en 1979 a partir de las consecuencias de la revolución iraní y la guerra entre Irak e Irán, que dio por resultado una fuerte suba en los precios del petróleo. El alza de precios del sector petrolero se tradujo en un déficit comercial en países importadores mientras que en los países exportadores se evidenció un fuerte superávit. Ante esta situación, los países no alineados.

resultado periodos hiperinflacionarios, devaluaciones recurrentes y déficit fiscal que en términos sociales, produjeron una sensación de agobio en el pueblo argentino, quien demandaba hacia la nueva administración la restauración del orden público, estabilidad y crecimiento económico (Aranda, 2004). 

La administración Menem, de acuerdo con Colombo (2005) y Aranda (2004) definió el interés nacional en función de la necesidad de alcanzar el desarrollo económico. Y para alcanzar ese desarrollo, sostienen los autores, el gobierno consideró esencial una reinserción exitosa en la economía global, por un lado a través del fomento del comercio internacional y las inversiones extranjeras, pero por el otro, a través del alineamiento estratégico hacia los Estados Unidos. Es así como el gobierno del presidente Menem basaría, en adelante, su política exterior según propuesto por la teoría del Realismo Periférico (Hens & Sanahuja, 1995), aceptando y subordinándose ante el liderazgo estadounidense, y alineando sus políticas en función de las necesidades del gran hegemón. 

Redefinición de la política exterior argentina: En busca de un lugar en el nuevo orden mundial Con la finalización de la Guerra Fría, se dio comienzo a una era unipolar en la que los Estados Unidos surgieron como el vencedor sin atenuantes por sobre su adversario, la Unión Soviética (Aranda, 2004). La relajación en las tensiones internacionales permitieron a los Estados Unidos impulsar con mayor ímpetu las políticas económicas del consenso de Washington2 por un lado, y promover una serie de políticas para abordar la cuestión de la deuda en los países latinoamericanos con el fin de revertir los efectos de la denominada “década perdida3 ” por el otro (Colombo, 2005). 

Estos cambios en la configuración de poder global tuvieron el nombre de “nuevo orden mundial4 ”, y de acuerdo con Míguez (2010), dieron lugar a una integración entre los países desdibujando las barreras políticas y planteando la necesidad de sostener “valores internacionales” y “legalidad internacional” en pos del mantenimiento de ese nuevo ordenamiento. Desde esta concepción, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado como un ataque a este orden mundial, y a la comunidad internacional en su conjunto. Y es en base a este diagnóstico, afirma Míguez (2010), que el núcleo cercano al  presidente Menem encontró la justificación para dar impulso al alineamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar. El nuevo orden mundial imponía a los países del anteriormente denominado tercer mundo dos opciones: El neutralismo como política exterior, o la adhesión irrestricta al esquema planteado por Washington (Ferreri, 2002).

 Los beneficios de la segunda opción, y permítasenos citar in extenso a Ferri (2002; p: 2-3) consistían en: “[…] entrenamiento gratis y del mejor nivel para la Armada Argentina, buenos sueldos para los hombres que participaron de la operación, importantes negocios en la reconstrucción de Kuwait, y un incipiente nuevo rol para unas fuerzas armadas argentinas que están gravemente necesitadas de una razón de ser y de una misión significativa, ahora que las principales hipótesis de conflicto con los países limítrofes quedaron descartadas (Escudé, 1989; p: 39)”. De acuerdo con Simonoff (2004), y agregando a lo planteado por Escudé (1989), el acercamiento hacia los Estados Unidos por medio de la vía militar, buscaba obtener, además de las ganancias de tipo económico producto de la reconstrucción de Kuwait, ganancias en términos políticos, al romper con la histórica posición antiestadounidense llevada adelante por parte de la Argentina. Simonoff (2004) agrega además que el alineamiento argentino hacia los Estados Unidos se vio materializado por un aumento en el envío de tropas al extranjero bajos dos formas: Coaliciones multinacionales (Guerra del Golfo, Haití) o aquellas mandadas por las Naciones Unidas (misiones humanitarias y de paz). La intervención argentina en el Golfo, de acuerdo con el autor, constituye un claro ejemplo del cambio de rumbo en la política exterior argentina que, como se dijo, rompió con la histórica neutralidad. Creemos que lo especialmente destacable de esta política es el carácter sin precedentes de la misma, ya que abrió, en palabras de Vignolles (2003) “[…] la oportunidad para la República Argentina en su proceso de reinserción en la escena internacional, cambiando el perfil aislacionista, errático y no alineado que la caracterizaba (p: 150)”. Creemos pertinente mencionar que en el ámbito regional no fue bien recibida por parte del resto de los países del Cono Sur, con excepción de Uruguay. Tanto Brasil como Chile, plantearon cuestionamientos reiterados por la no consulta previa a la toma de la decisión de participar en el conflicto (Vignolles, 2003).

La cuestión militar Las dificultades para encontrar una respuesta a la denominada “cuestión militar” 5 durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, fue uno de los desencadenantes de la caída de su gobierno6 (Fair, 2011). El gobierno del presidente Menem, sostiene el autor, debía encarar la compleja tarea de solucionar este asunto sin repetir los errores cometidos durante el gobierno anterior, con el fin de darle un cierre definitivo. 

El abordaje llevado adelante por el presidente Menem hacia la cuestión militar, incluyó la eliminación de los mandos de los militares afines a los sublevados denominados “carapintadas”, y sublevó al generalato ante el poder político por medio del gesto que representaron los indultos7 brindados por el gobierno a la plana mayor de las fuerzas armadas. De esta manera, quedaron sentadas las bases para llevar adelante un plan de ajuste por parte del gobierno, por medio del cual se redujo notablemente el presupuesto en defensa y se privatizó casi la totalidad del “imperio industrial militar”, debilitando la posición de poder que los militares históricamente habían ostentado como actores de la política interna (Fair, 2011).

 A las medidas políticas y económicas llevadas adelante por el presidente Menem, creemos pertinente destacar, se suman cuestiones no menores que contribuyeron a debilitar el poderío militar. Por un lado, el debilitamiento de la imagen de las fuerzas armadas frente a una gran parte de la sociedad producto de crímenes cometidos durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional”.

 Por otro lado, como afirma Fair (2011), debido al golpe sufrido por la moral militar luego de la derrota de Malvinas, y el “clima de época” en favor de la democracia liberal. Estas cuestiones, creemos, son las que permitieron la implementación exitosa de las políticas que diezmaron el poder militar dentro de la sociedad política. Aunque el nuevo panorama mostraba a las Fuerzas Armadas subordinadas ante el poder político y sin intenciones aparentes de sublevación entre sus mandos, surgía una pregunta que debía ser respondida si se pretendía sostener esta delicada situación: 

¿Qué rol cumplirían las Fuerzas Armadas en adelante? Creemos que la respuesta a esta pregunta constituye uno de los factores fundamentales para explicar, tanto el aumento en la participación argentina en misiones de paz, como la participación de las fuerzas armadas en la Guerra del Golfo. Con la distención final de la Guerra Fría, y el establecimiento del ya mencionado “nuevo orden mundial”, se eliminan (al menos en parte) dos de los principales “enemigos a combatir” por las Fuerzas Armadas. 

Por un lado, producto de la catastrófica caída de la Unión Soviética desaparece por completo la posibilidad de cualquier intento de asonada socialista o comunista en la región. Por el otro, se ve reducida casi a su mínima expresión cualquier hipótesis de un conflicto armado directo con países vecinos producto de la nueva etapa de cooperación e integración global bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Ante la descripta nueva situación internacional, y teniendo en cuenta las vulnerabilidades mostradas por el sistema democrático argentino, la administración del presidente Menem, sostiene Vignolles (2003), se encontró frente a la compleja tarea de reintegrar a las Fuerzas Armadas dentro del contexto democrático con el fin de, por un lado mantener la continuidad de la delicada democracia de la época, y por el otro, devolverles el prestigio y el valor perdidos dentro de la sociedad y sobre todo, mantener los niveles de profesionalización a pesar de los recortes en materia de defensa. 

Con la reinserción de las fuerzas armadas dentro del contexto democrático, y ya sin su rol tradicional (autoimpuesto) como garantes del orden frente a amenazas a la seguridad nacional, las fuerzas armadas mudan el foco de su accionar hacia funciones humanitarias, y a la participación en ejercicios militares conjuntos con estados “amigos”, además del envío de tropas a misiones de paz. De esta forma las Fuerzas Armadas, pasarían de ser los garantes de la paz interna, a contribuir (junto con otras fuerzas) como garantes de la paz mundial. En palabras del presidente Menem, “la participación del país en misiones humanitarias contribuía a lograr la armonía internacional” (Fair, 2011).

La reconversión del rol de las Fuerzas Armadas, originalmente como “garantes de la seguridad interna”, luego, una herramienta de política exterior en el marco del alineamiento con los Estados Unidos constituyó, creemos, una solución exitosa frente a la resolución de la cuestión militar y el sostenimiento de la delicada democracia argentina, aunque no podemos evitar remarcar, desde nuestro punto de vista, lo reprochable de las herramientas utilizadas para alcanzar este objetivo. Con esto nos referimos a los indultos y amnistías hacia los líderes militares por los crímenes cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional. 

Creemos que la cuestión militar constituyó un claro ejemplo en el que la política interna influyó en la toma de decisiones de política exterior. Por último creemos pertinente destacar que, como afirma Míguez (2010), no existía un pedido expreso por parte de los Estados Unidos por la participación argentina en el conflicto. Consideramos que la ausencia de una convocatoria por parte de los Estados Unidos hacia las fuerzas argentinas, y la iniciativa por parte del presidente Menem de ofrecer cooperación militar de todas maneras, evidencian el sentido de oportunidad del entonces presidente, quién logró, por medio de una situación del plano internacional lejana a los intereses argentinos, llevar adelante una política con consecuencias positivas para el país tanto en el plano interior, como en menor medida, en el exterior. 

Oposiciones y críticas La política de envío de tropas impulsada desde la administración Menem no se encontró exenta de críticas por parte de diferentes sectores de la sociedad civil. Según Míguez (2010) el proceso de toma de decisiones contó aún con reticencias desde el núcleo cercano al presidente Menem. Al abrirse el debate dentro del gabinete presidencial, las posiciones más moderadas sostenían que todo envío de tropas debía hacerse dentro de misiones coordinadas por las Naciones Unidas. 

Por otra parte, la visión más extrema, y que finalmente se impondría, sostenía que un alineamiento total (materializado por el envío de tropas al Golfo Pérsico) constituiría una clara señal hacia los Estados Unidos de que no se cometerían los mismos errores en la política exterior argentina que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez comunicado el envío de la corbeta Spito, y el destructor Almirante Brown, voces opositoras provenientes de la Unión Cívica Radical e incluso desde sectores del justicialismo se hicieron notar (Míguez, 2010).

Permítasenos citar in extenso al artículo publicado por el diario El País el dia 21 de septiembre de 1990:

“La decisión del Gobierno argentino de intervenir con sus Fuerzas Armadas -dos fragatas, un avión Hércules y 450 soldados profesionales- en el conflicto del golfo Pérsico ha sido criticada de forma unánime por la oposición. Las críticas señalan que el presidente Menem, cabeza del poder ejecutivo, busca eludir el control del Congreso y se impone sobre el poder judicial, como en el caso de los indultos a los militares procesados por la guerra sucia contra la guerrilla. Ninguna de las fuerzas políticas es capaz de dilucidar con claridad las razones últimas de esta decisión en la que el Gobierno arriesga hasta los compromisos regionales con Brasil, Chile y el resto de los países latinoamericanos. 
Al parecer, la decisión presidencia¡ fue adoptada, como otras, por influencia directa del reducido círculo del poder económico que impulsa el plan de privatizaciones- de empresas del Estado llevado adelante por Menem, y también por el vínculo estrecho del Gobierno argentino con el de Estados Unidos. Sectores de la oposición califican al embajador estadounidense en Buenos Aires, Terence Todman, como asesor oficioso del Gobierno de Menem” (El País, 1990).

En línea con lo expuesto por el diario El País, el senador Solari Yrigoyen, perteneciente al bloque de la Unión Cívica Radical condenó el envío de tropas, y posteriormente la falta de consulta al Poder Legislativo. Por otra parte, el bloque justicialista en el senado emitiría un comunicado en el que lamentaba la decisión tomada por el ejecutivo sin el previo respaldo del Congreso Nacional (Miguez, 2010). La decisión del poder ejecutivo, afirma Miguez (2010) contaría solo con el apoyo de cinco legisladores justicialistas en un primer momento, modificándose la decisión del resto del bloque luego de la persuasión del entonces canciller Cavallo. 

Lo que evidencia un claro carácter personalista en la toma de decisiones por parte del presidente. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, como sostiene Ferreri (2002), el mismísimo Cavallo se oponía a una intervención sin previo consentimiento del Congreso en un primer momento, por lo que es pertinente presumir que la decisión fue tomada directamente por el poder ejecutivo sin mayor búsqueda de consenso. Por parte del bloque radical, Miguez (2010) afirma que fueron significativas las manifestaciones de repudio por parte de los senadores Grass e Yrigoyen. A pesar de los acalorados debates, sostiene el autor, la principal preocupación del presidente Menem se encontraba hacia las divisiones producidas hacia adentro del partido. Divisiones no menores, y que culminarían con el abandono del Partido Justicialista de German Abdala, Juan Pablo Cafiero y Carlos “Chacho” Álvarez entre otros. 

Recapitulando y a modo de conclusión Como hemos explicado a lo largo de este ensayo, existe una multiplicidad de factores que influenciaron la decisión de política exterior tomada por parte de la administración Menen referente al envío de tropas al Golfo Pérsico en 1990. Por un lado, el conflictivo contexto político con que asumía el presidente, potenciado por los resultados económicos de la denominada “década perdida” evidenciaba la necesidad de medidas económicas que garantizaran el orden social y promovieran el crecimiento económico. En ese contexto, la decisión tomada por el gobierno constituyo un quiebre en las relaciones exteriores argentinas. El abandono de la tradicional posición anti estadounidense por un lado, y el alineamiento irrestricto hacia esto últimos, incluso poniendo en riesgo las relaciones con el resto de los países del Cono Sur constituyó una clara señal de que el objetivo del gobierno era colocar a la Argentina en una posición destacada en el sistema internacional, reconociendo la subordinación del país ante los Estados Unidos, y acompañando las decisiones de estos.

 La necesidad de resolver la “cuestión militar”, por otra parte, imponía al gobierno del presidente Menem la necesidad de tomar medidas concretas para, por un lado controlar cualquier intento de foco de sublevación dentro de las fuerzas armadas y así, sostener la endeble democracia argentina, pero por el otro lado, reasignar un rol a las fuerzas armadas en el que pudieran, no solo recuperar el prestigio perdido durante la última dictadura militar y la derrota en Malvinas, sino además sentirse útiles en el nuevo contexto internacional. En cuanto al modo en que fue llevada adelante la decisión, creemos que el presidente y su grupo cercano realizaron un estudio de costos y beneficios, por medio del cual consideraron que si bien los costos políticos internos serían un factor a tener en cuenta (principalmente los referentes al interior del bloque justicialista) estos serían aceptables en función a los beneficios esperables. 

El análisis encontraba en las consecuencias sobre política interna, al principal costo de la política exterior del presidente, mientras que como beneficios, se contempló por un lado la posibilidad de obtener ventajas en términos financieros producto de la clara señal de alineamiento hacia los Estados Unidos al participar en la Guerra, sumado esto a la adhesión irrestricta de la argentina a las políticas del Consenso de Washington. En adhesión a esto último Míguez (2010) afirma: 

“Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del FMI y de la banca acreedora” (p:135). Además, se esperaban beneficios producto de una eventual participación argentina en la reconstrucción de Kuwait, lo que finalmente no sucedió. Creemos que este constituye el principal error cometido a la hora de evaluar los costos y beneficios de la participación argentina en el conflicto. Desde el punto de vista de los beneficios referidos a la estabilidad del sistema político, se esperaba que la reconversión de las labores de las fuerzas armadas, sumado a los beneficios que los militares obtendrían de las participaciones en el extranjero contribuiría a mantener en su mínima expresión a cualquier foco de sublevación. En este sentido, el análisis llevado adelante por la administración Menem fue correcto, y la meta fue alcanzada.

Por último, vale destacar un beneficio adicional producto de la implementación de la política exterior que hemos analizado. 

Esta es, la experiencia que representó para la Armada Argentina el participar en una situación de conflicto real junto a una coalición liderada por la mayor potencia militar del mundo. Esta experiencia contribuyó de manera significativa a consolidar la idea de que el gobierno buscaba la profesionalización de las fuerzas armadas. En palabras del Almirante Molina Pico: “[…] da la sensación de poseer una misión que debe tener todo militar, a la vez satisface el sentido de aventura que debe tener esta profesión arriesgada por su esencia. 

Permite compararse con otras fuerzas de distinto orden y así, saber cuál es nuestra realidad” (Vignolles, 2003). Como sostiene Vignolles (2003): “el alto valor agregado generado por esta operaciones refleja la eficacia alcanzada, donde la eficiencia se condensa en haber constituido un significativo aporte complementario al objetivo central de estas actividades, y sin incurrir en mayores costos”(p:174). 

Para finalizar, creemos pertinente mencionar que si bien las principales críticas realizadas ex post sostienen, como afirmara el ex ministro del interior Federico Storani8 , que la Argentina no obtuvo ningún beneficio del envío de tropas al Golfo Pérsico, debemos destacar que esas críticas se centran únicamente en el análisis llevado adelante por parte de la administración Menem respecto a la participación argentina en la reconstrucción de Kuwait. 

Creemos que estas ignoran los factores políticos y sociales de la coyuntura del momento por lo que consideramos que las mismas constituyen una lectura simplista y sesgada de los hechos que acontecieron. Desde nuestro punto de vista, y como mencionamos anteriormente, la principal crítica que debería tener lugar es la que refiere a los métodos por los cuales se abordó la “cuestión militar”. Por fuera de ello, creemos que la política de envío de tropas fue, desde una visión amplia y considerando los distintos niveles de análisis mencionados durante este artículo, acertada, y que alcanzó los objetivos para los que fue formulada. 


Referencias Aranda, C. (2004). La política exterior argentina: De Menem a Kirchner. Relaciones Internacionles, 39 - 58. Borja, R. (2017).

 Enciclopedia de la Política. Recuperado el 30 de Mayo de 2017, de http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=d&idind=381&termino Colombo, S. (2005). La estrategia de integración argentina (1989-2004): Cambios y continuidades a partir de la crisis del orden neoliberal. HAOL, 133 - 149. El País. (21 de Septiembre de 1990). 

Crítica unánime de la oposición argentina a Menem por el envío de fuerzas militares. (C. Ares, Ed.) El País, pág. n/d. Obtenido de http://elpais.com/diario/1990/09/21/internacional/653868010_850215.html Fair , H. (2009). La década menemista: Luces y sombras. HAOL, 53-63. Fair , H. (2011). Las relaciones políticas entre el menemismo y las Fuerzas Armadas. Un análisis histórico-político de período 1989-1995. Kairos-Revista Temas Sociales, n/d. Ferreri, C. A. (2002). 

La política exterior argentina ante conflictos internacionales: los casos de la Guerra del Golfo Pérsico y del showdown estadounidense en Afganistán. I congreso de relaciones internacionales (pág. 11). La Plata: IRI. Obtenido de http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/38737 Hans, M., & Sanahuja, J. (1995). Seguridad, Conflictos y Reconversión Militar en América Latina. Nueva Sociedad, 48 - 69. Josep, M. (2000). 

El 'Consenso de Washington' ¿Paradigma Económico del Capitalismo Triunfante? Revista de Fomento Social, 29 - 45. La Nación Política. (13 de Febrero de 1998). La Argentina enviará tropas al Golfo Persico. Obtenido de http://www.lanacion.com.ar/87816-la-argentina-enviara-tropas-al-golfo-persico Míguez, M. C. (19 de Agosto de 2010). Biblioteca digital UCA. 

Obtenido de bibliotecadigital.uca.edu.ar/revista-partidos-politicos-argentinos-envio-tropas.pdf Simonoff, A. (2004). 

El envío de tropas como dilema de nuestra política exterior. 2 congreso de relaciones internacionales del IRI (pág. n/d). La Plata: IRI. Valdés, S. P. (1988). Orígenes de la crisis de la deuda: ¿Nos sobreendeudamos o nos prestaron en exceso? Santiago de Chile: Centro de Estudios Públicos. Vignolles, P. (2003). El valor de las Fuerzas Armadas como instrumento de la política exterior: Argentina en misiones de paz y coaliciones militares. Security and defense studies review, 143 - 188. 







21/1/23

LA POSIBLE CUSAS DETRAS DEL SINDROME DEL GOLFO PERSICO, AFECTADOS SOLDADOS EE.UU Y ALIADOS

 


La posible causa detrás del Síndrome del Golfo, la misteriosa enfermedad que ha afectado a soldados de EE.UU. por décadas
Caroline Hawley
BBC News
12 mayo 2022

POR QUE SIGO INSISTIENDO, QUE LA ARGENTINA Y SU ENTORNO DE ( JEFE ESTADO MAYOR CONJUNTO, JEFE DE LA ARMADA Y MINISTERIO DE DEFENSA,) NUNCA SE CALENTARON EN PREGUNTAR QUE PASO O QUE HICIERON O NO QUEDO NI EL LORO, NI HABLO DE PAPELES EN ARAQUELES LLENO DE POLVO QUE NUNCA REMOMIERON POR LO MENOS POR CURIOSIDAD, PERO LES CAERA EL PESO DE LA LEY.




Científicos estadounidenses dicen que han descubierto qué causó que miles de soldados que sirvieron en la Guerra del Golfo de 1991 se enfermaran con síntomas misteriosos.


Han responsabilizado al agente nervioso sarín, que se liberó en el aire cuando bombardearon depósitos de armas químicas iraquíes.


Muchos veteranos se han quejado de una variedad de síntomas debilitantes que se desarrollaron después de su servicio en Irak.


Pero durante décadas la causa del Síndrome de la Guerra del Golfo ha permanecido esquiva.


El sarín suele ser mortal, pero el doctor Robert Haley, quien lideró la investigación sobre lo ocurrido, dijo que el gas al que los soldados estuvieron expuestos en Irak estaba diluido y, por lo tanto, no era fatal.



Final de Recomendamos


"Pero era suficiente para enfermar a las personas si estaban genéticamente predispuestas a enfermarse", apuntó.


Haley dijo que la clave para saber si alguien se enfermó fue un gen conocido como PON1, que juega un papel importante en la descomposición de sustancias químicas tóxicas en el cuerpo.


Su equipo encontró que los veteranos con una versión menos efectiva del gen PON1 tenían más probabilidades de enfermarse.


El estudio reciente, financiado en gran parte por el gobierno de EE.UU., involucró a más de 1.000 veteranos estadounidenses de la Guerra del Golfo seleccionados al azar.


Haley, quien trabaja en el Centro Médico Southwestern de la Universidad de Texas, dijo: "Este es el estudio más definitivo. Creemos que resistirá cualquier crítica. Y esperamos que nuestros hallazgos conduzcan a un tratamiento que alivie algunos de los síntomas", dijo.

Muchos casos británicos


Más de 50.000 soldados británicos sirvieron en la guerra que se produjo tras la invasión de Kuwait por el presidente iraquí Saddam Hussein.



 Kerry Fuller fotografiado durante la Guerra del Golfo.


La Legión Real Británica dijo que la investigación sugiere que hasta 33.000 veteranos de la Guerra del Golfo del Reino Unido podrían estar viviendo con el síndrome y 1.300 reclaman una pensión de guerra por condiciones relacionadas con su servicio en el Golfo.


Durante las últimas tres décadas, los veteranos dicen que han luchado para que su enfermedad se tome en serio.


Antes de la guerra, Kerry Fuller de Dudley, en la región de West Midlands, era un joven de 26 años que se mantenía en buena forma, le encantaba escalar e iba al gimnasio varias veces a la semana. Ahora cada día libra una batalla simplemente para levantarse de la cama.


A la edad de 40 años, tuvo un derrame cerebral. Ahora, con 58 años, dice que tiene un dolor muscular y articular tan insoportable que grita tan fuerte cuando se mueve en la noche que despierta a toda su familia. Sufre problemas de equilibrio, memoria y habla.


"Incluso cuando todavía estaba en el ejército, sufría enfermedad tras enfermedad, problemas respiratorios, fatiga crónica", dijo.


"Y cuando cuestioné si podría tener algo que ver con mi servicio en el Golfo o a lo que estábamos expuestos, la respuesta fue 'estás diciendo tonterías, no hay evidencia. Dos paracetamol. Apúrate'", agregó.

Sin respuestas positivas


La Asociación Nacional de Veteranos y Familias del Golfo, una organización benéfica que trabaja con exsoldados británicos que están enfermos, celebró la realización del estudio.



Las tropas británicas formaron parte de la coalición internacional organizada para responder a la invasión iraquí de Kuwait.


"Durante 30 años ellos han sido repudiados, ignorados y mentidos por gobiernos consecutivos, sin respuestas positivas a sus preguntas sobre la exposición a sustancias y gases tóxicos y el efecto que tuvo en ellos tanto física como mentalmente", dijo en un comunicado.


"Esperamos que el gobierno del Reino Unido tenga en cuenta este informe y responda ofreciendo a los veteranos del Golfo acceso/oportunidad de hacerse las pruebas. Con suerte, esto conducirá a un tratamiento médico más significativo y adecuado que se les ha negado durante demasiado tiempo", agregó.


El Ministerio de Defensa británico dijo: que"seguimos monitoreando y dando la bienvenida a cualquier nueva investigación que se publique en todo el mundo y el apoyo financiero está disponible para los veteranos cuya enfermedad se debe al servicio a través de las Pensiones de Guerra del Ministerio de Defensa y los planes de pensiones ocupacionales de las Fuerzas Armadas".


Pero la Legión Real Británica dijo que ha habido "pocas investigaciones significativas" sobre el Síndrome de la Guerra del Golfo en Reino Unido.


El profesor Randall Parrish, de la Universidad de Portsmouth, publicó un estudio el año pasado que descartaba el uranio empobrecido como causa.


"Creo que este es un gran ejemplo de un problema que ha requerido un esfuerzo a largo plazo para resolver, pero en el que solo unos pocos científicos han persistido; otros se dan por vencidos y asumen que no es una enfermedad real o demasiado compleja de resolver; y las agencias de financiación no quieren meterse demasiado en la política que eso implica", señaló.

14/1/23

"OPERACIONES BELICAS"





A 32 años de la zarpada del grupo T.88 al Golfo Pérsico, la historia confirma la real naturaleza de su misión.

LO QUE EL MINISTERIO DE DEFENSA DICE DESCONOCER, Y LA ARMADA.



ARA BROWN

ARA SPIRO

Pese a que han pasado ya veintiséis años de la partida de la misión naval argentina a las aguas del Golfo Pérsico, el tiempo no ha hecho olvidar dicha participación y menos aún, el carácter de aquella operación que representó al final de cuentas, la presencia argentina en el escenario conflictivo más remarcable y terrible de finales del siglo XX y que aún a nuestros días sigue más vigente que nunca.


Pareciera que tanto los jefes de la Armada Argentina como los representantes políticos de aquella época –y obviamente los actuales-, han sido atacados por una aguda amnesia que no les permite acordarse de cuáles fueron las circunstancias fácticas, jurídicas y políticas en que dichos buques de guerra fueron enviados a las aguas del Golfo Pérsico. Y es que a razón de verdad, de esclarecerlas llevaría a que se deban reparar varias situaciones que han sido mantenidas bajo el tapete de la historia.


La versión oficial que aún subsiste en los empolvados anaqueles de los archivos del Congreso, de la Armada y del Archivo General de la Nación relata que el envío de las naves al Golfo fue por un “mandato de Naciones Unidas” para el “mantenimiento de la paz”; para empezar, ambas son dos grandes falacias.


Cuando se produjo la llamada “Crisis del golfo” tras el ingreso de tropas iraquíes al emirato de Kuwait el 2 de agosto de 1990, Buenos Aires se hallaba en intensas gestiones para seducir a Washington con miras a que trajeran inversiones privadas con el objeto de reflotar un país casi quebrado.



Por esas casualidades del destino, una misión del ministerio de defensa encabezada por el entonces ministro Humberto Romero se hallaba en Washington a la sazón de entrevistarse con George H. Bush y el entonces Jefe del Estado Mayor Conjunto el general Collin Powell, para supuestas tratativas sobre la situación de las FFAA argentinas carentes de repuestos de varias unidades de fabricación norteamericana y sobre la situación del proyecto “Cóndor”. Justamente en esos momentos, estalló la crisis lo que supuestamente obligo a que Bush y Powell partieran raudos a Arabia Saudita, dejando a la comitiva argentina para ser atendida por el vicepresidente y funcionarios intermedios.


Pero más allá de estas casualidades y bajo el influjo informativo de la versión oficial de Washington, el gobierno de Menem sin analizar las verdaderas implicancias y sin considerar claramente los alcances de lo que podría devenir una participación militar en el Medio Oriente, se comprometió a participar junto a lo que “EEUU decidiera”. Si bien el gobierno argentino argumentó la salida de los navíos el destructor “ARA Alte. Brown” y la corbeta “ARA Spiro”, supuestamente conminadas por resoluciones de Naciones Unidas, ha quedado claro que ello no justificaba jurídicamente la remisión de una “misión de combate” como la que representó el grupo de tareas T.88.I que desde su ingreso al Teatro de Operaciones en el Mar Rojo comenzó con actividades que en el derecho internacional de la guerra representan actos hostiles contra una nación soberana. Esto último hay que subrayarlo, ya que no hubo un mandato de “paz” o una resolución de carácter vinculante del Consejo de Seguridad para emprender dichas acciones.

EX PTE. BUSH Y EX PTE. MENEM

Aquella ocasión, representó para el gobierno de Menem la oportunidad para dar el salto a lo que él y sus seguidores neoliberales llamaban el “primer mundo” y para ello extendió un cheque en blanco a la Casa Blanca para que dispusieran como lo iban a cobrar. El verdadero trasfondo del envío de éste grupo de batalla no fue otro que el seguir una agenda de política externa que obsecuencia mediante, no midió consecuencias y una de ellas sería, la situación de los efectivos que habían sido enviados a lo que terminó siendo una guerra alta intensidad.


Es a partir de aquella situación de hecho en la que más de quinientos hombres de la Armada Argentina se vieron involucrados primeramente en actividades hostiles como fue el bloqueo económico y de mercancías a la república árabe de Irak, que fueron involucrándose en lo que en la jerga militar se denominan “operaciones militares” que no fueron, ni simuladas ni de mero apoyo simbólico a los esfuerzos de la Coalición Aliada como algunos desinformados trataron de argumentar a lo largo de estos años.


En esa situación y en consideración a las tecnologías militares que se hallaban disponibles en aquel entonces, vale la pena recordar que los peligros de la inserción de ambas naves dentro de un estrecho Teatro operacional –en cuanto a las distancias físicas- como el que representó el espacio acuático del Golfo Pérsico, duplicaron los peligros a los que se vieron expuestos los combatientes de la “Coalición” y por ende los marinos argentinos. Con solo unos cientos de kilómetros de anchura del Golfo, el margen de maniobrabilidad ante amenazas navales lo hacía prácticamente nulo. Y esto solo refiriéndonos a los “peligros convencionales” (misiles, minas y sabotajes) que muy bien pudieron haber causado estragos en el grupo ALFIL I.


Uno de los peligros con que convivieron los argentinos fue, la de tener que operar en aguas plagadas minas que habían quedado de la guerra entre Irán e Irak y que aún permanecían activas. El dato revela que el grupo de tareas se vio involucrado en aguas próximas a las operaciones bélicas que se llevaban sobre Kuwait e Iraq. Es más, según los documentos de las unidades navales de la Coalición agrupadas en el NAVCENT, revelan que tanto el “ARA Brown” como el “ARA Spiro”, realizaban tareas de custodia y patrulla del grupo de ataque liderado por el portaaviones estadounidenses “USS-Midaway” desde donde se lanzaban constantes operaciones aéreas que bombardearon posiciones iraquíes en Kuwait y que llegaban a Bagdad. Y la posición señalada no era para nada relajada ya que, según se especulo recurrentemente por los estrategas en Dahram, si Irán se salía de la neutralidad en la que se había posicionado y pasaba a dar su apoyo a Bagdad, el principal blanco a la vista hubiera sido el portaaviones y todo su grupo entre ellos, los barcos argentinos.


FOTO DE US NAVY

Secuelas navales 1991



Igualmente y más allá de aquellas ponderaciones –de las cuales los marinos no estaban al tanto- el grupo ALFIL I cumplió su misión de batalla y permaneció en actividad hasta el cese de las hostilidades. Si no fueron alcanzados por el fuego del bando iraquí solo fue una cuestión fortuita ya que, las posibilidades estuvieron servidas.


Ahora bien, pese a ello, los marinos argentinos no han sido debidamente reconocidos por sus méritos en el fragor de esas jornadas, algo que a la vista de la distancia histórica, representa una inconsecuencia que los deja injustamente discriminados en consideración de aquel evento bélico y del reconocimiento que recibieron sus camaradas de las armadas involucradas. En este sentido, pareciera que el gobierno de Menem creyó que podía exponer a los recursos del estado nacional –incluyendo a los humanos-, sin reconocer puntos específicos que hacen a lo estrictamente material y jurídico, sacrificables bajo el erróneo eslogan “Por la Patria o la Paz internacional”. Creyendo equivocadamente que al no haber habido bajas, sus efectivos no eran dignos de reconocimiento y menos aún de alguna compensación por los servicios prestados, les dio las gracias, una apretada de manos al anterior Jefe del Estado Mayor de la Armada y adiós.


Sin dudas se trató de una avivada política que los jefes de estos hombres dejaron pasar. Pero esta omisión del entonces gobierno menemista no desapareció por el paso del tiempo y mucho menos ha perdido legitimidad en cuanto al fondo del reclamo de cada uno de los miembros de las dotaciones actuantes. Para que se entienda la mecánica de este proceder, los marinos argentinos deben recordar lo que lastimeramente ocurrió con sus camaradas del Ejército Argentino, quienes si habían sido enviados bajo el pabellón de Naciones Unidas como “Cascos azules” a Croacia entre 1991 a 1995 y que algunos de ellos, al ser alcanzados por fuego de los contendientes, regresaron heridos o con severos daños. Ese mismo gobierno les dijo “que no les debían nada” y ahí se terminó el tema (v. http://www.lanacion.com.ar/488110-la-paz-que-no-llega-br-cascos-azules ) aunque más tarde, la justicia les hizo lugar a sus reclamos.


También habría que recordar, hasta donde estaba dispuesto aquel gobierno menemista con tal de agradar a Washington y lograr de ese modo, aquella demorada promesa de convertir a la Argentina en un país aliado de la OTAN, que en 1998 le ofreció a Washington enviar nuevamente tropas contra Irak, pero esta vez, enviando tropas de tierra (. LA NACIÓN. “Menem se alineo contra Saddam”. http://www.lanacion.com.ar/87298-menem-se-alineo-contra-saddam)


Para ir concluyendo, queda claro que si aquellos marinos que participaron activamente en las tareas de combate dentro del Teatro de Operaciones de lo que se conoció como “guerra del Golfo” entre 1990 y 1991, su posición con respecto a esos cascos azules es claramente disímil ya que, las dotaciones del grupo ALFIL I estuvieron involucrados con una de las partes (Coalición) lo que la legislación internacional reconoce a los combatientes de una guerra derechos inherentes a tal condición, mientras que los llamados “cascos azules” están llamados por un mandato de la ONU a separar a las partes del conflicto. Que esto no haya querido ser visto por el gobierno es una cosa, pero ello no significa que no exista ese derecho latente a ser reconocidos como “veteranos” con todos los derechos patrimoniales inherentes a la calidad de tal.

29/12/22

32 AÑOS DE LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO Y LAS AUTORIDADES ARGENTINAS TODAVIA NO SE ENTERARON ...



30 años de la Guerra del Golfo: 5 claves para entender la invasión de Irak a Kuwait y sus consecuencias
El 2 de agosto de 1990, el Ejército de Irak invadió Kuwait. Esta acción dio inicio a una de las guerras más cruentas en Medio Oriente que involucró a Estados Unidos y a sus aliados, tanto occidentales como a vecinos del país gobernado por Saddam Hussein


 FOTOS Soldados franceses del regimiento de infantería de la Legión Extranjera visten equipo para guerra química el 26 de octubre de 1990 en el desierto de Arabia Saudita. 


El 2 de agosto de 1990, el ejército de Irak, por orden de Saddam Hussein, irrumpió en el emirato de Kuwait y anexó ese pequeño territorio rico en petróleo, pero siete meses después fue expulsado de allí por una coalición internacional dirigida por Estados Unidos.


Irak fue sometido a 12 años de embargo y se vio obligado a pagar a Kuwait, a través de la ONU, importantes indemnizaciones de guerra.

Estas son 5 claves para entender el conflicto:

1.- Acusaciones de robo

El 18 de julio de 1990, Bagdad acusó a su vecino de “arañarle” su territorio y de “robarle” petróleo al bombear en la capa del campo petrolero de Rumaila (sur), lo que hizo aumentar las tensiones. Irak reclamó el reembolso de 2.400 millones de dólares (unos 2.000 millones de euros).

Pero Kuwait rechazó las acusaciones y replicó que era Irak quien trataba de perforar pozos petroleros en su territorio.


Varias disputas enfrentaron a ambos países, incluyendo la delimitación de fronteras, un tema espinoso que había quedado en suspenso desde la independencia de Kuwait, en 1961.

Además, Irak acusaba al emirato de “inundar deliberadamente” el mercado petrolero, provocando que los precios bajaran.

Irak reclamó que el emirato anulara la deuda que había contraído durante su guerra contra Irán (1980-1988) al considerar que, al librar ese conflicto, había defendido a Kuwait y al resto de países del Golfo.

El 20 de julio, la Liga Árabe y Arabia Saudita iniciaron mediaciones para desatascar la crisis, pero estas fracasaron y los diálogos entre Irak y Kuwait quedaron suspendidos el 1 de agosto.




Un refugiado egipcio y su familia huyen de la invasión iraquí de Kuwait el 9 de agosto de 1990. 



2.- Invasión -

El 2 de agosto llegó la invasión: “Las tropas iraquíes empezaron a las 02H00 (23H00 GMT) a violar nuestras fronteras norte, a penetrar en el territorio kuwaití y a ocupar posiciones en el interior” del país, anunció Radio-Kuwait.

Más tarde, la radio instó a los kuwaitíes a “defender su tierra, su arena y sus dunas”.

Las unidades kuwaitíes y el ejército iraquí se enfrentaron con armas pesadas en el centro de la ciudad de Kuwait.

Pero, frente a los 100.000 soldados iraquíes y sus 300 tanques, el ejército kuwaití, de 16.000 efectivos, se vio desbordado. La capital fue ocupada durante la madrugada y el emir, Jaber al Ahmed al Sabah, huyó a Arabia Saudita. Su hermano Fahd fue abatido durante la toma del palacio.

En Bagdad, se anunció el fin del “régimen traidor”, “cómplice” de un “complot estadounidense-sionista” que buscaba impedir la recuperación de la economía iraquí.

Por la noche, el ejército iraquí se dirigió hacia los puertos petroleros de Al Shuyaba y de Al Ahmadi (al norte y al sur de la capital, respectivamente).


En esta imagen del el 23 de agosto de 1990, Saddam Hussein aparece en la televisión iraquí junto a Stuart Lockwood, un niño británico de 6 años, en un intento por disipar los temores sobre el tratamiento a los rehenes occidentales detenidos en Irak. 


3.- Estados Unidos envía tropas -

La comunidad internacional condenó firmemente la invasión, mientras que los precios del petróleo se disparaban.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió con carácter de urgencia y exigió “la retirada inmediata e incondicional de las fuerzas iraquíes”.

Washington congeló todos los haberes de Irak en Estados Unidos y en las filiales en el extranjero, así como los haberes kuwaitíes, para evitar que los retomaran kuwaitíes al servicio de Bagdad.

La Unión Soviética, proveedora del 80% del armamento iraquí, interrumpió sus entregas de armas.

El 6 de agosto, el Consejo de Seguridad impuso un embargo comercial, financiero y militar a Irak.

El 8, el presidente estadounidense George Bush anunció el envío de tropas a Arabia Saudita, y los primeros soldados de la operación “Escudo del desierto” llegaron al día siguiente.

Irak cerró sus fronteras a los extranjeros. Varios miles de civiles occidentales, árabes y asiáticos fueron retenidos contra su voluntad en Irak o en Kuwait, y durante más de cuatro meses, unos 500 fueron utilizados como “escudos humanos” en sitios estratégicos.
4.- Anexión -

El 8 de agosto, Irak proclamó su fusión “total e irreversible” con Kuwait.

A finales de mes, anunció una nueva división administrativa en Kuwait, haciendo de la capital y sus alrededores la 19ª provincia iraquí e incorporando el resto del emirato a la provincia de Basora (sur de Irak).

“Kuwait forma parte de Irak”, sostuvo Saddam Hussein.


El general estadounidense Norman Schwarzkopf (izquierda), comandante de las fuerzas estadounidenses en Arabia Saudita y quien dirigió la operación Tormenta del Desierto, habla con el general estadounidense Colin Powell, presidente del Estado Mayor Conjunto, el 23 de diciembre de 1990 en Dahran.

5.- Tormenta del Desierto -

El 29 de noviembre, el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó a “los Estados miembros [...] a usar todos los medios necesarios” para obligar a Irak a salir de Kuwait si no lo hacía antes del 15 de enero de 1991.

El 17, tras múltiples iniciativas diplomáticas infructuosas, empezó la operación “Tormenta del Desierto” con una intensa campaña aérea.

El 24 de febrero comenzó la campaña terrestre y en solo unos días las tropas aliadas pudieron liberar el emirato.

El 27, George Bush anunció que “Kuwait fue liberado [y] el ejército iraquí, derrotado”. Un día después, Bagdad aceptó todas las resoluciones de la ONU.

Los iraquíes dejaron tras de sí un país devastado, saqueado y más de 750 pozos petroleros ardiendo.

La crisis dividió a los árabes. Los ejércitos egipcio y sirio participaron en la coalición, denunciada por los otros países árabes.

En marzo de 2003, Kuwait sirvió de puente para la invasión estadounidense de Irak, dirigida por George Bush hijo y que condujo al derrocamiento de Sadam Husein.