27/6/22

"ANECDOTICOS HECHOS EN EL TOK 1991”




Anécdota de un veterano estadounidense sobre la participación militar argentina en la operación “Tormenta del Desierto”



Cuando recibí unos mails allá por el mes de enero que provenía de un investigador argentino que estaba trabajando en la intervención de su país en las operaciones desarrolladas en el Golfo Pérsico entre 1990 y 1991, sentí curiosidad y hasta cierta perplejidad ya que no era muy común que alguien de esos lugares se preocupara por este tipo de hechos históricos (comentó este “vet” de la marina estadounidense que llamaremos “Joe B.”)


En esa comunicación me preguntaba si sabía que grado de participación habían tenido los buques argentinos en la operación “Tormenta del desierto” en la que los historiadores se han centrado más en la parte terrestre y aérea, sin detenerse en las continuas y extenuantes actividades que se realizaron en el mar. Como ex oficial de comunicaciones y destinado en el “USS Wisconsin” tuve la oportunidad de estar cerca de las dos unidades argentinas que nos acompañaron en el grupo y que si mal no recuerdo, tenían la denominación ALFIL y estaban comandados por los australianos.


Es más, recordando con mayor atención me di cuenta que estuve a bordo de uno de esos buques en el cual junto a mi equipo, establecimos un sistema de contacto compatible con el comando de operaciones en el NAVCENT, que mantendría una visualización del grupo mediante una señal que recibían los satélites y estos a su vez la retrasmitían al centro de operaciones electrónicas en tierra, desde donde se coordinaban los movimientos y comunicaciones con todos los grupos de tareas.


El comandante de operaciones del “USS Midway” que fue transportado al “USS Wisconsin” traía consigo una carpeta con tareas para encomendar a los oficiales de comunicaciones. Pero no venía solo, estaba acompañado de dos altos cargos del denominado CENTIJ –inteligencia- que nos darían una pequeña charla de lo que si debían saber nuestros aliados y lo que no les correspondía saber.

USS MIDWAY Y LA CORBETA SPIRO AL FINAL



Nuestros superiores querían asegurarse de que grupos como el de los argentinos, no fueran más un peligro que una ventaja, ya que –según nuestros cerebros en la mesa de estrategia- no tenían una experiencia solvente en operaciones navales como la que se les presentaba; y en realidad nosotros tampoco la teníamos desde que ocurrió el desembarco de Normandía.


Había sido necesario aplicar la doctrina TRADOC, en la cual se buscaba uniformar –en lo que fuera posible- las señales y mensajes que se trasmitían entre las diferentes armadas que participaban en una reducida área marítima como es el Golfo. Para los países que eran parte de la OTAN no había problemas de comunicaciones y menos aún de protocolos de procedimientos en temas tan sensibles como era la alerta para ataques con armas “Químicas, Biológicas o Radiadas”. Fue necesario establecer con los argentinos, un protocolo para que se adaptaran a nuestros sistemas de comunicaciones y para que, en caso de un requerimiento específico, pudieran entender la orden y ejecutarla sin dilación.


Ciertamente que los argentinos fueron muy competentes en las tareas que se les ordenaron y modestamente desde mi punto de vista –nos relata el veterano-, comprobé como se desempeñaron en situaciones que pudieron haber terminado en un completo desastre. Algo que no saben muchos, era que, apenas comenzó la operación, hubieron incidentes verbales de órdenes y contraordenes entre varias unidades de algunos grupos que no estaban dispuestos a correr ciertos riesgos. Hubieron momentos de tensión y sus frutos se pudieron ver en varios errores de juicio en unidades navales supuestamente más avanzadas. Se puede decir que fueron más los problemas entre los aliados de la OTAN que con elementos ajenos como era el caso de los argentinos.


Aquel factor proveniente de la tensión y el nerviosismo, apareció ni bien empezó el combate y ninguna de las tripulaciones que estuvieron operando estoy seguro, pudieron evitarla. Hubo casos de neurosis, parálisis traumáticas y peleas en varios buques de nuestro grupo, producto de una sensación angustiante que pareces que vas a morirte en cualquier momento y no puedes hacer nada para evitarlo. En un incidente que ocurrió en el Midway los nervios llegaron a tal nivel que oficiales y personal de cubierta se trenzaron a golpes de puño resultando el arresto de varios de ellos. Y otras trifulcas similares en unidades vecinas. ¡Mi Dios! Era una locura ¿Te imaginas si los chicos que debían volar a territorio enemigo, no controlaban sus nervios? Fue por eso que los que comandaban desde Riyahd, tenían un protocolo de contingencia por si las cosas se desmadraban.


Fue por ello y como parte de un protocolo predeterminado, que se debían mantener en contacto directo a todas las unidades navales que operaban en el Teatro, que además de servir para los propósitos del despliegue táctico en la mesa de estrategia, servía para controlar las actividades abordo. Se trataba de establecer un comando de comunicaciones permanente, algo bastante complicado por aquella época. Para nuestras propias fuerzas –las estadounidenses- representó un desafío enorme el establecimiento de un comando centralizado para cada una de las fuerzas operativas propias, imagínense lo que fue tratar de establecerla con otras armadas con otros idiomas y otros equipamientos.


Para cuando el grupo ALFIL 1 entró al área de operaciones –al cruzar el estrecho de Ormuz- fue que se nos indicó la preparación del equipo y las directivas que nos entregaría el CENTIJ para instalar a bordo del buque líder. 


Era a mediados de diciembre y lo recuerdo bien porque se corrían rumores de que los iraquíes podían atacarnos por sorpresa por medio de grupos aliados en la región. En esos momentos los argentinos estaban navegando con los franceses y más precisamente estuvieron realizando maniobras de alije o mejor dicho, aprovisionamiento de combustible del buque cisterna “Marne” cuando se estaban dirigiendo a Dubai.


Recuerdo que unos días después de que comenzaron las hostilidades, el grupo ALFIL 1 se incorporo al grupo de ataque liderado por el “USS Midway” y sus doce escoltas, entre ellas el acorazado “Wisconsin” en donde me encontraba.


En esos momentos la alerta era permanente y los vuelos de patrulla e intercambio de oficiales era constante y en uno de ellos nos trasladaron a uno de sus buques para traslado de material e izamiento de personal. 

Su equipamiento era bueno y el desempeño profesional de su tripulación hasta donde pude ver fue bastante profesional, si tomas en cuenta que estaban en una zona minada sometidos a la presión de guiar y ofrecer protección a la línea de abastecimiento de buques de otras nacionalidades que entraban a la zona para hacer llegar combustible, armas y pertrechos que iban hasta puertos sauditas en la primera línea como “Al Jubayl”, a nadie le quedaron dudas de que lo hicieron muy bien.

“CONSECUENCIAS DE LAS ARMAS QUIMICAS: EL INCIDENTE DE JUBAIL”



La crónica de uno de los hechos de aquella guerra que sigue vigente 25 años después


Tal como habíamos tratado anteriormente en uno de nuestros artículos, en el teatro de operaciones del Golfo Pérsico habían pasado muchas más cosas de lo que contaron los controlados medios estadounidenses, tratando de minimizar el impacto en la psique colectiva del público estadounidense en particular y en la del mundo en general que veía la primera guerra televisada en vivo desde el lugar de los hechos.




La guerra aséptica que no mostraba muertos y el efecto de los muy promocionados “ataques quirúrgicos” de las fuerzas de la coalición, se volvió parte de ese mito que los propagandistas del Pentágono y sus colaboradores mediáticos, intentaron carnificar como la verdad revelada. Pero la verdad, era algo muy diferente y repugnante para ventilar.


Recordando lo que las autoridades militares de la coalición y que sus jefes políticos en Washington se encargaron de reiterar por los medios, “nunca se usaron armas químicas en dicho conflicto y si así hubiera sido, no lo supimos”. Con palabras más, palabras menos, esa fue la postura oficial del Pentágono cuando allá a mitad de los noventas, comenzaron las preguntas sobre los casos de veteranos que estaban sufriendo extrañas y graves afecciones en sus organismos e incluso, sobre la salud de sus familias.


Muchos de los que comenzaron a sentir malestares y hasta incluso, otros que murieron sin que se pudiera diagnosticar el mal que los aquejaba, estaban seguros de que el gobierno les ocultaba la realidad de lo que había pasado en los meses que duró la guerra. En medio de la euforia por la “victoria”, inflada mediáticamente por Washington, cualquier cuestionamiento caía en oídos sordos y hasta incluso, en amenazas de que no les convenía molestar al gobierno con sus quejas.


Uno de estos casos fue el ocurrido en el puerto saudita de “Al Jubail”, en donde –obviamente- se destacaron fuerzas aliados, especialmente norteamericanos y británicos dotados entre otros sistemas, de sensores de agentes químicos RUVD que podían detectar la diseminación de algunos aquellos elementos en el aire. Según se pudo saber, estos equipos y los encargados de operarlos al servicio del “Pentágono” era una unidad Checa, que experta en el manejo de situaciones de contaminación en una guerra química y biológica, contaba con sistemas móviles y protocolos ampliamente probados en los escenarios de los realistas ensayos militares que hacían con el “ejército rojo” cuando pertenecieron al “Pacto de Varsovia”.
Obviamente, para Washington eso no era ninguna barrera para que estos “ex comunistas” ofrecieran sus servicios y para Praga, el dinero compra todas las lealtades.


En este sentido, el comando general USCENTCOM a cargo de las operaciones “Escudo del Desierto” y más tarde “Tormenta del Desierto”, le encargaron a las brigadas checas, que dispusieran de patrullas de vigilancia química que, mediante sus unidades móviles equipadas con laboratorios para sus fines, monitoreaban los sectores por donde habían caído misiles, obuses o cualquier otro artefacto que despertara sospechas de un posible ataque NBQ.


A pesar de haber cumplido con muy buen desempeño la tarea de detectar el uso de agentes químicos, sus mandos se mantuvieron a pie juntillas a las órdenes del comando central de mantener un total silencio sobre los resultados que se obtenían en dicho eventos, ante los posibles cuestionamientos que pudieran surgir entre las diversas unidades dentro del Teatro de operaciones.


En aquel incidente, según lo han expuesto algunos testimonios de los ex miembros de las patrullas checas que acudieron al sector, indicaron que el viento rotaba de este a oeste algo que no era ni bueno ni malo, pero que con seguridad, con el paso de las horas terminaría contaminando una amplia superficie del territorio y de las aguas adyacentes en unos cientos de kilómetros a la redonda.


El factor climático es fundamental en estas circunstancias. Una ojiva con carga química caída sobre un terreno con vientos rápidos de cara a una población o a una instalación militar, representaba una segura infestación o envenenamiento de los seres vivos –humanos, plantas, animales- que se hallaran en la ruta del viento. Aunque los militares norteamericanos y británicos negaron que Iraq hubiera podido usar ojivas con cargas químicas y biológicas, las evidencias en el terreno que fueron advertidas por varios de aquellos veteranos, al ser comentadas ante sus superiores, solo recibieron advertencias de que mejor se olvidaran de lo que habían visto.


Uno de estos casos fue el acaecido el 19 de enero de 1991 sobre las instalaciones del puerto saudita de “Al Jubail”. Uno de los testigos presenciales de aquel hecho, recuerda que eran las 3:00 de la madrugada cuando, desde uno de los buques que se hallaba fondeado en una de las radas del puerto, escucho el característico silbido de un misil que va cayendo y para cuando se apronta a la cubierta, ve como una bola de fuego que provenía del norte cae sobre un sector militar detrás de las instalaciones portuarias, causando una brillante explosión seguida de un estampido pavoroso. Causalmente, el misil que se presumía era un “Scud”, además de hacer desaparecer una estación completa de misiles costeros CSS-20, traía consigo una sorpresa extra. Inmediatamente a la caída comenzaron a sonar las alarmas de peligro químico y los soldados destacados en el área corrieron para refugiarse y colocarse sus máscaras y equipos de guerra NBQ.






Pese a que los soldados se habían colocado sus máscaras, muchos de ellos debieron sacárselas para poder salivar y limpiarse la nariz ante la profusa mucosidad que les produjo verse expuestos a ese rocío que trajo la explosión de aquel misil. Una semana después, muchos de aquellos hombres que habían quedado expuestos al rocío venenoso cayeron en cama con todo tipo de síntomas. Muchos otros recibieron afecciones más limitadas como parálisis de sus labios inferiores o superiores pero no se les informó su origen, irritación de la vista, tos y aparentes alergias. Otros como el testigo de aquel buque anclado en el puerto, pese haber estado a unos cuantos kilómetros del incidente, hoy es uno de los miles que se encuentra afectado por problemas pulmonares que aparecieron dos años después de haber terminado la guerra.


Según testimonios de veteranos tanto norteamericanos como británicos, los ataques con ojivas NBQ –Nuclear Biológica y Química- fueron variados y con una continuidad pasmosa. Incluso testimonios de ex oficiales de la Guardia republicana que habían sido entrevistados por periodistas independientes al final de la guerra, confirmaron que entre sus municiones disponibles habían alternadas y distinguibles en colores, ojivas con cabezas químicas y biológicas, tanto para obuses de artillería como para montar en sus sistemas SS-Scud y otras variantes que habían permanecido en secreto. Tal cual a estos testimonios, documentos SECRETOS que se han ventilado un tiempo atrás y que corresponden a los robados de los archivos del Ministerio de Inteligencia en Bagdad tras la invasión en 2003, se detallan planes de contingencia para una contraofensiva “letal” contra los agresores que entre otros vectores disponibles para dicho plan, estaban los misiles tipo “Frog-5” para lanzarlos sobre las cabecera de playa que pudieran haber ocupado las fuerzas de la coalición.


Esta era una de las situaciones a las que se había destinado aquella estructura de inteligencia que vigilaba a todo y a todos en el Teatro de operaciones. Además de tratar de desarticular cualquier ataque de células pro-iraquíes operando en la zona, debían mantener en silencio cualquier información que pudiera perjudicar a los planes militares o a la propaganda mediática difuminada por y solo por la CNN. Quien se atreviera a criticar la versión que radiaba Estados Unidos sobre la evolución del conflicto, podría haber sido encarcelado por traidor.


A pesar de que los hombres que se vieron expuestos en “Al Jubail”, fueron amedrentados para que no hicieran comentarios sobre este suceso, al terminar la guerra y con el creciente número de casos que se estaban dando entre los veteranos que habían participado, muchos de ellos dieron testimonio de cómo se habían dado los hechos y que, al contrario de lo que había informado el gobierno, los iraquíes usaron sus misiles con una intensidad muy superior a la informada y muchas de ellas, con cabezas de guerra Química albergando “Gas Mostaza” o “Sarín” y Biológica “Agente botulimico” y “Antrax”. Tras una larga lucha y circunscripto en la ley de Libertad de Información, los veteranos lograron que se desclasificaran algunos documentos como el NBC-DESK LOG en el cual se detalló el incidente en el puerto de Jubail pero, con convenientes mutilaciones en el expediente.


En dichos cuerpos administrativos que habían sido sepultados en los archivos del Pentágono, a pesar de su liberación, se pudieron advertir que desde el inicio los reportes se encargaron de negar sistemáticamente la existencia del ataque químico concluyendo en algunas de sus piezas: SCUD ALERT 2. NO CHEMICAL WARHEAD REPORTS “no hay cabeza químicas reportadas”. A pesar de que varias secciones de estos informes faltaban, para los veteranos fue un triunfo y un gran avance por lograr saber que era lo que realmente había pasado y que a su vez, el gobierno asumiera las responsabilidades por aquellos hechos.



Con el paso de dos décadas y media de aquellos hechos, los informes independientes sobre el tema, en especial realizado por el profesor emérito Malcom Hooper de la Universidad Sunderland y asesor del gobierno británico en asuntos sobre las “enfermedades de la guerra del golfo”, han arrojado luz las aberraciones que se realizaron en aquella guerra que quedó documentado en el informe titulado “La Guerra más tóxica de la historia moderna”, de la cual no solo fueron afectadas las tropas terrestres y las poblaciones locales sino también, al personal aeronáutico y naval involucrado en la campaña “Tormenta del Desierto”.

20/6/22

ESCUDO DEL DESIERTO/TORMENTA DEL DESIERTO



Solamente horas después que el Agregado Naval Adjunto, capitán de fragata Alberto Dabini, fue consultado por el asistente del jefe del área Hemisferio Occidental del Comando de Operaciones N avales de los EE.UU. acerca de una posible disposición para contribuir en las operaciones de coalición en contra de Irak, el gobierno argentino aceptó ser parte de dicha fuerza de coalición. 

El destructor ARA Almirante Brown y la corbeta ARA Spiro partieron desde Puerto Belgrano para el Golfo Pérsico el 25 de setiembre de 1990. 

La corbeta ARA Rosales y el buque auxiliar ARA San Blas los relevaron. 

La Argentina fue un firme apoyo de la Arm ada de los EE.UU. mientras operaba en el Golfo de Omán y en el Golfo Pérsico. 

Los buques argentinos realizaron un número de interceptaciones marítimas superior al promedio (761 interceptaciones y 40 abordajes hasta el 2 de marzo de 1991) como también operaciones de apoyo a los port a aviones de los EE.UU mientras éstos operaban en el golfo.

Los juegos de guerra bilaterales con la Argentina comenzaron en 1989. 

Apoyados por el Colegio de Guerra Naval, han sido extremadamente exitosos y se han expandido para incluir a las marinas de Canadá, Chile y Brasil. En 1993 se condujo un ejercicio combinado de guerra antisubmarina en aguas poco profundas conocido como “Operación Ghost”. 

Los participantes estadounidenses pertenecían a la comunidad antisubmarina de las aeronaves S-3. Un segundo evento fue planificado dos años después, pero la Armada de los EE.UU. no dispuso de los fondos para poder participar. El destructor ARA La Argentina y el submarino ARA San Juan participaron en el mayor ejercicio de la Segunda Flota duBCN 811 273 (24) 

La Armada A rgentina ha part i c ipado en numerosas opera c i o n e s de paz, incluyendo lanchas pat r u l l e ras en la operación de las Naciones Unidas/ Orga n i z a c i ó n de Estados Americanos del Golfo de Fonseca entre 1990 y 1992, en apoyo al proceso de paz de El Salva d o r. 

Hoy los infantes de marina argentinos prestan serv icios en Chipre y Haití. Super Etendard en aproximación al Lincoln. 

El Brown a punto de partir para Tormenta del Desierto. ARA Guerrico en la operación de embargo a Haití. rante 1994, el FLEETEX 2-94, y regularmente embarcan oficiales argentinos en buques de la Armada de los EE.UU. El personal argentino lo ha hecho en mayor número que cualquier otra nación. 

La Armada Argentina tiene un oficial de enlace en el Comando de la Flota del Atlántico –ahora Comando de las Fuerzas de la Flota–. Desde mediados de la década de 1980, cuando se creó el Comando de las Fuerzas Navales del Comando Sur, un Oficial de Enlace argentino fue asignado a ese comando, con responsabilidades para la interoperabilidad de Comando, Control y Comunicaciones.

 La Armada Argentina fue la primera marina en conducir reuniones con la Armada de los EE.UU. en el Comité Naval Operativo. 

Estas reuniones tratan asuntos operativos. Buques sobrantes y aeronaves P-3-B han sido transferidos. 

USS John Hanckok


Durante el otoño de 1999, la Armada Argentina abrió otro campo de cooperación cuando un equipo naval de abordaje, registro y captura embarcó en el destructor USS John Hanckok en el Golfo Pérsico para cooperar con el cumplimiento de las sanciones de las Naciones Unidas contra Irak.

11/6/22

LA ESTRATEGIA DE EE.UU. PARA CONVENCER A LOS PAISES PARA QUE APOYEN UNA OFENSIVA





Plan de seducción con favores y dinero


ARA SPIRO Y ARA BROWN FUIMOS LOS GURKAS DEL GOLFO PERSICO

Con dólares, favores políticos y asistencia militar, Estados Unidos está construyendo una coalición de países que apoyarán una guerra contra Irak, incluso si el Consejo de Seguridad no les da el visto bueno.

A la coalición que están organizado, la llaman de los "willing", es decir de los que quieren participar. Pero salvo algunas excepciones, ninguno de los casi 35 países que en principio han aceptado formar parte quiere realmente la guerra.

"El problema es que no tienen opción porque dependen de la ayuda financiera, militar o política de Estados Unidos. Y existe siempre el peligro de que, si se resisten, esa ayuda se puede cortar", dijo a Clarín John Quagley, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Ohio.

El ejemplo más claro es Turquía, país al que, además de toda la asistencia financiera y militar que ha recibido en el último año, Washington está dispuesto a pagarle hasta 30.000 millones de dólares adicionales a cambio de que autorice el despliegue de fuerzas estadounidenses en su suelo.

Los Estados pequeños del golfo Pérsico como Kuwait, Bahrein y Qatar necesitan la protección de Estados Unidos frente a la amenaza que representa para ellos convivir en la región con Irak e Irán. El Pentágono ya tiene en Kuwait 99.000 soldados. En Qatar se encuentra el Comando Central de todas las operaciones militares que tendrá lugar contra Irak. En Bahrein está basada la Quinta Flota de la Marina de Estados Unidos.

La mayoría de los países de Europa del este y central que ya han manifestado su apoyo, no sólo están agradecidos porque consideran que Estados Unidos los liberó del comunismo sino que además esperan obtener a cambio el ingreso a la OTAN. Figuran en esta categoría: República Checa, Estonia, Bulgaria, Croacia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia, Macedonia, y Rumania.

También hay países en Oriente Medio como Jordania y Egipto que dependen de la ayuda financiera y militar que les da Estados Unidos. Jordania ha permitido el despliegue de comandos en su territorio, mientras que Egipto autorizó el uso de las bases aéreas en el Canal de Suez.

Más allá de Gran Bretaña, que tiene lazos históricos con Washington, los únicos países que realmente están de acuerdo con la guerra son los que tienen gobiernos muy afines ideológicamente al de George Bush, como España, Italia y Portugal.

En América latina, toda la atención de Estados Unidos está centrada en este momento sobre México y Chile, dos países que son miembros del Consejo de Seguridad y cuyo voto será clave para determinar si la ONU apoyará o no la guerra.

La zanahoria que le estaría ofreciendo Bush a México a cambio de su voto es la inmigración. "Desde el 11 de setiembre del 2001, el tema quedó sumergido en las profundidades de la carpeta de quién sabe quién. Hoy, sin embargo, se pretende utilizar esa baraja, que para México y el gobierno de Fox ha sido prioritaria desde siempre, para exprimirnos un voto que no necesariamente es consistente con nuestros verdaderos intereses", dijo Rafael Elías, analista político de México.

"No me gustaría hablar de presiones porque no las hay... pero todos sabemos las consecuencias de tomar una u otra actitud sin necesidad de decir si eso es una presión o no es una presión", dijo por su parte el presidente chileno Ricardo Lagos, consciente del Tratado de Libre Comercio que acaba de negociar con EE.UU.

En ese contexto es interesante la experiencia de Argentina. El ex presidente Carlos Menem apoyó en 1991 la Guerra del Golfo enviando dos buques. A cambio de eso, y también por haber hecho las reformas económicas que pedía el FMI, Argentina recibió miles de millones de dólares en asistencia financiera y el título de Aliado extra OTAN. El país quedó con un nivel de deuda altísimo. 



Luego de haber otorgado créditos millonarios en el momento en que el país tenía un crecimiento económico respetable, comenzaron los problemas para pagar la deuda y Estados Unidos cortó toda la asistencia financiera. El argumento fue que Argentina no tenía un programa económico sustentable. En el texto que distribuyó el presidente George Bush, donde diseñaba su nueva estrategia para la seguridad, la Argentina no figuraba ni siquiera como aliado de Estados Unidos en América latina.

5/6/22

SEMINARIO "TORMENTA CONJUNTA 2017





Organizado por el Colegio Militar de la Nación, reunió tanto Cadetes de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) como así también a estudiantes de diversas carreras universitarias.
Desde el 24 al 26 de octubre se realizó, en el Colegio Militar de la Nación, el III Seminario Interfuerzas “Tormenta Conjunta”.

El mismo reunió tanto a Cadetes e Instructores del mencionado Instituto de Formación, de la Escuela de Aviación Militar y de la Escuela Naval Militar como así también a docentes y alumnos de las carreras de Ciencias Sociales y Ciencias Políticas, Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidad Católica Argentina (UCA), Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Durante la jornada de apertura, elDirector General de Educación del Ejército, General de Brigada Carlos Podio, aseveró: “No se imaginan la importancia que tiene para el país la tarea que como futuros dirigentes de la Nación tiene la labor que están desarrollando hoy en el Colegio Militar de la Nación”.




A lo largo de las tres jornadas, y con el objetivo de poner de relieve la construcción del conocimiento desde el punto de vista pedagógico sobre la Guerra del Golfo Pérsico, los Cadetes de las mencionadas Fuerzas Armadas expusieron sobre la operación “Tormenta del Desierto” que sucedió en 1991 y durante la cual nuestro país intervino. Asimismo, analizaron el desempeño táctico de los componentes aéreo, naval y terrestre justificando y argumentando las nuevas doctrinas de integración de las FF.AA.

Cabe mencionar que los Cadetes de cada una de las FF.AA. simularon una situación de guerra donde intervenían de acuerdo a sus componentes. En tanto, los alumnos civiles analizaron las contingencias bélicas, desde la órbita de las disciplinas que corresponden a la diplomacia, el derecho y la conducción política del Estado. Por otra parte, remarcaron la importancia del rol e intervención de los medios de comunicación y el desenvolvimiento de la sociedad toda durante una guerra.
ACTIVIDADES Y BALANCE

A lo largo del citado encuentro estuvieron presentes representantes tanto del Ministerio de Defensa, como de las casas de altos estudios mencionadas, quienes junto al resto de asistentes visitaron distintas áreas del Colegio Militar de la Nación.

Al finalizar la tercera edición de este encuentro, los organizadores manifestaron que tuvo un balance “altamente positivo” y que pretende una nueva edición para el año próximo.

Finalmente, durante una entrevista telefónica, el coordinador del seminario Cnel. (R) Héctor Gallardo, aseguró que «además de los fines académicos, ‘El Tormenta Conjunta’ es una oportunidad para que jóvenes de edades similares estrechen lazos que potencialmente se transformarán en fundamentales puentes de integración entre las futuras generaciones de dirigentes en las distintas actividades públicas y privadas del país».

Organizado por el Colegio Militar de la Nación, reunió tanto Cadetes de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) como así también a estudiantes de diversas carreras universitarias.
Desde el 24 al 26 de octubre se realizó, en el Colegio Militar de la Nación, el III Seminario Interfuerzas “Tormenta Conjunta”.

El mismo reunió tanto a Cadetes e Instructores del mencionado Instituto de Formación, de la Escuela de Aviación Militar y de la Escuela Naval Militar como así también a docentes y alumnos de las carreras de Ciencias Sociales y Ciencias Políticas, Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidad Católica Argentina (UCA), Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Durante la jornada de apertura, elDirector General de Educación del Ejército, General de Brigada Carlos Podio, aseveró: “No se imaginan la importancia que tiene para el país la tarea que como futuros dirigentes de la Nación tiene la labor que están desarrollando hoy en el Colegio Militar de la Nación”.

A lo largo de las tres jornadas, y con el objetivo de poner de relieve la construcción del conocimiento desde el punto de vista pedagógico sobre la Guerra del Golfo Pérsico, los Cadetes de las mencionadas Fuerzas Armadas expusieron sobre la operación “Tormenta del Desierto” que sucedió en 1991 y durante la cual nuestro país intervino. Asimismo, analizaron el desempeño táctico de los componentes aéreo, naval y terrestre justificando y argumentando las nuevas doctrinas de integración de las FF.AA.

Cabe mencionar que los Cadetes de cada una de las FF.AA. simularon una situación de guerra donde intervenían de acuerdo a sus componentes. En tanto, los alumnos civiles analizaron las contingencias bélicas, desde la órbita de las disciplinas que corresponden a la diplomacia, el derecho y la conducción política del Estado. Por otra parte, remarcaron la importancia del rol e intervención de los medios de comunicación y el desenvolvimiento de la sociedad toda durante una guerra.
ACTIVIDADES Y BALANCE

A lo largo del citado encuentro estuvieron presentes representantes tanto del Ministerio de Defensa, como de las casas de altos estudios mencionadas, quienes junto al resto de asistentes visitaron distintas áreas del Colegio Militar de la Nación.

Al finalizar la tercera edición de este encuentro, los organizadores manifestaron que tuvo un balance “altamente positivo” y que pretende una nueva edición para el año próximo.

Finalmente, durante una entrevista telefónica, el coordinador del seminario Cnel. (R) Héctor Gallardo, aseguró que «además de los fines académicos, ‘El Tormenta Conjunta’ es una oportunidad para que jóvenes de edades similares estrechen lazos que potencialmente se transformarán en fundamentales puentes de integración entre las futuras generaciones de dirigentes en las distintas actividades públicas y privadas del país».

23/5/22

LA GUERRA DE IRAK A COSTADO MUCHOS MILLONES A EE.UU


Militares estadounidenses cargan alimentos para lanzar desde el aire a los iraquíes que huyen del eI

Las guerras de Irak han costado a EE.UU. ya casi dos billones de dólares
La campaña de Obama supera la operación Zorro del Desierto, de Bill Clinton, que duró cuatro días y costó unos 500 millones de dólares


Estados Unidos ha gastado ya en sus guerras de Irak casi dos billones de dólares, y la cuenta no se ha cerrado. Aún es pronto para estimar el coste económico que tendrá la intervención ordenada por Barack Obama, pero los cuatro días que duró la operación Zorro del Desierto, lanzada por Bill Clinton en 1998, supusieron un gasto de 500 millones de dólares. Obama ya advertido que su campaña será para varias semanas o incluso meses. La suya, no obstante, será una guerra más barata que la de 2003, en la que EE.UU. enterró 1,7 billones de dólares.

Obama es el cuarto presidente de Estados Unidos que consecutivamente ha ordenado abrir hostilidades contra elementos iraquíes. El primero fue George H.

W, Bush, quien en 1991 lanzó la operación Tormenta del Desierto para liberar Kuwait, país del Golfo Pérsico que acababa de ser invadido por Irak. Se trató de una amplia movilización internacional, luego conocida como la primera Guerra del Golfo, que tuvo un coste final de 61.100 millones de dólares, según la estimación posterior del Congreso de EE.UU. El erario público estadounidense finalmente solo tuvo que pagar 12.700 millones de dólares, pues el resto se cubrió con contribuciones de otros países. Así, por ejemplo, Arabia Saudí pagó 12.800 millones y Kuwait 16.000 millones.

Durante la presidencia de Bill Clinton no hubo soldados sobre el terreno en Irak, pero el presidente demócrata lanzó hasta tres operaciones de ataques aéreos. Hubo bombardeos en 1993 y 1996, y en 1998 se produjo la actuación más contundente, la operación Zorro del Desierto, que supuso un gasto de 500 millones de dólares para el Pentágono.

La segunda Guerra del Golfo llegaría en 2003 con la invasión de Irak. Antes de comenzar, la Casa Blanca de George W. Bush estimó que toda la intervención podría durar un máximo de dos años, con un presupuesto de 100.000 millones de dólares.

 Cuando en 2011 se produjo la retirada final de las tropas estadounidenses, tras más de ocho años de conflicto, el Departamento de Defensa aseguró haber realizado un gasto directo en las operaciones de 757.800 millones de dólares. 

Pero a eso hay que sumar otras contribuciones del presupuesto estadounidense para la reconstrucción de Irak, así como el pago de intereses de la financiación y de beneficios sociales a los veteranos, muchos de ellos heridos. Un estudio de la Universidad Brown estimó la cantidad final en 1,7 billones de dólares.

16/5/22

“OPERACIONES BÉLICAS”




A 31 años de la zarpada del grupo T.88 al Golfo Pérsico, la historia confirma la real naturaleza de su misión


ARA BROWN

ARA SPIRO


Pese a que han pasado ya veintiséis años de la partida de la misión naval argentina a las aguas del Golfo Pérsico, el tiempo no ha hecho olvidar dicha participación y menos aún, el carácter de aquella operación que representó al final de cuentas, la presencia argentina en el escenario conflictivo más remarcable y terrible de finales del siglo XX y que aún a nuestros días sigue más vigente que nunca.

Pareciera que tanto los jefes de la Armada Argentina como los representantes políticos de aquella época –y obviamente los actuales-, han sido atacados por una aguda amnesia que no les permite acordarse de cuáles fueron las circunstancias fácticas, jurídicas y políticas en que dichos buques de guerra fueron enviados a las aguas del Golfo Pérsico. Y es que a razón de verdad, de esclarecerlas llevaría a que se deban reparar varias situaciones que han sido mantenidas bajo el tapete de la historia.

La versión oficial que aún subsiste en los empolvados anaqueles de los archivos del Congreso, de la Armada y del Archivo General de la Nación relata que el envío de las naves al Golfo fue por un “mandato de Naciones Unidas” para el “mantenimiento de la paz”; para empezar, ambas son dos grandes falacias.
Cuando se produjo la llamada “Crisis del golfo” tras el ingreso de tropas iraquíes al emirato de Kuwait el 2 de agosto de 1990, Buenos Aires se hallaba en intensas gestiones para seducir a Washington con miras a que trajeran inversiones privadas con el objeto de reflotar un país casi quebrado.




Por esas casualidades del destino, una misión del ministerio de defensa encabezada por el entonces ministro Humberto Romero se hallaba en Washington a la sazón de entrevistarse con George H. Bush y el entonces Jefe del Estado Mayor Conjunto el general Collin Powell, para supuestas tratativas sobre la situación de las FFAA argentinas carentes de repuestos de varias unidades de fabricación norteamericana y sobre la situación del proyecto “Cóndor”. Justamente en esos momentos, estalló la crisis lo que supuestamente obligo a que Bush y Powell partieran raudos a Arabia Saudita, dejando a la comitiva argentina para ser atendida por el vicepresidente y funcionarios intermedios.




Pero más allá de estas casualidades y bajo el influjo informativo de la versión oficial de Washington, el gobierno de Menem sin analizar las verdaderas implicancias y sin considerar claramente los alcances de lo que podría devenir una participación militar en el Medio Oriente, se comprometió a participar junto a lo que “EEUU decidiera”.
Si bien el gobierno argentino argumentó la salida de los navíos el destructor “ARA Alte. Brown” y la corbeta “ARA Spiro”, supuestamente conminadas por resoluciones de Naciones Unidas, ha quedado claro que ello no justificaba jurídicamente la remisión de una “misión de combate” como la que representó el grupo de tareas T.88.I que desde su ingreso al Teatro de Operaciones en el Mar Rojo comenzó con actividades que en el derecho internacional de la guerra representan actos hostiles contra una nación soberana. Esto último hay que subrayarlo, ya que no hubo un mandato de “paz” o una resolución de carácter vinculante del Consejo de Seguridad para emprender dichas acciones.

Aquella ocasión, representó para el gobierno de Menem la oportunidad para dar el salto a lo que él y sus seguidores neoliberales llamaban el “primer mundo” y para ello extendió un cheque en blanco a la Casa Blanca para que dispusieran como lo iban a cobrar. El verdadero trasfondo del envío de éste grupo de batalla no fue otro que el seguir una agenda de política externa que obsecuencia mediante, no midió consecuencias y una de ellas sería, la situación de los efectivos que habían sido enviados a lo que terminó siendo una guerra alta intensidad.




Es a partir de aquella situación de hecho en la que más de quinientos hombres de la Armada Argentina se vieron involucrados primeramente en actividades hostiles como fue el bloqueo económico y de mercancías a la república árabe de Irak, que fueron involucrándose en lo que en la jerga militar se denominan “operaciones militares” que no fueron, ni simuladas ni de mero apoyo simbólico a los esfuerzos de la Coalición Aliada como algunos desinformados trataron de argumentar a lo largo de estos años.

En esa situación y en consideración a las tecnologías militares que se hallaban disponibles en aquel entonces, vale la pena recordar que los peligros de la inserción de ambas naves dentro de un estrecho Teatro operacional –en cuanto a las distancias físicas- como el que representó el espacio acuático del Golfo Pérsico, duplicaron los peligros a los que se vieron expuestos los combatientes de la “Coalición” y por ende los marinos argentinos. Con solo unos cientos de kilómetros de anchura del Golfo, el margen de maniobrabilidad ante amenazas navales lo hacía prácticamente nulo. Y esto solo refiriéndonos a los “peligros convencionales” (misiles, minas y sabotajes) que muy bien pudieron haber causado estragos en el grupo ALFIL I.

Uno de los peligros con que convivieron los argentinos fue, la de tener que operar en aguas plagadas minas que habían quedado de la guerra entre Irán e Irak y que aún permanecían activas. El dato revela que el grupo de tareas se vio involucrado en aguas próximas a las operaciones bélicas que se llevaban sobre Kuwait e Iraq.

Es más, según los documentos de las unidades navales de la Coalición agrupadas en el NAVCENT, revelan que tanto el “ARA Brown” como el “ARA Spiro”, realizaban tareas de custodia y patrulla del grupo de ataque liderado por el portaaviones estadounidenses “USS-Midaway” desde donde se lanzaban constantes operaciones aéreas que bombardearon posiciones iraquíes en Kuwait y que llegaban a Bagdad. 

Y la posición señalada no era para nada relajada ya que, según se especulo recurrentemente por los estrategas en Dahram, si Irán se salía de la neutralidad en la que se había posicionado y pasaba a dar su apoyo a Bagdad, el principal blanco a la vista hubiera sido el portaaviones y todo su grupo entre ellos, los barcos argentinos.

Igualmente y más allá de aquellas ponderaciones –de las cuales los marinos no estaban al tanto- el grupo ALFIL I cumplió su misión de batalla y permaneció en actividad hasta el cese de las hostilidades. Si no fueron alcanzados por el fuego del bando iraquí solo fue una cuestión fortuita ya que, las posibilidades estuvieron servidas.

Ahora bien, pese a ello, los marinos argentinos no han sido debidamente reconocidos por sus méritos en el fragor de esas jornadas, algo que a la vista de la distancia histórica, representa una inconsecuencia que los deja injustamente discriminados en consideración de aquel evento bélico y del reconocimiento que recibieron sus camaradas de las armadas involucradas. 

En este sentido, pareciera que el gobierno de Menem creyó que podía exponer a los recursos del estado nacional –incluyendo a los humanos-, sin reconocer puntos específicos que hacen a lo estrictamente material y jurídico, sacrificables bajo el erróneo eslogan “Por la Patria o la Paz internacional”.

Creyendo equivocadamente que al no haber habido bajas, sus efectivos no eran dignos de reconocimiento y menos aún de alguna compensación por los servicios prestados, les dio las gracias, una apretada de manos al anterior Jefe del Estado Mayor de la Armada y adiós.

Sin dudas se trató de una avivada política que los jefes de estos hombres dejaron pasar. Pero esta omisión del entonces gobierno menemista no desapareció por el paso del tiempo y mucho menos ha perdido legitimidad en cuanto al fondo del reclamo de cada uno de los miembros de las dotaciones actuantes. Para que se entienda la mecánica de este proceder, los marinos argentinos deben recordar lo que lastimeramente ocurrió con sus camaradas del Ejército Argentino, quienes si habían sido enviados bajo el pabellón de Naciones Unidas como “Cascos azules” a Croacia entre 1991 a 1995 y que algunos de ellos, al ser alcanzados por fuego de los contendientes, regresaron heridos o con severos daños. Ese mismo gobierno les dijo “que no les debían nada” y ahí se terminó el tema 

(v. http://www.lanacion.com.ar/488110-la-paz-que-no-llega-br... ) aunque más tarde, la justicia les hizo lugar a sus reclamos.

También habría que recordar, hasta donde estaba dispuesto aquel gobierno menemista con tal de agradar a Washington y lograr de ese modo, aquella demorada promesa de convertir a la Argentina en un país aliado de la OTAN, que en 1998 le ofreció a Washington enviar nuevamente tropas contra Irak, pero esta vez, enviando tropas de tierra (. LA NACIÓN. “Menem se alineo contra Saddam”.


Para ir concluyendo, queda claro que si aquellos marinos que participaron activamente en las tareas de combate dentro del Teatro de Operaciones de lo que se conoció como “guerra del Golfo” entre 1990 y 1991, su posición con respecto a esos cascos azules es claramente disímil ya que, las dotaciones del grupo ALFIL I estuvieron involucrados con una de las partes (Coalición) lo que la legislación internacional reconoce a los combatientes de una guerra derechos inherentes a tal condición, mientras que los llamados “cascos azules” están llamados por un mandato de la ONU a separar a las partes del conflicto.

Que esto no haya querido ser visto por el gobierno es una cosa, pero ello no significa que no exista ese derecho latente a ser reconocidos como “veteranos” con todos los derechos patrimoniales inherentes a la calidad de tal.

15/5/22

UN RECONTO DE LO QUE PASO, Y POR QUE DEL OLVIDO DE LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO

SI TIENEN DUDAS, ACA TENES UN DIPUTADO DE LA OPOSICION DE MENEM, DONDE IBAMOS, A LA GUERRA. MAS CLARO ECHALE AGUA, NO SE POR QUE CALLARON TODOS LOS  MINISTERIOS Y POR QUE DICEN "MISION DE PAZ"




DIPUTADO STORANI



NO APTO PARA MENORES DE 18 AÑOS

SEÑORES DE TODOS LOS GOBIERNOS DEL 1991 A LA FECHA, AQUI TIENEN UNA MUESTRA DE LO QUE PASO EN LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO, Y POR LO MENOS TIENEN UN VIVO, ADEMAS DE ESTAR VIVO "DOMINGO CAVALLO" RECIBIO DINERO POR PARTE DE KUWAIT, POR QUE EL RESTO YA MURIERON, LOS EJECUTORES DE ESTE ENVIO A LA GUERRA.

La participación Argentina en la Guerra del Golfo Pérsico, 1990-1991. Esta es la última guerra que ha participado la Argentina oficialmente, como parte de la coalición que enfrentó a Irak a principio de la década del 90. Esta participación le permitió a la Argentina para ser reconocido como Aliado Importante extra OTAN.

LA COALISION EN FUNCIONAMIENTO EN EL GOLFO PERSICO 1991


14/5/22

LA HERENCIA GEOPOLITICA DE LA GUERRA DEL GOLFO PERSICO.





Para algunos, fue el último conflicto de la Guerra Fría, mientras otros consideran que se trató del primero de la llamada Posguerra Fría. Sin embargo, más allá de ese debate, lo cierto es que la Primera Guerra del Golfo marcó un punto de inflexión a fines del siglo XX.

Cuando hace treinta años (el 2 de agosto de 1990) Irak atacó el pequeño emirato de Kuwait, Saddam Hussein justificó la invasión a partir de disputas fronterizas y el control de reservas petroleras. Y, probablemente, pensó que anexar de facto a su vecino como una nueva provincia iraquí no tendría consecuencias más allá de Medio Oriente. Pero estaba muy equivocado.

La aventura militarista de Hussein se produjo en el marco de la progresiva -y compleja- distensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que en ese entonces ya muchos veían como la antesala definitiva al término de más de cuarenta años de Guerra Fría y el nacimiento de un orden mundial diferente; uno en el que acciones de fuerza como la invasión a Kuwait no podían tener cabida.

Por eso, el presidente George H.W. Bush -que en 1989 ya había ordenado la invasión de Panamá para capturar a Manuel Antonio Noriega- no dudó en impulsar sanciones económicas sobre Irak, que golpearon directamente a su industria petrolera. Pero, además, planteó la necesidad de estar preparados para una acción militar en contra de Hussein e inició un despliegue de tropas y equipo en la vecina Arabia Saudita.

De esa forma, se iniciaba la llamada Operación Escudo del Desierto, que se tradujo en el envío de aviones de combate, buques de guerra, tanques y tropas a la vecina Arabia Saudita en los meses siguientes. En gran medida, porque tanto Washington como Riyad temían que este país fuera el siguiente blanco de Hussein. Y, además, era el punto más cercano para lanzar cualquier acción militar aéreo-terrestre.

Paralelamente, Mijaíl Gorbachov, líder de la Unión Soviética, eligió un camino diferente, apostando por conducir gestiones diplomáticas que lograran convencer al dictador iraquí de retirarse de manera voluntaria de Kuwait.

El problema fue que Saddam Hussein no tenía ninguna intención de abandonar el pequeño emirato y aprovechó tanto las visitas de las delegaciones soviéticas como las discusiones al interior del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para dilatar la toma de cualquier decisión. Un camino que, finalmente, no condujo a ningún resultado concreto.



USS Nimitz en el canal de Suez, y atrás nosotros.


Lecciones de Vietnam



En ese contexto, el 29 de noviembre de 1990, el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución 678, que autorizaba el uso de la fuerza militar en contra de Irak, si el gobierno de Bagdad no ordenaba el repliegue de sus tropas desde Kuwait antes del 15 de enero de 1991.

No había sido una decisión tomada a la ligera, considerando que la primera vez que el Consejo había autorizado el uso de la fuerza militar había sido en el marco de la Guerra de Corea (1950-1953), de modo que la fecha tope no debía tomarse a la ligera.

Finalmente, cuando expiró el último plazo dado por el Consejo de Seguridad, se dio “luz verde” a la opción militar y la Operación Escudo del Desierto se transformó en la Operación Tormenta del Desierto, que lanzó demoledores ataques aéreos contra blancos en Irak y en el ocupado Kuwait. Luego, fue el turno de las fuerzas terrestres.

En muchos aspectos, Estados Unidos -liderando la coalición multinacional- decidió aplicar varias lecciones aprendidas en la Guerra del Vietnam. 

En primer lugar, construyó un discurso claro y preciso, sobre la amenaza que representaba Saddam Hussein para Medio Oriente y el peligro de que se comprometiera el abastecimiento de petróleo.

Segundo, decretó que estratégicamente debía ser un conflicto corto, tanto para minimizar las bajas como para evitar una caída en el apoyo de la opinión pública (cosa que había ocurrido en los años 60 y 70).

Y tercero, estableció un mayor control sobre los medios de comunicación, obligándolos a actuar en grupo (pool de medios) y limitando su acceso a la información.

A pesar de eso, la Primera Guerra del Golfo quedó en la memoria como el primer conflicto televisado en vivo en la historia de las guerras y de los medios de comunicación.





George H. W. Busch

Consecuencias del conflicto



El conflicto fue breve y para el 28 de febrero Estados Unidos confirmó que las tropas iraquíes habían sido expulsadas del emirato. El costo en vidas no fue menor: la coalición internacional tuvo cerca de 400 efectivos fallecidos, mientras que Irak sumó entre 25 mil y 30 mil soldados muertos.

Y aunque muchos en el Pentágono abogaron por “terminar el trabajo” y derrocar a Hussein, Bush se apegó al mandato del Consejo de Seguridad: el uso de la fuerza militar solo había sido autorizado para liberar Kuwait.
EN QATAR VIENDO EL BLINDADO ANTI QBN, personal de la ARA SPIRO.


Entonces, alzamientos de la población kurda en el norte del país y de chiitas en sur, hicieron pensar que serían los propios iraquíes los que acabarían con Hussein, aprovechando su aparente debilidad tras la derrota ante la coalición internacional.

Sin embargo, Saddam Hussein aún contaba con la Guardia Republicana, una fuerza militar de élite que en poco tiempo sofocó los alzamientos y generó un dramático éxodo de kurdos y chiitas que escaparon hacia los países vecinos.

Frente a eso, la comunidad internacional -como una manera de ofrecer algún mínimo grado de protección- se limitó a establecer zonas de vuelo (tanto en el norte como en el sur del país) en las que no podían volar aviones de combate ni helicópteros artillados iraquíes.

Para Estados Unidos, la aplastante derrota de Irak se convirtió en la victoria que le permitió enterrar en las arenas del Golfo Pérsico a los fantasmas de la Guerra de Vietnam. Y a partir de ese momento, Washington capitalizó el desenlace del conflicto como una muestra de su superioridad.

En Moscú, el balance fue muy distinto. La estrategia diplomática de Mijaíl Gorbachov había sido aprovechada por Hussein solo como una manera de dilatar cualquier decisión respecto de la ocupación de Kuwait. Y, además, el equipamiento militar soviético en manos iraquíes (tanques, aviones, misiles) había quedado “humillado” frente a las armas de Estados Unidos y sus aliados.

De esta forma, el pobre desempeño de la Unión Soviética en la Guerra del Golfo se transformó en un nuevo elemento para que los sectores más conservadores del Partido Comunista llevaran adelante el fallido golpe de Estado en contra de Gorbachov, en agosto de 1991. Y que precipitó el fin de la URSS.

¿Qué habría ocurrido si Saddam Hussein no hubiera invadido Kuwait? Es probable que las negociaciones entre Washington y Moscú hubiesen acabado con la firma de un conjunto de tratados que pusieran término oficial a la Guerra Fría. Y la Unión Soviética habría seguido existiendo algunos años más.

Asimismo, Estados Unidos no habría llegado a proclamar el nacimiento de un orden mundial unipolar, como lo planteó tras la desaparición de la URSS. Y quizás no habría invadido Irak en 2003, en el contexto de la llamada Guerra contra el terrorismo, con todas sus consecuencias para ese país y Medio Oriente.

7/5/22

"CUESTIONES SEMANTICAS"





Según un análisis desde el punto de vista jurídico sobre la participación argentina en la guerra del Golfo no deja lugar a dudas sobre la naturaleza de su misión



USS Wisconsin 1991

En realidad nadie puede decir lo que allí sucedió sino solo quienes fueron protagonistas directos de la guerra. Esto ante las continuas manipulaciones e inexactas informaciones que dan cuenta de las acciones que llevaron a cabo las dos naves de la fuerza de tareas T.88.0 compuesta por el destructor “ARA Alte Brown” y la corbeta “ARA Spiro”, actores principales y testigos directos de lo que fue aquella guerra a miles de kilómetros de su patria que muchos continúan erróneamente denominando “operaciones de paz”.


Contextualicemos la intervención de esta “fuerza de combate”. Primeramente veremos que lo que desató la crisis en el golfo fue la invasión de Iraq sobre el vecino Kuwait, cuestión que no nos avocaremos a analizar como lo hemos hecho anteriormente. En ese mismo instante el mundo estaba cambiando. El equilibrio geoestratégico de la bipolaridad existente entre EEUU y la Europa de oeste y la URSS se había roto con la disgregación de éste último.


El gobierno argentino al tener conocimiento de dicho evento, no tardo en expresar su apoyo irrestricto a Washington y recién después adherir a los supuestos mandatos de Naciones Unidas. En ese sentido el gobierno de Carlos Saúl Menem vio la oportunidad de colgarse de uno de los episodios con trascendencia internacional que catapultaría a su gobierno a los altos niveles de la política internacional y que a su vez, lo pondría a la vista de la Casa Blanca.


De este modo podemos ver como los acontecimientos se desarrollaban por dos carriles políticos diferentes. Uno iba por la preocupación de la ONU expresada con la resolución 660 del 2 de agosto de 1990, mediante la cual condena a Iraq por la invasión y ocupación de Kuwait y unos días después, el 6 de agosto la resolución 661 que estableció un embargo económico sobre la república árabe de Iraq siendo para la Casa Rosada, motivos suficientes para argumentar su intervención. El otro carril iba por la vía de los preparativos netamente militares y los cuales estaban liderados por los EEUU, preparativos que no estuvieron exentos de ciertas curiosidades que los historiadores militares –especialmente norteamericanos- tratan de obviar.




Alouette III embarcado en el Golfo, 1991



Desde el punto de vista jurídico, las resoluciones de Naciones Unidas no son vinculantes por lo cual, no tenían fuerza para “obligar” a la Argentina a intervenir. Por otra parte y como veremos, nunca hubo un mandato para el establecimiento de paz.


Sin meternos en asuntos políticos y centrándonos en la mera cuestión operativa de las unidades argentinas, vamos a esclarecer algunos puntos oscuros que han sido aprovechados para confundir a los legos en la materia y en especial con lo que tiene que ver con el derecho internacional.


Mucho antes de que Naciones Unidas tratara en profundidad lo que había desatado la crisis en el Golfo Pérsico, Washington ya había desplegado una fuerza militar a Arabia Saudita y gestionaba tratativas con Ankara para utilizar su país para desplegar tropas norteamericanas en la frontera norte de Iraq. La familia real saudita llamó a Washington urgente notificando lo que pasaba y como respuesta el mismo presidente estadounidense George H. Bush y su general del estado mayor Collin Powell fueron transportados inmediatamente a Arabia Saudita en las horas posteriores al 2 de agosto.


En ese mismo momento, en Washington (el 2 de agosto de 1990) se hallaba una comitiva del Ministerio de defensa encabezada por Humberto Antonio Romero quienes por estos motivos, no pudieron ser recibidos por el mismo presidente Bush debiendo contentarse con el recibimiento del vice Dan Quayle quien estaba a cargo del Consejo Nacional de Seguridad. Igualmente el momento fue oportuno para que –consultas telefónicas mediante- se le expresara a Washington que “la Argentina colaboraría con lo indispensable en esta crisis”, recibiendo el agradecimiento de Quayle y que luego serían reforzadas con misivas personales del mismo Menem dirigidas a su par George H. Bush.


A partir de ese momento y sin que Naciones Unidas ni el Consejo de Seguridad se expidieran sobre algún “mandato” de cómo se procedería en este caso, el gobierno argentino se puso a la par de los procedimientos que Washington estaba impulsando por su propio carril sin interesarle si aquellos órganos internacionales se expedirían por legalizar una intervención bajo la bandera de Naciones Unidas. Recordemos que George H. Bush utilizó el incidente para justificar una escalada alegando que “Iraq había agredido a un país vecino”, “que había violentado la ley internacional” y una serie de argumentos que le sirvieron para ordenar la creación de una Coalición militar sin el aval de Naciones Unidas.


Consecuencias de la guerra



Importante también tener en cuenta, que los comandantes a cargo de la “Coalición” y del Comando de operaciones que se monto en la capital saudita y en Darham estuvo compuesto por oficiales de alta graduación dirigidos por una plana de generales y almirantes norteamericanos quienes a su vez estaban liderados por el general del ejército de los EEUU Norman Schwarzkcopf; comando al que se subordinaría luego el grupo de tareas “ALFIL I”.


Al mismo tiempo y calcando la posición norteamericana, el 16 de septiembre Menem alega que “Argentina enviará tropas al golfo sin ningún tipo de consulta” y agregó que sus decisión estaba justificada “si el objetivo perseguido es consolidar la paz”. El 18 de septiembre tras haber comprometido su colaboración a Washington, alego públicamente que se enviaría una fuerza “para restablecer la paz y evitar una tragedia de imprevisibles consecuencias en la zona del conflicto”. Un día después el mismo Menem reconoce que el gobierno kuwaití le requirió unilateralmente –y obviamente por consejo de Washington- colaboración, asimilando el pedido como si “la misma ONU lo hubiera hecho”. Pero una de las cerezas que decoran este pastel, es que el 24 de septiembre se reunieron en Buenos Aires, el Subjefe del estado Mayor Conjunto de los EEUU el Almirante Jeremiah y el embajador norteamericano en Buenos Aires Terence Todman con el ministro de defensa Humberto Romero y con el Jefe del Estado Mayor de la Armada el Vice Almirante Emilio Osses en donde se ultimaron los detalles técnicos y se concluyó con la participación argentina en la “Coalición”.


Un día después, el 25 de septiembre y tras agotar todos los repuestos de los pañoles de Puerto Belgrano, zarpan con sus bodegas de armas y municiones completas las dos naves argentinas rumbo al Golfo Pérsico.


No olvidemos que a esa fecha en Naciones Unidas no se había expedido sobre la “autorización para el uso de la fuerza y ultimátum” para que Iraq se retirara de Kuwait (Res. 670/678) y menos aún, esbozó el proyecto de un “mandato” para sí, evitar la guerra y hacer prevalecer la paz.


Precisamente sobre el tema de un “mandato”, sin más rodeos hay que dejar en claro que Naciones Unidas jamás otorgó entre agosto de 1990 y marzo de 1991 mandato alguno para involucrarse como organismo en la conformación de una “fuerza de paz”, dando un paso al costado y dejando a que fuera EEUU y sus aliados quienes conformaran una fuerza en forma de Coalición que tuvo su Comando de operaciones en Riad, Arabia Saudita.


El último argumento esgrimido por el presidente argentino fue expuesto el 19 de septiembre cuando afirmo que “Argentina no puede darse el lujo, en este momento que estamos emergiendo de una crisis, de quedar aislados del resto del mundo”, culminando con la aseveración de que “no son tropas intervencionistas sino para consolidar la paz, para evitar consecuencias de un enfrentamiento”, había señalado con énfasis, quedando en claro que esto último nunca se cumplió y que ante el inevitable involucramiento en las hostilidades, el Congreso sanciono a las apuradas en enero de 1991 la ley 23904 autorizando a la fuerza T.88 a responder el fuego.

La ruta de la muerte. Miles de iraquies asesinados en su retirada



Antes de seguir hay que dejar en claro que Argentina al apoyarse en la res. 661 que impuso un embargo a Iraq, puso en marcha la primera medida políticamente hostil contra otra nación soberana que luego ampliara con su participación activa en su aplicación mediante el bloqueo marítimo (Acto hostil).


Como vemos al no haber habido un “mandato” no hubo representación ni menos aún involucramiento operativo de Naciones Unidas en esta Coalición armada. Lo que si existió fue una “autorización” (Cf. Art. 42 Carta de N.U.) del Consejo de seguridad para el uso de la fuerza, que fue el desencadenante de la guerra –y no de operaciones de paz- que se abrió a las 00hs del 16 de enero de 1991 y que recién culminó con terribles consecuencias para la población civil el 27 de febrero del mismo año.


Las naves argentinas no se interpusieron en el medio de los contendientes (Como hubiera supuesto un mandato de mantenimiento de paz) ni menos aún enarbolaron la bandera de Naciones Unidas; por el contrario fueron parte del bando aliado contra Iraq.


En conclusión, con estos antecedentes que están muy bien documentados y conjugados con la normativa del derecho internacional aplicable a la participación naval argentina, en especial a la referente al “Derecho de la guerra Marítima” que se elaboro a partir de las Conferencias de la Haya y de las previsiones de la “CONVEMAR 1982”, las dotaciones argentinas participaron en acciones bélicas y no en operaciones de mantenimiento de la paz.

"ALGUNAS CONCLUSIONES DE LA TORMENTA DEL DESIERTO"




A 30 años del final de la Guerra del Golfo: 

¿Qué misión tuvo el grupo de Tareas naval argentino GT 88.0 denominado “Alfil 1” durante las operaciones Escudo del Desierto y Tormenta del Desierto?”

Con todos estos elementos a la vista, concluir que las unidades navales argentinas habrían participado en una “misión de paz” (Peacekeeping o Peacemaking) es pretender alterar la verdad de los hechos de la historia contemporánea.

El gobierno argentino se dio cuenta tarde de aquello y ante la inminencia de las acciones bélicas y sin poder discutir lo planificado, su Congreso debió sancionar una ley para autorizar el legítimo uso de la fuerza por parte de sus tropas. NOS CAGARON EN UNA PALABRA.







Poco o nada se ha estudiado y mucho menos divulgado en la Argentina sobre los entretelones de una de las campañas bélicas convencionales más cruentas de finales del siglo XX. Nos referimos a la vulgarmente conocida como “Guerra del Golfo” en la cual y pese a los pruritos políticos que aún perviven allí, el país sudamericano fue parte de aquella campaña en las angustiantes jornadas de comienzos de los noventas.


Dejando a un lado la faz meramente política de aquella decisión, veremos cómo y cuál fue el alcance de los servicios prestados por el Grupo de Tareas argentino (T.88.0) dentro de aquella monstruosa organización operacional que en un comienzo comenzaría a desplegarse con la llamada OPERACIÓN ESCUDO DEL DESIERTO dedicada a la vigilancia y contención de una posible ofensiva iraquí sobre los campos petrolíferos de Arabia Saudita y que más tarde desde el 17 de enero de 1991 evolucionaría a una fase netamente ofensiva denominada como OPERACIÓN TORMENTA DEL DESIERTO.


Ante todo debemos dejar en claro que el diseño de ambas operaciones, estuvo bajo la autoría y dirección del Departamento de Defensa de los EEUU desplegadas en el Teatro de Operaciones que abarco todo el golfo bajo la jurisdicción operativa regional del Comando Central de los Estados Unidos CENTCOM y en lo que hizo al ámbito especificio de las operaciones en el mar las mismas estuvieron supeditadas en primera instancia al MARCENT. La aclaración es a los fines de dejar en claro que dicha estructura fue pensada para un propósito netamente ofensivo que comenzó a conformarse a mediados de octubre de 1990 y que estuvo totalmente alejado de una supuesta tarea de pacificación encargada por Naciones Unidas.


La única participación institucional vinculante de Naciones Unidas fue la emisión por parte del Consejo de Seguridad de una autorización para el uso de la fuerza que dicho sea de paso, revela una vez más la inexistencia de alguna misión de paz.




Uno de los problemas que afrontó Washington por aquel entonces, fue la necesidad (política y estratégica) de que sus fuerzas armadas concretaran una operación militar breve y eficaz en el resultado. Una guerra extendida en el tiempo era inaceptable tanto para La Casa Blanca como para la opinión pública estadounidense que seguía resintiendo el “Sindrome de Vietnam”. A pesar de la potencialidad militar y de los amplios recursos con los que contaban los estadounidenses (el apoyo de la OTAN), varios factores del objetivo encargado y las capacidades militares iraquíes de aquel entonces, hicieron necesario que se conformara una “Coalición” a los fines de –entre otras cuestiones- cubrir amplias áreas de servicio vitales que distraerían a unidades irreemplazables en la ejecución de las operaciones ofensivas.


Para concretar estos planes, se requería de una organización, que para este desafío se preanunciaba como muy compleja. Para ello había que tomar algún modelo de organización e implementarlo a la brevedad para comenzar a estructurar una mega fuerza militar combinada (terrestre, naval y aérea) que revestiría una alta complejidad para su ensamble, mantenimiento y conducción. Como primera fase, había que recopilar información de la situación en el terreno y las necesidades que se debían cubrir por esta mega estructura. Una vez que se contaba con este material había que tomar las decisiones para llevar adelante las operaciones y por último, la implementación fáctica en el terreno de esas decisiones.


La fase informativa es vital dado que a partir de ella se determinaran los modos, las opciones y vías de acción para desarrollar las operaciones militares, un ítem que los estadounidenses en aquellos momentos tenían cubierto dado su previo e íntimo conocimiento sobre las capacidades militares iraquíes, adquirido por su apoyo durante la guerra contra Irán (1980-1988).


De ello se elegirá la opción más conveniente a los fines buscados. Queda claro que las comunicaciones deben ser fluidas y seguras para el éxito de una organización tan compleja como la conformada en aquella oportunidad pero que los EEUU vio compensada con su ventaja tecnológica. En este sentido y por el tamaño de la fuerza militar que se requería para forzar a los iraquíes a desalojar Kuwait, era evidente que el modelo organizacional no podía ser rigido y dependiente de decisiones de un comando centralizado y bajo un solo liderazgo. Se requería de rapidez en la toma de decisiones sin que ello supusiera falta de evaluación de la situación a resolver. Ello para nada significaba que existía libertad de acción operativa o el abandono a la mera discreción de los comandantes de cada grupo de tareas en el área asignada.


En el caso de las operaciones navales dentro del Teatro de guerra, en las cuales participaron dos unidades navales argentinas (Alfil 1), las decisiones tácticas no podían salirse de un marco predeterminado por las decisiones previamente impartidas desde los Comandos de cabecera en Riad y Dahram.




En este último sentido, los capitanes del destructor “ARA Almirante Brown” y de la corbeta “ARA Spiro” respectivamente no actuaron por motu proprio ni por ordenes devenidas de un Comando de fuerzas al estilo de las UNPROFOR bajo mandato de Naciones Unidas como simplonamente se suele argumentar desde sectores políticos del Ministerio de Defensa y oficiales de la Armada Argentina sino que debieron ajustrase al marco operativo diseñado por los especialistas de la logística estadounidense. 

La doctrina prevaleciente en todas unidades navales operando dentro del Golfo Pérsico desde el 17 de enero hasta el 28 de febrero de 1991 fue la de “guerra” en todo el alcance de su acepción. Por tal hecho, ambos altos oficiales fueron debidamente instruidos en las Conferencias realizadas por los comandos navales ARCENT y el NAVCENT a cargo de los militares estadounidenses –no de Naciones Unidas- para que atendiendo a procedimientos ATO y tras la adaptación de sus sistemas de señales y comunicaciones, sus dotaciones operaran de forma conjunta y combinada con otros grupos navales proveyendo servicios aeronavales en una determinada área de las aguas del golfo.


Las tareas encargadas al grupo argentino se hallaban dentro de los planes organizacionales de aquella “Coalición” y que, al igual que las demás fuerzas navales no estadounidenses presentes en el golfo, cubrirían puestos de servicios vitales para el desempeño de las operaciones que propondieron al éxito de la organización toda (Coalición).


De ese modo y en pleno de la fase bélica, mientras algunos grupos navales se centraron en proporcionar apoyo de fuego naval, inteligencia y cobertura electrónica para los aviones que incursionaban sobre Kuwait y el sur de Iraq, otros como el grupo argentino proveyeron apoyo logístico, vigilancia y custodia a los convoyes de aprovisionamiento que se dirigían a los puertos sauditas de “Al Jubail” y “Dammam” los cuales por encontrarse dentro del Teatro operativo podían ser blanco de una sorpresiva ofensiva iraquí.


La función del grupo naval argentino fue vital para proveer los medios a las fuerzas de la Coalición necesarios para satisfacer las exigencias de la guerra planificada. Por medio de la prestación de este servicio se determinó cómo y dónde debía concentrase la fuerza de batalla que se desplegaría en tierra bajo la protección esencial de fuerza aérea la cual estaba sometida a su propio comando operacional. Sin éste servicio proveido mayormente por una ruta marítima segura no se habrían podido establecer los centros y bases de abastecimiento logístico más al oeste de “Wadi Al Batin” en Arabia Saudita. Tal como lo enseña el diseñador de la logística para ésta campaña “la logística proporciona la capacidad de poder de combate” dejando en claro, que sin la prestación de este servicio –como una condición sine quanon- no se habrían podido cumplir con los objetivos estratégicos y tácticos trazados en aquella oportunidad.


Pero a pesar del plan presentado, el mismo estuvo bajo constantes observaciones y retoques realizados de parte de los especialistas en logística de cada comando involucrado, quienes asesoraban a sus comandantes quienes a su vez se veían obligados a realizar reuniones de información para ir actualizando a cada uno de los Comandos que operaban en el Teatro.


Visto a la distancia y considerando lo esencial de una gigantesca logística como la quí puesta en marcha, imprescindible para movilizar a esta mega fuerza militar que se estaba concentrando a más de 500.000 hombres en el territorio saudita, de haber sido los iraquíes más audaces en su iniciativa y aprovechando los recursos con los que contaban (entre ellos los misiles SS-SCUD y sus variantes reformadas), de haber atacado la ruta naval y en particular los puertos de “Al Jubail” y “Dammam” a comienzos de octubre o incluso noviembre, hubieran retrasado críticamente las operaciones de la Coalición aliada creando la incertidumbre entre los aliados y poniendo en jaque los planes políticos de la Casa Blanca. Esto obviamente no ocurrió por una decisión que estuvo sometida a consideración y análisis del rigido Comando militar y político iraquí en Bagdad basado esencialmente en una doctrina netamente soviética.


Por lo pronto hay que remarcar, que todas las naves que desde septiembre de 1990 ingresaron al Golfo Persico, estaban poniéndose en una situación potencial de conflicto dado que (más allá de las resoluciones de Naciones Unidas) la implementación de tareas de bloqueo comercial a los puertos y rutas comerciales iraquíes, la interceptación de naves comerciales en ruta a dicho país y su captura representaban acciones hostiles que podían generar una respuesta legitima y no amistosa por parte de Iraq. Asimismo y visto a la distancia la comprobada determinación de Washington por ir a la guerra contra Iraq, quedo claro que el bloqueo implementado fue parte funcional a la estrategia militar estadounidense, destinada a crear el debilitamiento material y moral en el bando iraquí que buscaba esencialmente una definición rápida que evitara una extensión de la guerra más allá de lo conveniente para La Casa Blanca y el Pentágono.




El gobierno argentino se dio cuenta tarde de aquello y ante la inminencia de las acciones bélicas y sin poder discutir lo planificado, su Congreso debió sancionar una ley para autorizar el legítimo uso de la fuerza por parte de sus tropas.


De más estar mencionar que dentro de estas tareas venían ínsitas las propias correspondientes a cada una de las unidades que componían al grupo. En este sentido el destructor “Almirante Brown” (D-10), por su clase (MEKO-360) y tal como estaba acondicionado, se hallaba preparado junto a la corbeta “Spiro” (P-43) para proporcionar la tarea de protección en todo tiempo contra incursiones de embarcaciones menores (DHOWS camufladas como de pesca) para el sembrado de minas con gran potencia de fuego, o de hombres rana que se movían en botes de goma y de posibles ataques aéreos contra la ruta logística. 

En este sentido y por último abunda tener que señalar que estos buques debían estar listos para el combate abierto y por ello autorizados de tomar las decisiones necesarias acordes a la situación del momento a fin de proteger los objetivos asignados.