23/9/15

“LAS CINCO ESPADAS DE DAMOCLES EN EL TOW”




VETERANOS DE AYER

“EVIDENCIAS ESPELUZNANTES SOBRE EL PELIGRO AL QUE SE VIÓ EXPUESTO EL GT.88”

Solo con el paso del tiempo era posible determinar cuál había sido la realidad imperante en aquel conflicto conocido como la “guerra del golfo”. Lejos de aquellas jornadas de manipulación informativa a cargo de una sola fuente como fue la CNN, que además estaba condicionada a los filtros de la censura militar del Pentágono, se puede cotejar con mayor objetividad la dimensión que implicó este conflicto y sus consecuencias que hasta el presente siguen pagando vencedores y vencidos.

Anteriormente habíamos visto que la tan tecnológica y avanzada guerra a distancia de la que se jactaron generales y analistas estadounidenses no había sido tan impactantemente precisa como lo presentaron en sus informes y mucho más aun en las novelas que terminaron en filmes hollywoodenses.

Fue cierto y no quedan dudas sobre la destructividad de la llamada campaña “Desert Storm”; pero también fue una verdad muy bien ocultada hasta no hace mucho, que los miembros de todas las fuerzas que formaron la coalición, no se la llevaron de arriba y a las bajas que se produjeron en los enfrentamientos convencionales dentro del TOK, dejaría una mácula invisible y muy dañina dentro de cada uno de aquellos.

Pero el desenlace de las operaciones militares fue relativamente rápido. A la vista de varios expertos, demasiado rápido y a la vez, fue una muy buena noticia para los más informados sobre las capacidades militares de Iraq dado que, si se hubiese extendido el conflicto más allá del mes de febrero, la Colación pudo haber empezado a experimentar golpes inesperados y muy dañinos contra su flota.

El fracaso de las operaciones de bombardeos tácticos contra los emplazamientos de SCUD y las olvidables incursiones de los comandos británicos y estadounidenses tras las líneas enemigas –sobre los cuales se ha mantenido un hermético silencio- llevó a que los analistas de inteligencia y los expertos en el armamento que poseía Iraq por ese entonces, a sugerir que fuera de la forma que fuese, había que culminar la guerra sin pretensiones de avanzar sobre territorio iraquí. Pero ¿cuáles eran esas consideraciones para que se apresurara el fin de las hostilidades?

El castigo inmisericorde de los aviones y los misiles navales de la coalición se sintieron mucho más sobre la población civil que sobre las unidades militares de Saddam, demostrando que la tan arrogada “precisión quirúrgica” de la que los generales estadounidenses se jactaban en sus ataques, solo se veían en grandes instalaciones estáticas como hangares, aviones inmovilizados en sus pistas, posiciones de artillería y vehículos blindados semi enterrados en las arenas del desierto –sin descontar por supuesto, los miles de Dumies que imitaban tanques, vehículos lanzadores de SS-SCUD, misiles Frog-7 etc- .

Para los pobres soldados conscriptos del ejército raso iraquí fue una pesadilla interminable de machaque día y noche con toneladas de explosivos sucios con uranio enriquecido cayendo sobre sus endebles refugios y trincheras. Obligados a formar posiciones fijas de trincheras al mejor estilo de la 1º guerra mundial, hicieron de los aviones y helicópteros norteamericanos y aliados, un polígono de tiro al blanco con premio asegurado.

Pero como lo comentaban varias fuentes de inteligencia y documentos de la época que se han desclasificado hace poco tiempo atrás, esa no era la verdadera guerra en la que existe una contraparte que puede responder; los verdaderos tipos de temer aguardaban sus ordenes para un momento determinado del conflicto. Pudimos ver que dentro de las llamadas tropas de elite de Saddam, la “Guardia Republicana” habían unidades que contaban con imaginativas tácticas de las que dieron muestra tan solo en más de una docena de veces pero que hicieron que varios altos oficiales de enlace dentro de sus unidades de combate, pensaran “en dónde y con quiénes nos hemos metido?”

Aquel incidente en el que un comando iraquí intentó dañar al Portaaviones “USS Missouri” lanzando dos proyectiles muy bien disfrazados en dos pontones que simulaban artefactos navales de señalización, no solo demostraba el grado de osadía sino también la variedad de recursos en sus arsenales. Esto por las características de esos proyectiles que según documentos de inteligencia iraquíes detallaron como MMS o no guiados, eran misiles del tipo “FROG-5” imaginativamente adaptados para ser montados en pontones diseñados para ese fin y en los cuales habrían trabajado ingenieros iraquíes y de Corea del Norte.

Pero estos episodios no son el fondo de la cuestión presentada. Al culminar la guerra y como parte de la propaganda mediática occidental, según los informes del Pentágono, la coalición había destruido un importante porcentual en la capacidad ofensiva de Iraq.

Esto no se condecía con la realidad imperante en la pos guerra. Más allá de la sorpresiva retirada de las tropas iraquíes, Saddam conservó las mejores unidades de la Guardia Republicana y solo acuso la pérdida de apenas 4 de las 15 unidades lanzadoras SS-SCUD 1, un 5 % de las baterías antiaéreas SAM-13 y solo un 12 % de las unidades blindadas en su mayoría, de batallones regulares equipados con los viejos T-55, de los cuales abundan ardiendo o despedazados en las fotografías de la época.

Por el contrario, los bombarderos B-52 y los ataques tácticos de los A-6, F-14 y F-16 gastaron millones de dólares en bombas y misiles sobre blancos falsos y maquetas elaboradas con chatarra. De este modo, aparentes posiciones de radares “Roland” y sus lanzadores fueron acalladas por los primeros y exitosos raids de la coalición; los videos tomados por los misiles inteligentes “Hell-fire” eran la prueba del éxito.

Pero el paso de las horas y de los días fue evidenciando que los cielos de Iraq no estaban libres de fuego enemigo. De esta manera los comandantes de operaciones en Riad y Darahm atónitos se preguntaban ¿de dónde salieron estas nuevas baterías?, sin advertir que lo que se había pensado como destruido, se había escondido muy bien en las proximidades.

Lo mismo ocurrió con los escurridizos vehículos de lanzadores de misiles SCUD que no podían ser hallados y menos aún destruidos. Tal como ocurrió con los señuelos inflables que semejaban tanques, camiones y sistemas de lanzadores SAM, los iraquíes habían diseminado por el noroeste y el sur de su país, unos ochenta “Dumies” o señuelos inflables que en el mercado de entonces costaban unos cinco mil dólares por unidad, un muy buen negocio para Bagdad. Un extraordinario y a su vez bochornoso dispendio de recursos para los jefes de la Coalición, que rechinarían sus dientes al saber que habían estado lanzando bombas y misiles de millones de dólares contra unos señuelos de goma, que pese a los intentos de ser encubiertos, quedaron expuestos por algunos informes de reconocimiento.

Si se habían descargado toneladas de explosivos sobre supuestos blancos militares que muchos de ellos no eran tales, ¿Quién podía asegurar que se había degradado la capacidad ofensiva y en especial, los sistemas de misiles balísticos de Iraq? Pues bien, tal como concluyeron los informes del CENTIJ, brevemente nadie podía asegurarlo con certeza.

Pasados cinco años del final de aquella guerra, investigadores norteamericanos, canadienses y británicos, basados en datos de inteligencia obtenidos en Iraq, daban cuenta que el gobierno de Hussein había mantenido muy bien guardados una variedad de misiles multipropósito de largo alcance. En 1997 un Informe presentado por la organización canadiense “GLOBAL SECURITY”, daba cuenta de esta capacidad previa y subsistente de Iraq tras la guerra de 1991. En él se ponen en evidencia los escalofriantes datos técnicos y de inteligencia, que revelaban entre otras cuestiones, la potencialidad de las FFAA iraquíes, pese a la severa destrucción infringida por las fuerzas de la Coalición.

En el itinerario se describen cinco clases de misiles, entre los cuales figura el “Al Tarmout” con capacidad de alcanzar blancos a una distancia de 2000 kilómetros de su lanzamiento. Otro tipo de misil disponible era el “Al Bakr” que según el informe tenía un alcance de 950 kilómetros pudiendo haber cerrado la entrada del estrecho de Ormuz a los buques de apoyo logístico que sostuvieron la campaña bélica. Las conclusiones evidenciaban que de haberse extendido las hostilidades más allá del mes de febrero de 1991, los iraquíes pudieron haber cargado estos especímenes para atacar con consecuencias bastante nefastas a la retaguardia de las fuerzas de la coalición.

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