30/8/15

LA PELIGROSA TAREA DE LOS HELICOPTEROS EN EL TOK 1991


VETERANOS DE AYER


La llamada primera guerra del Golfo Pérsico no fue tal sino que más bien, fue el inicio de una guerra que aún continua en nuestros días.

Tras una continuidad en la hostilidad durante trece años mediante un cerco naval y aéreo que sumió al país árabe a uno de los embargos más terribles de la historia del siglo XX, los EEUU y sus aliados buscaron que por el peso de las insoportables circunstancias Iraq se fragmentara. Para cuando ello ya no sirvió para derribar al gobierno de Saddam Hussein se concretó la sangrienta invasión en 2003 que sigue teniendo consecuencias nefastas sobre la región y con perspectivas de ir más allá.

Lo que sucedió en 1991 con la llamada Tormenta del Desierto fue desatar la primera y última gran guerra entre ejércitos nacionales y que no estuvo exenta del uso de las armas más destructivas que el mercado podía ofrecer entonces.

Poco o nada se ha contado de lo que realmente ocurrió en el ojo de la llamada “Tormenta del desierto”. Las órdenes impartidas desde el Pentágono eran claras y de estricto cumplimiento “No se mostraran bajas propias ni del enemigo”; a los ojos de los televidentes estadounidenses que veían desde sus hogares la contienda, debían creer que se trataba de una “guerra limpia y justa” donde las bombas inteligentes y la infalible inteligencia militar, solo asestaban golpes puntuales y “quirúrgicos”. Todo eso, solo fue parte de una novela muy bien relatada por la CNN de P. Arnet pero que con el paso de los años, paso a ser inaceptable.

Mediante esta gran cortina que tapo la realidad de los hechos que se fueron desencadenando en el frente, EEUU y sus aliados se esforzaron por ocultar –entre ellos- las bajas y los daños dentro de sus filas. Una de las áreas que los biógrafos de la historia y las respectivas fuerzas involucradas que se encargaron de silenciar fueron las pérdidas ocurridas sobre helicópteros navales y del ejército norteamericano.

Para los informes oficiales del Comando aliado, las bajas propias y de sus aliados fueron casi nulas. El itinerario final que acusaba oficialmente las bajas y pérdidas resultaban ridícula para muchos expertos estadounidenses. Varias pérdidas de aparatos aéreos fueron acusados a casos de accidentes por mal funcionamiento o por razones climáticas; meros eufemismos para cubrir los incómodas bajas en situación de combate.

Los hechos demostraron que los iraquíes no solo estaban mejor preparados que sus tropas, sino que además sabían manejar los diferentes juguetes que tenían de resabio de la última guerra contra Irán; uno de ellos el misil portátil SA-7.

Los EEUU entre sus fuerzas, remitió al teatro de operaciones unos 700 helicópteros tanto de ataque como de transporte y logística. Los ingleses movilizaron 12 helicópteros en su mayoría correspondientes a la “Real Royal Navy” embarcados en un portaaviones y sus dos fragatas presentes en las aguas del golfo. Para los informes oficiales los EEUU solo perdieron un par de aparatos en su mayoría por desperfectos sin haberse reconocido varios casos en los que la eficacia de las fuerzas iraquíes, fueron literalmente ocultados de la vista de la opinión pública. Los primeros choques de la fuerza aérea de la coalición registrados el 20 de enero de 1991, los reportes oficiales del Comando de la Coalición dieron cuenta de solo diez aviones perdidos en acción sin declarar bajas en sus pilotos, pero el Departamento de información de Iraq daba cuenta de ciento dos aviones derribados y varios pilotos que se habían eyectado habían sido capturados.

Algunos documentos del entonces Ministerio de Inteligencia de Iraq con carácter secreto, revelan que en las primeras setenta y dos horas del lanzamiento de las operaciones de bombardeos sobre Kuwait e Iraq, tan solo en la región de la defensa aérea de la provincia de Bagdad acusaban el derribo de cuarenta y cinco aparatos de la coalición señalando que en los casos identificables a once aviones estadounidenses, tres italianos, dos franceses, dos británicos y el resto se hacían imposible de identificar dado que habían sido despedazados en el aire o los rastros que habían caído a tierra eran fuselaje chamuscado.

En un solo día, los informes sobre la situación de peligro para los aviones de la coalición era muy alta. A pesar de que con el paso de los días se obtuvo una relativa superioridad aérea, las operaciones a baja altura se volvían muy arriesgadas para golpear blancos altamente estratégicos como eran las lanzaderas de SCUD. Algo que los reportes estadounidenses no quisieron explayar fue la alta eficacia de las baterías antiaéreas móviles que cambiaban de lugar en forma constante y con inusitada audacia. En varias ocasiones operaciones tácticas dirigidas a destruir supuestos sistemas de misiles SCUD defendidos por formaciones de baterías antiaéreas de tubos y misiles SAM, terminaron destruyendo meras maquetas inflables que ingeniosamente simulaban ser éste tipo de equipos.

En otras operaciones similares, las misiones aéreas de la coalición terminaron en desastre. Los hechos revelaban que a pesar de que para el mes de febrero la aviación iraquí se había desbandado a Irán, los aviones no podían operar con la impunidad esperada.

El caso de los helicópteros fue quizá el más encubierto de toda la operación. En los medios se presentaban a los “Apache” como los cazadores de tanques, con formidables sistemas de armas y guías inteligentes; sus pilotos podían ver en la noche más cerrada gracias a los más poderosos lentes de visión nocturna que no necesitaban baterías y se alimentaban de la luz de las estrellas. La propaganda ofrecía una visión de triunfalismo que solo fue para los medios.
Además, no solo había este tipo de helicópteros operando. Hubieron otros, que no presentaban el poder de fuego de aquellos ni menos aún la tecnología que disponían los estadounidenses. Pero, a pesar de las características del “Apache” como el cazador de tanques, tuvieron serios problemas ante tácticas ingeniosas y un buen uso de viejos sistemas portátiles antiaéreos.

Según un reporte de inteligencia del IIS fechado 6 de febrero de 1991 que recopilaba informes en Al Samawah al suroeste de Bagdad, en horas nocturnas la inteligencia informaba que una escuadra de unos catorce aparatos enemigos provenientes desde el noroeste avanzaban a baja altura. Los defensores de la localidad tomaron acción para repelerles. Según continua el reporte, los atacantes eran diez “A1-Apache” que escoltaban a cuatro Bell UH-60 “Black Hawk” que tenían como aparente objetivo tomar el complejo eléctrico o asesinar a los comandantes de la Guardia republicana que estaban en una reunión secreta y a la cual asistía el entonces vicepresidente Izzat Ibrahim Al Douri.

Según detalla el reporte, la primera línea defensiva dejo pasar el cortejo y se mantuvo oculto. Cuando llegaron a unas tres millas de las afueras dos unidades de “Fedayin” –guerrilleros de Saddam- abrieron fuego frontal mientras desde dos flancos y mediante un juego de cohetería y ametralladoras hicieron que los atacantes se dispersaran para formar tres grupos mientras que dos de los cuatro aparatos que transportaban tropas, giraran violentamente para regresar por donde habían venido. Al regreso y desde atrás los misiles “SA-7” y fuego concentrado tomaron por sorpresa a los intrusos causando pese a las contramedidas tres aparatos derribados y dos averiados que pudieron escapar rumbo al noroeste en dirección a la frontera con Arabia Saudita. Dos “Apache” y un “Black Hawk” derribados fue el saldo de la incursión. Según señala finalmente el reporte, “solo se recuperaron del aparato más grande tres “US Ranger” seriamente heridos y trasladados para interrogación”. Este hecho no aparece en ninguno de los informes de la Coalición ni se alude a una misión a esa zona. Lo cierto es que testimonios de varios veteranos norteamericanos y británicos pudieron ver en más de una oportunidad en momentos que avanzaban a territorio iraquí, los restos de algunos de sus helicópteros y en algunos casos hasta los restos de cuatro “Chinook” desperdigados junto a equipos, armas y piezas de artillería en unas quinientas yardas a la redonda a unas trescientas millas al oeste de “Ar Rutbah” en la provincia de Al Anbar. Algunas expresiones de aquellos al ver estos paisajes eran “Dios, si en casa vieran esto”.

Según los relatos de varios “vets”, en lugares como ese los desechos del uso de lanzadores manuales del “SA-7 MANPAD” yacían por el suelo. Uno de los relatos de un ex “Seal” que se adentró con sus compañeros hasta Umm Qsar, relato que los efectos de los sistemas antiaéreos que usaban los iraquíes habían sido terribles.

En el frente de Kuwait y sus aguas adyacentes también hubieron días negros para los aparatos navales de la coalición. Para los generales y los encargados de dar la información de las “casualties” –bajas- no hubo más incidentes que algún helicóptero de transporte del tipo “Chinook” o los “UH-60 A” venidos abajo por fallas en sus rotores producto de las tormentas de la fina y dañina arena de la región. Pero los reportes de la inteligencia iraquí y que se plasmaron en documentos del Ministerio de Información, dan cuenta de un episodio ocurrido el 18 de febrero en las inmediaciones de la península de Fao, donde la incursión de dos helicópteros “Sea Linx” británicos que atacaron a una lancha OSA que trataba de llegar a aguas iraníes, no advirtieron que en una de las orillas habían hombres de la Guardia Republicana armados con “Blowpipe” y dos baterías ZU-53 muy bien escamoteadas, que abatieron a los helicópteros sin reportarse sobrevivientes. A pesar de la pésima noticia para los británicos, y tras haber barrido el área con una pasada de aviones Tornado solicitados para eliminar al enemigo, un helicóptero de transporte “WS-61 Sea King” enviado para explorar y rescatar posibles sobrevivientes cayó abatido por un misil portátil tipo SA-7 sin posibilidad de

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