31/8/15

COMPROMETEDORAS REVELACIONES SOBRE EL ALCANCE DE LA CONTAMINACIÓN QUÍMICA Y BIOLOGICA



VETERANOS DE AYER



DESCLASIFICADO: CONSECUENCIAS DE LAS ARMAS NUCLEARES Y BIOLÓGICAS EN EL TOK 1991.


Dentro de los entretelones que rodearon a la llamada “Tormenta del Desierto”, hubieron muchos factores que además de actuar invisibles en medio de la campaña, fueron mantenidos muy bien silenciados luego de ella por dos décadas y media.

Con ese prudencial paso del tiempo y que es necesario para analizar fríamente los hechos que constituyeron esta mega operación militar de finales del siglo XX, el estudio de aquellos factores que en ese entonces fueron considerados como “clasificados o secretos” y sujetos a la censura informativa, hoy se hacen vitales para entender que ha dejado este conflicto para los participes.

Las versiones sobre “posibles usos de armas químicas” por parte de Saddam Hussein contra las tropas de la Coalición nunca quiso ser confirmada por los organismos oficiales estadounidenses ni menos aún sus obsecuentes y dependientes agencias de la ONU. Tal como se menciona, solo han sido parte de especulaciones por medio de las cuales, se ha tratado de desvirtuar semejante posibilidad dado que si Washington acepta esto, vería una presión no solo de sus propios veteranos sino también de los que han estado involucrados en aquella guerra que se extendió lo suficiente como para que cualquier organismo quedara expuesto a los agentes dañinos a la salud.

En investigaciones más cercanas en el tiempo, se han encontrado que a esa versión –de la cual creemos fue real- hubo un gran aporte de los estadounidenses para soltar en el medio ambiente del Golfo un coctel tóxico tan o más venenoso que los químicos que el ejército iraquí les lanzó en al menos sesenta ocasiones –Conforme a documentos de la inteligencia iraquí de la época- tanto sobre las fuerzas terrestres que avanzaban desde Arabia Saudita como sobre las fuerzas navales en las aguas próximas a Kuwait.

En las bodegas de los buques de transporte logístico que entraron al Golfo Pérsico entre 1990 y 1991 se trajeron todo tipo de municiones para aviones, helicópteros, artillería y bombas inteligentes con uranio enriquecido. A pesar de que estos elementos para ese entonces estaban bajo total reserva, no fueron los únicos y más temibles armamentos que se movilizaron al teatro de operaciones. Según fuentes británicas de la época, el Comando de operaciones conjuntas habían considerado la posibilidad de utilizar cabezas nucleares tácticas para lanzar desde aviones B-52 y los misiles crucero navales “Tom Hawk”.

Si bien estas cabezas nucleares no fueron usadas, el volumen de las bombas y municiones con uranio empobrecido utilizado fue tan masiva (320 toneladas de residuos radiados), que el grado de contaminación causado en todo el teatro de operaciones y por el pésimo sistema de descontaminación implementado, fue como si se hubiesen usado tres dispositivos nucleares W88 “Trident”. Para los estrategas de esta operación, el uso indiscriminado de estas municiones en sus tanques, ametralladoras pesadas y bombas guiadas, no tomaron en consideración los efectos secundarios que podrían afectar a sus propios hombres.

De esta manera, un proyectil de artillería de un tanque Abrahms podía desde una distancia de una milla atravesar limpiamente el blindaje de un T-72 de la Guardia Republicana como si fuese manteca. El resultado a la vista era contundente: la tripulación iraquí quedaba reducida a cenizas pero, los incautos que festejaban esa hazaña no se imaginaban que ellos serían afectados por los gases venenosos de esa detonación.

Pese a que no se dejo traslucir al público hubieron varias críticas de varios estrategas militares por el uso indiscriminado de este tipo de municiones radiactivas. La colocación del isotopo 235 en sus cabezas armadas para bombas, misiles y cañones navales multitubo, representaba lo que hoy se conoce como “bombas sucias” dado que, pese a no ser fisionables, son terriblemente contaminantes y muy dañinas para los organismos vivos.

Para los generales y asesores militares a favor del uso masivo de estas municiones, la efectividad de estas sobre el blindaje de los Tanques y portentosos puntos fuertes de los iraquíes, reivindicaba el sacrificio de consecuencias que no estaban probadas a esa época.


 Al mismo tiempo, Informes de sectores opositores a exponer a las tropas a los humos y los gases que soltarían las detonaciones de estos explosivos, argumentaban que una vez detonados dejarían en el aire –y por ende aspirable por las tropas y civiles en la región- microparticulas que pulularían por largo tiempo y por efecto de los vientos, se extenderían por toda la región. Tal como lo refleja la foto del artículo, la población de Iraq se encuentra y lo estará por mucho tiempo, gracias a los efectos acumulativos y dañinos de estos elementos tóxicos.

Estos informes culminaban advirtiendo sobre los efectos y la sintomatología que acusaría un organismo humano invadido por estos elementos. Tal como lo señalaban y por efecto de la oxidación de estas partículas que irían acumulando en los sectores donde habían detonado y trasladándose por el aire, las consecuencias sobre el organismo humano serían degradantes y fatales.

En términos técnicos precisos, la utilización masiva de estas municiones genero las llamadas radiaciones “Alfa” que además de crear una degeneración celular progresiva de los tejidos expuestos, produce una neoproliferación celular atípica. Estas partículas a su vez se dividen en solubles e insolubles ambas invasivas y factores determinantes para la degeneración celular en los órganos blandos como Pulmones, riñón y tejido linfático.

Tras el regreso de las tropas, se comenzaron a denunciar muchos casos de canceres y problemas neuronales que se vinculaban con tumores en la cabeza. El cuadro clínico que vinculaba estos problemas, relacionaban a los pacientes a exposiciones a un ambiente tóxico que les desató problemas respiratorios similares al efisema y/o fibrosis pulmonar, problemas neurológicos con pérdida de la memoria, déficit neuromuscular, estrés postraumático, disfunción hepática y/o renal, inmunodeficiencias, infertilidad, fibromiopatias, malformaciones congénitas, y neoplasias.


El tema fue tapado durante el transcurso de la década de los noventas y cuando se filtraron extraoficialmente datos sobre estos casos, solo fueron tratados como casos aislados más dignos de la ciencia ficción que de estudios científicos. Para 1994 el ex Secretario de defensa William Perry y el Jefe del estado Mayor el general John Shalikavilli, aseveraron que “no había ninguna información, clasificada o no clasificada, que sugiera que se hubieron utilizado armas químicas o biológicas en el Golfo Pérsico”, obviamente confiando que nunca aparecerían piezas informativas –y menos aún de los servicios de inteligencia iraquíes- que darían cuenta de ello.

Los veteranos que regresaron a sus casas, llevaron consigo un recuerdo letal en su sangre y que trasmitirían a sus mujeres mediante el llamado “semen ardiente” las cuales a su vez dieron a luz a hijos con malformaciones físicas y neurológicas que no pudieron ser explicadas por argumentos coherentes.

Por supuesto que esto comenzó a ser un tema de preocupación para Washington pero no para buscar una ayuda a sus veteranos, sino para encubrirlo de manera efectiva y permanente. A tal grado llegó el gobierno por detener o distorsionar lo que estaba ocurriendo, que el Departamento de Defensa (DD) interfirió en los estudios del Centro de Investigación Médica de Uranio (UMRC), amenazando con cortar los fondos para investigaciones y más aún, cesar a los especialistas que trabajaban en dicha institución.

Incluso por el año 1995 se denunciaron casos de adulteración y/o destrucción de las historias médicas de varios veteranos que acudieron a los hospitales militares para que les examinaran de sus dolencias (v. Magazine “Army Times”, del 24 de abril de 1994 publicó una nota sobre la destrucción de historias médicas de marineros enfermos por efectos contraídos en el Golfo Pérsico). Esto se dio en el marco de las investigaciones que por entonces llevó adelante la Capitán de reserva naval Julia Dickman, que al tratar de averiguar las causas de una serie de afecciones que al día de hoy aún la aquejan, recibió fuertes presiones de la Marina estadounidense la cual, le corto la paga. Igualmente, Dyckman gracias a un buen bufete de abogados pudo revertir la situación y poner límites a la arbitrariedad gubernamental.

Según artículos del año 2004, los casos por afecciones relacionadas con agentes contaminantes en el Golfo Pérsico revelaban que los porcentuales de chance para contraer canceres se elevaba a “1000 por ciento”, dejando a la vista una catástrofe sanitaria para EEUU dentro de su población de veteranos y de sus familias.

El tema recobró fuerza en medio de la desastrosa ocupación comenzada en 2003, donde informes médicos independientes y del llamado “Proyecto Censurado” de la Universidad de Sonoma, dejaban en claro que tanto militares como civiles que estaban en Iraq –y obviamente los iraquíes- estaban absorbiendo niveles de radiación y polvo de uranio que traerían consecuencias a mediano plazo.
Estudios realizados en 2007 dieron cuenta la estremecedora cifra de hombres afectados por estos elementos y por las develadas armas químicas que los iraquíes lanzaron en el frente de batalla que ascendía a unos 541.000 veteranos norteamericanos y unos 50.000 británicos. Para la actualidad, los casos se han incrementado. Como bien señalaba, tanto tanquistas como infantes de a pie presentaron las mismas afecciones por las combinaciones tóxicas que habían invadido sus organismos.

Sin dudas de que las cifras más altas son las de las tropas de tierra (sin distinción entre infantes y personal transportado) pero varios expertos no han discriminado a los embarcados y personal de vuelo quienes muy seguramente estuvieron expuestos a las intoxicaciones de este metal..que traerian consecuencia a mediano plazo...

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