15/8/15

CAUSAS Y CONSECUENCIAS NO CONOCIDAS DE LA INTERVENCIÓN ARGENTINA EN LA GUERRA DEL GOLFO



Promediaba los comienzos del mes de agosto de 1990 cuando una comitiva del Ministerio de Defensa de Argentina de visita en Estados Unidos se ve causalmente inmiscuida en los eventos que se comenzaban a desandar en las lejanas latitudes de la península arábiga.

Por aquel entonces la comitiva estuvo presidida por el ministro Humberto Romero y el Contraalmirante Emilio Osses, ambos encargados de poner en conocimiento de Washington, la voluntad de la república Argentina por participar más activamente en los incipientes lineamientos políticos y estratégicos que encabezaba la Casa Blanca.

Los documentos de la época reflejan el carácter y la euforia de los enviados por haber obtenido una muy buena predisposición de los funcionarios norteamericanos, de tomar en serio la propuesta que llevaban a nombre del entonces gobierno del Doctor Carlos Menem.

Sobre esto último, cabe recordar las circunstancias que dominaban la época. Para Washington un gobierno peronista era algo problemático y sin garantías. Solo basta recordar documentos periodísticos de los diarios más importantes como el The Washington Post donde se prevenía de la historia de los gobiernos peronistas con un “marcado fascismo y efervescente nacionalismo”. Fue por esta desconfianza el circulo de Menem ya había venido realizando contactos con los republicanos meses antes de que triunfara en las elecciones.

Para cuando fue oficialmente elegido, los contactos se hicieron más concretos y con propuestas de cumplir una agenda estratégica bilateral. Fue así como por causalidad, la comitiva argentina de visita en Washington fue pillada el 1º de agosto con las novedades de lo que se transformaría en una crisis internacional.

Según documentos clasificados los funcionarios argentinos llamaron telefónicamente antes de volver a Buenos Aires para adelantar las buenas nuevas que llevaban consigo, pese a haberse visto frustrada la entrevista pactada mano a mano en la Casa Blanca, con el presidente George W. Bush y su vice Dick Cheney.

Ni bien bajaron del avión, la comitiva llevó las noticias al presidente Menem y a su staff del Ministerio de Defensa donde comenzaría de inmediato, consultas y continuos llamados a las diversas unidades militares para una revista general que les diera una pormenorizada información del estado de las FFAA y cuál de las tres, estaba en las mejores condiciones para participar.

Algunos documentos de la época reflejan la ambiciosa intensión de Menem y sus asesores, por asombrar a Washington y a su vez, dar una buena señal a Londres sobre su cambio de actitud por la cuestión Malvinas. Sobre la mesa de trabajo, se pusieron varias propuestas para colaborar con la operación militar que ya se había puesto en marcha desde los países centrales. Solo para dejar en claro cuál era la situación al momento, la 82º Aerotransportada de EEUU para el 9 de agosto ya estaba desplegada en Arabia Saudita.

A este despliegue aerotransportado, se unió una flota de ataque compuesta por dos portaaviones con el apoyo del acorazado “USS Wisconsin” que para el 22 de agosto ya fondeaba en las aguas del golfo.

Mientras La Casa Rosada mantenía incesantes preparativos para seleccionar la fuerza que sería enviada a las operaciones que ya se encontraban en marcha, el canciller Domingo Cavallo realizaba una procesión por el Medio oriente en búsqueda de mostrar la buena predisposición de Argentina por luchar contra Irak. Uno de los argumentos que usaría el canciller era el compromiso que tenía el estado con las reformas democráticas en la región y su voluntad de cooperación con la nueva realidad internacional. Especial énfasis en esta postura puso cuando llego a Tel Aviv donde aseguró que Argentina estaba del lado de los que lucharían contra Irak, recordando que por ese entonces Israel estaba enfrascado en una cruenta lucha contra la OLP que veía en Saddam Hussein un benefactor.

Lo que el canciller Cavallo expresaba era nada más ni nada menos, que algunos de los lineamientos con los cuales se había comprometido unilateralmente el gobierno de Menem con Washington apenas asumió el poder en 1989.

Entre tanto y con las opciones sobre la mesa, llegaría el momento de evaluar cual de las tres fuerzas estaba en condiciones de participar en una crisis que podría desembocar en una lucha directa y terrible. En este sentido, al estudiar el envío de una Brigada mecanizada se vio que se presentaban varios inconvenientes, tales como: Falta de equipamiento para la guerra Química, Bactereologica y Nuclear (NBQ), posibles problemas mecánicos por no estar adaptados para el áspero terreno desértico de aquellas latitudes y una clara vulnerabilidad ante los tanques T-55 y T-72 irakíes –de origen ruso- con consecuencias mortales. Se descarta el envió de infantería por cuestiones de costo político.

Con respecto a la Fuerza Aérea se presentaban varios problemas operativos y comprometer a sus pocos aviones de transporte en un teatro con armas sofisticadas, elevaba las probabilidades pérdidas materiales y de bajas humanas.

La opción naval se presentaba como la más viable y lista para ponerla a disposición. A pesar de la crisis presupuestaria que ya apremiaba a la Armada, estaba en mejores condiciones operativas que sus dos fuerzas hermanas. Como señaló un agregado de la real inteligencia naval en una conversación de camaradas llevada a cabo por el mes de septiembre de 1990 en la Real Base naval de “Faslane”, en la que asistía el entonces Almirante Sir William Staveley, comento al selecto grupo de asistentes “los argentinos pondrán sus joyas más caras para impresionar a los americanos”, como una forma de describir la calidad de las unidades que Argentina involucraría y con las cuales interactuarían en la campaña.

Pero más allá de las anécdotas entre tanto, Buenos Aires apuraba sus aprestos para dar una señal concreta de su participación en la reunión de fuerzas que estaba organizando Washington.

En dos semanas, el Estado Mayor de la Armada tenía preseleccionadas las posibles naves a enviar. Según documentos extraoficiales, el vicealmirante Jorge Ferrer y su equipo, tenían a seleccionar a los posibles candidatos entre las corbetas clase “Drumon” a la ARA Guerrico y la ARA Granvile; entre las clase “Espora” a las ARA Spiro y Rosales; a la Corbeta clase Meko-360 ARA Alte. Brown y por último a las unidades logísticas clase “Q-42” ARA Cabo San Antonio y “Q-43” ARA Cándido Lasala.

Tras el estudio de situación de cada una de estas unidades y tras advertir que algunas podrían presentar dificultades técnicas para una larga travesía en mar abierto, se opto por las dos piezas más modernas del lote, la Meko 360 que tenía capacidad para transportar helicópteros para guerra anti-submarina y dotado de tecnología para guerra NBQ y la corbeta Spiro, una pieza complementaria para un buque como el Brown. Eran sin dudas, dos unidades de alta tecnología para su época y como tales, tenían un alto costo para su operatividad.

Sobre este particular y tras serle informado por memorando interno al ejecutivo sobre el costo de las operaciones de ambas dotaciones, el entonces presidente Menem no hizo reparos en los números y ordenó el inmediato apresto para la salida de ambas naves.

En lo referente a cuanto había ascendido el costo del envío de la dotación, según documentos clasificados de la época y que luego sirvieron para fundar los decretos que el poder ejecutivo expidió al respecto, sumaban más de 20 millones de dólares los cuales y por la urgencia con que el ejecutivo ordenó la salida, fue costeado del propio bolsillo nacional. Ante esto, Menem y su cancillería establecieron contactos con los reinos de Arabia Saudita y Kuwait para tratar el tema presupuestario que habría quedado en promesas de reembolso al culminar las operaciones.

Un dato que también muy poco se conoció, era el de cuánto material habría insumido el armado de ambas dotaciones para una operatividad optima en situación de combate. Según documentos clasificados, el alistamiento habría vaciado literalmente el pañol de repuestos de los talleres de la Armada sumando a ello, el embarque de munición de guerra validada y en condiciones para su uso.

Tal como lo señalan varios documentos reservados de la ONI sobre el desempeño del grupo ALFIL 1, demuestran la muy buena impresión que se recabo en el “TOK” y que a posterior fue volcado en los informes que elaboraron los observadores navales estadounidenses.

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