18/7/14

250.000 veteranos de la Guerra del Golfo presentan anormalidades en sus cerebros




Cuando Sadam Hussein decidió incorporar Kuwait como la decimonovena provincia del Irak no pensó que la Comunidad Internacional iba a responder fulminantemente a su agresión. Primero con un devastador embargo, luego con el bombardeo a su infraestructura y su ejército, y por último con una ofensiva por tierra que les expulsó de tierras kuwaities. Veinte años después, casi 250.000 soldados norteamericanos de los 700.000 desplegados en Arabia Saudí y Kuwait en febrero de 1991 sufrendaños cerebrales irreversibles y durante mucho tiempo han sido ninguneados por el Ministerio de Defensa de su país.


Mapa de las operaciones terrestres de flanqueo en la Guerra del Golfo. La Guardía Republicana fue expulsada rápidamente de Kuwait.

Robert Ward era una atleta. A los 30 años fue destinado al Golfo Pérsico para combatir a Sadam. En Irak fue expuesto a sustancias que le cambiaron para siempre la composición cerebral. Su última carrera la corrió el día después a que Bill Clinton fuera elegido presidente en 1992 y desde entonces, con 32 años por aquel entonces, no pudo correr más.

“Me sentía cansado, ese típico cansancio que se siente tras un día en el que se ha trabajado muchas horas y vas a casa y en cuanto pillas la cama caes rendido inmediatamente” explica Ward.

Los veteranos de la primera Guerra del Golfo saben que Ward estaba padeciendo uno de esos episodios de fatiga crónica que les acechan desde que estuvieron desplegados en Arabia Saudí en 1991. Ahora, un nuevo estudio sugiere que algo les cambió el cerebro para siempre, a él y a todos los que sufren el mal conocido como el Síndrome de la Guerra del Golfo.

Es solo un pequeño estudio y no es definitivo. Pero los veteranos como Ward están ávidos de algún descubrimiento que les explique sus síntomas. “Siento dolor todos los días. Los músculos me duelen continuamente”, Ward está imposibilitado para trabajar a jornada completa debido al dolor ya la fatiga.

El equipo médico liderado por el doctor James Baraniuk de la Universidad de Georgetown ha encontrado lo que parece ser un daño en la materia blanca de los veteranos de la Guerra del Golfo que sufren fatiga crónica. Esto confirma que el Síndrome es físico y no spicosomatico. Usaron un escáner cerebral llamado MRI (imagen de resonancia magnética).


La política de tierra quemada de Sadam Hussein provocó la destrucción del 10% del petroleo kuwaiti y una catástrofe natural de gran envergadura.

Los investigadores han comparado a 31 veteranos de la Guerra del Golfo con 20 casos similares entre otros veteranos y civiles con síntomas parecidos. Solo han podido procesar unos cuantos debido al alto coste económico de los escáneres MRI, unos 1.100 dolares la hora.

El trabajo ha sido financiado por el Departamento de Defensa por orden del Congreso. La investigación acerca del síndrome de la Guerra del Golfo muestra que los soldados que sienten fatiga y dolor presentan cambios en el fascio fronto-occipital, un manojo de fibras nerviosas que procesan la percepción del sufrimiento y la fatiga. La severidad de estos dolores se corresponde con la intensidad de la lesión.

El Departamento de Defensa tardó años en siquiera reconocer que existía el síndrome de la Guerra del Golfo. Pero ahora ese departamento está financiando una investigación que palie la fatiga crónica.

Alrededor de 700.000 militares sirvieron en 1991 en la Guerra del Golfo, y alrededor de 2.6 millones han estado desplegados en Irak y Afganistán. Unos 250.000 siguen sufriendo dicho mal.

Ya en el 2006 se dijo que la exposición a pesticidas, agentes nerviosos y químicos podrían explicar algunos de los problemas, como fortísimos dolores de cabeza, que sufren los afectados. Algunos estudios sugieren que los veteranos tienen mayor propensión a desarrollar enfermedades neurológicas, incluyendo la intratable y mortífera esclerosis lateral amiotrófica (la enfermedad que sufre Stephen Hawking).


La aviación de la ONU redujo a chatarra al potente ejército iraquí y desmoralizó a sus tropas.

Ward no recuerda haber sido expuesto a armas químicas, pero, como miles de sus compañeros, respiró el humo de los ardientes campos petrolíferos cuando las tropas entraban en Irak desde Arabia Saudí y Kuwait. “Fueron unos cuantos días en los que el sol fue como la luna, debido a la cantidad de humo que había en el aire”. Algunas de las otras opciones que se barajan como causa de dicho mal son la exposición a pequeñas cantidades de gas sarín cuando la munición química fue destruida y al abuso de una droga llamada bromuro de pyridostigmine, que se les suministró a los soldados para protegerlos del gas sarín.

La fatiga comenzó poco después de su despliegue. Ward, con la treintena recién cumplida y en perfecta forma física pasó a guardar cama con fuertes dolores en las extremidades. Solo ha trabajado 7 de los últimos 20 años y no se ha casado.

Steven Coughlin, un investigador sobre el Síndrome de la Guerra del Golfo, testificó en el Congreso que el Veterans Affairs, un departamento encargado de cuidar y otorgar derechos federales a los veteranos, suprimió y manipuló los datos de la investigación para sugerir que el desorden era spicosomatico y no físico.

Couhlin explicó que: “Si el estudio produce resultados que no apoyan la política no escrita del Veterans Affairs, no se publica esa información. En algunos casos cuando un estudio embarazoso es publicado, los datos son manipulados para hacerlos ininteligibles. “Algo que apoye que el Síndrome de la Guerra del Golfo es de condición neurológica no es probable que sea publicado” atestiguaba Coughlin.

Veinte años después puede que les llegue el reconocimiento de su enfermedad a aquellos hombres desplegados bajo la primera medida de la ONU apoyada tanto por Estados Unidos como por, con ligera reticencia, Rusia. Fue una campaña legal y apoyada casi por unanimidad por occidente.

Carlos de Lorenzo Ramos

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