11/8/07

LA PARTICIPACION DE LAS NAVES

PARTICIPACIÓN DE
UNIDADES NAVALES
EN OPERACIONES DE PAZ, Y QUE PASO A ACCIONES BELICAS
Las operaciones de paz son actualmente unas de las más importantes actividades que
se desarrollan bajo el auspicio de las Naciones Unidas. Estas operaciones, que datan desde
1945, se han vuelto más frecuentes desde el comienzo de la década de los años 90,
demandando cada vez mayores recursos a los estados miembros de la organización, quienes
históricamente han comprometido fuerzas en relación directa con su poder nacional.
La política nacional para la participación del Estado de Chile en operaciones de
mantenimiento de la paz, promulgada por Decreto Supremo Nº 94 de 1996 y modificada en
Decreto Supremo Nº 68 de 1999, compromete al país a participar activamente para contribuir
al esfuerzo en pro de la paz y seguridad internacionales que desarrolla permanentemente la
2. Operaciones en el golfo Pérsico (1990-1991).5
a. Situación general.
Después de la invasión de Irak a Kuwait en agosto de 1990, el Consejo de Seguridad
de las NN.UU. emitió una serie de resoluciones sucesivas, mediante las cuales se condenó a
Irak por la invasión y se le presionó a retirar sus fuerzas. La resolución 678/90 autorizó el uso
de la fuerza después de cumplirse el plazo perentorio otorgado al invasor para el 15 de enero
de 1991. Esta resolución proporcionó el marco de legitimidad bajo el cual se creó la mayor
coalición militar a ser empleada en combate, después de la Segunda Guerra Mundial,
conformada por países de varios continentes y regiones que unieron sus fuerzas a las del
Medio Oriente. Debido a la diversidad política, cultural y religiosa de los países que actuarían
en un mismo teatro de operaciones, se necesitó un enorme y creativo esfuerzo para construir
una estructura militar aceptable. En tierra fue necesario establecer dos comandos: uno para
las fuerzas integradas por países árabes y demás países islámicos, y el otro para la fuerza
combinada de los países occidentales, encabezada por el General Schwarzkopf, Comandante
en Jefe del Comando Central de EE.UU. Las fuerzas francesas operaron bajo su propio
mando, manteniendo estrecha coordinación con ambos comandos internacionales.
En el mar, por otra parte, no existió una estructura de mando y control organizado. Los
grupos que representaban a las diferentes marinas en el área, permanecieron bajo el mando
de sus propios comandantes de agrupación. Para coordinar las diferentes actividades entre
ellas, mensualmente se desarrollaron conferencias, organizadas por un país diferente.
b. Operaciones.
La primera tarea asignada a las fuerzas navales, por resolución 661/90 fue la de forzar
las sanciones económicas impuestas a Irak por el Consejo de Seguridad de las NN.UU. Las
diferentes armadas participaron colectivamente como una Fuerza de Interceptación Marítima
(MIF), conformando una fuerza organizada para interceptar la carga prohibida que fuera
transportada por buques que zarparan o recalaran a los puertos de Kuwait e Irak. Las
armadas de la región del Golfo contribuyeron a patrullar sus propias costas. Las trece
armadas no regionales que integraron la coalición compartieron cuatro sectores de operación,
en los cuales el oficial más antiguo de cada uno asumía como coordinador local:
- En el mar Rojo: Francia, Grecia, España y EE.UU.
- En el golfo de Adén: Francia.
- En el golfo de Omán: Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, Francia, Holanda, España
y EE.UU.
- En el golfo Pérsico: Dinamarca, Italia, Noruega, Reino Unido y EE.UU.
Cuando comenzó la acción militar, las tareas de la fuerza naval internacional se
ampliaron. Las armadas regionales se concentraron en el patrullaje de sus costas y en la
protección de sus intereses costeros. Las unidades de combate de Kuwait, Arabia Saudita,
Reino Unido y EE.UU. se integraron para desarrollar operaciones ofensivas antisuperficie. Los
buques de guerra de Argentina, Australia, Canadá, Dinamarca, Francia, Italia, Holanda,
Noruega y España, proporcionaron protección a las fuerzas logísticas de combate. Es
destacable que este amplio despliegue de operaciones navales se haya ejecutado
exitosamente, sin existir una estructura de mando formal. Sin embargo, se presentaron dos
factores que ayudan a explicar esta situación. Primero, once de las trece armadas no
regionales de la coalición, pertenecían a una misma organización militar, la OTAN; las otras
dos, de Australia y Argentina, se habían ejercitado por muchos años con la Armada de
EE.UU., hecho que les facilitó la uniformidad de procedimientos y de comunicaciones para
desempeñarse eficazmente en una fuerza combinada. El segundo factor, y probablemente el
más importante, fue el bajo nivel de amenaza existente, pues más de 143 embarcaciones de
Irak, la mayoría lanchas rápidas, fueron destruidas o seriamente dañadas durante la guerra.
Aquellas atacadas en el mar, fueron hundidas por aviones y helicópteros, desde una distancia
superior al alcance de las armas iraquíes. De hecho, ningún buque de la coalición fue atacado
ni por buques ni por aeronaves y la única amenaza estaba materializada por más de 1.167
minas fondeadas por Irak durante el conflicto.
La Armada de Argentina contribuyó con dos grupos de tarea de dos buques cada uno.
El primero, zarpó del puerto Belgrano el 25 de septiembre de 1990, compuesto por el
destructor Meko 360 ARA Almirante Brown, construido en Alemania en 1983 y la corbeta
Meko 140 Almirante Spiro, de diseño alemán, construida en Argentina y comisionada en 1987.
El segundo grupo de tarea argentino, fue desplegado desde puerto Belgrano en febrero de
1991, para relevar al primero. Estaba compuesto por la corbeta Meko 140 ARA Rosales,
construida en Argentina y comisionada en 1986, y el buque de carga de la clase Costa Sur,
ARA Bahía San Blas, construido en Argentina en 1978. La decisión política de enviar estos
buques fue adoptada por orden ejecutiva del presidente, quien autorizó al grupo de tarea a
monitorear y controlar el cumplimiento de la resolución N° 661/90 del Consejo de Seguridad
de las NN.UU. Es decir, autorizaba a los buques a participar en las operaciones navales
necesarias para materializar el embargo, impuesto por las NN.UU. a Irak, misión que se
traducía en múltiples tareas de interceptación de buques mercantes en el mar, para controlar
el tráfico de mercantes en el área y chequear la carga transportada desde y hacia los puertos
de Irak y Kuwait. Posteriormente, cuando se inició la acción militar, el Congreso argentino
emitió una ley que autorizó el enfrentamiento en combate de sus buques, permitiéndoles
participar en operaciones de escolta y emplear el armamento en acciones de autodefensa, sin
facultarlos a participar en acciones de carácter ofensivo.
El despliegue del primer grupo de tarea duró cerca de ocho meses. Cada buque operó
más de 120 días en el teatro; primero en el golfo de Omán como parte de la Fuerza de
Interceptación Marítima, desde el 28 de octubre hasta el 30 de noviembre de 1990;
posteriormente en el golfo Pérsico, desde el 1 de diciembre de 1990 hasta el 2 de marzo de
1991. Entre octubre y noviembre, interceptaron 761 buques mercantes en el estrecho de
Hormuz. Desde diciembre a marzo, participaron en 17 misiones de escolta, desde el área sur
del golfo Pérsico hacia las áreas de ataque al norte del golfo, donde operaba el grupo de
batalla. Cada combatiente navegó 25.000 millas náuticas en el teatro de operaciones y más de
20.000 millas en tránsito desde Argentina hacia el Medio Oriente y de regreso. En el segundo
grupo de tarea, la corbeta ARA Rosales navegó 11.760 millas náuticas en el teatro,
interceptando 337 buques mercantes, permaneciendo fuera de puerto base por cinco meses y
medio. Ninguno de los grupos de tarea sufrió daños al material ni heridas personales durante
la activa y exitosa participación en el golfo Pérsico. Sin embargo, la integración en una
coalición internacional evidenció ciertos problemas que permiten visualizar cinco factores que
deben considerarse ponderadamente antes de desplegar unidades navales a operaciones
auspiciadas por las Naciones Unidas, especialmente por las armadas que no pertenecen a la
OTAN. Éstos, se analizan a continuación.
Factores que debieran ser considerados antes del despliegue de unidades navales
hacia una operación de paz.
1. Entrenamiento.
En el proceso de entrenamiento de las armadas, se distinguen generalmente tres
niveles. En el primero, cada unidad adquiere las conductas para operar con seguridad en
forma independiente. En un segundo nivel, se logra la capacidad para operar con eficacia
dentro de un grupo de tarea en el ámbito nacional, donde los procedimientos tácticos, las
doctrinas, publicaciones y sistemas de mando y control, son los propios de la armada en
cuestión; generalmente la culminación del entrenamiento a este nivel se logra al poder
participar con eficacia en el ámbito de operaciones conjuntas. Sin embargo, en el tercer nivel,
cuando una unidad o grupo de tarea, participa con unidades de otras armadas en operaciones
combinadas, es cuando existen las mayores dificultades, especialmente cuando emplean
distintos lenguajes y sus sistemas de comunicaciones, procedimientos y doctrinas son
diferentes.
Las armadas pertenecientes a la OTAN, han demostrado ser las mejor preparadas
cuando se ha debido improvisar alguna fuerza naval multinacional, especialmente cuando las
estructuras de mando y control no han sido de mucha formalidad. Por ello, el entrenamiento
que otras armadas puedan efectuar con aquellas, es muy valioso. Tal es el caso de la
participación en ejercicios UNITAS, TEAMWORK y RIMPAC, sin mencionar otros ejercicios
bilaterales con buques de guerra de armadas OTAN en tránsito por aguas jurisdiccionales
propias.
De acuerdo a la experiencia argentina, uno de los ingredientes básicos que les facilitó
las buenas relaciones con unidades de otros países, fue la confianza mutua, requerimiento
esencial para el entendimiento y buen desempeño en grupo, que se consigue principalmente
con el reconocimiento del propio profesionalismo, alcanzado con arduo entrenamiento y
calificación del personal que integra las dotaciones, especialmente de los oficiales que deben
asumir el control de las comunicaciones y de la conducción de las diferentes actividades
operativas. En el golfo Pérsico, Argentina conocía la doctrina, procedimientos y publicaciones
OTAN, empleados por las armadas occidentales participantes, gracias a la experiencia
obtenida durante muchos años de ejercicios combinados UNITAS, con la Armada de EE.UU.
La experiencia argentina indica que existen a lo menos cuatro requisitos para poder
participar en fuerzas multinacionales de la OTAN. El primero corresponde a un sistema de
comunicaciones confiable, que exige procedimientos comunes, publicaciones actualizadas,
entrenamiento de los operadores y un apropiado equipamiento, que debe ser compatible con
el de las otras unidades. El segundo factor es la capacidad para efectuar reaprovisionamiento
en la mar, lo que exige entrenamiento y destreza de la dotación, disponibilidad de sistemas de
recepción de combustible compatibles y la capacidad para consumir el tipo de petróleo
recibido desde los petroleros de flota; cada buque del primer grupo de tarea argentino que
estuvo desplegado en el golfo Pérsico, debió realizar más de 17 maniobras de
reaprovisionamiento en la mar, con 10 petroleros diferentes. Otro factor es la capacidad de
recibir y apoyar helicópteros a bordo, actividad que implica poseer el equipamiento apropiado
y exige entrenar las evoluciones y procedimientos tácticos necesarios, dentro de los
estándares de seguridad exigidos. Finalmente, es necesario conocer las regulaciones de
seguridad aplicadas por las armadas pertenecientes a la OTAN, especialmente referidas a los
sistemas de armas.
2. Doctrina, procedimientos y publicaciones.
Es esencial para poder realizar operaciones combinadas entre unidades de diferentes
armadas, que todas posean doctrinas, procedimientos y publicaciones comunes. Destaco
algunas reflexiones de Wayne Hughes, en su libro Táctica de Flotas, que cobran plena validez
en operaciones de paz. “La doctrina normaliza las tácticas con el fin de abreviar el
planeamiento de detalle de cada operación individual. Se trata, en efecto, de planes genéricos
sobre lo que es posible adiestrarse y practicar con prescindencia del contexto de misiones
específicas. Se necesitan instrucciones de combate modernas, carentes de la rigidez impuesta
por las viejas instrucciones permanentes de combate. Un plan de operaciones es simplemente
la doctrina específica de una misión”. También, “Cuando más inestable sea la composición de
las fuerzas navales, más aguda será la necesidad de órdenes y procedimientos tácticos
normalizados”.6
La creación de doctrinas y procedimientos es un proceso largo que normalmente
comienza en los niveles más bajos de instrucción y entrenamiento táctico, que requiere de
muchos años de estudio y práctica. Para aquellas armadas interesadas en aumentar su
participación en operaciones combinadas, especialmente si no poseen publicaciones aliadas,
la falta de una base común de conocimientos constituye una tremenda barrera y en tal sentido,
el marco doctrinario de la OTAN facilita enormemente la interoperabilidad de las armadas que
pertenecen a esa organización. En el caso argentino, cuando desplegó sus buques en el golfo
Pérsico, contaba con una razonable base de experiencia, obtenida por años de entrenamiento
y operación con doctrinas, procedimientos y publicaciones aliadas. Sin embargo, experimentó
problemas de nivel operativo debido a la falta de actualización de sus publicaciones,
especialmente las de procedimientos, aunque esto no derivó en problemas mayores debido al
bajo nivel de amenazas que prevalecía en el teatro. En un ambiente de mayor hostilidad, los
riesgos para las unidades pueden ser muy grandes, siendo esencial que antes del despliegue
al teatro de operaciones, se verifique el cumplimiento de todos los cambios editados en las
publicaciones aliadas.
3. Instrucciones del nivel político y reglas de enfrentamiento.
Las instrucciones que imparten los gobiernos a sus armadas desplegadas a misiones
de paz, no siempre son coincidentes y en algunos casos pueden ser muy restrictivas,
exigiendo a sus unidades navales el cumplimiento de reglas de enfrentamiento particulares,
que podrían poner en riesgo su propia seguridad y la de la operación. Esta situación se
presentó en el golfo Pérsico debido al gran alcance de las resoluciones del Consejo de
Seguridad de las NN.UU., que siendo promulgadas en etapas sucesivas, fueron
incrementando el nivel de presión contra Irak, sin que hubiese existido un acuerdo político
previo entre los países que desplegaron fuerzas a ese teatro. Muchas agrupaciones navales
llegaron al área con la sola autorización de sus gobiernos para imponer sanciones
económicas. Sin embargo, cuando la autorización de las NN.UU. a emplear la fuerza derivó en
el inicio de la guerra, cada miembro de la coalición debió redefinir al nivel político su grado de
compromiso, antes de enfrentar el nuevo y cambiante escenario. En el ámbito naval, la
coalición fue dividida en tres grupos principales de acuerdo a sus instrucciones políticas. Las
armadas que no tenían restricciones para el empleo de la fuerza, realizaron las operaciones
ofensivas, conducidas por EE.UU. Un segundo grupo, más restringido políticamente, fue
organizado para apoyar y proteger las líneas de comunicaciones marítimas logísticas.
Finalmente, las armadas que debieron mantener sus tareas originales, se emplearon
solamente en operaciones de interceptación marítima. Dentro de cada grupo, existían otras
restricciones nacionales, tales como niveles de riesgo permitido o distancias de seguridad a
ciertas áreas geográficas, que obligaban a crear algunas subdivisiones. Para prevenir estos
problemas, es necesario algún tipo de acuerdo previo entre los países comprometidos en una
operación de las NN.UU., sobre el nivel de fuerza que cada uno estará dispuesto a autorizar.
Otro aspecto que debiera definirse antes del despliegue de fuerzas, es el de las
Reglas de Enfrentamiento (ROE), que deben ser coherentes con las instrucciones políticas.
En el golfo Pérsico, las diferentes agrupaciones debieron coordinarse para poder definir reglas
de enfrentamiento comunes que les permitiera actuar bajo un mismo mando. Esta situación
fue aún más compleja para las armadas de Argentina y Australia, que al no pertenecer a la
OTAN vieron acentuadas sus diferencias de lenguaje, lo que les dificultó llegar a una
definición común de ciertos términos esenciales para los buques de guerra, tales como “acto
hostil” e “intención hostil”. Por ello, sería muy valioso que bajo la dirección de las NN.UU., se
desarrollara un lenguaje técnico, común y específico, para ser empleado en operaciones
multinacionales, que permitiera establecer una lista de reglas de enfrentamiento
estandarizada. Asimismo, en eventuales operaciones auspiciadas por las NN.UU., cuyos
ambientes de hostilidad sean previsiblemente variables, se le debiera otorgar, a los diferentes
niveles de mando de fuerzas multinacionales, las facultades necesarias para modificar las
ROE de acuerdo a los cambios en la situación del teatro. Esto debiera ser conocido y
aceptado por los gobernantes involucrados, antes de decidir enviar sus fuerzas a estas
operaciones.
4. Mando, Control y Comunicaciones.
De acuerdo a experiencias en el golfo Pérsico, donde la coalición adoptó una débil
estructura de mando y control para permitir a las diferentes armadas, mantener sus unidades
bajo mandos nacionales, los principales problemas que afectaron a las unidades argentinas,
por no pertenecer a la OTAN, fueron la falta de sistemas criptográficos y de datalink
compatibles, situación que dificultó seriamente su integración dentro de la fuerza naval
multinacional.
Esto, tal como ocurrió con las publicaciones, no tuvo repercusiones graves debido al
bajo nivel de hostilidad del teatro. Asimismo, gracias a las conferencias de coordinación y a
que las tareas asignadas constituían actividades familiares, los grupos de tarea argentinos
pudieron cumplir sus misiones en forma exitosa, especialmente después de iniciadas las
hostilidades, cuando debieron escoltar a los buques que materializaban el tren logístico aliado
y patrullar ciertas áreas para proteger a algunas unidades navales mayores. En esa etapa, los
buques se mantuvieron bajo el mando nacional, pero bajo el control táctico del comandante
del grupo de tarea canadiense, que como comandante de la Fuerza Logística Combinada
(CLF), condujo en excelente forma a las unidades de las armadas que la integraban
(Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Italia, Holanda, Noruega, España,
Reino Unido y EE.UU.), a pesar de las limitaciones mencionadas.7 Considerando que ni los
sistemas criptográficos ni los datalink se pueden improvisar en el proceso de integración a una
coalición, es necesario lograr acuerdos políticos previos para obtenerlos y efectuar los
esfuerzos técnicos necesarios para instalarlos, antes del despliegue de unidades navales a
una operación de paz multinacional. Una vez solucionados los problemas de datalink y
sistemas criptográficos, se deben adoptar ciertas decisiones al nivel político que conciernen a
la estructura de mando y control en una coalición multinacional, pues la ONU, que auspicia las
operaciones de paz, ha demostrado carecer de la capacidad para establecer una autoridad,
que bajo su delegación, ejerza el mando y control operacional de las fuerzas navales
aportadas por los diferentes miembros de la ONU, para una misión en particular. En la
operación “Tormenta del Desierto”, las conferencias de coordinación permitieron establecer
una estructura de mando informal que funcionó gracias al bajo nivel de hostilidad existente.
Sin embargo, en la eventualidad de mayores hostilidades, será necesario el establecimiento
previo de una cadena de mando formal, al estilo de la que emplean las fuerzas que integran la
OTAN.
5. Logística.
De acuerdo a la experiencia de las unidades navales argentinas desplegadas al golfo
Pérsico, el hecho de contar con buques construidos pocos años atrás, ya sea en Alemania o
Argentina, con diseño y sistemas de acuerdo a estándares de la OTAN, les facilitó
enormemente su participación en la operación, donde alcanzaron un razonable nivel de
interoperabilidad con las armadas de esa organización, especialmente con aquellas que
compartían sistemas comunes, pues les facilitó la obtención de repuestos y servicios,
permitiéndoles cumplir exitosamente su misión a pesar del elevado grado de actividad al que
fueron sometidas. Asimismo, contribuyó al éxito de la operación el factor humano
representado por el entrenamiento y capacidad profesional de las dotaciones.
Cabe destacar la dificultad que afecta a las armadas de regiones lejanas a eventuales
teatros de operaciones, debido a las enormes distancias que deben navegar para dirigirse al
área de despliegue y para regresar a sus puertos bases. Por ejemplo, las unidades argentinas
tuvieron que navegar 11.000 millas náuticas en su tránsito hacia el golfo Pérsico, debiendo
hacer recaladas operativas para reaprovisionamiento, en Brasil, Senegal, Francia e Italia,
debido a la falta de un buque de apoyo logístico que las acompañara. En los primeros dos
países, sólo recibieron combustible, mientras en Europa obtuvieron una valiosa cooperación
de las armadas de Italia y Francia, que les permitió incrementar sus niveles de alistamiento,
recibiendo gran variedad de repuestos y accesorios para la mayoría de sus equipos, y los
servicios necesarios para ajustar el sistema degaussing, debido a la necesidad de minimizar la
firma magnética en precaución contra las minas. Cuando los buques arribaron al área de la
misión, comenzaron a recibir petróleo desde los diferentes petroleros desplegados en el área;
recibieron asistencia médica especializada desde dos buques hospitales y establecieron una
línea de comunicaciones aérea desde Argentina con los Emiratos Árabes para las otras
necesidades logísticas.
Conclusiones.
Dentro de las opciones que pueden barajarse en una operación auspiciada por las
NN.UU., los buques pueden ser muy útiles como instrumentos para lograr la paz en conflictos
en que se disputen recursos pesqueros o delimitaciones marítimas. El prolongado período que
puede permanecer un buque en el área de una misión, le facilita el control y monitoreo de
fuerzas navales de partes en disputa, dentro de áreas neutralizadas. Asimismo, los buques y
sus embarcaciones pueden ser eficazmente empleados en áreas ribereñas para verificar el
cese del fuego u otras situaciones que requieran situar a observadores a bordo de estas
plataformas, o desembarcar observadores en costas donde rivales en disputa acepten la
mediación de las NN.UU. En general, como ocurrió en el golfo de Fonseca, las operaciones
navales ampliaron el espectro de posibilidades para solucionar conflictos en escenarios de
carácter marítimo.
Ante eventuales exigencias de las NN.UU. en una operación de mantenimiento de la
paz (cap.VI), de desmontar los sistemas de armas de los buques a desplegar, en beneficio del
consenso entre las partes, se deben ponderar seriamente los riesgos para la seguridad de
éstos, pues quedarían con su capacidad de autodefensa seriamente afectada. Asimismo,
aunque puede ser fácil desmontar un cañón en una lancha patrullera, en una destructor o una
fragata, la situación podría ser inviable, por los elevados costos y complejidad del desmonte
de sus sistemas de armas, dificultando satisfacer los tiempos de respuesta exigidos por las
NN.UU., sin considerar los altísimos costos y tiempo que consumiría reinstalar y volver a
poner en marcha los correspondientes sistemas, al término del despliegue.
Las operaciones de paz exigen a las unidades navales la observancia de una serie de
factores para el éxito de su desempeño, siendo relevante el buen estado del material, la
estandarización logística en beneficio de la interoperabilidad y el entrenamiento que pueden
obtener en operaciones combinadas con unidades de la OTAN, al permitirles ganar
experiencia sobre su doctrina y procedimientos, toda vez que dicha organización ha sido la
única capaz de organizarse y crear una estructura razonable de mando y control, cuando se
ha debido organizar una fuerza naval multinacional. Asimismo, existen decisiones del nivel
político que deben ponderarse antes del despliegue, relacionadas con el grado de compromiso
con la misión y nivel de empleo de la fuerza que se autorizará a las unidades en el teatro de
operaciones.

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